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Los masajes 2

en Hetero: General

Pasada una semana de aquello, me daba corte decirle a mi amigo de ir a su casa para otra sesión, pero es que tenía muy cargado los abductores y fue él mismo quien me llamó para decirme que había hablado con su madre y que fuera esa misma tarde. Le dije de todo por habérselo dicho sin que yo se lo hubiera pedido. Se quedó a cuadros y no sabía cómo reaccionar. Claro está, el no sabía nada de lo ocurrido la última vez con su madre. El caso es que allí me presenté. Recién duchado y con medio litro de colonia. Nunca se sabe como podía acabar aquello.

Entré en la habitación de masajes. Elena ya me estaba esperando. Estaba callada, aparentemente seria. De espaldas a mi. Con su bata. Yo me la imaginaba sin la bata, desnuda, moviendo ese cuerpo duro y voluptuoso sobre mi, cabalgándome salvajemente. De repente me dije que estaba loco y salido por pensar aquello. Entré en la habitación. La notaba algo rara. Me dirigí la biombo, y fue entonces cuando vi que no era Elena, sino su hija Lucia, la hermana de Raul, la que estaba arreglando la camilla. Me quedé muy paralizado. A Lucia la conocía como se suele decir desde siempre. Habíamos jugado en la playa juntos, y nos habíamos visto crecer. Hacia un tiempo que no la veía. Desde que estaba en la universidad se dejaba ver poco. Sabía que estuvo saliendo con un chico del equipo de Rugbi de Derecho, pero hacia poco menos de medio año que lo dejaron. Me miró y me dijo que ya sabía el procedimiento. Que su madre no podía estar, y que me lo haría ella. Que al fin y al cabo la que sabía de masajes era ella, que para eso estaba estudiando fisioterapia.

Yo no dije nada. Me desnudé medio cuerpo y le pregunté si la camiseta también. Me dijo que si. Le pedí la braguita y me dijo que no había. Que sería mejor que me desnudara del todo. Me tiró la pequeña toalla por encima del biombo y me la puse delante tapándome lo que podía.

Me senté en la camilla. Ella me ayudó a tumbarme y me acomodó la toalla. Empezó por la espalda. Tenía una manos agiles y lentas. Muy lentas. Estaba logrando que me relajara mas todavía que con su madre. Hablamos poco. Preguntas banales sobre la vida y los estudios. Se concentró en el masaje, y yo fui entrando en un estado de relajación máximo. Se pasó a las piernas. Todo correcto. Todo perfecto. Antes de darme cuenta me estaba diciendo que me diera la vuelta. Me acomodó nuevamente la toalla. Y empezó a tratarme la pierna a la altura del abductor. Sus manos estaban calientes. La toalla la había movido para llegar bien a todos los sitios. Cuanto que me tapaba las ingles. Sus manos poco a poco se aproximaban mas a mi sexo. Bastó apenas un roce por uno de mis huevos para que mi polla tomara el camino incontrolado de la erección. Pasados apenas dos minutos la erección era más que evidente, por mucho que intentara posicionar mis manos entre la toalla. Ella sonrió y me dijo:

-      Tranquilo tío. Es algo muy normal. Ya me estaba extrañando que no se te levantara.- Sonrió.

-      Uff, tía. Supongo que será normal, pero me da un palo que no veas.- le contesté.

-      Venga ya. Si nos hemos visto desnudos desde chiquitajos. No te preocupes.-me quiso tranquilizar.

-    Si, ya lo sé, pero no es lo mismo. Es como si te dijera que te quedaras desnuda delante mía ahora mismo. No estarías cómoda, para nada.-me atreví a decirle.

-      Pues porque tú no querrás…… -me dijo con una sonrisa picara.

-      Anda ya. Me vacilas,- le dije

-      A ver, Santi. Relájate. Esto es muy natural. Yo estaba igual que tu la primera vez que fui a playas nudistas. Ahora lo veo lo más normal del mundo. –dijo seria. Además, con el aparato que te debes de gastar, por el bulto que hace, tendrías que mostrarlo más que ocultarlo,- añadió.

