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Qué mañana la de aquel dia

en Orgías

Era una mañana de finales de Septiembre como cualquier otra. Me acababa de levantar para ir al trabajo. Ya había desayunado, y estaba esperando que me tocara a la puerta una amiga que trabajaba por la misma zona.

Hacía un buen día y había decidido que me iba a poner provocativa. Hacía mas de un mes que no tenía ninguna aventura sexual, y me apetecía sentirme observada. Por lo que ahí estaba yo, con mi media melena por bajo los hombros, mis labios carnosos rosados, mi blusa ceñida justo por debajo de las tetas con una goma elástica, dejando apoyar mis senos sobre ella, pues no llevaba sostén, y aunque no son muy grandes mis pechos, si de un tamaño bueno, y sobre todo muy bien puestos. Por debajo de la goma elástica un pequeño vuelo de tela, que dejaba ver el piercing de mi ombligo, así como mi espectacular fin de espalda. La blusita también tenía una abertura por delante, hasta dejar ver el inicio de mi canalillo. Vamos, reconozco que era una prenda de escándalo, pues sabia que cuando tuviera que recoger algo del suelo, por ejemplo, tendría que poner mi mano en mis pechos para que la abertura no dejara verlos a mis sosos compañeros de trabajo. Pero ahí no acababa la cosa, pues me puse un tanga de hilo rojo precioso, bajo una minifalda tipo escocés que acababa dos dedos por debajo de mis preciosos cachetes. Y no lo digo yo por que si. Siempre me lo decían mis amigas en el gimnasio, que tenía un culo espectacular. Aunque yo sigo prefiriendo mis tetas, con unos preciosos pezones apuntando al cielo y a los cuales la ley de la gravedad no le influyen. En fin, que sabía que ese día no iba a pasar indiferente por la calle.

Cuando bajé a la calle me sorprendí al ver a mi amiga, la verdad. Ella siempre vestía mas recatadamente. Pero hoy se había puesto una camisa de encaje, con los botones desabrochados hasta más abajo de sus tetas, dejando ver un canalillo enormemente preto increíble. Y unos pantalones blancos súper apretados, a través de los cuales se intuía un tanga de hilo oscuro que dejaba marcado toda tu cadera. Realmente no pensaba que mi amiga estuviera, como se dice vulgarmente, “tan buena”, la verdad. Yo estaba algo celosa, pues sabía que parte de las miradas de lo chicos de la calle irían para ella. Pero en fin, sabemos que los tíos tienen miradas para todas.

Había empezado a conocerla mas hacía unos meses, pues aunque habíamos sido compañeras de universidad, nunca habíamos compartido pandilla. De ella siempre me habían llegado noticias de que era muy caliente. Que una vez la sorprendieron con dos chicos en unos aseos. También que había sido partícipe de alguna que otra orgía, con mas chicas que chicos, muy nombradas en aquella época. En cualquier caso, después de conocerla mas, supuse que todo aquello era mentira, pues era una chica muy normal e incluso algo parada y cortada. Por eso me sorprendió mas todavía su forma de vestir esa mañana. Luego me contó que tenían una cena de compañeros de trabajo, y como no iba a poder ir a casa a cambiarse, ya salía arreglada de por la mañana.

Estábamos hablando tranquilamente mientras andábamos por la calle. Nos acercábamos a una obra donde había siempre dos chicos que nos decían una cantidad de burradas impresionantes. Unas con estilo y que te hacían reír y otras que me daban mucha vergüenza, y mas si cabe cuando pasaban niños por la calle. Nos reíamos las dos por que sabíamos que algo nos iban a decir. Sobre todo a mi, que otros días era el objetivo de los “piropos”.

Llegamos al semáforo frente a la obra. Estaba en rojo. Nadie nos dijo nada. Nos miramos un momento como extrañadas. Yo ya estaba incluso algo molesta, pues con lo impresionante que me había puesto, si no recibía ninguna frase obscena, ninguna palabra guarra, ningún gesto, me iba a bajar la moral. Había llegado más gente al semáforo. Prácticamente nos rodearon la avalancha de gente que venía del otro semáforo. En un momento, alguien se acercó, pegó su cuerpo sobre mi espalda, de forma que notaba todos sus músculos en tensión, duros. Por la altura a la que me susurraba al oído intuía que debía ser el chico que mas cosos me decía días atrás. Recuerdo que era muy guapo, fuerte, con sonrisa pícara y pelo cortito. Me dijo en diez segundos una cantidad de cosas guarras al oído que en cualquier otra circunstancia hubiera parecido excesivo. Pero a mi me estaba poniendo a cien. Notaba que me iba mojando más y más. Noté como se iban marcando mis pezones a través de la blusa. Estaban hinchados y duros. Y todavía más si cabe, cuando puso una de sus grandes manos sobre el centro de mi culo, de forma que unos de sus dedos ya sobrepasaban la tela de mi minifalda y estaba tocando el tanga por su parte mas baja y entre mis dos piernas.

