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MIS MOMENTOS CON LA CAMARERA.El descubrirse.-2de3-

en Hetero: General

MIS MOMENTOS CON LA CAMARERA

CAPITULO 1. EL ENCONTRARSE

Contado en el anterior relato. Publicado el 15/02/2012.

Es continuación pero pueden leerse indeoendientes.

CAPITULO 2. EL DESCUBRIRSE

Cuando salimos del local nos dirigimos camino de mi hotel. Aunque hacía frio y no estaba cerca, preferimos andar, uno al lado del otro, jugueteando con nuestras manos, con nuestros ojos, con muestras bocas. Aunque no éramos quinceañeros, no podíamos evitar comportarnos como tales.

Una vez en el hotel subimos lentamente las escaleras. Los dos sabíamos lo que iba a volver a ocurrir, pero parecía que a los dos nos gustaba deleitarnos con esos momentos previos, llenos de excitación y nerviosismo, pese a que ya conocíamos nuestros cuerpos desnudos, fruto de una increíble follada en los vestuarios de aquel local. Pero sabíamos que ahora iba a ser distinto. Sabíamos que ahora íbamos a hacernos el amor. Los momentos salvajes de hace poco más de una hora dejaría paso al erotismo del sexo hecho con amor.

No habíamos parado de hablar en todo el trayecto, y las palabras constantes dejaron paso a un silencio delatador, cómplice de las sonrisas nerviosas que nos lanzábamos, como si de un ritual de apareamiento se tratara. Me venían a la cabeza flashes de instantes con Deisy, como su sonrisa, sus ojos profundos, sus pezones duros, su olor a sexo desbocado, su coño húmedo, sus caderas, sus braguitas, sus pelitos, su boca, su lengua, su mano apretándome los huevos, mi dedo metido en su ano, mi polla incrustada en su vagina, mi polla dando de beber a aquella mi diosa del placer.

Abro la puerta de la habitación. Sigue el silencio. Deisy entra delante de mí, se queda mirando la habitación. Mientras cierro la puerta no sin poner antes el cartel de “no molestar”. Se quita la chaqueta que lleva. Yo la observo en silencio, mientras me quito la mía. Puedo observarle en ese momento con ropa de calle. Lleva una faldita corta sobre unas gruesas mallas grises, las cuelas acaban ocultándose por una botas. Sus piernas se ven fuertes y un buen culo se intuye bajo esa faldita con vuelo. Arriba lleva un jersey azul oscuro, de cuello redondo, ligeramente apretado al cuerpo, lo que hace sobresalir sus dos tetas, pareciendo que tiene incluso mas de lo que pude palpar en el local. El pelito en media melena, cuanto apenas que llega a los hombros. Y sus gafas oscuras de pasta, que en este momento se las quita y las deja en la mesita. Cuando acaba de dejarlas, se da la vuelta muy lentamente y mirándome a los ojos, se acerca, sin decir una sola palabra, y me pone sus dos manos en mi pecho. Me toca mis pectorales y mis hombros. Baja hasta mi estomago con ambas manos, pasa a las piernas para acto seguido, acercándose más, palparme cada centímetro de mi culo. Sube por mi espalda hasta que se pierde en mi pelo. Ella está muy cerca, por lo que ya ha comprobado que estoy a punto, que tengo una erección increíble. Quiero tocarle, agarrarle sus pechos, su culo. Pero prefiero disfrutar de ese momento que me está regalando. Me quita mis gafas y las deja junto a las suyas. Vuelve a ponerse frente a mí. Se arrodilla como si fuera a rezar, pero su oración está escrita y su penitencia impuesta.

