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La ventana indiscreta. 012

en Grandes Relatos

Capítulo 12:

Mi madre me llevó de nuevo a la rehabilitación. Me dejó frente a la puerta de entrada al pabellón y se fue a la cafetería, me quedé observándola como siempre hago y vi que algunos hombres hacían gestos obscenos a su espalda. Sentí asco y di media vuelta. Nada más entrar en el pabellón la jefa de Ana se me acercó sonriendo, cosa que ya me esperaba.

Cuando me metí dentro del tanque había dos pacientes más con sus respectivas fisioterapeutas, pero para la vieja fue como si no existieran, no se cortó un pelo a la hora de agarrarme la polla, cualquier excusa era buena para tocarme, con disimulo eso sí.

Lo mejor empezó cuando salieron los pacientes dejándonos solos, como ya no tenía que disimular se acercó a mí sonriendo.

— ¿Hacia dónde cargas tu polla normalmente, a la derecha o a la izquierda? —me preguntó metiendo la mano por dentro de mis mallas.

— Por qué me preguntas eso si ya lo sabes.

— Cómo me gustaría comértela ahora mismo, junto con éstos. —dijo apretándome los huevos. La verdad es que la zorra de la enfermera sabía cómo sacarme de mis casillas.

Y en vez de contestar deslicé una mano por la ingle entrando dentro de su bañador y empezó a tocarle el chochazo. Ella me confesó que yo le ponía mucho, entonces le pedí que me hiciera una paja, pero ella dijo que no era el lugar ni el momento adecuado. Tenía razón así que dejé de tocarla pero ella ya sabía que también me ponía.

Me sacó del tanque para continuar los ejercicios en una camilla. Antes me secó con la toalla y me llamó la atención que no se aprovechara para tocarme. Supongo que al estar rodeados de más gente, había que ser más cuidadosos y ella lo era, pero al empezar con los ejercicios volvió a la carga. Siempre que podía me tocaba la polla, ella decía sonriendo que era accidentes pero yo sabía que no porque me agarraba la polla con toda la mano.

Los dos acabamos los ejercicios muy excitados. Me dijo que antes de ir al vestuario habría que esperar a que todos se hubieran marchado y se fue.

Me quedé tumbado en la camilla pero no tuve que esperar mucho, la vieja vino cuando solo quedaban cuatro personas, dijo que esos pacientes no irían a los vestuarios y entonces me llevó a mí. Pasamos por delante de Ana que me miró apurada.

La enfermera cerró la puerta con llave, me tumbó sobre una camilla y sin miramientos me quitó las mallas dejándome desnudo, entonces se desnudó ella también. La observé cómo se desnudaba y cuando se quedó en pelotas vi que la tía tenía un cuerpo muy deseable y que estaba muy buena a pesar de sus años « ¡Vamos! Que tenía un polvo y yo se lo iba a echar». Pensé.

Ella se estuvo quieta mientras la miraba, luego pasó una pierna por encima de mí, se sentó sobre mi vientre y después de asegurarse que no me hacía daño se agachó. Me miró unos segundos como lo haría un lobo a su presa y estampó su boca contra la mía, su lengua entró rápidamente enroscándose en mi lengua como si fuera una serpiente.

Tenía la boca tan abierta como las fauces de una leona pero no me intimidó, empecé a estrujarla el culazo sorprendiéndome que lo tuviera duro. Al cabo de unos minutos empezó a menear el culo, restregando su húmeda vulva contra mi polla, el calor de ésta y el frescor de su culo me producían una sensación tan excitante que mi polla empezó a ponerse tiesa, dando paso a una conversación mezcla de perversión y lujuria.

— ¡Vida mía como me pones!

— ¿Y cómo te pongo?

— Muy salida, estoy como una perra en celo por tu culpa. Fíjate si estoy salida por ti que sería capaz de matar a tu madre y a tu abuelo para adoptarte y tenerte sólo para mí.

— ¡Joder! Eso es una bestialidad.

— ¡Coño! Que no lo digo en serio, es porque estoy muy cachonda.

— Ya lo sabía. —Dije mordiéndola el labio inferior.

— Eres malo conmigo.

— Tú sí que eres mala ¿No te remuerde la conciencia por follarte a un niño?

— ¡¿Niño?! ¡Ja! Un niño se habría echado a llorar pidiendo socorro, en cambio tú gozas conmigo.

— ¿Y por qué no iba a gozar? Estás muy buena para ser una vieja.

— Una de cal y otra de arena, eres un cachondo y ¿sabes lo que les hago a los cachondos?

— No. ¿Qué les haces?

— Me como sus cojones.

— ¿De verdad  me vas a comer los cojones?

— Tú espera y verás.

