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MATILDA, la guerrero del espacio (capitulo 7)

en Grandes Series

 

­­— ¿Tiempo de llegada al sistema Nar? —pregunto Matilda.

— Cinco horas capitán, —contesto Daq.

— ¿Qué sabemos de las naves beegianas? —pregunto mirando a su hermano.

— Son naves muy similares a las de Faralia, —respondió Neerlhix—. Si utilizamos nuestras baterías principales contra ellos, será como matar moscas raulianas a cañonazos.

— ¿Qué propones?

— Puedo reconfigurar nuestras torres de defensa de perímetro para que intercepten a sus naves como si fueran interceptores, misiles o proyectiles de artillería. Además, ahorraríamos energía.

— De acuerdo. Hazlo. 

Mientras se aproximaba la hora del encuentro, Matilda recorría la nave supervisando lo que ya estaba supervisado. La incertidumbre la tenía los nervios a flor de piel, y eso en una mujer que podía mantener la calma en las situaciones mas tensas. Pero había la posibilidad real, de que se enfrentara a las naves imperiales por primera vez desde que esta historia empezó. Estaba absorta en sus cavilaciones cuando al pasar por la puerta del almacén numero 6, oyó algo que la llamo la atención, porque no debía oírlo. El mecanismo de la puerta había fallado y se encontraba entreabierta ligeramente, lo suficiente para que un rumor de gemidos salieran por la apertura. Haciendo fuerza con el cuerpo, abrió un poco más la puerta hasta que pudo pasar. Detrás de unos contenedores apilados encontró a Daq, calzándose a Comaxtli. La tenía cogida por detrás mientras embestía violentamente a la rojiza jefa de maquinas.

— ¡No me lo puedo creer! —vocifero muy cabreada—. ¡De vosotros dos, no!

El bocinazo hizo saltar a los dos oficiales mayores, que aterrados miraron a Matilda con ojos de pánico.

— ¿Pero que cojones estáis haciendo?  —pregunto gritando a sus dos oficiales—. Aquí en medio, como los animales. Para que todo el mundo os vea.

— Nadie nos ve, Matilda, —pudo responder una Comaxtli mucho más roja de lo natural en ella.

— Os habéis dejado la puerta abierta, pedazo de gilipollas, —claramente los nervios de Matilda habían aflorado—. Y ponte el inhibidor, no quiero verte sin él. Vamos, iros a vuestro camarote. Al que sea, me da igual, pero quitaros de mi vista. Pero cuando lleguemos a Nar, os quiero en vuestros puestos.

Como balas, se trasladaron al camarote de Comaxtli que era el más cercano. Entraron y rápidamente Daq la quito la ropa. A continuación, la ato las manos por detrás para evitar que le depilara la espalda, y se lió con ella. La quito el inhibidor y la penetro desde atrás. La estuvo follando mientras Comaxtli aullaba sin parar. Después de más de una hora, los machos de Tardania aguantan incluso más, se la saco y dándola la vuelta, la puso el inhibidor y penetrándola por la boca se corrió en ella llenándosela de esperma.

— Nena, es un poco cansado estar poniéndote y quitándote el aparatito, —la dijo mientras la acariciaba la mejilla cariñosamente—. Pero me molas tía, y eres una de las pocas hembras que aguantan mi fogosidad.

— A mí también me molas, aunque me ates.

— Solo es precaución, mi amor.

Unos minutos antes de llegar a Nar, Ushlas la comunico que los escáneres de largo alcance no detectaban presencia imperial en el sistema. Rápidamente se trasladó al puente y contacto con el príncipe Adry.

— Príncipe Adry, necesitamos saber donde están los cruceros de Rahoi, —le dijo un tanto inquieta—. Aquí no están.

— Puedo establecer un patrón de búsqueda, mas allá del alcance de tus escáneres, desplegando parte de mi flota. ¿Qué piensas hacer tú? —pregunto suspicaz.

