miprimita.com

Veranos 4

en Amor filial

Eran las diez de la mañana cuando se despertó Joan en la habitación donde habían tenido la sesión de sexo con sus amigas. Entraba unos hilos de luz por la ventana del fondo, lo justo para poder ver que se encontraba totalmente desnudo sobre la cama, rodeado por sus cuatro amigas amantes, también totalmente desnudas. El espectáculo era impresionante para Joan. A su derecha, apoyada en su pecho Ruth, con una pierna entrelazada con una de las suyas, y su hermana Andrea de espaldas a ellos. A su izquierda Luisa, en posición fetal mirando hacia el chico y con la mano rodeando su miembro, y Celeste detrás de Andrea, haciendo la cuchara, acoplada perfectamente a su culo y espalda.

Joan sintió unas ganas tremendas de orinar. Estaba totalmente empalmado, cosa habitual por las mañanas. Se levantó como pudo intentando no despertarlas, saliendo por los pies de la cama. Se dirigió al baño que estaba en la estancia general anterior a la habitación donde se encontraban ahora. Cuando terminó y estiró de la cisterna, al salir del baño, oyó ruidos en la planta inferior y una voz que reconoció como la voz de la madre de Andrea que decía: “Ya te has despertado?”

Joan se quedó paralizado. Instintivamente se llevó las manos a su polla tapándolo como buenamente podía y se dirigió a la habitación donde todavía estaban tumbadas sus cuatro divas. Abrió dos dedos la persiana de la habitación muy despacio para no hacer ruido y se dirigió a la cama.

-       Chicas, chicas, despertaros. –les susurraba Joan.

-       Nooo, déjame un poco más, -dijo Ruth.

-       Vamos tías, vamos, que está la madre de Luisa en la casa.

Abrió los ojos Luisa, y se levantó como un resorte. Lo mismo hicieron las otras chicas.

-       ¿Y ahora qué hacemos?, -preguntó Andrea.

-       No se….. –dijo Luisa.- De momento nos vestimos y ya veremos que se nos ocurre, -añadió improvisando.

Se vistieron corriendo y se arreglaron lo mejor que pudieron, y se dispusieron a bajar las escaleras.

-       Bueno, bueno, bueno. Si tenemos visita. –Dijo la señora Maria Luisa clavando los ojos en Joan-. Si también tenemos a Joan, ¡que honor! –añadió.

-       Jajaja –rió el chico-. Honor por qué. Gracias de todas formas.

-       Por nada, por nada –dijo la madre de Luisa riendo mientras miraba de arriba abajo al joven, añadiendo-, ¿y vosotras que tal? ¿Os ha tratado bien el hombre del grupo?

Ellas se miraron sin saber muy bien que decir. A lo que Luisa contestó un “si, muy bien” corto y seco, mientras le preguntaba a su madre que es lo que podían desayunar.

Se sentaron todos alrededor de la mesa de la cocina, callados, mirándose nerviosos, mientras la madre de Luisa preparaba unas tostadas y un zumo para todos.

La señora Maria Luisa era una mujer que se conservaba bastante bien, pues se cuidaba bastante. Tenía cuarenta y tres años, sobre 1’70 de altura, pelo liso en media melena, ojos saltones verdes y unos labios carnosos. La nariz era un poco grande para la bella cara que tenía, pero le daba personalidad. De físico estaba bastante bien, comparada con algunas de las mujeres de su edad del pueblo. Desde que se divorció hace unos cinco años se cuida bastante, y aunque siempre había practicado esporádicamente el running y el patinaje, desde el divorcio iba de forma asidua al gimnasio y tenía el culo respingón de siempre, pero bien duro. Aparte de una cintura delgada, que contrastaba con sus caderas y culo, pero que al tener unos grandes pechos, fruto de la ciencia quirúrgica, le hacía un conjunto bastante llamativo. Los abuelos del lugar la seguían con la vista cada vez que pasaba, haciendo volar sin duda sus imaginaciones.

Joan miraba a la madre de Luisa y se imaginaba a su amiga exactamente igual a su madre con el paso de los años. Nunca se había fijado en las mujeres mayores, pero viendo a su madre, con esas mallas y esa camiseta que marcaba los pezones de la mujer, al no llevar sujetador, y no hacerle falta por la buena posición de la silicona en sus pechos, a la vez que dejaba ver su morena cintura, no pudo evitar hacer volar su imaginación, a la vez que le daba un golpe en la pierna su amiga Luisa, al ver como miraba a su madre. Joan se rió, mientras miraba a su amiga y le indicaba su entrepierna, donde se empezaba a marcar un tamaño de paquete considerable. Luisa se hizo el gesto de “te voy a matar”, mientras Joan reía pícaro, y desviaba la vista concentrado para hacer bajar el calentón de su polla.

