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La ventana indiscreta. 01

en Grandes Relatos

Antes que nada me gustaría aclarar unas pequeñas cosas:

En abril del 2013 escribí "He vuelto" una nota aclaratoria sobre mis silencios sin publicar. Pues bien, como si fuera un presentimiento, en agosto del 2014 he sufrido un segundo infarto que por fostuna no me ha quitado de enmedio. Me he quedado bastante tocado despues de eso, pero no tanto como parar no proseguir con esta pasión que tengo: ¡Escribir! Publicar los relatos y que me lean y comenten.

Agradezco enormemente los correos que me han mandado los lectores animándome a proseguir con la saga de "La ventana indiscreta". Para no confundir a nadie he borrado los anteriores capítulos y ahora publico los nuevos "25" nada menos, algunos un poco largos, lo sé, pero son fáciles de leer y creo sinceramente que la historia merece la pena ser leída, al menos así me lo ha comunicado mi fan número uno: Mi mujer, mi compañera en esta vida y sin cuyo apoyo no hubiera seguido adelante. Desde aquí le mando un beso muy fuerte.

Tambien os envio un abrazo fuerte a todos los componentes de esta mágica web. Gracias JAYPAKA.

La ventana indiscreta

Prologo:

El macho o hembra alfa es el individuo en la comunidad a quien los otros siguen. El estatus del alfa generalmente lo consigue mediante proezas físicas. Esta expresión se refiere en ocasiones a un hombre poderoso o en una alta posición social, similar a la masculinidad hegemónica. En la jerarquía existen otros dos individuos definidos. El primero, el macho beta. El cuál es contendiente a la vez que subordinado del macho alfa. El segundo, el macho omega. Antónimo frecuentemente usado de un modo despreciativo o auto despreciativo parar referirse a machos en el escalafón más bajo de la jerarquía social. Un omega es el subordinado del resto de la comunidad y siempre son los últimos en todo, no tienen ningún privilegio.

Capítulo 1:

 

Algo sucedía entre mis padres.

Algo sucedía en mi familia que me mosqueaba mucho. Veía a mis padres con cara seria casi siempre y por más que preguntaba no me decían lo que tanto les preocupaba. Últimamente les veía hablar a escondidas y en voz baja para que no me enterara. A mí, no saber lo que pasaba me llenaba de ansiedad y a la vez no quería saberlo porque imaginaba que pasaba algo muy malo.

La tensión fue en aumento y al llegar el mes de noviembre de 2009 estalló la bomba en mi casa. Esta vez mi padre me pidió que me quedara a escuchar lo que tenía que decirnos a mi madre y a mí — ¡Malo! —Pensé. Me senté al lado de mamá y ella le hizo una seña a mi padre después de mirarme pero él dijo que con 17 años ya tenía edad suficiente para comprender ciertas cosas, entonces mi madre le dijo que hablara. Papá estaba sentado con nosotros, al otro lado de mi madre, tenía una carpeta en las manos, la abrió, carraspeó un poco y empezó a leer.

— La tienda va mal —empezó a decir—. Ya sabéis que esta crisis se está prolongando más de lo debido, lo dice todo el mundo. La gente ya no compra como compraba antes y…

— ¡Vicente por favor! sigue —le cortó mi madre porque mi padre es muy dado a enrollarse enseguida con un tema.

— El caso es que no podemos seguir manteniendo a tantos trabajadores. Lo siento mucho Paula pero hay que despedir por lo menos a 11 personas.

La noticia que nos dio mi padre cayó como un mazazo, mamá se puso pálida y yo pensé: «11 familias más destrozadas por la crisis»

— Hay algo más. —dijo mi padre.

— ¿Todavía hay algo peor? —preguntó mi madre.

— Sí cariño. Debemos unos 200.000 euros a los proveedores

— ¡Te dije que no aceptaras esa oferta! Mira que te lo dije, pero no me hiciste caso, te cegó el regalo del coche y ahora ¿qué? nos comemos la mercancía porque no se vende nada de nada ¿no es así? —le espetó mi madre cabreada.

— Bueno, algunas sí se han vendido…

— ¡Déjalo Vicente! —le cortó mi madre otra vez— La deuda está ahí y no se va a pagar sola ¿cómo lo hacemos? —preguntó impaciente por ir al grano.

— Ten un poco de paciencia Paula todavía no he terminado. —dijo mi padre tratando de tranquilizarla.

— ¿Tenemos más deudas?

— Sí. Debemos 11 meses de hipoteca al banco y seis mensualidades del colegio de Pablo, habrá que cambiarle a otro.

— ¡Dios del cielo! ¿Pero cómo no me has dicho nada? ¿qué has hecho Vicente?

Mi padre agachó la cabeza guardando silencio. Las cosas estaban peor de lo que creía pero poca cosa podía hacer yo salvo escuchar. Me recosté sobre el respaldo del sofá con las piernas encogidas y me sumí en mis propios pensamientos:

—«Tendrá que cambiar de colegio»—, repetí mentalmente burlándome de mi padre, el muy capullo aún no se ha enterado de que el año que viene empiezo en la universidad, menos mal que mi abuelo es quien dirige este clan porque si no estaríamos perdidos. El año pasado mi abuelo me habló con mucha claridad acerca de lo que debía hacer:

«Pablo escucha con atención lo que voy a decirte. En toda sociedad el núcleo más importante es la familia. Hoy, la sociedad está tan corrompida que terminará destruyendo a todas las familias y el día que eso suceda ya puedes decir adiós a la sociedad tal como la conoces.

No tengo miedo abuelo, sé que tú cuidas de nuestra familia.

