miprimita.com

Mis aventuras con dos compañeras de trabajo final

en Hetero: General

MIS AVENTURAS CON DOS COMPAÑERAS DE TRABAJO (3 y final)

El problema de mi compañera de trabajo Rosarito proseguía, y del mismo modo aumentaba su tristeza y su desolación que manifestaba cuando se recogía conmigo en la intimidad laboral que nos unía.

Sí... mi compañera de trabajo Rosarito estaba pasándolo mal, muy mal. La relación con su marido se enfriaba cada día que pasaba. Ella en el trabajo procuraba poner una cara alegre como si nada pasara, pero cuando marchábamos a comer al mediodía su tristeza y su malestar recalaban y se colgaban de mis espaldas debido a la amistad y el cariño que nos teníamos.

Yo a veces le hacía preguntas, tal vez demasiadas, sobre si esto, si lo otro, si su marido tal o su marido cual, tratando de ayudarla, pero al final me di cuenta de que Rosarito, aunque dolida, estaba firmemente decidida a separarse. Y en esto no se suscitaba ninguna causa de cuernos, de infidelidad o cualquier otro hecho de peso o relevancia... era pura y simplemente una incompatibilidad de caracteres, o de culturas, no lo sé. Rosarito nunca me habló de su marido en la cama, tampoco yo le pregunté sobre algo tan íntimo. Era un sinrazón que, bueno, se podría pensar que en aquellos tiempos era tal nuestra amistad que ante sus manifestaciones, más parecía que me quería a mi que a su marido. Pero guardemos las distancias y separemos los planos. Rosarito y Yo nunca tuvimos una relación sexual abierta, nada parecida a la de Quelita, sino solo esos pequeños escarceos que figuran en el capítulo dos, seguramente debidos a las circunstancias, a la amistad que nos unía y muy posiblemente al estado anímico en el que se encontraba Rosarito debido a su problema.

Andó inexorable el tiempo, y al poco apareció por el trabajo un muchacho, Jose, escuálido, de nuestra edad, que parecía salido de un campo de concentración, muy esmirriado, que pareció ser del agrado de Rosarito. Tanto es así lo que digo que en una de nuestras comidas de trabajo, Rosarito me dijo:

Juan... no te lo vas a creer. Creo que me gusta Jose, el nuevo.

¿Sííííííííííí? Pues nada, adelante... trata de conocerlo a ver que pasa -le dije.

No le dije nada, pero me llamó mucho la atención que a Rosarito le gustara este chaval. Habían llegado a mis oídos comentarios no muy buenos de él. En el trabajo, desde mi despacho de mamparas de cristal veía a Rosarito como iba a la sección donde trabajaba Jose, y cómo este le devolvía las visitas en la sección de Rosarito que se encontraba a mi vista desde mi despacho. A Quelita, jajaja, que no se le escapaba una, ya venía a mi despacho y me decía:

Oye Juan... ¿Has visto estos dos que amistad están haciendo? Rosarito es casada.

Quelita, por supuesto, aún no conocía los problemas matrimoniales de Rosarito, y había que darle largas y decirle que era normal entre compañeros. De todas formas Quelita procuró no quedarse al margen y se insinuaba para compartir conmigo y con Rosarito la comida de mediodía, imagino que para enterarse de alguna buena nueva acerca de esto. ¿Podría pensarse que Quelita era una "dotora de oficina"?, jajaja, que gracia me hace. Lo consiguió... consiguió compartir nuestra comida de mediodía, e incluso se insinuó sobre este tema, pero no pudo sacar nada en claro, jajaja.

Por su parte Jose, el chaval nuevo, conocedor de la relación laboral que existía entre Rosarito y Yo, también se me insinuaba, sobre todo cuando acabábamos nuestra jornada laboral, propiciando encuentros y cervezas rápidas en los bares cercanos. No, Jose nunca se vino a comer con Rosarito y conmigo a mediodía pero bien que se apuntaba a las fiestas que organizábamos en el trabajo. Procuraba pegarse a nosotros en ellas y estaba muy pendiente de lo que Rosarito y yo hacíamos. Y ni qué decir tiene que Quelita rápidamente se pegaba a nosotros como una lapa para ver lo que ocurría en ese trío, jajaja.

