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La ventana indiscreta. 023

en Grandes Relatos

Capítulo 23:

En este segundo año, a mediados de curso mi cuerpo comenzó a experimentar grandes cambios producto de tantas horas de natación, alternada con entrenamientos y partidos de waterpolo. Iba camino de cumplir los 20 años, medía 1,96 de alto y pesaba 85 kilos de puro musculo. Tuve que comprarme toda la ropa nueva, hasta los calzoncillos porque también “ahí” tuve cambios.

En la universidad se hablaba porque pertenecía al equipo de waterpolo, a nadie se le ocurriría llamarme mariquita, maricón o gay por temor a las represalias aunque en realidad nunca he tenido un altercado físico con nadie.

Los únicos enfrentamientos físicos que he tenido de verdad han sido con las mujeres. Mi relación con Sara la fui reduciendo poco a poco hasta casi desaparecer. Ella se disgustó mucho pero mejor eso que decirle que era una pesada que constantemente me acosaba. No sé si volvió con Juan. Al resto de sus colegas, Diego (el novio matón de Elena) y Enrique (el novio de Almudena) no volvieron a molestarme, alguna vez los veía por el comedor o por los pasillos pero no crucé con ellos ni una sola mirada. En mi vida de estudiante universitario entró un nuevo elemento. Carmen, la profesora cuarentona de Psicología.

La conocí en la piscina. A ella también le gustaba nadar en solitario de madrugada, eso me dijo al menos. Más tarde supe que me seguía hasta hacerse la encontradiza. Quería ligar conmigo y estaba tan buena que me dejé ligar. Me la follé la primera vez en la propia piscina, un polvo antológico, pero no fue nada comparado con los que le eché en mi habitación.

La mujer era una sumisa sexual conmigo. Si yo hubiera tenido madera de proxeneta ella habría sido mi puta y me habría consentido chulearla. La tía me explicó que se aburría en la cama con su marido. Me puse en alerta al enterarme de que estaba casada, no quería que por mi culpa se rompiera su matrimonio.

Estuvo enganchada seis meses a mí. Yo fui su droga durante ese tiempo. Con discreción dormía más conmigo que con su propio marido. Según ella, yo era el único hombre que la había hecho vibrar en la cama. Los mejores polvos de su vida se los había echado yo y los mejores orgasmos los había tenido conmigo. Me confesó que había hecho más cosas conmigo que con su marido. Carmen era una perversa conmigo que se tragaba mis corridas y me entregó su culo sin dudarlo, no me costó adueñarme de su cuerpo y si hubiera querido de su voluntad también.

Sin embargo cuando me enseñó la fotografía de sus hijos y su marido le di un repaso de moralidad que le hizo reflexionar. «Le dije que tenía una familia preciosa y que no podía permitirse perderla por un capricho como yo. Que yo no valía la pena y no era nada comparado con su marido. Él siempre estaría a su lado cuando lo necesitara, yo no, para mí era una de tantas mujeres». Aproveché las vacaciones de verano para cortar con ella. Me dio las gracias por los momentos que pasamos juntos y me dijo que era una buena persona.

Me había sacado el carnet de conducir en el mes de noviembre, mi abuelo lo sabía porque se lo había dicho por carta, la verdad es que no hablábamos por el móvil pese a tenerlo. De mi madre y de Sally no tenía noticias y a veces me desesperaba « ¿Cómo puede odiarme tanto? ». Me dije más de una vez.

Ése año en vacaciones no me compliqué la vida, quizá por cobardía no me atreví a ver a mi familia, en lugar de eso alquilé un coche y recorrí el norte de España hasta terminar en Galicia. Me alojé siempre que pude en hoteles de 5 estrellas. Cuando me apetecía contrataba los servicios de una puta de lujo, me la follaba dos días y la despedía.

*

La extraña Myriam:

 

Empecé el tercer año de estudios. Saludé a mis amigas Sara, Elena y Almudena. Habían madurado mucho y ya no estaban con los idiotas de antes, que a veces las seguían babeando para que volvieran con ellos. Conocían la verdad sobre mí, que no era gay y no les importó, lo que hicieron aquella tarde conmigo fue voluntario y por darse un gusto como dijo Sara.