Por supuesto, y la mejor manera de cuidar a una familia es actuar como las manadas de lobos ¿cómo crees que encaja eso en nuestra familia?

Evidentemente el macho alfa eres tú abuelo, el macho beta mi padre y la hembra beta mi madre y yo supongo que seré el macho omega, el más joven de la manada.

Te equivocas Pablo, el macho Omega es el lugar de tu padre, tú eres el macho beta junto con tu madre. Algún día tú serás mi heredero y por tanto, también el encargado de mantener a nuestra familia unida para que sea fuerte y pueda sobrevivir, por eso es tan importante que tengas una buena preparación. A lo largo de tu vida te tocará enfrentarte a toda clase de lobos dispuestos a devorarte si te consideran débil y detrás irá tu familia, por eso quiero pedirte que hagas un gran sacrificio: el año que viene debes terminar el bachiller para que cuando cumplas los 17 años entres en la universidad. Solo por eso serás admirado y destacarás por ser el estudiante más joven de toda la universidad doctorado en ciencias económicas y, si te ves con fuerzas, refuerza tus estudios con otra materia como Psicología por ejemplo.

Pero abuelo tendré que hacer las carreras a la vez y son muy fuertes.

¿Acaso tú no lo eres más?

Claro que sí.

No te pediría este esfuerzo si no confiara en ti.

Gracias abuelo por confiar en mí, no te defraudaré.

Lo sé hijo. —dijo y nos fundimos en un fuerte abrazo».  

Y he cumplido mi promesa, a mis dieciséis años he terminado el bachiller haciendo los dos cursos a la vez y sacando matrícula de honor.

El director del colegio, después de darme la enhorabuena me ha dicho que hay unas cuantas Universidades interesadas en hablar conmigo, sólo espera que le dé mi permiso para que ellos puedan ponerse en contacto conmigo. Ya le dije entonces que necesitaba un poco de tiempo para pensar, antes de hacer nada debo hablar con mi abuelo para que me aconseje y como aún no he podido hablar con él, sigue esperando mi respuesta. En realidad no sé por qué se ha armado tanto alboroto ¡Joder, ni que hubiera ganado el premio Novell!

Para mí estudiar es muy sencillo: dispongo todo el material en una mesa (libros y apuntes) y me dedico a leer sin intentar comprender lo que estoy leyendo, simplemente alimento a mi cerebro con información. Mi cerebro tarda una hora o más (según el volumen de información) en almacenarla en mi memoria y otra hora más en comprender toda esa información, a partir de ahí es cuando hago los deberes y trabajos que me mandan en el instituto. A veces me sobran un par de horas antes de cenar y me dedico a ver videos porno por internet para masturbarme. Si no me ha sobrado tiempo, lo dejo para después de cenar, cuando subo para dormir a mi habitación veo unos cuantos videos porno y me hago una paja. Puedo hacerlo tranquilamente por que mis padres pasan completamente de mí como yo de ellos.

Por eso, que mis padres no valorasen el sacrificio que hacía estudiando era otra desilusión más para mí, además, me molesta un montón que el capullo de mi padre ni se haya enterado que he terminado el Bachiller. Ahí está, sentado, recitando lo que ha escrito previamente en una hoja para darse importancia cuando ni siquiera es capaz de memorizarlo y hablar de ello sin perderse. ¡Y cómo le gusta enrollarse! ¡Cuando engancha un tema no lo suelta! No me extraña que mamá le corte constantemente pidiéndole que vaya al grano.

¿Y mi madre? Otra que tal. Una pija encerrada en su «mundo de yuppie» ajena a lo que pasa a su alrededor. Qué sabrá ella de la crisis o de la gente que lo está pasando realmente mal. Para mi madre yo he sido siempre «Pablito o el niño», no Pablo, el adolescente. Sólo se acuerda de mí cuando cree que en alguna postura se le ve más de la cuenta, o cuando mi padre la abraza y la acaricia el culazo « ¡Vicente que está el niño!» ¿Acaso cree que me voy a asustar? Me dan ganas de decirle: « ¡Pero si tengo internet en mi habitación! ¡Espabilada!» Seguro que he visto más sexo del que ella haya podido ver en toda su vida ¡A la mierda ella y mi padre, los dos!

Pues mira por dónde estudiaré también psicología pensando en lo que me dijo mi abuelo cuando me pidió que me sacrificara. Me encanta observar el comportamiento humano, por ejemplo, en el colegio me llaman «el rarito» porque siempre estoy estudiando en vez de divertirme como ellos o «el maricón» porque nunca he salido con una tía —« ¿Pero qué sabrán ellos? ¡Si internet me da más satisfacciones de las que tendréis vosotros en vuestra miserable vida!»—. Me la pela que se metan conmigo, y encima creerán que me humillan ¡Pobres tontos que no ven más allá de sus narices! Si observaran a la gente como hago yo, encontrarían más satisfacción que meter mano a una tía. Tengo un montón de videos de mis compañeros de clase metiéndoles mano a las tías y de ellas haciéndoles pajas a ellos, a lo mejor un día los cuelgo en una página porno a ver qué pasa.