Desayunaron tranquilamente, mientras la madre de Luisa iba haciendo cosas por la casa. Cuando acabaron salieron a la calle, mientras Luisa se quedó unos segundos en casa, pues la llamó su madre desde la habitación de matrimonio. Luisa entró y entablaron una pequeña conversación.

-       Hija, sabes que confío en ti, y te he hablado muchas veces de la vida. Solo confío en que seas responsable y sepas lo que haces,-le miraba fijamente a su hija, para proseguir.- He subido cuando he llegado, pensando encontrarte a ti sola, y me he encontrado el panorama en la habitación del fondo.

-       Si…..pero…… -balbuceaba Luisa.

-       No,  no digas nada. Solamente que creo que sois demasiado jóvenes para hacer ciertas cosas. La vida es muy larga y te enseñará más de lo que piensas, pero con vuestra edad, cinco en la cama, desnudos, y un olor a sexo que tiraba para atrás, ya me dirás. Sabes que soy la primera que te aconsejo que vivas la vida y te lo pases bien, pero con mucha cabeza, hija. Sabes de siempre te he educado en un ambiente liberal, sin complejos y responsable y autónomo de tus actos. Y sabes que confío en ti. Así que no me falles. –Sentenció la señora Maria Luisa.

-       Ya lo sé mami. Tranquila. Fue todo muy sano y genial. Ya te contaré. Pero no tienes que dudar ni estar intranquila. De verdad. –Le dijo Luisa mientras se acercaba y le dio un abrazo. Cuando acabó se dio media vuelta para irse.

-       Por cierto, -le cogió de la mano su madre cuando ya se iba para continuar diciendo-, vaya polla tiene Joanet!!! Cuando he subido se la tenias bien cogida con tus manos y estaba empalmado……Y vaya pollón se gasta el niño!!!.- le dijo sonriendo pícaramente.

-       Jajaja, ya te digo mami…….

-       Creo que la tiene más grande que su padre, y mira que la recuerdo grande, -le dijo.

-       Ya sé, ya. Me tienes que contar tus historias con el padre de Joan, bandida!! –le dijo sonriendo Luisa mientras se alejaba.

Maria Luisa guardaba en sus recuerdos algún que otro encuentro con el padre de Joan cuando eran jóvenes, y alguno que otro le había contado a su hija. Lo que no le había contado era la tarde de pasión que tuvieron no hace mucho tiempo, precisamente en la misma habitación donde habían dormido los jóvenes, cuando coincidieron en el pueblo por unos asuntos de tierras heredadas de los padres de ambos, y que tuvieron que solucionar en el pueblo. Tras la solución del asunto, Maria Luisa lo invitó a comer en su casa, ya que habían sido amigos de toda la vida y se llevaban bien, pese a haber pasado algún tiempo sin coincidir y cuando habían coincidido apenas habían podido hablar. Esto ocurrió a los pocos meses del divorcio de Maria Luisa, por lo que sin querer, la comida tuvo casi ese único tema de conversación.

-       ¿Y tu como llevas lo de la separación?- le dijo Juan Antonio, el padre de Joan.

-       Bueno, bien. Cada vez mejor. Cada vez que pasa lo veo todo más claro, -le dijo Maria Luisa.

-       Pero fue algo traumático o de mutuo acuerdo. Si no quieres hablar del tema no hay problema, eh!.

-       No, no, tranquilo. Fue de mutuo acuerdo. Llegó un momento que la convivencia se hacía imposible. Habíamos pedido todo lo que nos unía, la niña ya era mayor y con una edad en la que podía razonar todo y dimos el paso. Nos veíamos solo a las diez de la noche cuando venía de trabajar y era casi cuando yo me debía ir a dormir. Nuestra convivencia se limitaba a escasamente una hora al día. Ya no teníamos nada en común. Y los fines de semana, cuando pasábamos  tiempo juntos, nos gritábamos más que otra cosa. Discusión tras discusión.  Llevábamos casi dos años sin tocarnos ni casi hablar. Solo para lo básico de la convivencia y por el bien de la nena. Nuestras relaciones sexuales pasaron de ser casi a diario, a una vez por semana, una vez al mes……y luego en esos dos años, si lo hicimos cinco veces ya estaba bien. Por descargar los dos vaya. En fin, algo penoso.

