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Desafio de galaxias (capitulo 45)

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Como temía Marisol, se abrieron grandes vórtices y por ellos llegaron las naves de la mayor flota enemiga que se había visto desde el comienzo de la guerra. Más de tres mil fragatas, se fueron amontonando a dos millones de kilómetros de distancia, fuera de los extensos campos de minas que rodeaban Kalinao. A las naves de ataque, había que añadir unas seiscientas naves federales incautadas que fueron las encargadas de abrir un enorme corredor entre los campos de minas, eso si, a costa de la destrucción de muchas de ellas. De las naves de transporte no había noticias. Mientras se afanaban en la limpieza de minas, los trabajos de evacuación de Kalinao iban a buen ritmo, dirigido con mano férrea por el general Cimuxtel. Cientos de naves de todos los tipos, entraban y salían constantemente utilizando los corredores de seguridad que estaban protegidos por fragatas federales. Desde el Cuartel General en Mandoria, Marisol asistía impertérrita a los acontecimientos, mientras daba ordenes constantemente.

— Toma, lee esto, —dijo Marión entregándola una tableta.

— ¿Qué mierda es esta? —preguntó después de echar un vistazo.

— No es ninguna mierda, Opx y Loewen ponen sus cargos a disposición del presidente y, Anahis y yo, hemos añadido nuestros nombres al escrito. Esto es una copia, no puedes hacer nada, —Marisol miró al presidente que sentado en una mesa con su secretaria leía informes. Se aproximó a la mesa.

— ¿Ha leído el escrito…?

— Si, lo he leído y no te exaltes. Ya les he contestado: es una cuestión militar y te corresponde a ti aceptarlas.

— Pues ahora dígaselo también a su ahijada y a la tonta está.

— Señor presidente…

— Silencio general Marión, silencio. Este es un tema que ya está zanjado… definitivamente, y no quiero volver a oír hablar del tema. ¿He hablado claro?

— Muy claro señor presidente.

— Mi señora, hay novedades, —dijo Hirell en tono bajo tocándola el brazo.

— Gracias Hirell ya voy… y por favor, coge a tu monja y propínala un par de azotes a ver si deja de hacer el tonto. Bueno, azotes no, que igual la gusta, —Hirell sonrío y los dos se aproximaron a los terminales.

— Ya han aparecido los transportes mi señora: 426 de clase estándar, más otras 198 naves federales, todos cargueros comerciales, de diversos tipos eso si.

— ¿Ha cuanto están de terminar de limpiar el pasillo?

— Al ritmo actual, unas cinco horas. En un par de horas, las fragatas enemigas que acompañan a la vanguardia, podrán abrir fuego contra la superficie del planeta.

— Esas naves federales, ¿están al alcance de nuestras armas?

— Si, si, ya lo están.

— ¡Marión, cariño! Deja de tocarte la raja y despliega un escuadrón de corbetas y otro de patrulleras de batalla, frente a ellos y que abran fuego. Las naves federales también son objetivos, mejor dicho, son el principal objetivo.

— A la orden. Y no me estoy tocando la raja, —dijo por lo bajo mientras Marisol sonreía maliciosa.

— En esos transportes hay mucha infantería, —comento Anahis— puede haber entre ocho y nueve millones.

— Más los que traigan los que primero saltaron, —dijo Marisol pensativa—. Podrían llegar a los diez millones, incluso superarlo. No me preocupa, pero los números no cuadran, y eso si me preocupa, —Hirell, cariño, ponme al general Taxins en la pantalla grande.

— ¿Qué ocurre Marisol? ¿a que te refieres? —preguntó Anahis mientras el presidente se acercaba también.

— Mi señora, el general Taxins en la pantalla.

— Buenos días general, —dijo Marisol mientras hacia un gesto con la mano a Anahis— necesito que me aclares una cosita que me tiene confusa.

— ¿Y que es mi señora?

