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La ventana indiscreta. 016

en Grandes Relatos

Capítulo 16:

Alguien me despertó dándome un suave beso en los labios, me imaginé que era Sally y la abracé atrayéndola hasta que cayó encima de mí. Abrí los ojos y vi que no me había equivocado.

— Buenos días dormilón, es hora de levantarse. —me dijo y empezó a erguirse, la retuve sujetando su cabeza con mis manos y volví a besarla. No se movió, más bien se dejó besar así que la besé de nuevo apretando más mis labios contra los de ella, entonces sí me correspondió, besándome una y otra vez hasta que nos cansamos.

— Buenos días Sally. —dije mirándola con una sonrisa.

— ¿Qué piensas?

— Que me encantaría desayunar así todos los días.

— A mí también, pero es hora de desayunar.

— ¿qué hora es?

— Las ocho.

— ¡¿Tan temprano?! —exclamé extrañado.

— También he despertado a tu madre. Debéis desayunar temprano y hora y media después iréis a la piscina. Así os cundirá el día mucho más.

— ¿Tú no vienes con nosotros?

— No puedo Poli, tengo cosas que hacer.

— ¿Cómo qué? Y si me dices que tienes que limpiar la casa no te preocupes, yo te ayudaré a hacerlo, así podrás venir conmigo.

— Esa es una entre otras muchas cosas. Créeme que me encantaría estar contigo todo el día pero no puedo, pero te prometo que haré las cosas lo más rápido que pueda, así tendremos la tarde para nosotros.

— ¿Me lo prometes?

— Te lo prometo. —dijo dándome un beso en la mejilla.

Me acercó la silla de ruedas a la cama y me senté en ella desnudo, porque desde la noche anterior no había vuelto a ponerme unos de mis queridos calzones cortos. Sally empujó la silla llevándome al cuarto de baño. Me senté en la taza del váter y salió. Cuando terminé yo mismo me senté sobre el bidé ya que estaba al lado, me lavé y una vez seco y limpio volví a la silla de ruedas y me acerqué al lavabo. Abrí el grifo del agua fría para espabilarme y me lavé la cara. Al levantar la cabeza vi que Sally estaba detrás de mí sujetando una toalla. Dejé que me secara la cara y cuando terminó me dio un beso sonoro en la mejilla.

— ¿Aún no te afeitas?

— No, no tengo barba todavía.

— Barba no pero pelusa sí y si empezaras a afeitarte antes de las navidades tendrás barba.

— ¿Tú crees? —ella sintió con la cabeza— entonces le diré a mi madre que me compre cuchillas de afeitar.

— Me parece que por aquí hay algo que te puede servir de momento —dijo rebuscando en los cajones del mueble del lavabo— aquí está, mira. —y me mostró una maquinilla de depilarse las mujeres.

— Eso es para depilaros vosotras.

— Mejor, así no te escocerás ¿me dejas que te afeite?

— Adelante, si quieres hacerlo no me importa.

Sally abrió el grifo del agua caliente, cogió una esponja, la empapó y luego la escurrió pasándomela después por las mejillas y el cuello. Yo subí la mano hasta su culo, se lo acaricié por encima de las braguitas un poco y acto seguido introduje la mano por dentro, palpando la suave piel de sus nalgas.

— Ahora no Poli, saca la mano de ahí.

— ¿Es que no te gusta?

— Me gusta demasiado, pero me da miedo porque podría cortarte.

— ¿Y entonces qué hago?

— Estarte quieto.

Pues me quedé muy quieto mientras ella me pasaba la maquinilla por ambas mejillas y luego por el cuello. Terminó de afeitarme y me dio una crema hidratante que me recordó mucho a su propio olor, seguro que ella la utilizaba también.

— Bueno ya está —dijo y me besó en ambas mejillas— ahora ya puedes.

— ¿El qué? —pregunté extrañado y ella se echó a reír.

— Lo que querías hacer antes.

Comprendí en el acto. Ella se dio la vuelta y se subió las braguitas de manera que la tela se introdujo por la hendidura que las separaba. Acaricié y besé la piel de su culo, hasta restregué mi cara sobre las nalgas, luego adelanté la mano para meterla por la ingle.

— Ahí no. Está prohibido esta mañana.

— ¿Por qué? ¿estás con la regla?

— No, pero si me tocas ahí, nos descontrolaremos y entonces no haremos nada de lo que tenemos que hacer.

— ¿Y qué más da?

— A mí no me da igual, me gusta cumplir con mis obligaciones ¿a ti no?

— Sí, tienes razón como siempre. —dije bajando la cabeza.

— Fíjate no ha pasado nada y ya tienes el pito duro. —comentó echándose a reír, la abracé por las piernas.

— No hace falta que pase nada para que se me ponga el pito duro, con tu sola presencia es más que suficiente.

— Me encanta que me digas cosas así. —dijo besándome en los labios.

A continuación salimos de la habitación y me llevó directamente a la terraza del porche, sobre la mesa ya estaba preparado todo. El café para mi madre humeaba, el té para ella también, la leche fría para mí y tres vasos con zumo de naranja, tostadas y mermelada de melocotón y frambuesa completaban el desayuno.

— Buenos días. —dijo mi madre saliendo a la terraza. Llevaba puesto únicamente unas braguitas, mejor dicho, un trozo de tela roja minúsculo por delante y un poco más de tela por detrás incapaz de contener su culazo, los dos trozos de tela se unían por cordones atados sobre las caderas.

— Buenos días mamá —la saludé yo también y nos dimos un beso suave en los labios.

— Buenos días Sally —le saludó mi madre dándole también un suave beso en los labios—eres un cielo pero la próxima vez me gustaría que me dejaras ayudarte.

— Lo recordaré.

— Pues que no se te olvide, o mejor tenemos que hablar y repartirnos las tareas, no pretendo ocupar tu sitio, pero me molesta que me sirvas, parece que fueras mi criada y eso no me gusta. —contestó mi madre dándole un cariñoso azote en el culo a Sally y ésta le dijo que hablarían entonces. Escuchando a mi madre pensé en cómo había cambiado nuestra forma de valorar a las personas y todo en menos de veinticuatro horas.

