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MIS MOMENTOS CON LA CAMARERA.El encontrarse.-1de3-

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MIS MOMENTOS CON LA CAMARERA

CAPITULO 1. EL ENCONTRARSE

Era una fría tarde de invierno, cuando el sol empezaba a decaer por el horizonte, creando mas espacios en sombra por la ciudad. El frio se filtraba entre las ropas, hasta llegar a sensibilizar cada poro de mi piel. Entré en aquella cafetería con la esperanza de que un café calentito me hiciera entrar en calor. Cerré la puerta tras de mí, cambiando el ruido del aire sobre la hojas, por el sonido de la cafetera y las cucharas agitando el azúcar en los vasos. Tras la barra me encontré con una chica risueña, cercana a la treintena, la cual mirándome fijamente a los ojos me preguntaba lo que iba a ser.

Me quedé un instante parado, observando esos ojos intensos cuya mirada se posaba sobre los míos, intentando ver mas allá de sus pupilas oscuras. Cuando se le dibujó una sonrisa en la cara salí del trance en el que me había abstraído. "Cortado descafeinado" le dije rápidamente, mientras bajaba la mirada para coger la butaca donde sentarme.

Mientras preparaba mi pedido, la observaba de espaldas. Llevaba unos pantalones negros, camisa blanca y una especie de delantal que le tapaba de cuello a rodillas, mientras que dos nudos del delantal se abrochaban en lazo en su espalda y cintura. Con esa indumentaria no me podía hacer a la idea de cómo sería esa chica físicamente. Se le veía activa, con ganas de agradar y eficiente en su trabajo, pues mientras salía el café, le dio tiempo a limpiar una zona de la barra donde previamente había estado otro cliente y a meter un montón de vasos a un aparato que tras breves minutos, y antes de que me acabara mi cortado, había sacado los vasos secos y relucientes.

Me sirvió el cortado mientras de forma graciosa me decía: "el cortado calentito, para el forastero con frio", mientras me volvía a mirar a los ojos de aquella forma que solo ella sabía hacer. Me sorprendió que adivinara que no ella de allí, lo que hizo que nos enfrascáramos en una pequeña conversación, que supongo que debido a que había muy poca gente en el local, se pudo permitir ella.

Pude descubrir una chica lista y sincera. O por lo menos así lo percibí. Se expresaba muy bien, tenía una  buena conversación y se le notaba que sabía escuchar. Tenía un no sé qué que la hacía especial. Quizás en otras circunstancias no hubiera reparado en ella, pero ese día, esa tarde, en ese lugar, en ese momento, me hacía sentir que tenía delante a alguien especial. Hacía sentirme a mi especial.

Miré a mi reloj, no sin pena, y me despedí de aquella perfecta desconocida con un “nos vemos”. Cuando iba a salir por la puerta, me paré, me di la vuelta y la miré. Ella alzó la cabeza y me dedicó una de sus sonrisas. Le correspondí con otra, y acto seguido, desde la distancia le pregunté cual era su nombre. Ella sonrió nuevamente y me dijo: “eso qué importa”. Y añadió: “eso lo dejamos para el próximo café”. Agité la cabeza sonriendo como dando muestras de aprobación y me perdí por las calles de aquella ciudad en busca de mi pequeño hotelito.

Solo me iba a quedar en la ciudad tres días, por motivos laborales, por lo que quien sabe si llegaré a saber algún día el nombre de aquella risueña desconocida. Llegué  a mi destino y me tumbé en la cama, invadido por imágenes de aquella mujer, de aquel local, de aquella tarde. Cerré los ojos.

