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La ventana indiscreta. 02

en Grandes Relatos

Capítulo 2: El asalto.

 

Observé a mi madre de reojo mientras conducía. Su gesto serio denotaba preocupación. Estaba seguro de que no hacía más que darle vueltas al incidente que había tenido con su padre. Desde luego la despedida de ambos no podría haber sido más fría. No hubo abrazos, sus mejillas sólo se tocaron insinuando besarse dejando una separación entre ambos de unos centímetros.

— ¿Te pasa algo mamá?

— No ¿por qué lo dices? —contestó fingiendo.

— No sé. Te veo seria y tú y el abuelo no os habéis despedido como siempre, parecíais dos desconocidos.

Fue decirle eso a mi madre y se desvió de la autovía tomando una salida donde se anunciaba una gasolinera —«Querrá echar gasolina al coche». Pensé, sin embargo se detuvo en el área de descanso a escasos doscientos metros de la gasolinera, apagó el motor y se derrumbó sobre el volante rompiendo a llorar.

La abracé dejando que se desahogara antes de intentar consolarla. Después de lo que había presenciado esa tarde tenía muy claro que yo también quería tener un rollo con mi madre y el mejor momento era ese. Debía aprovecharme ahora que estaba débil y vulnerable, al menos lo intentaría y si no salía bien me conformaría con una mamada, claro que otra posibilidad es que me diera de hostias.

Le acaricié los hombros y ella me aceptó, entonces con la mano que me quedaba libre logré sacarme la polla del pantalón, mi madre no se dio cuenta porque no miraba. Con mucha delicadeza la atraje hacía mí, sin forzarla, ella se dejó hacer confiada hasta quedar con las caras muy cerca el uno del otro. La besé en la mejilla dos veces y lentamente la fui agachando sobre mi cintura, cuando miró hacia abajo comprendió mis intenciones perfectamente y no se negó sino que abrió la boca permitiéndome que le metiera el capullo dentro.

Me extasié de placer sintiendo su lengua. No me lo podía creer, pero era cierto, mi madre me la estaba chupando por propia voluntad, yo no la había obligado. 

El primer paso, el más difícil, ya estaba dado, por lo tanto podía iniciar el segundo paso: plantearle sin problemas mis pretensiones.

— Mamá ¿por qué no pasamos a los asientos de atrás? Allí estaremos más cómodos.

— No, prefiero hacerte “algo rápido” confórmate con eso.

« ¡Bueno, al menos lo he intentado! ». Me dije, aunque me jodió que se negara.

Seguí disfrutando de sus chupadas. Metí la mano por la blusa entreabierta y le apreté un pecho por encima del sostén dos veces, pero cuando iba a hacerlo una tercera vez me apartó la mano. Pese a su negación intenté otra cosa y estiré el brazo para acariciarla el culo, sabía que no llevaba bragas porque se las había roto mi abuelo y no creía que tuviera otras de repuesto.

Acaricié la redondez de su nalga saboreando su suavidad, su firme textura y su calor. Intenté separarle las piernas pero ella las apretó, esperé unos segundos y deslicé la mano directamente hacia su coño, estaba a punto de tocarlo cuando me sujetó el brazo impidiéndome llegar donde yo quería.

Eso me jodió del todo. ¿Por qué no me dejaba tocarla? El abuelo, se la había follado ¿qué más le daba que ahora me la follara yo? Al fin y al cabo yo era su hijo, o sea, “el macho ideal” para una hembra “tan receptiva” como ella. Vale que tenía menos experiencia que mi abuelo pero yo era más potente que él.

— No entiendo por qué no me dejas tocarte. —le dije, ella dejó de chupar un momento para mirarme.

— ¿Crees que soy tan puta como para dejar que me eches un polvo? ¿Así es como me valoras? Pues venga, date prisa y acaba pronto. —dijo y apoyándose contra la puerta del coche separó las piernas, fue una lástima que el vestido me impidiera verle el conejo. Me agarré la polla con la mano, me la iba a follar pero las ganas se esfumaron al ver que lloraba mientras esperaba mi reacción.

— Lo siento mamá, no puedo.

— Te faltan cojones Pablo. —dijo y a continuación se agachó para seguir con la mamada que me estaba haciendo, y lo hacía poniendo empeño.

— No hace falta que vayas tan deprisa. ─le dije.

— Para mí sí, quiero terminar esto cuanto antes. ─contestó.

« ¡Muy bien mamá no te negaré lo que tanto reclamas! ». Me dije abandonándome al placer oral de mi madre. Estaba en la gloria, con el gusto ya en la punta del capullo para correrme y de repente la puerta de mi madre y la mía, se abrieron de golpe a la vez.

«A partir de aquí todo sucedió de manera vertiginosa. No recuerdo todos los hechos con exactitud aunque procuraré describir lo que recuerdo de la manera más exacta que pueda.

Alguien me coge por el cuello con fuerza y me echa hacia atrás con tanta violencia que pienso que me voy a estrellar contra el suelo, pero no me estrello, he quedado con el cuerpo en el asiento y la cabeza colgando. No me da tiempo a gritar pues enseguida una polla se mete en mi boca. En el lado derecho del pubis veo un tatuaje con la forma de dos rallos, me recuerda mucho al símbolo de las “SS” de la Alemania nazi. El fuerte olor a meados y sudor que desprende me da tanto asco que tuve una arcada.