A continuación se sentaron y empezamos a desayunar. Cuando terminamos, mi madre ayudó a recoger la mesa y le dijo a Sally que iba a limpiar la parte de arriba. Sally le proporcionó todo lo necesario, incluido una aspiradora. Yo me quedé en la terraza pero no disfruté ni de la brisa ni del precioso día que hacía, me hubiera gustado ayudarlas.

*

Dos horas más tarde mi madre se disponía a llevarme a la piscina, yo no le dije nada pero tenía la única intención de nadar.

— Paula, tengo que salir para encargar la compra en el supermercado. —dijo Sally.

— ¡Ni se te ocurra! —exclamó mi madre con cara de preocupación.

— ¿Por qué? ¿Qué ocurre? —preguntó Sally un poco alarmada.

— Mi padre me dijo anoche que nadie, repito, nadie, debe salir de esta casa, tenemos que permanecer aquí hasta que él regrese.

— ¿Pasa algo mamá? —pregunté sin entender nada.

— El abuelo contará luego si ocurre algo, pero hasta que él no vuelva nada de salir ¿entendido? —dijo mi madre mirando a Sally.

— Sí.

— Sally por favor prométeme que no vas a salir.

— Te lo prometo Paula.

— Joder mamá nos estás asustando.

— Lo siento. Pero las cosas están así.

— Vale, pues miraré la web del supermercado y veré si encargo algo.

— Es muy urgente hacer la compra

— No, la verdad es que puedo esperar a mañana o pasado.

— Entonces espera Sally, al menos hasta que mi padre lo explique todo.

— De acuerdo.

— Si es necesario comeremos huevos fritos y patatas fritas.

— No sé qué es eso. —dijo Sally y mamá y yo nos miramos.

— ¿Tienes patatas? —preguntó mi madre — Sí—respondió Sally— ¿y media docena de huevos? —tengo al menos docena y media.

— Pues lo tienes todo querida, hoy me encargo yo de la comida y tú me ayudas ¿vale?

— Encantada. —respondió Sally sonriendo y me miró.

— Entonces vamos a la piscina. —dijo mi madre.

— Vale, yo haré otras cosas que pensaba hacer más tarde.

— Acuérdate de lo que me has prometido. —recordé a Sally.

— No te preocupes, eso no se me olvida. —contestó ella, mamá nos miró sin comprender nada y nos echamos a reír.

Mi madre empujó la silla hasta llegar al borde de la piscina. Como la silla no tenía los apoyabrazos me dejé caer de lado dentro del agua, mi madre me siguió rápidamente.

— Como vuelvas a hacer eso te arranco el rabo. —me dijo agarrándome el pene con la mano.

— No pasa nada mamá, lo tenía todo calculado.

— De todas formas no me gusta que hagas eso, espera a hacerlo cuando te encuentres bien.

— De acuerdo mamá, ya puedes soltarme.

— Pues ahora no quiero ¡hala! Ahora me quedo así.

— ¿Qué pasa? ¿el abuelo te puso a régimen anoche? —pregunté sonriendo.

— No me hables de anoche. Menuda noche pasé. Me cayó una de narices. —dijo ella empezando a sobarme los huevos.

— A mí me ocurrió igual con Sally. Me dio una lección que no olvidaré jamás.

— Pues a mí tu abuelo hasta me azotó el culo —dijo y acercándose más a mí añadió— y después de eso sólo me folló por el culo, me lo hizo dos veces imagínate.

— Pobrecita. —dije agarrándola por el culazo con una mano.

— Ríete si quieres pero el muy bestia me hizo añicos el culo.

— Por eso te has puesto unas braguitas tan pequeñas, para que no te molesten.

— Ya veo que te has fijado en ellas bandido.

— Cómo no me iba a fijar. —le dije tanteando la hendidura de sus nalgas con las manos.

— ¿Oye no pretenderás meterme un dedo por el culo?

— Si quieres te meto otra cosa. —dije echándome a reír.

— Anda que no te gustaría ¿eh?

— No imaginas cuánto.

— ¿Te atreves a intentarlo?

— ¿Me estás dando permiso para follarte este culazo? —pregunté sorprendido apretándole la nalga.

— Así es, pero antes tienes que hacer por caminar, o al menos mantenerte de pie, si lo logras te prometo que te pongo el culo en pompa para que me lo rellenes.

— No eres justa mamá, sabes que eso es imposible.

— Entonces lo siento cariño, pero te quedas con las ganas de probar mi culazo como tú le llamas. —con la mano que le apretaba la nalga la atraje contra mí.

— Al menos podrías dejarme que te la meta por el coño.

— Si eres capaz de tenerte de pie no tengo inconveniente.

— ¡Joder! ¿Por qué tiene que ser si soy capaz de tenerme en pie?

— Muy sencillo cariño, a mí me gusta que me empujen con fuerza ¿comprendes?

— Eres una tramposa.

— Estoy de acuerdo, pero te quiero con locura. —dijo y empezó a morrearme. Mientras nos besábamos solté su nalga y metí la mano por la parte delantera de la braguita para tocarle el coño.

— Saca la mano de ahí ahora mismo, no te he dado permiso para que lo hagas. —me dijo seria.

— Lo siento mamá, no te mosquees conmigo.

— No me mosqueo pero no quiero que me tomes por el pito del sereno, anoche quedamos en respetarnos o ¿ya no te acuerdas?

— Lo recuerdo, pero como tú me estas metiendo mano pensé…

— Pues no pienses tanto —dijo ella interrumpiéndome—. Yo  puedo meterte mano y comerte entero si me da la gana porque soy tu madre, en cambio tú debes respetarme y si no te doy permiso te aguantas como un buen hijo. —me regañó.

— Perdóname mamá, te juro que no volveré a hacerlo otra vez. —dije agarrándome al bordillo con ambas manos.