Fueron varias las veces en las que tras haber disfrutado de buenas cenas y ardorosas fiestas en discotecas, en las que Rosarito y Yo aparecíamos ante los demás virtualmente como pareja, y digo virtualmente, porque así los compañeros lo imaginaban, cuando la devolvía a las tantas de la madrugada a su casa, detenía el coche en la puerta y llenábamos el cenicero del coche de colillas. Rosarito no dejaba de hablar sobre lo mucho que le gustaba ese chico y que quería contar con mi ayuda para conseguirlo, y así nos tirábamos cerca de una hora que Rosarito no paraba de hablar y hablar. Al final, solidarizado con ella y con sus problemas, yo me volvía para casa tan derrotado y tan triste como ella. Recuerdo que mi mujer llegó a insinuarme algo y hasta llegó a tomarle manía a Rosarito. Le tuve que contar sus problemas matrimoniales, pero así y todo mi mujer no las tenía todas consigo... posiblemente pensara que Rosarito iba a romper con su marido para llevarme a su nido. Tuve que esforzarme para hacerla ver que entre Rosarito y Yo no había nada, sino solo una bonita relación de trabajo.

Así las cosas, un día Rosarito en una de nuestras comidas de trabajo me dijo:

Juan, te voy a comentar algo que no sé si sabrás, pero me da lo mismo, me gusta Jose y quiero conseguirlo.

A ver dime...

Me han dicho que Jose es un drogadicto...

Sí, ya lo sabía Rosarito...

Pero no un drogadicto de porritos y estas cosas, es un adicto a la droga dura... al caballo.

Ya lo sé Rosarito, ya lo sé...

¿Y que te parece Juan?

No Rosarito, a mi esto ni me parece ni me deja de parecer... mucho es lo que hemos hablado sobre tu problema matrimonial y nunca te he dicho que te separes o que no lo hagas, sino simplemente te he dado mi opinión sobre lo que me comentabas, pero sin decirte abiertamente ni una cosa ni otra,. Y con lo de este chico, Jose, pues pasa lo mismo ¿sabes?

Juan, me da la impresión de que no te gusta lo que te estoy diciendo. Vamos, que no estás de acuerdo con que yo salga con ese chico.

Mira Rosarito, te vuelvo a repetir... yo te quiero mucho, es mucha y muy grande la amistad que mantenemos. Si te hubiera considerado una niña inválida y confusa en la toma de decisiones posiblemente te hubiera aconsejado lo mejor para ti, pero muy al contrario, en el tiempo que te conozco me pareces una persona muy adulta y muy centrada en lo que atañe a tu vida personal y al trabajo... ¿Porqué te crees que te elegí como ayudante para nuestro trabajo? Respeto tus decisiones personales y además estoy dispuesto a ayudarte en lo que necesites.

Rosarito por un momento, solo por un fugaz momento, se quedó petrificada ante mi respuesta, pero rápidamente cambió su gesto exhibiendo una sonrisa, y dándome un beso en la mejilla, me dijo:

Muchas gracias Juan, sabía que lo entenderías y que podía contar contigo.

Quiero que armonicemos nuestro trabajo vespertino para que cuando lo tengamos acabado y dispongamos de tardes libres nos marchemos los tres por ahí... ¿admites a Jose en tu coche?

Claro que sí Rosarito,... faltaría más.

Rosarito, muy contenta, volvió a darme otro beso en la mejilla y tras esa comida marchamos a trabajar con las mejores energías positivas que despedían nuestros auras.

-o-o-o-o-o-o-o-

A partir de aquí todos los acontecimientos que se sucedieron son pequeñas anécdotas de cómo Rosarito acabó separándose de su marido y de cómo fue adquiriendo relación personal e íntima con Jose, este compañero de trabajo que le gustaba. No, no hay escenas sexuales en estas anécdotas, sino solo en una y no precisamente con Rosarito, sino con Quelita. La relación con Rosarito siempre fue de amistad, y si hubo esos escarceos que comento en el capítulo dos, fueron debidos a la gran amistad que manteníamos y que mantenemos a día de hoy. Mi mujer se equivocaba, como vino a darse cuenta posteriormente, y todos los lectores que piensen que este relato no es real, pues también se equivocan. Pero bueno no me importa, yo cuento lo que cuento y Santas Pascuas.

-o-o-o-o-o-o-o-

Parece ser que el marido de Rosarito debió intuir alguna relación extraña y sospechosa entre este compañero, Jose, y su mujer, algo que no intuyó en mi, a pesar del tiempo que pasaba junto a su esposa, ¡A Dios gracias! Porque un día me viene Rosarito al despacho agobiada, llorando como una madalena, diciéndome:

Juan, Juan... a Jose lo han ingresado en el hospital.

¿Y eso porqué, que ha pasado? –le pregunté.

Anoche lo encontró la policía, en una zona de ocio, tirado en la calle inconsciente... parece ser que le han dado una paliza.

