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Manual del Buen Casanova - Capítulo IV

en Textos educativos

IV. PUNTOS ERÓGENOS FEMENINOS

 

La piel.

El órgano sexual más importante de la mujer es el cerebro pero el segundo más importante es la piel.

Esta afirmación ya la sabéis pero ¿cuántos de vosotros la tiene en cuenta a la hora de la verdad?  Alguien levanta tímidamente la mano en la fila de atrás.  No habrá más remedio que poner deberes intensivos para que aprendáis a provocar placer a través de la piel.  Otro replica “es que a ella le aburren las caricias”.  Lleva parte de razón, a veces las chicas tienen prisa y prefieren saltarse las caricias superficiales.  Qué mal suena eso de superficial porque precisamente son las caricias las que van a conseguir que nos ganemos su corazoncito de hielo.  Recordad:  un día dirá que no pero dos querrá decir que sí (aunque no lo dirá, son así de puñeteras).  Es mil veces mejor pecar de gentiles y atentos que de lobos hambrientos.

No puedo enseñaros la técnica infalible para tocar a vuestra compañera porque no existe una sola. Por si fuera poco, cada mujer es un mundo con gustos diferentes. La mejor técnica es precisamente saber que no hay ninguna y que estamos obligados a improvisar.  Sobre todo, si conocemos poco a la señorita, conviene estar muy atento a sus reacciones, un gemido suave es buena señal.  Si no se inmuta, vamos mal.  Tal vez nos tiente el lanzarnos a los genitales buscando una respuesta inmediata…. So, animalejos impacientes.  Claro que se excitará y disfrutará pero no habremos conseguido ser mejor que cualquier otro y, si no hay lazos afectivos, se olvidará de nosotros cuando cambie el viento.

Formas de acariciar.  Desde luego no con la mano plana como el que está palpando y preguntando ¿esto qué es?  No.  Vamos a concentrarnos.  Cerrad los ojos y no apuntéis a la cabeza, no sea que le metáis el dedo en el ojo.  Acariciad primero vuestros propios dedos con las yemas. ¿Sentís el tacto?  Bien.  Ahora traslademos ese tacto a su piel.  ¿A qué parte de su piel? ¡A toda su piel!  Un buen lugar para comenzar y vencer la timidez son las manos.  Acariciad sus manos y brazos.  Con suavidad, sintiendo como vibra y haciéndole sentir vuestro deseo por tocarla.

Vamos bien.  Ahora acompañaremos con los labios pero no dando chupetones sino como si sobrevoláramos por la superficie.  Muy lento, exhalando aire caliente.  Así la recorreremos por entero evitando expresamente la vulva y los pezones.  Si lo creemos oportuno, podemos aportar algo de humedad con la lengua pero sin babearla demasiado.

¿Os habéis quedado con la pauta?  Suave y despacio.  Es lo fundamental para que una caricia se sienta caricia y no avasallamiento.

El vientre.  

    El gran olvidado.  No entre mujeres pero cuando hablamos de sexo heterosexual parece que no existe.  ¿Se deberá a que el recorrido entre pechos y monte de venus se vuelve insoportable para el amante?  Las prisas no son buenas, a veces sí pero no la mayoría.

    Seguimos con nuestras caricias sensuales pero vamos a hacer especial hincapié en la barriguita.  Con las yemas de los dedos, caricias circulares; con los labios, como os he enseñado.  Su excitación se acelera, es normal, pero no cometáis el error  de bajar y comerle el clítoris.  ¡Todavía no!  Seguid así, disfrutad del poder mágico de vuestros dedos.  “Es que la mía se troncha de risa”.  Vaya, hombre, tenían que surgir las cosquillas.  Pues sí, qué le vamos a hacer, las cosquillas rompen ese ambiente sensual y de película que nos había costado tanto trabajo pero no son mala cosa, al contrario, saquemos ventaja de esta pausa y aprovechemos para reírnos con ella.

    Para las mujeres que aman a otras mujeres, el vientre tiene algo de místico.  Podemos acariciar con nuestro vientre el de ella, piel con piel; suave al principio, como revoloteando, presionando después.  La idea es hacerle sentir nuestro calor, hablarle con la piel, escucharla con la piel.

    Los hombres (y lo he intentado) no pueden hacer ese juego de vientre con vientre.  Es imposible, tienen el arma ahí apuntando y no hay manera.  Por lo que debéis tratar de conseguir el mismo efecto con las mejillas, por ejemplo, acompañando de besos.

Las manos.

    Las manos eran en la antigüedad la zona permitida para que el amante o admirador accediera a su amada sin reproches.  Un beso en la mano no suponía ningún escándalo social ni insulto hacia el marido de la dama, pero cuántas cosas se podían decir con ese simple beso ¿verdad?