Las tías son otro “punto y aparte”. «Aprendí cómo son con Cris, una compañera de clase que yo consideraba una amiga, la única que ha estado en mi casa más de una vez. Una tarde quedé con ella en mi casa para enseñarle un video porno, le había hablado del material que tenía y se excitó tanto que me estuvo insistiendo una semana para que se lo enseñara. Fui un tonto, tenía que haberme aprovechado de su excitación y habérmela follado. Eso fue lo que me dijo mi abuelo cuando le conté lo que me hizo. El caso es que a Cris le gustó tanto el montaje que había hecho con los videos capturados a los compañeros a escondidas, que con los ojos brillantes de excitación me daba golpes en el muslo con su rodilla animándome a mostrarle más (y es que en el fondo, todos somos voyeurs). Pasamos toda la tarde mirando videos porno, unas veces riéndonos de lo que veíamos y otras poniéndonos cachondos. No intenté nada porque como dice mi abuelo, todavía me falta picardía.

Y luego va Cris y cotillea por todo el colegio que yo prefería estar todo el día encerrado en mi habitación viendo porno en internet a salir a divertirme, sin decir que ella también lo veía conmigo. Ése día me di cuenta de que las tías son un asco —“¡Que las den mucho por culo!”— Han sido tantas las decepciones que me he llevado intentando socializarme con los compañeros de clase que prefiero estar solo ¡No los necesito!

Mi abuelo es el único que conoce mis problemas. Él me da toda la confianza para poder hablarle de todo lo que quiera. A veces me da montones de informes de diversos tipos, económicos, financieros, estudios de mercado o de marketing y me pide mi opinión ¡Cómo no voy a sentirme orgulloso de mi abuelo! Entre él y yo ha surgido una química especial. Tenemos la misma cohesión que el oxígeno y el nitrógeno formando el aire, o el oxígeno y el hidrogeno formando agua.

Pero hay más, desde que tenía 13 años cuando me abraza me he dado cuenta de que aparte de sentir la típica felicidad, noto también el bulto de su polla presionando contra mi paquete, eso me excita de tal manera que cuando me hago una paja me imagino mordiéndole la polla a mi abuelo por encima del pantalón. Creo que si de verdad me atreviera a hacerlo en vez de regañarme se la sacaría afuera y dejaría que se la comiera hasta que explotara de placer. No me considero homosexual, sólo se lo haría a mi abuelo. Y a otra que me comería sería a mi madre, me encantaría morderle el coño para gozar mientras grita de dolor y de placer».

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Mamá rompe a llorar de pronto devolviéndome a la realidad. Mi padre le pasa un brazo por los hombros y la consuela apretándola contra él no parece tan preocupado como ella y eso se debe a que ya tiene pensado un plan —« ¡Adelante papá, cuéntanos esa genialidad, sorpréndenos!»— Me digo.

Ella se recuesta sobre mi padre y al hacerlo su excitante pierna queda al alcance de mi vista. Puedo verla desde el pie hasta la redondez de la nalga porque hoy lleva unas braguitas rojas tan sexys como incapaces de contener su culazo (tengo videos de casi todo el repertorio de bragas de mi madre dispuestas sobre su cama mientras me hago una paja) y si mi padre la moviera hacia él un poco más, se le subiría la pierna y tal vez podría verle hasta los pelos del coño, aunque cabe la posibilidad de que lo tenga depilado, quien sabe. Me encanta soñar, porque es de las pocas cosas que son gratis.

— ¿Y si hablas con tu padre? —dice él acariciándola el pelo.

— Vicente mi padre nos ha sacado de muchos apuros, no puedo pedirle que nos ayude otra vez. —contesta mamá.

— Ya, pero esta vez es distinto. —insiste papá.

— Claro y la anterior a ésta también y la anterior a la anterior… ¿quieres que siga? —le reprocha mamá.

Están enzarzados en un dialogo que no les lleva a ninguna parte, pero por mí que sigan, me estoy poniendo las botas mirando a mi madre. Siento un delicioso gusto en el capullo y noto cómo me empalmo. Me meto la mano por dentro del calzón corto (siempre lo llevo por casa porque es más cómodo y me puedo hacer las pajas fácilmente), me agarro la polla, me la aprieto y un gusto terrible me recorre el cuerpo cuando se me estira. En ese momento fantaseo con mi madre, está tan buena que le pegaría mil polvos seguidos si pudiera dominarla, pero hay que andarse con ojo porque a veces tiene un carácter muy jodido, por eso  le puse el mote de “la loba”.

Mi padre le insiste en que debe hablar con el abuelo pero ella está indecisa. Y para convencerla no se le ocurre otra cosa que deslizar la mano que antes apoyaba en su hombro por el costado de mamá, deteniéndose en la nalga desprotegida y apretarla, pero no se conforma con eso, quiere llegar a más. Rodea el muslo, palpa las bragas y se guía hasta tocar el bulto del coño. Se lo roza con las yemas de los dedos, haciendo presión a la altura de la vagina. La muy zorra agradece la caricia apretándose contra mi padre y encima se ladea un poco más levantando la pierna, como invitando a ese dedo a que penetre dentro de las bragas. Viéndolo me da por pensar: « ¡Por qué yo no puedo hacerte eso mamá, me lo merezco más que él porque soy tu hijo! ». Y de repente la muy idiota se sobresalta.

— ¡Vicente, el niño! —exclama alterada. Mi padre retira la mano rápidamente.

— ¿Has visto algo Pablo? —me pregunta con cara seria y mirada inquisitoria.

— ¿Qué tendría que ver mamá? —contesto haciéndome el inocente.

— ¡Anda vete ya a tu habitación que es tarde!

« ¡A la mierda! Se me acabó el espectáculo» ─me dije. Me molesta tanto su actitud que no me da la gana ocultar mi erección.  Me levanto con una tienda de campaña considerable en mi entrepierna, me acerco a mi madre que está distraída con mi padre y hago que me caigo, ella se levanta rápidamente para sujetarme y yo le clavo mi polla en el estómago, que se entere de cómo estoy por su culpa, pero ni se inmuta, ni siquiera me mira la entrepierna y eso que mis erecciones son espectaculares. Me sonríe y me da un “piquito” en los labios.

