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La ventana indiscreta. 025

en Grandes Relatos

Capítulo 25:

Mi abuelo conocía un buen restaurante no muy lejos de la urbanización y hacia allí conduje su impresionante “Mercedes”, al llegar nos abrió la puerta un aparcacoches, le entregué las llaves y el me dio un llavero con una ficha.

Entramos en el restaurante, el “Metre” nos acompañó hasta la terraza, allí mi abuelo se encontró con algunos conocidos a los que saludó y me presentó: dos banqueros y dos presidentes de compañías eléctricas. Tras los saludos nos sentamos en nuestra mesa, un poco apartada de la de ellos. Repasando la carta oí un desagradable comentario, lo mismo que mi abuelo.

— Fíjate en Francisco, ha venido con toda su familia, incluida la criada asiática. —dijo alguno de los que habíamos saludado. Mi abuelo hizo intención de levantarse pero yo le sujeté la mano.

— Déjame a mí abuelo, sé cómo tratar a esta gentuza. —me levanté y me acerqué a la mesa.

— Perdón señores que les interrumpa la comida, es que he oído un desagradable comentario de alguien de ustedes y me gustaría aclarar unas cosas. Mi abuelo ha venido con toda su familia, cierto, mi madre y yo somos los únicos que le quedamos con vida, pero también se nos ha unido esa preciosidad oriental y no es la criada, se trata de mi esposa —todos se pusieron colorados salvo el que dijo el comentario que se atragantó— lo digo porque como no dudo de su caballerosidad, sé que tendrán a bien disculparse con ella cuando se despidan de nosotros. —dicho eso di media vuelta y volví a sentarme, le di un beso en la mejilla a Sally que parecía muy nerviosa.

— ¡Con dos cojones hijo! —susurró mi abuelo.

— ¡Viva la madre que te parió! —susurró mi madre.

La comida se desarrolló entre bromas y anécdotas mías de la facultad. Llegado el momento los caballeros de antes vinieron a despedirse y uno por uno besaron la mano de Sally pidiéndole perdón por haberla ofendido, saludaron después a mi abuelo, a mi madre y a mí en último lugar, después se marcharon.

— Esos no se olvidarán jamás de esto. —dijo mi abuelo.

— Es la mejor carta de presentación que va a tener Sally. —dije yo y seguimos comiéndonos el postre.

Después de comer nos despedimos del “Metre” y del dueño del local al que prometí volver en otra ocasión. Subimos al coche igual que llegamos, las dos mujeres atrás, mi abuelo en el asiento del copiloto y yo en el del conductor y emprendimos el regreso a casa.

El contraste entre el aire acondicionado del coche y el bochorno de la calle provocó que empezáramos a sudar, entramos en la casa quitándonos la ropa para quedarnos desnudos. Sally y yo nos íbamos a mi habitación.

— Por qué no os venís a la nuestra, estaremos más fresquitos. —propuso mi abuelo. Miré a Sally y ella sabiendo que si subíamos seria para follar los cuatro se encogió de hombros y me preguntó a mí, le dije que no tenía inconveniente y ella tiró de mi mano llevándome hacia las escaleras.

Al llegar al dormitorios los cuatro nos sentamos en la cama y elegimos jugar a las cartas, el que sacara la carta más elevada tendría que pagar una prenda a los demás utilizando la parte de su cuerpo que nosotros eligiéramos.

La primera en perder fue Sally que sacó un Rey y elegimos que utilizara la boca para darnos placer. Mi madre se puso en medio de mi abuelo y de mí y Sally alternó los sexos de los tres con su boca, cuando terminó mi abuelo estaba empalmado y yo a medias.

Volvimos a repartir una carta a cada uno y el siguiente en perder fue mi abuelo, los tres decidimos que utilizara la boca y tubo que lamernos el sexo, bueno a mí me hizo una buena mamada que me dejó el miembro duro como una piedra.

De nuevo repartimos cartas y volvió a perder Sally, los tres elegimos que utilizara las manos. Ella nos hizo una paja a la vez a mi abuelo y a mí, luego masturbó a mi madre un rato y para cuando ésta empezó a cogerle el gusto Sally paró dejándola con el calentón entre las piernas.

Sally se encargó de repartir cartas y la que perdió fue mi madre, los tres elegimos la boca. Empezó a lamerle el sexo a Sally hasta dejarla también con un buen calentón, luego se la chupó a mi abuelo y a mí me regaló una mamada antológica. Tuvimos que apartarla recordándole que no debía hacerme eyacular pero ella insistía en que quería beberse mi leche, al final desistió a regañadientes.

Antes de repartir cartas dije que eligiéramos la parte del cuerpo con la que actuaría el perdedor y elegimos el culo. La casualidad quiso que perdiera de nuevo mi madre. Mi abuelo se encargó de ensalivarla el ano y abrírselos con los dedos y yo la penetré pero no hasta el fondo, cuando lo intentaba ella se quejaba. Cuando se acercó a Sally asistimos a un espectáculo morboso y muy excitante. Mi madre chupó el clítoris de Sally hasta ponérselo duro y luego se sentó sobre él metiéndose por el mismísimo culo, verla mover el culazo mientras Sally se la follaba es lo más morboso que he visto en mi vida.

No seguimos jugando porque estábamos súper excitados. Empecé a besarme con Sally sintiendo las manos de mi madre sobándome las pelotas, mi abuelo sobaba el coño de Sally y la masturbaba también el clítoris. Yo me encargue de masturbar a mi madre y Sally a mi abuelo, cuando los cuatro estábamos que echábamos humo, mi abuelo enganchó a Sally, la puso a cuatro patas sobre la cama y desde detrás de ella la empitonó hasta el fondo.

Mi madre me pidió que se lo hiciera con cariño, me eché encima de ella y la penetré poco a poco, cuando llegue al tope, me moví unas cuantas veces y ella alcanzó el orgasmo. Sally también se había corrido por lo que mi abuelo y yo cambiamos de pareja. Yo me enganché con Sally y él con mi madre. Ambas mujeres volvieron a correrse antes que nosotros, así que las pusimos boca arriba y mi abuelo y yo dimos vueltas alrededor de su cabeza para que ellas nos chuparan y mamaran la polla, el hombre que eyaculara debía hacerlo en la boca de la mujer que le había proporcionado el placer. En esta ocasión yo me corrí en la boca de Sally y mi abuelo en la de mi madre, luego las dos mujeres empezaron a besarse para intercambiar nuestra leche.

Después de descansar Sally y yo nos apartamos a un lado e hicimos el amor despacio, procurando prolongarlo el mayor tiempo posible. Mi madre y mi abuelo se quedaron dormidos y más tarde Sally yo también.

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Carmen, la abogada llegó a la cita con puntualidad cosa que me gustó  «Un punto para ella». Pensé. Era más guapa al natural que en la fotografía que me enseñó su padre. Le presenté a Sally como mi secretaria personal, ocultándole que muy pronto se convertiría en mi esposa, de momento no quería compartir con ella mi vida personal. Ella me reconoció enseguida. Tuve que contestar a sus preguntas llenas de curiosidad pero no me asoció con mi abuelo, así que decidí ir al grano.

— Dime una cosa Carmen, supongo que estás enterada del pequeño revuelo que se ha montado en torno a Francisco González ¿qué opinas de él?

— Bueno, antes de contestar me gustaría saber qué es lo     que deseas de mí y por qué estoy aquí.

— Te lo explicaré después de que me contestes.

— La verdad no sé mucho de ése hombre y no me gusta prejuzgar a la gente sin conocerla antes, pero te puedo anticipar que lo que le está pasando huele a que alguien de su entorno le está haciendo la “cama” ¿me entiendes? —Sally y yo nos miramos un momento y luego asentí para que prosiguiera— seria curioso saber quién es esa persona, qué pretende y por qué. ¿He contestado a tu pregunta?

— Ten un poco de paciencia por favor. Si tuvieras que representar a Francisco ¿lo harías?

— Por supuesto, un cliente es un cliente y en este caso me reportaría un poco de fama necesaria para mí que todavía aún no he  empezado a trabajar y ahora me vas a contestar o me levanto y me marcho. —dijo Carmen tajante y me gustó esa seguridad en sí misma que demostraba.

— Verás estoy contratando gente para una operación de gran envergadura, pretendo crear una Fundación a nombre de Francisco González para que sea él debidamente asesorado quien la presida. Esa fundación se encargará de labores sociales principalmente destinadas a personas sin recursos, son mi prioridad.

— ¡Ya! Bueno pues ha sido un placer. —dijo Carmen levantándose de pronto de la silla.

— ¿A dónde vas?

— Me marcho, ya he oído suficiente.

— ¿No quieres saber nada más?