Se irguió, se dio la vuelta para hacerme un 69 y volvió a agacharse para empezar a morderme los huevos con suavidad. Yo me agarré a sus muslos y me quedé impresionado otra vez al verle la vulva « ¡Menudo chochazo tiene esta vieja!». Pensé. Empecé por morderle los gruesos labios mayores, estirando con los dientes hacia un lado para abrirle el chochazo, luego me ayudé con las manos para abrirle la almeja y continué lamiéndole toda la vulva a base de lametazos prolongados, desde el clítoris hasta su ano.

Así estuve un ratito, luego abrí con mis manos la raja de su culo. Los alrededores del ano eran un poco más oscuros que el resto de la piel, pero no me importó, estaba muy cachondo para sentir escrúpulos. Lamí los alrededores del ano y jugué con el esfínter.

Noté que tenía la polla como una piedra, ella consideró que tenía que follarme ya y se levantó dándome la espalda, me separó todo lo que pudo las piernas y se sentó en medio de ellas sobre mi polla que entró como un misil hasta el fondo.

Se quedó quieta moviendo únicamente el culazo adelante y atrás despacio; dejé que gozara un poco antes de hacerme con el control de la situación; cosa que sucedió segundos más tarde.

— Date la vuelta para que pueda comerte las tetas ¡So guarra! —le ordené unos minutos después.

Ella giró la cabeza mirándome sorprendida pero no se lo pensó, se dio la vuelta despacio para no tener que sacarse mi polla y se echó hacia mí poniendo sus tetas a mi alcance. Me lancé como un felino atrapando un pezón con mi boca « ¡qué gordos los tenía! » Lo mordisqueé con cuidado, los lamí y lo succioné con fuerza estirando de ellos con los labios; luego salté a por el otro.

— ¡Me matas Pablo! ¡Me matas! —pronunció entre jadeos.

Estaba muy cachonda, como yo pretendía, pero si quería someterla del todo tenía que emplear las palabras con sumo cuidado. Con un brazo la atraje contra mí y con la otra mano sujeté su nuca contra mi hombro.

— Si pudiera moverme te clavaría a la camilla a base de pollazos, da gracias a que no pueda moverme porque te ibas a enterar. —le dije al oído.   

Mis palabras surtieron el efecto que yo buscaba. Nada más decirlas empezó a correrse como una loca. Su cuerpo se agitaba como si le hubiera dado un ataque epiléptico.

Le toqué el coño con las manos al tiempo que con la boca volví sobre sus pezones, volvió a correrse jadeando y bufando, no me dijo nada más, pero yo seguí haciendo lo mismo que antes: frotaba despacio alrededor del clítoris y mamaba sus tetas, sin querer hice que su orgasmo se prolongara más y más, hasta que me suplicó: «Ya vale cariño, me estás matando».

No me apiadé de ella, seguí castigándola prolongando su agonía todo lo que pude hasta que noté que se meaba la muy guarra, entonces sí dejé de torturarla.

Se quedó con la cabeza apoyada sobre mi hombro sin moverse, escuchando sólo su respiración agitada, pasaba el tiempo y como seguía sin moverse, pensé que se había dormido y se me ocurrió una idea para despertarla. Le palpé el culo con las manos, separé sus nalgas y la toqué el ano.

— No cariño, que estoy muy sensible.

— Perdona, creí que te habías dormido.

— Ya ves que no pero me has dejado sin fuerzas, nadie, ningún tío de todos con los que he estado me han dejado así.

— ¿Eso es un cumplido?

— El mejor que se me ocurre, pero si no me has entendido te lo diré más claro: eres el mejor de todos los tíos que me han follado, nunca nadie ha logrado que me meara de gusto ¿me entiendes ahora?

— Perfectamente y me siento halagado pero hay algo que quiero decirte.

— ¿Qué?

— Aun no me he corrido.

— ¡Ay pobre! —exclamó y se irguió rápidamente con la intención de follarme otra vez pero yo no se lo permití, quería saber lo que se siente cuando tienes el poder sobre una persona, como mi abuelo con mi madre.

— ¡No, no me folles! —dije deteniéndola— retrocede y haz que me corra con la boca pero mámamela de manera que yo pueda verlo.

Me miró sonriendo con picardía e hizo lo que le pedía sumisamente, se sentó entre mis piernas y se agachó sobre mi polla.

— No te olvides de decirme guarrerías mientras lo haces, me excitan mucho. —le recordé.

— ¡Me encanta comerte el rabo! ¿te gusta así? —decía engullendo mi capullo y masturbándome deprisa.

— Sí… pero no me masturbes tan rápido, déjame ver un poco más.

— Eres un cabrón pervertido. —dijo ella consciente de que hacia mi voluntad.

— Lo sé ¿y qué vas a hacer?

— ¡Yo, nada! conozco tu juego por algo soy más vieja. Me pone que me trates así, serás el primero al que me doblego, jamás se lo he consentido a nadie, sólo a ti porque eres un hombre en el cuerpo de un niño.