— En tu último informe, considerabas que el total de tropas de infantería bulban era de dieciocho millones, ¿es correcto?

— Así es mi señora.

— Sabemos que en el Sector 25, en torno a Trumzely Prime, y en su retaguardia hasta el 26, tienen estacionados siete millones de soldados, y en Kalinao, han puesto en juego a diez millones. Pues explícame, como es posible que solo tengan un millón ¡para controlar todo el Sector 26! —termino Marisol levantando la voz y dando un golpe en la mesa.

— No sé que decir mi señora, —balbuceó Taxins—. Con tu permiso vamos a revisar los datos de que disponemos.

— Revisa también los de la flota, porque solo en Kalinao ya hay tres mil fragatas.

— Lo revisaremos todo ahora mismo mi señora, lo siento…

— ¡No quiero disculpas general! Quiero que sigas trabajando como siempre has hecho. Espero que no te estés durmiendo en los laureles, como decimos en mi tierra.

— Te aseguro que no mi señora. No volverá a ocurrir.

— Eso espero general, porque tu trabajo es muy valioso para mí. Martín, fuera.


 

Ya habían pasado siete horas y todavía los bulban no conseguían abrir el corredor, pero ya estaban cerca. Las corbetas y patrulleras enviadas por Marisol, habían logrado ralentizar los trabajos de limpieza de minas, destruyendo las naves federales apresadas por el enemigo.

— Marisol, el general Cimuxtel quiere saber si vas a dejar alguna presencia militar en el planeta, —dijo Marión situándose a su lado.

— Nada, nada, que salgan todos. Quiero el planeta vacío.

— Entonces solo falta por evacuar el último ejército y en una hora estará completado. Solo restaran los zapadores que están demoliéndolo todo.

— No esperaba que esto fuera a salir así de bien, de verdad que no, —reconoció Marisol—. Cuándo la evacuación este finalizada, comunícame con Cimuxtel para felicitarle, y dile al presidente que le conceda una condecoración federal; a los maradonianos les gustan esas cosas.


 

Cuándo los bulban, después de la laboriosa limpieza de minas, irrumpieron en Kalinao, se quedaron como un boxeador dando puñetazos al aire. Todas las instalaciones e infraestructuras militares, así como depósitos de armas, habían sido concienzudamente arrasadas por los zapadores federales, tal y como había ordenado Marisol.

— Mi señora, ha sido una maniobra brillante, como siempre, —dijo Opx desde la pantalla. Desde ella, y junto a Loewen, asistía a la reunión del Estado Mayor, a la que también asistía el presidente y el canciller de Mandoria, que ya casi formaban parte de él.

— ¿Mi señora? ¿ya no soy tu nena? —bromeo Marisol en un intento de rebajar la tensión de los asistentes que mostraban caras serias.

— Siempre serás mi nena, mi señora, pero en estos momentos estoy terriblemente decepcionado. No te ayudamos en nada, y…

— ¡Mira tío! —le interrumpió levantando la voz lo suficiente—. Solo lo voy a decir una vez, y esto va por todos: estoy hasta la puta raja de tanta autoinculpación y tanta gilipollez. Este asunto se ha terminado aquí y ahora, ¿está claro? —todos asintieron—. A ver Oriyan, que siempre te mueres por decir algo, dame tu opinión.

— Como ha dicho mi señor Opx, ha sido muy brillante. Teníamos una batalla perdida de antemano y le has dado la vuelta de una manera magistral. Desde Dreylhan, podemos realizar todas las funciones de apoyo a Nar y Evangelium que hacíamos desde Kalinao. Inconvenientes: los bulban ahora tiene una base avanzada que antes no tenían, eso si, con los movimientos muy restringidos. Por lo que sabemos, solo pueden acceder al planeta por el corredor que han abierto, han perdido casi todas las naves federales en esa función, y tardaran mucho en limpiarlo totalmente. Además, tienen que desembarcar tropas, ni siquiera ellos pueden tenerlas tanto tiempo embarcadas; pero la pega principal es que tienen Evangelium a tiro de piedra.