— No.

— ¿Qué te pasa Carmen? ¿a qué viene esa hostilidad de repente?

— Viene a que no me gusta que me mientan ni que me tomen por tonta, tú eres el nieto de Francisco ¿me equivoco?

— No.

— Entonces porque no has sido sincero desde el primer momento, eso te ha quitado todos los puntos que te había dado al principio.

— Es que no me dejas explicarte.

— Porque no eres sincero.

— Carmen ¿me puedes escuchar a mí? —dijo Sally interviniendo.

— Adelante Sally.

— Si conocieras a Francisco como le conozco yo te quedarías maravillada de lo buena persona que es. Es un hombre sencillo, corriente y natural como podemos ser tú o yo, lo único que destaca en él es su personalidad, es un dirigente nato, ha nacido para mandar y eso no puede ser un defecto.

— Claro que no, pero todo depende de cómo se mande.

— En este caso Poli no es que quiera defender a su abuelo, eso es secundario, lo que aspira es a crear una fundación para ayudar a todas esas personas que la crisis ha apartado a un lado como si no fueran una cosa inservible. Gente que vive en la calle, en albergues o con familiares porque han sido desahuciados de sus casas. Padres que no pueden dar de comer a sus hijos y tienen que llevarlos a comedores sociales. Madres que se han quedado viudas después de que esta jodida crisis se llevara por delante a sus parejas. Ancianos que buscan comida en los cubos de basura de las grandes superficies. A todos esos y más es a los que quiere ayudar Poli con la fundación. —Sally terminó de hablar y ahora el semblante de Carmen se había transfigurado, se veía que Sally había tocado su fibra sensible más solidaria.

— Dime una cosa Pablo ¿Por qué quieres ayudar a toda esa gente? ¿qué sacas tú con eso?

— Quiero ayudar a esa gente por solidaridad y no pretendo sacar nada de esto, me conformo con ayudar a los más necesitados. —dije, Carmen me clavó sus ojos marrones con intensidad.

— No eres el clásico “Buen Samaritano” y hay algo en ti que se me escapa pero no logro saber que es.

— Piensa lo que quieras.

— ¡Ya sé lo que es! Pretendes ser misericordioso con toda esa gente pero la misericordia hoy en día no vale nada.

— Nosotros haremos que merezca la pena.

— Dime Pablo ¿de verdad quieres ser misericordioso? ¿de verdad no te mueves por la fama o el poder?

— Solo te diré una cosa Carmen podría dedicar cada uno de los años de mi vida y tengo 22 a gastar más de un millón de euros al día y a mi muerte aún me sobraría dinero, así que no me acuses de perseguir la fama o el poder, yo no soy un político, sólo soy una persona normal.

— Si es verdad eso que me has dicho cuenta conmigo desde este momento, pero si me mientes, te juro que me lo pagarás.

— Entonces ¿aceptas?

— Por supuesto, será que yo también tengo algo de misericordia dentro de mí.

— Espero estar en deuda contigo siempre. —dije tendiéndole la mano.

— Más te vale —contestó ella estrechando mi mano con fuerza y añadió: —no hemos hablado de mis honorarios.

— Por eso no te preocupes, trabajarás de becaria por el salario mínimo de momento.

— Es una broma ¿no? —dijo mirándole sorprendida a Sally.

— Sí, mujer, no te preocupes. —Carmen sonrió por un momento le había palidecido la cara.

— Bueno vamos al punto siguiente te encargarás conmigo de poner en marcha la fundación, tienes que conocer a mi abuelo para que nos dicte los estatutos y fije una sede social, yo me opondré a que dicha sede sea en el edificio de la corporación, quiero desvincularla completamente.

— Es lo mejor, la fundación tiene que ser una cosa aparte de los negocios de tu abuelo, como si fuera un hobby pero mucho más serio.

— Acabas de dar en el clavo, entonces cuando te parece que quedemos para que conozcas a mi abuelo y empieces a redactar los estatutos y la escritura de constitución.

— Antes tenemos que hablar de los ingresos que tendrá esa fundación, porque tiene que nutrirse de algún modo.

— Eso lo hablaremos en la próxima reunión ¿te parece?

— Perfecto, mañana podría ser a cualquier hora no tengo nada que hacer. —dijo Carmen dispuesta a empezar cuanto antes, Sally volvió  sonreírme.

— Luego te llama Sally y quedamos.

— De acuerdo, esperaré tu llamada. —le dijo a Sally, luego echó a andar alejándose por la Gran Vía de Madrid.

— Bueno ¿qué te ha parecido?

— Es una chica sincera y trabajadora, no vas a tener problemas con ella siempre que no la mientas, no le gusta. —respondió Sally.

— ¿Le gustará al abuelo?

— Sí.

— Pues entones vámonos a casa, no soporto tanto bullicio.

— Pues vete acostumbrando

— Eso me temo.

Sally yo caminamos hasta un aparcamiento cercano, nos metimos en el “Mercedes” del abuelo y regresamos a casa.

*

— Te va a gustar Carmen abuelo, ya lo verás, es tenaz y muy trabajadora.

— ¿Y cuando la conoceré?

— Eso es lo que tenemos que hablar, hay que redactar los estatutos y hacer la escritura de constitución de la fundación, de eso se va a encargar ella ¡Ah! Tenemos que fijar un domicilio fiscal lejos de la corporación.

— Tengo un local céntrico que pensaba alquilar, podéis mirarlo y si os gusta pues ya está. —contestó mi abuelo.

— Mamá vete haciendo a la idea de que tendrás que trabajar en la fundación.

— ¿Y qué tengo que hacer? Sabes que no tengo títulos.

— Pero tienes don de gentes y una gran capacidad para hacer el bien, Sally y tú os encargareis con otra persona del trabajo más delicado.

— ¿Cuál? —preguntaron las dos a la vez.

— Tendréis que seleccionar de entre todos a las personas, familias o ancianos más necesitados, teniendo en cuanta que no debéis implicaros con ellos de lo contrario sufriréis mucho, la gente vive situaciones muy dramáticas que no salen en las televisiones para que los políticos de turno no se molesten.

— Eso de no implicarme lo veo complicado hijo, sabes que soy muy sentimental.

— Pues tendrás que hacer el esfuerzo porque habrá “listos” que quieran aprovecharse.

— A esos los mandamos a tomar por… rápidamente ¿verdad Sally?

— Sí Paula pero hazle caso a tu hijo vamos a vivir situaciones muy dramáticas.

— Joder no me asustes. —se quejó mamá.

— No lo pretendo sólo te prevengo.

— Porque no quedamos con Carmen aquí en casa, si necesita trabajar lo puede hacer en el despacho y tengo un portátil.

— Es una buena idea, con el calor que hace apetecerá darse un chapuzón en la piscina.

— Pues primero comemos y luego la llamamos para que venga mañana ¿os parece?

— Lo que tú digas, tú eres el que mandas. —dijo mi abuelo.

— Pues venga vámonos a comer tengo un hambre canina.

— Pues la comida va a tardar un poco. —dijo Sally.

— De eso nada cariño, nos vamos a un restaurante. Mamá, abuelo vestiros y vamos a comer.

— ¡A sus órdenes señor! —exclamó ella saludándome con la mano en la frente.

— Como te coja del papo, te vas a enterar.

— Entonces cógemelo que quiero enterarme. —dijo ella guiando mi mano hasta su entrepierna. —metí la mano por dentro de sus braguitas y al tocar la vulva la noté babeante.

— Estás muy cachonda, le dije

— Cada vez que te tengo cerca me meo de gusto. —respondió agarrándome el miembro por encima del pantalón.

— ¿Te la vas a follar? —preguntó mi abuelo.

— Mejor déjalo para después de la comida y después nos pegamos una buena siesta —aconsejó Sally, nos echamos a reír pero todos le dimos la razón.

Mi madre y mi abuelo se vistieron rápidamente. Él abuelo sugirió ir a comer a uno de los restaurantes dentro de la urbanización, todos estuvimos de acuerdo, entonces él me dio las llaves de su coche para que yo lo condujera.

Dentro del restaurante mucha gente nos saludó, en especial a mi abuelo transmitiéndole su pesar por todo lo que le estaba ocurriendo.

Comimos en la terraza y estuvimos una hora de sobremesa durante la cual le recordé a mi abuelo que antes de hacer nada cuando regresáramos a casa tenía que hacerme un inventario con todos los edificios de viviendas terminados y no vendidos. De esa forma yo podría confeccionar unos presupuestos para el mantenimiento de la gente.