— ¡Hasta mañana cariño! —dice dándome un azote cariñoso en el culo « ¡Yo sí que te daría azotes mamá! ─pensé».

En cambio es mi padre el que me mira la erección « ¿Le gustarán también los tíos? » ─pensé mientras me agacho sobre él, le abrazo juntando mi cara con su cabeza que sigue agachada « ¡Cuánto disfruto sabiendo lo que me mira! ». La mente se me llena de perversiones. Una de ella es que me gustaría sujetarle la cabeza y susurrarle al oído: —« ¡Bésame la polla papá! ¡Vamos maricón chúpamela un poco! Porque luego me voy a follar a tu mujer hasta reventarla»—. Mi padre me aparta un poco (seguramente se siente avergonzado por mirarme la erección) y me besa también en la cara.

Más cachondo que un perro en celo me dirijo a las escaleras, subo a mi habitación y entro cerrando la puerta. Me echo sobre la cama y me saco la polla y los huevos por la pernera del calzón. Me agarro la base de la polla con tres dedos y empujo hacia abajo despacio, inmediatamente mi polla se agita en el aire, crece y engorda un poco más,  siento un gusto terrible que me invita a correrme, pero me aguanto y me mantengo así, mirando excitado cómo me brilla el capullo. Empujarme la polla hacia abajo me produce mucho gozo, por eso lo hago. Un momento después cierro los ojos y empiezo a pajearme despacio imaginando que es mi madre quien me masturba, hasta que llega el momento en que no puedo soportarlo más y mi polla lanza seis chorros de lefa dentro de la papelera. « ¡Joder qué gustazo!».

 

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Al final, mi madre se había decidido por ir a pedirle ayuda a su padre (mi abuelo) pero mi padre parecía tener prisa, no paraba de interrogarla sobre cuando iba a ir. Estuvo insistiendo todo el tiempo que desayunamos. Estuve a punto de saltar y decirle: «papá deja ya de dar la brasa». No sé cómo mamá le soporta dado el carácter que tiene pero se mantuvo callada, mirándome con seriedad «Verás ¿A que pago yo los platos rotos?» —Me dije. Cuando nos pusimos de pie para marcharnos fue cuando le dijo:

— Ya le he llamado Vicente, iré esta misma tarde a verle ¿contento? Pues deja de dar el tostón de una vez.

— ¡No te enfades Paulita! —dijo él en broma yéndola a dar un beso, pero ella se echó hacia atrás y yo me reí por dentro.

— ¡Te he dicho mil veces que no me llames así! El único que me lo puede llamar es mi padre, que no te lo tenga que repetir otra vez.

Mi padre lo sabía, sólo quería gastarle una broma pero ahí estaba el jodido carácter de “loba” de mi madre para recordárselo. Esa advertencia le cortó a mi padre y ya no la besó. Cuando la besé yo, me pidió que la acompañara a ver al abuelo y acepté encantado (así me podría dar un chapuzón en la piscina o por lo menos mojarme los pies mientras ellos hablaban de sus cosas), sonriéndome me dio las gracias dándome un besito en los labios, esa es la mayor concesión que he conseguido de mi madre.

 

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Mi abuelo vive en “La Moraleja” una urbanización de lujo a las afueras de Madrid porque se lo puede permitir (no entraré en detalles, sólo los necesarios). Nosotros vivimos en otra Urbanización distinta de la de mi abuelo que es más modesta pero todos los que viven allí son unos pijos como mi madre.

Como he explicado antes, siempre que nos vemos mi abuelo y yo nos embarga la felicidad, y el cariño nos aflora sinceramente sin ocultar nada. Nos dimos unos besos en las mejillas y como siempre hace me abrazó con fuerza pegándome contra su cuerpo.

Y yo encantado, me dejo estrujar sintiendo el bulto de su polla contra el mío. Si fuera por mí permanecería horas pegado a su cuerpo frotando mi paquete contra el suyo, qué pena que estemos vestidos.

— Mamá me voy a la piscina para no aburrirme.

— No Pablo, te puedes resfriar.

— Hija deja que se bañe son las seis de la tarde y tenemos 30 grados de temperatura.

— Es que no se ha traído bañador ¿verdad? —dijo ella mirándome.

— Pues que se bañe en calzoncillos. —contestó el abuelo por mí.

— Papá ¡No! con los calzoncillos mojados, cogería frío. —insistió mi madre.

— ¡Vale ya Paulita! —medió mi abuelo mosqueado— si estás cabreada conmigo dilo, pero no la pagues con Pablo tratándole como si tuviera cinco años, deja que se bañe como quiera, como si quiere hacerlo en pelotas.

Ella se repliega inmediatamente al ver que su padre se mosquea —« ¿Respeto o temor? »—Me pregunto.

— No estoy cabreada contigo papá, no te enfades. —dice ella con voz melosa y le besa en la cara.

— Entonces báñate en pelotas Pablo. —me dice mi abuelo.

Me quito la camiseta rápidamente y me desabroché los pantalones que cayeron de golpe a mis pies, pero cuando me iba a quitar los calzoncillos se me adelantó mi abuelo que ya tenía una rodilla sobre la hierba. Me quedé mirando cómo metía los dedos por dentro del elástico y al tirar hacia abajo terminando de desnudarme noté un escalofrío « ¡Abuelo tócame la polla un poco!» — Pienso de repente.