— Gracias Oriyan, —dijo Marisol levantándose y acercándose al mapa estelar que brillaba al fondo de la sala—. En estos momentos, con los dos ejércitos trasladados desde Nar, tenemos en Dreylhan más tropas que las que teníamos en Kalinao, y además, tenemos un ejército kedar de reserva en Rulas 3. La situación no es buena, como dice Oriyan, lo único que impide al enemigo asaltar Evangelium son los sistemas Petara y la certeza de una respuesta nuclear por nuestra parte. Pero no tengáis la más mínima duda de que tarde o temprano lo harán. En estos momentos, todo el ejército aliado ha pasado por el corredor y ya está estacionado en los sistemas próximos a Telesi 2, lo que significa, que ya no tenemos presencia en ningún planeta del antiguo sector Ares, en Magallanes. La flota de Bertil está a treinta horas del portal y según nos dicen los sensores y escáneres de larga distancia, una gigantesca flota llega veintiséis horas por detrás de ellos, pero desde todos los puntos de la galaxia, grandes flotas con naves civiles y militares, confluyen hacia nuestro portal. En mi opinión, el enemigo sospecha cual es nuestra intención, y ha emprendido una alocada carrera para impedirlo. Para pasar nuestras naves a este lado, no tenemos esas veintiséis horas de margen, en la zona ya hay presencia enemiga, y en gran cantidad, que presiona nuestras líneas de defensa. El general Esteban, tiene preparada una gran zona de seguridad para que la flota de Bertil abra vórtices de salida detrás de nuestras líneas. Una vez allí, la tarea es ardua y muy peligrosa; no solo se trata de hacer pasar las naves, queremos recuperar todos los sistemas inteligentes Petara: las minas y los satélites. Para eso, tenemos que embarcarlos en la nave portadora bajo ataque enemigo, y eso va a ser jodido de cojones.

— ¿Y el República, mi señora? —preguntó Pulqueria.

— Es irrecuperable: por los desperfectos que tiene y porque no hay tiempo de desmontarlo. Será destruido, pero antes, Esteban lo utilizara en la defensa.

— Es una lastima.

— Si, lo es, pero no podemos hacer otra cosa. ¿Alguna duda más?

— ¿Cuándo podremos disponer de las fuerzas aliadas? —preguntó Opx.

— No, no, no cuentes con ellas, permanecerán estacionadas en las cercanías de Telesi 2, por si acaso, —respondió Marisol de forma evasiva—. Vosotros ya tenéis vuestras fuerzas, —Opx y Loewen se miraron, pero no comentaron nada entre ellos, mientras, Marisol se volvía hacia el mapa y pasaba páginas—. Bien. Vamos a atacar en dos frentes…

— ¿Vamos a atacar en dos frentes mi señora? —la interrumpió Pulqueria mientras todos los demás se revolvían en sus asientos mientras se miraban entre sí. Pero nadie más abrió la boca, solo Oriyan y Aunie sonrieron.