Al regresar a casa, mientras tomábamos café con hielo, incluso Sally, mi abuelo fue dictando de memoria todos los inmuebles y sus ubicaciones. Curiosamente los de la región andaluza eran los más numerosos. Sally y mi madre tomaron nota de todo. Mi abuelo me dijo que cuando todo estuviera en marcha desviaría unos cientos de millones de euros de la corporación a la fundación para que pudiera arrancar, luego habría de encargarse de la captación de capital ajeno a la corporación.

— No te preocupes, los banqueros me deben muchos favores y si se lo pido contribuirán con dinero y con sus propios pisos que no han vendido, será muy buena publicidad para ellos y para la fundación.

— Eso sería genial abuelo.

— Pues en cuanto esté la fundación creada y en marcha empezaré a moverme.

— Estoy pensando en una cosa. Habrá que viajar a las ciudades andaluzas para ver los pisos y hablar con la gente, el padre de Carmen es taxista, a lo mejor él podría echarnos una mano con los viajes.

— Eso sería estupendo, a mí no me gusta conducir tanto y tú no puedes encargarte de todo.

— Tengo mis límites como todo el mundo abuelo por eso delego en los demás.

— Pues recuerda una cosa Pablo, el dirigente sabio es el que sabe delegar en los demás.

— Recordaré siempre tu consejo abuelo. —dije abrazándole.

— Bueno y que os parece si montamos una cama con toallas, nos damos un chapuzón en pelotas y luego follamos como bestias.

— Es la mejor idea que he oído hasta ahora. —dijo Sally empezando a desnudarse, mi madre la siguió y el abuelo y yo también.

Los cuatro nos dirigimos en pelotas hacia la piscina, colocamos las toallas sobre el césped y nos metimos en el agua que aunque estaba un poco calentorra nos refrescó. Jugamos como niños en el agua aprovechando para meternos mano y cuando estuvimos cachondos salimos del agua. Lo más curioso es que Sally tiraba del miembro de mi abuelo y mi madre del mío.

Nos colocamos juntos y entre besos, abrazos y caricias empezamos a follar. El morbo me obligaba a mirar de vez en cuando a Sally, para ver las caras que ponía mientras se la trajinaba mi abuelo, ellos también nos miraban a su vez. El morbo de vernos follar aumentaba nuestra excitación hasta el punto de que mi abuelo y yo cambiamos varias veces de mujer, a la hora de corrernos nosotros ellas se tumbaron bocarriba. Mi abuelo le llenó la boca de semen a Sally y mi madre se comió mi corrida encantada, cuando todo pasó, Sally y yo nos juntamos para dormir, mi abuelo y mi madre hicieron lo mismo.

Despertamos dos horas más tarde, serían las seis y media o siete de la tarde, nos acercamos a la terraza para tomar unos refrescos y llamar a Carmen.

Sally se encargó de marcar el número y puso el “manos libres”.

— ¿Diga? —respondió una voz que atribuí a la madre de Carmen.

— buenas tarde soy Pablo González ¿puedo hablar con Carmen por favor?

— ¡Sí, sí! Un momentito por favor. —contestó nerviosa la mujer.

— ¿Pablo?

— Hola Carmen, buenas tarde, te hablo por el manos libres ¿te importa?

— En absoluto, yo también lo he puesto.

— Hemos pensado en vernos mañana ¿qué te parece?

— ¿Mañana?

— Sí ¿hay algún problema?

— Es que mañana es cuando libra mi padre y tenemos la costumbre de comer todos juntos en casa.

— ¿Cuántos sois?

— Tres ¿por qué?

— Imaginaba que erais trescientos o más por tu forma de hablar.

— Estás de broma ¿no?

— Claro que sí.

— ¿Entonces qué hacemos? Porque hay mucho trabajo que hacer. —dijo ella.

— ¿Carmen? —intervino mi abuelo.

— ¿Sí?

— Soy Francisco el abuelo de Pablo.

— ¡Encantada señor!

— Por favor no me llames señor, ya que vamos a trabajar juntos según parece puedes llamarme Francisco.

— Muchas gracias señor, digo Francisco.

— Bien, ahora que nos conocemos ¿por qué no venís mañana los tres a mi casa? Lo pasaremos bien.

— ¿Pero cómo vamos a ir nosotros a casa de ese señor hija? Vete tú que es cosa de trabajo. —escuchamos la voz de la madre de Carmen.

— ¿Señora?

— ¿Es a mí?

— Eso depende, yo quiero hablar con la madre de Carmen. —dijo mi abuelo.

— Pues esa soy yo.

— ¿Cómo se llama usted?

— Yo Juana señor.

— Bien Juana pues vengase con su marido y su hija a comer a mi casa estaré encantado de invitarles.

— Muchas gracias señor ¿pero no tengo ropa qué ponerme? —dijo la pobre mujer.

— No me diga que usted sales de casa en ropa interior. —dijo mi abuelo, al otro lado del teléfono escuchamos la risa de Carmen y el apuro de su madre.

— Claro que no señor.

— Pues póngase esa misma ropa, no necesita más, le confesaré una cosa, mi casa no es muy grande, no me gusta llamar la atención. —dijo el abuelo en voz baja guiñándonos un ojo.

— Yo creía que vivía en una mansión de millonario. —respondió ella en voz baja también.

— No haga caso a lo que dicen de mí, no tengo tanto dinero.

— Pues yo me conformaría con un poquito de ese dinero si le sobra algo. —dijo Juana más animada.

— Si viene usted mañana con su marido y su hija veremos qué se puede hacer.

— ¿De verdad que no les causamos trastorno?

— Le doy mi palabra de que no.

— Bien, ese caso ¡iremos! ¿no Carmencita?

— Claro que sí mamá.

— Pues ya está, mañana a las diez ¿os parece bien?

— Perfecto.

— Tu padre sabe la dirección, ya me trajo en su taxi.

— Entonces hasta mañana Pablo, hasta mañana don Francisco.

— Hasta mañana bonita. —se despidió mi abuelo y Sally apagó la llamada.

— Como verás son gente normal y corriente. —le dije a mi abuelo.

— Pues ya tengo ganas de conocerlos, me da que Juana debe ser muy simpática. —bebimos un poco más de refresco y volvimos a la piscina para bañarnos.

— ¡Anda! Se nos ha olvidado decirles que se traigan bañador. —dije preocupado.

— Tranquilo, les dejaremos unos nuestros y en paz. —dijo mi madre. Arreglado el asunto me dediqué a hacer unos cuantos largos dando poderosas brazadas para calentar los músculos, luego me hice diez largos a “mariposa”. Los tres se quedaron asombrados al verme nadar así. Cuando paré de nadar y me acerqué a ellos se quedaron con la boca abierta al ver como se me habían hinchado los músculos por el esfuerzo. Sally al verme me agarró el miembro.

— Pues parece que el pito no se le ha hinchado. —dijo como si quisiera sacarlo del agua para que los demás lo vieran, evidentemente me dejé tocar encantado, es más guié su otra mano hasta mis huevos.

— ¿Te gusta?

— Me encanta que me sobes las pelotas de esta manera.

— ¿Sabes Paula que se la puedo chupar casi sin agacharme?

— Joder eso tengo que verlo.

— Vamos a salir del agua Poli.

Los cuatro salimos del agua. Mientras permanecía de pie Sally y mi madre empezaron a chuparme la polla, cuando vi a mi abuelo un poco apartado masturbándose le dije que se acercara y le agarré la polla para masturbarle yo. Sally y mi madre miraban de vez en cuando como le tocaba la polla a mi abuelo y llegó el momento en que nos pidieron que hiciéramos un 69 y yo me tumbé sobre el césped.

— Ahora eres tú el macho alfa por tanto te corresponde ponerte encima. —me dijo mi abuelo. Sally y mi madre se sentaron a mirar. Me puse con cuidado encima de mi abuelo. Mis huevos se desparramaron por encima de su cara pero él fue directo a mi polla y se metió el glande en la boca para empezar a chuparlo y a mamarlo.

Al principio me limité a mirar cómo me la chupaba, observando que  se empalmaba, cuando se le puso tiesa del todo me agaché y empecé a chuparle la polla también. Estábamos tan enfrascados en lo nuestro que cuando miré a las mujeres, me di cuenta de que ellas también estaban haciéndose un 69. Mi abuelo y yo dejamos de chuparnos para mirar atentamente como las dos se devoraban el sexo.

Yo me excité tanto que cogí la cabeza de mi abuelo y la guié hasta mi polla para que me la chupara.

— Si te apetece puedes follarme. —me dijo.

— No lo he hecho nunca y no voy a hacerlo ahora, no me atrae penetrar a un hombre. Entiéndeme abuelo, una cosa es tocar y chuparte la polla y otra muy distinta es follar contigo.

— Pues yo estoy tan cachondo que no me importaría.