    Existe todo un arte para inflamar a través de las manos.  Podemos acariciar suavemente con las yemas de los dedos, besar, llevar nuestra mejilla a su palma implorando contacto… O podemos ser algo más agresivos: corretear con los dedos, aprisionar, lamer, mordisquear con cuidado…  Incluso jugar a taparle los ojos y que palpe diferentes partes de nuestro cuerpo para adivinar de cuál se trata.  Todo vale menos agarrarle la mano y llevarla a nuestra entrepierna.  ¡Zapato!  ¿No hemos explicado ya lo nefasto de la impaciencia?  Deja que venga.  Si lo has hecho bien, vendrá, suplicará poder tocarte.

    Los pies.  Cuando hablamos de manos, tenemos que hablar también de pies.  No quiero extenderme con el tema porque la mayoría de mujeres son reacias a sus pies aunque, a las que les gusta que les toquen los pies, les gusta mucho, por lo que también hay que tenerlo en cuenta.  Dejando a un lado el fetichismo, la manera más común de dar placer a través de los pies es con un masaje.  Los besitos y mordisquitos también son bienvenidos pero cuidado con las cosquillas.

Orejas.

    Qué nombre tan poco sexy para una parte de nuestra anatomía tan sensual.  Antes de nada, haced el favor de no follarle el oído con la lengua, vulgarmente hablando.  Habrá quien le excite pero yo no le veo la gracia a que te llenen de babas el oído.  Os arriesgáis a que a la próxima se ponga tapones de cera a modo de profiláctico.

    Las orejas son todo un mundo para explorar, llenas de surcos y caminos.  Aquí, más que los dedos, mejor emplear la boca y la puntita de la lengua.  Besos, mordisquitos y, sobretodo, lo más importante, vamos a excitarla con susurros.  

Si el ambiente está caliente, podemos soltar alguna grosería que muestre nuestro animal interior.  La fiera contenida por el caballero pero que no tardará en aparecer y comerse a  la bella.  Podemos hasta contarle una historia breve y perversa donde no haya lugar para la imaginación.  Por supuesto también podemos ser dulces pero, creedme, cuando la acción está cerca, es más excitante el gesto agresivo, el gruñido, que una miradita tierna.  Todo en su momento.

Ejemplo de susurros sugerentes (siempre en caliente).

De él a ella:

“Si me tocas, notarás cómo me pones” - si os toca, suertudos, si no, no vale insistir.

“Te la voy a meter despacio… hasta el fondo” - es importante hacer pausas de suspense y no ahorrar en suspiros.

“He soñado que lo hacíamos por detrás” - sólo si ya habéis practicado sexo anal y a ella le gusta.  Otra variante perfectamente aceptable es: “He soñado que me lo hacías por detrás”.

“Voy a atarte y follarte hasta que me canse” - el objetivo no es cumplirlo, a no ser que ella salga corriendo a buscar las correas emocionada, sino evocar ese tipo de fantasía femenina y conseguir que tenga un estremecimiento placentero (vamos, que se moje).

“Y Zeus convertido en un toro blanco se tiró a Europa… La tenía atrapada entre las patas y se la iba metiendo…” -  vale, es algo fuerte, juju.  Probemos mejor con esto: “Zeus convertido en lluvia de oro cayó sobre Danae… Se metía en su boca… ¿Quieres que me meta en tu boca?... Cubría sus pechos y resbalaba por su vientre con intención de filtrarse por dentro y llenarla toda…” - sirven pequeños cuentos o escenas sacadas de la última película que habéis visto juntos, también una escena inventada de lo que os hubiera gustado que sucediera.

Podéis dejarla participar pidiéndole que os cuente una fantasía suya y devolviéndole los comentarios en forma de susurros: “Eso es muy fuerte”.  “Me estoy excitando”.  “Voy a hacerte lo mismo”.

De ella a ella:

“No puedo estar más mojada” - tendrá la tentación de comprobarlo.

“Voy a meterte el dedo… ahora…”.  Si le gusta más volumen: “Voy a metértelos todos… ahora…” - la intención no es realmente ir a por ella sino mantenerla a la expectativa.

“No me importa si estás lista… tengo un juguete nuevo y voy a probarlo contigo…” - si se asusta, le dáis un besito en el cuello para que se tranquilice.

“Voy a hacerte gritar… mi nombre...” - ahí, con chulería.

“¿Te acuerdas de nuestra primera vez?  Temblabas… como ahora.  ¿Qué te hice?  Dímelo” - que hable y, mientras, gemís y la acariciáis cerca del pubis pero sin atreveros a abordarla directamente.