— ¿Ni siquiera a tu marido?

— Por ese no te preocupes, es mi cornudo particular y le domino como me da la gana, ya te lo conté.

— Ya lo sé, ahora dame gusto.

Y la tía se afanó. Deslizaba su lengua desde la punta hasta los huevos y volvía al principio dándome pequeñas lamidas como un gatito, así una y otra vez. De vez en cuando frotaba mi frenillo por toda su lengua, o me masturbaba agarrándome la polla con fuerza y estirando de ella, también me mamaba el capullo y me lo succionaba, imagino que se deleitaba chupando mi líquido preseminal.

— Sabes delicioso, dame tu lefa cariño, no te aguantes.

— ¿Por qué tengo que dártela?

— Porque soy tu puta y como te estoy dando gusto tienes la obligación de premiarme.

— Entonces ¡Tómala, que ya me viene! —le dije, sus palabras habían sido más estimulantes que verla mamar de mi polla.

Ella me atrapó el glande con la boca reteniéndolo con los labios apretados. Mi polla comenzó a bombear lefa en rapidísimas contracciones. Sentí un gusto enorme que me duró tres o quizá cuatro segundos, los  suficientes para quedarme sin fuerzas y derrumbarme hacia atrás en la camilla incapaz de aguantar erguido.

La vieja me pagó con la misma moneda, continuó ordeñándome con la boca y con la mano provocándome fuertes convulsiones pues tenía  la punta del glande muy sensible, mis quejidos no la detuvieron, ella  me masturbó hasta que consiguió que de nuevo mi polla se contrajera y le bombeara un poco más de lefa.

Sonrió satisfecha por verme agotado, trepó hasta mi cara y volvimos a besarnos, mordiéndonos los labios y la lengua.

— ¿Cómo te llamas? —le pregunté recordando que ni siquiera sabía su nombre.

— Rosa.

— Pues encantado Rosa —le dije y pregunté— la primera vez que nos vimos dijiste que me contarías algo, ¿te acuerdas?

— ¡Ah…! En realidad es una tontería.

— No me importa.

— Pues resulta que Ana le contó a todo el mundo que tú tenías una superpolla y algunas de nosotras teníamos mucha curiosidad por saber si en verdad eras tan “especial” como decía Ana, por eso pasó lo que pasó aquella noche, cuando le dio a tu madre el ataque de nervios —me sorprendió su confesión, tenía que confiar mucho en mí para hacerlo—, sé que lo recuerdas todo perfectamente y te agradezco que no nos denunciaras.

— Bueno, hay cosas que no recuerdo pero las más importantes sí y aquella noche os pasasteis, los dos tíos que vinieron contigo se follaron a mi madre joder.

— Uno es mi marido, Pedro, el otro se llama Antonio pero le llamamos Toni. Yo sólo pretendía follarte pero los muy cabrones se cobraron su ayuda. Lo único que puedo decirte es que lo siento, son cosas que pasan.

— Lo pasado, pasado está. —dije y eso dio pie a que me confesara otra cosa.

— Escucha Pablo, Ana está muy enamorada de su novio, en realidad son pareja porque viven juntos desde hace dos años.

— ¿O sea, que no vive con su madre?

— No.

— ¡Ya! Y supongo que su hermano tampoco está en el paro.

— ¡Qué va! Pero si no tiene hermano y sus padres viven en un pueblo a kilómetros de aquí — descubrir esa verdad me dolió y mucho, me sentí gilipollas porque Ana se había reído de mí en mi propia cara, Rosa se dio cuenta de cómo me sentía porque me acarició la cara dándome un beso tierno en los labios—. Escucha cariño, parece una mosquita muerta y en realidad es una avispa con una picadura que puede hacerte mucho daño, no para de contar a todo el mundo que le pregunta, que piensa divertirse con tu polla todo lo que pueda, no seas tonto y olvídala.

— No te preocupes, ya está olvidado.

— Siento que haya tenido que ser yo quien te diga la verdad, pero es mejor así créeme, cuanto más lejos mejor.

No me esperaba eso de Ana, pero Rosa tenía razón, cuanto más lejos mejor. No iba ser víctima ni de ella ni ninguna otra mujer. « ¡A la mierda las tías! ¿Quién las necesitaba teniendo mujeres como Rosa?».  Me dije. Y en ese momento me hice un juramento: «No volveré a enamorarme de una tía en mi vida»

— Bueno, creo que será mejor será que salgamos, llevamos mucho tiempo aquí. —dije.

— Tienes razón —dijo desilusionada— pero antes déjame despedirme de tu polla.

— Vale pero date prisa.

Rosa se agachó y me besó el capullo y después los huevos e inició una mamada que cada vez me daba más gusto.

— ¡Ya vale Rosa! —le dije retirándola la cabeza.

