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Las hormonas de la juventud 1

en Amor filial

Todavía recuerdo aquellas semanas de verano de hace ya bastante tiempo. Yo era un chico inocente, más bien poco espabilado para ciertas cosas, sobretodo sexuales, pero después de aquellos maravillosos días, todo cambiaría en mi vida.

Estábamos como otros años en la casa de nuestros abuelos, en un pueblecito. Allí nos juntábamos a lo largo del verano gran parte de la familia, aunque realmente durante una semana era cuando aquello parecía una locura por la cantidad de gente. Pero antes de todo eso, yo y mi hermana nos quedábamos desde principios de Julio con mis abuelos, igual que mi prima Sonia y su hermana Maria y mi otro primo Carlos y su hermana Julia. Decir para completar las presentaciones que yo soy Toni y mi hermana Mar. Nuestras edades por aquel entonces rondaban todas entre los 15 y los 17 años. Yo tenía 16, mi hermana 17, Sonia y Maria tenían 17 ya que eran gemelas y mis primos Carlos y Julia tenían 16 y 15 respectivamente.

Supongo que por la edad todos nos llevábamos muy bien. Aunque mi relación con Sonia era especial. De siempre habíamos hecho muy buenas migas y éramos inseparables. También decir que éramos los más trastos de la familia, y siempre nos estábamos metiendo en líos. Nos lo pasábamos muy bien. Con mi hermana, supongo que porque hacía precisamente de hermana mayor, aunque nos llevábamos muy bien, siempre teníamos nuestros roces. Con Maria, la gemela de Sonia, no me llevaba tan bien como con su hermana, porque era más recatada y siempre estaba metida en la lectura de sus libros. Y con Carlos aunque nos llevábamos bien, nos veíamos poco y a la que empezábamos a congeniar se acababa siempre el verano. Y con su hermana Julia, siempre había sido la pequeña, y además tenía un carácter más infantil.

Recuerdo con especial agrado el cambio que habían experimentado  mis primas con respecto al año anterior. A mi hermana le había pasado lo mismo, pero al verla todos los días, me había pasado más desapercibido. Aunque con Sonia nos escribíamos durante el año (cartas manuscritas, como se hacía antes…) y nos enviábamos fotos, en ellas no se apreciaba el cambio tan espectacular en su figura. Nos habíamos despedido el año anterior siendo una niña morena, de ojos oscuros, labios gruesos y piel clara, plana como una tabla de planchar y con un culito de niña; y este año al verla, me quedé con cara de tonto. Se había convertido en toda una mujer, guapa como siempre, pero con unas curvas increíbles, y unos pechos de escándalo. Y el culo se le había empezado a poner respingón. Y su hermana Maria, aunque vestía algo mas recatada, pude comprobar en la piscina al día siguiente que estaba casi más buena que Sonia. Julia, aunque se le empezaban a marcar unos pitoncitos bajo la camiseta, todavía mantenía el cuerpo de niña. Y mi hermana la verdad es que la tenía más que vista, pues compartíamos habitación y sinceramente nunca le había prestado mucha atención, aunque si es verdad que veía como ahora se ponía sujetador por que las tetas le habían crecido.

En cualquier caso, yo prestaba más atención a pasármelo bien que a juegos de otro tipo, aunque creo que ellas no pensaban lo mismo. Lo mejor de todo es que Sonia seguía siendo la misma niña inquieta y trasto, que me seguía donde hiciera falta para echarnos unas risas. Ya llevábamos casi dos semanas en el pueblo, y yo y Sonia como de costumbre éramos inseparables. Tenía una actitud más de chico revoltoso que de chica buena. Y aquello me encantaba. Nos lo pasábamos genial. Igual volvíamos a casa llenos de barro hasta las cejas, que nos habíamos dedicado a coger tomates de los huertos, o que nos habíamos colado en una casa vieja a “inspeccionar” el lugar.