Rosarito me abrazó y lloró sobre mi hombro. Estaba desconsolada y afligida. Menos mal que no nos vio nadie del trabajo, por lo que pudieran pesar, más que nada. Fue muy vehemente todo aquello.

Seguro que han sido los amigos de mi cuñado, Juan.

Sí, muy posiblemente. En mis correrías nocturnas privadas, porque las he corrido a pesar de estar casado, coincidí en algún pub con el hermano del marido de Rosarito al que conocía de vista, y bueno... había que ver a sus amigos, joder, de armas tomar. Menos mal que su marido nunca sospechó nada de mi y me tomó por una buena persona, porque sino ya podía yo andar listo, ufffffffffffffff. Pues sí, lo que posiblemente hicieran los amigos del cuñado de Rosarito no era nada difícil de conseguir, porque imagino que este compañero, Jose, se movería por ámbitos nocturnos para conseguir la droga a la que era adicto, y no tuvieron más que esperar la ocasión para pillarlo solo y prácticamente descuartizarlo en la calle. Muy triste todo esto, muy triste. Afortunadamente Jose se recuperó de esa paliza y todo se convino a la normalidad.

---.---0---.---

Recuerdo otra anécdota en la que, una vez acabada la jornada de trabajo, Jose se trajo a su hermana, también de nuestra edad, y nos fuimos con mi coche a tomar unas copas a una zona de ocio fuera de la ciudad. Nos apostamos en un bar cafetería, en una de las terrazas que daban a la calle, hacía un día soleado, magnífico. Además del alcohol, aparecieron los porritos y cada cual fumó a su conveniencia. Cuando regresábamos de vuelta, la hermana de Jose que venía en el coche sentada a mi lado, empezó a ponerse nerviosa y a despotricar, diciéndome que me dejara de tanta música y fuéramos a pegar un polvo. Me desencajó el radiocasette del coche para que no sonara (porque entonces eran radiocasettes). Tuve que parar y mandar a todo el mundo bajar del coche. Bajamos en un descampado donde cerca había algunos montículos huidizos y ocultos. La hermana de Jose, ya fuera del coche insistió...

Juan vámonos ahí detrás y echamos un polvo.

Yo estaba bastante molesto con la situación. Llamé a Rosarito que se mantenía al lado de Jose y le dije:

Oye Rosarito, dile a Jose que se haga cargo de su hermana. Yo puedo echar un polvo con cualquiera en un momento dado, pero en estas circunstancias no le echo un polvo a nadie ¿Sabes?

Rosarito estaba tan avergonzada y compungida como Jose. Jose tomó a su hermana y algo apartados estuvieron conversando, mientras Rosarito y yo observábamos la escena. Cuando volvimos al coche pronuncié una frase conminatoria para dejar bien clara esta situación... dije:

Esto se ha acabado... cada uno a su casa y mañana Dios dirá...

Las caras que pintaban en el coche en el camino de vuelta, eran más que serias, se hizo un silencio que solo rompía la música del radiocasette. Cada uno quedó en su casa y al final quedamos Rosarito y Yo en un bar tomando una copa. Rosarito me dijo:

Juan, pero que mal y que avergonzado se ha quedado Jose con lo de su hermana. Es que su hermana también es drogadicta como él, ¿lo sabías?

No, pero ya me lo he imaginado por sus reacciones. Rosarito, ¿Tú te crees que me voy a poner a follar con una persona en esas circunstancias, que lo mismo me pega alguna enfermedad venérea? Por favor, haya clase y prudencia, hasta para follar.

No –me dijo Rosarito- la verdad es que su hermana estaba dispuesta a follar contigo, joder... ¡Qué pasada! Has hecho muy bien Juan –me dijo. Nunca se sabe, no la conoces de nada... muy bien Juan... admiro tu actuación y tu sangre fría.

Al final traté de convencer a Rosarito que a Jose no le afectara lo sucedido, porque aunque él también era drogadicto como su hermana, se comportaba de buenas maneras sin estridencias ni nada raro. Imagino que Rosarito hablaría con él aparte, y Jose pareció admitir mis palabras... total, a su hermana ya no la iba a volver a ver más, así que para que tomarse esto con tanta vehemencia. Lo que pasó pasó y punto, ya estaba olvidado. Tristemente, la hermana de Jose me enteré que murió al poco tiempo, con 30 años de edad, debido a su adicción a la droga.

