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Bobita, una mañana en el campo

en Amor filial

BOBITA, UNA MAÑANA EN EL CAMPO

Bobita es mi sobrinita de 19 años. Reúne todos los ingredientes para ser una espléndida modelo de revista. Este relato pretende ser un canto a la naturaleza y al cariño familiar entre hermanos. Aviso, tiene más dosis de sentimientos que de sexo.

Sí, mi hermana Laura, tras su separación de un, digamos, magnate ampuloso metido en años, de estos que suelen ser calvos y gordos, después de muchos trámites legales, acabó cobrando una gran suma de dinero que vino a invertir comprando un apartamento a las afueras de la ciudad, en un pueblo cercano, que más que una zona residencial, era un apartamento orientado al campo y a la naturaleza, con su piscina privada y demás. Un pequeño complejo de 8 o 10 apartamentos, solo para pudientes, en una zona campestre que se estaba rehabilitando y haciendo asequible comercialmente con la construcción de este tipo de apartamentos.

Fue una mañana que mi hermana Laura me llamó para decirme que había cambiado de domicilio, que se había comprado un apartamento a las afueras de la ciudad, y que le gustaría que la visitara para enseñármelo. Yo, que andaba todos los días de cabeza como fotógrafo de una empresa de modelos, hice un hueco en mi agenda para poder visitar a mi hermana un fin de semana y así poder disfrutar y relajarme junto a ella de esa naturaleza que tanto echamos de menos los que vivimos en la gran ciudad. Me indicó qué carretera debía tomar y a que altura quilométrica se encontraba su apartamento.

Así pues, el viernes por la tarde tomé el coche y partí rumbo a su apartamento. Había que salir de la ciudad y sobrepasar un pueblo cercano. Un pueblo que era una especie de ciudad-dormitorio, porque era mucha la gente que conocía que vivía en aquel pueblo pero trabajaba en la ciudad. Una vez sobrepasado, tomé una carretera comarcal rodeada de naturaleza y de algún que otro restaurante a ambos lados... anduve conduciendo varios kilómetros hasta que apareció ante mi vista el cartel indicador de los apartamentos que mi hermana me había dicho por teléfono. LOS POZOS... giré a la derecha y me encontré con una vaguada a modo de tobogán invertido, la atravesé y siguiendo un camino pedestre llegué hasta ese apartamento de mi hermana en cuya puerta de entrada ponía "Villa Laura". Hice sonar el claxon del coche y enseguida aparecieron mi hermana, mi sobrina y un chucho que ladraba insistente.

Me abrieron con un mando a distancia y siguiendo el camino aparqué en una pequeña explanada junto al apartamento. Efusivos besos para mi hermana y mi sobrina y un saludo para el chucho que merodeaba a mi alrededor, ladrando. Me fijé en todo lo que me rodeaba y mis ojos ampliaron sus horizontes...

Que bonito es todo esto Laura.

¿Sí, te gusta? Ven Carlos que ya te enseño.

A ambos lados del camino de entrada, ya dentro del apartamento, brotaba y lucía una zona vegetal digna del mejor aficionado a la jardinería. Frente al apartamento había una pequeña explanada para aparcar o bien para celebrar fiestas, había una barbacoa allí, una caseta para el chucho y un cobertizo... Más allá , rebasando el apartamento, había una zona en la que mi hermana había plantado tomateras y otras verduras, y adosada al propio apartamento había una piscina de tamaño medio, con espacio embaldosado a los lados para tomar el sol, una barrita de bar y un frondoso árbol a su espalda que proporcionaba sombra como para tres o cuatro personas. Todo un lujo. Fuera del apartamento, no muy lejos, había dos pequeñas montañas en cuyas estribaciones se asentaba un también pequeño bosque de pinos. Todo un lugar idóneo para relajarse.

Saqué del coche una maleta y un neceser de aseo y entramos al apartamento. Este no era ni grande ni pequeño, y su decoración muy al estilo de la época: Una sala de estar espaciosa y muy soleada con ventanales al exterior, con una pequeña chimenea, y la cocina a un lado, el resto eran tres habitaciones repartidas en un pequeño pasillo, donde también había un servicio y un baño.