Una noche de sábado, mientras todos dormían, nos bajamos ella y yo al comedor donde estaban sus padres viendo la televisión. Nos asomamos por la puerta entreabierta y al fondo veíamos la imagen del televisor, mientras sus padres estaban recostados en los sofás. En uno su madre durmiendo y en otro su padre viendo la tele, de espaldas a donde nosotros estábamos. Yo estaba detrás de Sonia, pegada a ella, pues al ser algo más alto, podíamos ver los dos lo que pasaba. Estaban haciendo una de esas pelis que tenían puesto dos rombos en la pantalla. Nosotros nos miramos riéndonos. En la primera escena erótica se nos cortó la risa. Salía una escena donde una mujer rubia con unas tetas grandes se desnudaba mostrando su gran mata de vello púbico, mientras un señor se abalanzaba sobre ella y empezaban un sinfín de movimientos sexuales. Yo sin darme cuenta me fui empalmando, sin enterarme que estaba completamente pegado a la espalda de Sonia, por lo que ella notó toda mi polla erecta en su baja espalda, lo que hizo que se pusiera colorada y dándose la vuelta me mirara fijamente para susurrarme al oído que había notado toda mi polla dura. Yo me puse nervioso y acaché la mirada, dándome cuenta que bajo el pijama que llevaba se le marcaba los pezones de manera increíble. La cogí de la mano y entramos en una habitación que había junto a la escalera, donde había una pequeña ventana por donde entraba la luz de la luna llena, donde solo se guardaba la leña y algunas mantas. Estábamos los dos nerviosos, y empezamos un dialogo casi con susurros:

-          “¿Sonia has visto lo de la tele?” –le dije.

-          “Si claro. Ya he comprobado que tu también” – me dijo mientas se reía y miraba pícaramente a mi entrepierna

-          Reí algo nervioso. “Creo que me he excitado, tía” le dije.

-          “Creo no, lo has hecho” me dijo Sonia. Y añadió: “pero no me digas que es la primera vez que te empalmas por qué no me lo creo. Seguro que hasta te has hecho alguna pajilla.”

-          “Pues claro que si. Como seguro te las has hecho tu, ¡no te digo!” - le dije añadiendo: “además, por tus bultos bajo el pijama creo que tu también te has excitado”

-          “Pues claro, pero es que a parte de lo que estaba viendo en la tele, noté como tu polla empieza a crecer pegada a mi culo, es normal que me haya excitado, ¿no crees?” - Me dijo cargada de razón.

-          “Osea, que te ha excitado notar mi polla dura?” le dije tragando saliva.

-          “Pues creo que más que por lo que estaba viendo en la tele” -  y se rió silenciosamente. Se quedó callada y añadió: “no será malo,¿no?, que somos primos”.

-          “Pues no creo, al fin y al cabo tu eres chica y yo chico, y a ti te gustan los chicos y a mi las chicas” – le dije. Y seguí hablando: “¿tu has tenido relaciones con chicos?”

-          “La verdad es que no he salido con ninguno, no se por qué, no me interesaban, la verdad” -me dijo casi con pena.

-          “Pues yo tampoco con chicas. Pero si quieres, podemos vernos entre nosotros, si quieres, claro”. – le dije muerto de vergüenza.

Ella no dijo nada y alargó la mano para tocarme mi bulto bajo el pijama. Nuestras vistas ya se habían acostumbrado a la luz existente y veíamos casi perfectamente. Yo, al ver su reacción, le puse mi mano sobre uno de sus pechos, notándolos extremadamente duros. Me los imaginaba más blanditos, pero los de Sonia eran verdaderamente duros y firmes. Estuvimos así como un par de minutos. Entonces le propuse que si ella se quitaba la camiseta yo me quitaba el pantalón, a lo que accedimos los dos. Ahí estábamos, los dos con nuestra inocencia, semi desnudos contemplando yo las enormes y bonitas tetas de Sonia y ella viendo mi paquete formado bajo el calzoncillo.