— Menuda polla tienes chaval —dice mi abuelo.

— ¡Por Dios papá no seas basto! —protestó mamá mirándome también la polla.

— No hago nada malo, sólo estoy admirando a mi nieto. —dijo él mirándome con orgullo.

De repente mi abuelo me agarró la polla con toda la mano, involuntariamente separé las piernas y excitado eché las caderas hacia delante dispuesto a disfrutar. El abuelo me levantó el pene para examinarme los huevos y me los sopesó con la otra mano. Era la primera vez que mi abuelo me tocaba ahí notando un gusto de muerte, y claro, entre eso y el calor de su mano tuve una erección.

— Deja ya de tocarle papá. —insistió mamá pero no lo impedía, yo creo que la gustaba mirar.

— Pero hija si le vengo tocando desde que era un niño o ya no te acuerdas de cuando le ponía a mear.

— ¡Pero mira cómo se está poniendo! —exclamó ella alterada y añadió: — ¡Y tú, no te dejes tocar!

— « ¡Que no me dejara tocar!»— Me decía — «como que iba a parar a mi abuelo precisamente cuando más disfrutaba, lo siento mamá pero no te hago caso»—me dije.

Mi madre retrocedió unos pasos nerviosa y se quedó mirando sin decir nada, yo por el contrario estaba en la “gloria” y para demostrarle que me gustaba el sobeteo que me estaba dando en los huevos la miré sonriendo.

El abuelo me agarró la polla, apretó la mano y me dio varios estirones suaves, (parecidos a los que me doy yo cuando me masturbo) provocando que mi polla se me pusiera muy dura.

Mi madre miraba con cara de cabreo pero bien que observaba lo que me hacia el abuelo, el cual me descapulló bajándome la piel para examinarme con detenimiento el glande y la zona del frenillo, luego me bajó el prepucio todo lo que daba de sí y el capullo se me inflamó,  asintió con la cabeza y por último apretó con suavidad abriéndome el agujero de la punta.

— Por aquí debes soltar litros de lefa. —dijo el abuelo guiñándome un ojo.

— ¡Se acabó papá! Vamos adentro ¡Y tú! —me señaló mi madre con su dedo índice— metete en el agua y quítate “eso” — dijo mirándome la erección, luego dio media vuelta encaminándose hacia la casa con paso rápido. El abuelo chasqueó la lengua desaprobando la conducta de su hija.

— Lo siento Pablo, nos ha cortado el rollo.

— ¿Has visto lo que ha dicho mi madre? ¡Quítate eso! Como si mi polla fuera un defecto de mi cuerpo.

— No es eso Pablo. Lo que le pasa a tu madre es que está aturdida porque acaba de ver que su niñito ya es un hombre en puro proceso de crecimiento.

— Pero las cosas se pueden decir de otra manera.

— Pablo no seas niño o creías que tu madre te iba a hablar como lo hace con tu padre.

— No, claro que no.

— Anda vete a la piscina pero yo que tú me haría antes una buena paja. —al decirlo me cogió del pellejo del capullo y agitó mi polla un par de veces— cuando vengas el viernes te daré una sorpresa.

— ¿Qué sorpresa? —pregunté emocionado.

— ¿Qué te tengo dicho?

— Que la precipitación es la madre del desastre.

— Entonces espera hasta el viernes.

Con esas palabras dio por zanjada nuestra conversación y se encaminó hacia la casa donde ya le esperaba mi madre. Ahora mi cabeza bullía excitada pensando en la sorpresa que me daría el abuelo el viernes y me olvidé de hacerme una paja. Dejé la ropa donde estaba y me metí en la piscina de golpe, el agua fría acabó con mi erección casi instantáneamente. Nadé a lo largo de la piscina una docena de veces y luego me senté en el bordillo chapoteando en el agua con los pies, me relaja hacer eso.

Fue en ese momento cuando me pareció escuchar voces de personas discutiendo. Me quedé quieto y escuché atento. Y las oí de nuevo perfectamente. Al girarme vi iluminado el despacho de mi abuelo, era de ahí de dónde venían las voces. Un poco mosqueado me acerqué de forma furtiva para enterarme de lo que pasaba. Según me acercaba supe que podía espiar tranquilo ya que los arbustos del jardín me tapaban. Al llegar me agaché y miré por la ventana.

Mi madre y mi abuelo parecían muy acalorados, tanto, que la blusa de ella a veces se inflaba al respirar amenazando con saltar los botones. Mi abuelo agitaba las manos a la vez que le gritaba a mamá diciéndole que la culpa de nuestra situación era del maricón de mi padre. Me quedé sin habla. Jamás hubiera pensado que mi abuelo sería capaz de decir eso de mi padre y mucho menos decírselo a la cara a mi madre. Tal como yo esperaba Mamá defendió a mi padre gritándole al abuelo que su marido no era ningún maricón, que en todo caso lo sería él. Yo no entendía nada ¿qué había pasado para que se pusieran a discutir de esa forma? Empecé a ponerme nervioso, intuía algo malo.

Mi abuelo giró rápidamente la cabeza para mirarla y sin gritar la dijo muy serio:

— Estás muy equivocada hija, no me dejas otra opción que demostrarte cuanto te equivocas.

— ¡Mira como tiemblo gran hombre, no eres más que una mierda forrada de dinero! ¿Tanto te cuesta compartir un poco con tu hija y tu nieto? ¡Eres un jodido tacaño!

— Estás empeorando las cosas. —contestó el abuelo con calma sacando de quicio a mi madre.

— ¡Y qué me vas a hacer ¿eh?! —chilló como una histérica.

