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Las Vírgenes de Nuria - Epílogo

en Grandes Series

Epílogo.

- Alba... más despacio... no tan fuerte... Alba, me haces daño... ¡Alba, déjalo ya!

Alba extrajo los dedos del interior de Toni y ocultó la mirada de la misma manera que hacen los niños cuando son descubiertos en una travesura.

- ¿Qué te pasa? – preguntó Toni.

- Estoy cansada, eso es todo.

- Ya hace tiempo que estás cansada, parece que ya no disfrutas haciéndolo. A veces sólo te tumbas y espera que yo te lo haga todo, pero cuando llega mi turno te muestras desganada e intentas acabar rápido.

- Tenemos que discutir sobre esto ahora, he quedado con las chicas en el club a las doce y todavía no me he vestido.

- ¿Sales esta noche también?

- Sí, es divertido... –Alba cerró los labios y susurró para sí: "es lo único divertido últimamente".

- ¿No te comprometiste a entregar el capítulo para la revista?

- Lo acabaré mañana, lo tengo en mi cabeza, sólo me queda escribirlo.

- Es una buena oportunidad y te han prometido más encargos, procura no fallarles.

- Sí, señora, lo que usted mande –expresó Alba en un tono algo burlesco.

Toni suspiró y prefirió no seguir con la conversación, cuando Alba se ponía irónica resultaba insoportable. Mejor no discutir. La última vez que discutieron, Alba acabó llorando a lágrima viva y echándole la culpa de lo que sufrió en casa de la señora Nuria. Ante esos ataques dramáticos, Toni se quedaba mirando nostálgica el paisaje por la ventana y esperaba a que se calmara, entonces Alba la abrazaba y le pedía perdón, al fin y al cabo, Toni fue quien la rescató de su futuro miserable. Pero Toni conocía muy bien a Alba, ya no era aquella jovencita de largas trenzas y adorable inocencia, se había convertido en una mujer inteligente y vivaz, con una imaginación fresca y una sensualidad únicas, tal y como siempre creyó que pasaría.

Alba no la culpaba en serio pero era inevitable que acabara deduciendo la verdad: Toni la abandonó a manos de su madre y Martina expresamente para que sufriera. Alba había intentado luchar contra aquella gota de rencor que habitaba en su interior pero con el tiempo le daba más y más importancia, y después de tres años viviendo juntas, amenazaba con empañar su cálido sentimiento. Pero sentir rencor por Toni era despreciable, ella le había dado una educación y la capacidad de desarrollar su talento con la escritura, en concreto con la escritura erótica que tanto éxito le estaba aportando. Le había mostrado la ciudad, el pensamiento intelectual, había compartido sus amistades y le había regalado, como si eso pudiera regalarse, otra clase social. Alba no quiso que nadie conociera sus orígenes humildes y Toni lo respetó y guardó en secreto.

Lo cierto es que Alba amaba a Toni. La amaba por la pasión desbocada de aquel primer año juntas, por sus atenciones, por sus esfuerzos en convertirla en una mujer de provecho y por saber que Toni la amaba también, con el mismo cariño y fuerza que el primer día. Toni no había cambiado, ni ella ni sus sentimientos. Pero Alba sentía la fuerza de la juventud, sus veinte años cumplidos le gritaban aventuras y diversiones. La vida estaba tan llena de cosas por descubrir y personas a las que conocer. Otras personas que no fueran su tan vista Toni, leyendo con su porte serio el diario todas las mañanas antes de marchar a su aburrida empresa a dirigir a sus no menos aburridos empleados y a atender a sus aburridas obligaciones. Toni la seria, Toni la preocupada... ¿Por qué Toni reía tan poco? Algunas veces, Alba soltaba algunas de sus ocurrencias, Toni sonreía y parecía agradecerle que estuviera allí para ella, para hacer más agradable su existencia. Entonces Alba suspiraba, la amaba, sí, pero amaba más su fantasía de la libertad.

El club social, una manera algo rebuscada de llamarlo pues se trataba de un cabaret liberal muy al estilo de los que había en Berlín, abría todas las noches. Las amigas de Alba, todas solteras e independientes, adoradoras de Marlene Dietrich y Greta Garbo, acudían con frecuencia a ver el espectáculo de transformistas o los musicales lésbicos. Eran mujeres alegres que vivían de la cultura: escritoras, pintoras, fotógrafas, periodistas... Algunas de ellas ayudadas en sus principios por la generosidad de Toni, inigualable y muy amada mecenas.

- Hace días que no vienes con Toni ¿Está enferma?

- Enferma de aburrimiento será – soltó Alba de sopetón y todas se pusieron a reír-. En serio que Toni últimamente parece más preocupada que de costumbre.

Dos de las chicas se intercambiaron una mirada significativa. Alba se dio cuenta y cambió de tema, no era su intención criticar a Toni delante de sus amistades.

- Voy un momento al tocador –dijo Alba mientras el camarero servía las copas.

- Te acompaño –contestó a su vez una joven de cabellos cortos y alborotados, con excesivo colorete y mirada jovial.

Alba se contemplaba delante del espejo. No le gustaba maquillarse demasiado, tampoco lo necesitaba. Se arregló un poco el peinado, más corto que como lo llevaba en casa de Nuria y ondulado con tenacillas. La joven morena, detrás suyo, le besó el cuello.

- Inés... mmm... ahora no tenemos tiempo.

- Uno rápido... He cerrado la puerta, no nos molestarán.

- Qué chica más mala...

Alba la giró y la sentó sobre la mesa. Agarrándola del cabello, la besó con brusquedad, mientras clavaba su pubis entre sus piernas.

- Te has portado mal y voy a hacerte daño.

Inés temblaba de emoción mientras Alba escurría los dedos dentro de su culotte y los clavaba sin muchos miramientos. Los ojillos de Inés se abrieron lascivos al sentir el empuje de Alba.

- ¿Te duele? – susurró Alba.

- No... no demasiado...

- Que insaciable eres... – y le metió el resto de los dedos que le quedaban apretando más fuerte.

Tuvo que taparle la boca con la otra mano para que sus gemidos y quejidos no se oyeran desde la sala.

- ¿Te duele ahora?

Inés afirmó con la cabeza. "Bien" susurró Alba para sí y le dio velocidad a su mano derecha mientras con la izquierda mantenía a Inés pegada contra el espejo para evitar que se golpeara. En un momento dado, lo notó llegar. El corazón de Inés se aceleró, dejó de respirar, el esponjoso interior se contrajo y el flujo caliente le inundó la mano.

Las dos jóvenes jadeaban al unísono recuperando las fuerzas.

- Me gusta que seas tan rápida –dijo Alba y extrajo la mano para que Inés la lamiera -. Eso es, déjala bien limpia.

Inés le chupó los dedos, uno por uno, y le relamió la palma hasta que no quedó vestigio de lo sucedido.

- ¿Me quieres? – preguntó Inés.

- Claro que te quiero.

- ¿Me quieres más que a Toni?

- Toni me quiere más que nadie.

Y como si aquello hubiera sido una respuesta, Alba e Inés volvieron a la mesa a disfrutar del espectáculo

.

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