— Si te metiera mi tarugo por el culo sí que te importaría.

— Me parece que tienes razón. —dijo pajeándome la polla.

Aprovechando que mi madre estaba encima de Sally tiré de la polla de mi abuelo y le guié hasta la vagina de ella. La ensartó hasta el fondo de un empujón provocando que ella bufara al recibirle. Me situé en el otro extremo, cogí la piernas de Sally, la alcé para ponerla a mi alcance y la penetré la vagina despacio para no causarle daño, pero viendo lo lubricada que estaba se la saqué casi entera y se la metí de un empujón hasta que su culo chocó contra mis pelotas. La bombeé un poco y saqué mi miembro para que mi madre me la chupara, luego volví a metérsela a Sally. Ese juego provocó que mi pequeña princesa se corriera escandalosamente. Mi madre que estaba atenta metió la lengua en su vagina para lamerle el flujo. Mi abuelo y yo intercambiamos una mirada y cambiamos de mujer.

Me puse tras mi madre y estrujé su culazo varias veces, lamí su sexo poseído por un deseo casi irracional que me llevó a meterle el glande por el agujero trasero, ella me giró la cabeza para mirarme y la tranquilicé porque no pensaba penetrar por ahí. Jugué un poco con su culazo y después se la metí hasta el fondo por la vagina.

Más tarde cambiamos de postura ya que mi madre se cansaba de estar a cuatro patas. Se tumbó sobre las toallas y se la clavé hasta el fondo de nuevo, manteniendo sus piernas bien abiertas para ver cómo le entraba mi polla. Mi abuelo y yo nos follamos a las mujeres con ganas y acabamos eyaculando dentro de ellas.

Estar las dos parejas en posición invertida facilitó que cuando nuestros penes se escurrieron flácidos de la vagina, ellas nos lo chuparan y después se lamieran la vagina.

Quedamos exhaustos y adormilados hasta que se puso el sol, momento en el que nos duchamos en la misma piscina y nos fuimos a casa para vestirnos y volver a salir a cenar, esta vez al otro restaurante de la urbanización. Allí tuve una idea. Hablé con mi abuelo para encargar una paella y que nos la llevaran al día siguiente para comer junto con Carmen y sus padres, le pareció una idea genial a todos nosotros y la encargamos.

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Carmen y su familia: todos tenemos secretos que guardar

La visita de Carmen y su familia fue muy agradable. Carmen resultó mucho más laboriosa de lo que nos pensábamos en principio. Manuel y Juana eran la simpatía personalizada, enseguida congeniaron con mi madre y mi abuelo. Sally, Carmen y yo les mirábamos encantados.

También observé que Carmen miraba demasiado a Sally y al preguntarle a ella me dijo que Carmen se sentía atraída por ella. Le dije que si sería capaz de hacerlo con ella.

— Si tú quieres a mí no me importa. —me contestó

— No cariño eso debe ser decisión tuya, jamás hagas nada por complacerme, no me gusta. Para complacernos los dos tenemos nuestra propia intimidad y siempre que ambos estemos de acuerdo ¿me entiendes?

— Sí cariño pero no te enfades conmigo.

— Cómo podría enfadarme con mi preciosa muñeca tailandesa eso no sucederá nunca entre nosotros, ya lo verás. Nuestro matrimonio será entre iguales ¿comprendes lo que quiero decirte?

— Sí, que ambos mandamos y obedecemos por igual.

— Exactamente. —dije y la besé en la boca.

Sally no dijo nada más pero tanteó por su cuenta a Carmen y cuando tuvo ocasión me dijo que ella estaría encantada de hacerlo con los dos, reconocía que le gustaban más las mujeres pero quería probar conmigo, evidentemente yo no puse objeciones.

La mañana la dedicamos al trabajo prácticamente. Sally y mi madre se encargaron de entretener a Manuel y Juana mientras que Carmen tomaba notas de los estatutos de la fundación que mi abuelo le dictaba, incluso le ayudó a redactar la escritura de constitución.

Enseguida me di cuenta de que Carmen sentía admiración por mi abuelo, no era el millonario egoísta y vanidoso que ella creía y se lo dijo a la cara. Mi abuelo la trataba como si fuera su nieta y eso la encantaba.

Como Carmen se había traído su propio portátil, yo, con el de mi abuelo le ayudé repartiéndonos el trabajo para después unificarlo en un solo documento, de eso y de repasarlo se encargó Carmen ella sola.

Yo me fui hacia la piscina donde estaban los padres de Carmen con Sally y mi madre. Vi que ya tenían puesto los bañadores, Manuel unos bermudas de mi abuelo y Juana un biquini de mi madre.

En cuanto pude y con mucho disimulo observé el bonito culazo de Juana y hasta me imaginé como seria estrujar esas nalgas mientras la empitonaba.

Yo me había puesto el slip al que estaba tan acostumbrado para bañarme. Me lancé a la piscina y me hice unos cuantos anchos al estilo mariposa, al salir del agua percibí que tanto Juana como Manuel clavaban su mirada en mi paquete.

Carmen y mi abuelo se unieron a nosotros cuando el trabajo estuvo terminado. Primero se dieron un baño para quitarse el sudor de encima y luego nos reunimos todos en la terraza para tomar unas cervezas y refrescos.

Manuel no hacía más que mirarme el paquete y yo me excité, tuve que coger a Sally y sentarla encima de mí para disimular.

— Cariño el pito se te pone muy duro ¿qué te pasa?

— No lo sé, es que Manuel no deja de mirarme el paquete y me he excitado.

— Si quieres vamos un momento a la habitación y te doy una mamada para que te calmes, porque si no se darán cuenta que estas empalmado.

— ¿De verdad no te importa?

— Como me va a importar mi vida, anda vamos a la habitación, pon una excusa y ya está.

Sally y yo nos retiramos un momento, entramos en la habitación y cerramos la puerta. Ella me abrió la cintura del bañador y mi polla saltó hacia arriba, la agarró y casi sin agacharse empezó a chuparme el glande de pie. Yo no me conformaba sólo con eso. La alcé en vilo para que ella enroscara las piernas a mi cintura, de esa forma me ayudé con la mano para meterle el capullo en la vagina.

Fue ella la que se dejó caer empotrándose mi polla hasta los mismísimos huevos. Se agarró a mi cuelo y empezó a menear el culo como sólo ella sabe hacerlo.

— Sally mi vida quiero que te corras tú también.

— Y me voy a correr no te preocupes, ya me falta poco, tu pito me vuelve loca ahora mucho más que antes.

— Me excita que me digas esas cosas. —dije manoseando sus pechos con una mano.

— Me encanta clavármela con fuerza y menearme para que me hurgue por dentro… ¡Ay Poli me corro ya! —me dijo echando el cuerpo hacia atrás y las caderas hacia delante y abajo. Por mi parte aceleré el movimiento de subirla y bajarla con el fin de correrme yo también.

— Para que vas a matarme, deja que me corra por favor. —me rogó y me quedé quieto para que disfrutara de su clímax.

— Ahora bájame, te la volveré a mamar para que te corras en mi boca, si lo haces en mi vagina podría notarse en el bañador. —me dijo ella.

La obedecí dejándola de pie aunque la sujeté por los hombros mientras ella movía la cabeza realizándome una mamada perfecta. De repente separé un poco las piernas y me agarre a sus hombros con más fuerza. Empecé a eyacular y ella se lo tragó todo. Después nos besamos, nos recompusimos y salimos a la terraza. Tanto Sally como yo nos dimos cuenta de que Manuel volvía a clavar sus ojos en mi entrepierna.

— A lo mejor le gustaría chupártela. —me dijo Sally.

— No sé, me daría corte por ser el padre de Carmen.

— Mira haz una cosa, descansa y si más tarde te empalmas llévatelo dentro con cualquier excusa, por ejemplo a la cocina y allí te sacas el pito a ver qué hace él,  así saldrás de dudas. —me aconsejó Sally.

— ¿No te importa?

— En absoluto yo ya he tenido mi momento salvaje contigo, por la noche sí que quiero que me hagas el amor como sólo tú me lo sabes hacer.

— Te juro que te lo haré con tanto cariño que a lo mejor te emocionas y lloras.

— Me gustaría que fuera así, te amo mucho Poli.

— Y yo a ti mi vida, por cierto hay que ir pensando en cuando nos casamos y si lo quieres hacer por el ritual católico o una ceremonia civil.

— Sabes que no soy creyente, me gustaría más una ceremonia civil e íntima.

— Entonces sólo tienes que escoger el día y el vestido que quieras llevar.

— ¿Tú que vas a ponerte?

— Es una sorpresa.

— Eso no vale, tenemos que ponernos de acuerdo o es que piensas ir en bañador y yo con un vestido.

