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Que caña, no? la primera mamada mutua

en Hetero: Primera vez

Ocurrió en una noche cualquiera. Éramos una pareja como muchas otras. Habíamos salido a cenar y a pasar un rato juntos, después de una semana de trabajo. Todo fue como cualquier otro día. La recogí, nos fuimos a cenar unas pizzas o lo que surgiera, nos íbamos a tomar algo, o dependiendo de nuestras ganas y deseos de pareja, nos largábamos a uno de esos lugares donde se acumulan la misma cantidad de coches, que de sexo y de condones. No hacía mucho que salíamos y la decisión fue que queríamos gozar de nosotros. Nos miramos tras una serie de besos calientes en el coche, y sin decir palabra sabíamos que queríamos ir al lugar deseado.

Patricia no era una chica  despampanante a simple vista, bajita, todo bien puesto, súper guapa, ojos algo rasgados, labios grandes y carnosos, mirada atractiva, senos pequeñitos, cintura fina, piel suave, culo impresionante, muslos suaves, y sobre todo muy caliente en la cama. Es de las chicas que prefieren hacerte a que le hagas. Pero cuando le haces lo gozan de manera sin igual. Algo gritona, pero que pone mucho. Le encanta comer la polla, y lo hace impresionantemente bien.

Yo soy un chico normal también. Ni guapo ni feo. Espaldas anchas, algo atlético. Culito bien puesto, ojos bonitos (según me decían las mujeres). En fin, del montón.

No llevábamos mucho tiempo saliendo, y en cuestión de sexo a ella le gustaba mucho hacer mamadas, pero todavía no había logrado hacerle yo una buena mamada a ella. Siempre me paraba cuando me disponía a hacerlo. Prefería que le hiciera un dedo.

Pero esa noche la convencí y fue increíble. Estábamos en la parte de atrás del coche, como se puede estar allí, incómodos pero es secundario en ese momento. Yo estaba tumbado en el asiento trasero, y ella sentada al lado, los dos desnudos, ya había empezado a hacerme una de sus mamadas. Me cogía la polla con una mano mientras con la otra me tocaba los huevos. Me retiraba toda la piel hacia abajo, y me lamía cada milímetro de mi glande. Succionaba, se la metía hasta que le entraban arcadas, movía la mano acompasadamente a la boca. Emitía como siempre sonidos de placer mientras me hacía ese maravilloso trabajo. Yo estaba en la gloria.

Poco a poco le fui besando por los muslos, a acariciándolos, me iba acomodando entre sus piernas. Empecé a jugar con su bello púbico. Abundante, la verdad. En aquella época no estaba tan generalizada la depilación brasileña. Le retiré los pelitos hasta que pude observar, entre la oscuridad de la noche, su sexo, húmedo y palpitate. Me chupé el dedo y le acaricié el clítoris. Dio un salto de placer. Le acaricié los alrededores y volvía fugazmente al clítoris. Ella, no había parado ni un momento de chupármela, de sacársela y coger en su boca un huevo, y luego el otro para volver nuevamente a introducírsela en su boca húmeda.

En un momento, cuando la noté muy excitada, pues seguía con su cadera los movimientos de mi mano en su sexo, y desprendía ese olor a sexo y placer tan característico, junto a los fluidos que emanan, me acerqué y le di un lametón al clítoris. Yo sabía que ese era el momento crítico. Ella paró un momento y me dijo que no. Que sabia que no. Pero yo, cariñosamente le dije que confiara en mí, que todo saldría bien.

Nunca me contó qué le había pasado en su vida con anterioridad para tener casi pánico a eso. Pero lo que tenía claro era que conmigo superaría ese trago.

Empecé a chuparle suavemente su sexo, el clítoris, en círculos, alrededor de esa zona tan suave, bajaba hasta sus labios mayores, los cogía con mis labios, los succionaba, le pasaba la lengua por ellos cuando estaban dentro de mi boca. Notaba que ella gozaba con cada movimiento. Se había dejado llevar. Sabía que no tenía nada que perder y si mucho que ganar. Mientras tanto ella ponía mucho mas empeño en su labor. Me la  chupaba con tal ímpetu, y me masturbaba a la vez con unos movimientos tan salvajes que creía que me la iba a arrancar.

