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Desafio de galaxias (capitulo 70)

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«Os hablo desde Bulban TV, la “voz de la libertad”, transmitiendo para los miles de soldados bulban que en Hirios 5 luchan contra la tiranía del dictador»

Así comenzó Iris su primera emisión, desde el estudio habilitado en el Fénix. Ese mismo día, uno después del descubrimiento de la rebelión en Hirios 5, el presidente Fiakro había conseguido la autorización parlamentaria para, no solo utilizar agentes bulban, también para actuar en apoyo de los rebeldes. La sesión fue tormentosa y agotadora para él, que hubo de emplearse a fondo en la contienda parlamentaria. Finalmente, saco la moción adelante por estrecho margen, gracias a la gran cantidad de indecisos que se abstuvieron en la votación para no implicarse.

Las emisiones de Bulban TV con su directora y locutora estrella, comenzaron a dar información clara de la situación en la órbita y del estado de los combates en la superficie, sobre todo del área principal de los combates en torno al milenario monasterio de Akhysar. Para las demás televisiones, hubo que habilitar también espacios en el Fénix para que pudieran desarrollar su trabajo, aunque solo Bulban TV, y la cadena publica federal, gozaban de canales privilegiados de información.

Marión estaba intranquila y bastante cabreada por la destrucción de que era objeto su adorado monasterio del que fue abadesa. Por indicación de Loewen, también viajando en el Fénix, la reverenda madre de Konark llamo a Marión para tranquilizarla: «hijita, las cosas se pueden reconstruir, y lo haremos, pero, lo importante ahora es otra cosa, no lo olvides».

Al día siguiente, la flota de avanzada federal, abrió vórtices de salida y apareció sobre la órbita del planeta. Desde el puente de la fragata Estambul, su buque insignia, Pulqueria vio frente a ella, al grueso de la flota enemiga, superior en una proporción de diez a uno. La imagen, transmitida en tiempo real al Fénix, Mandoria y Edyrme, la capital federal, hizo que todos contuvieran la respiración.

— La flota enemiga esta dividida en tres grupos: uno el principal, frente a nosotros, y dos más pequeños a doscientos mil kilómetros por detrás.

— ¿Distancia al grupo principal? —preguntó Pulqueria.

— Quinientos mil kilómetros.

— Escudos al máximo. Deshabiliten los marcadores de objetivos. Sistemas de armas en espera. Impulso: avante un cuarto, con mucha suavidad, —ordeno Pulqueria— colóquenos en la orbita.

— Escudos al máximo.

— Avante un cuarto y suave.

— Sistemas de armas en espera.

— Entramos en la órbita.

— Distancia al grupo principal trescientos mil kilómetros.

— Orden a la flota: parada total, mantenemos posición, —ordeno Pulqueria.

— La flota mantiene posición.

Durante unos tensos minutos, las dos escuadras se observaron sin moverse de la posición.

— Hay actividad en una de las flotas secundarias: se mueven.

— Rumbo 493663.62. Parece que se colocan en vector de ataque.

— Que nadie active las armas sin que yo de la orden. Mantenemos posición.

— La flota secundaria nos dispara, —varios segundos después se producían impactos contra los escudos de energía de las naves federales que, como había ordenado Pulqueria, mantenían la posición.

— Los escudos aguantan.

— No hay daños, están demasiado lejos.

— Actividad en el grupo principal: se interponen.

— El otro grupo secundario se disgrega… y se disparan entre ellos.

— Orden a la flota: mantenemos posición y mucha calma, —ordeno Pulqueria. Mientras las naves del segundo grupo se atacaban mutuamente, las del primero, seguían disparando a la flota federal hasta que la flota principal bulban se interpuso, momento en que comenzaron a recibir los impactos.

— Mi señora, —dijo un oficial que operaba los sensores— en muchas de esas naves se detectan fuego de armas… de armas cortas.

— ¿Se está combatiendo en su interior?

— Eso parece mi señora.

— El grupo principal parece que lo tiene más claro, —razono Pulqueria mientras observaba como las naves del grupo principal abrían fuego contra las naves del grupo secundario—. ¿Podemos averiguar cuál de esas naves tiene ahora el mando?