— No mujer no es eso, ese día llevaré un traje blanco y corbata azul cielo.

— Pues yo también escogeré el color blanco.

— ¿Y el vestido?

— Eso sí que es una sorpresa, el novio no deber ver a la novia vestida con el traje antes de la boda.

— Vaya con los secretitos. —le dije haciéndole cosquillas en los costados y al ver cómo se retorcía ella riéndose me hice una idea de cuál podía ser su punto débil.

— ¿Has pensado en quienes serán los padrinos?

— Tu madre y tu abuelo, de eso no hay duda.

— Lo saben ellos

— No, les daremos una sorpresa a última hora ¿te parece que invitemos a Carmen y sus padres? Ellos podrían ser los testigos.

— Me parece una excelente idea.

— Pues ya está, sólo queda fijar la fecha. —dijo moviendo los pies en el aire.

— ¿Se puede saber de qué estáis hablando con tanto secreto? —preguntó mi abuelo.

— De nuestra boda abuelo.

— ¿Os vais a casar? —preguntó Carmen.

— Si, por lo civil, solo nos falta elegir el día y el vestido de novia, para eso cuento con Paula. —dijo Sally.

— ¿Conmigo? —dijo sobresaltada de la sorpresa.

— ¿No pensarás en que vaya yo sola a comprarme el vestido?

— No, claro que no, es que me has pillado por sorpresa y no sé qué decir.

— Pues di que sí y ya está.

— Desde luego que sí iré contigo.

— Y tú abuelo tendrás que venir conmigo para elegir el traje del novio. —le dije pillándole por sorpresa también.

— Las bodas son muy bonitas. —comentó Juana.

— Por cierto, contamos con vosotros y contigo también Carmen. —dijo Sally.

— ¿Conmigo? Pero si apenas nos conocemos.

— Bueno si no quieres ir lo dices y ya está, no me enfadaré.

— No, no, si claro que quiero ir, las bodas me gustan mucho y hasta me emocionan.

— Pues ya lo sabes, tú además serás uno de nuestros testigos y tu padre y tu madre el otro.

— ¡Nosotros los testigos! No sé qué decir. —dijo Manuel asombrado.

— Joder Manuel di que sí y ya está. —le dijo mi abuelo.

— Pero por qué nosotros, necesito que me lo aclaréis. —insistió Carmen.

— Pues es muy sencillo, sois los únicos amigos que tenemos. —dijimos Sally y yo.

— Me estáis diciendo que siendo quienes sois no tenéis más amigos.

— Carmen cariño, en nuestro ambiente tenemos que saber elegir a nuestros amigos. —le aclaró mi abuelo.

— Definitivamente no soy normales. —dijo Carmen confundida y todos nos echamos a reír.

— Me imagino que los padrinos serán tu abuelo y tu madre ¿no? —dijo Juana.

— Sí, era una sorpresa que no queríamos decir todavía. —contesté.

— ¡Huy lo siento! Creo que he metido la pata.

— De ninguna manera Juana, era más que evidente. —dije yo quitándole importancia y luego miré a mi abuelo, el pobre estaba tan emocionado que las lágrimas corrían por sus mejillas, lo mismo le ocurría a mi madre.

— No os pongáis a llorar ahora, dejadlo para la boda. —dije riéndome.

— No lo podemos remediar, —dijo mi madre abrazándonos a Sally y a mí, también mi abuelo se unió al abrazo, luego sin darse cuenta mi madre y mi abuelo se dejaron llevar por la euforia y se dieron un beso prolongado en la boca. Cuando quisieron darse cuenta ya era tarde, Carmen y sus padres habían percibido la clase de relación que había entre mi madre y su padre.

— Oye por nosotros no os cortéis, lo intuíamos a que sí —dijo Manuel mirando a su mujer e hija.

— Se os nota el amor cuando os miráis. —dijo Juana.

— ¿Y no os importa? —preguntó mi abuelo.

— Por qué iba a importarnos, todos tenemos nuestros secretitos. —dijo Juana mirando a su marido y a su hija, me pareció que se comunicaban con la mirada.

— Lo que quiere decir mi madre es que ella, mi padre y yo tenemos relaciones sexuales siempre que nos apetece y a la mierda lo que piensen los demás, no lo hacemos público porque forma parte de nuestra intimidad.

— Eso mismo pensamos nosotros. —dijo mi madre.

— Es que en las cosas del sexo y del corazón nadie manda. —dijo Manuel.

— Oye ¿por qué no brindamos por el amor de la familia? —propuso mi abuelo, todos estuvimos de acuerdo y brindamos.

— Tienes razón Manuel en eso que dices del sexo. —dije insistiendo aposta.

— Pues claro que sí, uno elige lo que quiere comer pero no con qué mano lo hace, eso depende de los gustos de cada uno. —me respondió.

— Tienes toda la razón.

— Por cierto puedo decirte una cosa sin que te ofendas. —me dijo.

— Claro que sí, adelante.

— Quería decirte que me encantaría comerte eso que tienes entre las piernas, Juana y yo nos hemos dado cuenta de que estás bien dotado.

— Yo también y aunque me gustan las mujeres no me importaría revolcarme contigo, ya se lo he dicho a Sally ¿verdad? —Sally asintió con la cabeza.

— En vista de so podemos hacer una cosa, primero comemos y luego más tranquilos nos ponemos a jugar todos juntos. —propuso mi abuelo.

— Es una idea estupenda. —dijo Manuel y justo en ese momento alguien llamó a la puerta, Sally entro en la casa para ver quién era aunque yo supuse que sería el servicio de catering del restaurante y así lo confirmó Sally al salir. mi abuelo y yo fuimos para abrir la puerta. Depositamos la paella sobre la mesa y al descubrirla todos nos quedamos asombrados.

— Eso tiene que saber a gloria. —dijo Manuel.

— Muy pronto lo sabremos. —dijo mi abuelo.

Sally y mi madre entraron en la casa para preparar la mesa, Juana y Carmen fueron detrás de ellas para ayudar. Mi abuelo, Manuel y yo nos quedamos solos.

— Me parece que voy a darme un baño antes de comer. —dijo Manuel.

— Es una idea magnifica, espera que voy contigo. —comentó mi abuelo.

— Yo también.

Los tres llegamos a la piscina y nos metimos en el agua. Yo intuía que era un trámite para que Manuel se lanzase. Y estando los tres con los brazos apoyados en el bordillo Manuel nos agarró el miembro a mi abuelo y a mí. Yo le agarré el suyo y mi abuelo se puso a sobarle los huevos. Los tres estábamos tan cachondos que sin decir nadie nada salimos de la piscina y nos sentamos sobre el césped, bueno Manuel no se sentó, le bajó el bañador a mi abuelo y se puso a cuatro patas para chuparle la polla.

Yo le baje el bañador a Manuel dándome cuenta de que estaba todo depilado como yo, me tumbé debajo de sus piernas y agarrándole el miembro que era largo me puse a chupárselo, enseguida sentí la boca de mi abuelo chupándomela a mí. Los tres nos enzarzamos formando un curioso triangulo.

— Yo soy pasivo ¿sabéis lo que os quiero decir? —nos dijo Manuel, mi abuelo yo más o menos lo intuimos.

— Te gusta que te follen ¿no? —comentó mi abuelo yendo al grano.

— Así es, me gustaría que me follarais los dos, primero uno y luego el otro.

— Nosotros somos activos. —le dije yo.

— Ya me lo imaginaba, la verdad es que nunca he estado con un hombre, Juana y Carmen se ponen un dildo entre las piernas y me follan simulando que son dos tíos. —dijo Manuel.

— Como tú has dicho antes cada cual elige con qué mano comer, Pablo y yo nos la chupamos pero nunca nos hemos follado pero no me importaría follarte a ti. —le dijo mi abuelo sin cortarse.

— Luego tendrás que recuperar fuerzas porque Juana te tiene ganas y me parece que mi hija Carmen también aunque ella se inclina más hacia Pablo. —explicó Manuel.

— Después de comer que cada cual elija. —dije yo meneándome el miembro porque se me estaba desinflando lo mismo que a mi abuelo y a Manuel.

— Y ahora cómo lo hacemos. —preguntó mi abuelo.

— Yo te la chupo, no te preocupes, luego me gustaría botar sobre tu polla ¿te parece? —dijo Manuel.

— Por mí encantado. —dijo también mi abuelo.

— Tú Pablo te acercas a mí de pie para que te la pueda chupar ¿vale? —me pidió Manuel.

— De acuerdo.