— Eso he dicho. Bien, continuemos. En el sector 26: vamos a destruir las bases desde donde ha partido el ataque a Kalinao. Mis amigos de Rulas 3, me están preparando otro juguete. Como sabéis, los dispositivos de gravitón están montados sobre un torpedo buscador capaz de navegar salvando obstáculos hasta encontrar el objetivo. Por cierto que es tecnología de la antigua Tierra: los misiles de crucero se utilizaron en la guerras terrestres. Construir esos torpedos no es problemático, el problema es el dispositivo de gravitón, por eso, lo vamos a sustituir por dispositivos termonucleares de medio megatón. Las fabricas de Rulas 3 están trabajando en turnos continuos y para dentro de un par de semanas estarán instalados en un bombardero, en el Alborán, —en el mapa apareció la imagen cartográfica de los limites del Mar Angosto—. Efectuaremos un ataque con dos vectores: uno con Deltas, frontal para atraer su atención, y el otro, con los nuevos torpedos MARK-7, de los que esperamos disponer de más de mil, por el flanco. De estos torpedos, la mitad estará programado para llegar al centro y detonar según un programa establecido, y la otra mitad buscara componentes metálicos extraños en está galaxia, como los que hay en las aleaciones de las naves enemigas. Pero esto será el broche final, porque primero hay mucho que hacer, —Marisol pasó paginas del mapa— Pulqueria, primero: efectuaras ataques rápidos y contundente contra Kalinao utilizando nuestros pasillos a través de los campos de minas y contra sus vías de abastecimiento. Quiero que los hostigues constantemente, sin descanso, sin tregua. Segundo: apoyaras a Oriyan en sus operaciones, —Oriyan se levantó y se aproximó al mapa—. Oriyan: partiendo de tus posiciones en Dreylhan, avanzaras por el resto de sistemas del Grupo Estelar hacia la Confederación TaçKefal, donde hay presencia enemiga. Quiero todos esos sistemas controlados en dos semanas.

— Así creamos una zona fortificada más amplia y próxima a Evangelium y aseguramos la defensa de todo el área, —razono Oriyan— pero… si me permite mi señora…

— Dejamos al descubierto nuestro flanco oriental, expuesto a Kalinao, —la interrumpió y Oriyan asintió—. Lo sé, y es un riesgo que está asumido.¡Ah! Y quiero que vayas introduciendo a las tropas kedar de Aunie.

— No hay problema mi señora. Podemos empezar a emplearlas como tropas de ocupación e ir incorparándolas a las unidades de combate.

— Perfecto. Lo vuestro es más sencillo, —dijo mirando a Loewen y Opx— quiero que dentro de cuatro días, iniciéis una ofensiva total contra Sigma Trumzelly 5 y el resto de sistemas del Grupo Estelar de Trumzelly Prime. Utilizaréis todos los medios a vuestra disposición: gravitones (os proporcionaré otro más y volveréis a tener dos), Deltas, lo que sea.

— Me vendría bien que me proporcionaras también algunos MARK-7, —dijo Loewen.

— Cuenta con ellos. ¿Alguna cosa más? Opx, estás muy callado.

— No pienso abrir la puta boca en la vida, y menos para llevarte la contraria, pero va a ser duro de cojones… y sin refuerzos.

— No seas pesado; tenéis medios suficientes para lo que os he encomendado. Si no hay ninguna pregunta, a trabajar, que hay mucho que hacer.

— ¡He enviado a vuestros correos electronicos los planes detallados de operaciones! —exclamo Anahis alzando la voz mientras todos los asistentes se levantaban de la mesa. Miró a la pantalla y vio a Opx levantar el pulgar provocándola una sonrisa.

— Por favor, acordaros de acusar recibo. Es importante, —añadió Hirell.

El presidente y el padre de Anahis, permanecían sentados cuchicheando entre ellos, mientras Hirell y Anahis lo recogían todo y Marion había salido de la sala para entregar documentación a los jefes militares.

— ¡A ver pichón! Acércate, —le dijo Marisol a Hirell.

— ¿Si mi señora?

— Orden ejecutiva 82759/36, —leyó de una tableta—: por la presente orden, bla, bla, bla, por sus muchos meritos, bla, bla, bla, se promueve al empleo de coronel, al capital Hirell de Ursalia, a todos los efectos, bla, bla, bla; bla, bla, bla. Firmado: Martin, general, comandante en jefe. Señor, sus insignias, —le entrego la cajita con una sonrisa—. Debería saludarte militarmente, pero prefiero que me des dos besos.

— Gracias mi señora, no sé que decir.

— No tienes que decir nada, pero yo si quiero decirte algo: a pesar de mis tonterías y mis bromas, para mí, eres un colaborador tan valioso como lo son Marion y Anahis, y quiero que sigas como hasta ahora.