-       Vaya, lo siento de verdad. –Dijo Juan Antonio.

-       Ahora estoy muy bien, la verdad.

-       Pues con lo que tú has sido, -dijo Juan Antonio sonriendo pícaramente-, eso de no tener relaciones sexuales apenas, debió ser durillo, no?

-       Que tondo eres!! ¿Es que todavía te acuerdas de cómo soy en la cama? –le dijo haciéndose la vergonzosa.

-       Como para no acordarse, mi tigresa. –Dijo riendo a carcajadas, mientras ella al oírlo se rió también.

-       Aún te acuerdas de cómo me llamabas. Jajaja. Qué bueno!! Pues sí que fue duro si, la verdad. Creo que en mi vida me había masturbado tanto como en esa época. Y oye, una cosa te digo. No hay mal que por bien no venga. Me conocí interiormente mucho, y descubrí cosas de mí que desconocía. –Dijo Maria Luisa haciéndose la interesante.

-       A si? Cuenta, cuenta, como qué? –le dijo pícaramente.

-       Pues no se, tipo de orgasmos que desconocía. Formas de tocarme que me hacían ver las estrellas. No sé.

-       Ya, ya. Muy interesante……jajajja- Rió Juan Antonio.

-       ¿Y tú que tal tu vida? –preguntó  ella.

-       Pues bien. No sé. Normal supongo. Al final todo se convierte en rutina. Supongo que todo bien. –Dijo Jose Antonio, de forma contundente, pero sin mostrar demasiado entusiasmo.

-       Vamos que Susi ya no te da la caña que te daba…….. –dejó caer la frase.

-       Si, si, no te creas. Lógicamente hay momentos de todo. Pero sinceramente no me quejo.

-       Pero recuerdo que tú eras muy activo. Vaya, que bien pero necesitas mas.

-       No,…, bueno supongo que más siempre mola, pero tampoco es eso. –Dijo Jose Antonio.

-       Me pierdo.

-       A ver. Hubo un momento en nuestra vida que nos reactivamos sexualmente, tras una época de bajón, yendo a fiestas de intercambio y locales liberales, ya sabes. Y la verdad que nos vino genial. Creo que lo necesitábamos los dos. Conocer otras gentes, otras formas,…. Ya sabes.

-       Si, si. Claro. ¿Pero que pasa que ahora es otro momento de bajón? –dijo ella.

-       Mas o menos, no exactamente. Mira, te lo cuento, pero ni una palabra. Sabes que conocemos muchos secretos mutuos, y confío en ti,- le dijo mirándola fijamente.

-       Si, si, claro. Cuéntame.

-       Pues resulta que me veo de vez en cuando con una chica que conocimos en una fiesta de intercambio de parejas. –Dijo Juan Antonio.

-       Pero tío…….sabes que esa es la línea que no hay que rebasar,- dijo ella.

-       Ya lo sé, y tras conocerla, quedamos un par de veces más Susi, yo y ella, pues entre ellas tenían momentos lésbicos impresionantes, y todo iba muy bien, todo fluía. Pero un día me la encontré por el centro, por casualidad, cuando entré en un bar a tomarme un café. Era invierno, no la reconocí tras la barra, de espaldas me pareció una chica interesante, ni gorda ni delgada, cuando se dio la vuelta para pedirme lo que quería, me miro fijamente, y a pesar de llevar ese ridículo gorro la reconocí, aunque en aquel entonces solo nos habíamos visto una vez en la fiesta de intercambio. Me volvió a parecer una chica con magia, conversamos bastante, pues no había mucha gente en el bar. Luego me llevó a un pequeño almacén tras la barra y nos besamos intensamente. Nos tocamos como jóvenes en celo. La esperé a que acabara su turno y nos fuimos a un hostal, y creo que surgieron cosas en los dos. –Dijo casi de forma melancólica.

-       Y lo habéis repetido varias veces sin decírselo a vuestras respectivas parejas, no.

-       Eso es.

-       Y te mola el juego pero te sientes mal por Susi.

-       Cierto.

-       Ay!!! Que difícil lo hacéis todo.

-       Es que ella es espectacular. Me recuerda a ti cuando tenías 20 años.

