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La niña Lucía y Virginia: ¿cabe más pasión?

en Amor filial

LA NIÑA LUCÍA Y VIRGINIA: ¿Cabe más pasión?

Una nueva aventura del sexólogo. En esta ocasión la terapia que aplicó fue de Grupo. Pero... ¿realmente fue el sexólogo quien aplicó la terapia o se la aplicaron ellas a Él?

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En realidad, me encontraba preocupado. Tenía dos citas pendientes e inminentes. De una parte esperaba una llamada telefónica de la extrovertida Niña Lucía y redimirla de sus corridas viendo follar a su mamá, y de otra tenía que dar cita a la inconmensurable Virginia... tenía que superar a su papá para que la terapia sirviera de algo. Ambas de chochito tierno y joven, con unas ganas desorbitadas de desplegar sus instintos sexuales propios de sus edades. Todo un reto.

Durante los días que siguieron me devanaba los sexos pensando qué sería mejor: Recibir a la Niña Lucía primero y a Virginia después, todo en el mismo día, o proceder con las dos al mismo tiempo con esa terapia de grupo. Pensaba en esto todo el día pero no acababa de decidirme. Por las noches me despertaba de repente con este problema en mi mente, y mis manos se iban directas al bajo vientre despertando a la bestia que allí dormía.  Unos frotes, un pequeño manoseo en mis genitales y la bestia rápidamente despertaba y entonces... acudían a mi pensamientos las imágenes vividas con esas dos ninfas...

... sus coñitos afeitados para deleite de mi boca y mi lengua, sus culitos redondos y ovalados para el placer de mis manos, y la lujuria de mi bestia que encendía sus ojos de pasión, dejándose abrazar por sus manitas y la gloria de sus labios, tiernos y enrojecidos por el vicio que las recorría por dentro. Todo esto mortificaba dulcemente mis pensamientos, mientras mi mano derecha resbalaba viciosa sobre mi bestia, que ya hervía en fuego, quemando el queroseno depravado de mis pensamientos y de mis vicios.. hasta que imaginé sus caritas de inocente juventud con la boquita abierta esperando mi bautismo de leche en ellas. Así explosioné... mis chorros de semen cortaban el aire, veloces, hasta dibujarse en sus caras, blancos como la nieve y calientes en su perversión. Ella sonreían agradecidas, como dos hermanas gemelas, del gozo de su papito. Me chupaban la polla buscando los restos de semen, haciéndome gozar hasta el último suspiro. Tuve que limpiar las sábanas, y apretarme al almohadón tratando de coger el sueño de nuevo.

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Al día siguiente, cuando me levanté la mañana ya estaba avanzada. Al final dormí y descansé bien. Aún estaba despabilándome cuando sonó el teléfono. Sería Lucía –pensé-... tomé la llamada y ...

n       Ah hola Edward, eres tú...

n       Si, dime... te escucho.

n       ¿Para la semana que viene? Perfecto...

n       ¿Y de Mongo Bongo y Chivita que me dices?

n       Bien, muy bien... sabes que cuento con ellos.

n       Vaya Edward, ¡Qué contratiempo! ¡No lo esperaba!

n       Bueno, aún quedan unos días... veré qué puedo hacer por mi cuenta.

n       De acuerdo Edward... así quedamos, ya te llamaré yo... un saludo.

Después de esa llamada telefónica, lo tenía muy claro... tenía que hacer una Terapia de Grupo con Lucía y con Virginia, y además tenía que portarme a la altura de las circunstancias. Tenía que adquirir y tomar alguna que otra pildorita para aguantar la terapia. Esta feo que lo diga pero ellas nunca lo sabrán, jajaja... son gajes del oficio de todo buen sexólogo que así se precie.

Lo más urgente era llamar a la Niña Lucía y darle cita, y después concertar astutamente cita con Virginia el mismo día y a la misma hora. Busqué el número de teléfono de Lucía, lo marqué en el inalámbrico y... extrañamente no daba señal telefónica ninguna, le quedará poca batería –pensé- hasta que desde el otro lado me contestan...

n       Doctor soy Lucía... deme cita tal como quedamos, y ya le cuento cuando me presente en consulta. Tengo cosas que contarle doctor...

n       Bien Lucía, de acuerdo... toma nota: mañana a las 18:30 de la tarde.

n       De acuerdo doctor... un beso.

n       ¿Un beso? Joder ¡Qué atrevimientos los de esta Niña! –me pensé.