---.---0---.---

Recuerdo otra anécdota bastante curiosa por lo que me pasó a mi, no a Rosarito y a Jose. Resulta que Rosarito sabía de un lugar, en un pueblo cercano, en el que había un restaurante que servían unas paellas buenísimas, estaba adentrado y oculto en las estribaciones de una montaña. Y así las propias mesas de comensales acababan rústicamente en las estribaciones de esa montaña, donde debido a su pendiente, podías ver unas cataratas de agua que rompían en un lago, mientras degustabas esa paella, muy bonito. Sí, incluso en su desprendimiento habilitaban un hueco en sus rocas que permitía que alguien en traje de baño se refugiara en él y gozara de las diminutas chispas de agua de esa catarata hasta acabar empapado de ellas. Muy bonito.

Lo recuerdo perfectamente. Aparqué en un espacio habilitado para el aparcamiento. Y mientras cerraba el coche y ordenaba algunas cosas en él, Rosarito y Jose marcharon delante, diciéndome que unas cuantas calles arriba, a la izquierda se encontraba ese restaurante. Cuando acabé me subí la cuesta, todo eran chalets privados y algún restaurante... mire a mano izquierda y no, no vi nunca ese restaurante que me decía Rosarito. Seguí cuesta arriba hasta que se acabaron las calles y los chalés y me encontré con la sola montaña y sus estribaciones y bancales. Recuerdo que me caí y anduve dando vueltas tres o cuatro metros de un bancal a otro. Me malhumoré muy mucho de esto. Y ya me decía ¿Joder estos donde están? ¿Dónde está ese restaurante? Enfilé la cuesta abajo, más cabreado que un mono, y cuando bajaba, me veo que salen a mi encuentro diciéndome...

Pero , ¿Dónde te has metido? ¿Te estábamos esperando?

Que donde me he metidoooooooooooo... joder, ¿Dónde está ese restaurante?

Pues aquí –me dijo Rosarito- aquí está la entrada.

Si, pero como verás desde esta entrada no se ve el restaurante, sino solo aquella casa de campo que hay allí... Si me he caído y todo por un terraplén, joder...

Rosarito y Jose no sabían si reírse por lo que me había pasado o mantener el rictus que proclamaba mi cabreo.

¡Me cago en la leche! ¡pero será posible esto!

Al final se hicieron a consolarme, me llevaron hasta ese restaurante y bueno, la paella estaba magnífica, y los saltos de agua tan próximos y tan bonitos apaciguaron mi estado de ánimo y todo volvió a la normalidad. Cuando acabamos y disfrutamos de esa paella y de los saltos de agua, convinimos en bañarnos en una de esas piscinas privadas cuyos propietarios solo aparecen en ciertos meses de estío. Bajamos de nuevo la cuesta, una cuesta que yo me conocía muy bien, y apareció abierto un restaurante, estaba todo recogido, solo estaba el disc-jokey. Rosarito y Jose se perdieron por una de esas calles buscando piscina y yo me quedé con el DJ. enrollándome con él hablando de música: Oye, pon este vinilo de Rod Stewart... y que te parece este de Spandau Ballet, ponlo también, etc... En aquella época yo estaba tan puesto en música como cualquier Dj de la zona mas vip que se preciara. Y así, entre vinilo y vinilo, pues ya le dije al Dj que se pusiera unas cervecitas de barril para amenizar la fiesta musical que nos estábamos dando, jajaja. Me lo pasé fabuloso. Rosarito y Jose se me olvidaron por completo, jajaja.

Al rato, pasado bastante rato, volvieron a buscarme Rosarito y Jose...

Pero Juan... ¿por qué no vienes? Ya pensábamos que te habías vuelto a perder.

No que va, que va... estoy aquí con este colega escuchando musiquita de la buena.

Bueno tío, le dije... encantado de conocerte, me voy con estos amigos.

Habían elegido una piscinita bastante curiosa, el agüita limpia, nítida y trasparente. El apartamento estaba deshabitado, saltamos la valla y hala, al agua. Nos chapuzamos los tres y gozamos del frescor de aquellas aguas.. nadamos, buceamos, de todo. Yo me había traído el traje de baño, Rosarito también, Jose se bañó con sus solos slips... pero ni a Rosarito ni a mi nos importó esto. Cuando acabamos de disfrutar del agua, salimos y nos tumbamos al borde de la piscina para secarnos, como caracolas al sol. Anduvimos hablando de cosas del trabajo y demás... fue algo muy bonito, lo recuerdo con nostalgia, y la verdad, me gustaría revivirlo de nuevo. De regreso, Jose me pidió que le dejara conducir mi coche en el camino de vuelta. No me importó, le di las llaves. Él y Rosarito iban delante y yo detrás. En qué mala hora le dejé conducir. Yo iba en el asiento trasero acojonado, verdaderamente acojonado. Jose no tenía coche, pero conducía de Rallye. Me cago en la leche, Jose iba desenfrenado como si estuviera compitiendo en una carrera. No quería verlo, ni a él ni a las curvas. Os juro que rezaba por llegar cuanto antes al destino. Cuando ya quedaba poco, a la altura de donde tomamos la mariscada Rosarito, Quelita y Yo, le dije a Jose que se detuviera que había que mear. Paramos en un bar, Jose me dio las llaves, y juro que no le vuelvo a dejar conducir mi coche por nada del mundo. ¡Por dios, que sufrimiento el mío!