— Si me dejas un poco más te la pongo dura otra vez. —me dijo.

— Si fuera por mí estaríamos follando todo el día pero no puedo entiéndelo.

— Con eso que has dicho es suficiente para sentirme más que halagada, me cago en la leche si tuviera treinta años menos me iría a vivir contigo. —sus palabras fueron una sorpresa « ¿Se había enamorado de mí? »pensé.   

Ella sacó la ropa de la bolsa de deporte poniéndola sobre la camilla, cuando me iba a poner la camiseta alguien golpeó la puerta metálica de la entrada «—Pablo ¿estás ahí? —».

— ¡Hostias es mi madre! —dije reconociendo su voz.

 Sonó el móvil de Rosa, al cogerlo me dijo que era su marido.

— Está con tu madre detrás de la puerta.

— ¡La cagamos! —dije.

— ¡De eso nada! Tú estate tranquilo que la responsabilidad es toda mía. —dijo Rosa y cogió las llaves de su uniforme para abrir la puerta.

— ¡Un momento, que estás desnuda! —le advertí pero ya era tarde, estaba abriendo la puerta.

Entró mi madre hecha una furia y detrás Pedro, el marido de Rosa, le  reconocí al instante como el enfermero que te tocaba el coño a mi madre cuando le dio el ataque de nervios, Rosa volvió a cerrar la puerta y echó la llave.

— ¡Qué le estás haciendo a mi hijo so puta! —gritó mi madre al vernos desnudos.

— Si se calma se lo explico enseguida, como ve está perfectamente. —dijo Rosa que aun estando desnuda no perdió la compostura como mi madre. 

— Mamá no me pasa nada, tranquilízate por favor y deja que te lo explique. —le pedí.

— ¡Qué me tranquilice dices! ¡la voy a sacar los ojos a esta puta!

Mi madre intentó enganchar por el pelo a Rosa, sin tener en cuenta que ésta era un poco más alta y que encima tenía los brazos más largos. Rosa Se movió con agilidad, dio un paso atrás y le sujetó las manos a mi madre, la giró y la empujó hacia atrás. Mamá trastabilló y cayó sentada sobre la camilla, pero se levantó y saltó con la agilidad de un gato enganchando por los pelos a Rosa, ésta gritó de dolor por los estirones que le daba mi madre. Le dije a su marido que las separara pero éste no se movió, se quedó quieto observando la pelea, yo diría que el tío disfrutaba.

— ¡Suéltame el pelo, loca! —chilló Rosa.

— ¿Loca Yo? Y tú guarra. —gritó mi madre agitando la mano con la que agarraba los pelos de Rosa.

— ¡Ya me has hinchado los cojones! —dijo Rosa.

Rosa golpeó la entrepierna de mi madre con el puño y ésta gritó de dolor soltando de inmediato el manojo de pelos para llevarse las manos a la zona dolorida. El golpe de Rosa fue efectivo, a mi pobre madre se le doblaron las piernas y quedó sentada en el suelo agachada por el dolor.

— ¡Joder Rosa te has pasado! —exclamé mosqueado.

— La madre que la parió, menudo estirón de pelo me ha dado esta loca. —dijo Rosa frotándose la cabeza.

— Pero no tenías que hacerle eso joder —dije lleno de impotencia al ver la cara de sufrimiento de mi madre.

— ¡Y ella qué! —exclamó cabreada.

— Eres una hija de puta, me has hecho mucho daño. —dijo mi madre con voz de sufrimiento.

— ¡Y tú una gilipollas! ¿qué pretendías pija de mierda, dejarme calva?

— Mamá por favor ya vale —dije intentando llamar su atención pero ella no se callaba, seguía insultando a Rosa.

— Hazle caso a tu hijo y podremos hablar. —le recomendó Rosa frotándose la cabeza.

— ¡Cállate puta! ¿no te da vergüenza abusar de mi hijo?

— ¡Mamá vale ya joder! —repetí gritando.

Mi madre se cayó de golpe mirándome sorprendida.

— Rosa no ha abusado de mí, hemos follado sí, pero ha sido  consentido —Rosa me dio las gracias y mamá la fulminó con la mirada— Te lo dije, no sé si te acuerdas pero te lo dije. Ella es quien me ha enseñado a comerle el coño a una mujer y no abusa de mí, me trata con mucho cariño.

— Yo no recuerdo que me lo dijeras.

— Pues te lo dije.

— Tu amiga me ha pegado Pablo ¿eso te parece bien?

— No, no me parece bien pero has sido tú la que ha empezado insultando y estirándole de los pelos.

— Pero yo no la he hecho tanto daño. —dijo empezando a llorar.

— Ven que te miro. —dijo Rosa tendiéndole la mano.

— ¡Aparta tu mano de mí, asquerosa! —dijo mi madre rechazando su ayuda.