— Puedo rastrear a donde confluyen las líneas de comunicaciones, eso nos puede dar una idea.

— Muy bien, hazlo, —mientras hablaban, las naves bulban se seguían disparando. Desde el Fénix, Marisol y los demás, asistían a los acontecimientos sin intervenir.

— Mi señora, todas las comunicaciones confluyen en una nave de transporte, posiblemente de las que utilizan los pretores como centro de mando, —anuncio el oficial unos segundos después.

— Abre un canal con esa nave, —ordeno Pulqueria.

— Canal abierto.

— Soy Pulqueria, comandante del grupo de vanguardia de la flota federal, por favor, quiero hablar con el pretor al mando de la flota bulban, —como no obtuvo respuesta, volvió a repetir la llamada.

— Soy el cónsul Dreiz, —respondió después de unos segundos de incertidumbre.

— Quisiera hablar con el pretor al mando por favor.

— No quedan pretores con vida en esta nave.

— ¿Debo entender que esta usted al mando de la flota, cónsul Dreiz?

— Por el momento sí.

— Entiendo. Le agradezco que nos proteja de las naves que nos han atacado.

— No deseamos entrar en combate con ustedes, si no nos fuerzan a ello.

— ¿Y los combates que se están produciendo entre…?

— Todas las tripulaciones no comparten nuestra opinión, aunque está claro que somos mayoría.

— ¿Podemos ayudar?

— Negativo. Es mejor que este problema lo resolvamos nosotros.

— De acuerdo cónsul Dreiz. Mañana, llegara un grupo pequeño de agentes bulban que colaboran con nosotros, seria conveniente que bajaran al planeta con una unidad militar para identificar a los grupos en combate.

— Me parece bien, pero nos preocupa la llegada de sus fuerzas.

— El grueso de la flota llegara en tres días, y un día después comenzara a llegar el ejército.

— Entiendo…

— Pero a mí, lo que me preocupa, es la llegada de refuerzos…

— por el momento no tenemos noticias…

— Nosotros sí: dos grupos de batalla, con infantería, llegaran aquí en dos días.

— Entiendo, —el cónsul bajo la mirada mientras reflexionaba. Pulqueria, para no agobiarle, se mantuvo en silencio—. No podemos permitir que esas naves lleguen aquí, intentaremos interceptarlas antes, cuándo terminemos de neutralizar a las naves leales al líder.

— Estoy de acuerdo.

— Nos seria de ayuda que nos transfirieran los datos de que disponen.

— Cuenten con ello…

— Pero de antemano, tienen que garantizarnos algo: el general Martín, debe garantizarnos personalmente la integridad de todos los bulban de Hirios 5: tanto civiles como militares.

— Actúo en nombre de ella, —afirmo Pulqueria— le garantizo la integridad de todos los bulban…

— Lo siento, pero necesito la palabra del general Martín.

— Buenos días cónsul Dreiz, —saludo Marisol entrando en el canal. En la imagen apareció con Iris a su lado— ¿Conoce a mi amiga Iris?

— La conozco de la televisión, —dijo el cónsul saludándola con una ligera inclinación de cabeza—. Buenos días general Martín… aunque tengo entendido que también la llaman: Marisol.

— Si entre los dos conseguimos evitar un baño de sangre, puede usted llamarme como quiera cónsul Dreiz.

— Gracias señora. ¿Tengo su palabra?

— Tiene mi palabra de honor: se respetara la vida de todos, civiles y militares, siempre y cuándo no nos ataquen. Tiene que darse cuenta, de que cuándo llegue mi infantería, rápidamente bajara a la superficie.

— Lo entiendo.

—Por eso, es conveniente que nuestros agentes bulban bajen mañana a la superficie.

— De acuerdo, no tendrán problemas, tenemos comunicación con uno de los grupos que combaten en la superficie.

— Otra cosa, seria interesante que uno de ellos viajara con ustedes al encuentro de los refuerzos, podría conseguir que más tripulaciones se unieran a ustedes.

— Me parece bien.

— Por razones obvias de seguridad, no puedo permitir que suban a una de sus naves. Si van, lo harán en una de nuestras fragatas. No se preocupe, se integrara en su flota y no intervendrá.