La verdad es que en esa época lo pasé muy bien tanto en mi vida privada como en el trabajo, no tenía problemas económicos y todas las situaciones que se propiciaban en mi vida eran positivas en todos los aspectos.

---.---0---.---

Aquí una anécdota más, la última. En esta sí hay sexo, pero propiciado por las circunstancias y el ambiente. Resulta que un buen día, tras haber comido juntos Rosarito, Jose, Quelita y Yo, se les ocurre que podíamos ir a la playa. Sí, una de las muchas que adornan deliciosamente nuestras costas. Para allá que enfilo el coche y llegamos. En la playa no había nadie, no era precisamente la mejor de la temporada veraniega, además, ese día, aunque con sol, hacía un poco de aire y así se notaba en el oleaje.

Cuando estábamos a pie de agua, en la arena, y antes de que nos despojáramos de nuestras ropas para quedarnos en traje de baño, Rosarito propuso una carrera de unos 40 o 50 metros corriendo, de ida y vuelta... Rosarito se sentía muy ilusionada y muy olímpica con su nuevo novio, Jose, sobre todo estando Quelita delante, con la que siempre se picaba en sus conversaciones. Yo le dije a Rosarito...

che, joder Rosarito... que acabamos de comer... a mi no me apetece echar ninguna carrerita.

Quelita dijo lo mismo, Jose si embargo admitió disputar esa carrera. Y mientras Quelita y yo nos despojábamos de nuestras ropas, Rosarito y Jose echaron una carrera ambos, frenética... en su camino de vuelta Jose acabó por sobrepasar a Rosarito y llegó delante ganador. Y ya le iba yo diciendo a Rosarito con mucha broma...

Hay Rosarito, que te va pesando el culo, jajaja.

No Juan... tampoco me ha ganado por mucho... ha sido en los últimos metros.

De todas formas es igual, lo he hecho por hacer calor y sudar... pienso bañarme.

¿Bañarte? –le contesté- hoy hay mucho oleaje y el agua no debe de estar precisamente calentita.

Sí, Rosarito no mentía... se despojó de sus ropas, quedándose en biquini, y acto seguido dijo:

Me voy al agua... ¿Alguien se viene?

Quelita y yo, como quien oye llover, ni nos inmutamos. Jose, su novio ya oficial, aceptó compartir ese baño. Rosarito marchó delante y Jose, siempre con sus eternos slips, acabó de desnudarse y se metió en el agua. Jajaja, había que verlo, escuálido total, como una sardina. Quelita y Yo sentados sobre una toalla en la arena fuimos meros testigos de lo que ocurría dentro del agua. De pronto Quelita, que se encontraba detrás de mi, exclamó:

Mira Juan, mira... Rosario se ha quitado la parte de arriba del biquini... ¿la ves?

No, no la acabo de ver bien, hay mucho oleaje...

Sí, mira... fíjate bien.

La verdad es que no la podía ver porque el agua ocultaba todo su cuerpo menos la cabeza, pero sí, Quelita tenía razón, porque Rosarito en un momento dado alzó uno de sus brazos y exhibió la parte superior de su biquini, jaleándola jubilosa. Jose, su novio, trataba de alcanzarla y de decirle algo, pero el oleaje era tal que había que luchar contra él. Me pareció muy divertida esa situación, jajaja. Giré la cabeza y miré a Quelita, y la muy puta la pillé mirándome el paquete de mi bañador. Esto me excitó. Se me empezó a poner tiesa. Le dije que si no quería perder detalle de lo que ocurría dentro del agua se cambiara de sitio y se pusiera delante de mi y me fuera contando. Así lo hizo. Cuando la tuve delante, oculto tras su cuerpo, empecé a besar sus hombros y a humedecer su espalda con mis labios. Uhhhhmmm que delirio, que delicia, el sol y la brisa del mar rindiéndose frescas en nuestra piel y mis manos haciendo lo propio sobre la piel de Quelita... Maravilloso. Recorrí sus muslos, su culo, todo lo que se encontraba a mi mano. Me bajé el bañador y mi polla tiesa resbaló en sus nalgas y la hice abrir las piernas para meterla entre ellas. Delicioso, todo muy delicioso. Me atreví descarado a acariciar su coño, pero Quelita no me dejó...