Intentó levantarse ella sola tirando de su orgullo, pero el dolor se lo impidió por lo que terminó agarrándose a la mano tendida de Rosa, ésta la ayudó a ponerse de pie y también a sentarse en la camilla, cuando intentó pasarle una pierna por encima de la camilla, mi madre volvió a la carga.

— ¡Te he dicho que no me toques, puta!

— Mira, sólo pretendo ponerte cómoda para poder examinarte, soy enfermera.

— Tú no eres enfermera, eres una zorra.

En vista de que con mi madre no había manera, la sujeté por los hombros y tiré de ella hacia mí para que apoyara su espalda en mi pecho.

— ¿Qué intentas hacer? —me preguntó furiosa.

— Que estés cómoda y dejes que te mire, nada más, pero si no quieres ya puedes marcharte, yo saldré dentro de un rato. —dije rindiéndome porque era imposible razonar con ella.

— ¡Vas tú listo! Si crees que te voy a dejar aquí sólo con la zorra ésta. —dijo.

Ella misma levantó las piernas apoyando los pies separados sobre la camilla.

— ¡Venga ya me puedes mirar! Pero te advierto que como me hayas hecho algo malo te denuncio por agresión.

Rosa aguantó todas las burradas que le decía mi madre llenándose de paciencia. Se sentó en la camilla y metió la mano por debajo del vestido de mi madre para quitarle las bragas. Pedro se colocó al lado de Rosa para mirar.

— ¿Y ese que hace mirando? —protestó mi madre dirigiéndose a Pedro.

— Éste, es mi marido y da la casualidad de que también es enfermero.

— ¡No quiero que me vea el coño! —exigió mi madre.

— Pues entonces cierra los ojos y asunto arreglado. —le recomendó Rosa terminando de quitarle las bragas, luego se las echó a mi madre que las cogió al vuelo.

Rosa recogió el vestido sobre la cintura de mi madre y se agachó entre sus piernas para examinarla, al no encontrarle nada anormal empezó a besarle el sexo pillando a mi madre por sorpresa, y reaccionó intentando levantarse pero yo la retuve sujetándola por los hombros con fuerza.

— ¡Suéltame Pablo! —chilló.

— No mamá.

— ¡Te exijo que no me hagas eso! —gritó mi madre a Rosa.

— Tranquilízate, no veo que te pase nada malo, ni siquiera tienes la vulva hinchada así que te estoy dando besitos de “cura sana”. —le explicó Rosa.

— Pues no quiero tus besos. —afirmó mi madre.

Como quieras dijo Rosa y a continuación se agachó sobre la entrepierna de mi madre yo supuse que iba a comerle el coño.

— ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! —se quejó mi madre.

— ¿Te duele mamá? —le pregunté preocupado.

— No. —contestó quejándose.

— Entonces ¿por qué te quejas?

— Pablo suéltame por favor. —me pidió mi madre forcejeando.

— No hasta que me contestes ¿Por qué te quejas?

— Joder porque me está gustando. —dijo ella en voz baja.

— Entonces disfrútalo y no te preocupes.

— No, suéltame de una vez. —insistió forcejeando otra vez.

— No te voy a soltar mamá, es mejor que no insistas.

— ¿Qué? —preguntó ella incrédula.

— Quiero ver cómo te corres mientras te come el coño.

— Eres un cabrón pervertido. —dijo insultándome y aunque dejó de forcejear la noté muy tensa.

Rosa continuaba sus chupeteos y lamidas ignorando todo lo demás. Al cabo de unos minutos noté que mi madre se relajaba y cuando gimió supe que gozaba con lo que le hacía Rosa. Pedro se había puesto a nuestro lado, estaba desnudo y se entretenía desabrochando los botones del escote de mi madre.

— Pablo no dejes que éste me desabroche el vestido.

— No pasa nada mamá, sólo te va a sobar las tetas o a lo mejor te las chupa, en cualquier caso gozarás con lo que te haga.

— No quiero que me toque. —dijo mirando cómo le desabotonaba el vestido, aunque también me percaté que le echaba miradas a la polla tiesa mordiéndose el labio inferior. Seguro que mi madre calculaba ya cuanto le iba a gustar tenerla dentro. Pedro terminó de desabotonar el vestido a mi madre y al abrirlo vio al igual que yo que no llevaba sujetador, tras reponerse de la sorpresa le sacó las tetas al aire.

— ¡Vaya tetas! Son las más bonitas que he visto en mi vida. —exclamó Pedro relamiéndose.

— Pablo ¿qué me va a hacer?

— Creo que te va a chupar las tetas mamá, así que disfruta. —dije y le solté los brazos, luego le torcí la cara y me agaché para besarla.