Una tarde, sentado con mis amigas charlando sobre las vacaciones, se nos presentó una mujer que a mí mismo me sorprendió aunque procuré que no se me notara. Nos pidió permiso para sentarse con nosotros. Todos nos miramos buscando la aprobación porque nadie la conocíamos. Al final la invitamos a sentarse con nosotros.

Dijo llamarse Myriam, nosotros nos presentamos también. Las chicas debían conocerla de algo por como la miraban, «ya me enteraré, estas son unas cotillas». Pensé. La chica era simpática, guapísima y tenía un cuerpo escultural. Mis amigas la miraban con un poco de envidia. Era de esas chicas que cualquier cosa que se pongan les sienta bien.

Charlamos sobre el presunto futuro que nos aguardaba, aunque el único cierto era el mío yo disimulaba para pasar inadvertido.

Continué con los entrenamientos y partidos de waterpolo cosa que mi cuerpo agradeció porque se moldeó aún más. Al empezar el segundo semestre del curso el rector mandó a una secretaria para que hablase conmigo y me reuní con él, mejor dicho con ella porque el rector era una mujer de unos cincuenta años y de muy buen ver. Me recordó mucho a Rosa pero no era tan alta. Al parecer quería que yo posara para una revista de la universidad como el mejor alumno destacado, ya que había aprobado los dos primeros años con matrícula de honor, eso era todo un record y a la vez el mejor reclamo para la universidad.

No tuve inconveniente y me presté a tres sesiones interminables de fotografías por toda la universidad. No lo comenté con nadie ya que detesto las felicitaciones, ni siquiera por mi cumpleaños lo consiento, pero mis amigas Elena, Sara y Almudena compraron la revista por casualidad y se encargaron de contar quien era yo, exagerando algunas cosas.

Un día me encontré con Myriam por los pasillos, bueno, creo que ella quiso encontrarme a mí. Había comprado la revista de la universidad y quería que le hablara de mi experiencia con los fotógrafos.

— Si te digo la verdad fue un auténtico coñazo, una tortura que no se la deseo ni a mi peor enemigo. —le dije mientras caminábamos por el campus.

— Di lo que quieras pero en algunas fotos estás tan sexy que sé de muchas chicas que estarían dispuestas a comerte enterito. —me explicó.

— Pues no me las presentas no sea que quieran hacer su sueño realidad y les sirva de desayuno. —respondí riéndome y ella me acompañó.

— Ahora hablando en serio creo que tienes un club de fans y quieren proponerte como el chico más guapo de la universidad.

— ¿No lo estarás diciendo en serio?

— Me temo que sí, pobre, como den contigo te devoran. —dijo ella riéndose.

— A mí no me gustan eso rollos, que si el más guapo, que si el más sexy. Todo eso es muy superficial, a lo mejor si descubrieran como soy en realidad se asustarían.

— ¿No me digas que te transformas en lobo las noches de luna llena?

— En lobo no, en vampiro. —respondí riendo.

— ¿Me chuparías a mí? —soltó de golpe sorprendiéndome.

— ¿Qué? —pregunté extrañado.

— ¿Qué si te atreverías a chuparme? —repitió ella.

— ¿Te refieres a la sangre?

— A eso y lo que quieras también, yo me dejaría chupar encantada. —dijo rodeándome el cuello con sus manos.

— ¿Y qué más cosas quieres que te chupe a parte de la sangre? —pregunté para ver hasta dónde estaba dispuesta a llegar aunque tenía claro que me la iba a follar.

— ¿Te gusta el jugo de almeja?

— Me encanta, sobre todo cuando la almeja es grande y está fresca.

— Si me llevas a tu habitación te daré jugo de almeja, luego yo me tomaré jugo de esparrago, me gustan grandes y gruesos ¿tienes espárragos así?

— Creo que sí.

— Pues ya está, vamos a tu habitación y comemos. —dijo y me dio un beso en los labios.

La miré a los ojos tratando de ver si me estaba vacilando y me di cuenta de que lo estaba diciendo en serio, ella quería follar conmigo, y yo me dejaría follar por una hembra como ella. Le sujeté la cara con mis grandes manos y la besé en la boca metiéndole la lengua hasta el fondo. Ella respondió enroscando su lengua a la mía y el beso se prolongó muchos minutos, tantos, que tuvimos que separar nuestras bocas porque nos ahogábamos.

