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Veranos 2

en Amor filial

Al día siguiente Joan estaba que se subía por las paredes de la excitación que tenía. Recordaba los momentos vividos con sus primas y se excitaba. Ellas hacían como que no iba con ellas, y aunque solo fuera cara al exterior, aparentaban total normalidad. Se relacionaban con las demás chicas del grupo, entre risas y carcajadas, no sin escaparse alguna que otra vez alguna mirada furtiva a Joan, la cual, éste, la sabía interpretar muy bien.

Se pasaba el día en sus pensamientos, de manera que incluso los amigos le habían reprochado su ausencia de pensamiento en el grupo. Joan se justificaba con alguna escusa tonta, mientras dejaba pasar el día a la espera de que llegara la noche, con la firme convicción de que tendrían un nuevo encuentro especial, quien sabe si con una de sus primas o con las dos nuevamente.

Se hizo la noche y cenaron con su abuela como otras noches. Sus primas se sentaron en el sofá a ver la tele, mientras Joan no tardó en decir que se subía a la cama. Ellas no dijeron nada. Se paró en el marco de la puerta, sin rebasarlo, y dándose la vuelta preguntó si alguna subía a dormir. Ellas, haciéndose las distraídas con la televisión, aparentando indiferencia le contestaron a la par que no. Ruth añadió que cuando acabara lo de la tele.

Joan no insistió y se subió a la cama, a la espera sin duda, de que ellas acudieran. Pasaron los minutos, fueron algo más de una hora cuando subió Andrea. Se lavó los dientes y con un escueto “buenas noches” se metió en su cama. Joan no daba crédito. No podía creer que no le picara el gusanillo al igual que a él de seguir con los tocamientos, con la excitación juvenil.

Media hora después subió Ruth. Como casi siempre, se quedó en braguitas y se fue al baño a lavarse los dientes. Podía ver ese despampanante cuerpo que horas antes había degustado con sus propias manos, con su propia lengua, con su polla, pasearse delante de él con la mayor normalidad del mundo. Acabó y se metió en la cama. Una vez dentro dio otras “buenas noches” y se hizo el silencio.

Joan no daba crédito. Se había pasado todo el día esperando ese momento y no iba a pasar nada. Pasados unos veinte minutos, no pudiendo dormir, llamó por lo bajo a sus primas, primero a Andrea y luego a Ruth. No hubo contestación. Tan solo el respirar profundo de ambas. Estaba claro que esa noche no habría movida. Entonces, ante la magnitud de su pene excitado, decidió dar rienda suelta a su imaginación,  mientras con los pies retiraba la sabana de encima de su cuerpo y se bajaba el calzoncillo por debajo del culo, empezó a hacerse una paja, lentamente, saboreando cada imagen de su mente, rememorando cada situación de la noche anterior, degustando el olor a sexo de sus primas incrustado en su cerebro, volviendo a sentir cada poro de piel de sus primas, volviendo a palpar cada duro pezón de sus primas, amasando en sus manos la redondez de sus pechos, salivando cada lametón de clítoris de Ruth, mientas iba aumentando en intensidad los movimientos de su mano sobre su polla, mientras notaba el grosor del diámetro de su pene, mientras palpitaba su falo como si el corazón estuviera en él, llenando su cuerpo de un orgasmo que le llegaba de forma lenta y creciente, largando un coletazo hasta sus huevos y de ahí a la punta de su glande, el cual escupió oleadas de semen en un sinfín de chorros que paraba con su mano y se le depositaban en el pecho y barriga. Se quedó inmóvil varios segundos hasta que alcanzó varios clínex de la mesita con los que recogió y empapó el semen depositado en su cuerpo, dejándolo caer bajo la cama y sumiéndose en un placentero sueño.