— Más te vale porque si no me como tus cojones. —dijo dándome un apretón en los huevos por detrás de mí.

— No te imagino haciendo eso. —le dije para picarla.

— ¿Crees que no sería capaz? —dijo pegándose a mi espalda.

— ¿lo serias? ¿de verdad serias capaz de morderme los huevos y aguantar que te salpique la sangre, por no decir si se te escapa el huevo y sale rodando? —dije partiéndome de risa yo sólo.

— Cállate guarro que me vas a revolver el estómago.

— ¿Sabes lo que te digo?

— Como sea otra guarrería te doy.

— No, no es eso, voy a intentar nadar igual que ayer, primero a lo ancho ¿te parece?

— Me parece perfecto, yo nadaré a tu lado por si acaso ¿vale?

— Vale.

A continuación me solté del bordillo e intenté nadar, pero como no pude darme el suficiente impulso me hundí, entonces se me ocurrió dar un par de brazadas bajo el agua, tomaría algo de impulso y saldría a la superficie para continuar nadando. Dicho y hecho. No es que cogiera un gran impulso pero fue suficiente para lograr nadar sin problemas. No  avanzaba rápido porque mis brazos no daban más de sí,  las piernas no me estorbaban para nada. Así pude ir y venir diez veces a lo ancho de la piscina, noté los brazos cansados y tenía la sensación de que los mismos brazos y el pecho se me habían hinchado y por si acaso, paré de nadar. Me detuve a descansar agarrado al bordillo con una sola mano, ya tenía confianza para eso.

— ¿Qué tal mi vida? —preguntó mamá.

— Fenomenal, estoy un poco cansado pero no me duele la espalda ni nada, lo más curioso es que tengo la sensación de haberme hinchado, el pecho, los hombros y los brazos.

— No sé si eso es malo o no, ni siquiera sé lo que hay que hacer en una caso así ¿no sería mejor que no nadaras tanto por si acaso?

— No me encuentro mal, me siento bien Cuando descanse volveré a repetirlo.

— Mira que eres cabezón a veces. —protestó.

— No es eso mamá, es que tengo que moverme, no quiero quedarme toda mi vida en una silla de ruedas.

— De acuerdo, yo voy a nadar otro poco, no te muevas de aquí ¿me lo prometes?

— Si te parece me voy corriendo. —le dije riéndome, ella también se rió y me dio un cachete cariñoso. Mientras descansaba observé cómo nadaba mi madre, no es que tuviera estilo pero me gustaba observarla.

Cuando se detuvo a mi lado para descansar empecé a nadar yo, esta vez a braza. Varias veces me dio la impresión de sentir que movía las piernas pero pensé que era más producto de mi imaginación que de la realidad. Me hice seis anchos sin parar, despacio por supuesto, y luego me detuve a descansar otra vez. La sensación de hinchazón no era tan fuerte como antes pero ahí estaba.

— Cariño, te veo mucho más animado y eso me encanta.

— Es que me he dado cuenta de que compadeciéndome no voy a lograr nada.

— Me gusta tu actitud, no sabes la alegría que me das.

— Pues todo se lo debo a Sally, gracias a ella, anoche aprendí a valorar a las personas como se merecen y no como yo deseaba. —mi madre se me quedó mirando sin decir nada.

— ¿Qué pasa?

— Nada, es que no pareces el mismo de ayer.

— Eso se acabó mamá. Ayer el sexo me contralaba, vivía obsesionado, hoy soy yo quien controlo. Mamá se me acercó y se estiró sacando el pecho fuera del agua. Miré su pecho, su pezón erecto y luego la miré a ella sin comprender.

— ¿No te apetece chupármelo?

— Claro que sí, pero tú misma me has dicho que te respete, así que, no, gracias. —dije mirándola a la cara como me había enseñado Sally.

— Te juro Pablo que no eres el mismo. El Pablo de ayer se habría lanzado a mamarme el pecho, en cambio el de hoy me mira de otra forma… con más respeto, sí, eso es te has vuelto más respetuoso.

— Todo cambio si es a mejor bienvenido sea ¿no?

— Me encanta mi hijo de hoy. —dijo acariciándome el pene.

— Oye eso no es justo. —protesté en broma.

— Me da igual, soy tu madre y me debes un respeto. —dijo moviendo la mano como si quisiera masturbarme, sin embargo no tuve la erección que ella esperaba.

— ¿Ni siquiera te vas a empalmar?

— No, ya te he dicho que ahora soy yo quien me controla. —ella dejó de tocarme y puso sus manos sobre mis hombros.

— No imaginas lo orgullosa que me siento. Te he provocado aposta para ver si era verdad que no te enviciabas, ni siquiera te has empalmado cuando intentaba hacerte una paja, no imaginas cuanto te quiero por ser como eres ahora. —dijo pegándose a mi espalda.

— Anoche comprendí muchas cosas mamá, si hubieras visto el trato al que me sometió Sally te hubieras horrorizado, hubo un momento en me acojoné, te lo juro, pero después se lo agradecí. Como te confesé anoche me había convertido en un auténtico monstruo sin darme cuenta.

— También ha sido culpa mía, con todo lo que nos ha pasado te he sobreprotegido demasiado y eso te ha perjudicado. Lo importante es que ambos hemos aprendido la lección, lo pasado, pasado está, ahora hemos de mirar hacia delante, para construir una nueva familia con tu abuelo y con Sally.

— Tienes razón pero aun necesito tiempo. —dije mirando hacia abajo, aun sentía vergüenza por lo que le hice pasar a mi madre en el hospital.

— ¿Para qué?

— Para perdonarme todo lo que te obligué a hacer ayer.

— Eso está perdonado Pablo, no le des más vueltas.