-       Que es una niña de 20 años a la que te tiras!!!! –dijo casi gritando ella.

-       Shhhh!!!! Mas o menos. Bueno, tiene 28, pero aparenta menos.

-       Joder con los cuarentones!!! Como os van las crías!!!!

-       Bueno, no sé, que estoy hecho un lio. –Dijo él, mientras se levantaba a recoger los platos y llevarlos a la pila.

-       Pues yo poco te puedo decir, la verdad, solo que te aclares cuanto antes y no tengas así a la pobre Susi. –Sentenció.

Se tumbó en el sofá para echar una pequeña siesta en el salón, y al momento llegó ella reclamando un sitio donde sentarse. Solo había un sofá largo, por lo que él le dijo que se sentara y le hiciera de almohada sus piernas. Así lo hicieron. Juan Antonio se quedó dormido recostada su cabeza sobre las piernas de Maria Luisa. Ella vestía una falda larga fina, rematada con una zona ancha tipo cinturón sin serlo, por encima de sus caderas, y una blusa bastante ajustada a su cuerpo se metía por el interior de la falda. Le hacía un pecho realmente realzado y bonito, dejando ver el principio del gran canalillo que le formaban sus dos grandes pechos operados estrujados uno junto al otro por el sujetador. Maria Luisa contemplaba dormir a Juan Antonio. Una mano apoyada en el apoyabrazos del sofá, y la otra no sabiendo bien dónde meterla, y aprovechando que él dormía la apoyó sobre su pecho. Observó que vestía una camiseta de marca y unos pantalones chinos con un cinturón negro brillante, a juego con sus zapatos. Se conservaba bien, apenas tenía vientre. Recordaba de él que siempre le había gustado correr. Incluso recordó aquella vez que salieron a correr juntos por los caminos de alrededor del pueblo y acabaron mas sudados por el revolcón que se pegaron entre unos matorrales que por la carrera.

Estaba ensimismada en esos pensamientos cuando oyó la voz de Juan Antonio.

-       Tú te has operado las tetas, no?

-       Jajaja -rió ella. ¿Eso a que viene ahora?

-       Es que las estoy viendo desde aquí y las veo enormes, joder!!

-       Si bueno, digamos que me las regalé junto con mi divorcio,-le dijo mientras se las tocaba con ambas manos, como sopesando su peso.

-       Pero tenias un tamaño bueno, recuerdo yo, y bien puestas, no?

-       Sí, pero me apetecía, y lo hice. Aunque hablando de tamaño, también recuerdo yo que tu polla tenía buen tamaño. –rio con dos carcajadas ella.

-       Y la sigo teniendo, que te crees. Con la edad todo crece, nariz, orejas,….polla. –rio también él, mientras se amasaba sus partes con una mano.

-       Siempre nos ha gustado el jueguecito de las palabras que siempre hemos tenido, pero al final me vas a poner mala, Juanan. –dijo ella, usando su nombre abreviado que solo lo usaba cuando tuvo los revolcones de juventud con él.

-       No sigas por ahí, que la vamos a tener……

-       O si…..sigo –dijo ella, alargando su mano y tocándole tu paquete, notando su pene algo morcillona, por lo que añadió-. Y veo que también te gusta a ti el jueguecito.

-       Ya la hemos liado……, -dijo él mientras metía su mano entre sus piernas.

En breves instantes ella tenía su polla en la mano a través de la bragueta y él había metido su mano bajo si falda y jugaba con sus muslos y la tela de la braguita, la cual estaba bastante húmeda ya. Ella al notar el contacto de sus dedos en su sexo a través de las braguita, cerró los ojos, suspiró y se inclinó para meterse la polla de su amigo de la infancia en la boca.

No habían pasado ni cinco minutos y se encaminaban escaleras arriba, mientras se quitaban la ropa entre besos, manoseos y estirones de ropa.

-       Será mejor que subamos a “la habitación” Juanan, porque con los gritos que recuerdo que me hacías dar, podemos ser noticia en el pueblo,- dijo ella.

-       Pues como sigas igual de gritona, me voy a tener que poner tapones en los oídos, porque pienso hacer que veas las estrellas, mi guarrilla, -dijo él.