— No te preocupes príncipe, haremos nuestra parte. Emplea todas las naves necesarias en localizar a ese cabrón. Es vital para mi saber donde esta.

— De acuerdo, no te preocupes, —contesto el príncipe—, pero es raro que los beegianos se lancen a un ataque de esta envergadura sin estar respaldados. ¿Estás segura de que no están al alcance de los escáneres?

— Totalmente. Viajamos en formación de batalla y entre las alas hay 100 Km de distancia. Te aseguro que nuestros instrumentos lo cubren todo. Los cruceros imperiales no tienen donde esconderse.

— 128 naves de Faralia abandonan la formación —interviene Moxi—, 30 segundos para salir de hiperpropulsión.

— Todos los sistemas de armas preparados, escudos al máximo capitán, —informa Neerlhix.

— 267 naves faralianas se agrupan detrás de nuestros cruceros como estaba previsto, –dice Ushlas.

— Cinco segundos para contacto.

La flota sale al espacio normal y se encuentra frente a una gran flota, de más de 700 pequeñas naves de Beegis. Rodean completamente a Nar, donde unas pocas naves propias, y de Faralia, con graves daños, aguantan como pueden en el límite superior de su atmosfera, apoyadas por las baterías de defensa planetaria. La flota combinada, entra con profundidad en la formación enemiga, disparando con sus sistemas secundarios, dividiéndola en dos y causando unos estragos enormes. Sus naves, desprovistas de escudos de energía, no aguantan el fuego continuado de los sistemas secundarios federales. La batalla se resuelve en quince minutos, al término de los cuales, menos de un tercio de las naves beegianas logran escapar, dejando atrás al resto, destruidas o gravemente dañadas.

— Necesitamos respuestas, príncipe Adry, —le dice Matilda comunicando con su nave donde la algarabía por la victoria esta desbordada—. Voy a asaltar algunas naves averiadas para poder enlazar sus sistemas de memoria.

— ¿Quieres que lo hagamos nosotros? —la pregunta—. Vosotros ya habéis hecho demasiado…

— No, tienen que ser los míos para poder enlazar sus sistemas con los nuestros y entrar en ellos. Tú ocúpate de neutralizar al resto, pero recuerda que unos miles de tripulantes beegianos pueden ser moneda de cambio… o negociación.

— Conforme Matilda, tu mandas. Seré bueno aunque tenga ganas de ahogarlos a todos.

Inmediatamente ordena a la Princesa que asalte tres de las naves, lo que ocurre en pocos minutos casi sin oposición. Un par de horas después, Matilda comunica de nuevo con el príncipe Adry por una línea protegida.

— Según nuestra opinión el Emperador, o Rahoi, mejor dicho, les ha engañado. Trazaron un plan de ataque a Nar en la que les apoyarían. Cuando llegamos nosotros, pensaron que eran ellos. Ha sido una trampa de Rahoi para atraernos aquí, y ha sido una trampa de última hora. No lo tenía previsto.

— ¿Entonces? No entiendo.

— Pensamos que está informado de nuestro acuerdo, lo que significa…

— Que alguien le está informando… y muy posiblemente,  cercano a mí, –admitió Adry con tono sombrío.

— Y que puedes estar en peligro. ¿Tienes gente de confianza? Te puedo proporcionar escoltas si lo deseas.

— ¡No, no! Ya me apaño yo.

— De todas maneras, seguimos investigando los bancos de datos beeguianos. Las transmisiones subespaciales dejan un rastro que A2 está rastreando. Es muy posible que descubramos el origen de las transmisiones.  Te llamo en cuanto sepamos algo.

— De acuerdo. Mis naves todavía no han encontrado nada, pero tranquila, le encontraremos.

— Por cierto, con su flota destrozada, tienes a Beegis en la palma de la mano, —razonó Matilda—. Si hace falta, cuando terminemos nuestra misión, podríamos echarte una mano.