— Tú podrás perdonarme pero yo no, aún no. Tenías razón cuando dijiste que Rosa era muy peligrosa, que utilizaba el sexo para controlar a las personas, menos mal que cuando te propuso acompañarla le dijiste que no. No quiero imaginar lo que hubiera sucedido si la hubieras acompañado, me vuelvo loco cuando lo pienso. —dije terminando la confesión y noté que me liberaba de un gran peso, mamá me dio la vuelta para ponerme frente a ella y me hizo abrazarla por el cuello para sujetarme.

— Escúchame hijo. No puedes culparte de esa manera, sin darte cuenta te estás auto compadeciendo y eso es muy peligroso. Lo que ocurrió ayer fue ayer, hoy todo es distinto. —dijo abrazándome contra su pecho.  

— Menos mal que tuviste fuerza de voluntad para mantenerte en tu sitio y ver las cosas claras.

— Por algo tengo más experiencia y el deber de una madre es cuidar de su hijo siempre. 

— No imaginas cuanto te quiero mamá.

— Sí me lo imagino vida mía pero recuerda que el amor de madre siempre estará por encima del tuyo. —terminamos de hablar y permanecimos abrazados mucho rato, sin segundas intenciones, solamente abrazados por el placer de abrazarnos y darnos cariño. Hasta que de repente noté que mi madre me acariciaba ahí abajo.

— ¿Te apetece que te haga una paja? —me dijo tan tranquila.

— No mamá, de verdad. —dije mirando un poco apurado hacia la casa, sólo me faltaba que Sally nos viera, no quería ni imaginarlo.

— ¿Qué te pasa? —preguntó dándose cuenta de algo.

— ¿A mí? Nada.

— ¿Y por qué miras tanto hacia a la casa?

— No la estoy mirando mamá.

— No te olvides de que eres mi hijo y te conozco, además te estás poniendo colorado —mamá se quedó mirándome un momento para después añadir: — no me digas que tú y Sally…

— ¡No mamá! ¿Cómo se te ocurre?

— Mi vida te estás poniendo cada vez más colorado, vamos cuéntamelo, no me voy a asustar. —dijo derrotándome ya que no soy capaz de tener secretos con ella.

— La verdad es que somos amigos íntimos, nada más.

— ¿Cómo que nada más? ¿Te parece poco?

— No lo sé, nunca he tenido amigos así, ni así ni de ninguna manera.

— Explícame eso ¿es que no tenías amigos en el colegio? —dijo sorprendida.

— No mamá, no tenia, estaba sólo, siempre he estado sólo, hasta ahora.

— A ver hijo me quieres decir que te has pasado estos años de instituto ¿completamente sólo? ¿Y esa niña que venía a veces a casa? ¿Cómo se llamaba?

— Cris.

— ¡Esa! Creía que era tu amiga.

— Más que amiga fue una autentica hija de puta. Un día que vino a casa, me insistió en que la enseñara videos porno bajados de internet. Insistió tanto que al final le mostré unos que yo había montado a partir de unos cuantos videos que me había bajado, y ella cada vez más cachonda me acariciaba el muslo por dentro pidiéndome que le enseñara más videos y lo hice, pensando que después podría aprovecharme de su calentura, pero el que se quemó fui yo porque se marchó sin más.

— Quizá se dio cuenta de que querías aprovecharte, las mujeres nos damos cuenta de eso —miré a mi madre sin creérmelo del todo— no me mires así, es verdad, hemos desarrollado muchos más sentidos que vosotros. 

— Pues ésta no se enteró. Al día siguiente se inventó el rumor de que en vez de salir con ellos, prefería estar viendo videos porno de tíos en mi habitación matándome a pajas. ¡Imagínate! Yo, que ya tenía fama de “rarito” y “empollón” después de lo que dijo empezaron a llamarme “maricón”. Los demás chicos dejaban todos los días mi mesa o sobre la silla fotografías de tíos con la polla tiesa y me quedé con ése mote hasta que he terminado el bachiller. De mí se reía todo el mundo, incluido las chicas que decían que yo era “otra amiguita” más.

— ¡Qué hija de puta! ¿Y por qué no nos lo contaste a tu padre y a mí?

— Contároslo dices. A papá yo le importaba una mierda y a ti otra. En ese tiempo te preocupaban más tus amigas que yo.

— Ahora lo entiendo, como no te hacía caso, me llegaste a odiar, por eso me sacabas fotos por debajo de la falda ¿no? —me preguntó y asentí con la cabeza encogiéndome de hombros.

— ¿Llegaste a colgar alguna de esas fotos en internet?

— ¡Cómo se te ocurre pensar eso de mí! ¿tan monstruo crees que soy?

— Tienes toda la razón, hijo perdóname, no me explico cómo pude estar tan ciega todos esos años.

— Perdóname tú por lo que te voy a decir pero lo único que os preocupaba a papá y a ti era follar, os oía por la noche.

— ¿Qué nos oías dices?

— Es lo que recuerdo.

— Pues lo que oías no era real Pablo. Tu padre era un “picha floja” incapaz de darme placer, sólo le puedo agradecer que me engendrara un hijo como tú. Yo tenía que fingir todo el tiempo, y cuanto más alto fingía más se excitaba, el muy cabrón se desfogaba con las putas y a mí me daba las sobras. Si me dieran un euro por todas las veces que me he masturbado en ese tiempo ahora mismo seria millonaria.

— Yo no podía saber eso.

— Por sí entenderás que aquella tarde, cuando discutí con tu abuelo y me metió su tranca me volví loca, alcancé el cielo, la luna y todos los planetas. Esa tarde descubrí lo que es un orgasmo y un polvo bien echado, por eso me hice la promesa de que sería su amante siempre y encima la vida nos lo ha puesto en bandeja, porque él está que “chochea” conmigo y a mí me gusta ser su puta y no me arrepiento de nada.

— Y haces bien mamá, te lo mereces, pero no me creo que te acuestes con el abuelo sólo por el placer, te conozco un poco y sé que tú no eres de esas.

— ¿Me lo dices en serio o te estás cachondeando de mí?

— A estas alturas ¿crees que te iba a vacilar?

— No, creo que no.

— Entonces contéstame la pregunta que te he hecho. —ella se me quedó mirando.