Ahora solo me quedaba llamar a Virginia y darle cita para mañana a esa misma hora. La llamé y no hubo problema. Ya estaban las dos citadas. Si realmente se conocían la Terapia de Grupo estaba más que justificada, y sino... habría que improvisar, siempre para un mejor asesoramiento en el diagnóstico de ambas.

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Al día siguiente a las 18:30 sonó el timbre de la consulta. Abrí y era la Niña Lucía, la hice pasar al despacho, se sentó y empezó a hablar con nerviosismo y medio atropellada; yo tomé su expediente y estuvo hojeándolo como si no la escuchara...

n       Doctor cuando estuvo usted en el apartamento ¡Qué bien! ¡Qué bien folla usted! ¡Folla usted como un torero! Jajaja.

 

n       Gracias Lucía –la interrumpí- escucha... estoy mirando tu expediente y veo que necesitas alguna terapia más... una Terapia de  Grupo.

n       ¿De grupo? ¿Con alguien más...?

n       Sí claro... dentro de unos minutos va a venir otra paciente que tiene un problema similar al tuyo, pero mucho más agudizado... “furor uterino”, veo necesario realizar una terapia con ambas y me gustaría que me ayudaras Lucía...

n       De acuerdo doctor, no hay problema, pero... ¿cómo podría ayudarlo?

n       No te preocupes, ya te iré indicando en la terapia.

Ni más pronto ni más tarde, sino cuando acabé de hablar volvió a sonar el timbre de la consulta. - Sí, pregunte por el telefonillo... era Virginia.

n       Es la paciente de la que te he hablado... ya sube.

Con un pantalón vaquero y un suéter blanco con dibujitos se presentó Virginia, y cuando vio a la Niña Lucía exclamó:

n       ¡Lucia... tú aquí! ¿Pero cómo...?

 

n       Es una Terapia de Grupo Virgin –dijo la Niña Lucía que había asumido la situación.

n       Sí, efectivamente, Lucía tiene razón, Virginia vamos a afrontar tu problema practicando esa terapia. Pero antes, cuéntame si tienes algo que contarme.

n       Pues resulta que con el dinero que usted me dio –dijo mirando con recelo a Lucía-.

n       No Virginia, con el dinero que yo te dí no, con el dinero que tomaste de encima de la mesa...

n       Bueno sí, eso... pues con ese dinero me he comprado un bonito brassier-liguero, de putita pervertida... se lo enseñé a papá y quería saber de donde lo había sacado y con qué dinero, no le dije nada... y luego cuando quiso follarme con él puesto, le dije que mientras no se comportara conforme a las circunstancias no me metería la polla por ningún sitio... y esta tarde cuando he ido a ponérmelo para que usted lo viera y lo usara en terapia, no estaba donde lo guardé, lo debe de haber cogido papá, así que he venido sin él.

n       Vaya, ese es un problema que tendrás que resolver tú solita con tu papá.

n       Ah, pero tu follas con tu papá –dijo Lucía- ¡Que suerte! Yo no tengo papa para follar, pero tengo un papito... el Doctor, jajaja. Me folla como si fuera su nena, su hijita, jajaja.

¡Coño! ¡Vaya descubrimiento que acababa de hacer! La Niña Lucía quería que la adoptara, ¡Joderrrrrrr! Esto no se ponía nada mal para lo que tenía pensado para ellas...

Las pasé a la sala de Terapias, no había que salir de la consulta, era una habitación contigua, a la que se tenía acceso a través de unas puertas de fuelle que se plegaban al abrirse.

n       Ohhhh ¡Qué bonito! –exclamaron ambas...

Era una sala pulcramente decorada, con un sofá central blanco y grande, otros dos algo más pequeños a los lados... su mueble bar, su barra de bar, unas lamparitas repartidas de luz difusa e íntima, moqueta, música suave y muy bajita y la temperatura adecuada. La Niña Lucía se abalanzó de un salto sobre el sofá central para comprobar su comodidad y se quedó allí tumbada con las piernas en alto, jajaja. Mientras tanto en una mesita de escritorio que había a un lado, le hice rellenar a Virginia una ficha con sus datos.