 — No, no, no, mi querida Matilda, —contesto enérgicamente el príncipe Adry—. Me ha costado mucho trabajo transformar una flota corsaria en una flota comercial. Ahora Faralia es una república prospera y sus ciudadanos viven bien. No voy a malgastar recursos en mantener una numerosa fuerza de ocupación en Beegis. Tardaran muchos años en recuperarse de esta derrota, prefiero atarles corto y tenerlos controlados.

— Te has transformado, de un príncipe alocado y descerebrado, en un hombre de estado, sensato y razonable, —le dijo Matilda sonriendo—. Me gusta el cambio.

— Necesito esposa ¿Tengo posibilidades de…?

— Ninguna.

— ¡Joder!

Esa noche, cuando Matilda, agotada se retira a su camarote, se encuentra a Ushlas sobre la cama. Su azulado cuerpo desnudo resalta sobre las sabanas negras, mientras la punta de su cola se mueve alegre. Matilda se despoja de sus armas ante la atenta mirada de su amante. A continuación, baja la cremallera de su uniforme militar y se despoja de él.

— Me voy a dar una ducha rápida, –dijo Matilda disponiéndose a ir a la cabina del baño.

— De eso nada, no quiero que te duches. Quiero que huelas a ti.

— Serás cochina, —respondió Matilda subiéndose sobre la cama e inclinándose sobre Ushlas.

Rápidamente sus bocas se encontraron y sus lenguas comenzaron un jugueteo cada vez más desenfrenado. Matilda de fue escurriendo hacia abajo hasta encontrar la vagina de Ushlas. Detenidamente fue besando con delicadeza y ternura la maravillosa línea vaginal de su amor. Su lengua comenzó a hurgar en su interior mientras Ushlas gemía de placer. Asiéndola por un muslo, obligo a Matilda a girarse y cabalgarla sobre su cara. Inmediatamente su lengua empezó a juguetear con la vagina de Matilda. Instantes después las dos se retorcían presas de un orgasmo tremendo que las dejo exhaustas y felices.

— Estamos como al principio, —comento Matilda cuando se tranquilizaron—. Hemos entrado en batalla, y no sabemos dónde cojones esta ese cabrón. Hemos corrido un riesgo inaceptable.

— No podías evitarlo. El príncipe nos está ayudando, —la contesto cariñosa mientras la acariciaba con la mano y su cola—. Seguro que pronto les encuentra.

— ¡Puente a hermanita, puente a hermanita! —se oyó por el interfono la voz de su hermano Neerlhix.

— Dime Neerlhix. ¿Qué quieres? —contestó Matilda mientras impedía que se oyeran las risas de Ushlas poniéndola la mano en la boca.

— Tu amigo el príncipe ha encontrado a Rahoi, —contesto por el interfono—. Malas noticias. Esta a tomar por culo. Bueno en su caso es seguro. Esta lejos.

— ¡Mierda!

— ¿Le contesto eso al príncipe? —dijo Neerlhix.

— ¡No seas payaso! Ya vamos.

— A la orden, hermanita.

Las dos mujeres se apresuraron en vestirse, y se dirigieron al puente. Todos los oficiales mayores estaban en él esperando instrucciones.

— El príncipe Adry viene a informarte personalmente capitán, —informo Moxi cuando la vio aparecer en el puente.

— Y no tenia buena cara. Algo grave pasa, —añadió Neerlhix.

Unos minutos después, el príncipe Adry, escoltado por la Princesa Súm llego al puente. Después de hablar unos segundos con Matilda, se dirigieron a la sala de estrategia, junto a Ushlas, Neerlhix y Súm.

— La flota de Rahoi ha salido del Sector Oscuro para rodear al Consorcio, —les dijo Adry con aire preocupado—. Te lleva más de dos días, casi tres.

— Pero, ¿Qué cojones es el Consorcio? —solo pudo preguntar Matilda visiblemente frustrada.