Lo que Joan no sabía era que Ruth no estaba dormida, y al empezar a oír lo que ella interpretó como una paja de si primo, deslizó una de sus manos a su joven sexo semidepilado, y empezó a masajearse el clítoris. Joan no oía nada pues estaba sumido en sus pensamientos excitantes, y porque Ruth se cuidaba mucho de tocarse solo el clítoris, por fuera, por muchas ganas que tenía de meterse los dedos en su coño, pero como sabía que estaba chorreando, para evitar el ruido provocado por la humedad, se centró únicamente en el clítoris. Se tocaba en círculos, sin dejarlo al descubierto. A ella le gustaba degustar el orgasmo que le provocaba de menos a más, dándose tiempo, y aumentando el ritmo conforme notaba que aumentaba su excitación. Cuando estaba llegando a lo más alto de su clímax, oyó los chorros de semen que seguro estaban saliendo de la polla de su primo, a la vez que oía muy por lo bajo, la respiración entrecortada de él. Ese fue el desencadenante de su tremendo orgasmo, mientas imaginaba esa enorme polla soltando regueros de semen, no pudiendo dejar de imaginar que la depositaria de todo ese caudal de sexo era ella y sus tetas. Arqueó el cuerpo y le vino una oleada de placer que mitigó como pudo, dejándose caer en la cama y dejando pasar los segundos para disfrutar del placer que se había dado. Notó que tenía las bragas empapadas. Las tocó con su mano y se chupó los dedos. Pensó en lo viciosa que se estaba volviendo. Se puso de medio lado y se sumió en un relajante sueño.

Al día siguiente Joan notó un cambio de actitud de algunas chicas del grupo con él. Se llevaba muy bien con ellas, pero algunas estuvieron especialmente cariñosas y encima de él. Tan solo esperaba que sus primas no hubieran contado nada de las experiencias sexuales que habían tenido, pues se moriría de vergüenza.

Era viernes y empezaron pronto el fin de semana. Se juntaron a comer todos los amigos y amigas de bocadillos en un merendero apartado del pueblo, y llevaron algo de bebida. Entre risas y juegos transcurrió la tarde. Quedaron en cambiarse a final de la tarde y volver allí para cenar y seguir bebiendo, y así podían traer una lamparita de gas para poder ver. Las chicas quedaron en casa de Luisa para dormir después de la velada. Lo cual reducía a cero las posibilidades de Joan de tener algún encuentro sexual con sus primas.

Como habían bebido, y para que su abuela no se diera cuenta, no estuvieron en casa si diez minutos, lo justo para cambiarse y hacerse un bocadillo rápido. Joan se puso unos pantalones cortos de verano y un polo, Ruth una minifalda y una camiseta holguera, que no marcaba para nada sus generosos pechos, y peor aún, la generosa y adolescente  forma de sus pechos. Y Andrea se puso unos vaqueros y un top de forma que se podía apreciar perfectamente el volumen de sus pechos y su denuda cintura, no tan delgada como la de Ruth, pero lo suficiente como para resaltar sus generosos pechos.

Mientras caminaban hacia el merendero, entre la oscuridad, Joan se adelantó un poco con Andrea mientras le pasaba la mano por su  cintura, palpando su suave piel. A Joan se le saltaron los ojos cuando vio a pesar de la oscuridad como se le marcaban los pezones en el top, por lo que no llevaba sujetador. Esto hizo envalentonar a Joan, el cual, entre juegos y risas, le metió la mano por debajo de la tela, palpando la parte inferior de sus curvados pechos. Ella se paró en seco frente a él, y a modo de reproche poco convincente le espetó que no podían estar jugando a tocarse a todas horas, mientras a continuación, y para relajar la cara de su primo que se había quedado a cuadros, se levantó el top, dejando al aire sus preciosos y voluminosos senos, los cuales desafiaban cualquier ley de la gravedad, mientras le indicaba cómo se le habían puesto los pezones de duros. Todo ello a unos veinte metros de su hermana y dos amigas más, que aprovechándose de la oscuridad y del bajo matorral que se acumulaba en las curvas del camino, no les podían ver. Joan se quedó embobado mirando esos dos faros a escasos centímetros mientras cogiéndose su entrepierna le indicaba a su prima cómo se le había puesto. Se recompuso el top Andrea en un segundo mientras le decía que al fin y al cabo eran primos, y que no sabía si todo aquello estaba bien. Callaron al instante, en cuanto llegaron a su altura las otras chicas.

