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en Amor filial

En cumplimiento de la sentencia Ismael había recogió a la Chata de casa del Rogelio nada más salir de casa del Patriarca y se la llevó a la suya donde permanecería diez días para él sólo, Ismael no se podía creer la suerte que tenía. María no esperó a tener una falta en la regla, esa misma tarde cuando oscurecía en la calle visitó a la partera y ésta que ya sabía del problema por habladurías le dio un saquito de hierbas para que las tomara en infusión. Esa misma noche María se las tomó y se pasó casi toda la noche fuera de la casa vomitando y abrigada hasta debajo de los ojos con dos mantas, con la única compañía de la fría noche, sólo entró en la casa cuando tuvo que darle el pecho a su hijo, la partera le había asegurado que el niño no correría peligro de una “mala teta”.

Dos días después como había sido estipulado el Patriarca azotó a Rogelio y al Rana delante de todas las gentes del poblado.

Los días que estuvo la Chata con ellos fueron una humillación para María ya que su esposo   andaba salido como un perro detrás de ella, a María no le importó que su marido sólo tuviera ojos para ella porque después de comer y fregar los cacharros cogía a su hijo pequeño y se iba a casa de Tomasa y una vez allí ocurría de todo; no volvía a casa hasta la hora de la cena que la Chata se encargaba de preparar.

La Chata no estuvo diez días en su casa sino todo un mes, cuando por fin regresó a casa de su padre estaba bien preñada del Ismael. El Rana tuvo un ataque de cuernos y se desesperó poniendo el grito en el cielo, al griterío salieron el Ismael y María a ver qué pasaba entonces el Rana amenazó de muerte al Ismael delante de todos.

— ¡Tú no tienes derecho a amenazar! No eres hombre capaz de preñarme y yo reclamo mi derecho a ser madre.

— ¡La Chata tiene razón! Lleváis tres años casados y no has sido capaz de preñarla. —advirtió María.

— ¡Yo no tengo la culpa! —gritó el Rana tratando de defenderse.

— ¡Que decida el Gran Patriarca! —exclamó María y el resto de los presentes se la unieron salvo el Rana, claro.

Las dos familias caminaron hacia la casa del Gran Patriarca, Rogelio e Ismael llamaron a la puerta y abrió “La Tacones” con su barriga de preñada y al saber lo que querían les dijo que el Patriarca no podría recibirles en ese momento, Rogelio insistió diciendo que era un asunto urgente, de vida o muerte. “La Tacones” les miró un momento pero sólo invitó a María a entrar en la chabola volviendo a cerrar la puerta. María explicó los motivos por los que querían ver al Patriarca, “La Tacones” bufó al escucharla, la cogió del brazo y la guió hasta el dormitorio y descorrió la cortina.

Lo que vio María la hizo sonreír llena de comprensión. El Patriarca estaba tumbado sobre la cama, completamente desnudo y con el miembro más tieso que el palo de una bandera, en cuanto vio a María la pidió que le ayudara a correrse, Tacones protestó diciendo que esa leche le correspondía a ella pero como era su amiga cedió, así que María se agachó sobre el Patriarca, Tomasa no se estuvo quieta, se puso detrás de María levantándola las faldas y vio que su amiga no llevaba bragas, así que arrimó la cara y se dio un banquete con su conejo y su culo, María comenzó a mamarle la polla al Patriarca acariciándole las pelotas tan gordas como huevos de gallina, en pocos minutos logró que eyaculara bebiéndose su corrida como si fuera el mejor de los elixires.

María dedicó una dulce sonrisa al Patriarca y éste se incorporó en la cama, agarró a María por la nuca y sin contemplaciones la devoró la boca hasta dejársela sin saliva. María salió más tarde de la casa para tranquilizar a los que esperaban en la calle:

— Enseguida nos recibe el Patriarca, estaba descansando y le hemos levantado de la cama. —dijo María a su marido y a Rogelio.

— ¿Se ha cabreado? —preguntó enseguida Rogelio.

— No, no se ha cabreado.

— Menos mal. —dijo Ismael.