Myriam flipó con mi apartamento, lo exploró todo hasta llegar al dormitorio donde me esperó. Me acerqué a ella, la agarré por la cintura y empezamos a besarnos con pasión. Bajé las manos hasta su culito y le estrujé las nalgas con deseo. La desnudé rápidamente y admiré su cuerpo desnudo, ella en vez de quedarse mirando cómo me desnudaba me quitó la ropa, cuando vio lo que tenía entre las piernas se quedó cortada.

— ¿Qué pasa?

— Es lo más grande que he visto en mi vida y es preciosa. — dijo cogiéndome la polla con sus manos. Viendo que le gustaba tanto la tumbé sobre la cama y me coloqué encima de ella para hacerle un 69.

Myriam tenía el sexo perfectamente depilado, era como había dicho la vulva carnosa y babeante de jugo. Me puse a chupárselo descubriendo que cuanto más chupaba más me gustaba. Ella por su parte me lamía el glande y los huevos, subía de nuevo al glande y lo chupaba o lo mamaba según le apetecía. Cuando obtuvo su orgasmo la puse a cuatro patas y se la inserté por la vagina muy despacio. Quería que me sintiera hasta el punto de no olvidarme.

Empecé a bombearle el coño despacio, acelerando o ralentizando los movimientos según ella jadeara. Una de las veces alcanzó el clímax y viendo que era intenso dejé que lo disfrutara quedándome quieto. Luego comencé a bombear su coño muy deprisa hasta que estallé eyaculando dentro de ella. Ese primer polvo fue rápido porque estaba deseoso de pillarla.

El segundo polvo fue más lento. Me tiré tres cuartos de hora trabajándola. Me la trajiné en todas las posturas que conocía y otras que me inventé. Ella se corrió tres o cuatro veces, después volví a llenarle el coño con mi semen.

Permanecimos abrazados, yo encima de ella mucho tiempo, mirándonos con intensidad y en silencio. Después nos metimos juntos en la ducha, nos enjabonamos y al descubrir que me ponía duro otra vez me incitó a que me la follara de nuevo, cosa que hice. La arrinconé  contra la pared, la alcé en vilo y se la clavé hasta el fondo. Comencé a bombearle degustando sus pezones a la vez. Myriam tenía magia o algo que me enloquecía. Me la follé con ganas para que sintiera que me estaba gustando. Al llegar el momento de correrme saqué la polla y eyaculé sobre su estómago salpicándole desde el pelo hasta el vientre. Ella lejos de enfadarse conmigo, se bajó, se agachó y me limpió la polla con la boca. Tres horas después salió de mi habitación prometiéndome que volveríamos a repetir.

Elena, Sara y Almudena me dijeron que habían visto a Myriam salir en una revista posando para una colección de bañadores, o sea, que era modelo. «Pues mejor para mí». Pensé.

Ese último semestre apreté un más en los estudios, no porque fueran más difíciles los temas que nos ponían, sino que quería mantenerme imbatible y sacar otra matrícula de honor, como en los otros dos años anteriores. Por eso mismo aparqué mis aventuras con las mujeres. Myriam no lo entendió y no la di más opciones, o esperaba a los exámenes finales o a la mierda, no sé por qué eligió esperar a los exámenes finales después de habérselo planteado de una forma tan grosera.

Pasados los exámenes finales me encerré en mi apartamento con Myriam y me la follé durante dos días, durante los cuales me apoderé de su cuerpo hasta el punto de darla bien por el culo. Sé que no le gustó pero a mí eso no me importaba, había conseguido lo que quería y ya empezaba a cansarme de su acoso.

Antes de las vacaciones estuvimos hablando. Ella insistía en que me fuera con ella para conocer a su familia y a mí ese compromiso no me iba, yo ya estaba comprometido con Sally y eso era inamovible pero no se lo quería decir.

— No te entiendo Pablo. Llevamos un año juntos, nos lo pasamos de maravilla y yo cada vez te quiero más ¿qué hay de malo en que te presente a mi familia? —me dijo.

— Nada, no hay nada de malo, salvo que yo no quiero compromisos. —contesté.

— ¿Y crees que vivir a “salto de mata” es vida? ¿no piensas en otra cosa que no sea follar con una mujer guapa?