Eran las siete de la mañana cuando sonó el despertador. No me cuesta mucho levantarme, por lo que lo apagué, me incorporé y me preparé la ropa que me iba a poner ese día. Mi dirigí al baño, que pese a que era pequeño, tenía una ducha amplia. Me quité la ropa y me quedé desnudo frente al espejo. Lo que vi se parecía mucho a lo que veía todos los días, pero con un aire nuevo. Veía la típica grasita en el vientre, de aquellos que pasan de los treinta, y cada vez es más difícil de quitar. Pero pese a ello me conservo bien, pensé hacia mis adentros. Me miré mi pene erguido, como cada mañana, con aquella hinchazón típica en los tíos cuando nos levantamos. Me introduje en la ducha. Abrí el agua, y esperé a que saliera templada para meterme bajo aquel chorro en lluvia. Fue entonces cuando me vino a la mente la chica camarera. Sus ojos, su sonrisa, su forma de andar, de moverse, de expresarse. De forma casi involuntaria, mientras venían esos recuerdos a mi mente empecé a masturbarme. Primero lentamente, palpando cada centímetro de mi polla, desde la punta, con el glande oculto por el prepucio, bajando hasta la base de los huevos, liberando ese glande rosado palpitante. El agua me caía por el pecho hasta mi miembro, notando el agua caliente resbalar por mi cuerpo. Los primeros movimientos lentos dieron paso a un sube baja más enérgico,  mientras mi mente imaginaba que besaba esos labios risueños, que mis brazos abrazaban ese cuerpo imperfecto, perfecto para mis ojos, mientras mis manos se abrían paso entre los botones de la blusa para palpar esos desconocidos pechos, con sus pezones rosados y duros marcándose tras la tela. Mientras mi otra mano te acercaba a mi entrepierna abarcando tu culo por debajo del fino pantalón, comprobando que portabas unas braguitas de ribetes suaves, nada de tanga, aunque se te metían ligeramente por lo cachetes de tu culo. Todo ello me estaba sumiendo en un profundo estado de placer, físico y mental, que me estaba transportando a un lugar de sueños y esperanzas que me hacía intensificar los movimientos en mi polla. De vez en cuando me dedicaba solo al glande, sensible y grueso, a los huevos, tensos y elevados. Se aproximaba el final, se notaba que llegaba la descarga. Me agarré la polla con mi mano derecha, mientras con la izquierda me apoyaba en la pared y mi mente recorría cada centímetro de tu cuerpo, y mi boca se acercaba a la tuya. Cuando al momento de juntar nuestros labios me recorrió desde lo más profundo de mi cuerpo una oleada de placer que acabó en la punta de mi glande con tres tremendos chorros de semen, seguidos de dos de menos intensidad, entre jadeos y bellos erizados por el orgasmo que acabada de tener, por el orgasmo que mi mente me acababa de dar, por el orgasmo que tú, camarera sin nombre, me acababas de proporcionar.

Pasé el resto del día haciendo mis ocupaciones, que en el fondo era a lo que había venido. Cuando llegó la hora de la comida me pude escapar de un compromiso aburrido para poder buscar el local donde había vista a aquella interesante camarera que estaba ocupando cada minuto de mis pensamientos.

Me presenté delante de la puerta sin tener nada claro en la cabeza, solo sabiendo que quería volver a verla. Pero cuando entré,  no la vi detrás del mostrador. Me quedé parado mientras se oía la puerta cerrar, buscando casi desesperado por cada metro cuadrado del local para ver si la localizaba. Revisé mesa a mesa para ver si está sirviendo alguna. Pero nada. Pensé en marcharme. Pensé en la locura que era ir allí sin saber siquiera el nombre de la chica. Cuando ya había decidido el irme la vi aparecer, cruzando una puerta que había al otro lado de la barra. Allí estaba, tan sencilla y tan normal. Tan risueña y tan especial. Tan ella.

Me miró por un instante y sentí que el corazón me salía del pecho. Se quedó parada, mirándome, mientras me dedicó una sonrisa y me guiñó su ojo derecho. Eso me tranquilizó. Avancé entre la multitud que había en el local, entre el tumulto de platos, vasos, conversaciones. No le quitaba el ojo de encima, mientras ella se terminaba de atar el delantal. Me aproximé a la barra, hacia donde estaba ella. Le dije un escueto hola. Ella me respondió con un “creía que no volvería a verte”. Lo dijo de una forma tan sincera, de una manera tan pausada y casi con pena, que me hizo venirme arriba, pues quizás, o solo ese quizás estuviera en mi mente, en mi deseo, ella también había estado pensando en mi.