Cuando oyó “mi guarrilla” Maria Luisa se puso más todavía como una moto. Entraron en la habitación y ella le dio un empujón a él, de forma que cayó todo lo largo que era encima de la cama, con los pantalones y calzoncillos por los tobillos y sin más ropa en su cuerpo. Maria Luisa se acercaba lentamente con cara de vicio mientras se sacaba la braguita por su pie derecho y se tocaba las tetas con la otra mano mostrándoselas a su amigo. Se inclinó el cuerpo y se metió la hinchada polla en la boca, pasando a colocársela entre sus grandes senos haciendo un inicio de cubana. Juanan se volvía loco de placer con aquel juego. Poco después se puso Maria Luisa sobre él, insertándose la polla en su vagina húmeda hasta el fondo, soltando un suspiro mientras decía entre dientes: “¡cuánto tiempo sin tener una buena polla dentro!!”

Lo siguiente fueron los cincuenta mejores minutos de Maria Luisa en dos años sin lugar a duda, consiguiendo incontables orgasmos, entre envestidas salvajes de su amante, palabras groseras de ambos y momentos llenos de placer y erotismo que quedaron grabados en la mente de ambos, terminando con una gran corrida de él en la boca de ella y en sus tetas, recogiendo las gotas que cayeron en su escote y tragándoselo todo.

Tras aquella tarde de placer, no se habían vuelto a ver, y los pensamientos de Maria Luisa volvieron a sus quehaceres, dándose cuenta que estaba completamente húmeda tras el recuerdo de aquella gloriosa tarde. No pudo más que meterse una de sus manos entre las mallas y acariciar sus húmedos labios vaginales, para, recostada en la parte posterior del respaldo del sofá, empezar a masturbarse con los ojos cerrados saboreando cada oleada de placer que le venía de sus órganos genitales, para acabar en un calambre que le recorrió de las dedos del pie a la cabeza, escobando un ahogado gemido seguido de varias convulsiones incontroladas dejándole sin fuerza las piernas, pero con un regusto de satisfacción por el rico orgasmo que se había proporcionado.

Se encontraba recostada sobre el respaldo del sofá, de pie, con las piernas abiertas y su mano derecha en su entrepierna todavía, notando lo húmedas que estaban sus bragas y su sexo, y la otra mano por debajo de su camiseta sobándose sus tetas sin sostén, cuando empezó a abrir lentamente los ojos, volviendo al mundo real, cuando se vio, parado en el quicio de la puerta del salón, con los ojos abiertos como platos y un hermoso bulto en la entrepierna, a Joan, el amigo de su hija, con una bolsa en la mano. Pensó un “tierra trágame” a la vez que puso sus dos manos a la vista y cogía nuevamente la escoba que había dejado hacía breves minutos para darse placer, y observando al muchacho, que estaba todavía sin aliento, sin moverse, junto a la puerta.

Joan lo había observado todo. Había entrado a la casa por que vio la puerta abierta. No hacía ni cinco minutos que había salido por esa misma puerta y había vuelto a entrar su amiga para decirla algo de última hora a su madre. Portaba una bolsa con patatas que le había dado su abuela al decirle Joan que había venido la señora Maria Luisa. Como hacía poco que había estado en la casa, pensó que sería un buen momento para llevárselas, pues seguro que estaba. Y vaya si estaba. La tenía a menos de 4 metros delante suyo, con los ojos cerrados, retorciéndose de gusto, con movimientos rápidos e impulsivos en el interior de sus mallas, y los pezones de sus tetas marcándose a través de la camiseta mientras su mano se los acariciaba. No pasó si veinte segundos cuando oyó el gemido de placer de la madre de su amiga, recordándole todo sea dicho de paso, a los de su amiga cuando se corría, y viendo como se apoyaba contra el respaldo del sofá, medio arrugándose, mientras se relamía los labios con su lengua. Joan estaba paralizado, observando. Ni se había percatado que se había empalmado en apenas diez segundos. Le pareció una imagen apoteósica. La madre de su amiga, que para él siempre había sido una “señora mayor”, la veía en un renuncio antológico, intimo. Le pareció en ese instante la mujer más erótica, preciosa, sensual y sexual del mundo.

Nunca se había parado a pensar en ello hasta ahora, pero pensó que las personas mayores también se hacían esas cosas, y pasó de ser la señora, madre de su amiga, la persona inaccesible y casi de otro mundo que no pertenecía al suyo, a ser una persona más, una mujer, terrenal, atractiva, con vicios y placeres, con temores y alegrías. Al fin y al cabo, una persona más, como él, como su amiga o como su tío Nando.