— Eso, cariño son cosas muy personales y me las guardo.

— Vale, ya me has contestado. —le dije pensando en lo que me había confesado mi abuelo, los dos se atraían y se amaban, era extraño pero me alegraba un montón por ellos.

— Te crees tan listo que a lo mejor te equivocas. —dijo mirándome con superioridad, eso era auto protección y confirmaba todavía más lo que yo pensaba.

— Piensa lo que quieras, estás en tu derecho. Hablando de otra cosa mamá, te divorciarás de papá ¿no?

— Ya está puesta la denuncia. Desde el momento en que lo retuvo la policía algo me dijo que ese cabrón estaba implicado hasta el cuello.

— ¡Esta es mi loba! —dije sin podérmelo callar y me abracé a ella con fuerza.

— Oye ¿Qué es eso de loba?

— Así es como yo te llamaba mentalmente cada vez que sacabas las “garras” con mi padre o no te acuerdas cómo te ponías cuando te llamaba Paulita.

— No me lo recuerdes que me pongo negra.

Le di un fuerte beso en la boca y ella me lo agradeció estrechándome más contra su cuerpo.

— Bueno. ¿Intentamos la paja o no?

— Es que no me apetece.

— ¿De verdad? —dijo sobándome el pene.

— Sobándome así conseguirás que me empalme pero seguiré sin ganas.

— Me parece muy bien que respetes a Sally, se la dejo toda a ella y no te pongas colorado me alegro un montón de que seáis amigos, ya verás cuando lo sepa tu abuelo.

— ¡No se lo vayas a decir!

— ¿Por qué no? No tenéis nada que esconder, os merecéis el uno al otro.

— Gracias mamá, para mí es muy importante tu opinión, tenía miedo por si no estabas de acuerdo, aunque todavía no somos más que amigos.

— Así se empieza Pablo y descuida que tu abuelo se va a alegrar tanto o más que yo, ya lo verás.

— Espero que tengas razón.

— Tranquilo cariño. —dijo besándome en la cara y añadió en voz baja: —se te ha puesto muy dura.

— Normal, no paras de sobarme.

— Pues te aguantas, para eso eres mi hijo, para que te pueda sobar cuando me dé la gana. —dijo agarrándome los huevos.

— Bueno, si me sueltas me gustaría hacer unos cuantos anchos.

— Me parece bien pero antes. —no terminó de decir la frase porque me dio un beso con lengua de los que quitan el hipo.

— ¿A qué ha venido eso?

— Eso porque me encanta hablar contigo como si fueras un amigo y porque me siento orgullosa de ti.

— Yo también me siento orgulloso de ti mamá.

— Bueno, anda y ve a nadar porque si no te follo aquí mismo. —dijo y me impulsó hacia delante. Volví a nadar unos cuantos anchos hasta que me cansé, al acercarme al bordillo para descansar me llevé una sorpresa, Sally estaba hablando con mi madre y sólo llevaba las braguitas puestas.

— ¡Hola!

— ¡Hola Pablo! Le decía a Paula que ya tengo la comida preparada y como aún es pronto he venido a darme un baño.

— Pues venga. —dijo mi madre tirando de su brazo y ella cayó sobre el agua salpicándonos a los dos.

Sally salió a la superficie y echó la cabeza hacia atrás con gracia colocándose la melena, me fijé en que sus gordos pezones estaban tiesos, pero enseguida le miré a la cara. Mi madre con disimulo se fue a nadar dejándonos solos.

— No pasa nada porque me mires las tetas, siempre que me las mires como has hecho ahora. —me dijo.

— La verdad es que te estaba admirando. —le dije.

— Por eso lo digo, me gusta que me mires así, me hace sentir importante.

— Eres muy importante para mí Sally.

— ¿Y eso por qué? Porque lo que pasó anoche es normal entre amigos íntimos, ya lo hablamos.

— ¿Y si no me conformara con ser solo tu amigo íntimo?

— ¿Y qué más quieres ser?

— Todavía no estoy seguro, pero sé que no me conformo con eso, quiero más. No sé cómo explicarlo pero lo siento aquí. —dije tocándome el pecho con un dedo a la altura del corazón. Ella no dijo nada pero de la manera en que le brillaban los ojos me bastó para comprender que a ella le ocurría lo mismo.

— Anda vamos a nadar un rato. —le dije para distraerla de sus pensamientos.

Nadar en compañía de Sally me resultó distinto. Es como si todo lo que me rodeara fuera de repente maravilloso. Todo era nuevo para mí y no podía explicarme por qué, lo sentía así y ya está. Cuando paramos para descansar la besé en la mejilla.

— ¿Y eso?

— Por estar a mi lado ahora mismo, si pudiera caminaría sobre el agua. —dije haciéndola reír. Rodeó mis hombros con sus brazos y me dio un beso con lengua que casi me desmaya.

— Quiero decirte una cosa Poli, yo… tampoco sé explicar lo que me pasa, nunca he sentido lo que siento estando contigo, sólo sé que me apetece besarte y abrazarte todo el tiempo, bueno y tocarte esto que se te puesto tan duro —dijo agarrándome la polla— y restregarme contra ti y más cosas que no sé explicar. —dijo con los ojos brillantes de felicidad.

— Tu presencia me excita y si encima me besas como me has besado, entonces…

— ¿Te correrías?

— ¿Qué?

— Digo que si te correrías si te beso como antes.

— No lo sé, pero seguramente sí.

Sally me empujó contra la pared sin dejar de abrazarme y empezó a morderme los labios, luego me los lamió y por ultimo me metió la lengua hasta dentro a la vez que se restregaba contra mí. No sé cuánto tiempo estuvimos así pero me separé cuando sentí que no podía controlar la necesidad de correrme.

— ¡Ya! Sally por favor o me corro aquí mismo.

— Hazlo contra mi coñito, venga. —dijo dirigiendo mi polla contra su vulva y empezó a restregársela. Sólo con eso me corrí sintiendo un gusto de muerte y por los jadeos que daba ella me pareció que estaba teniendo un orgasmo.