Yo siempre he sido algo especial con las mamadas, pues tardaba mucho en correrme, por lo que ella sabía que se tenía que emplear a fondo. Y así lo hacía.

Yo mientras tanto seguía a lo mío, sabiendo que le iba a dar un placer ilimitado a mi chica. Yo estaba chupando cada rincón cuando me centré en su clítoris. A ella le encantaba que le estimularan el clítoris. Tenía orgasmos brutales cuando lo hacía con los dedos. Siempre ocurría de forma similar, me humedecía los ledos con sus líquidos y le sobaba despacio al principio, para luego, cuando estuviera más excitada, retirar la piel que cubre su clítoris y tocarlo directamente. Al momento ella siempre estallaba en unos segundos de movimientos espasmódicos incontrolables, mientras mi mano se me llenaba de líquidos calientes que surgían de su interior, a la vez que emitía unos gritos incontrolados, después de haberse mordido los labios para intentar evitar un espectáculo sonoro de placer y erotismo.

Pero esa noche sabia que sería igual pero multiplicado por mil. Yo ya la tenía a tope, sabía que unos segundos más actuando en su clítoris y estallaría en placer, por lo que me estaba dedicando a sus labios mayores y menores, introduciendo mi lengua en una follada lingual, para mantener su nivel de excitación, hasta que me llegara el momento. Y sabía que faltaba poco, pues me estaba comiendo la polla como nunca, a la vez que emitía sonidos ahogados de placer, por el gusto que le estaba ocasionando en su ya regado sexo.

Mientras me succionaba el glande y pasaba la lengua por él, noté como me venía desde lo más profundo una ola de placer que se dirigía hasta la punta de la polla. Por lo que sabía que era el momento. Le retiré la piel de su clítoris, se quedó al descubierto frente a mí. Estaba duro e inmenso. Palpitaba. Lo cogí entre los labios. Le di unos mordisquitos suaves, y empecé a chuparlo y pasarle la lengua por él, alrededor de él, de arriba abajo, de izquierda a derecha. En círculos. Por un momento pensé que se iba a desmayar. Yo estaba ya llegando al límite de mi aguante. La situación era perfecta. Yo en su clítoris. Ella en mi polla. Los ruidos de placer que emitíamos en el interior del coche. Los cristales empapados. Nuestros cuerpos idos en placer y locura. El olor que desprendían nuestros sexos. Aceleré el ritmo de mi lengua sobre su clítoris. Tenia que agarrarla por las caderas debido a  sus exagerados movimientos de placer. Yo ya notaba  como me subía mi semen por mi polla, dirección a su boca. Sabía que no tenía que avisarle. Ella lo notaba con la hinchazón de mi glande y el palpitar del mismo. Le gustaba saborear y beberse todo mi semen. Le encantaba. Me encantaba.

En ese momento noté venir su tremendo orgasmo. Sus gritos ahogados por mis chorros de semen en su garganta. Sus movimientos de cadera incontrolados. Su sexo palpitar. Mi cara húmeda de sus flujos internos. Fue increíble. Impresionante. Placer mutuo con mayúsculas.

Mientras, ella terminaba de limpiarme la polla, como en un gesto de agradecimiento, lo cual me producía un placer extremo. Su lengua alrededor de mi sensible glande. Ahora era yo quien tenía movimientos incontrolables. Que gusto.

Nos quedamos unos segundos apoyados la cabeza sobre los muslos del otro.

Nos levantamos a la vez y solo atinamos a mirarnos y decirnos: Que caña, no?

Bueno esto ha sido el relato de uno de los momentos mas increíbles que pasan en cualquier pareja, en cualquier momento. Seguro que a muchos y a muchas ha conseguido que os vengan a la cabeza momentos similares con vuestra pareja actual o alguna anterior. Me alegro si fue así. Que disfrutéis mucho del sexo.

Placer infinito.

relatostos@hotmail.com