— Su agente no corre ningún peligro en esta nave, pero comprendo su desconfianza. De acuerdo, aceptaré una fragata en mi flota. Sé que para usted el honor es algo muy importante, aunque yo no lo entienda en una hembra, —el comentario hizo que a Marisol se le revolvieran las tripas, pero permaneció impasible mientras Iris la miraba de reojo—. Entonces, ¿tengo su palabra de honor?

— La tiene cónsul Dreiz, la tiene.

Se decretó el periodo de noche en el Fénix y Marisol y Anahis, después de ducharse se sentaron desnudas en el sofá de su camarote. Con una copa de vino de la mano, miraban por el ventanal al exterior donde se veía la formidable silueta de una de las fragatas de escolta.

— Menos mal que estos cristales no son visibles desde fuera, —afirmo Anahis.

— Si, de lo contrario unos cuantos tripulantes de esa fragata, se estarían pajeando viendo a dos pibones como nosotras.

— Yo creo que te respetan demasiado…

— Me respetaran demasiado, pero en galaxinet solo han aparecido la mitad de los tangas que me robaron cuándo se destruyó el Fénix.

— ¿Llevas un control de los tangas que salen a subasta en galaxinet? —preguntó Anahis soltando una carcajada.

— No, pero tengo curiosidad por saber por donde andan mis tangas. ¿Y este vino?, está bueno pero parece distinto.

— Desde luego, como eres.

— ¡Joder!, ¿cómo soy?

— ¡Nada, nada! ¿Está bueno? Pues ya esta.

— Vale, pero dime que pasa con el vino.

— Que no es español.

— ¡No me jodas!

— ¿No dices que está bueno?

— ¡Pues claro que está bueno! ¿De dónde es?

— Es italiano, de la zona de Siena: nos lo han mandado la familia del oficial que nos consiguió el regalo de mi padre.

— El carillón.

— Si, el carillón. Este vino tiene un nombre raro que no soy capaz de recordar.

— Si es de Siena, será Chianti.

— Si, eso, Chiartri.

— Bueno vale. Está bueno, pero prefiero los españoles.

— ¡Joder! Es que eres más española que la bandera.

— Deja de charlar que ya estás hablando demasiado, —dijo Marisol dejando la copa para abrazar a Anahis y atraerla hacia ella. Comenzó a morrearla mientras a cola de Anahis re enrollaba en su muslo.

En el plazo fijado, llego la infantería federal e inmediatamente descendió a la superficie. Un día antes, había llegado el grueso de la flota que sin oposición, por parte de las pocas naves bulban que quedaban, principalmente averiadas o dañadas en los combates, ocupó la órbita. Para entonces, en la superficie, las fuerzas bulban se había agrupado en dos facciones que se enfrentaban en el hemisferio norte. El desembarco federal, se produjo en el sur, donde se concentraba la mayor parte de la población civil, que se había trasladado allí huyendo de los combates. La situación que se encontró Opx fue terrible: millones de civiles que no tenían medios para alimentarse, a causa de la desaparición de los sistemas con los que los pretores distribuían la alimentación. Tuvo que emplear a una parte de las tropas en socorrer a los civiles, una situación extraña y nueva, y que salio bien por puro milagro: rudos soldados ayudando a sus enemigos. Las divisiones acorazadas, por otra parte, avanzaron rápidamente hacia la zona de combates, con apoyo de fuerzas aerotransportadas. Cuándo los poderosos carros de combate federales llegaron a la zona, las fuerzas leales a los pretores se rindieron con la única condición de que se respetara la vida de todos, incluida la del pretor, aunque este, prefirió suicidarse.

Para entonces, Marisol, con el asesoramiento de Iris, había llegado a la conclusión de que se había producido una fractura en la escala de mando bulban: mientras los pretores seguían en su mayoría al lado de los intereses del líder supremo, los cónsules, se alineaban con los rebeldes.

— Esto es algo inaudito, yo no conocí ningún caso en el tiempo que estuve asignada a mi pretor, —afirmaba Iris.

— Por lo que me has explicado, entiendo que la escala de mando bulban equivale a la nuestra que esta dividida en oficiales y suboficiales.