— Con follar me basta, lo de guapa lo has añadido tú Myriam. Oye mira no te mosquees conmigo, prácticamente tengo la vida resuelta, cuando salga de aquí con los títulos de mis dos carreras no me va a faltar el trabajo y lo sabes porque ya han intentado captarme varias empresas de asesoría financiera.

— Eso es otra cosa que no entiendo, negándote a trabajar con una de esas grandes empresas renuncias también a un sueldo principesco, eso es lo que necesitamos para vivir tú y yo, un buen sueldo que nos permita hacer cosas que los demás no pueden. —insistía.

— Ya pero es que yo no quiero hacer eso, quiero ser una persona normal.

— ¡Tú ya no eres normal! ¿Tanto te cuesta comprenderlo? Tienes una fama que te precede, has posado para la revista de la universidad y hasta una revista tan prestigiosa como “Times” te ha hecho un reportaje. La maquinaria de ganar mucho dinero ya está en marcha y no puedes pararla.

— Para que te enteres, yo no me he buscado la fama, ellos me querían utilizar para vender más revistas y yo no me presto a eso ¿Haré grandes cosas? No lo sé, pero lo intentaré, no como la gente espera de mí sino que será para ayudar a toda esa gente que no puede llegar a final de mes, que no puede alimentar a sus hijos y que ni si quiera puede calentarlos en invierno, es a ellos a los que me voy a dedicar.

— ¡Qué bonito! El moderno “Robín Hood”. Eso está muy bien como titular en una revista de gran tirada pero en la realidad no es práctico. Dime una cosa ¿qué esperas sacar ayudando a esa pobre gente miserable? Yo te lo diré ¡Nada! No sacaras nada en absoluto, en cambio, si me dejas asesorarte lo tendrás todo al alcance de tus manos. Oro, joyas, mujeres bonitas, coches de lujo, yates… y por qué no un palacio, pequeño eso sí. Por todo eso te propongo que nos asociemos. ¡Casémonos! Con mi belleza y tu inteligencia nos apoderaremos de todo.

— Sigues sin entenderlo Myriam —dije sujetándola por los brazos— no quiero nada de eso, no lo necesito, nunca lo he tenido y nunca lo tendré. ¿quieres saber lo que obtendré ayudando a la gente necesitada? Satisfacción. Para ti será muy poco pero para mí es mucho. —ella me miró y se echó a reír, abrió su bolso para sacar el paquete de tabaco, se sentó en el sofá, cruzó las piernas de una manera muy sexy y encendió un cigarrillo. Reconocí que vestida únicamente con el cigarrillo tenía elegancia y desprendía sensualidad por todos los poros de su piel.

— Ya te entiendo, buscas la misericordia a que sí, me lo puedo imaginar Pablo González, el economista misericordioso. Será un bonito titular.

— Cachondéate todo lo que quieras pero es así.

— Vale está bien, lo haremos como tú quieres. Nos casamos e iniciamos esa utopía tuya juntos, siempre podré hacer algo en las revistas para que la gente te adore. —dijo haciéndose sus planes.

— Hay un problema: no me puedo casar contigo. No te amo, mi corazón le pertenece a una mujer especial desde hace mucho tiempo. —terminé por confesarle a ver si así me dejaba en paz de una vez.

— A mí eso me da igual, podrás tenerla como amante y yo tendré los míos. Nuestro matrimonio no será convencional, será una asociación para beneficio mutuo. —la miré y sonreí. Myriam en el fondo era buena persona pero la cegaba el dinero y el poder, las mismas cosas de las que yo huía, éramos completamente antagónicos y por mucho que le explicara mi punto de vista no lo comprendería jamás.

— Bueno por mucho que le demos vueltas jamás llegaremos al entendimiento, tú pretendes hacerlo a base de pequeñas concesiones pero así no se construye un futuro. Haz con tu vida lo que creas conveniente. Búscate un hombre que puedas manipular a tu antojo y sé feliz. Yo seguiré mi camino.

— ¡Eh un momento! Dijo levantándose de un salto. ¿Me estás rechazando? ¿Es eso?

— Eso mismo. —le dije. Me miró hecha una furia y me dio un tortazo.