— Joder Sally ha sido brutal. —dije apoyando mi frente en la suya.

— Para mí también. —dijo ella.

— Bueno tortolitos, es hora de comer. —dijo mi madre acercándose a nosotros. En ése momento apareció un gran grumo de semen flotando.

— ¡Menuda corrida! —exclamó mi madre, Sally y yo nos pusimos como un tomate y ella rompió a reír.

Mi madre salió de la piscina y me agarró los brazos que yo la extendía, Sally me cogió los pies para evitar que me arañara la espalda contra el bordillo, entre las dos me sacaron dela piscina. Sally se subió al bordillo con los dos pies a la vez dando un ágil salto, mi madre y yo la miramos sorprendidos.

— Voy a por la toalla. —dijo Sally.

— ¡Espera cariño! —dijo mi madre reteniéndola.

— ¿Qué pasa?

— Mira, todavía le sale un poco de leche. —dijo mi madre y se agachó para lamerme el glande, con su lametón me salió un poco más.

— ¿La has probado? —preguntó mi madre a Sally y ella negó con la cabeza.

— Pues aprovéchate, no lo dejes escapar. —le dijo mi madre, yo la miré asombrado y me asombré más al ver que Sally se agachaba con la boca abierta y se metía todo mi capullo dentro. Me chupó el glande y me meneó el pene un poco más hasta que ya no salió nada, entonces se sacó mi pene de la boca y alzó la cabeza mirando a mi madre con una sonrisa.

— Así se hace cariño, esa esencia no debe perderse nunca.

— Sabe deliciosa. —dijo Sally.

— Verdad que sí. —confirmó mi madre.

Riéndose las dos por la cara de bobo que debía tener, me sentaron sobre la silla y Sally la empujó hacia la terraza del porche.

Entre las dos colocaron la mesa rápidamente y comimos. Ellas se miraban de vez en cuando y se echaban a reír, yo me quedé con las ganas de saber por qué.

De pronto, Sally quiso explicar a mi madre la amistad que nos unía pero ella le interrumpió diciéndole que no era necesario explicar nada después de lo que había visto, se levantó para abrazar a Sally diciéndole que se alegraba por nosotros.

— Un momento, no me dejéis al margen. —protesté en broma.

— Claro que no cariño. —dijo mi madre abrazándome también.

— A ¿no? Entonces dime, ¿por qué os habéis cambiado de braguitas y a mí me habéis dejado desnudo?

— Mi vida es mejor así, créeme. —dijo mi madre.

— Tu madre tiene razón Poli, así si me apetece chupar más veces no habrá nada que me lo impida. — me dijo Sally dejándome mudo mientras mi madre se partía de la risa.

— Bueno ¿qué os parece si recogemos todo esto y tomamos algo frío?

— A mí me apetece mucho. —respondió Sally que ya había empezado a recoger platos y cubiertos. Mi madre pasó delante de mí cargada con vasos y demás cosas y me dedicó una sonrisa guiñándome un ojo.

— Yo no sé qué tomar. —le dije a Sally.

— No te preocupes a ti te daré algo caliente. —dijo dándome un beso en los labios.

— No sé si me apetece algo caliente. —protesté un poco.

— ¿No vas a querer mi boca Poli? —me preguntó Sally dejándome con la boca abierta sin saber qué contestar.

Mi madre regresó con un vaso que contenía su apreciado café con hielo y Sally con su té frío de la nevera, a mí no me trajeron nada.

— Paula ¿me ayudas con Poli para sentarle en el sofá?

Con su ayuda me senté en el sofá, Sally colocó un par de mullidos cojines en mi espalda y me abrió las piernas, por lo que quedé con los genitales expuestos a sus miradas.

— ¿Alguna vez viste algo tan maravilloso Paula? —preguntó Sally a mi madre y se sentó en medio de mis piernas.

— A excepción de ti nada. —respondió mi madre.

— Gracias por halagarme de esa manera, no sé qué decir. —respondió Sally un poco cortada.

— No hace falta que digas nada cariño, me conformo con verte feliz al lado de mi hijo. —dijo mi madre y agachándose la besó en los labios pero Sally la sujetó por la nuca y lo que era un beso cariñoso se convirtió en pura pasión. Me limité a observarlas porque no podía hacer otra cosa y tampoco quería interrumpirlas, estaba intrigado por saber hasta dónde eras capaces de llegar.

Por lo pronto mi madre se colocó sobre el regazo de Sally con las piernas orientadas a mí y volvieron a besarse, pude ver perfectamente cómo se daban la lengua y empecé a excitarme. Mi madre empezó a estrujar un pecho de Sally y esta metió la mano entre sus muslos.

Joder ver a mi madre sobando un pecho a Sally y a ésta con la mano metida por dentro de sus braguitas a la vez que se devoraban la boca me puso a tope. Mi polla se empinó con potencia y la excitación provocó que se agitara llamando la atención de las dos mujeres que no parecían darse cuenta de mi estado.

Mamá separó las piernas, dejó de besar a Sally para chuparle el pecho que tenía delante de la cara, se apartó las braguitas a un lado y pude ver cómo Sally la masturbaba con sus sabios dedos. Agradecí mentalmente a mi madre ese detalle, estaba seguro de que lo había hecho aposta para que al menos pudiera gozar mirando.

Hubo un momento en que mi madre le pidió a Sally que hicieran un 69, Sally respondió introduciendo dos dedos en su vagina metiéndolos y sacándolos rápidamente. Mamá no tuvo tiempo para insistir. Arqueó la espalda al tiempo que daba un gemido. Sally la separó un poco más los muslos sin dejar de frotarle el clítoris, entonces me miró y sonrió. No sé si le devolví la sonrisa, sólo tenía ojos para ver las contracciones del coño de mi madre al alcanzar el clímax; segundos después, bajó la intensidad del orgasmo, las convulsiones se espaciaron y Sally le acarició el vientre y el pubis, cosa que mi madre agradecía con una sonrisa.