Cinco minutos después, estaban todos dentro de la casa explicando sus problemas al Patriarca que sentado en su silla les escuchaba atento portando el garrote de mando propio de su cargo. Escuchó primero a La Chata y luego a Ismael quien refirió la amenaza de muerte que le había hecho el Rana, éste asustado quiso pedir perdón pero el Patriarca levantó una mano cortándole la posibilidad de hablar.

— Esta es mi sentencia: la Chata tendrá ese hijo porque así se dictó y tú —dijo señalando al Rana con el garrote— eres un pendenciero que se ha permitido el lujo de amenazar de muerte en “Mí Comunidad” tienes un día para largarte de aquí, no quiero volver a verte o yo mismo te aplicaré la ley máxima según nuestra costumbre —El Rana palideció al escuchar al Patriarca pues sabía que la ley máxima significaba la muerte a palos o apuñalamiento y el Patriarca nunca amenazaba en vano, sin nada más que decir abrió la puerta y se fue—. En cuanto a ti Chata ten ése hijo y críalo en paz y cuando quieras engendrar a otro el Ismael podrá hacerlo siempre que su mujer le conceda el permiso ¿estamos? —todos los presentes asintieron en silencio— ¡Sea pues! —pronunció el Patriarca dando por finiquitado el asunto.

Todos los presentes, hombres, mujeres, chicos y chicas se agacharon y besaron el grueso anillo de oro que portaba el Patriarca en el dedo anular de su mano izquierda y fueron saliendo por la puerta.

— ¡Chata! Tú espérate que quiero hablar contigo. —dijo el viejo.

Una vez que todos salieron de la casa, la Chata se arrodilló ante el viejo y le besó la mano de nuevo agradeciéndole su protección, el viejo guió la cabeza de la joven a su entrepierna e inmediatamente se abrió la bragueta la Chata comprendió en el acto. Bajó los pantalones y calzoncillos del Patriarca hasta los tobillos, la joven contempló el grueso miembro  lamiéndose los labios, acercó la cara y comenzó a lamer las gordas pelotas del Patriarca, dejando la polla para lo último. Tres cuartos de hora estuvo La Chata mamando al viejo hasta que éste se corrió en su boca sorprendiéndola de que fuera capaz de eyacular tan considerable cantidad de semen. Después de haberse marchado la Chata Tomasa le dijo a su padre:

— Ahora comprendo que el Ismael esté encoñado con ella, menuda guarra está hecha.

— Acuérdate lo que te digo Tomasa, gracias a esa guarra María será para mí.

— ¿Y cómo lo vas a hacer? Que seas el Patriarca no te da derecho a apoderarte de una mujer casada.

— No voy a apoderarme de nada, será su marido quien me la de, te lo juro. —sentenció el Patriarca.

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Pasaron tres meses, el Rana se había marchado del poblado y todo andaba en calma. El Patriarca sólo tuvo que atender las demandas de justicia de tres mujeres golpeadas por sus maridos borrachos, él las devolvió a su casa prometiendo avergonzar a sus maridos para que no volvieran a golpearlas.

El Patriarca mandó llamar al primer marido por medio de su hija. Cuando Ginés, el hombre en cuestión acudió el Patriarca mandó a su hija a casa de María para pedirla unos ajos, Ginés vio que varias ristras de ajos colgaban de una pared y tragó saliva al ver que el Patriarca agarraba el garrote.

— Ginés ha venido a denunciarte tu mujer porque le has pegado ¿es verdad eso? —preguntó el Patriarca sin mirarle a él directamente.

— Sí Patriarca pero estaba borracho y no sabía lo que hacía. —se defendió Ginés.

— ¿Y le has pedido perdón a tu mujer?

— No, ya está todo “olvidao” Patriarca puede preguntárselo si quiere.

— No me hace falta, conozco a tu mujer y sé que la has amenazado para que diga eso ¿a que sí?

— No la he amenazado.

— Bien Ginés y dime ¿te sentías muy hombre cuando golpeabas a tu mujer?

— A decir verdad me quedé a gusto, no hacía más que llamarme borracho.

El Patriarca se cabreó al escucharle y alzó el garrote por encima de la cabeza del Ginés que se encogió amenazado al verle.