-      Y dale con el tamaño. -Dije

-      Ah! Que ya te lo habían dicho, no?- me preguntó

-      Bueno, puede ser. Vamos a hacer una cosa. Yo me quito la toalla si tú me terminas el masaje en pelotas.- le dije como órdago.

-      Vale.- me contestó, mientras se empezó a desabrochar la bata.

Yo flipaba. Se quitó la bata y se acercó a la puerta, la cual cerró con llave. Se quitó su camiseta y dejo al aire sus perfectas tetas. Se acachó y se quitó de una el pantaloncito que llevaba y el tanga. Iba perfectamente depilada. Apenas un hilo en el coño de pelitos bien perfilados. Se dio la vuelta y me dijo que me tocaba a mí. No lo dude ni un momento. Me quité la toalla dejando al aire mi polla tiesa. Su mirada me lo decía todo. Lasciva y cachonda a la vez. Se puso a mi lado y empezó a hacerme un masaje en las zonas anexas a la polla. No lo creía posible pero mi excitación iba en aumento. Por un momento pensé que me correría sin tan siquiera tocarme. Acercó su cara y se metió todo lo que le cabía de polla en la boca. Noté como le tocaba en el fondo de la boca. Hizo un pequeño gesto y noté como se adentraba en una cavidad mas estrecha. No había duda. Se la había metido toda y el glande estaba en su laringe. La sacó mientras hacía a la vez el gesto de sorber, lentamente, degustando cada milímetro de mi falo venoso y palpitante. No cabía duda que no era la primera vez que hacía esto y que disfrutaba tanto como lo estaba haciendo yo. Con una mano me masajeaba los huevos mientras que con la otra intentaba acaparar el trozo de polla que iba saliendo de su boca, mientas de centraba en succionar todo el glande de forma maestra.

Retiró la mano de los huevos para llevársela a su entrepierna, sobándose su sexo de manera ostensible, arrancándole en menos de un minuto un tremendo orgasmo que lo ahogaba con mi rabo metido en si boca. Fue realmente increíble. Le temblaban las piernas y hubo un momento que se le doblaron las rodillas, fruto sin duda del tremendo orgasmo que se había dado. En el momento que le puse mi mano en sus tetas, las cuales colgaban hacia el suelo, perfectas, duras, puntiagudas, me sobrevino la sensación que surge desde el interior de mi sexo, hinchándose mas se era posible mi glande, notándolo ella sin duda, pues empezó un mete casa más rápido todavía junto con un masajeo del falo desde los huevos hasta el trozo que quedaba al exterior de su boca, mientras expulsaba con una fuerza inusitada sin parar chorros de semen que invadían su boca, a la vez que se afanaba por tragarlos, no dando abasto, pues un hilo de semen caliente notó como resbalaba por mi polla. Emitía un ronroneo de placer que se confundía con mis sonidos guturales propios de un búfalo en celo.

Perdí la cuenta de los chorros de semen que expulsé en el interior de aquella boca experta. Pero ella no paraba de succionar mi sensible glande, dándome un placer jaman antes experimentado. Cuando parecía que iba a parar, lo que hizo fue subirse a la camilla, en un 69, posicionando su coño sobre mi boca, el cual lo tomé de mucho gusto, mientras le acariciaba la espalda, su culo, sus piernas y me detenía haciéndole círculos juguetones en su ano. Ano que por la excitación lo veía mas abierto de lo normal. Me chupé el dedo gordo y se lo introduje en su totalidad, sin apenas oposición, mientras ella emitió un gemido de placer, que interpreté de aprobación, mientras seguía trabajándome la polla sin parar si un segundo. No bajó ni un milímetro de erección. Su coño estaba más que chorreante. Me había mojado toda la boca y barbilla y le introduje mi lengua entre sus labios vaginales, follándola tan rápido como podía, mientras continuaba con le mete saca de mi dedo gordo en su ano. Ella hacía pequeños movimientos circulatorios de la cadera. Se vino en mi boca con un orgasmo tremendo, que dejó encerrado mi dedo en su año al cerrar con fuerza su esfínter, llenándome la boca de flujos calientes, mientras convulsionaba mediante pequeños espasmos y con gemidos de placer. Cuando dejó de mover incontroladamente las caderas, le succione su hinchado clítoris, el cual estaba fuera de su capuchón, rosado, palpitante y suave. No le había dedicado no treinta segundos cuando le sobrevino otro tremendo orgasmo. Sin duda esta mujer era multiorgásmica.