Maria Luisa intentó aparentar normalidad, aun a sabiendas que era ridículo aparentarla.

-       Eh, que….querías algo Joan? –dijo mientras hacía como que seguía barriendo.

-       Cómo?? –balbuceó Joan.

-       ¿Que si querías algo? ¿Que estaba la puerta abierta?

-       Eh, si, si. Estaba abierta, -dijo Joan volviendo al mundo real, indicando la puerta con el dedo pulgar levantado indicando hacia su espalda, - es que…. Venía a traer esta bolsa que me había dado mi abuela al comentarle que estaba en el pueblo.

-       Ah, vale. Pues dale las gracias de mi parte.

-       Si, si, se las daré, -dijo dándose la vuelta tras dejar la bolsa en el suelo-. Pues yo me voy ya.

-       Vale. Cierra al salir.

-       Si, si, claro. –Contestó Joan.

Se dirigió a la puerta, cuando se disponía a salir por ella, oyó nuevamente a la señora Maria Luisa.

-       Joan, un momento. –Dijo mientras se acercaba al muchacho.

-       Si? – Contestó él sin darse la vuelta.

-       Si quieres te puedes quedar unos minutos antes de irte, -le dijo muy seriamente ella.

-       Eh, no se…. –balbuceó Joan. Le vinieron pensamientos de todo tipo, primero solo quería salir sin darse la vuelta, pero Maria Luisa estaba empujando la puerta para cerrarla. Luego, envalentonado le vinieron a su cabeza imágenes de él besando a la madre de su amiga, que enseguida retiró de su mente. Entonces al ver que se cerraba la puerta añadió.- ¿Por qué lo dice?

-       No se, -dijo ella sonriendo, mientras le indicaba con su dedo índice a la altura de su cara, en dirección a su polla, y añadía, -por que si te ve así la gente salir de mi casa van a pensar muy pero que muy mal.

Solo entonces se dio cuenta que tenía marcada su enorme polla empalmada en el pantalón. Se inclinó un poco y se llevó las manos a su entrepierna para intentar colocársela de otra forma, pero debido al tamaño que se gastaba el joven, era trabajo imposible disimularlo, por lo que al final dijo.

-       Señora Maria Luisa, no le importa que me quede unos minutos, ¿verdad?

-       Por supuesto Joan. Y no me digas “señora”, por favor. Y respecto a lo que has visto antes……

-       No pasa nada, Maria Luisa, de verdad……, -dijo Joan casi compungido.

-       ¿Por qué cuanto has visto? – dijo la mujer.

-       Creo que lo suficiente, -respondió el joven.

-       Ay madre mía, -soltó instintivamente ella.

-       Pero no se preocupe, de verdad, como si no hubiera visto nada.

-       Si, ya, pero lo has visto.

-       Si, claro. Lo he visto. –dijo Joan, a lo que añadió armándose de valor,- y también he visto que estaba usted preciosa. –Añadió mirándola a los ojos.

-       Ah, vaya, pues muchas gracias jovencito!!!, pero una cosa te voy a decir….

-       Si, si. No se preocupe que no voy a decir nada a nadie.

-       No era eso, te iba a decir que después de lo que has visto, puedes dejar de llamarme de usted, que no soy tan mayor….., -dijo de forma casi dicharachera para quitar tensión al momento.

-       Ah, claro. Le tutearé. Quiero decir, te tutearé.

-       Muy bien. Y como va ese hinchazón Joan, ¿se va bajando? –dijo Maria Luisa de forma muy natural mientras le retiraba las manos de delante para poder verlo ella misma.

-       Bueno, me cuesta la verdad. Es que, ……la verdad……así es difícil, -dijo el joven mientras le indicaba con la vista a su camiseta.

-       ¿Por?, -dijo ella, cuando se dio cuenta que marcaba perfectamente sus dos pezones duros a través de la tela de la camiseta. Pero lo cierto es que no podía dejar de pensar en la enorme polla de Joan que la había visto esa misma mañana, cuando todavía estaban los cinco dormidos en la habitación de arriba, y estaba un poco excitada.- Vaya, -añadió-, lo siento, pero una no es de piedra la verdad. Te gastas un buen bulto Joan.

-       Eh, si, bueno, supongo.- Le pilló el comentario algo desconcertado. Aunque al ver que hablaba tan “suelta”, decidió él seguir el juego. – Bueno, es que no todos los días ve uno como se hace un dedo tan grandioso una mujer tan espectacular como tú. Y si a eso sumamos como marcas esas grandes tetas, pues ya no te quiero contar.