Empieza a acariciar mi falo por encima del pantalón. Pedía a gritos que le sacaran de su encierro, y ella lo sabía muy bien. Bajó mi cremallera y metió la mano, pasando a sobarla ahora por encima del calzoncillo. La recorría en toda su extensión. Con la otra mano se sobaba las tetas por debajo de jersey. La situación me estaba poniendo a cien. Desde arriba veía a Deisy arrodillada, con las piernas ligeramente separadas, mordiéndose el labio inferior mientras me miraba fijamente, con su mano izquierda metida bajo el jersey y con su mano derecha dentro de mi bragueta tocándome la polla con mucha maestría. Cuando sacó la mano con la que estaba sobándose las tetas me desabrochó el pantalón y lo dejó caer a mis tobillos. Cogió mis calzoncillos por la goma, a ambos lados de la cadera e hizo lo propio. Saltó mi pene como un resorte frente a la mirada lasciva de mi hembra en celo. Sacó la lengua haciendo un gesto de relamerse, y mientras me miraba a los ojos, la cogió con fuerza con una mano mientras con la otra me sobaba los huevos, y se la introdujo lentamente hasta el fondo de su garganta. Yo no pude más que emitir un gemido de aprobación y puse mis manos en su cabeza, acompañando los movimientos que ella tan sabiamente tenia aprendidos. Ciertamente sabía perfectamente como comer una polla, donde aplicar presión y donde movimiento. Me estaba transportando al séptimo cielo sin salir de la habitación del hotel. Así estuvo al menos durante cinco hermosos minutos. Cuando creí que era necesario, pues también quería yo darle a ella su ración de placer, la levanté del suelo y le di un largo beso en la boca, mientras mi pene, haciendo movimientos hacia arriba, levantaba su falda, como pidiendo a gritos que se la quitada. Así lo hice. Ahora me tocaba a mí la penitencia. Me arrodillé como si de un feligrés me tratara y le bajé la cremallera lateral de la falda, bajándosela hasta los pies y sacándosela. Se quedó ahora con las mallas grises, dejando bien marcada su figura. No es una figura delgada, idealizada, pero tampoco gruesa. Tenía el punto ideal, a mi parecer, de carnes y curvas. Esa ligera preponderancia de las carnes sobre las curvas le da a ciertas chicas un halo de sensualidad, que Deisy estaba claro que tenia a raudales. Le pasé las dos manos por sus caderas, sus muslos, su culo su entrepierna, sus rodillas. Poco a poco le fui bajando las mallas, a la vez que las braguitas. En cada centímetro de piel que iba liberando crecía en mi la excitación y el deseo. Cuando se quedó todo su coño al aire, pues ya iba a llegar por las rodillas las mallas, contemplé su sexo, el olor que desprendía su sexo, los minúsculos bellos recortados de su pubis, el rosado ya brillante de sus labios. Todo aquello me hizo tirarme a chupar ese hermoso manjar como lo haría un sediento en el desierto. Le cogía con las dos manos fuertemente su hermoso culo, apretando más y más su sexo contra mi cara, metiéndole mi lengua en su coño húmedo y hambriento. Terminé de bajarle las mallas y las bragas y se las saqué por los pies, de forma intuitiva, pues yo solamente me estaba dedicando a su coño. La tumbé en la cama, de forma que estaba boca arriba, con los pies en el suelo, abierta totalmente de piernas y mi cabeza en plena inmersión submarina en las aguas plácidas de su sexo. Mi lengua se abría paso entre sus labios menores, follandola lentamente, pasando paulatinamente a su clítoris y recorriendo toda la longitud de su sonrisa vertical, desde el clítoris hasta el ano, ya bien mojado por los flujos de su interior. Repetí el recorrido con mis dedos, pero ahora mientras con mi lengua se dedicaba exclusivamente a su clítoris, y mordisqueaba sus labios mayores ligeramente, con uno de mis dedos estaba acariciando su mojado ano, estimulando sus músculos, e introduciendo de forma muy fácil, por la humedad, la mitad de uno de mis dedos, haciendo un movimiento dentro fuera para ir acostumbrando a su esfínter al nuevo inquilino. Todo ello y tras un par de minutos le provocó un orgasmo intenso y ruidoso, mientras ella me cogía con ambas manos mi cabeza para que no me separara de su fuente de placer, siguiendo con mi comida de coño de forma casi salvaje y con movimientos repetitivos y cada vez más rápidos, viniéndole a escasos segundos un segundo orgasmo, acompañado de movimientos incontrolados de pelvis y de una gran cantidad de humedad del interior de su coño. En cada convulsión mi dedo índice entero se quedaba prisionero dentro de su culo, y para cuando se empezó