Mientras la rellenaba La Niña Lucía me miraba fijamente a los ojos mientras se quitaba la faldita quedándose solo con las braguitas. Se tocaba el coño por encima de ellas sin dejar de mirarme. Me empecé a excitar y a ponerme cachondo, y sin pensármelo, tomo a Virginia que esta sentada y le levanto el suéter... no llevaba sujetador. Lucía queda prendada de las tetas de Virginia, lo noté en su mirada. Empiezo a sobarlas mirando a Lucía que se excitaba por momentos. Entre mis manos la morbosidad de sus tetas, entre mis dedos la dureza de sus pezones que se erguían, y entre las piernas de Lucía el calor de sus braguitas que empezaban a humedecerse.

Tomo la cabeza de Virginia y ladeándola le como los labios y hasta la lengua. Virginia, caliente y con pasión, acepta mi rigurosidad. Lucía, desbordada  por la pasión y las tetas de Virginia, se acerca y empieza a comérselas y a chupárselas, toda incendiada...

n       Uhhhhmmmm.... están buenísimas.

Virginia estaba entrando en el reino del vicio y la lujuria, y sumisa se dejaba dominar por las perversiones que rendían culto a su furor uterino....

n       Más, quiero más –murmuraba-  los pantalones, los pantalones...

Lucía le baja los pantalones y las bragas a Virginia, solo hasta medio muslo... no podía contenerse, se tiró como una loba a comerle el pubis y el coño, mientras yo no dejaba de morrearla y sobarle las tetas... la compenetración era total: las dos serpientes se encorvaban lascivas y sinuosas buscándose sus partes blandas. Las manos de Lucía se deshacían sobando las maravillosas nalgas de Virginia, separándolas para meter la lengua en su culo. Paso mi mano por el coño de Virginia y ya humedecía acuoso.

Se sentaron en el sofá grande, y de pie frente a ellas, Lucía toma la iniciativa y empieza a bajar mis pantalones hasta que apareció mi enorme mástil y mis huevos, no llevaba boxers. Toma mi polla, mira a Virginia y le dice:

n       Abre la boca, putita... ¡Chúpala! ¡Cómetela!

Virginia, prendida en fuego, mira a Lucía y empieza a chupar mi glande, sin dejar de mirarla.

n       Bien Virginia –le dice Lucía- ahora cómetela toda, mira que grande y que buena está... cómete la polla de mi papito.

Virginia empieza a chupar cada vez más profundo, mas largo, más adentro... Ahhhhhhhhh, -exclamo de placer- esta putita Lucía pronto ha aprendido la lección. Lucía sostenía mis huevos y mi polla y la empujaba hacia Virginia para que la comiera más. Yo también empujaba la cabeza de Virginia hasta que toda mi polla estaba dentro de su boca, ahhhhhh, por favor, que pasión....

Después empezaron a acariciarme la polla con sus bocas, cada una de su lado, para terminar fundiendo sus labios, y así las empujaba en sus cabezas para que repitieran una y otra vez. El vicio más lujurioso se había apoderado de nosotros. Virginia chupaba y chupaba cerrando los ojos, mientras Lucía no dejaba de acariciarme los huevos.

De pronto, Virginia toma la iniciativa y sacando la polla de la boca, empieza a masturbarme, gimiendo y abriendo la boca mirando a Lucía, provocándola. Lucía se vuelve loca por momentos, se tumba en el sofá, se quita las braguitas y se mete los dedos en el coño, gimiendo y observando la masturbación de mi polla en manos de Virginia. Lucía no puede aguantar, se corre varias veces y enloquecida, grita:

n       Virginia... eres una puta.... Doctor... fóllela, quiero ver como la folla... quiero ver como folla a esa puta.

Tomo a Virginia, la tumbo, le abro las piernas y le encajo la polla hasta el fondo...

n       ahhhh, que gusto... que bien –exclama Virginia.

n       Así, así doctor... fóllela más... –me decía Lucía.

n       Has visto puta... has visto que bien te folla mi papito...

Virginia parecía no oír nada ya, con la cabeza ladeada y los ojos cerrados, solo se la oía gemir con cada embestida. Lucía se abalanzó sobre ella y le comió las tetas con sonoros chupetones, mordiendo sus pezones, jalándola toda. Luego tomó su cabeza y comiéndole los labios le metió la lengua hasta la garganta. Al rato, Lucía, poseída por el vicio, vuelve a exclamar:

n       Doctor quiero más...

n       Putona despierta –dice Lucía abofeteando la cara de Virginia.

n       Ponte como una perra que mi papito te va a follar toda y quiero verlo.

 

n       Venga putona, despierta, venga... ponte a cuatro patas y cómeme este coño que tengo ardiendo para ti.