Le dije que no me podía ir sin saber su nombre, y que no me lo hubiera perdonado. Ella rió de esa forma tan especial. Me senté en una mesa que me preparó ella, junto a una ventana, y comí lo que ella me recomendó. Me colocó los cubiertos con cuidado, de una forma muy sensual, pegando su cadera a mi, pudiendo oler su aroma, pudiendo casi rozar su piel. Terminé de comer y el local se había vaciado bastante. Alargué mi estancia con un postre y el café. Ella se sentó conmigo tras servírmelo. Con los dos camareros que había les sobraba para las pocas mesas que quedaban en la sala.

Estuvimos una media hora charlando amenamente. Su forma de moverse al hablar, su manera de mover los labios, su forma de mirar. Todo ello me estaba haciendo sumirme en una nube de agitación mental y de excitación sexual como nunca. Una excitación distinta. No es que estuviera empalmado, pero la situación me estaba relajando sobremanera, como en el estado previo a un orgasmo.

Supongo que fue este estado lo que me hizo decirle, en una pausa de la conversación, que se acercara a mi. Y cuando estaba a escasos centímetros, le dije sin cortarme: “nunca me había pasado esto, pero eres hermosa y mágica, y me tienes absorto con tu presencia”. Ella se rió y añadí: “deseo seguir estando contigo, deseo saber más de ti. Te deseo”. Ella bajó los ojos. Sonrió por un segundo y se quedó seria. No sabía si había hecho bien. En mi vida he sido tan directo con una mujer. Los segundos pasaban, y tenía la impresión de que algo no iba bien. Entonces ella se levantó.

Se quedó de pie mientras recogía la taza. Se acercó a mi oído izquierdo, y de una forma muy sensual y muy despacito me dijo: “chico forastero, ves aquella puerta, pues la tercera de la derecha estará abierta en dos minutos. No tardes que no quiero pasar frio, ni que tu lo pases mas”. Acto seguido se dio la vuelta y se metió tras la barra. Mi corazón iba a mil. Mi pene lo había entendido al momento. Vi como se volvía a abrir la puerta por donde la había visto aparecer cuando entré, y desapareció su figura tras ella.

Me levanté de la mesa, me dirigí hacia donde me había dicho. Arriba un letrero de servicios. Cuando entré por esa misma puerta vi dentro un pasillo con varias puertas más. La tercera ponía “privado” y estaba entreabierta, con luz en su interior. Entré dentro, di un paso, y vi que eran unos vestuarios con taquillas y servía también las veces de almacén de cajas. Oí que se cerró la puerta a mis espaldas, y una llave la cerraba por dentro. Cuando me di la vuelta estaba ella, no la vi aparecer, pero allí estaba, como por arte de magia, a la vez que me cogía con sus manos la cara y me acercaba a sus labios para darme un largo y hermoso beso. La abracé con mis brazos acercando todo lo que pude su cuerpo al mío. Note una presión en mi entrepierna, fruto del roce de una de sus piernas contra mi polla. Le cogía por el culo con una mano y con la otra ya le había sacado la camisa y acariciaba su espalda desde el inicio de su culo hasta que me tropezaba con el sujetador.

No llevaba puesto el delantal, lo cual me alegró por que facilitaba la labor, y sin duda a ella le facilitaba también los movimientos. Mientras seguíamos fundidos es aquel beso interminable, jugando con nuestras lenguas, mordiéndonos los labios de forma casi salvaje, empecé a quitarle uno a unos los botones de la camisa, hasta que se quedó totalmente abierta. Podía palpar con mis manos su sujetador y sus dos senos que abarcaban todo el sostén. Se lo desabroché por detrás, liberando aquellas dos sabrosas frutas de su escondite. Metí las manos por la parte inferior, pudiendo asir con fuerza los dos senos que estaban ya duros, con unos pezones desafiantes. Podría decir que eran unas tetas enormes y perfectas, con sus pezones apuntando al cielo. Podría decir que eran divinas y perfectas. Pero eso no me importaba. Eran de mediano tamaño, si quizás más grandes que pequeñas. Las abarcaba perfectamente en mis manos, y los pezones, muy ligeramente caídos, me parecían los pezones más excitantes del mundo. Me dirigí con mi boca hacia ellos, mientras los tenia acariciando con mis manos. Me metía un pezón y la aureola entera en la boca. Primero uno y luego el otro. Ella había tirado su cuello y cabeza hacia atrás, como ofreciéndome el preciado regalo, mientras con una de sus manos ya me estaba sobando mi paquete por encima del pantalón. Estaba que reventaba de la excitación, de la situación, del momento que nos estábamos dando.