Tras mostrarme mi habitación y dejar allí la maleta y el neceser, recalamos en el salón y nos sentamos. Laura me ofreció un refresco que acepté, y allí estuvimos charlando de diversos temas. Mi hermana me contó diversos avatares y circunstancias de su separación, y las incomodidades de los trámites judiciales.

Carlos, -me decía Laura- si es que al final me trataba como si fuera una más de sus queridas. Tiene mucho dinero y tenía muchas putas para él.

Sí Carlos, porque esas son putas, pero yo era su mujer. Si quiere pegar dos polvos por ahí que los pegue, pero sin que yo me entere, pero esto ya le daba igual.

Es un degenerado, Carlos, un degenerado. No ha luchado por su hija, y ni siquiera se ha molestado por saber donde vivo ahora para venir a ver a su hija, aunque tampoco quiero que venga ¿sabes?

Laura se acaloró contándome todo esto y alguna lágrima brotó de sus labios. Tomó a su hija y la abrazó colmándola de besos.

Que no te preocupe eso Laura, olvídalo. Eres feliz con tu hija a tu lado y eso es lo más importante. Olvídate.

¿Y tú como vas Carlos... me dijiste que trabajabas en algo de fotografía, en un laboratorio o algo así?

No exactamente, soy fotógrafo de una empresa de modelos y mi relación con los laboratorios es constante.

¿Una empresa de modelos? ¿de esas que salen en los anuncios de la tele y en las revistas?

Sí, algo así.

Mira Boby, ¿Has oído lo que ha dicho el tío Carlos?

Sí –dijo Boby- ya me gustaría a mi ser una modelo de esas que salen en la tele.

Tu cara y tu cuerpo no están nada mal, podíamos probar... me he traído la cámara.

Sí tío, probemos... –dijo Boby toda ilusionada.

La tarde transcurrió así de bonita y amable, y llegada la noche empezó a refrescar, Laura y Boby prepararon algo de cenar y atizaron las brasas de la chimenea añadiendo más leña. Una leña que me dijo Laura que acarreaban de vez en cuando de aquel bosque de pinos de esas montañitas cercanas que había. Al chucho que ya había hecho cierta confianza conmigo, le pusieron su cena en una zafa y lo mandaron a dormir a su caseta. Tras la cena y las copitas de rigor, el calorcito de la chimenea venía a dejarme medio amodorrado. La televisión estaba encendida pero ni Laura ni yo la mirábamos, solo Boby que cuando ponían anuncios se exaltaba y me decía, despertándome de la modorra,

Mira tío, mira... ¡Que guapas! ¡Qué labios, qué ojos, qué peinado! Mira como se mueven. ¿Yo también puedo hacer eso? ¿Tú me enseñarías?

Sí... jajaja. Y si no te enseño yo te enseñan en la empresa... son verdaderos expertos, jajaja.

Boby se levantó de la mesa y caminó tratando de imitar a aquellas modelos de la tele, jajaja, ¡Que graciosa!

Vale Boby, déjalo ya –le dijo su madre- el tío tiene sueño y lo estás molestando.

No que va Laura, ni mucho menos... deja a la niña que disfrute de su ilusión... además, en esto siempre se parte del gesto natural de las modelos y de la expresión de su cara y de su cuerpo... mañana te tomaré algunas fotos Boby.

Boby saltó de alegría ante mi frase. Su madre, algo enfurruñada, la conminó a que marchara a dormir. Ya era tarde. Boby obedeció, nos dio un beso de buenas noches a los dos y se marchó a su habitación ilusionada con lo de las fotos. Laura y Yo quedamos solos sentados en el sofá. La tele seguía dando noticias y anuncios sin cesar, la modorra se volvió a apoderar de mi de nuevo. Cerré los ojos y me dejé llevar por la relajación que sentía. ¡Qué dulzura! Iba cogiendo el sueño poco a poco... el sonido de la televisión, aunque molesto, parecía perderse en la lejanía superado por el agradable sopor que produce ese estado "alfa" en el que no sabes si estás dormido o no, pero que te sublima.

Una dulce ensoñación que vino a ser interrumpida cuando Laura mesó suavemente mis cabellos. Abrí los ojos y ahí estaba ella, con su cara muy cerca de la mía, me dijo en voz baja:

¿Duermes Carlos? ¿Tienes sueño?

Bueno, no sé...-dije medio desperezándome.