— Lo que tenía que haber hecho hace muchos años. Darte lo que te mereces Paulita. —dijo el abuelo sin chillar.

— Te aprovechas de que no está ella. —dijo mi madre que a saber a quién se refería con lo de “ella”, tal vez lo dijera por Sally, la criada de mi abuelo pero todos sabíamos que los jueves libraba.  

— No metas a tu pobre madre en esto ¡Ni la nombres si quiera! Deberías estarle agradecida, gracias a ella estás casada con ese gandul que tienes por marido.

— ¡Mi marido no es ningún gandul! —chilló ella con la cara desencajada— ¡Es más hombre que tú! —añadió.

— Qué confundida estás hija mía.

— ¡Nunca te ha gustado porque no hice lo que tú querías! ¡Pues te jodes!

— No Paulita, la que se va a joder eres tú. —contestó mi abuelo. 

Mi madre se abalanzó sobre él con tanta rapidez que le sorprendió. Su mano derecha se estrelló contra la cara de su padre propinándole una tremenda hostia que tronó hasta en la calle. El abuelo ladeó la cabeza por el impacto. Yo me horroricé. Jamás había visto a mi madre ponerse así y encima había pegado a su propio padre. Mi madre estaba tan fuera de sí que intentó darle otra pero ya no pudo sorprender al abuelo otra vez porque éste le sujetó las dos manos.

Ambos forcejearon pero mi abuelo logró inmovilizar los brazos de mi madre. Ella le dio una patada en la espinilla, él se aguantó, ella intentó darle un rodillazo en la entrepierna, afortunadamente mi abuelo levantó una pierna para protegerse y la rodilla de mi madre se estrelló contra la de él. El abuelo se puso tras ella, tiró hacia sí y la echó sobre el suelo. Eso descompuso a mi madre que empezó a lanzar patadas al aire aunque ninguna podía alcanzar al abuelo ya que estaba detrás de su cabeza.

Recuerdo que contemplaba la escena muerto de miedo, no podía hacer nada salvo seguir mirando. El abuelo logró quitarse el cinturón con una sola mano. Me entró pánico. Debí palidecer porque de repente me sentí la cara helada y, en un arrebato de valor me dije que si pegaba a mi madre entraría en la casa para defenderla como fuera. Pero el abuelo logró hacer un lazo con su cinturón utilizándolo para atarle las dos muñecas de los brazos a una de las patas de su mesa de escritorio, la que daba hacia afuera no debajo de la propia mesa. Aun atada, mamá se debatía como una leona lanzando patadas al aire con la intención de alcanzar a su padre que ahora estaba de pie mirándola, quitándose la camisa tranquilamente.

Al comprobar que no iba a pegarla la rabia se me pasó de inmediato siendo sustituida por excitación —« ¡Sigue dando patadas mamá, sigue!»— Me dije contemplando sus torneadas piernas y las braguitas de color negro —« ¡Joder se lo estaba viendo todo! Ni en mis mejores sueños podía imaginar algo así». De pronto, mi mirada se posó en el bulto de su sexo. El que tanto deseaba ver pero que siempre estaba oculto, tenía la impresión de que esa tarde mamá me iba a mostrar todos sus “secretos” íntimos.

El abuelo ya se bajaba los pantalones tranquilamente. Mamá le insultó llamándole hijo de puta y cobarde. Intuía igual que yo lo que le iba a suceder. Mi abuelo ¡se la iba a follar! ¡Joder, iba a ver como se follaban a mi madre contra su voluntad! ¡Con la mala leche que ella tenía!

Me tuve que apartar un momento de la ventana y calmarme, si seguía mirando iba a correrme sin haberme tocado siquiera. Respiré hondo por la nariz y expulsé el aire por la boca unas cuantas veces para calmarme y volví a mirar por la ventana.

Mi abuelo se había quitado los calzoncillos y estaba como Dios le trajo al mundo. Era la primera vez que le veía el culo y debo decir que me gustó. No quiero decir con esto que me sintiera atraído, me refiero a que visto de espaldas, el abuelo parecía más joven de lo que en realidad era. Sus nalgas carecían de vello (las que están cubiertas de mucho pelo me parecen asquerosas) y no tenía los clásicos pliegues en la zona donde empieza el muslo que suelen tener los hombre de su edad, o sea, que el abuelo estaba en forma y se conservaba muy bien para sus 61 años. Lo malo es que al estar de espaldas no podía verle la polla ¡Y necesitaba verla! ¡Tenía que saber cómo era la polla que iba a forzar a mi madre! —« ¡Abuelo enséñame tu polla por favor!» Grité mentalmente, obviamente él no me escuchaba y no se giró.

Mi madre seguía pataleando sin embargo al verle desnudo aumentó el volumen de sus gritos, insultándole de forma horrible. Se llegó a cagar en la madre que le había parido, supongo que cualquier persona en su estado habría dicho lo mismo o tal vez más. Él en ningún momento contestó a sus insultos, permaneció callado sólo la miraba.

Si no intervine fue porque los gritos y todos los chillidos que daba mi madre eran para insultar a su padre, en ningún momento había pedido socorro o ayuda. Mamá sabía que yo estaba fuera, si hubiera gritado mi nombre habría entrado en el despacho y mi abuelo se habría detenido, pero ella nunca gritó mi nombre para que la ayudara, me ignoró por completo y lo mismo hice yo con ella.