No me quedó duda de que Sally era una experta en sexo y tuve que admitir que me equivocaba al pensar que había que seguir frotando alrededor del clítoris, por lo que me limité a observar y aprender.

Mamá sonrió a Sally, la cogió de la nuca y le agachó la cabeza para besarle en los labios agradecida. Justo cuando se incorporaba oímos abrirse el portón de la entrada. Entró el coche de mi abuelo y antes de que se cerrara el portón divisé al menos dos coches de la policía nacional parados a ambos lados del portón. El abuelo se bajó del coche y caminó hacia nosotros sonriendo pero me di cuenta de que estaba preocupado.

*

— ¿Qué hacéis así? Da la impresión de que os habéis preparado para una orgía. —dijo el abuelo sorprendido.

— Casi nos pillas con las manos en la masa —dijo mi madre poniéndose de pie, le dio un beso en los labios y añadió— acabo de correrme gracias a Sally.

— ¡Vaya! Y me lo he perdido, la próxima vez podíais esperarme. —dijo el abuelo amasando el culo de mi madre.

— Hola Francisco —le saludó Sally dándole también un beso en los labios— has venido más pronto que de costumbre. —Mi abuelo pasó un brazo en torno a Sally agarrándole por el culo con una mano, con la otra, también le agarraba el culo a mi madre, al verlos así tuve un pequeño ataque de celos pero lo controlé sin problemas, algo me decía que podía confiar en Sally.

— Me parece que me tenéis que contar muchas cosas, pero antes tengo que hablar contigo Sally y contigo también Pablo, bueno con todos —dijo el abuelo— así que sentémonos porque lo que tengo que decir es muy importante.

— Pero antes por qué no te quedas fresquito como Pablo, así no desentonarás. —le dijo mamá quitándole la chaqueta.

— ¿Estás de acuerdo Sally? Va a ser la primera vez que me desnude delante de ti en todos estos años —dijo el abuelo pidiéndola permiso.

— No hay problema Francisco, yo misma casi estoy desnuda ante ti.

— Entonces adelante. —dijo él dejándose desnudar por ambas mujeres.

Sally le quitaba la camisa mientras mi madre le desabrochaba los pantalones y se los bajaba dejándole en calzoncillos, esta vez tipo slip de color negro sobre el cual destacaba bastante el bulto de su miembro.

— Anda Sally quítale tú los calzoncillos. —dijo mi madre mirándome. Sé que lo hacía aposta, para ver cómo reaccionaba pero en vez de sentirme celoso me excité. Sally bajó los calzoncillos del abuelo y se quedó mirándole el miembro unos segundos, luego le sacó los calzoncillos por los pies, el abuelo se sentó en otro sofá y mi madre le quitó los zapatos y calcetines dejándole completamente en pelotas. Me desilusionó ver que todo había terminado pero mi madre me tenía guardada otra sorpresa.

— Me parece que nosotras deberíamos quitarnos las braguitas así los cuatro estaríamos iguales —dijo, Sally estuvo de acuerdo— Papá ¿te apetece quitarnos las braguitas? —le preguntó mi madre— Para mí sería un honor —respondió él encantado —. Primero le bajó las braguitas a mi madre, se las sacó y le dio un azote en el culo, luego le bajó las braguitas a Sally, se las sacó y le subió una pierna al sofá para contemplarle el coño, no la tocó pero ella se dejó observar  entre risitas.

— Me parece que os estáis olvidando de mí. —dije mosqueado. Inmediatamente Sally vino y se sentó como al principio, entre mis piernas.

— Tienes razón Poli —dijo dándome un beso en los labios— pero entiende que tu abuelo y yo sintamos curiosidad al vernos desnudos.

— Demasiada curiosidad para mi gusto. —le dije en voz baja.

— ¿Estas celoso Poli?

— No, bueno un poco mosqueado nada más.

— Mientes muy mal pero me siento muy halagada.

— ¿Encima te halaga?

— Claro, nunca nadie ha estado celoso por mí, eso significa que me quieres.

— No estés tan segura de eso todavía, no sea que te equivoques. —le dije para molestarla sin embargo ella me sonrió con dulzura y me dio un beso en los labios.

— Bueno tortolitos, dejadlo para luego que tengo que hablaros. —nos dijo el abuelo.

— Sabéis que ayer llamaron a la puerta y que Paula y yo fuimos a ver quién era —Sally y yo asentimos con la cabeza.   

— Bien, pues era la policía. Ahora mismo está afuera vigilando. Ayer nos dijeron que la mafia a la que debía dinero tu padre como no ha cobrado es muy probable que intenten algo contra nosotros para cobrarse la deuda.

— ¿Algo como qué abuelo? —pregunté asustado pero él no me respondió y continuó hablando.

— Bueno, en cualquier caso nos han avisado así que estamos prevenidos aunque no creo que pase nada. —dijo tratando de rebajar la tensión.

— Pues yo sí creo que puede pasar algo. —dije.

— ¿El qué? —preguntó mi madre.

— De planear algo esa gente sería un secuestro —contesté yo y todos me miraron— no me miréis así, es lo más probable. —dije.

— La policía cree lo mismo que Pablo. —dijo mi abuelo abatido.

— ¡Por el amor de Dios! Esto es de locos —dijo mamá nerviosa.

— De todas formas no os preocupéis mañana lo arreglaré todo. —dijo el abuelo.

— ¿Y de qué forma lo vas a arreglar papá? —preguntó mi madre.