— Para mi es un honor servirte mi señora, —Marisol volvió a besarlo mientras lo abrazaba, momento en el que entro Marion que se quedó sorprendida—. Marion no sabe nada, —le susurro al oído—. ¡Eh…! Me has pillado manoseando a tu chico, —Marion miró a todos con cara suspicaz.

— ¿Que estás tramando?

— ¡Nada, nada, nada! ¿Cómo puedes pensar algo así? Pero, a lo mejor quieres ayudar a Hirell.

— ¿Ayudarle a que? —pregunto desconfiada. Hirell le tendió la cajita, la cogió sin quitar ojo a Marisol y la abrió—. ¡Oh, mi amor!

— ¡Oh, mi amor! ¡oh, mi amor! Pero pónselas «pasmaa» —y mirando a los demás, añadió con humor después de chasquear la lengua—: son muchos años de convento; que le vamos a hacer, es lo que hay.

— No seas mala, —la reprendió cariñosamente el presidente, mientras Marion, llena de orgullo, le colocaba las insignias. Después se aproximó al nuevo coronel junto con Anahis y su padre y le felicitaron. Entonces se situó frente a Marisol y la miro fijamente—. No te voy a preguntar nada Marisol y no quiero que me cuentes nada. Tengo que viajar de visita oficial al sector 43 y voy a estar fuera seis días, ¿me da tiempo a regresar antes de que pongas en marcha lo que estés tramando, o lo anulo?

— No se dé que me está hablando señor presidente.

— ¡Vamos Marisol! Que te conozco como si te hubiera parido, —dijo el presidente con una sonrisa.

— ¡Bueno, vale! Sí, le da tiempo, —respondió Marisol, y ante la mirada interrogatoria de todos, añadió—: ¿¡Que!?


 

Unas horas después, Marion envuelta en una gran toalla de baño, se secaba el pelo en su habitación. Por la puerta del baño, salio Hirell, recién duchado, desnudo, mostrando su espectacular físico. Marion dejó lo que estaba haciendo y se le quedo mirando ensimismada. Se aproximó y ella recorrio con la mano sus abdominales.

— Como me gustan tus abdominales.

— ¿Es lo que más te gusta de mí?

— No, esto me gusta más, —le dijo bajando la mano y agarrándole el pene—. Y de mí, ¿qué es lo que más te gusta?

— De ti me gusta todo, —la quito la toalla, la levanto en brazos y la deposito con suavidad sobre la cama, poniéndose sobre ella y besándola con la pasión del amor.

— ¿No te importa que sea una vieja?

— No eres una vieja, —la contesto sin dejar de besarla.

— Te saco 25 años.

— Eso no significa que seas vieja, sino que yo soy muy joven, —dejo de besarla, la separo las piernas y la penetro dejándola sin habla—. Prefiero que te quedes calladita a que sigas diciendo tónterias, —siguió follándola mientras Marion rodeaba su torso con brazos y piernas hasta que casi al unísono, llegaron al orgasmo. 

— Me ha hecho gracia como ha cazado el presidente a Marisol, —dijo Marion riendo cuando se tranquilizaron—. Reconozco que no tenía ni idea.

— Yo si, algo sospechaba, y su actitud durante la reunión me la confirmo.

— ¿Y eso?

— Por detalles, siempre que entraba a su despacho pasaba la página del mapa, y en lo que trabaja en su terminal, lo tiene encriptado. Además, la he conectado en varias ocasiones con el general Esteban por la línea de seguridad, y sé, que al menos, en una ocasión, habló con Bertil.

— Yo creo que traerá al ejército aliado a Dreylhan para apoyar las operaciones.

— Seria lo lógico, pero ya sabes que muchas veces la lógica y la jefa se dan de hostias.

— Eso si es verdad, pero está vez la cosa está difícil y no creo que se arriesgue.

— Ya veremos, —dijo Hirell mientras con la yema de los dedos recorría el torso de su amada.

 

 

 

 

 

 

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