En el merendero, mientras cenaban se sentó al lado de Joan, Ruth. Eran mesas realizadas en piedra y mortero, con asientos igualmente de piedra. Cabían 3 personas por cada uno de los cuatro lados de la mesa. En un lado solo estaban Joan y Ruth, en el lado derecho a ellos estaba Andrea, Fernando y Luisa, frente a ellos Celeste, Nacho y  Silvia. En el lado frente a Joan y Ruth no había nadie sentado. La luz la pusieron colgada de una rama, por lo que llegaba suficiente luz, pero no se creaba suficiente claridad.

Durante la cena, Ruth subió una de sus piernas en las piernas de Joan, de forma que podía ver claramente lo abiertas que las tenía, y lo subida que le quedaba la minifalda, a punto de verse las braguitas. Por la poca luz que había y las características de la mesa, totalmente opaca al ser de piedra, los amigos que se encontraban en los otros lados de la mesa no podían ver nada. Esto envalentonó a Joan, que colocó una mano sobre el muslo de su prima, acariciándole desde casi la rodilla hasta su entrepierna, por la cara interior del muslo. Poco a poco  subía un poquito más, mientras su prima hablaba aparentando total normalidad. Una de las veces subió hasta buscar la tela de la braguita de su prima, pero no encontró nada, es decir, lo que tocó fueron los labios vaginales de su prima, tan salidos como recordaba de hace dos noches, y algo húmedos. Se quedo parado, tocándolos, notando la humedad, mientras observaba como hablaba su prima al grupo sobre no se qué cosa. El estaba en presencia, pero su pensamiento se encontraba en la palma de su mano, en sus dedos acariciando el sexo húmedo de su prima, pinchándose con los cortitos pelos que se había dejado sobre su sexo.

Se despertó de aquel sueño interno por un grito de su amiga Luisa, reprochándole estar en Babia a todas horas. Se echó a reír mientras siguió acariciando los muslos de su prima. En un momento, cuando estaba jugando con los cortos pelitos púbicos de Ruth, esta bajó la pierna, aprisionando la mano de su primo en su sexo. Joan lo interpretó como el momento de darle caña, y metió uno de los dedos dentro de su húmedo sexo. Vio como por un instante Ruth cerró los ojos, mientras dejaba de aprisionar poco a poco la mano de su primo, para dejarle hacer. Este insertó dos dedos, y por la posición, con la palma hacia abajo, y con los dedos índice y anular metidos en su sexo, y favorecidos por la humedad, resbalaban fácilmente, de forma que metía los dedos a la par que frotaba la zona del clítoris. Veía a Ruth callada, intentaba no hablar, mientras veía como empezaba a sudar ligeramente, y hacía como que tosía, suponía Joan, que para evitar algún que otro gemido. Abrió sus piernas y las estiró en lo que pudo, mientras bajó una de sus manos y acompañaba los movimientos de Joan apoyando su mano sobre la de él. En un momentos dado cogió fuerte su mano, parando el movimiento. Ruth estaba a punto del orgasmo y sabía que no se iba a poder retener, por lo que paró aquella locura, mientras se retiraba diciendo que iba a la fuente a beber agua. Joan rápidamente dijo que le acompañaba y se alejaron los dos en la oscuridad.

Mientras andaban hacia la fuente empezaron a hablar:

-       Ahora que estábamos en lo mejor me paras.

-       Joder, tío. No podía más. ¿Que querías que soltara un gemido de placer ahí en medio?