Manuel se agachó y empezó a chupársela a mi abuelo, debía hacerlo bien porque enseguida logró que se le pusiera dura. Mi abuelo estaba tumbado y no se movió salvo para aplicar saliva con sus dedos en el esfínter del culo a Manuel, éste se montó sobre él, le agarró la polla con una mano y poniéndola contra su culo se sentó despacio hasta metérsela entera. Esperé a que botara unas cuantas veces antes de arrimarme yo.

En cuanto me acerqué Manuel se lanzó a comerme la polla y reconocí que lo hacía muy bien. Enseguida logramos sincronizarnos los tres. Manuel botaba sobre la polla de mi abuelo y yo le sujetaba la cabeza con una mano y le follaba la boca. En cuanto me entraron ganas no me corté y le solté mi corrida, después me puse a pajear y chupar la polla de Manuel, tal como habíamos acordado pero alguien se saltó el guión.

Y ese alguien fue mi abuelo. No se conformó ver como Manuel botaba sobre su polla, cuando se cansó de verlo le sujetó haciéndole caer de lado. Le abrazó como si temiera que se fuera a escapar y desde atrás continuó follándole a la vez que le llamaba putita. Para mí era un corte oírle decir eso a un hombre como Manuel sin embargo éste parecía encantado por el trato que le daba mi abuelo. A veces le separaba una pierna a Manuel con la suya y le pajeaba la polla al pobre hombre.

De esa forma me fijé en que la polla de Manuel era más larga que la de mi abuelo y la mía, no tan gruesa pero metida profundamente podría llegarle al útero a una mujer.

Pensando en esas cosas escuché los jadeos entrecortados de Manuel y a continuación su eyaculación. Como mi abuelo no paraba de pajearle Manuel tuvo una abundante corrida. Manuel se relajó y mi  abuelo se aprovechó de esa circunstancia. Colocó a Manuel bocarriba, se echó sus piernas sobre sus hombros y se la metió profundamente. A continuación se puso a bombearle el culo despacio, mordiéndole los pequeños pezones o lamiéndoselos para estimularle. Yo volví a cortarme al ver que mi abuelo se lo estaba follando como a una tía y sin embargo a Manuel más que importarle le encantaba. «Si este pobre hombre estuviera más de quince días con mi abuelo acabaría convertido en su puta». Pensé mientras veía como le entregaba su dignidad de hombre a mi abuelo.

Cuando la puso a cuatro patas intuí que se estaba acercando el final. Mi abuelo le agarraba con fuerza por las caderas o le palmeaba las nalgas mientras le montaba. De pronto mi abuelo dio un empujón fuerte y se mantuvo pegado y quieto contra el culo de Manuel. «Se está corriendo». Me dije al ver las contracciones que daba su perineo.

Manuel se derrumbó sobre el césped, estaba agotado, sin embargo mi abuelo permaneció encima de él y con la polla dentro de su culo.

— ¿Te ha gustado? —le preguntó mi abuelo a Manuel.

— Mucho. Ten en cuenta que es la primera vez que hago esto con un hombre. —contestó éste último.

— ¿Eras virgen?

— Lo mismo que una adolescente, ya te dije antes que sólo he practicado esto con mi mujer y mi hija.

— Pues para mí ha sido un honor desvirgarte el culo. —dijo mi abuelo levantándose de encima. —les ayudé a ponerse de pie tirando de sus manos y caminamos hacia la ducha de la piscina.

— ¿Creéis que soy un marica? —preguntó Manuel.

— Yo no lo creo, es solo que disfrutas del sexo como a ti te apetece, ya quisiera mucha gente atreverse a hacer lo que tú.

— Lo que pasa es que me preocupa un poco la imagen que pueda dar. —explicó Manuel.

— Manuel no te comas la cabeza —intervino mi abuelo— antes dijiste que cada uno no puede escoger con qué mano va a comer hasta que no tiene el plato delante. Bien tú tenías ese plato y tu mente ha escogido lo que más le apetecía para satisfacerte.

— Ya pero como he dicho antes me importa lo que piense la gente de mí. —insistió Manuel.

— Mira Manuel —dijo el abuelo poniéndole una mano sobre el hombro— estás entre amigos y que yo sepa los amigos no se cuestionan los unos a los otros, cada uno hace lo que le apetece cuando le apetece y con quien le apetece. ¿Tú crees que tu imagen personal va a sufrir conmigo? Pues te equivocas, yo me lo he pasado muy bien contigo. Que a ti te gusta sentirte un sumiso, pues cojonudo, a mí en cambio me va más el papel dominante ¿eso quiere decir que tú y yo somos distintos, o que alguno es más que el otro? En absoluto. Tú comes con la mano izquierda y yo con la derecha ¿qué diferencia hay?

— Eres un tío cojonudo Francisco, sabía que me entenderías perfectamente.

— Te lo repito una vez más Manuel, estás entre amigos —insistió mi abuelo y añadió: —anda vamos a ducharnos y deja ya de preocuparte ¿te apetece lavarme la polla?

— Me encantaría. —contestó Manuel.

— Pues empieza. —le pidió mi abuelo.

Traté de ver si mi abuelo quería aprovecharse de Manuel pero no, cada uno era de una forma distinta y se conjuntaban perfectamente para obtener placer. Mi abuelo podía ser una provechado en ciertos momentos pero no era capaz de abusar de otra persona. Yo me lavé sólo, recogí mi bañador que estaba seco y con él en la mano esperé a los otros, los tres regresamos en pelotas a la terraza donde ya nos esperaban las mujeres.

— ¿Te lo has pasado bien cariño? —le dijo Juana a su marido.

— Ha sido mejor de lo que creía, Francisco ha sido muy comprensivo conmigo y me ha tratado con cariño. —explicó Manuel.

— Me alegro, hemos ido a caer en las mejores manos. —dijo Juana.

— Oye tu marido parece que tiene la tranca muy larga ¿no? —dijo mi madre.

— Se la medí una vez hace ya tiempo y le medía 22 centímetros. —explicó Juana.

— Una buena tranca si señor y no me quedaré con las ganas de probarla. —respondió mi madre.

— Eso luego, lo primero es lo primero —cortó el abuelo poniendo orden— vamos a comer y después de los cafés tendemos toallas allí en la sombra, al lado de la piscina y empezamos todos contra todos.

— Eso suena muy excitante. —dijo Carmen y sin poder aguantarse acercó la mano a la entrepierna de Sally que se dejó tocar tan tranquila, confirmando que le gustaba a Carmen. Empezamos a comer haciendo bromas y comentarios sobre lo bien que lo íbamos a pasar en la siesta.

— Por cierto, tenemos que proponerte algo Manuel, relacionado con la fundación. —le dije.

— Está bien, pero es mejor que hablemos de eso cuando nos despertemos de la siesta. —dijo Manuel y nos echamos a reír.

*

Una hora más tarde estábamos en la sobremesa, tomando cafés con hielo y charlando como viejos amigos acerca de los gustos sexuales de cada uno. Así nos esteramos que Carmen no sabía si era lesbiana o no. Le gustaban las chicas atractivas y en la Facultad se había acostado con todas las que había podido, como ella era muy guapa me imaginé que no tendría problemas a la hora de ligar.

Llevamos más toallas hacia la zona en sombra y las extendimos. Las mujeres se desnudaron por completo. Juana tendría unos años más que mi madre pero su cuerpo seguía siendo muy sensual. Estaba un poco más rellenita que mi madre pero al igual que ella tenía un polvo bien echado como se suele decir.

Nos sentamos en círculo sobre las toallas. Mi madre agarró la polla de Manuel y empezó a manosearla para que se le pusiera dura. Juana agarró la de mi abuelo e hizo lo mismo. Carmen me agarró la mía, miró a Sally como pidiéndola permiso, esta le sonrió y empezó a sobármela con las dos manos.

Lo primero en que me fijé de Carmen fueron sus tetas, muy blancas, de piel suave, con areolas y pezones rosados. En cuanto jugué un poco con ellos se le irguieron y me metí uno en la boca para chuparlo y mamarlo. Sally me empujó hacia atrás con suavidad hasta que me tumbé de espaldas, entonces empezó a jugar con mis huevos sobándolos, besándolos y lamiéndolos. Carmen no parecía atreverse a chupármela así que con delicadeza le fui bajando la cabeza hasta que ella comprendió y empezó a chuparme el glande. Como estaba tumbada en posición invertida a mí, lo mismo que Sally decidí separarles las piernas para jugar con sus conejitos.

La primera en separar las piernas fue Sally, yo se las abrí a Carmen viéndole la raja por primera vez. Tenía la vulva peluda aunque recortada, y el clítoris parecía una lenteja pero cuando lo froté ella tuvo una convulsión por lo que supe que era muy sensible.