—  Patriarca no irá a pegarme ¿verdad? —preguntó atemorizado.

— La verdad es que debería Ginés pero no voy a hacerlo —dijo el Patriarca  abriéndose la bragueta, se sacó el miembro y se acercó a la cara de Ginés —Abre la boca— le dijo y éste obedeció. El Patriarca le metió su polla en la boca y con un grito le ordenó chupar y el Ginés empezó a chupar.

— Esto lo hago para que conozcas el verdadero sabor de un hombre que jamás ha puesto la mano encima a una mujer ¿te gusta? —dijo el Patriarca empujando su miembro contra la boca del hombre que negó con la cabeza— Pues es una lástima porque tengo los cojones cargados de leche pero no te preocupes que te la voy a dar toda Ginés.

El Patriarca sujetó la cabeza del hombre asustado y empezó a bombearle la boca, diez minutos después se la llenó de leche obligando al Ginés a bebérselo todo. Cuando toso pasó le dio unas palmadas en la cara y le mandó a casa con la misión de decirle al Ramón que fuera mañana a verle. El Ginés cumplió el mandado del Patriarca lo primero y estuvo un mes sin dirigir la palabra a su mujer pero no volvió a levantarle la mano. El Patriarca hizo lo mismo con los otros dos hombres y el asunto quedó zanjado.

Quince días después alguien llamó a la puerta de la casa del Patriarca. Tomasa abrió la puerta y viendo que era la Ramona quien llamaba la hizo pasar. El patriarca estaba sentado en una silla tomándose un vino.

— Que te trae por mi casa Ramona. —preguntó.

— Sólo vengo para darle las gracias Patriarca, no sé lo que le dijo a mi esposo pero desde entonces está más suave que una malva.

— No tienes que darme las gracias Ramona, puedes volver a tu casa. —dijo el Patriarca sin quitarle el ojo de encima pues la Ramona estaba considerada una mujer de bandera “—suerte tiene el cabrón de su marido—“pensó el Patriarca bebiendo de su vaso.

— Es que verá Patriarca, lo he pensado mucho antes de venir y quería pedirle algo si no es molestia.

— Dime de una vez lo que quieres Ramona.

— Pues verá, pienso que ya hace tiempo que su mujer murió “Dios la tenga en su gloria” y me he dicho: Ramona, ese hombre se merece un desahogo como dios manda, sin faltar a su hija aquí presente, por eso estoy aquí, para que me haga su mujer si usted lo desea. —el Patriarca se levantó de la silla aproximándose a la Ramona y la echó las manos al culo apretando las carnosas nalgas con gozo.

— Pues claro que lo deseo Ramona. —dijo y pegó su boca a la de ella.

En ese momento La Ramona supo lo que era besar de verdad, cuando el Patriarca separó su boca de la de ella la mujer tuvo que pedir agua por sentía la boca seca. Tomasa le ofreció un vaso sonriendo que la mujer se bebió sin respirar y a continuación volvió a pegarse al Patriarca. Éste volvió a estrujarla el culo, ella le dijo al oído que no se había puesto bragas, el Patriarca metió ambas manos por debajo de sus faldas y estuvo un rato estrujando y sobando el culo de Ramona a la vez que comiéndole la boca de nuevo.

La Ramona se subió las faldas por delante mostrándole que no llevaba bragas pero el Patriarca quería examinar su cuerpo detenidamente así que empezó a quitarla la ropa hasta dejarla como vino al mundo dándose cuenta de que la Ramona estaba mejor desnuda que vestida, lástima que por delante tuviera una pelambrera salvaje entre las piernas que ocultaba lo que no debía ser ocultado, no obstante el Patriarca se desnudó también y la Ramona exclamó un “Bendito sea Dios” cuando vio el tamaño de su miembro.