-       Por mi……, -rio Joan-. Pero no, no era plan. Pero si quieres te acabo ahora.

-       ¿Por qué te crees que me he levantado? Estoy que no puedo. O me acabas tú o me acabo yo.

Joan se posicionó detrás de Ruth y le introdujo los dedos nuevamente en su sexo. Ella se apoyó en su pecho y llevó una manos hacia atas para poder tocar la polla de su primo, al notarla dura contra su culo. Ruth tenía ya la falda por la cintura y estaba ligeramente abierta de piernas dejándose hacer. No pasaron si dos minutos cuando ella empezó a temblar y Joan la sujetaba para evitar que cayera. Había tenido un buen orgasmo, y ella para agradecérselo se dio la vuelta detrás de aquel matorral que les ocultaba, y le sacó su enorme polla, metiéndosela en la boca de forma inmediata, mientras le hacia una paja en su largo tronco. No duró ni minuto u medio cuando le avisó que se corría. Retiró la polla de su boca y la orientó a los matorrales, dejando las hojas llenas de semen. Cuando acabó de expulsar el semen, se la volvió a introducir en la boca, cosa que le dio un placer extremo a Joan, pues tenía en glande híper sensible, soltando un nuevo y pequeño chorro de semen que pilló a traición a Ruth, pero que mirándole a los ojos se tragó con satisfacción.

Volvieron a la mesa con una mirada de Andrea que se estaba oliendo que algo había pasado. Pero no dijo nada.

Transcurrió la noche entre risas y bebida, cuando ya eran las 3 de la noche, y Luisa sugirió que ya iba siendo hora de irse. Habían quedado Luisa, Ruth, Andrea y Celeste en dormir juntas en casa de Luisa, pues sus padres no estaban. Silvia no podía pues se debía levantar pronto que tenía que acompañar a sus padres el sábado y Fernando y Nacho, al igual que Joan, no estaban invitados por que era una noche de chicas.

Bajaron todos al pueblo y fueron acompañando a los chicos, primero se quedó en su casa Fernando y luego Nacho. Cuando llegó la hora de Joan, llegando a casa de su abuela le dijeron que si quería se podía venir. Joan no daba crédito.

-       ¿Pero no era noche de chicas?

-       Sí, pero tu casi eres una más de nosotras, -dijo Luisa sonriendo.

-       Bueno, bueno, Luisita, no sé si tomármelo bien o mal. –dijo Joan.

-       Tomate como quieras, -cortó tajante Ruth, muy habitual en ella por otro lado.- ¿te vienes o no? –preguntó.

-       Pues….. –hizo como que dudaba Joan.- Me voy, me voy.

-       ¿Osea que no te vienes? –dijo con tono de penita Celeste. Celeste era una chica muy buena que se llevaba muy bien con Joan. Muchos dudaban de que ella solo quisiera amistad con él, pero lo cierto es que cuando eran más pequeños, pasaban horas juntos, por lo que siempre había habido mucha química.

-       No me pongas esa carita Celeste, que me has entendido mal, que si voy con vosotras. Esa fiesta no me la pierdo yo por nada del mundo.

Celeste aplaudió dando saltos y se arrimó a Joan cogiéndolo del brazo. Hecho que hizo que Luisa se cogiera del otro brazo, mientras las hermanas se cogieron entre ellas.

Celeste no era una chica espectacular. Más bien se puede decir del montón. No estaba gorda, pero si algo rellenita, con las piernas juntas por las rodillas y abiertas en los pies, lo cual la hacía poco atractiva, aunque de cara si era guapeta, pues tenía unos morritos prominentes que junto a sus resultones ojos le hacía una belleza peculiar. Tenía un buen par de tetas, pero como estaba algo rellenita, no las aparentaba, aunque su volumen era bueno, algo caídas para su juventud, pero todavía vistosas.