-       Jajaja. Vaya, vaya con Joan. Muchas gracias por tener un concepto tan bueno de mí, “espectacular” dices.

-       Si, si, y lo reafirmo. Lo eres.

-       Entonces a pesar de los años que te llevo, te parezco espectacular, -dijo mientras e acercaba al muchacho. Quería ver hasta dónde podía llevar la bravuconería del chico. Entonces, añadió, cogiéndose las tetas por encima de la camiseta.- ¿Y estas también te parecen espectaculares?

-       Ya te digo…… -dijo muy seguro de si mismo. Tanto que casi echa para atrás a Maria Luisa, pero ahora no podía ser ella la que reculara.

-       Me juego lo que quieras que nunca has visto unas como estas, - le dijo acercándose tanto que casi podía notar el calor que desprendía la entrepierna del muchacho.

-       Pues es muy posible que no, -dijo Joan a la vez que le puso ambas manos en la cintura de la mujer, y subía hacia arriba en busca de esas dos grandes tetas.

Maria Luisa estaba alucinada por la cara dura del joven. Notaba las dos manos de Joan en la piel de su cintura y subiendo. Se le puso la piel de gallina de la excitación, pero cuando ya notaba que empezaba a tocar sus senos por la parte de abajo, se retiró haciéndose la indignada mientras le decía:

-       Pero jovencito, ¿qué estás haciendo?

-       Ehh, no sé. Como me has dicho esas cosas…….-dijo volviendo a un tono temeroso y casi balbuceante.

-       Pues eso no está bien, -dijo convincente, mientras se daba la vuelta y se arreglaba la camiseta. Dejando ver entonces el hermoso culo apretado y marcado por las mallas, y pudiendo ver Joan perfectamente el hilo de su tanga salir de su culo a través de la tela de la malla.

-       Si, claro, supongo. –dijo mientras miraba absorto como se contoneaban sus caderas y como se notaba el pliegue de cada nalga al juntase con los muslos de sus piernas a cada paso que daba. Cosa que poco ayudaba a rebajar su hinchada polla.

-       Bueno, pues ahí te quedas. Quédate lo que te haga falta antes de salir, o si  necesitas desahogarte, al fondo tienes un aseo. –le dijo indicándole la zona derecha de la casa mientras ella entraba en el salón.

Para su asombro, pues pensaba que se quedaría en la entrada de la casa unos minutos antes de irse, oyó como cerraba la puerta del aseo apenas tres segundos después de decírselo. Entonces recordó que ese aseo, como en muchas casas viejas, da a una especie de corral, y tiene una ventana a ese corral. Por lo que ella se dirigió allí para observar al joven dotado. Era un ventanuco pequeño mas que una ventana. Se encontraba parcialmente abierto, y en un lateral del baño, por lo que desde donde observaba Maria Luisa veía a Joan de lateral. Veía perfectamente como tenía la ropa y calzoncillos por los tobillos y su enorme miembro, asido por sus dos manos. Se daba meneos rápidos y el glande cada vez que bajaba el movimiento de sus manos le aparecía rosado e hinchado. Maria Luisa empezó a excitarse de nuevo, pero esta vez casi le dio vergüenza por hacerlo con el cuerpo de un jovencito. Pero al ver la escena no pudo más que meter su mano bajo las mallas, apartarse las todavía mojadas bragas y acariciarse suavemente su sexo. Pero no pasó ni un minuto, cuando oyendo unos leves gemidos desde el interior del baño, vió como la polla de Joan, con todo el glande al aire, soltaba chorros de semen sin parar. Estaba enorme, y con una de sus manos la intentaba apuntar al inodoro, mientras que la mano izquierda la ponía a eso un centímetro de su glande, haciendo chocar cada chorro de semen que salía a presión de aquel enorme falo, cayendo a continuación al inodoro. Dejó de contar cuando iba por ocho corros de semen, cada cual con mayor fuerza, viendo la palma de la mano del joven llena de su propio semen. Maria Luisa tuvo una endiablada idea. Se sacó la mano de su coño y se apresuró a dar la vuelta para dirigirse al interior de la casa y ponerse en la puerta del baño, en el pasillo, y tocó enérgicamente la puerta diciendo: “Joan, ¿está todo bien?”. Del interior tardando casi cinco segundos en responder salió un breve “si, ya salgo”. Tras otros escasos diez segundos oyó como hacía ruido la manivela de la puerta. Maria Luisa no había oído el agua del lavabo, por lo que imaginó su mano izquierda todavía llena de semen, cosa que se excitó muchísimo, pensando que no había sido tan mala idea haberle metido prisa. Cuando salió del baño el joven, ya no presentaba el bulto en el pantalón, por lo que Maria Luisa, imitando el ademán de quien observa a una bailarina, lo cogió de la mano izquierda y se la levantó, dando ella una vuelta alrededor de el chico a modo de inspección mientras decía, “bueno, parece que ya estás presentable para salir a la calle”. Ella muy pícaramente palpaba la mano con la que lo tenía cogido en el aire, y pese a que en la palma de la mano no notaba nada húmedo, por lo que se habría limpiado con papel la mano, si notó algo húmedo entre alguno de sus dedos, por lo que supuso que ante las prisas de ella tocando a la puerta, el joven se habría limpiado con prisas la mano con un papel higiénico, en vez de en el lavabo que lo habría hecho más concienzudamente. Llegados a este punto, ella solo tenía en mente como oler aquella mano que todavía conservaría el olor de su semen.