Vale la opción de explicarle una fantasía propia o hacer que os cuente la suya.

 

 

 

La boca.

    ¡Ay, mis Romeos!  Por fin hemos llegado, después de un largo camino, al lugar donde habita su corazón.   Es una forma bonita y optimista de decirlo, no quería asustaros, pero lo cierto es que ahora os van a poner a examen.  Si tenéis la equivocada idea de que las mujeres son criaturas dulces que valoran vuestra personalidad por encima de todo y perdonan las pequeñas torpezas (y las grandes) en el amor, ya podéis ir cavando vuestra propia tumba.  Jamás infravaloréis a vuestra compañera, jamás penséis que ese “no pasa nada” pronunciado en voz baja y melodiosa significa realmente que os van a dar una segunda oportunidad.  Hay mujeres más directas que otras pero, en general, todas tienen una dosis elevada de piedad y buenas maneras que les impide soltar a bocajarro que no vales un pimiento.  Podrán mostrarse mimosas, y muchas veces (más de las que debieran) hacen realmente el esfuerzo por perdonar a un mal amante, pero Pepito Grillo está ahí en su cabecita repitiendo una y otra vez:  “Es malo, no funciona, no te pone…”.  La amabilidad por lástima no es a lo que aspira un buen Casanova, aspira a quitarle el aliento y a aplastar al grillo ese.

   

Formas de besar.

Sólo hay una forma correcta de besar:  déjate llevar.

Ya sea un besito suave, juego de labios o tornillo salvaje, déjate llevar y no pienses, siente.  Ese es mi consejo pero si necesitáis un ejemplo de beso con buena nota, ahí va:

Primero poesía.  A la tenue luz de las velas su respiración agitada clamaba a gritos un beso, un tierno beso de amor que despertara la envidia de los ángeles, un húmedo beso que hiciera retorcerse a los demonios de lujuria.  Con el pecho oprimido de deseo, sus labios temblorosos se acercaron, hambrientos el uno del otro.  Se vieron envueltos en llamas antes siquiera de tocarse…

Segundo, el contacto.  Mejor despacio que precipitadamente.  Lo de meter la lengua de buenas a primeras es valiente y os puede dar un punto de ventaja pero también es arriesgado.  Ante la duda mejor probamos con besos pequeños y suaves para ir despertando su deseo.  Ya sé que llevamos despertando su deseo durante un montón de páginas pero las chicas no son lineales, su deseo no va de menos a más de forma gradual y una vez arriba se queda álgido hasta el final.  ¡Uy, no, qué va!  Puede empezar muy alto e irse estabilizando en un punto medio para despertar de pronto en las alturas.  Las hay remolonas, que disfrutan subiendo moderadamente y volviendo a bajar, y así varias veces para alargar la velada, hasta que se dejan llevar directas y rápido hasta la cima.  Y por supuesto están las de toda la vida, las que se resisten a abandonarse y, cuando parece que ya están, vuelta al comienzo.  Pero todo eso forma parte del juego, por eso hay que estar siempre preparados para volver a despertar su deseo.

Tercero, el ataque.  ¿Si os alejais un poco, os va buscando con la boca?  Es el momento de atacar con la lengua y hacerle saber quien manda… En realidad manda ella, para que os voy a engañar a estas alturas, pero está bien mostrar seguridad y someterla a vuestro ataque lingüístico esgrimiendo sin piedad vuestra mejor arma.  Pero siempre como he dicho antes, sintiendo.  Eso es, suéltate, innova, no pienses si estará pensando que estás pensando que babea mucho.  Corta el hilo que te une con la razón y estarás besando como dios manda.

Cuarto, el tiempo.  Un buen beso dura justo lo que dura un buen beso.  Significa que no hay que alargarlo más de lo convenido o se romperá la magia y se volverá aburrido.  ¿Cómo saberlo?  Si la idea del beso es pasar a palabras mayores, lo mejor es dejarlo cuando la excitación esté arriba o atacar simultáneamente con caricias íntimas para acabar de volverla loca del todo.  Si es un beso de despedida o uno de media tarde sin previsión inmediata de revolcón entre las sábanas, lo ideal es seguir hasta que la excitación baje por sí misma, despacio pero sin pausa, y separarse cuando los cerebros vuelva a llamar a sus dueños.

Quinto, no hay fronteras.  No te limites a la boca.  ¡Cómetela por entero!  Como diría Hannibal Lecter pero en nuestro caso no tan literalmente.  Pero cómetela a besos, que no haya duda de cuánto la deseas.

Próximo capítulo:  ¡A por la guinda!

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