— Si quisieras ir en línea recta hasta el sistema Hirios, tendrías que atravesar el Consorcio Bellek, —comenzó a explicar el príncipe desplegando un mapa holográfico—. No te lo recomiendo, es más fácil negociar con esa silla que con ellos. Te lo aseguro, se de lo que hablo. Hace tres años negocie un derecho de paso para nuestras naves a través de su territorio. Establecimos un corredor para transitar, pero solo pueden entrar dos naves diarias. Ese corredor es vital para nuestras rutas de comercio. Con ellos no te puedo ayudar, no puedo arriesgarme. Jamás dejaran pasar cuatro cruceros por su territorio.

— ¿Cuanto tardara Rahoi en llegar a Hirios por esa ruta? —pregunto Neerlhix.

— Seis semanas, —respondió Adry—. Atravesando por el Consorcio, tres semanas si no tenéis problemas. Y te aseguro que los tendréis.

— Cuando queramos ponernos en marcha y seguir a la flota de Rahoi, llegarán como mínimo, cinco días antes que nosotros, —razonó Ushlas—. Llegaremos a Hirios, cuando todo el pescado este vendido, como dicen en la Tierra.

Matilda, con las manos apoyadas en la mesa, miraba fijamente el mapa holográfico mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad. Intentaba sopesar los pros y los contras. Finalmente, tomo una decisión, pero ahora tenía que estudiar, como llevarla a cabo sin perjudicar a Faralia y al príncipe Adry.

— Lo siento Adry, no podemos seguir a Rahoi, —le comunico mirándole fijamente a los ojos—. Atravesaremos por el Consorcio por donde menos perjudique a tus intereses.

— Ya suponía que ibas a decir eso, —respondió Adry—. He ordenado, que mis cargueros empiecen a pasar tropas por el corredor hasta una base logística que tenemos al otro lado, —y señalando un punto en el mapa, añadió—. Quiero que paséis por aquí.

— Se hará como tú dices.

— Esa ruta es la lógica para luego ir a Hirios. No levantara sospechas, y desde luego, no nos conocemos de nada, —siguió hablando el príncipe—. Tengo que avisarte, que al otro lado hay muchos y grandes peligros…

— Primero un paso y luego otro, príncipe, —le interrumpió Matilda—. ¿Qué puedes decirnos del Consorcio Bellek?

— Viven en naves y se dedican a la minería. Destruyen asteroides para extraer los materiales. Su flota de defensa esta compuesta por nueve naves…

— ¿Solo nueve naves? —le interrumpió Neerlhix.

— De tres kilómetros de largas por uno de ancho, —prosiguió en príncipe—. Están fuertemente acorazadas. Resisten impactos de armas nucleares. Su artillería principal es muy poderosa porque es muy grande y disparan proyectiles nucleares de duralita de diez toneladas de peso. Sus sistemas secundarios son un poco más potentes que los primarios de Faralia o Beegis.

— Hay que estar muy atentos a esos proyectiles nucleares de duralita, —observo Ushlas—. Pueden hacernos mucho daño.

— ¿Tienen infantería? —pregunto la princesa Súm.

— No, no, no. El combate cuerpo a cuerpo no es lo suyo, —y riendo añadió—. Querida princesa, no te aconsejo que asaltes una de sus naves. Son una verdadera cloaca. Cuando negocie con ellos a duras penas aguantaba las arcadas. Son unos verdaderos cerdos.

— ¿Sabes algo del espía? —se interesó Matilda.

— No sabemos una mierda, pero no te preocupes, te aseguro que le cazaré.

— Ya sabes, que si es necesario te mando gente de confianza para…

— Tranquila mama ganso, ya me apaño yo.

Se despidieron y salieron de la sala de estrategia. La princesa Súm acompaño al príncipe Adry a su lanzadera.

— Hermanita, mama ganso, — dijo Neerlhix abrazando a su hermana—. Me mola.

— No seas payaso.

 

 

 

 

 

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