La falda se le había subido a la altura de las caderas, por lo que al lanzar patadas al aire le veía el precioso culo y, cuando paraba un momento para descansar volvía a fijar mis ojos en el abultado coño que se le marcaba en las bragas. El abuelo se puso a gatas en el suelo y pasó una pierna por encima de la cabeza de su hija, por lo que ella tuvo que verle los genitales perfectamente. Me hubiera gustado saber lo que pensaba ella al ver lo que su padre le iba a meter. El abuelo quedó sentado sobre su pecho.

— Papá por favor no me hagas daño, te lo suplico.

— Eso depende de ti, aunque tendré cuidado. —contestó él.

— ¡Me lo harás aunque no quieras si me metes todo eso! —sollozó ella.

Al escuchar a mi madre mi imaginación se disparó aumentando mi excitación.

— Tú te lo has buscado Paulita.

— Perdóname papá no me daba cuenta de lo que decía. —dijo ella llorando.

— Claro que te dabas cuenta, querías hacerme daño y lo has conseguido.

— Defendía a mi marido, entiéndelo por favor. No sigas papá.

— Deja de suplicar, me estas cansando. —sentenció el abuelo.

De nuevo mi abuelo demostró su inteligencia. Levantó su pierna izquierda deslizándola por encima de mi madre. Pretendía meterla entre las piernas de ella pero mi madre no se lo ponía fácil levantando las rodillas pero al final el abuelo logró su objetivo, se echó sobre ese costado con todo el peso de su cuerpo inmovilizando la pierna de mi madre contra el suelo, ella chilló como si la pasara un coche por encima, pero el chillido era fruto de la impotencia que sentía al darse cuenta de que no podía impedir lo que le iba a pasar.

El abuelo al hacer lo mismo con la pierna derecha no tuvo tanta dificultad, con lo que quedó alojado entre las piernas de mi madre. Ella chilló de nuevo sabiéndose vencida.

El abuelo se irguió apoyándose en el suelo con una sola mano y con la otra arrancó las bragas a mi madre de un tirón. Ella se quejó y se cagó en su padre, mi abuelo tiró hacia atrás las braguitas rotas. De pronto mi madre se quedó quieta ¿Se iba a rendir así de fácil? ¿Dónde estaba ese carácter de “loba”? «Qué volubles son las mujeres». Me  dije.

Nada más hacer esa reflexión ella levantó un poco la cabeza « ¡Encima quiere verlo con todo detalle! ». Me dije, pero me equivoqué, mi madre le escupió saliva a la cara llamándole cerdo. Él ni se inmutó, ni siquiera se limpió el escupitajo pero le hizo una recomendación a su hija.

— Cuanto más te abras de piernas mejor, déjate hacer y todo irá bien.

— ¡Serás cabrón! ¡Encima me pides que me deje follar!

— ¡Vale ya! —bramó el abuelo y ella se calló de golpe.

De pronto ella gritó: —“¡No! ¡No! ¡No!”— Pero ya era tarde, mi abuelo estaba empujando con fuerza porque apretaba las nalgas. Ella dejó de gritar, bufó y jadeó muchas veces luego se quejó lastimeramente, parecía estar a punto de parir pero todo cesó cuando el abuelo se detuvo, seguro estoy que ya le había metido todo lo que tenía que meter —« ¡Así se hace abuelo! ». Pensé.

— Ahora me estaré quieto un poco, para que te acostumbres. —le dijo.

Mi madre “la pobrecita” sólo sabía decir — “es muy gorda, es muy gorda” — y resoplaba. « ¿Realmente se queja de dolor o es que la está gustando? ». Pensé.

Pasados dos minutos por mi reloj, el abuelo se echó un poco hacia adelante apoyando las palmas de las manos en el suelo a los costados de mi madre y empezó a moverse adelante y atrás. Mamá volvió a insultarle, intentando a la vez golpearle con los talones en la espalda, era evidente que no le quería dentro de ella.

Mi abuelo siguió moviéndose, apretando las nalgas con fuerza cuando llegaba al final para meterse profundamente, sin compasión, porque una tía como mi madre se merece que la gocen hasta hacerle mearse de gusto. Miré el reloj, llevaban un minuto y mamá continuaba forcejeando a la vez que no paraba de insultarle « ¡A ver cuánto tarda en rendirse! ». Me dije, porque tenía muy claro que mi madre claudicaría tarde o temprano.

Y así fue. A los dos minutos los insultos se fueron espaciando. Dos minutos después sus piernas alzadas aún se movían, pero no porque quisiera golpear a su padre sino por la inercia de los meneos que le daba mi abuelo. Entonces pensé: «Una de dos, o está cansada o se ha rendido a lo inevitable». A mí me parecía que mi madre había elegido la segunda opción.

El abuelo le bombeaba el coño con un ritmo lento pero constante y ella gemía cada vez más, dejó de mover las piernas y las colocó sobre el suelo bien separadas permitiendo que su padre profundizara en ella  sin dificultad, pero segundos después las levantó para rodearlas en torno a la cintura de él, enganchando un pie con el otro. Miré mi reloj, habían pasado seis minutos y sonreí orgulloso ¡Joder con mi abuelo! Había rendido a mi madre en tan sólo seis minutos. Al mirarlos me di cuenta de que ahora ella no sólo se dejaba follar, sino que aportaba su granito de arena levantando el culo cuando mi abuelo empujaba.

« ¡Abuelo eres un crack! ». Me dije.

Vencida la resistencia de la “loba” que ahora no cesaba de jadear, mi abuelo se dedicó a hacer “filigranas”. Al subirle la blusa y el sujetador las tetas de mi madre quedaron expuestas, me fijé especialmente en sus pezones por que los tenía de punta y, ¡Joder! El abuelo se estaba dando un festín lamiéndolos o chupándolos, según, mamá jadeaba y miraba como su padre le comía las tetas. Luego, él metió los brazos por debajo de las corvas de las piernas de ella y se echó hacia adelante.