Carmen se quedó como hipnotizada contemplando mi polla tiesa y dura. Yo cogí a Sally y me la puse encima para hacer un 69 y empecé a comerle el conejito, jugando con el apéndice de su clítoris logré que se le pusiera tieso y duro, como un pene pequeñito. Mientras lo mamaba noté que alguien me chupaba el capullo, dándole prolongados lametazos.

A la hora de penetrar, Sally me pidió que se lo hiciera primero a Carmen, así ella me ayudaría porque tenía la impresión de que aún era virgen, cosa que ella misma nos confirmó. Me dediqué a lamerle la vulva, procurando ensalivar mucho la entrada de su vagina hasta que el flujo de ella hizo aparición. Me coloqué entre sus piernas, Sally me agarró el miembro y lo acercó con suavidad a la vagina, empujé muy despacio hundiéndome rápidamente casi hasta la mitad, ahí noté que su himen me impedía el avance. Sally me recomendó que diera un empujón seco y fuerte y eso hice. Carmen abrió mucho los ojos cuando penetré su himen pero enseguida empezó a entrecerrarlos a medida que mi miembro avanzaba, cuando por fin la tuvo toda dentro me detuve para que se acostumbrara a mi grosor.

Carmen jadeaba y gemía y eso que aún no me había movido. Siguiendo las instrucciones de Sally empecé  bombear su vagina, sacando casi entero el miembro y volviéndolo a enterrar hasta el fondo. Al cuarto o quinto bombeo, Carmen jadeó entrecortadamente, cerró los ojos y gimió alcanzando un clímax muy intenso. No noté las contracciones de su vagina, en realidad no noté nada tan sólo alguna que otra convulsión de su cuerpo. Decepcionado me salí de Carmen y me puse encima de mi amorcito. Nada más penetra en su vagina me envolvió un calor en la polla que me excitó. Sally dominaba su vagina e hizo movimientos con ella volviéndome loco de placer. La bombeé un par de veces y enseguida mi polla se deslizó por su vagina perfectamente lubricada y cuando alcanzó el orgasmo me lo transmitió a mí a través de las contracciones de su vagina, eso era lo que yo quería, un par de empujones más y eyaculé llenándole las entrañas con mi leche.

En cuanto me salí de Sally Carmen se le puso encima haciéndole un 69 y empezó a devorarla la vagina. La pobrecita de mi novia arqueó la espalda presa del delirio, suplicó a Carmen que no siguiera pero ésta lo ignoró todo y continuó mamándole el largo clítoris hasta logara que la pobre Sally se meara de gusto, aunque lo que le salí de la vagina en casos así no era orina exactamente, era un líquido transparente que sabía igual que su flujo.

Me tumbé bocarriba para descansar un poco pero Juana se me echó encima. Hicimos un 69 y cuando el miembro se me puso un poco duro ella se sentó encima de él y se dejó caer de golpe dando un fuerte gemido que atrajo la atención de todos.

Juana me cabalgaba sin darme posibilidad de estrujarla el culazo. Miré al grupo formado por mi abuelo, Manuel y mi madre. A la pobre le estaban haciendo una doble penetración, mi abuelo por la vagina y Manuel por su culo, enterrándole toda la tranca hasta los huevos. Sally y Carmen seguían enrolladas en su 69. Juana me pidió que me pusiera encima de ella.

Me colé entre sus piernas y se la metí de un solo empujón, ella dio un bufido, empecé a bombearle el lubricado coñito y enseguida se puso a dar jadeos entrecortados. Logré que se corriera dos veces antes de rellenarle el chochito con mi semen. Me quité de encima y me tumbé a su lado agotado y enseguida sentí que me dormía.

La primera en despertarse fue Sally. Juana dormía a mi lado. Nos apartamos un poco y me la puse encima con el cuerpo estirado. Empezamos a besarnos y las manos se me fueron directamente a su culito, ella sonrió.

— Te gusta mi culito.

— Me encanta como toda tú, me tienes súper enamorado cariño.

— Yo ya he dejado de buscar palabras para expresar todo lo que siento, te amo con todo mi corazón y punto.

Empezamos a besarnos y luego a morrearnos mientras estrujaba sus nalgas. Cuando dejamos de besarnos jugamos a atraparnos la lengua con los labios para sorberla o mamarla, al raro decidimos darnos un baño y nos metimos dentro de la piscina procurando no hacer mucho ruido.

Le dije a Sally que se agarrara a mi cuello, ella lo hizo pero con una sola mano porque con la otra me agarró la polla diciendo que era el timón. Con ella encima me crucé la piscina a lo largo varias veces, o me sumergía arrastrándola conmigo. De vez en cuando nos agarrábamos al bordillo y nos besábamos.

En otro tiempo habría estado más pendiente de Carmen o Juana que de Sally, sin embargo ahora sólo me importaba ella, las demás era un asunto secundario y sin importancia para mí.

— ¿En qué piensas? —me preguntó Sally.

— Pensaba en ti, eres lo más importante de mi vida ¿lo sabias?

— No.

— O sea ¿que no sabías que para mí eres lo más importante? Entonces te tendré que clavar la polla como castigo.

— Y hasta donde me la piensas clavar.

— Hasta el fondo.

— ¿Quieres decir que me la vas a meter hasta los cojones? —era la primera vez que la oía referirse así a mis testículos.

— Efectivamente.

— ¿Y por qué no me metes también tus cojones? Me encantaría tenerlos dentro. —me susurró y sus palabras lograron que me empalmara.

— Cariño como sigas hablándome así no tendré más remedio que hacerte el amor. —ella me miró con una sonrisa pícara y supe que pensaba seguir calentándome con ese vocabulario.

— No quiero que me hagas el amor.

— ¿Entonces?

— Quiero que me jodas con tu poderosa polla hasta que me derrita entre tus brazos, quiero perder el conocimiento llenándome con tu amor y rellenándome con tu polla.

— Te voy a rellenar cariño mío, dije buscando su vagina con mi polla, no era fácil encontrar el camino bajo el agua, no veía a donde apuntaba, cuando al final encontré su cálida vagina penetré en ella y sentí que la felicidad me inundaba todo el cuerpo.

— Vas a matar a mi pobre chochito.

— No, no le mato, le proporciono todo el placer del que soy capaz. —dije bombeándole hasta el fondo.

— Poli cariño me voy a correr y quiero sentir tus cojones contra mi culito. —al decirme eso empujé con fuerza y me quedé quieto sintiendo las contracciones de su vagina que eran muy intensas.

— Menuda corrida has tenido. —dije al cabo de unos minutos.

— Todos los orgasmos que tú me proporcionas son muy intensos.

— Ahora me toca correrme a mí.

— ¿Quieres que me coma tu crema?

— ¿Cómo?

— Me sumerjo y te la chupo hasta que te corras.

— ¿Y eso no es peligroso?

— Si se sabe hacer no y da la casualidad de que yo lo sé hacer muy bien.

— Entonces hazlo. —Sally se sumergió en el agua y casi enseguida noté su boza sorbiéndome la polla de una manera que me precipitaba a la eyaculación sin lugar a dudas, sólo tardé unos segundos en descargar dentro de su boca y enseguida emergió ella sonriéndome.

— Me encanta el sabor de tu lefa.

— Tú también le llamas así al semen.

— Qué más da el nombre, lo importante es que te excites cuando lo digo.

— Pues dilo otra vez. —le pedí y ella pegó su boca a mi oído.

— Soy una adicta a tu lefa amor mío, si por mí fuera te ordeñaría la polla hasta dejarte seca la médula.

— Hostias Sally eso es brutal.

— ¿Te excita?

— Más de lo que imaginas, esa chispa de picardía y malicia me vuelve loco.

— Pues como soy una chica mala deberías castigarme.

— ¿Cómo? —ella volvió a pegar la boca a mi oído.

— Tendrás que darme por el culo, ese es el mejor castigo.

Lleno de deseo le di la vuelta y ayudándome con la mano se la hundí por el culo, pero ella se salió de mí, se dio la vuelta para que nos miráramos a la cara y con su mano guió mi miembro hacia su esfínter.

Volví a penetrar en su culo hasta el fondo. Ella se quedó quieta dejando que me moviera yo y lo hice con desesperación. No sé si ella se corrió pero yo sí que lo hice y la abracé permaneciendo dentro de su culito.

— Me encanta permanecer dentro de ti cariño. —le susurré.

— A mí me vuelve loca sentirte dentro de mí, cuando me corro siempre tengo la sensación de que tú y yo somos uno sólo.

— Yo también tengo esa sensación. Me encanta fundirme contigo. Sentir como mi corazón se desboca por el esfuerzo y cómo tu amor me lo calma.

— Eso es lo más bonito que nadie me ha dicho en mi vida.

