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Mi morbosa vecinita

en Hetero: Infidelidad

Son las ocho de la mañana cuando cojo el ascensor que me lleva al sótano para coger el coche que me llevará aun con sueño al trabajo. Para dos pisos más abajo. Subes tú. No te había visto nunca. Te puedo doblar la edad. Saludas con un “buenos días” muy enérgico para ser tan de mañana. Aprovechas los casi siete pisos que quedan hasta la planta baja para terminar de ponerte la sombra de ojos mirándote al espejo. Yo te observo detenidamente, viendo tu cuerpo de casi veinteañera espectacular. No se puede decir que tengas proporciones de 10, pero así son como me gustan las mujeres, bien hechas, con unas piernas bien formadas y casi musculadas, un culito respingón y de tamaño a lo brasileño, con cintura en proporción y unos pechos firmes, siendo en tu caso bastante grandes, marcando un exuberante canalillo. Tu cara de picara niña inocente, con unos labios carnosos y ojos casi rasgados que dan un aire casi chinesco junto a tu pelo negro completamente liso.

Creo que te has dado cuenta que te observo, pues se te ve algo incomoda, pero pese a ello sigues con tu labor. Cuando se para el ascensor, te das media vuelta poniéndote casi frente a mí, y levantando la vista casi a cámara lenta, clavas tus ojos en mi y te despides con un “hasta la vista” que resonó en mi cabeza durante todo el día. Olías a jabón y a crema, y tus ojos oscuros hicieron estremecerme como nunca antes me había pasado. Quise quitarte de mi cabeza, con escusas banales como que eras una cría, que yo estaba casado o que en la vida podría tener nada con una jovencita.

Al día siguiente se repitieron los acontecimientos. Esta vez ya no llevabas esos pantalones vaqueros ajustados que te marcaban tus hermosas piernas y glúteos. No llevabas puesto esa camiseta en pico que te marcaba el canalillo de tus senos. No llevabas el pelo suelto sobre tus hombros. Llevabas un espectacular mono blanco de pantalón corto y tirantes, bajo los cuales llevabas un top dejando  los hombros al descubierto, pues te habías recogido el pelo con un moño en la parte superior de la cabeza. Hiciste la misma operación que el día anterior, frente al espejo. Pude ver tu hermoso cuello y tu espalda morena frente a mí. Te volvía a observar detenidamente, bajando por tu espalda hasta el inicio de tu precioso culo, dejando adivinar el hilo que llevabas por tanga. Tus piernas firme y seguramente duras como rocas. Mis ojos no perdían detalle. Fue ella la que rompió el silencio con un “muy buenos días vecino”, con un tono que me sonó algo burlesco. Sin duda se había percatado de mis miradas. Entonces quise entablar una pequeña conversación, se esas que son absurdas en los escasos segundos que dura el recorrido del ascensor, intentando ser simpático y gracioso:

-          Siempre vas con el tiempo justo, eh!, vecinita.- Le dije.

-          Ya ves, si es que me falta tiempo. - Me contestó ella.

-          Eso es posible que se solucione levantándote cinco minutos antes…… - dije entre sonrisas.

-          Si ya lo sé, pero se está tan bien en la camita!!! –Me dijo sonriendo mientras me miraba a través del espejo.

En ese momento se abrieron las puertas del ascensor, y mientras pasaba por delante mío me dijo con mirada pícara: “mañana intentaré acordarme de tus palabras y me levantaré un poquito antes”. Y se fue moviendo sus caderas. Yo no sabía cómo tomármelo, pero me gustó su descaro.

Por la tarde, mientras estaba en la calle paseando con mi mujer, la vi sentada en un banco con un chico de su edad. Estaba dándose el lote. Cuando llegamos a su altura, mientras mi mujer me hablaba de no sé qué compañera del trabajo y yo le respondía con una sucesión de sies, comprobé como mi vecina me miraba fijamente mientras le metía la lengua de forma ostentosa a su amante. ¿Acaso estaba provocándome? Yo no sabía que pensar, pero solo deseaba un nuevo encuentro en nuestro ascensor, que se produjo dos días después.

Entró con una minifalda con vuelo y tacones altos, y un top que le marcaba sus grandes pechos. Pelo suelto y un pequeño bolso de mano de dónde sacó sus utensilios mientras me daba la espalda mirando al espejo. Levantó la vista y me guiñó un ojo, mientras me empezó a hablar.

-          Ya ves, vecino, no lo he conseguido. Y eso que hoy cuando me ha sonado el despertador, lo primero que he hecho es pensar en ti y en tu consejo. Pero se estaba tan calentita en la cama con el roce de las sábanas en la piel que no he podido.

No sabía bien por donde salir, pues en la misma frase me estaba diciendo que se acordó de mí en la cama y poco menos que duerme desnuda. Mis esquemas se estaban desboronando. Pero quise entrar en el juego:

-          Todo es fuerza de voluntad. Mira yo. En cuanto me suena a mí, me levanto y me meto bajo la ducha, dejando caer el agua tibia por mi piel. Seguro que con la misma sensación que a ti y tus sabanas…..

Llegamos a la planta baja, y mientras se abrían las puertas, se acercó a mí y me dijo casi al oído:

-          Habría que verte…..

Salió y se cerraron las puertas. Mientras bajaba al sótano me entró un cosquilleo por los genitales que fue increíble. Se había insinuado clarísimamente. Me pasé el día pensando cómo podía subir el nivel dialectico con ella, pero no fue muy complicado, pues ella estaba por la labor.

Al día siguiente lo primero que hizo ella al entrar fue acercarse y darme dos sonoros besos.