Oí como me dijo, “ven, que no te vas a arrepentir”, mientras me cogía de la mano y lo le seguía al interior de la obra. Estaba loca, estaba siguiendo a un desconocido al interior de una obra en construcción!! Pero no podía evitarlo. Estaba increíblemente caliente y con unas ganas de follar y ser follada por ese chico como nunca.

Mi amiga solo se dio cuenta de la situación cuando estaba ya en el interior de la obra. Vi que corrió tras de mi preocupada, pero cuando me vio la cara de lujuria que tenía, sonrió y se quedó en la acera mirándome hasta que me llevó mi anónimo chico a unas escaleras, las cuales bajamos a una velocidad de relámpago.

Bajamos dos plantas. Supuse que estábamos en el sótano. A pesar de ser una obra estaba todo bastante limpio. Me tomó en volandas y nos abrazamos como dos novios. Nos dábamos un beso increíble, mientras le tocaba sus fuertes brazos, su espalda dura como una roca, notaba sus pectorales y le pasaba la mano por su vientre, el cual marcaba músculos que desconocía que existieran. Posé la mano en su culo. Le metí la mano bajo el mono, que como lo tenía abierto por arriba y caído hasta la cintura, no me resultó difícil. Me calenté más todavía cuando noté que no llevaba ropa interior. Apreté fuerte con mis manos su duro culo. El  mientras me estaba sobando una teta por fuera de la ropa y haciendo círculos sobre mi duro pezón. Yo soy muy sensible y enseguida se me ponen duros y se me marcan bajo la ropa. Estaba metiendo una de sus rodillas entre mis piernas. Yo estaba ya que reventaba.

No me aguanté más, le di un empujón sobre la pared en la que estábamos apoyados, y fui bajando besándole sus tetas, su vientre, hasta que pude sacar su enorme y erecto pene. Su cuerpo olía muy bien. Una mezcla de a limpio y a sudor. Su pene olía a sexo. Me puse excitadísima. Su miembro debía medir unos 17 o 18 centímetros, y era muy grueso y venoso. Los pelitos los tenía recortados, no afeitados. Como me gusta a mí. Me introduje su polla en mi boca, saboreando ese rosado glande y notando como se retorcía de placer. Me encantaba esa situación de dominio sobre el hombre. Sabía que le estaba gustando. El estaba apoyado totalmente en la pared, y yo, en una postura de 90 grados, con las piernas rectas y doblada la cintura a la altura de su polla. La minifalda con esa postura estaba a mitad de mi culo, dejando ver todo el tanga. Mis piernas abiertas. Estaba súper caliente. No deseaba nada más en ese momento que me tocaran mi sexo, que me penetraran por detrás, como a una puta, que me hicieran volar de placer con un orgasmo incontrolable mientras yo seguía succionando esa gran polla.

En ese  momento de descontrol, noté como alguien me retiraba el hilo del tanga y me chupaba de forma experta mi sexo desde atrás. Era increíble. Mi deseo hecho realidad. Ni me giré para ver quien era. Mi mente ni se percató de que podía ser cualquier obrero, uno joven y fuerte, o uno gordo y salido. En ese momento no me importaba. Solo me importaba el placer que me estaban dando. Su lengua pasaba por todo mi sexo, recogiendo en un primer momento todos mis flujos internos que había acumulado de la excitación. Yo me puse todavía mas recta con las piernas para favorecer sus movimientos. Me lamía desde el clítoris hasta el ano. Notaba un placer descomunal. Y para rematar la faena, había metido sus manos por bajo de mi blusa y esta tocándome mis sensibles pechos. Me quedé un poco despintada, pues creía que me iba a tocar alguien de grandes manos y callosas. Pero no, eran unas manos pequeñas y muy suaves. Estaba despistada, pero no me importaba nada en esos momentos.