Virginia se me pone a cuatro patas como perra sumisa: su culo perfecto y su coño asomaba al fondo, goteando sus vicios. Follar a esa hembra borracha de vicio me suponía una veleidad masoquista que me excitaba hasta morir. Le meto la lengua en el culo apartando sus nalgas y le acoplo la bravura de mi glande, y empiezo a apretar... Lucía sentada en el sofá con las piernas abiertas y sus manos abriendo sus labios vaginales, recibe la boca de Virginia ahondado y chupándole el coño y el clítoris con cada uno de mis cañonazos anales.

Debió dolerle, pero la muy puta de Virginia no protestaba, recibía y aguantaba bien esa bestia que ahondaba poco a poco en su culo. Yo rugía de pasión con cada embestida. Y Lucía sujetaba su cabeza y la apretaba para que no dejara de comerle el coño hasta sus entrañas. El placer era tal, que me corrí caliente y lechoso en su culo, haciendo gritar a esa puta cuando sintió el calor de mi leche en sus entrañas. Agotado de tanto vicio, me tumbo en el sofá y las dos putitas se pelean por limpiarme los restos de semen con sus bocas.

Gloriosa batalla la que había librado. Las dos serpientes , aún querían más y cuando me levanté y me vestí, ella siguieron ondulando su lujuria en el sofá. Fui al despacho y revisé sus dos expedientes, tomé las notas debidas y enfoqué sus problemas hacia un posible diagnóstico... los estudié, los medité hasta que aparecieron las dos en el despacho, ya vestidas.

n       Bueno –les digo- he estado estudiando vuestros expedientes, la terapia de hoy me ha parecido satisfactoria, pero pienso que no estaría de más celebrar una última terapia. A ver, que me podéis decir de lo de hoy... empieza tú Virginia.

n       Pues muy bien doctor, creo que muy bien... la terapia de hoy me parece muy efectiva para mi problema de furor uterino... aunque pienso que si se repitiera de nuevo...

n       Y tú Lucía, ¿qué me dices?

n       Pues qué quiere que le diga Papito... esto siempre me redime de lo que ocurre en mi apartamento cuando estoy en la piscina o mirando por las ventanas. Esto es real... ¿No sé si me entiende?

n       Perfectamente... lo tuyo es digno de estudio, Lucía. Lo de Virginia habría que tratarlo de manera complementaria a lo tuyo y al mismo tiempo... ¿Qué os parece?

n       Perfecto, doctor –dijeron ambas al unísono besándose en la boca.

 

n       Bien, muy bien, lo que ocurre es que hay un pequeño problema...

n       ¿Cuál? –volvieron a exclamar ambas al unísono.

 

n       Pues que voy a cerrar la consulta durante un tiempo. Me voy de vacaciones y luego tengo que hacer algunas gestiones fuera del país.

Las caras de Lucía y Virginia, mostraron un gesto de desolación y desesperanza. Entonces le dije:

n       De todos modos, se puede improvisar una terapia sobre el terreno...

n       ¿Cómo sobre el terreno?

n       Sí, si aceptáis acompañarme en mis vacaciones...

n       ¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?

Sus ojos se abrieron como platos y sus caras evidenciaban asombro y curiosidad.

n       Voy a hacer un crucero, y si me acompañárais, esa terapia no iba a ser menos efectiva que en consulta.

n       Pero... ¿en un crucero puede usted hacer terapias? ¿No entiendo? –dijo Lucía- ¡Qué países recorre ese crucero!

n       Los que queramos, es un crucero muy particular... Es en mi yate.

n       O sea, vamos a ver,- dijo Virginia- que nos vamos a ir nosotras dos con usted en su yate...

n       No, jajaja, viene más gente, jajaja.

n       No preocuparos, ahora mismo nos vamos a cenar y os presento a la tripulación.

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Estaban tan asombradas que no sabían que responder. Las monté en coche y las llevé a un restaurante donde había encargado mesa para cenar. Entramos y allí estaban esperándome Edward y Wilfred, dos colegas de la profesión. Tomamos asiento y les presento a las nuevas y jóvenes tripulantes.

n       Aquí Lucía, “con ella amanece el día...”

n       Aquí Virginia, “su furor es un clamor...”

n       Aquí Edward, patrón y primer capitán del yate “Perversions”

n       Aquí Wilfred, patrón y capitán adjunto del mismo yate.

n       Luego están Mongo Bongo y Chivita, que os serán presentados a pie de Yate.

n       Y usted papito ¿qué cargo tiene? –pregunta Lucía siempre extrovertida-.

n       Yo, ninguno... soy sexólogo, no lo olvides Lucía.