-          Vecino, soy Sandra, que nos vemos todas las mañanas y no sé ni cómo te llamas.

-          Jajaja, sonreí yo. Pues yo soy Sergio. Tienes toda la razón, - le dije mientras se puso frente a mí.

-          Pues ya nos conocemos – dijo mientras se cerraban las puertas del ascensor.

-          Veo que hoy me has hecho caso y no vas con el tiempo tan apurado.

-          Pues si Sergio. Así es. Me he levantado y me he dado una ducha de las tuyas,- me dijo.

-          Interesante,- le contesté. Pues si quieres te llevo a donde vayas mientras me lo cuentas,- le dije mientras le miraba fijamente a los ojos.

-          Pues me harías un favor, pues siempre llego tarde,- dijo Sandra.

Bajamos hasta el garaje y entramos en mi coche. Es un coche grande, tipo 4x4. Se sentó en el asiento del copiloto, mientras se arreglaba la falda al sentarse. Yo creo que se la dejó incluso más alta de lo que estaba, dejando ver sus hermosas piernas. Yo no perdía detalle con el reojo, mientras hablábamos de cosas sin mucho sentido.

Cuando salíamos del garaje me dijo:

-          Oye Sergio, ¿yo te parezco atractiva?,- me dijo Sandra a la vez que se me calaba el coche al llegar arriba.

-          Pues claro que si Sandra. Porque me preguntas eso,- le contesté mientras arrancaba el coche.

-          Es que mi novio me ha dejado y sin justificación alguna.

-          Pues le dices a tu novio de mi parte que es un bobo, y que a una mujer como tú no hay que dejarla escapar,- le dije con todo mi morro.

Ella me miró fijamente y me puso su mano en mi pierna, acariciándomela desde la rodilla hasta casi la ingle, mientras me decía: “que bueno eres Sergio”. Aquel tocamiento se alargó en el tiempo más de lo normal, lo cual hizo que mi polla empezara a removerse en su guarida. Ella me indicó por donde ir a su trabajo, dejando la mano sobre mi pierna, y mientras manteníamos una conversación que empezaba ya a ser picante. Cuando salíamos del último semáforo hacia las afueras, levantó su mano de mi pierna, pensando que iba a quitarla, pero cuál fue mi sorpresa que la llevó directamente a mi paquete, palpando por encima del pantalón toda mi polla erecta.

-          Vaya Sergio, veo que estás cachondo!!!!,. dijo mientras se mordía el labio inferior.

-          Joder Sandra, es que me estás poniendo como una moto.- le dije

-          Pues anda que tu. Llevo las bragas mojadas desde que te he dado los dos besos en el ascensor. Me pones muy cachonda, tío. – a lo que añadió: Si te metes por detrás de esta nave te follo como nunca te lo han hecho.

Me metí por donde me dijo, viendo al fondo un muro de una casa derruida donde podía dejar el coche sin ser visto por nadie. A esas alturas ya tenía a Sandra con mi polla en sus manos y metiéndosela en la boca, haciéndome una mamada impresionante.

Paré el coche y mientras me succionaba el glande le metí la mano bajo la falda y le retiré el tanga, pudiendo comprobar lo húmeda que estaba, introduciendo muy fácilmente dos dedos en su coño, mientras emitía gemidos de placer. Debido a la posición, le estaba tocando también su ano, y de lo mojados que tenía mis dedos le introduje uno en el culo. Ella reaccionó dando un pequeño salto mientras me decía: “joder tío, me encanta que me perforen el culo”.

Me pasé a su asiento, lo tiré al máximo para atrás y la puse mirando hacia el exterior, dándome la espalda, mientras me la acomodaba de forma que le introduje mi lubricada polla por su culo. Ella arqueó el cuerpo hacia atrás dejando caer todo su peso, metiéndose toda mi polla. Mientras le metía dos dedos por el coño, y ella se masajeaba el clítoris. Le vinieron en escasos dos minutos un sinfín de orgasmos, notando a cada uno de ellos un torrente de jugos que salían por su sexo. Con ello, y el movimiento que producía de contracción en su esfínter, me estaba provocando un lento pero irremediable orgasmo, bañando todas sus entrañas con mi semen.

Permanecimos así dos minutos, exhaustos de placer. Saqué la polla de su interior y me la limpió con unas toallitas que tenía en el coche. Posteriormente se acachó y empezó a lamérmela otra vez, hasta que la hizo reponerse de nuevo, momento en el que se sentó sobre mi y se la introdujo en su coño. Se quitó la camiseta y el sujetador y dejó frente a mi sus dos poderosos senos, guiados por unos pezones enormes y puntiagudos, que me los metí en la boca mientras los manoseaba con ambas manos.

Ella realizada un movimiento casi maestro de su pelvis haciendo un mete-saca impresionante. Duramos así casi diez minutos, y nos cambiamos al asiento de atrás. Entonces la puse a cuatro patas y se la metí en su rosado coño depilado por detrás, golpeando mis huevos en su piel, que junto a sus gemidos, el olor a sexo y el placer que me estaba dando, me vino una oleada de orgasmo brutal. Le avisé y se dió rápidamente la vuelta ofreciéndome su boca mientas me miraba a los ojos. Cuando salió el primer chorro de semen se la introdujo en su boca mientras me pajeaba con la mano, exprimiéndome hasta la última gota.

Nos vestimos sin demora pues ya llegábamos los dos tarde, despidiéndonos no sin antes aconsejarnos en repetir esta experiencia.

Nunca había sido infiel a mi mujer, pero con polvos así, bien se puede ser infiel alguna vez…… o muchas veces.