Mamá estaba libre, podía haberse levantado cuando quisiera pero en vez de eso aceptó mi beso agarrándome la cabeza con sus manos y me dio su lengua para que jugara con ella. Pedro empezó a lamerle los pezones. Mi madre gimió contra mi boca y a los pocos segundos dejó de besarme, cogió la cabeza de Pedro y le guió de un pezón a otro para que se los chupara por igual, al mismo tiempo la boca de Rosa seguía causando estragos en mi madre.

Como ya estaba la situación muy caliente me dije: «Que había llegado  el momento de empujar a mi madre a que le chupara la polla a Pedro».

Dejé de besarla para hablarle en un susurro.

— Mira al pobre Pedro mamá, tiene la polla tiesa por tu culpa yo creo que deberías chupársela.

— ¿Tú crees?

— Sí mamá, lo creo. Cógele por el culo y cómele la polla como tú sabes.

Mamá separó la cabeza de Pedro de su pecho, este se enderezó y ella lo cogió por el culo atrayéndole contra ella y cuando tuvo su polla al alcance de su boca se la tragó enterita porque el pene de Pedro era de un tamaño normal. « ¡Joder! Qué morbo me dio verla chupar la polla de otro tío que era ni mi abuelo ni yo». Mientras mamaba a Pedro yo empecé a sobar las tetas a mi madre, estirándole de los pezones a veces, porque sé que le gusta.

— Fíjate en sus huevos mamá, son pequeños pero estoy seguro de que te mueres de ganas por chupárselos. —le hablé de nuevo al oído.

Ella me obedeció como una buena chica, soltó la polla de Pedro y se lanzó a por sus huevos, paseando la lengua por toda la redondez de uno y de otro, los besó y sin que le ordenara nada se agachó para lamer también el escroto, yo no podía verlo pero la cara de Pedro fue suficiente para adivinar que mi madre o bien le estaba lamiendo el culo o andaba muy cerca.

Lamentablemente el placer del Pedro duró muy poco, mamá soltó un quejido seco y se echó hacia atrás, contra mi pecho para arquearse alcanzando el clímax. Su cuerpo empezó a sacudirse, jadeaba entrecortadamente, se irguió quejándose para luego desplomarse contra mi espalda.

— ¡Basta por favor! —suplicó la pobre.

Yo sabía que Rosa seguiría insistiendo por todo lo que le había insultado, así que mi pobre madre fue encadenando un orgasmo tras otro. Pedro hacia lo que yo: gozar viendo cómo se corría.

— ¡Será guarra! —gritó Rosa echándose para atrás de repente— ¡Pedro ven, corre! —llamó a su marido y cuando éste estuvo a su lado añadió— ¡Mira cómo se mea!

Yo también vi los chorros tipo sifón que soltó mi madre mojando la tripa de Rosa, Pedro tocó el coño de mi madre y un chorro le mojó la mano, cuando se la chupó dijo que no era orina, al menos no sabía como tal, frotó un poco más el coño a mi madre con la mano y vi que ésta soltaba otro chorro de líquido transparente.

— ¡Ya vale! —exclamó Rosa apartando a su marido que quería seguir frotando.

Poco a poco recobramos la compostura. Rosa se había sentado frente a mi madre también con las piernas a cada lado de la camilla. Me miró  un momento, me guiñó un ojo y de repente tiró de un brazo de mi madre separándola de mí, antes de que la pobre pudiera protestar Rosa ya la estaba morreando. Mi madre que estaba agotada se dejó comer la boca sin resistirse, pero al poco tiempo empezó a acariciar las tetas y los pezones de Rosa, la cual le devolvió las caricias. Poco después, cuando despegaron sus bocas dejó que Pedro le quitara el vestido sacándoselo por la cabeza.

— ¡Qué buena estás joder! Ven que te hago la tijera. —dijo Rosa.

A continuación sujetó a mi madre y se colocó de manera que su coño tocara el de mi madre, entonces empezó a mover el culazo frotándose contra mi madre. Ésta al principio se dejó hacer pero enseguida movió también el culazo. « ¡Que gozada era ver cómo se daban gusto! ». No  pararon hasta que alcanzaron el orgasmo ambas a la vez. Al principio se convulsionaban pero no dejaban de frotarse. La escena era tan morbosa que me puse muy cachondo y, de repente noté que Pedro me estaba haciendo una paja. Dejé que me la meneara hasta que la tuve dura, entonces le agarré por la nuca y le agaché la cabeza, no tuve que decirle nada, él solito empezó a chupármela y después a mamármela.

— Chúpamela cabrón porque me voy a follar a tu mujer. —le dije, él me miró y sin sacarse mi polla de la boca sonrió, al pobre cabrón le excitaba eso.  

— ¡Joder qué pasada! —comentó mamá habiéndose olvidado de cómo empezó todo.

— Me alegro que lo hayas disfrutado. —contestó Rosa.

— Es que lo que me has hecho me vuelve loca, ahora sé cómo dar placer a una mujer. —comentó mi madre.