Me arrodillé delante de ella y las cogí las dos tetas con mis dos manos. Eran increíbles, y creo que en mi vida, hasta el día de hoy, he visto nada parecido. No las podía abarcar con mis manos, tenían unos pezones duros y grandes que remataban una aureola rosada que apuntaban al cielo de forma increíble, y por bajo se le formaba una curva extraordinaria que le daba un volumen increíble a sus senos. El poder tocarlas y acariciarlas hizo que mi polla se moviera bajo en calzoncillo, asomando la punta debido a la excitación que tenía. Sonia ni se había dado cuenta porque estaba con los ojos cerrados, momento en que aproveché para chupar uno de aquellos ricos pezones. Ella dio un respingo y me apartó reprochándomelo. Yo no entendía nada. Entonces ella se dio cuenta que me asomaba la punta de la polla por la goma del calzoncillo, a lo que se rió señalando con el dedo. Le pregunté si quería verla entera, y tras dudar un momento asintió con la cabeza. Le propuse entonces de desnudarnos los dos totalmente para poder vernos. Ella dudó, pero con lo atrevida que era, sabía que aceptaría. Así que, ahí estábamos los dos, en una habitación en penumbra, desnudos el uno frente al otro, experimentando con  nuestros cuerpos.

Yo estaba de rodillas frente a ella, formando noventa grados sobre mis rodillas, por lo que mi polla aventajaba a mi cuerpo nada más y nada menos que en 19 centímetros, lo que hacía que llamara poderosamente la atención de Sonia. Ella estaba sentaba con las piernas cruzadas, lo que hacía que viera perfectamente la mata de pelo de su coño, y algo de sus labios del coño, que me parecieron que brillaban un poco cuando le daba la luz que entraba por el ventanuco. Sus tetas seguían grandes, esbeltas y poderosas. Ella adelantó sus manos y me cogió mi polla. Primero con mucho cuidado, palpando cada centímetro, reconociéndola. Me tocaba también los huevos. Me bajó el prepucio, lo cual al hacerlo demasiado rápido me hizo un poco de daño, pero es que con lo excitado que estaba y lo grueso y palpitante que tenía el glande, mi piel se tenía que acomodar al nuevo diámetro. Empezó a hacerme una paja, con un sube baja lento, que me estaba dando mucho placer. Yo entonces alargue mis manos y le empecé a sobar sus tetas. Dios mío, eran increíbles. Tras un ratito dejó de pajearme y separando sus piernas me mostró su hermoso coño y me dijo que se lo tocada si quería. Aquello era un sueño para mí. Me agaché y me puse casi a ras de suelo frente a su hermoso coño. Lo tenía totalmente brillante, humedecido y hasta me parecía que latía y todo. Le separé un poco la pelambrera, para ver su piel rosada. Tenía unos labios salidos hacia afuera. Me parecían enormes, y un bulto en su parte superior, que al retirar mas el pelo, apareció frente a mí un bultito de un rosado mas clarito, que estaba duro. Lo toqué con mis dedos ya mojados por sus fluidos y dio un salto de placer. Me dijo que era ahí donde ella se tocaba para sentir un placer súper grande. Lo seguí acariciando, mientras ella hacia un gesto de impedírmelo cogiéndome mis muñecas con sus manos, pero con poco énfasis, pues me dejaba acariciarlo, mientras ella suspiraba cada vez más fuerte.

Se me acercó y me dio un beso en los labios. Era la primera vez que una chica me besaba. Ella se quedó a escasos centímetros de mi cara, y me preguntó si quería que siguiera. Mi respuesta fue darle una gran beso en sus carnosos labios, sin lengua, pues yo casi ni sabía que eso se hacía.

En ese momento oímos ruidos desde el comedor, lo que hizo que paráramos y nos vestimos en dos segundos, subiendo a las habitaciones, entrando cada uno en la suya, mientras oíamos los pasos de sus padres subiendo también la escalera.

Aquella noche no pude dormir. Me venían a mi cabeza imágenes de lo ocurrido, sensaciones, tactos. Cuando todos se acostaron no pude más que levantarme y hacerme una tremenda paja en el baño. Recuerdo el tremendo dolor de huevos que tenia y la gran, grandísima cantidad de semen que salió por mi polla, que aun tardó casi una hora en bajarse de su erección.

No sabía cómo se iba a comportar Sonia conmigo al día siguiente, y eso me hizo ponerme algo triste, pero lo mejor era ver su reacción por la mañana para salir de dudas.