Por su parte Luisa era todo lo contrario. Era una chica pizpireta, delgadita, con pocos pechos, pero con unas aureolas espectaculares, rematadas por unos grandes pezones que resaltan por su dimensión dentro de unos pechos tan pequeños. Eso sí, tiene uno de los mejores culos de la zona, dicho por los chicos del pueblo. Cosa que ella sabe explotar con sus mallas y pantalones ajustados. Es aparentemente la más echada para delante, y se le ha visto enrollarse con varios tíos.

Cuando entraron en la casa, Joan tenía una especial excitación. No sabía si lo habían dejado entrar por como decían, ser una de ellas, o porque Ruth y Andrea habían convencido a sus amiga porque querían algo más.

Subieron a una estancia similar al desván de la abuela de nuestros primos, solo que aquí había dos camas de matrimonio juntas, y más separada, en el otro lado de la estancia una cama sencilla más. Al lado de ésta había una puerta que comunicaba con otra estancia.

Sin parar cuando llegaron deshicieron las dos camas de matrimonio y empezaron a ponerse los pijamas, las camisetas o lo que llevaran. En ese momento Joan se percató que él no tenía nada para ponerse.

Luisa se quedó en braguitas tras ponerse una camiseta de tirantes muy holguera, por lo que según como se movía dejaba entreverse sus pequeños pechos. Lo que sí puedo ver es su espectacular culo, con unas braguitas que le recorrían la mitad del culo y se le metían entre los gajos del culo. Joan pensó que el mito del hermoso culo era por algo cierto.

Celeste era la que vistió mas recatada, con un pijama de dos piezas, con el pantaloncito corto. Andrea como siempre en braguitas y su camiseta larga y Ruth dudó si quedarse en braguitas, pero fue cuando se acordó que no se había puesto bragas, por lo que sacó una camiseta de baloncesto muy grande y le servía de vestido o blusón.

Una vez estaban todas listas, se miraron y acto seguido miraron a Joan, que se había quedado en medio de la estancia, viendo como se vestían o desvestían ellas. Sus miradas no dejaban la menor duda. Le tocaba prepararse a él para meterse en la cama. Levantando los brazos como en señal de “ahora me toca a mí”, empezó a desvestirse. Ellas empezaron de nuevo a hablar sin parar, sin prestar atención a lo que hacía Joan, igual que cuando se estaban desvistiendo. Joan llegó a pensar que juntas eran una jauría de cotorras, y que no sabía muy bien si así iba a poder dormir. Se quedó en calzoncillos y se metió en un lado de la cama, momento en que ellas, sin parar de hablar se movieron como invitando a Joan a meterse en el centro de las cuatro. Poco a poco se fue integrando en la conversación. Se hizo todo muy normal, pese a que había momentos en que le veía las tetas a Luisa según se moviera, o las bragas a Andrea o incluso le pareció ver el coño a Ruth, aunque se había metido la camiseta entre las piernas, y estaba sentada con las piernas cruzadas.

Poco a poco el tema fue desvariando a asuntos sexuales, como no cuando las hormonas van las locas. Luisa que es la menos modosita, empezó a hablar de lo que le hizo un chico con el que se enrolló un par de veces poco antes del verano.

-       ¿Pero te lo has follado, Luisa? – dijo Ruth.

-       No, pero solo me faltó eso. Hicimos de todo lo imaginable. Hasta me metió un dedo por el culo…… -soltando una enorme carcajada.

-       ¿Y te gustó o qué? –le dijo Celeste. Joan la miró, pues pensaba que era demasiado recatada para una conversación así. – Porque he oído que se puede tener un orgasmo también metiéndotela por el culo. –añadió. Joan se le abrían los ojos de par en par con las palabras de la dulce Celeste.

-       Pero tía, ¿tú como sabes tanto? –le dijo Joan con sorna.

-       Ay, Joan, si yo te contara…...

-       Cuenta, cuenta, cacho perra, -le dijo Andrea mientras se colocaba sentada sobre las rodillas.