Miro de reojo hacia arriba pero sólo veo una cara cubierta por un pasamontañas negro que se agacha y me grita que chupe. El miedo se apodera de mí y chupo lo mejor que puedo dadas las circunstancias. Es la primera vez que tengo una polla en la boca y pienso que si me esmero, a lo mejor nos dejan en paz. El asaltante sólo aguanta un minuto, me la saca de la boca y me empotra sus asquerosas pelotas contra los labios con una finalidad tan simple que no hace falta que me grite. Aguantando las ganas de vomitar paso mi lengua por la redondez de sus peludos y sudorosos huevos, es entonces cuando me acordé de mi madre. —“¿Estás bien mamá?”—Chillé — El asaltante a su vez me grita — ¡Calla! — y empuja arañándome la cara con la cremallera de su bragueta. No es su ladrido el que me silencia, es mi mente, para pensar a toda velocidad en las dos palabras que he escuchado decir a mi asaltante con el resultado de que es extranjero, posiblemente de algún país del Este de Europa. Dejo de pensar instantáneamente pues mi asaltante tira de mí con violencia hasta sacarme del coche, me coge con mucha fuerza del cuello y me gira hasta apoyarme el pecho sobre el asiento. Los pies los tengo apoyados sobre la tierra y me tiemblan las rodillas. Iba a gritar cuando veo a mi madre.

La pobre tiene la boca tapada por un trozo cinta americana y me mira con ojos desorbitados. El asaltante que está detrás de ella la está violando brutalmente. El golpear de sus muslos contra el culo de mi madre produce un ruido escandaloso y obsceno, ni siquiera los berreos de ella a través de su boca tapada consiguen acallarlos.

Me han bajado el pantalón y los calzoncillos, unos dedos humedecidos que no conocen la piedad se introducen dentro de mi ano —“Trata de lubricarme el culo”— pienso. Imaginar lo que van a hacerme me hace tiritar de miedo, aun así saco fuerzas no sé de dónde, miro a mi madre y le grito: — ¡Mírame mamá! —, con el único fin de distraer su atención e infundirle ánimos. De pronto noto que una polla me penetra el ano con rapidez. El culo me arde y el dolor me atenaza. Mi asaltante me clava los dedos de las manos en las caderas y empieza a moverse con decisión, por la forma en que lo hace no me cabe duda de que le gusta. Eso me hace pensar que es un sádico o tal vez un sicario profesional.

Mamá y yo nos movemos unos segundos al unísono porque nuestros violadores se han sincronizado. Minutos después se rompe la sincronización debido a que el violador de mi madre acelera las embestidas, se detiene unos segundos y luego arremete contra ella propinándole un empujón tan fuerte que hace que nuestras cabezas entrechoquen por encima de los asientos, a continuación escucho el resoplido de búfalo que da el violador al correrse, pensar que ese malnacido está bombeando su lefa dentro de mi madre me produce náuseas y una arcada seca.

Mi violador se ríe al ver a su compañero corriéndose, entonces me saca su polla del culo, me agarra por el cuello y me arroja contra el suelo. Me pongo a gatas sobre la arena y en un arrebato de ira le eché valor y grité  —“¡ya está bien hijoputa!”— el tío se sorprende de mi reacción. Me arrojo sobre él, logro quitarle el pasamontañas y le pego un puñetazo en la mandíbula que casi se me rompe la mano. Mientras me miro la mano dolorida recibo una patada en el costado que me tira al suelo; hay otro atacante que no he visto.

Entre los dos me ponen a gatas sobre el suelo y uno de los dos me ensarta el culo con violencia, me agarra por la frente con las dos manos y tira con fuerza doblándome el cuello hacia atrás, creo que intenta partírmelo y no soy capaz de pensar en nada, ni siquiera de despedirme mentalmente de mi madre pero de pronto deja de tirar y empieza a follarme salvajemente. Mi mente percibe con claridad que no se trata del primer violador pues ésta otra polla es más larga, además el primer violador me mete su polla en la boca. El culo me arde de nuevo provocándome un dolor insoportable. Un tercer  atacante me agarra la polla y me la estira con fuerza (como si quisiera arrancármela) añadiendo más dolor y no contento con eso me aprieta los huevos con tanta fuerza que pienso que me van a explotar y se me nubla la vista. El intenso dolor me hace ver borroso, no puedo respirar, me arden los pulmones y empiezo a verlo todo negro ».

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Abrí los ojos y percibí claridad pero no logré enfocar la vista — ¡Hay alguien ahí! —Grité — ¿Me escucha alguien? ¿Dónde estoy? — El silencio es tan absoluto que por un momento pensé que estaba muerto. Cerré los ojos negándome a aceptarlo pero al volver a abrirlos sucedió lo mismo: silencio absoluto. Resignado, cerré los ojos de nuevo y me abandoné a mi destino.

Al abrirlos de nuevo percibí la misma claridad con la excepción que ante mí surgieron dos manchas negras « ¡Son caras! —me dije ».

Les grité para llamar su atención pero o no me escuchan o no son personas como creí al principio porque no sucedió nada, las manchas desaparecieron de mi vista y volví a cerrar los ojos.

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