Entre los sonidos de placer, el olor a sexo, el sudor y su trabajo ininterrumpido sobre mi polla, hizo que me corriera por segunda vez. Sin habérsela sacado de la boca me hizo correrme nuevamente. Noté mi polla realmente hinchada mientras soltaba nuevos chorros de semen, parte de los cuales volvió a tragar y parte se los restregó por sus pechos, recogiendo lo que le iba cayendo de su boca. Fue una experiencia realmente increíble. En aquel momento ni me acordaba de mis molestias de abductor ni de gemelo. Yo que había ido a por mi sesión de masaje, y me encontré una sesión de felaciones y orgasmos continuas.

Cuando creía que todo había acabado, pues ella empezaba a incorporase con la respiración entrecortada, se dio la vuelta y se introdujo mi polla en su chorreante y húmedo coño. Entre risas le pregunté si creía que iba a poder correrme una tercera vez seguida. A lo cual ella, muy segura de si misma me dijo: “Ya lo verás, incrédulo”. Me besó tan profundamente mientras hacía un sube-baja sobre mi polla, que pude degustar el sabor de mi propio semen. Notaba como mi polla hacía tope en el fondo de su vagina, mientras ella apretaba sus músculos internos atrapando mi polla en su interior, proporcionándome un placar totalmente indescriptible. Es roce de sus tejidos internos apretando sobre mi polla mientras subía y bajaba, cabalgando de forma realmente maestra, hizo que mi polla no bajara de tamaño. En ese momento, con ese placer que me daba, era cuando comprendí que iba totalmente en serio, y quería hacerme eyacular nuevamente. Yo no tenía manos suficientes para acariciar aquella ninfa del placer. Pasados varios minutos se sacó mi polla, se llevó la mano a su coño y embadurnó su ano de sus propios flujos. No me lo podía creer. Ahora se la iba a meter por el culo. Todas mis fantasías sexuales se quedaron a la altura de los zapatos con aquella sesión de sexo que me estaba regalando Lucia, la hermana de mi amigo Raúl. Para entonces con mi polla en su coño se había corrido tres veces, y otra mas cuando no había pasado ni un minuto mi polla en su escroto. Además, se había llevado su mano al clítoris, de forma que lo masajeaba de forma realmente brutal. Creo que era capaz de introducirse toda mi polla en su culo, caliente, estrecho, húmedo por sus flujos. Coincidiendo con unos de sus orgasmos me sobrevino mi tercer orgasmo, inundando sus entrañas de mi semen. Nos quedamos quietos, por espacio casi de dos minutos. Fue sacando poco a poco mi polla de su culo, mientras que veía como le caían chorros de semen de su interior. Lucía estaba realmente bella. Sudaba, brillante, con olor a sexo, su coño enrojecido, sus labios hinchados, sus tetas perfectas y sus pezones erectos. Su clítoris rosado hinchado y brillante.

Lucía se bajó de la camilla. Recogió su ropa, se limpió con un rollo de papel. Me miró, y muy seria me dijo: “lo que pasa en el gabinete, se queda en el gabinete”. Se dio media vuelta y salió por la puerta metiéndose en el baño anexo.

Yo me quedé tumbado casi cinco minutos más. Mi polla parecía resistirse a bajar, después de aquella sesión inolvidable. Cuando empezó a decaer me levanté y me vestí. Salí de aquella casa sin cruzarme con nadie. Mejor. En el espejo del ascensor vi mis pintas, que intenté recomponer como pude. De mi mente no podía quitar cada instante de las casi 2 horas que me había tirado en aquella casa.

Creo que mi relación con los masajes iba a ser muy fructífera y placentera.

Tiempo al tiempo.