-       Pues nada, que he estado con un chico, y le deba mucho apuro metérmela por ahí bajo, pues solo decía que si los embarazos, patatín, patatán. Y yo de modo inocente, ya me conocéis, le pregunté si por el culito daba el mismo gustito. Y chicas, se lo tomó al pié de la letra. Que no habían pasado ni diez minutos y me decía que me pusiera a cuatro patas para probar. –dijo Celeste, con su carita de niña buena, pero que Joan empezaba a verle algo picantona.

-       Y tú te pusiste, claro. –dijo Ruth.

-       Uy, si, pero aunque no era un prodigio de la naturaleza……ni mucho menos su polla, me hacía daño. Por lo que cogimos jabón del cuerpo y se untó bien la polla y mi culito. Tías, cuando me daba jabón en mi culito se me erizaron todos los pelos de cuerpo. Me metió un dedo, luego dos. Yo estaba tensa al principio, pero viendo que lo hacía con suavidad y sobre todo lo excitada que me estaba poniendo, cuando llevaba tres dedos metidos le dije que me la clavara toda. No me aguantaba más.

-       Ole por Celeste!!!! – Grito Luisa.

-       Y no hubo que decir más, -dijo Celeste mientras se reía y entornaba ligeramente los ojos recordando el momento,- se posicionó su polla en la entrada del culo y metió de un golpe su glande. Notaba una especie de escozor y gustito por igual, por lo que me lancé a hacer el movimiento de mete saca despacito.

-       Ufff, que bueno Celeste…… -dijo Joan casi instintivamente. A lo cual las cuatro se le quedaron mirando con cara sorprendida. A lo que añadió Joan: - no me digáis que no tiene morbo la situación.

-       Si, si, y tanto que tiene. -Dijo Ruth riéndose.

-       Jajaja, si tiene sí. Pero sigo. –dijo Celeste. –El caso es que no había pasado ni medio minuto cuando noté un calor tremendo en el interior de culo, que junto al gustito que me estaba dando y que también supongo influiría, me estaba masturbando el clítoris, me vino un orgasmo espectacular que me quedé con flojeras de piernas que no veas. Yo juraría que me vino solo por la follada de culo que me hizo, pero bueno, ahí lo dejo. – añadió Celeste.

-       Ostias…… que bueno, tía. –le dijo Luisa.

-       A mí también me lo han roto. –dijo Ruth.

-       Comorrrr!!!! –dijeron al unísono las tres chicas. Mientras al ver que Joan no dijo nada, Andrea le dedicó una mirada matadora, momento en que él, disimuladamente le hacía gestos como que él no había sido. Las chicas no se percataron de aquello.

-       Bueno, pues nada, que tuve un noviete este invierno, y aunque no lo hicimos por el culo por el mismo motivo que Celeste, también me han dado por ahí. –dijo escuetamente Ruth.

-       Osea, que tú has follado por el coño y por el culo. –le dijo claramente Luisa.

-       Bueno….. si. –respondió Ruth.

-       ¿Qué estás diciendo, Ruth? –le dijo casi asustada Andrea.

-       Pues eso hermanita, que yo ya he follado….. y no poco. –dijo la hermana de Andrea.

-       Me encantan estas reuniones….. –dijo Joan irónicamente.

-       Sé que te lo debería haber contado, pero no te veía preparada para oírlo. Salvo desde el otro día, con lo que pasó….. –calló bruscamente.

-       ¿Con lo que pasó? ¿Qué pasó? –dijo Celeste.

-       Sí, que pasó, -dijo Luisa.

-       Eso, eso, que pasó, -dijo disimulando Joan, aun a sabiendas que estaba hablando de su noche de sexo entre primos.

-       Tú no te rías encima, -le espetó Andrea a Joan.

-       ¿Encima?, osea, ¿que tu sabes lo que es? –dijo Luisa.