a relajar, debido a sus flujos, su ano estaba doblemente lubricado, por lo que no me costó prácticamente nada meter un segundo dedo, produciendo en ella un gemido de satisfacción, que acompañé con un lametón en su sensible clítoris, lo que hizo que me mirara y me dijera: “Joder Dani, méteme toda la polla que me muero de ganas de tenerte dentro de mí”. La miré y le dije: “no te preocupes mi niña que te vas a hartar de mi y de mi polla”. Me terminé de quitar la camisa mientras ella se sacaba el jersey por la cabeza. Estábamos los dos desnudos. Me acerqué lentamente, cogiéndome con una mano mi hinchada polla, mientras ella se había empezado a tocar su coño. Me puse encima de ella y le introduje de una sola estocada todo mi falo en su interior. Ella se estremeció de placer, mientras me rodeaba con sus manos mi espalda y las bajaba hasta el culo para acercarme más todavía a su interior. Yo la besaba por los labios, los ojos, las orejas, el cuello, los senos, sus erectos pezones, mientras le infringía un castigo mayor y mayor a cada embestida más fuerte y brutal. Le levanté las piernas y me aproximé de rodillas a su sexo, para poner introducir totalmente mi polla en su interior. Mis huevos golpeaban con fuerza su culo, mientras ella empezaba a gemir de una forma muy sonora, lo que hacía que yo aumentara mi ritmo todavía mas, subiendo mas todavía sus decibelios de sonidos guturales y también el sonido del golpeo de de mis huevos. Tras poco mas de un minuto en esa postura, le sobrevino un orgasmo que hizo desencajarle la cara, mientras yo no paraba de hacer el mete saca. Cuando se recuperó se incorporó y me chupó toda la polla ávidamente,  lamiendo cada resto de su humedad interior, poniéndome a punto de mi corrida, la cual pude parar separando a mi hembra de placer. Entonces me incorpé delante de la cama e hice lo propio con ella, que me obedecía sin rechistar, inmersa como estaba todavía en los restos del orgasmo que le había sobrevenido. Le di la vuelta e hice uqe se apoyara los brazos en la cama, de forma que me ofrecía perfectamente su hermoso culo y su desnuda espalda. Me acerqué por detrás y se la metí nuevamente en su coño, húmedo, sensible, abierto, excitado. Hacía movimientos lentos, porque mi objetivo era otro, era terminar de estimular su ano, para, si ella quería y estaba dispuesta, follarme sus entrañas. Me chupé mis dedos y empecé a introducirlos en su ano. Estaba muy húmedo de sudor y flujos, por lo que se introdujeron perfectamente dos dedos. Posteriormente paré a meterlo los dos dedos gordos de las manos, haciendo presión hacia el exterior, para distender su esfínter. Ella gemía de placer, y girando la cabeza me dijo: “hazlo con cuidado, pero hazlo ya. Méteme la polla en el culo”. Cogí un bote de crema que tenía en mi mesita. Era lo mejor que tenía para facilitar el roce. Le apliqué un poco en su ano y saqué mi polla de su coño y se la puse en la entrada de aquel palacio de placer. No costó casi nada introducir el dilatado glande. Pero faltaba el resto de tronco. Inicié un movimiento lento que hacía que a cada embestida se introdujera un milímetro mas. Ella se llevó una mano a su culo abriéndolo para darme mejor recorrido mientras que con la otra se estaba acariciando el coño. Al no apoyarse con las manos estaba apoyada en la cama con la cara, lo que hizo que tuviera una mejor posición para taladrarle sus entrañas. Al poco ya tenía toda la polla en su interior, interior caliente y estrecho, que me estaba proporcionando un placer mayúsculo. Empecé un movimiento mas rápido de entrada y salida, poniendo algo más de crema en mi pene, aunque no hacía falta por lo dilatado que tenía ya su orificio. Aumenté el ritmo, mientras ella hacia lo propio con su coño y clítoris. Sus gemidos me dieron la noticia de lo que iba a ocurrir. Se estaba pajeando ella de forma brutal, y le estaba llegando un tremendo orgasmo, que noté, aparte de por sus gemidos, por la contracción inconsciente de los músculos de su culo, lo cual hacía que se aprisionara mas mi polla en su interior, dándome el toque para inicial mi colosal corrida. Cuando sus gritos eras mayores me vino una oleada interior de placer que acabó bañando de semen el interior de sus entrañas. No se la cantidad de chorros que solté en su interior, pero sentí que me vacié. La vista se me nubló mientras terminaba de correrme y me dejé caer sobre la espalda de Deisy, mi dulce hembra en celo, tumbándonos en esa posición sobre la cama, con mi polla todavía en su interior.