— Me alegro y si quieres que lo repitamos por mí encantada,  sabes a gloria. —respondió Rosa.

— Oye, tu marido se la está chupando a mi hijo. —dijo mi madre sorprendida.

— ¡Déjale! Él goza haciendo eso a los tíos que me follan. —dijo Rosa y entonces le contó a mi madre lo que hacían en la intimidad y cómo empezó todo, por lo que escuchaba era la misma historia que me había contado a mí, pero tuve que dejar de prestarles atención porque Pedro estaba a punto de hacer que me corriera.

— Así maricón, menéamela rápido que me voy a correr. —le dije y entonces él se metió mi capullo en la boca a la vez que me pajeaba, como vi lo que quería se lo di en grandes cantidades al eyacular, Pedro se tragó todo sin hacer ascos y luego me limpió la polla con la lengua.

— Creo que mi hijo se ha corrido. —comentó mi madre.

— No te preocupes, sé cómo ponérsela dura otra vez. —dijo Rosa.

— ¿Le vas a follar otra vez?

— Sí ¿por qué? ¿se te ocurre algo mejor? —dijo Rosa.

— Yo pensaba que podíamos restregarnos otra vez. —dijo mi madre.

— Te ha gustado la tijera ¿eh? —dijo Rosa.

— Me vuelve loca hacer eso. —confesó mi madre sorprendiéndome y se lo dije.

— No sabía que te gustara hacerlo con otra mujer.

— Yo tampoco, es la primera vez que lo hago, pero qué quieres que te diga me ha gustado mucho y quiero repetir. —me contestó ella.

— ¡Pues venga! ¡Vamos al suelo! Que allí estaremos más cómodas. —dijo Rosa empezando a moverse para bajarse de la camilla, luego se acercó a mí.

— ¿Se ha corrido ya el maricón éste? —me preguntó refiriéndose a su marido.

— Aún no. —contesté viendo que Pedro había bajado la cabeza y guardaba silencio.

— Que se joda. —dijo Rosa despectivamente.

— Pobre hombre, deja que se corra mujer, mira cómo la tiene. —dijo mi madre.

— Pues que se haga una paja y ya está. —dijo Rosa.

— Desde luego cómo eres. —dijo mi madre y se agachó para chupársela a Pedro que a los pocos minutos sucumbió a la boca de mi madre, lo que más me sorprendió fue ver que se tragaba la corrida como si fuera lo normal en esos casos.

— Dala las gracias gilipollas. —le dijo Rosa a su marido y éste se las dio tímidamente, me quedé alucinado al ver el estado de sumisión en que se hallaba.

— ¿Tenéis toallas o algo para cubrir el suelo? —preguntó mi madre.

— En esa bolsa tengo tres de baño cariño. —le dijo Rosa señalando una bolsa de deportes que debía ser suya. Mi madre la abrió y sacó todas las toallas, Rosa se apoyó en la camilla a mi lado, observándola lo mismo que yo.

— Qué buena está tu madre, me gustaría tener una buena polla en vez de coño para fallármela a base de bien.

— Te gusta mi madre ¿eh? —le pregunté acariciándola el pubis.

— Me la voy a comer enterita y después me la voy a follar hasta que me suplique que pare, anda tócame el chichi un poco. —dijo llevando mi mano hasta su coño. Y mientras veíamos a mi madre colocando las toallas sobre el suelo me entretuve metiéndole mano a Rosa.

— Ya está. —dijo mi madre y Rosa se acercó a ella.

Las dos se abrazaron con fuerza y empezaron a besarse en la boca, al poco se morreaban y para mí quedó claro que Rosa era la que mandaba. Fue ella la que metió mano a mi madre entre sus muslos obligándola a levantar la pierna. La escena parecía cómica pero era muy excitante. Rosa metió los dedos en la vagina de mi madre y la folló así un poco, luego los sacó y le metió un dedo por el culo moviéndolo como si la follara con él. Yo miraba asombrado como mi madre aceptaba todo lo que le hacía Rosa, no me extrañó que se corriera al poco tiempo.

Rosa obligó a mi madre a ponerse de rodillas, ella se colocó sobre su cara con las piernas abiertas y la ordenó que le chupara el culo y mi madre obedeció como un corderito « ¿Qué tenía esa mujer que era capaz de doblegar así a la gente? ». Me pregunté.

Poco después Rosa también se arrodilló, abrazó a mi madre y empezó a comerle la boca al tiempo que se restregaba las tetas con las de mi madre, y poco a poco la fue inclinando hacia atrás hasta que tumbarla de espaldas sobre las toallas, entonces le alzó una pierna, se montó en medio y comenzó a frotarse contra la entrepierna de mi madre.