No se el tiempo que me dediqué  a sus pezones, pero estaban duros como rocas, tensos como nunca había visto, y la hembra que tenia en mis brazos estaba excitada, más que yo si cabe. Ya me había bajado la bragueta y había introducido su mano en ella, buscando mi tesoro de placer. Primero la sobó por encima del calzoncillo y luego introdujo su mano por dentro, jugueteando con mis huevos para luego subir y recorrer todo mi falo con movimientos sabios. Cuando sacó mi polla al exterior por el orificio de mi bragueta, se fue bajando poco a poco en un baile de gestos, hasta colocarse en noventa grados, con su culo hacia fuera y su boca frente a mi polla. Podía ver toda su espalda libre, hermosa, sensual. Mientras, como a cámara lenta, fue introduciendo cada centímetro de mi polla en su boca, mientras con la mano hacía fuerza y se depositaba en la base de aquel mástil. Inició un mete saca con su boca, en un principio lentamente y dedicándose solo al glande, para ir poco a poco aumentando sus movimientos y llegar a notar incluso que tocaba en lo mas profundo de su garganta. Que placer me estaba proporcionando aquella camarera especial.

Yo aprovechaba para recorrer su espalda con mis manos e introducirme bajo el pantalón y sus bragas, sobando aquel culo que te tenía loco. No era un culo respingón ni proporcionado, pero aquella ligera desproporción, sus cachetes, su tacto, su culo, me tenía loco. Su cuerpo no era el de una perfecta ninfa, con cintura de avispa y caderas vertiginosas. Pero tenía lo justo de carnes y curvas para disfrutar  a la perfección del tacto que me proporcionaba mis manos. Como pude, por bajo, le desabroché el botón del cinturón y pude dejarlos caer, mostrándome, como había imaginado en mis pensamientos de la masturbación matutina, que no llevaba tanga, y si unas bonitas braguitas con ribetes. Todo aquello me estada proporcionando una excitación como nunca. Recorrí cada centímetro de su espalda, de sus senos, de su cintura, de sus caderas, de su culo. Mientras, ella me estaba deleitando con una maravillosa mamada, una sabia mamada, dándome placer en cada rincón de mi sensible glande, de mi tiesa polla.

Así estuvo durante varios minutos. Cuando creía que era el momento la levanté, le di un profundo beso saboreándome en su boca, le di la vuelta, se apoyó contra mi pecho su espalda, le acaricié en esa posición desde su oreja hasta su coño por encima de la braguita, parándome haciendo círculos en sus pezones. Le hice inclinarse sobre una cajas que había, ofreciéndome su culo, majestuoso, curvado, espectacular. No le toqué con los dedos su coño. Solamente le aparté la braguita y le introduje todo mi férreo mástil hasta el fondo. Estaba completamente mojado, mi pene resbalaba hacia si interior sin oposición, rozando cada centímetro de sus pareces, proporcionándole cada microsegundo de placer. La cogí fuertemente de sus caderas mientras aceleraba los movimientos y ella emitía un continuo gemido o ronroneo. No habíamos hablado hasta entonces. En esa posición le pregunté: “te gusta lo que te hago? Como te pone este forastero desconocido?”. Ella suspiró entre gemidos y me dijo en un tono mas áspero pero que le daba un punto de excitación: “como eres!! Sigue follándome que no falta nada para que me corra!!”. Aquello hizo acelerar mis embestidas y casi al momento noté como le flojeaban las piernas y emitía unos ahogados gemidos fruto del orgasmo que le estaba viniendo en ese preciso momento. Su espalda se flexionó mas, sus caderas se movían entre mis manos descontroladamente y yo estaba disfrutando de la corrida que le había proporcionado.