Eso no lo hagas Juan, que nos pueden ver.

Y como a estos se les ocurra salir del agua ya te puedes ir guardando lo que tienes entre mis piernas ¿me oyes?

Jajaja, no tuve por menos que reírme para mi interior. Quelita se estaba poniendo seria y eso me excitaba y me ponía más cachondo. Quelita quería conservar a toda costa el puritanismo que exhibía ante los demás. Seguí restregando mi polla entre sus piernas y llegué a echar a un lado su bañador e introducir mi pene en su interior para que tocara pelo, sí, jajaja. Llegué hasta su clítoris y así me fui balanceando para friccionárselo. Quelita lo admitió con gemidos apagados porque esto no se podía ver desde el agua. Con mis manos acoplé mi pene a su vagina, metiéndole el glande dentro. No podía hacer mucho más porque me tenía que incorporar, o bien levantar una de las piernas de Quelita y eso sabía que no me lo iba a permitir. No me llegué a correr, que ya me hubiera gustado porque estaba excitadísimo.

Cuando Rosarito y Jose decidieron salir del agua, me tocó rápidamente recoger velas. Me guardé la polla en su sitio y bueno, recé para que se me aflojara antes de que ellos llegaran. La excitación y el nerviosismo del momento hizo que mi polla amainara en segundos. Menos mal. Y allí que me llegan la pareja de pimpollos y así les digo:

Que ¿Cómo esta el agua? Fresquita, verdad...

No que va –responde Rosarito- muy buena ¿verdad Jose?

Venga Jose –le digo- vete secando a Rosarito que está helada de frío... mira como tiene la piel, de gallina, erizada, jajaja.

Al rato nos vestimos, recogimos los bártulos y fuimos a un bar que había en los bajos de uno de los muchos apartamentos que daban a la playa. Entramos, tomamos una mesa y pedimos unas cañas. Me fui al servicio, y mirad lo que me encuentro. Había allí un plato de ducha con su teléfono de agua y todo. No me lo pensé dos veces, me desnudé y me rocié el agua por todo el cuerpo, menos la cabeza no para no despertar sospechas. ¡Que fresquita y que dulce estaba el agua! Me quité todo ese salitre y esa sequedad de la piel que se te queda cuando te da el aire de la playa. Estaba muy a gusto, cuando oiga tocar en la puerta del servicio.

Ocupado –dije en voz alta.

Soy yo Juan, abre, si puedes.

Vaya era la voz de Quelita, que querría. Abrí así desnudo y mojado como estaba y me dijo:

No, he oído ruido de agua y me he dicho.. ¿Qué pasa en el servicio de caballeros?

Pues nada, que tienen aquí un plato de ducha y mira que remojón me he pegado. Vete a buscar mi mochila y me traes la toalla para secarme. Pero que no se den cuenta los camareros por si estuviera prohibido ducharse.. no sé.

Quelita volvió al poco, se metió en el servicio conmigo, pasé el pestillo y le dije:

Quelita, ¿Te quieres remojar?

No, yo no, yo no –me contestó.

Pues venga, ya que estás aquí vete secándome.

Quelita rehusó mi ofrecimiento, me dio la toalla, y yo mismo me empecé a secar por todo, y al llegar a la espalda le dije:

Quelita, a la espalda no llego... me haces el favor.

Quelita accedió. Empezó a secarme la espalda, siguió hacia abajo con la toalla y me secó el culo. Le indiqué que siguiera por la parte de delante que la tenía húmeda, muy húmeda. Quelita, haciéndose la remolona fue llevando la toalla hasta mis huevos y mi polla que emergía ante sus tocamientos, así Quelita así –le dije- sigue así. Lenta y disimuladamente me fui girando hacia ella, hasta que se encontró frotando mi polla oculta en la toalla. Quelita se arrodilló y siguió secando mis partes mas íntimas. Y mientras, iba tirando suavemente de la toalla para apartarla de sus manos, le dije:

Venga Quelita, bonita... hazme un apaño que en la playa me he quedado con la miel en los labios.

La toalla de la que tiraba suavemente, fue desplazándose hasta desaparecer. Quelita se encontró con mi enorme polla a escasos centímetros de su cara y de su boca. Se retozó en ella abarcándola con sus manos, subiendo y bajando... una masturbación tan suave como excitante. Yo estaba loco porque se la metiera en la boca, pero ella no cesaba, no paraba de manosearla, parece que sentía un placer especial en esto y en escuchar mis gemidos y mis ansias. Una gran puñetera, ¿porque no me comía la polla de una vez? Así me tuvo durante unos segundos que me parecieron eternos, hasta que una de sus manos me tomó por los huevos acariciándolos a la vez que sus labios me chupaban el glande. Fue un placer inmenso, me sentía volatilizado. Mi polla... su boca... sus manos... mis huevos. Toda una visión y una sensación de placer difícil de describir.