No se cuanto tiempo pasó, yo seguía relamiendo cada milímetro de esa descomunal polla, desde los huevos hasta el glande, metiéndomela hasta la garganta, sorbiendo con cada movimiento, mientras el chico me guiaba con sus manos en mi cabeza. Así seguí hasta que noté como se le aceleraba la respiración, y como le palpitaba el glande, ocupando mas espacio todavía de mi boca. Sabía que se iba a correr, pero a pesar de no conocerlo de nada, no pensé, no podía sacármela de mi boca. No quería sacármela de mi boca. Soltó seis o siete chorros de semen que inundaron mi boca. Yo me afanaba en tragármelos todos, pero alguna gota me resbalaba por la comisura de los labios. El chaval emitió unos ahogados gritos de placer, mientras le limpiaba a conciencia su sensible glande.

Mientras, en el preciso momento de empezar a tragarme el semen de mi boca, me vino una oleada de placer desde mi sexo, me vino un orgasmo increíble fruto de esa sabia lengua que se movía astutamente entre mis labios mayores y menores y mi ya hinchado clítoris. Me puse rígida para aguantar el orgasmo que me venía, pues si no, me hubiera caído en ese momento sobre el suelo. Cuando me recuperé de unos segundos de inconsciente placer, me levanté, abrí los ojos y  lo que me encontré fue al chico recuperándose de la mamada que le había metido y acercándose a mi, mientras me daba un lametón junto a mi boca, para tragarse los hilos de semen que me goteaban de mi boca, a mi amiga, sin la camiseta y tocándose sus grandes senos. Estaba flipando. Que situación tan surrealista. Pero tras unos segundos, me di cuenta que era una situación totalmente realista. Me invadió una oleada de ganas de sexo, fruto de la situación vivida, del olor a semen, del olor a coño excitado, de la visión de un hombre semidesnudo, de una mujer con unos senos enormes y preciosos, de mi misma untada en sudor y lujuria, que me llevó a besar a mi amiga de forma descontrolada mientras nos sobábamos mutuamente. Pude ver a mi compañero de mamada, con una cara de no entender nada, pero que al contemplar aquel espectáculo, su polla empezó a tomar otra ver una dimensión adecuada, mientras empezaba a masturbarse al vernos a nosotras.

Yo había llevado a mi amiga a los escalones de la escalera, de forma que al estar tres o cuatro por encima del suelo, la tenia frente a mi, con los pantalones que ya se los había quitado, así como el tanga, espatarrada ofreciéndome una visión perfecta de su sexo depilado y de sus dos enormes globos, totalmente naturales, mientras de sus labios salían las palabras “cómeme el coño”. Yo, como una gata en celo obedecí sin rechistar. En ese momento, y por detrás, noté como mi chico me estaba levantando la falda y me estaba quitando el tanga. Giré la cabeza y le dije: “clávamela hasta que me llenes de semen”.

Ahí estábamos, los tres, encadenados unos tras otro, dándonos placer. Yo tenía agarrada a mi amiga por las tetas, ella me cogía con sus manos mi cabeza, y yo le lamía, lo mejor que sabía, pues era la primera vez que me lo montaba con otra mujer. No debía hacerlo muy mal por que noté como le di en unos momentos tres orgasmos seguidos, mientras me llenaba de sus líquidos internos, lo cual me ponía mas cachonda todavía, y notaba cada embestida de mi particular amante. Yo lo acercaba con mi mano en su culo a mi interior. Quería notarlo dentro de mí. Era enorme su polla. La notaba cada centímetro. En un momento dado aceleró sus embestidas, a la vez que mi amiga entraba en otro de sus orgasmos prolongados que la hacían temblar incontroladamente. Noté todos los chorros de semen en mi interior. Que placer.

Cuando me incorporé, me caían por el interior de mis muslos el semen. Mi amiga se dio cuenta, y como un rayo, se posicionó bajo mis piernas y engulló cada hilo que caía. Era insaciable. Cuando acabó conmigo, se acercó al chico y le limpió su polla en tres o cuatro chupetones. Nos reímos los tres.

Nos vestimos en silencio. No intercambiamos palabra. Solo le dije a él: “esto queda entre los tres. Que solo quede en tu memoria, no en una tertulia de amiguetes”

Cojí de la mano a mi amiga y subimos las escaleras corriendo, dejando a nuestro amante con cara de incredulidad.

No comentamos nada mi amiga y yo, ni ese día ni en varias semanas después.

Fue algo que quedó en nuestra mente, y que ha sido el desencadenante de múltiples pajas nocturnas. Algo increíble y que a veces cuando lo pienso me arrepiento por la situación, y que pese a que todo salió bien, podía haber sido muy malo si el obrero hubiera sido un salido y un enfermo. Pero todo salió bien y lo recuerdo con gran placer.

No se si alguna habrá tenido alguna situación así, casi surrealista, con desconocidos. Pero en mi caso el placer, el sexo y la intriga a lo desconocido me pudo.

PLACER

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