El hombre echó a la Ramona sobre la cama y se lanzó a chuparle los gordos pezones mientras que con una mano trataba de abrirse camino entre la pelambrera. Al Patriarca le fue imposible localizar el clítoris de Ramona aunque notó que la mujer estaba muy mojada y dispuesta, pero él arrimó su polla a la boca de Ramona tomándose su tiempo. La mujer comenzó a chupar y a mamar toda la carne que tenía en la boca, pero al descubrir las gordas pelotas del Patriarca se sacó la polla de la boca y comenzó a pasar la lengua por el escroto del hombre. A Tomasa casi le da un ataque de risa viendo a la Ramona lamer los huevos a su padre, tenía una lengua tan grande que parecía una vaca estuvo segura de que le pelaría las pelotas a su padre.

Cuando el Patriarca le envainó el miembro por el culo la Ramona berreó como una autentica vaca. Él empezó a bombearla agarrado a sus poderosas caderas pero al poco tiempo ella empezó a moverse de manera incontrolable, chilló, gritó y se derrumbó sobre la cama resoplando ruidosamente entonces aprovechó el Patriarca para hacerle el culo más despacio, gozando de tanta carne y cuando llegó la hora de correrse la llenó bien llenada.

Los dos quedaron sobre la cama descansando. Tiempo después Ramona fue la primera en moverse, se dio la vuelta y se incorporó en la quedando sentada. El Patriarca tenía los ojos cerrados pero no estaba dormido, daba por zanjado el encuentro con Ramona pero de repente notó que una boca le chupaba el miembro, al abrir los ojos vio que era Ramona la que volvía al ataque. La mujer mostraba su fiereza levantando a veces una pierna o las dos del Patriarca para acceder con comodidad a sus pelotas las cuales lamía y hasta mordía pero sin apretar para no hacerle daño.

El Patriarca miró sorprendido a su hija y ésta le devolvió la mirada aguantándose la risa. Sea como fuere al final Ramona logró endurecer el miembro del Patriarca, lo agarró con una mano, lo meneó varias veces y luego lo sostuvo mientras ella sola se empalaba el conejo. El cabalgar de Ramona era lo más parecido a la doma de un caballo salvaje, había veces que daba unos golpes tan fuertes que el pobre Patriarca se quedaba sin aíre, menos mal que la agonía no duró más de un cuarto de hora, momento en el que Ramona soltó una especie de relincho mientras se corría.

Cuando Ramona descabalgó vio que la polla del Patriarca seguía tiesa y dura así que se la metió en la boca y empezó a chupar, pero de qué forma, a veces el pobre hombre tenía la sensación de que le chupaba la vida — ¡joder qué boca tiene la mamona!— Se dijo el Patriarca. Daba la impresión de que Ramona quería que el Patriarca se corriera en su boca pero fue sólo eso, una impresión. La mujer se tumbó en la cama y exigió al Patriarca que la hiciera su mujer y al pobre no le quedó más remedio que complacerla. La abrió de piernas y le enchufó la polla por la vagina o al menos eso creyó el Patriarca porque la pelambrera de la mujer no dejaba ver el agujero que había penetrado. El caso que la estuvo bombeando el conejo casi media hora y la Ramona chilló, relinchó y mugió corriéndose al menos dos veces, en cambio el Patriarca dio un pequeño jadeo siseante mientras eyaculaba.

Mientras se vestía la Ramona prometió al Patriarca toda agradecida que lo volvería a repetir, él le dijo que no se molestara pero ella insistió que de molestia nada, al revés, estaba encantada con él porque se había portado como un hombre. En cuento salió por la puerta el Patriarca ordenó a Tomasa que atrancara la puerta, después añadió dos cazos de agua caliente en un cacharro, se sentó en la cama y procedió a lavar los genitales de su padre con un trapo humedecido en el agua.

— Es un milagro que pueda contarlo. —dijo el pobre hombre y Tomasa rompió a reír sujetándose la barriga.

— No me negarás que Ramona es mucha mujer. —dijo Tomasa cuando se le pasó la risa.

— Demasiado para mí, yo prefiero a las mujeres delicadas como tú y María, las caballunas como la Ramona se las dejo a los demás —Tomasa volvió a reír— Válgame el cielo te juro hija que creí que me mataba cuando saltaba sobre mí. — el comentario provocó un ataque de risa a Tomasa que acabó meándose.

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