Estábamos sudorosos pero complacidos. Nos habíamos regalado una serie de orgasmos increíbles. La tarde se había pasado sin darnos cuenta. Era hora de cenar, por lo que nos dispusimos a ello.

Deisy se pasó por casa para solucionar un asuntillo. Mientras yo la esperaba en un bar tomando una cerveza. Cuando apareció, solo pude decirle “wow”, mi dulce niña, estás radiante!!”. Se había vestido muy sensual y el pelo se lo había mojado ligeramente, y los rizos que tenían le caían algunos por la cara, de forma que le daba un toque sensual a su sonrisa picarona. Lucía un magnifico escote, dibujando unos magníficos senos, y dejando a la imaginación el resto. Se había cambiado la faldita y se había puesto unos pantalones de tela, que le hacían un muy buen culo. Eran de una tela muy fina, y por el simple roce se notaban perfectamente su ropa interior. Mientras andábamos a un restaurante le cogía con mi mano su tremendo culo, notando cada pliegue de su braguita, y llegando bajar la mano hasta la entrepierna por detrás, empezando a notar ya el tremendo calor que desprendía por su sexo. No se como acabaría la cena, pero si mi excitación iba en aumento podíamos montar algún escándalo.

Nos metimos en un restaurante algo bullicioso, pero nos sentaron en una zona pegada a una de las paredes y no muy visible, por lo que mientras leíamos la carta me dediqué a meterme mano por debajo del mantel. La visión de su escote, junto con su sonrisa me hacían ponerme muy burro. Pero pensé que lo mejor era cenar tranquilamente y guardé la compostura. Entonces fue ella la que siéntenos algo “descuidada”, fue la que me puso su mano en mi paquete y me empezó a sobar la polla. Yo me acercaba a la mesa todo lo que podía para que el largo mantel, que llegaba hasta el suelo ocultara lo que ocurría. Vino el camarero y le dijimos que volviera en unos minutos, que no lo teníamos claro. Yo estaba que reventaba, pues ya me había bajado Deisy la cremallera y me había sacado la polla totalmente. Aprovechando que era una zona apartada, y que no la podía ver nadie, en un rápido movimiento se metió debajo de la mesa. Yo solo pensé: “tierra, trágame”. Acto seguido me recosté sobre el respaldo de la silla, y estiré las piernas debajo de la mesa, mientras que el mantel me lo había posicionado sobre la barriga. Ella se había colocado entre mis piernas y ya se había introducido mi polla en su boca. En ese momento vino el camarero y me preguntó si me esperaba a que llegar la señorita, a lo cual le dije que no, para no prolongar más las idas y venidas del camarero, y cogí la carta y pedí rápido y casi sin fijarme. También le pedí un vinito tinto. Se tomó nota el atento camarero y se fue. Durante el largo minuto que estuvo el camarero tomando nota, Deisy no paró de succionarme la polla, por lo que me costaba mantener el tono de mi voz. Y debido al bullicio que había en la gran sala, no creo que oyera desde la posición que ocupaba el camarero, los sonidos que de vez en cuando provenían de debajo de la mesa. Yo me lo estaba pasando pipa, con esa mezcla de morbo, excitación y la tremenda mamada que me estaba haciendo. En eso que volvió el camarero a dejar el vino. Y se volvió a marchar. Yo no sabía ya que cara poner. Al poco de marcharse, aceleró mi dulce dueña del placer sus movimientos, tanto que ahora los ruidos si eran mas que evidentes, por lo que empecé a hacer algo de ruido con los cubiertos, pues se aproximaba una pareja por detrás, pero optaron por irse al otro extremo. A los pocos segundos, metí las manos debajo del mantel para cogerle la cara, pues me iba a correr, lo cual ella así lo percató, por que se engulló toda mi polla hasta la garganta, momento en que salieron chorros de semen que se depositaban directamente en el fondo de su garganta. Acababa, como ya sabía ella, relamiéndome cada milímetro de mi excitado glande, produciéndome un placer indescriptible. Se asomó por debajo del mantel para preguntarme si ya podía salir. Miré a los lados y le di la señal. Se sentó en su silla, con el pelo algo alborotado, y relamiéndose los labios. Tomó su vaso de vino y haciendo un brindis lo levantó y bebió un profundo sorbo.

Aquella niña de alrededor de treinta años me estaba volviendo loco de placer, loco de lujuria, loco de remate. Le iba lo prohibido y lo alocado. Le iba el sexo y el morbo. Le iba una buena conversación y un buen dialogo. Era lo que se suele decir una señora en la calle y una puta en la cama. Aquello me encantaba. Aquello me superaba. Aquello era mi fuente de placer.

El resto de la cena transcurrió de lo más normal. Por lo que cuando acabamos nos fuimos a mi hotel, sin tomarnos ninguna copita mas, pues nos habíamos acabado el vino y llevábamos los dos un buen punto.

Lo que ocurrió nuevamente en el Hotel se contará en el trecer y ultimo capítulo de la serie.

Mis gracias más sincera a d.V.

 Mi pequeña diosa Voraz y morbosa.

Mi musa en este relato.