Aluciné  al ver los gordos testículos de mi abuelo sobresaliendo por debajo de su culo de tanto como empujaba ¡Con qué maestría se follaba a mi madre, daba gloria verlo! Me toqué un poco la polla y apunto estuve de correrme, no aguantaría mucho más y lo mismo le ocurría a mi abuelo que había acelerado el ritmo. De pronto sentí otro latigazo de gusto en la punta de mi capullo, iba a correrme ya pero al escuchar los gritos de placer que daba mi madre, me esforcé por aguantarme, quería esperarla, a ver si lográbamos corrernos a la vez.

Los gritos de ella anunciando su orgasmo provocaron que yo me corriera también. Me giré hacia los arbustos con las rodillas un poco flexionadas y me pajeé varias veces notando mis pesados huevos columpiándose entre mis piernas. La casualidad nos unió a mi madre y a mí. Al escucharla gritar, yo entré en éxtasis. Se me cayó la cabeza sobre el pecho y mi polla lanzó varios latigazos de lefa muy seguidos. El gusto que sentía era tan fuerte que se me doblaron las piernas y caí de rodillas sobre la hierba, mi polla no cesaba de bombear goterones de semen, me estaba muriendo de gusto y al tener la boca abierta se me escapó la saliva. Al final, agotado por el esfuerzo me dejé caer hacia adelante apoyando mis codos en la hierba.

En esa postura mi capullo rozó los tallos de las hierbas y el cosquilleo produjo una contracción en mi polla, no sé si me salió semen o no, la sensación que tenía es la de haberme vaciado por completo. La frescura de la hierba fue un gran alivio para la quemazón que sentía en el capullo.

Los berreos de mí madre sonaban fuera del despacho cosa que me sorprendió « ¡Joder! No puede ser que aún se esté corriendo». Pensé. Sentía curiosidad por saber lo que ocurría dentro del despacho pero no tenía fuerzas para levantarme. Tardé cinco minutos en reunir las fuerzas necesarias para ponerme de pie y, al mirar de nuevo por la ventana vi asombrado que el abuelo seguía bombeando el coño de “la loba” o sea, que todavía no se había corrido.

Se me hacía pesado mirar siempre lo mismo todo el rato. La escena era tremendamente monótona, él se movía y ella aullaba de gusto.

« ¡Vamos abuelo córrete de una santa vez! » Pensé.

Los minutos pasaban terriblemente despacio pero de pronto él se agarró a los hombros de mi madre y empujó, lo hizo con tanta fuerza que el ojete de ambos se abombó hacia afuera e inmediatamente los dos esfínteres empezaron a contraerse rápida y sucesivamente, en una coreografía desincronizada pero morbosa y muy excitante.

« ¡Era maravilloso ver cómo se corrían los dos a la vez! ».

Al mirar mi reloj me quedé loco. Mi abuelo había tardado 22 minutos en correrse en cambio mi pobre madre a saber las veces que se había corrido ya. Durante un par de minutos ninguno se movió, de vez en cuando el esfínter del abuelo tenía algún que otro espasmo y me imaginé que le estaba bombeando a mi madre sus últimas reservas de lefa.

Al separarse el abuelo y ver el boquete que le había abierto en la vagina a mi madre me asombré. « ¡La hostia, menuda polla debe tener el viejo! ». Pensé. Mamá dobló las piernas por las rodillas apoyando los pies en el suelo para descansar, segundos después su vagina expulsó el semen espeso y blanco como el pelo de la cabeza de mi abuelo.

Éste se sentó en el suelo para descansar un poco, luego desató las manos a mi madre. Ésta se incorporó sentándose también, se frotó las enrojecidas muñecas de los brazos mirando a su padre de reojo, y sin previo aviso le abrazó, el abuelo no rehuyó el abrazo pero tampoco hizo nada por devolvérselo ya que las palmas de sus manos seguían apoyadas en el suelo.

Ella le buscó la boca para besarle pero él apartó la cara y se deshizo del abrazo de mi madre, luego, apoyó una mano sobre el borde de la mesa y se puso de pie. No comprendí por qué le hacía ese feo a su hija, al fin y al cabo tendría que estar súper contento de haberse follado a una hembra como ella, sin embargo vi que el gesto de la cara de mi abuelo era triste o quizá decepcionado, tal vez las dos cosas.

Mi madre no se dio por vencida y como estaba acuclillada delante de él se agachó sobre su entrepierna, no me hizo falta imaginar lo que le estaba haciendo la guarra de mi madre, los movimientos de su cabeza la delataban. Bien, ahora sabía cómo era mi madre en realidad.

El abuelo le pidió que se apartara pero ella no le hizo caso y siguió mamándole la polla, entonces él la cogió por los hombros y la apartó con violencia. Mi madre cayó sentada sobre el suelo y rompió a llorar, seguramente no esperaba que su padre la rechazara de aquella manera.

— Vete a lavar —le dijo el abuelo pero ella no se movió— ¿me has oído? ¡Que te vayas a lavar de una puta vez! —el grito de mi abuelo hizo que mamá se pusiera en pie, entonces el abuelo la empujó por el culo con una pierna para echarla de su despacho.

Decepcionado con mi abuelo por lo que acababa de ver me fui a la piscina y me metí dentro del agua; nadé hasta que me dolieron los hombros.

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FIN DE LA 1ª PARTE.

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