— Más o menos: hay cuatro categorías de cónsules diferenciados por colores: negro, verde, rojo y blanco. El blanco es el más alto y equivaldría a coronel. De pretores hay tres categorías: morados para los generales, dorados para comandantes de ejércitos y cargos políticos, y azul para las altas jerarquías, los únicos que podrían convertirse en lideres.

— Ya entiendo, y ¿un cónsul puede llegar a ser pretor?

— Imposible. A los cónsules, solo se les prepara para serlo, y los pretores lo mismo.

— Y supongo que los cónsules están más unidos a la tropa.

— Teóricamente si, tratan, combaten y mueren con ellos. los pretores están en su mundo aparte y no se mezclan con ellos.

— Pues creo que eso va a ser su perdición. En fin, el problema que se le ha planteado a Opx es muy jodido: la intendencia militar no tiene capacidad para atender las necesidades de cien millones de bulban, y nuestro dispositivo sanitario tampoco: tenemos a la mitad de los médicos tratando heridas de guerra y la otra mitad a niños. Me he dado cuenta de que tenéis muy pocos médicos.

— Sí, y solo tratan a pretores y cónsules, la tropa y los civiles no tienen derecho a atención sanitaria. Supongo que porque somos muchos y sobramos.

— Bueno, pues eso va a cambiar: el presidente ya ha movilizado a los servicios federales, lo que pasa es que tardaran en llegar, mientras tanto aguantaremos como podamos.

— Ya estamos editando reportajes sobre la atención a los civiles, y sobre otros muchos temas más.

— Perfecto, sigue así, estáis haciendo un trabajo fantástico.

—Gracias mi señora.

El encuentro entre la flota bulban de Hirios 5, y las flotas con los refuerzos enviados por el líder, tuvo poca historia. Desde antes de que se produjera el encuentro, los sensores de la fragata federal que iba con ellos, detectaron fuego de armas en el interior de los transportes de tropas, que rápidamente se propagaron al exterior, entre las fragatas bulban. Mientras ocurrían los enfrentamientos, el agente bulban, desde la fragata federal, enviaba mensajes de ánimo y apoyo a las naves enemigas. Tras el encuentro, todas las naves supervivientes se agruparon en una única flota y quedaron a la espera de instrucciones.

Ante la nueva situación, Marisol y el presidente Fiakro hablaron por onda subespacial.

— Tenemos dos posibilidades: una, hacerles aterrizar en algún planeta y que se queden allí. La otra, que continúe el avance hacia Manixa y lo conquisten ellos.

— Yo la segunda no la veo mal, —afirmo el presidente.

— Ni yo, pero la cuestión es si luego nos la van a entregar a nosotros. Pero hay un problema mayor…

— ¿Cuál?

— Manixa es la capital de esa área del sector y por lo que sabemos, hay alrededor de mil millones de bulban entre civiles y militares. No hace falta que le recuerde de qué se alimentan.

— Vamos a tener muchos problemas para atender a los cien millones de Hirios 5, no imagino como vamos a atender a los Manixa.

— Y los prisioneros humanos, calculamos que habrá cerca de cincuenta millones.

— ¿Esos cincuenta millones pueden terminar el las fabricas de proteínas?

— Hay alguna posibilidad, pero es difícil. Los humanos destinados a proteínas son sacrificados y procesados: es más fácil almacenar proteínas que cadáveres.

— ¿Y cuándo se acaben las proteínas almacenadas?

— Esa es una buena pregunta señor presidente.

— Hagamos lo que hagamos, el problema seguirá estando presente, por lo tanto, que conquisten Manixa, y luego ya veremos. Necesitamos tiempo para pensar que vamos a hacer.

— De acuerdo. Hablaré con el cónsul Dreiz, le mandaré a Manixa y le pondré algunas condiciones, principalmente sobre los humanos. Por otro lado, Manixa estaba prácticamente despoblado antes de la guerra, tal vez seria buena idea que se quedara definitivamente como un planeta bulban.

— De acuerdo, lo estudiaremos.

— Se lo diré a Loewen para que trabaje en ello.

— De acuerdo.

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