Cuando Quelita dio por acabada esa sesión de martirio y placer infinito a la que me estaba sometiendo, sus manos abandonaron mis huevos, y aferrándose a mis muslos primero, y a mis nalgas después, empezó a mamarme la polla, más y más profunda, con rebeldía y pasión, como si estuviera cabreada conmigo o le debiera dinero. Cuando se ponía así me excitaba como una puta. ¡Qué delirio, por dios...! Me tuve que apoyar en las paredes del servicio para no caerme. MI polla rozaba la campanilla de su garganta. Pero que mamada me estaba dando la muy puta de Quelita, sí, la que aparecía como puritana ante los demás. Ufffffffffffff, fabuloso y grandioso. Me resultaba tan placentero follarme su puritanismo, como quien desvirga a una niña jovencita de primera vez. Y así fue que no tardé en correrme en sus labios y en su cara.... me esmeré en limpiarle mi corrida y echarle agua a su cara. Nos arrebujamos en nuestro proceder. Ella salió antes y yo aparecí después. Parecía que nada hubiera ocurrido. Me zampé esa caña en dos tragos y aún me pedí otra. Estaba satisfecho, sediento, muy contento... de todo. Cuando acabamos esas cañas dije:

Bueno, ¿y ahora que hacemos... ? ¿donde vamos?

Vamos a mi casa –dijo Jose- bueno, a mi casa no que están mis padres, sino a un piso del que tengo llaves.

Tomamos el coche y enfilamos carretera, camino de ese piso... por el camino compramos botellas grandes de fanta y coca-cola, porque combinados alcohólicos (ginebra, whisky) ya habían en ese piso. Me bajé del coche el cassette de "Spandau Ballet" –Gold- y allí aparecimos. Pusimos ese cassette y entre copa y copa allí anduvimos medio bailando los cuatro. Después pusimos música lenta, apagamos las luces y Rosarito y Jose se perdieron pasillo adentro. Y allí quedamos Quelita y yo, medio a oscuras, fumando.. bueno fumando yo, porque Quelita no fuma. Se acabó la coca-cola y marché al frigorífico de la cocina a por otra, y allí me encontré a Rosarito y Jose muy acaramelados. No dije nada, cogí la botella y pasé de largo... cuando llegué al salón le dije a Quelita:

Venga bonita, tómate otro cuba libre y a ver que puede pasar aquí esta tarde....

¿Cómo que qué puede pasar esta tarde? Esta tarde no va a pasar nada, Rosarito y Jose pueden aparecer en cualquier momento.

¿Ahh, sííííííííí? Después de lo que acabo de ver en la cocina no creo que aparezcan hasta dentro de un buen rato.

¿Y que has visto?

Nada. Mira quelita, vete al servicio así disimulando y no tientes al demonio. De lo que veas en la cocina pues eso, ver, oír y callar... no vayas a estropearlo.

Quelita exacerbada en su dotoría, se apresuró a marchar al servicio. Cuando volvió la tomé por la cintura y le dije:

No Quelita, no hace falta que me cuentes nada. Venga aprovechemos la tarde. Tómate ese combinado y siéntate a mi lado.

Quelita se quedó con ganas de contármelo, sí se le notaba en su cara, jajaja. Le ayudé a tomarse el combinado y la senté sobre mi en mi propio butacón. Pasé mis manos por el interior de su falda, porque llevaba falda, y Quelita me dijo:

Juan, de todas maneras no me pienso quitar la ropa por si vinieran ¿Sabes?

No, ni yo tampoco –le contesté.

Me bajé la cremallera del pantalón le aparté las bragas y la fui follando poco a poco, muy poco a poco. Quelita desconfiaba, y miraba a través de la puerta que estaba entornada por si Rosarito o Jose venían. Y mientras Quelita se preocupaba de estas minucias, yo follándola y gozándola como correspondía. Cuando mi polla ya había profundizado más de su mitad en su coño, Quelita pareció olvidarse de esa puerta y su boca se insinuó con fervientes gemidos y jadeos de placer. La morbosidad de ese momento era tan gloriosa como su coño que ya destilaba acuoso en mi polla, ufffffff, era indescriptible.