La suerte estaba echada, solo faltaba que las dos nenas se atrevieran a acompañarnos en aquel crucero. Acabada la cena, dejé a las nenas cerca de su casa, advirtiéndolas de su respuesta en dos días.  Cuando quedaron solas se hablaron...

n       Joder, ¡Vaya madurazos Virginia! Si vamos a esa crucero nos vamos a hinchar a follar, ufffffffffffffffff, no quiero ni pensarlo.

 

n       Sí, están buenísimos, pero... ¿Cómo lo vamos a hacer?

 

n       Lo tengo ya pensado Virginia, mira... Tu le dices a tus padres que te vienes a pasar una semana a mi apartamento para disfrutar de la piscina y el sol, y yo le digo a mi mamá que me voy al tuyo, jajaja.

 

n       Ahhh, buena idea Lucía, no creo que pongan pegas, pero oye Lucía, ¿de verdad quieres convertir al doctor en tu Papito?

 

n       Pues sí, claro que sí. No me seas tan puta como hoy y no intentes quitármelo, porque me lo voy a follar todas las veces que pueda hasta conseguirlo. Además mira como se relaciona, este doctor tiene que estar forrado de dinero.

 

n       Sí, eso mismo estaba pensando...

 

n       Pues mira Virginia, como nos convirtamos en sus putitas, podemos vivir así de bien, y sin parar de follar.

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El día siguiente fue la mar de ajetreado, toda nerviosa le comenté a mama la invitación de Virginia de pasar una semana en su apartamento y accedió. Uffffffffffff, menos mal. Llamé a Virginia y sus padres también accedieron, ¡Qué bien! Solo quedaba concertar cita con Papito: día, fecha, hora y lugar.

Al día siguiente, y preavisando a papito telefónicamente de nuestra llegada, me despedía de mamá, que andaba acicalándose y mirando ropa en sus armarios... algún turistón que vendría a visitarla, jajaja. Llamé por teléfono a Virginia, también estaba lista. Salí a su encuentro y tomamos el ómnibus que nos llevaba al Club de regatas, donde nos esperaban el doctor y sus  colegas. Llegamos y allí estaban. Tomaron galantemente nuestras maletas y nos condujeron por una pasarela entre aguas hasta el Yate “PERVERSIONS”, vaya nombre más excitante que le habían puesto. Cuando llegamos hasta el yate, Virginia y Yo quedamos sorprendidas de su longitud, más de 20 metros de eslora... se oía una música salsera y allí a bordo aparecían un negrito de formas muy curtidas y lascivas, ataviado solo con un taparrabos, que golpeaba unos timbales al ritmo de una música que sonaba, y una mulata de pechos exuberantes y un culo enorme, que se contoneaba lasciva al compás de esa música.

n       Estos son Mongo Bongo y Chivita, nos acompañarán en el crucero y estarán siempre a nuestra disposición para lo que deseemos de ellos.

n       ¿Subimos? –dijo Papito.

n       Sí, sí claro –contestamos ambas.

Cuando ya estábamos a bordo de ese esplendoroso yate, desde el varadero del Club de Regatas oímos sonar el claxon de un coche, de manera desmedida y estruendosa, llamando la atención. Del coche vimos bajar a una señorita rubia, bien ataviada, que llevaba una maleta a cuestas. Atravesó la pasarela muy de prisa, y cuando estuvo más cerca la reconocí....

n       Mamá, ¿Qué haces aquí? –dijo Lucía.

 

n       Bueno, yo también voy a pasar una semana en el apartamento de Virginia, jajaja.

 

Mamá debía haber escuchado mis conversaciones telefónicas, habría seguido al ómnibus con su coche, y ... bueno allí estaba.

n       ¡Hola torerazo! –dijo mamá dirigiéndose a papito... ¿Se me admite en este crucero para encender el cielo de las mañanas, y apagar el fuego de las tardes?

El doctor miró a sus colegas que asintieron moviendo sus cabezas en tono afirmativo, con sus dedos pulgares hacia arriba.

n       Por supuesto Cielo... permíteme tu maleta y tu mano... te ayudo a subir.

El yate zarpó y emprendió su andadura... la música sonaba alegre, presagiando dulces amaneceres y no menos tórridas noches de calor y deseos.

* ¿Alguien puede intuir cómo que será esa travesía?

FIN.