Los gemidos de mi madre y la danza del culazo de Rosa eran tan excitantes que no podía dejar de mirar. Cuanto me hubiese gustado haber podido moverme para enrollarme con ellas, por desgracia me hallaba postrado en la camilla, con Pedro a mi lado pelándose la polla como un mono.

— Hazme una paja Pedro. —le ordené y éste como un autómata me obedeció en el acto, con una mano me pajeaba y con la otra se pajeaba él, pero al poco tiempo me di cuenta de que en realidad no tenía ganas de correrme otra vez y le dije a Pedro que no siguiera pero éste no me hizo caso y siguió, tuve que sujetarle la mano para que me soltara la polla de una vez.

Pedro me miró como si no me comprendiera, como si me hubiera vuelto loco, se encogió de hombros y se acercó a las dos mujeres. Se colocó de rodillas encima de la cabeza de mi madre, ésta le agarró la polla con una mano y empezó a pajearle a la vez que le lamía los huevos. Ver a mi madre montándoselo con Rosa y con Pedro a la vez era brutal, excitante y muy morboso, pero me llamó la atención el deseo o ansia que mostraba, supongo que era víctima de una brutal excitación o a lo mejor estaba alucinando de tanto correrse, no lo sé.

Aquello era una pura locura. Sexo en estado puro capaz de enloquecer a cualquiera, incluida mi madre. Yo ni siquiera era capaz de vislumbrar si se ocultaba algo siniestro detrás de este tipo de sexo desenfrenado, en el libro de psicología que me había regalado mi abuelo decía que sí, que ese tipo de sexo era tan adictivo como las drogas duras (me refiero a la heroína o la cocaína). Y lo peor de todo es que yo había metido a mi madre en semejante fregado dejándome llevar por la excitación sexual. Ahora, viendo cómo jugaban con ella Pedro y Rosa me arrepentía pero ya era demasiado tarde para frenarla. No me agradó ver cómo Pedro le daba por el culo mientras que ella le comía el coño a Rosa, no me quedó más remedio que aguantar a que terminaran, cosa que ocurrió mucho rato después, durante el cual mi madre dejó que Rosa la meara y luego ella meó sobre la cara de Pedro, o sea, que finalizaron con pura degeneración. Luego los tres se metieron en la misma ducha y continuaron los juegos un rato más. Al salir de la ducha mi madre se acercó a mí.

— ¿Qué tal cariño?

— Aquí estoy, esperando que alguien me vista para marcharnos a casa. —dije un poco mosqueado pero ella ni se dio cuenta.

— Tienes razón, ya nos vamos. Joder, estoy reventada.

— Eso es que has disfrutado.

— He gozado más que en toda mi puta vida. —esa manera en la que se expresó no era normal en ella, seguro que seguía bajo los efectos del sexo desenfrenado, prueba de ello fue que Rosa se pegó a su espalda simulando que la follaba y ella puso el culo en pompa.

— Rosa tenemos que irnos ya, no te entretengas.

— Tienes razón cariño, te he dejado abandonado.

— No lo digo por eso, lo digo por si alguien del hospital se mosquea porque llevaremos dos horas aquí encerrados.

— ¡No me jodas! —exclamó Rosa buscando algo en su bolsa, cogió el móvil y lo miró— ¡La hostia! Llevamos dos horas y media ¿Tú gilipollas? ¿Es que no te has dado cuenta? —le dijo a su marido.

— Pues no, estaba más preocupado por otras cosas. —dijo éste.

— Menudo tonto de los cojones estás hecho —le piropeó Rosa—. No te preocupes Pablo que nadie nos ha echado de menos porque ya ha terminado nuestro turno.

— Mejor así.

— Anda déjame que te visto. —dijo Rosa.

— Le visto yo que soy su madre. —dijo mamá.

— Está bien, te lo cedo. —dijo Rosa y la besó en la boca, el beso se lo estaban dando con lengua, menos mal que no duró mucho.

Mi madre me vistió poniéndome la camiseta, iba a ponerme los vaqueros pero le dije que no, sólo las mallas, así iría más fresco.

— Me parece una buena idea así me doy un gusto mirándote el tarugo. —me dijo frotándome la entrepierna.

Antes  de vestirse, Rosa se acercó y me arrimó una teta a la boca, agradecí su gesto mamando y lamiendo el pezón, pero enseguida me retiró el pecho de la boca y me dio un beso en los labios, luego se puso el uniforme. Mi madre no se sacó una teta como ella pero me dio un beso con lengua muy rico. En sus ojos vi que había disfrutado a tope esta aventura.

Una vez vestidos todos sonreíamos tan amigos, la batalla sexual había liberado todas las tensiones. « Es curioso el poderoso efecto que tiene el sexo en las personas: es capaz de unir a las personas ya sean amigos o desconocidos » pensé.

Salimos los cuatro al pabellón de rehabilitación, Pedro empujaba mi silla, mamá y Rosa charlaban como viejas amigas.

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