Mi rabia sexual contenida y mis furores eran tales, que la balanceé salvajemente sobre mi polla, así de espaldas como la tenía. La embestí dura, y se la metí toda hasta el fondo. Y cuando Quelita rompía en placeres y se sentía ausente de este mundo, aproveché para levantarla en volandas, pasé el cerrojo a la puerta que estaba al lado del butacón y tomando a Quelita de frente, la apoyé contra la pared y la masacré follándola toda. Quelita se colgaba de mis hombros y sus piernas se aferraban a mi espalda. Torcía su cara a un lado, descompuesta por el placer que sentía en sus entrañas. Le di, le di fuerte, no me cansaba de follarla. Era impresionante romper los moldes de lo establecido. Yo también pensaba que el cualquier momento podían regresar Rosarito y Jose y tocar a la puerta. La follé salvajemente y reclamé de mi cuerpo una pronta corrida. Y así fue como ocurrió al poco... tumbé a Quelita en el butacón y levantándole la falda vine a correrme en los pelitos de su pubis. Jadeando exhausto y satisfecho. Quelita no lo estaba menos. Suspiraba y gemía cuando veía y sentía mi leche caliente sobre su cuerpo.

Después todo fue muy rápido nos limpiamos y abrimos la puerta de nuevo. Y le dije a Quelita:

Ves... como si no hubiera pasado nada, nadie se ha dado cuenta, ves...

Quelita, siempre temerosa asintió y agradeció la suerte que habíamos tenido de que ni Rosarito ni Jose se hubieran presentado en esos momentos.

---.---0---.---

Hasta aquí llegan las aventuras compartidas con estas dos compañeras de trabajo. Y digo hasta aquí porque el trabajo que Rosarito y Yo compartíamos era semioficial, y pasados cuatro o cinco años, no lo recuerdo con exactitud, este trabajo vino a asumirlo un organismo oficial, y así se nos acabó ese chollo del que disfrutábamos económicamente.

A partir de entonces decidí preparar unas oposiciones oficiales, que Rosarito no quiso compartir, y tuve la suerte de aprobarlas, y desaparecí de la empresa. No obstante siempre estuve en contacto con Rosarito y Quelita, porque nos dejamos nuestros respectivos teléfonos. Al año siguiente Rosarito preparó esas mismas oposiciones y, aunque con menos plazas, la tía, se las sacó y las aprobó. Siempre lo había sabido e imaginado. Rosarito era un portento cuando se proponía algo. ¡Que pedazo de mujer! Continuó su relación con Jose, vivían juntos, aunque no se casaron por lo legal, y tuvieron una hija, que hoy tendrá como unos 20 años.

Hace un montón de años que no veo a Rosarito. El pasado año 2010, hablé con ella por teléfono, porque los teléfonos que me dejó siguen vigentes, menos el de su domicilio porque se ha cambiado. A día de hoy ocupa un cargo importante en un organismo oficial. Recuerdo que el pasado año la llamé y se puso una señorita joven que debía ser su secretaria. Le dije:

Quiero hablar con Rosario tal...

No, no ha venido a trabajar hoy, se encuentra resfriada. ¿De parte de quien? Le di mi nombre.

Pues deme usted señorita su número de teléfono personal.

Pues mire usted tendría que buscarlo porque no lo tengo a mano.

Muy bien –le dije- vaya usted buscándolo que dentro de diez minutos la llamo, Ya verá como lo encuentra.

A los diez minutos la llamo, esta señorita me facilita ese teléfono, llamo a Rosarito y me dice:

¿Qué pasa Juan? Me ha llamado mi secretaria diciéndome...

No nada Rosarito, nada grave. Es un problema que tiene la novia de mi hijo en algo que tu gestionas.

A ver dime Juan.

Le explico y Rosarito, a pesar del tiempo transcurrido me atiende maravillosamente. Después le pregunto por su vida privada y me dice que Jose y ella están separados, que tienen una hija en común y que no obstante quedan algunos fines de semana para irse de excursión los tres.

Después de esto, qué mejor ejemplo para demostrar que la amistad sincera perdura y permanece a pesar del tiempo transcurrido. Ya me hubiera gustado volver a verla, pero me dice que se encuentra muy ocupada, por la mañana por su trabajo y por la tarde porque tiene que cuidar a sus nietos y atender a esa niña de 20 años que tuvo con Jose. Algún día me presentaré en su trabajo y le daré una agradable sorpresa.

En cuanto a Quelita, me la encontré no hace mucho y en los escasos tres o cuatro minutos que hablamos, porque ambos íbamos con prisas, me nombró a Rosarito. Me consta que para los tres, aquella fue una época dorada que nunca olvidaremos.

FIN.