— Pues vete acostumbrando amor mío porque lo que siento por ti es más que amor puro pero no sé explicártelo, se me va la razón cuando trato de buscar palabras para definirlo.

Volvimos a abrazarnos con fuerza y nos besamos apasionadamente hasta que nos dolió la boca.

A la caída del sol fuimos todos a la terraza del porche. Bebimos refrescos y agua y creí que era el momento ideal para proponerle a Manuel que se uniera a nosotros como chofer de la Fundación.

— Manuel quiero hablar contigo.

— Vale.

— Mi abuelo y yo hemos pensado en que podías trabajar en la Fundación.

— Di que no, la idea fue suya, a mí me pidió mi opinión y estuve de acuerdo. —aclaró mi abuelo.

— Y de qué tendría que trabajar porque yo no tengo estudios como vosotros.

— Pero sabes conducir.

— Eso sí. Llevó más de treinta años detrás de un volante y he conducido camiones antes que el taxi.

— O sea que tienes varios permisos.

— Los tengo todos, incluido los de moto.

— Qué envidia me das jodío con lo que me gustan a mí las motos.

— He conducido algunas de joven pero ahora tal como está la circulación son un peligro.

— Yo me refería para hacer excursiones.

— Para eso una moto es ideal.

— Bueno no nos salgamos del tema, qué me dices ¿aceptas?

— Antes de contestarte me gustaría que me dijeras una cosa.

— El qué.

— ¿Por qué yo? ¿Por qué soy el padre de Carmen?

— Y porque además eres muy buena gente, no sé por qué pero siento que eres un amigo.

— En ese caso acepto.

— Entonces tú Carmen te encargarás de todo.

— Primero hay que registrar las escrituras de constitución y pedir el correspondiente permiso y en cuanto lo otorguen le doy de baja en autónomos y en la licencia fiscal y le damos de alta en la fundación.

— Perfecto.

— ¿Y mientras tanto seguiré de taxista?

— No, pagaremos las cuotas de autónomos si corresponde pero ya no serás taxista, tenemos que elegir un coche para recorrer muchos kilómetros.

— Yo creo que deberías comprar un “Mercedes” como el mío por seguridad.

— Sí, es la mejor opción pero sabes qué pasa que es mejor pasar desapercibido y con ese coche no lo lograremos, así que compraré un turismo corriente, grande y confortable para viajar.

— ¿Qué coche tienes tú Francisco? —mi abuelo le dijo el modelo y Manuel emitió un silbido.

— Ese coche vale una pasta.

— De eso no te preocupes. —dije yo.

— Mañana iré al registro y empezaré los trámites. —dijo Carmen.

— Estupendo, las cosas están saliendo rodadas. —comenté.

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Carmen se movió mucho pero en cinco días consiguió arrancar la Fundación. Empezamos las obras en el local. Manuel me acompañó y compramos un coche grande y cómodo para viajar.

Manuel empezó su nuevo trabajo enseguida. Carmen, Sally mi abuelo y yo viajamos a la región de Andalucía, allí había una buena parte de activos inmobiliarios, varias Urbanizaciones fantasma. Nos reunimos con el gobierno regional para expresarles lo que pensábamos hacer y enseguida se brindaron en ayudarnos. Todo eran pamplinas, lo único que perseguían era figurar en el proyecto, así que decliné su ofrecimiento.

Visitamos los barrios obreros observando el ir y venir de la gente. En los comedores sociales Carmen y Sally salieron llorando al ver los casos de pobreza de la gente. Precisamente elegí al azar a una señora que comía con sus dos hijos. Me miró nerviosa y desconfiada al principio, cuando le hablé del proyecto pensó que éramos políticos y no nos creyó.

Con amabilidad y mucho tacto conseguimos llevarla a ella y sus hijos hasta una Urbanización y le asignamos un piso. La mujer lloraba sin podérselo creer. Como la pobre llevaba varios años sin trabajo y no tenía ingresos, Carmen le proporcionó una ayuda de 800 euros mensuales más el mantenimiento de la casa, ella sólo se habría de ocupar de sus hijos, de llevarlos a la escuela y educarlos y de buscarse un trabajo, porque la ayuda seria temporal (eso se lo dijimos para que no se acomodara).

La pobre mujer no sabía cómo darme las gracias pero le dije que no era cosa mía, yo era un simple trabajador de la fundación, el verdadero artífice de su suerte era Francisco González, la misma persona que las televisiones machacaban.

Habilitamos uno de los pisos piloto como oficina. Contábamos con que la buena mujer se lo contara a más gente. Nos fuimos a comer. Luego dimos un paseo por otros barrios de trabajadores y después nos retiramos a dormir al hotel.

Al día siguiente nos quedamos sin palabras al llegar a la oficina de la urbanización. Al menos 2.000 personas estaban esperando a ser atendidas. Carmen y Sally se fueron a abrir la oficina para atender a la gente, mi abuelo, Manuel y yo permanecimos dentro del coche observando. Al cabo de una hora decidí que había llegado el momento de acercarse a toda esa gente y los tres salimos del coche.

Mi abuelo iba delante y Manuel y yo en cada flanco. Pasamos entre la gente que nos miraba con curiosidad, al entrar en la oficina Sally y Carmen saludaron a mi abuelo y a partir de ahí se desató la euforia. El nombre de mi abuelo corrió de boca en boca hasta la gente que esperaba afuera a pleno sol. Manuel y yo nos dedicamos a ofrecerles botellas de agua fría y bocadillos y de pronto, cuando salió mi abuelo la gente empezó a aclamarlo, había señoras que intentaban hasta besarle las manos pero él no se dejaba.

A las dos horas y sin que ninguno de nosotros les avisara apreció de repente la televisión Andaluza para narrar en directo lo que estaba ocurriendo. Una hora después acudieron las cadenas de televisión nacionales y todas daban la misma noticia: «Francisco González, una de las personas que se le acusaba de la burbuja inmobiliaria estaba regalando pisos a la gente que había sido desahuciada y a los más necesitados les proporcionaba una paga temporal para que pudieran vivir con dignidad»

También aparecieron varias personas enviadas por el gobierno regional y enseguida empezaron a hablar en las televisiones como si fuera una iniciativa suya. Muy amablemente y con los periodistas como testigos les invité a abandonar el lugar recordándoles que esta era una urbanización privada y por tanto su presencia estaba de más en aquel lugar. Los políticos se fueron muy cabreados.

Entonces emití un comunicado a todos los periodistas, diciéndoles que esta iniciativa era obra de la Fundación Francisco González y era completamente privada, dejé muy claro que ningún político nos subvencionaba ni nos daba ayudas porque no las habíamos solicitado.

Quince días después de aquello nos visitó gente que se ofrecía voluntariamente para ayudarnos a tomar nota de toda la gente que esperaba. Repetimos en todas las ciudades donde teníamos casas vacías, eso lo dejamos claro desde el primer día, no podíamos regalar lo que no teníamos.

Se organizaron varias manifestaciones espontaneas de gente, echándoles en cara a los políticos su falta de acciones como las que había emprendido la fundación de mi abuelo. Llegados a Madrid de nuevo una de las televisiones nacionales se puso en contacto con mi abuelo para entrevistarle en su programa matinal, yo le acompañé y resultó la mejor publicidad que podíamos imaginar. En el local de la fundación recibíamos cartas de petición de ayuda para gente de toda España, pero la solución era difícil ya que no en todas las ciudades disponíamos de pisos.

Sally y yo nos casamos un día de setiembre de ese mismo año. Mi madre y mi abuelo fueron nuestros padrinos y Carmen y su familia nuestros testigos. Hubo gente a la salida del juzgado que nos felicitaron, aunque lo que verdaderamente querían era agradecer a mi abuelo lo que estaba haciendo con su fundación.

*

En la actualidad trabajo con mi abuelo. Debido a la crisis inmobiliaria muchas constructoras han cerrado. Las 2 de mi abuelo también. La  corporación que presido tiene un montón de activos inmobiliarios que son una perdida y se las traspasé a la fundación para que prosiguiera con su labor humanitaria.

Las calles se llenan de manifestantes clamando contra los gobiernos central y regional, los bancos y los empresarios constructores que se han dedicado a la especulación, aunque para mí los únicos culpables de la crisis son los políticos.

Para la corporación la crisis no es un drama, ya que más del 80 por ciento de los ingresos se obtienen fuera del país, aunque el valor en bolsa ha bajado 5 puntos de cotización.

El buen nombre de mi abuelo ha sido limpiado. En una de las entrevistas concedidas a una televisión nacional me descubrió como el auténtico artífice de la fundación, yo, su nieto, su heredero y su orgullo.

FIN

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