— He hablado con una empresa de seguridad, es de las mejores por no decir la mejor que existe en este país. Vendrán mañana   para que analicen los posibles fallos de seguridad. De momento mañana tendremos aquí media docena de guardias armados para custodiarnos, también instalaran un sistema de seguridad con cámaras. Así que mucho cuidado con lo que se hace fuera de mañana en adelante, si nos apetece retozar desnudos no nos queda más remedio que jugar dentro de la casa, no quiero preocupaciones ni sorpresas desagradables de grabaciones clandestinas y todos sabemos a qué me refiero ¿no? Bien. Si alguien necesita salir por el motivo que sea, se lo debéis comunicar a los escoltas con 24 horas de antelación. Saldréis debidamente protegidos por uno o dos escoltas, os llevarán a donde sea y os traerán de vuelta. Estos escoltas irán armados, así mucho cuidado con las provocaciones, es mejor eludirlas. A ti Sally sé que te gusta ver antes lo que vas a comprar para la comida pero me gustaría hacerte un ruego ¿no hay tiendas o supermercados que funciones online y que tengan por supuesto la calidad necesaria que tú exiges siempre?

— Sí.

— Entonces te ruego que hagas las compras de esa manera, cuando traigan el pedido los guardias se encargaran de revisar que todo está en orden, si tienes que salir que sea para algo muy necesario ¿de acuerdo?

— De acuerdo. —respondió Sally.

— Bien, pues eso es todo, si no tenéis preguntas que hacer, creo que ahora os toca a vosotros contarme cosas ¿no? —dijo mirándonos a Sally y a mí, ella me dio un golpecito con el codo para que fuera yo el que hablara por los dos.

— Lo único que tenemos que decirte es que Sally y yo hemos decidido ser amigos íntimos con derecho a roce, a veces, no siempre, y por el momento.

— ¿Ahora se llama así? —preguntó el abuelo a mi madre y ella se encogió de hombros.

— De momento es la única forma de denominar nuestra relación abuelo, el tiempo dirá la última palabra.

— ¿El tiempo? ¡Y un cuerno! Se os nota en la mirada que estáis enamorados hasta las cachas ¿A que sí? —preguntó a mi madre y ella asintió sonriéndonos— pero bueno llamadlo como os dé la gana, es vuestro derecho. Me alegro mucho de que seáis amigos… lo que sea, el mejor consejo que puedo daros es que os respetéis, el resto depende de vosotros.

— ¿Entonces te parece bien Francisco? —preguntó Sally como si le pidiera permiso.

— Claro que sí cariño, si os queréis no seré yo quien me oponga.

— Bueno abuelo eso es mucho hablar todavía. —insistí aunque no sé muy bien por qué, tal vez lo hacía para vengarme de Sally por los malditos celos, eso teníamos que hablarlo ella y yo.

— Di lo que quieras Pablo pero yo sé lo que tengo delante de mis narices, por cierto, he traído un memorándum que me gustaría que repasaras y me dieras tu opinión, si no te importa.

— Claro que no abuelo, dámelo y lo estudiaré ahora mismo.

— Eso puede esperar hasta más tarde, ahora deja que descanse la mente y que mis ojos se dediquen a disfrutar de tanta belleza. —dijo acariciando un pecho a mi madre.

— Como quieras.

— Me apetece algo frío ¿tú que bebes Paulita?

— Lo de siempre papá, café con hielo.

— Pues me apetece uno si no te importa.

— Ahora mismo te lo preparo. —dijo mi madre poniéndose de pie y caminando hacia el interior de la casa; el abuelo se dejó caer de espaldas sobre los cojines y dio un suspiro.

— ¿Quieres que te dé un masaje? —se ofreció Sally.

— Gracias cariño pero no, si me dieras un masaje estando desnudo tu novio me daría un puñetazo. —respondió echándose a reír y yo me puse colorado como un tomate por que se había dado cuenta de mis celos.

— ¿Es verdad Poli? —murmuró Sally echándose sobre mí— ¿le darías un puñetazo a tu abuelo por mi culpa?

— Claro que no Sally es una forma de hablar, de decir que estaba celoso. —le aclaré.

— Ya entiendo. —dijo ella y me besó en los labios, beso que le devolví con fuerza delatando lo que sentía hacia ella, cuando dejamos de besarnos Sally dio un suspiro y apoyó la cabeza sobre mi pecho. Descubrí que mi abuelo nos miraba y me guiñó un ojo, le sonreí sorprendido de  lo sabio que era. Mamá llegó en ese momento con el café con hielo para su padre.

— Toma papá.

— Gracias hija —dio un sorbo y añadió: —está riquísimo aunque no tanto como tú. —mi madre se echó a reír.  

Poco a poco el silencio se fue instalando entre los cuatro. Aunque tampoco fue un silencio en sentido literal. Mi madre y el abuelo, se daban mimos acariciándose o besándose, susurrándose el uno al otro, hasta que se quedaron adormilados. Mientras acariciaba a Sally  pensé un poco sobre los peligros que acechaban a nuestra familia, llegando a la conclusión de que no me quedaba más remedio que confiar en la empresa de seguridad que había contratado mi abuelo, si él decía que eran muy buenos, es que lo eran.

Descubrí que Sally se había dormido sobre mi pecho, la observé empapándome de cada uno de los detalles de su cara, la postura de sus manos, su pelo y sus pechos cuyos pezones ahora estaba replegados.

Enfrente, mi madre se había tumbado al lado del abuelo, con medio cuerpo encima de él. Una de sus manos descansaba encima del miembro del abuelo y éste descansaba una de sus manos sobre el culazo de mi madre, una bonita forma de dormir.

Me centré de nuevo en Sally que dormía plácidamente sobre mí. Es curioso como ese simple detalle me desataba una autentica vorágine de sentimientos hacia ella, tales como amor, cariño, ternura y protección entre otros. Comprendí que el amor es un sentimiento extraño y maravilloso a la vez, ahí fue cuando me di cuenta de que estaba enamorado de esta mujer, eso es lo que me pasaba y por eso tuve los celos, entonces me prometí a mí mismo conservarla a mi lado hasta el fin de mis días, de repente se me pasó por la cabeza el pensamiento de perderla y noté una presión en el pecho y una pena tan grande que se me saltaron las lágrimas. Decidí pensar en otra cosa e imaginar cómo sería nuestro futuro, el de Sally y mío juntos me quedé dormido.

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