— Eres un cabrón. Me he entregado a ti en cuerpo y alma y ¿es así como me lo pagas? Te has aprovechado de mí, eres un hijo de puta —dijo y empezó a vestirse. Hasta su forma de vestirse era sexy, no dije nada y me limité a observarla—. Deja de mirarme como me visto o acabarás cachondo perdido.

— Eres una presuntuosa Myriam.

— Y tú un gilipollas Pablo. —dicho eso salió del apartamento dando un portazo.

Por mi parte alquilé de nuevo un coche y a proveché las vacaciones de verano para recorrer el sur de España, de costa a costa.

El primer sitio que visité fue Marbella. Una ciudad de grandes contrastes como casi todas hoy en día. Por un lado estaba la gente normal trabajadora, los pobres sin recursos por haberse quedado en paro y haber sido desahuciados y por el otro. El lujo y el Poder. Jóvenes como yo conduciendo vehículos de centenares de miles de euros. Fiestas fastuosos en las que una botella de champan costaba 5.000 euros y jovencitas de edades comprendidas entre los 18 años y los 25 a la caza del millonario de turno. Yo mismo pude experimentarlo sufriendo el acoso de esas chicas, no había ninguna que no buscara dar un buen braguetazo. Hui de aquel ambiente prefabricado y me refugié en un hotel de 5 estrellas en el centro de la ciudad.

Al día siguiente me compré una cámara de video barata, cogí un taxi y me trasladé a la zona donde la gente necesitaba más ayuda. Visité varios bancos de alimentos presentándome como periodista libre y grabé varias entrevistas, donde la gente que los dirigía casi lloraban pidiendo una salida para toda la gente que acudía a ellos buscando alimentos. Grabé a algunas personas sentadas en comedores sociales. Hice una entrevista a una madre avergonzada por tener que acudir a un sitio así para alimentar a sus hijos. Le pedí permiso para sentarme y me lo dio.

— Dígame por favor qué es lo que más necesita en este momento. —le pregunté.

— ¡Un trabajo! Es lo único que necesito para sacar a mis niños adelante. —me respondió con lágrimas en los ojos.

*

«Esta mujer se llama Encarna. Hasta hace tres años vivía con su marido y sus tres hijos con muchas ilusiones en la cabeza, pero la dura crisis que padecemos acabó con todas sus esperanzas.

Su marido, Gabriel, fue el primero de la familia en quedarse en paro. Encarna ni si quiera era mileurista, y su sueldo no daba para pagar la hipoteca de su casa, ni la luz, ni el teléfono, ni el gas y mucho menos la manutención de sus tres hijos de edades comprendidas entre los 12 y los tres años. Tuvo que dejar de pagar recibos porque su sueldo no daba para más. Al llegar el momento de empezar el colegio de sus dos hijo mayores, no pudo afrontar el pago de os libros de texto que recomendaba la Comunidad de turno o el Ministro de Educación de turno.

Directores de colegios completamente sobrepasados por este duro problema trataron de ayudar recolectando los libros del año anterior para entregárselos a los nuevos estudiantes.

Libros que vi llenos de tachones y borrones en el caso del hijo de 9 años de Encarna. En el caso del mayor con 12 años camino de trece, empezaba 2º de la E.S.O. y los libros que le entregaron estaban pintarrajeados con pollas y huevos la mayoría de las páginas y hasta dibujos de mujeres desnudas teniendo sexo. Viendo eso, quien puede obligar a un niño de 13 años a estudiar. ¿Qué pueden aprender de provecho esas criaturas?, yo lo diré: ¡Nada! Absolutamente nada. Esa es la base de abandono escolar. De ahí a la delincuencia y la droga solo hay un pasito muy corto. ¿Qué hará entonces Encarna? ¿Podría afrontar un problema como ese si se le presenta? La respuesta es ¡No! Y de ¿qué ayudas dispone por parte de las instituciones? ¡Ninguna!

Los políticos de hoy en día están más preocupados de pillar comisiones que de solucionar los problemas de aquellos que le dieron su confianza en las urnas. Realmente vergonzoso. Ni el gobierno central, ni el regional ni el local se preocupa de Encarna.