Cuando Maria Luisa terminó de dar la vuelta alrededor del muchacho, cuando estaba frente a él, hizo el gesto de quien saluda tras acabar una obra de teatro, pero sin soltar la mano del chico, por lo que al acabar, y tras decir un gracioso “puede irse tranquilamente el señor”, se acercó a su mano y le dio un beso como hacían los nobles a sus princesas, se forma que, ralentizando el besamanos más de lo necesario, pudo inhalar el olor profundo al semen que tenía en su mano, pudiendo ver incluso restos de gotas de semen entre los dedos, por lo que tras el primer beso en el reverso de la mano le dio un segundo entre el dedo índice y anular, pudiendo mojarse levemente los labios con el ansiado manjar. De forma inmediata recogió con su lengua la pequeña gota depositada en su labio superior, saboreando levemente el inconfundible sabor a semen.

Al muchacho todo aquello le pareció incluso gracioso. Por lo que tras el ritual presenciado, se encaminó a la puerta.

-       Bueno Maria Luisa, ahora si que me voy. Ya estoy “presentable”. –Dijo recalcando la última palabra mientras sonreía.

-       Muy bien Joan. No te voy a preguntar cómo has conseguido ponerte “presentable” en mi baño. –Rió sonoramente la mujer.

-       No. Mejor no.- Rió él.

-       Eso está bien, -le dijo ella mientras acercándose mucho al joven, tanto que estrujó sus senos en el pecho del muchacho, y poniéndole una mano en un lado de su cara, se acercó al otro lado y le plantó un lento y cariñoso beso en la cara, casi en la comisura de los labios, y a continuación, sin separar su cara, se acercó a su oído, de forma que sus dos mejillas estaban casi acariciándose, y los labios de ella a escasos milímetros de su oído, le hablaba de forma muy tranquila y casi sensual.- De lo ocurrido aquí ni una palabra, eh, jovencito!!?? Ni de lo visto en el salón, ni de lo ocurrido en esta misma entrada hace un rato, ni de lo que acabas de hacer en mi baño.

-       Si, si, claro,- dijo Joan mas que sorprendido, sobre todo por lo del baño.

Cuando salió el chico de la casa, no pudo evitar dirigirse al baño donde lo había visto masturbarse, e inspeccionando el inodoro apreció algunas gotas de semen ya liquido, bajando por la tapa del inodoro, así como en el suelo. Bajo la tapa, se bajó las mallas y el tanga, se sentó abierta de piernas, y se regaló otro gran orgasmo pensando en la enorme polla del joven eyaculando, pero esta vez, lo imaginaba eyaculando sobre sus pechos y cara.

Cuando acabó, se limpió concienzudamente, ella y los restos que vio del semen del muchacho y cuando se iba a subir el tanga, desechó la idea al notarlo tan mojado, por lo que se quedó con las mallas, sin ropa interior. Se le dibujó una pequeña sonrisa en la cara al recordar el día, tan lleno de buenos momentos, como hacía tiempo que no tenía. Seguramente no había tenido orgasmos tan intensos con sus masturbaciones, desde aquel encuentro con el padre de Joan meses atrás.