Cuando se calmó un poco saqué mi polla, dura, y manteniéndola en la misma posición, le bajé las bragas, me arrodillé detrás de ella y le empecé a lamer su húmedo coño. La imagen que tenía era espectacular, sus piernas separadas, mostrando sus muslos que acababan en un hermoso coño, con los pelitos bien recortados, sin llegar a estar afeitados, todo bien brillante por los flujos que brotaban fruto de su orgasmo y excitación. Rematando con un culo en primer plano, donde debido a la posición podía verle el ano igualmente reluciente y brillante. Me aproximé y le recorrí con mis labios toda la extensión de su fuente de placer, desde el clítoris que se quedaba casi metido entre las dos piernas, recorriendo su sexo, con mi lengua abriéndose paso a través de sus labios mayores, para abarcar en el ano, prieto y quién sabe si virgen.

Me introduje en aquella fuente de placer, fallándole con mi lengua, abriéndome paso entre su excitado sexo, mientras que con un dedo jugueteaba con el orificio de su ano, haciéndole círculos e introduciendo la punta del húmedo dedo con cierta facilidad. Ella gemía sin parar, mientras hacia ciertos movimientos de cadera para sentir cada lametón de mi lengua. Cuando la noté extremadamente excitada, por sus jadeos y su respiración, me dediqué con la lengua a su clítoris, abriendo ella ligeramente las piernas para facilitar la operación. Mientras mi dedo seguía estimulando su ano. Ya tenía metido algo mas de un centímetro de dedo.

Notaba su clítoris duro, excitado, por lo que con mi lengua intenté abarcarlo y acariciarlo con mi mojada lengua, de un lado a otro y haciendo círculos. En un momento dado noté como su ano se tensaba y aprisionaba mi dedo en su interior mientras le venía un mas que tremendo orgasmo que me mojó si cabe mas mi humedecida cara. Se movía sin control, se le caían las piernas para volver a recuperarse mientras respiraba con agitación y profundamente. Pasados unos breves segundos, se dio la vuelta, se arrodilló y mientras me miraba directamente a los ojos desde abajo, se introducía toda la polla en la boca. Veía como con su nariz tocaba mis recortaditos pelos y sentía como el glande chocaba en la profundidad de su garganta. Me cogía del culo para poder introducírsele más si cabe, con un movimiento experto, apretando los labios, succionando la fruta que disfrutaba en cada movimiento. Cuando notó que mi glande se hinchaba todavía mas, y mi respiración se agitaba, me cogió la base de la polla con una mano mientras me pajeaba, y se colocaba en glande, grande, terso e hipersensible en el interior de su boca. Para rematar, observé como con su otra mano se la dirigió a su entrepierna comenzando a tocarse su excitado clítoris.

Todo aquello me hizo devenir sin remisión, un tremendo orgasmo, desde mi interior hasta la punta de mi polla, soltando unos incontables chorros de semen en el interior de la boca de mi diva, porque así lo había querido ella, mientras veía como se afanaba por tragar cada chorro de esperma, mientras mantenía la paja con la mano y pasaba su lengua por mi glande. En mi vida había tenido un orgasmo tan largo y continuado que me dejó sin fuerzas.

Cuando terminé de ofrecer a mi hembra sexual el manjar que salía de mi interior ella prosiguió con una mamada con sus labios y lengua dedicándose exclusivamente a mi excitado glande, proporcionándome los últimos espasmos de placer en cada succión, en cada lametón.

Nos incorporamos y nos abrazamos, así como íbamos, desnudos, mojados por nuestros líquidos y nuestro sudor. Le dije que creía que ya era el momento de conocer nuestros nombres. “Deisy” me dijo con una sonrisa de oreja a oreja. “Dani” le dije contestando mientras le miraba a esos profundos ojos. Y así, en ese momento yo le susurré al oído: “Deisy, ahora que empieza lo bueno, yo me tengo que ir mañana….”

Ella me sonrió pícaramente y mirándome a los ojos me dijo: “yo tengo tooooda la tarde libre………” y haciendo una pequeña pausa, prosiguió: “y mañana libro”.

Me vinieron a mi mente horas y horas de placer desenfrenado, como seguramente contaré a continuación.

Mis gracias más sincera a d.V.

 Mi pequeña diosa Voraz y morbosa.

Mi musa en este relato.