-       A ver. Chicas. Tranquilidad. No es nada del otro mundo. Las cosas pasan y ya está. –dijo Ruth, intentando poner serenidad a la situación.

-       Si, pasan, pero queremos saber lo que pasa. –dijo Luisa.

Las hermanas se miraron, y luego miraron a Joan. Este empezó a decir por lo bajini, “no, no, no, ni se os ocurra”. Ellas se volvían a mirar y a sonreír. Joan se lo venia venir. Ahora ya lo decía en voz alta: “No, no y no”.

-       Pues nada, que el otro día, mi querida hermanita y yo, vimos el aparato que se gasta nuestro querido primo, y no pudimos remediar inspeccionar tal instrumento, a la par, claro, que él se empeñaba en inspeccionar los nuestros. –dijo Ruth quedándose tan ancha.

-       Pero tías…….que pasa??? –dijo con voz de derrotado Joan.

-       A ver, primo, tienes una polla que es para lucirla, y no pasa nada. –le dijo Andrea mirándolo a los ojos.

-       Pues eso hay que verlo, lógicamente. –dijo Celeste.

-       Si, si. –Afirmó categórica Luisa, abriendo los ojos como platos.

Luisa y Celeste se tiraron encima de Joan, intentando tocarle el paquete, mientras él se zafaba como podía. Viendo la situación, Ruth planteo algo.

-       Joan, ¿qué pasa, que te da vergüenza enseñarle tu polla a las amigas?

-       Pues tú dirás……muy normal no es. –dijo Joan.

-       Pero si de aquí no va a salir. –dijo Luisa en tono conciliador.

-       Si, mira, parezco un mono de feria. Y yo qué, ¿no veo nada? – preguntó Joan.

-       Tú sabes que puedes ver todo. –dijo Ruth mientras se quitó la camiseta, dejando su cuerpo totalmente desnudo.

-       Zorra, vas sin bragas!!! –dijo Luisa riendo.

-       Bien, bien, esto me va pareciendo más razonable.- añadió Joan, mientras se notaba que se le empezaba a poner morcillona la polla.

-       ¿Y esto también es razonable? –dijo Luisa quitándose su camiseta de tirantes, y dejando al descubierto sus peculiares tetas, las cuales hizo que Joan se quedara absorto mirándolas.

Se miraron Celeste y Andrea y a la vez se quitaron sus camisetas o parte superior del pijama, dejando sus pechos al descubierto.

Joan no sabía hacia dónde mirar. Se había cruzado las manos por delante del paquete, pues ya tenía un tamaño considerable. Sus amigas y primas le decían que le dejaran ver aunque sea el tamaño del paquete, cosa que hizo durante breves segundos, momento en el que Luisa soltó desde lo más profundo de su ser un “madre mía” que retumbó en la habitación.

Ahora sugirieron que tenía que enseñarles la polla a ellas. A lo cual él dijo que ni hablar, que cuando ellas se quitaran las braguitas. Ruth que ya estaba sin ellas, sugirió el juego de la habitación oscura. Las demás le preguntaron qué era eso.

Ruth explicó que es normal que Joan se sintiera abrumado de tener a cuatro chicas desnudas delante de él, por lo que se iba a meter a la cama que hay en la habitación donde solo se veía una puerta cerrada, se quedaría totalmente desnudo y ellas, por sorteo, pasarían una a una para tocarse o lo que surgiera. A Joan, imaginándose la situación, no le pareció nada mal, por lo que de un salto se dirigió a la puerta. Antes de meterse les mostró el tamaño de lo que albergaba debajo de su calzoncillo, la cual casi asomaba por arriba del calzoncillo por uno de los lados. Las chicas, sobre todo Luisa y Celeste, no daban crédito al tamaño de semejante aparato.

A los pocos segundos guitó “ya” desde el interior de la habitación, a lo que añadió “pero siempre a oscuras, eh!!”.

(Continuará)