Tres años después de que su marido quedase en el paro, sin posibilidad de encontrar trabajo y con una mísera ayuda de 426 euros, el banco los desahució de su casa. De la noche a la mañana Encarna y su familia se vieron en la calle y sin saber a dónde ir. Enseguida varias Asociaciones le dijeron que ellos le ayudarían. La ayuda vino en forma de Albergue. Los padres en uno de adultos y los niños en otro de niños exclusivamente. La situación de Encarna era más que desesperada. Sin casa y si familia dividida gracias a las Asociaciones que lo único que persiguen es publicidad para auparse en el poder y después ¿qué? Después ¡Nada de nada! Todo seguía igual para Encarna, pero aún, ahora ni siquiera podía cuidar de sus pequeños porque se los habían arrebatado. La pobre no entendía nada de nada. Lloraba y lloraba de impotencia sin saber cuándo le iba a cambiar la vida a como la tenía antes. Seis meses después su marido se suicidó tirándose a las vías de un tren que pasaba en ese momento. Ni siquiera pudo velar el cuerpo de su marido porque todo lo que quedaba de él cabía en una caja de zapatos. Encarna estaba a muy poco de volverse loca, como buena creyente que es pensaba que Dios la había abandonado y ni siquiera los curas sabían cómo poder conectar con él para pedirle ayuda. Encarna lo hacía mediante rezos todos los días hasta que perdió la fe.

Afortunadamente tenia trabajo en una empresa de limpieza donde se deslomaba ocho horas al día en turnos de noche y aun así sólo ganaba 875 míseros euros. Y lo peor de todo no es Encarna sino los casi 5 millones y medio de Encarnas, hombres o mujeres, que aún esperan que se produzca el milagro: ¡Un trabajo! Que les devuelva la dignidad perdida, pero eso es una utopía, como si alguien esperase que al final la desesperación anidase en esas almas de “Encarnas” y se quitaran de en medio. ¿Se imaginan un presunto Gobierno que aguarda como un buitre a que sus ciudadanos se suiciden desesperados? Echen cuentas del dinero que se ahorraría ese presunto Gobierno en prestaciones sociales, sanidad, pensiones etc.

Yo no tengo una solución para todo este caos, de ser así ya la hubiera puesto en práctica. Pero se me ocurre una idea. Los que más dinero tiene, los verdaderamente poderosos, podrían crear una Fundación con ingresos de dinero altruista y que gestionase ayudas para esos millones de “Encarnas”. Al menos sería un comienzo».

Esto que acabo de relatar es una síntesis de la tesis que presenté tanto en Psicología como en Economía. Me dieron un “cum laude” en ambas carreras, varias palmaditas en la espalda y cientos de fotografías para la revista universitaria donde la rectora se mostraba feliz al lado del alumno modelo.

« ¡A la mierda todo eso! ¿Qué pasaba con la creación de la Fundación para ayuda de gente necesitada y que tanto parecía interesar al principio? Es triste darte cuenta de que una vez pasado tu momento, todo vuelve a la normalidad, a nadie le importan los “Encarnas” que sufren salvo a mí. De una cosa si estoy seguro, si pudiera sacaría a patadas a todos los políticos de la región andaluza, con sus alcaldes y concejales preocupados más por la demagogia que por sus ciudadanos». Esta reflexión estuvo dando vueltas en mi cabeza mucho tiempo.

Ya tenía los títulos de Psicología y Economía bajo el brazo. Había conseguido lo que siempre había soñado: Analizar el carácter y comportamiento de las personas y poner la economía al servicio de los más necesitados. Myriam me había llamado “Robín Hood” y a lo mejor tenía razón.

Había llegado el momento de hacer la maleta y volver con los míos ¿los míos? ¿Sally me hablaría por fin? ¿Mi madre me comería a besos como antes? ¿Mi abuelo seguiría confiando en mí como antes? Tres preguntas para las que sólo había una respuesta: No lo sabía. Tenía que correr el riesgo para saber si podía ser perdonado, respecto a Sally, no sé qué decir, le entregaría mi sangre si con eso me perdonaba y me hablaba de nuevo.

No avisé a mi familia de mi regreso a casa, preferí darles una sorpresa o a lo mejor me la llevaba yo. No lo sabía pero tenía que intentarlo. Llenos de dudas me monté en un tren y emprendí el regreso a Madrid, en la estación cogería un taxi hasta la casa de mi abuelo.

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