Mi hermana es muy guapa, con unos ojos negros que te atraen con su mirada, y una caída de pelo que al moverse perturba tus sentidos. Y sus labios, ufffffffffffff, sus labios son de otro planeta... un vellocino de oro que colmaría los deseos de cualquiera. La miré descaradamente, sus pechos su cuerpo encorvado hacia a mi. Y ella sin dejar de mirarme me dice:

Te acuerdas Carlos, cuando éramos chicos... lo bien que lo pasábamos en el granero.

Sí, le digo sonriendo –empiezo a excitarme porque cuando íbamos al granero era para follar.

Recuerdas Carlos, que siempre venía a buscarnos el abuelo y nos pillaba a media faena, jajaja –Se nos escapa a los dos un risita malévola.

Sí Laura, lo recuerdo como si fuera ayer... ¿que bien lo pasábamos verdad?

Laura... me está excitando esta conversación.

Esa pareció ser la señal. Los labios de Laura se rozaron con los míos y el fuego de sus deseos quemó mis ansias. Repasé mis manos por su cintura y sus caderas que temblaron ante la lujuria que despedían, sus pechos seguían tan prietos y macizos como cuando era pequeña. Y más allá, más abajo, poco podía hacer porque estábamos sentados. Mi bragueta se hinchaba y mi polla endurecía como hierro colado puesto a enfriar. Había que hacer algo, allí en el sofá no nos podíamos quedar. Me pongo de pie y le digo a Laura:

Creo que deberíamos ir a la habitación...

Sí Carlos.

No, deja Laura, vé tu delante...ya paso yo el cerrojo y apago la televisión.

Paso el cerrojo, bajo las persianas de los ventanales y apago la televisión... tomo la botella de licor y dos copas de la mesa, la de Laura y la mía y me voy a la habitación, pero... ¿A qué habitación, a la suya o a la mía? Vaya dilema, ¿qué habitación habría elegido? Camino sigiloso por el pasillo para no despertar a Boby y me acercó a la habitación de Laura, abro despacio, con temor a hacer ruido, y observo que está vacía. Me acerco a mi habitación,.abro y.... allí estaba Laura, sentada en la cama, desnuda, con las manos sobre sus pechos y sus hombros como si sintiera frío. Me acercó y le cuchicheo:

¿Tienes frío?

Sí, un poco...

Vamos a tomar una copita para entrar en calor –le digo.

Mientras preparaba esas copitas, así en penumbras, con la sola luz de la lamparita de la mesita, Laura me iba desabrochando la correa del pantalón y bajando la cremallera de mi bragueta. Cuando acabé de prepararlas ya estaba desnudo, con una polla de palmo y medio. Y sí, hacía un poco de frío. Las bebimos en dos tragos, y así exacerbó el hiriente licor nuestras entrañas. Nos metimos en la cama y nos tapamos con todo. Juntamos nuestros cuerpos y un dulce escalofrío nos recorrió. Mientras nos besábamos mis manos recorrieron sus espalda y bajando se posaron en sus nalgas, duras y morbosas como sus pechos que se apretaban a los míos. Sus piernas se entrelazaban entre las mías juguetonas y Laura apretaba mi culo contra ella. Mi polla apretada contra su barriga y nuestros deseos a flor de piel.

Al rato, ya mas entrados en calor, nuestros cuerpos se fueron separando y mis manos acariciaron la morbidez de sus muslos, su monte de venus con cuatro pelitos y su clítoris que estaba allí esperando que le diera emociones. Laura puso sus manos entre mis piernas y acarició mis huevos repasando la longitud de mi polla varias veces. El frío iba desapareciendo de nuestros cuerpos y todo invitaba a dar rienda suelta a nuestros deseos. Retiré la manta que nos cubría y practicamos un 69, y mientras follaba a Laura por la boca, la mía se deleitó chupando su jugosa almeja sorbiendo en su coño y pecando en su clítoris, besando lascivamente el interior de sus muslos. Todo en silencio para no despertar a Boby, un placer soportado gozosamente en nuestro interior.

Me levanté de la cama, preparé dos copas más. Laura, con una cara de putita salida, se sentó en la cama y mientras preparaba esas copas cogió mi polla con sus manos y empezó a mamármela toda, chupándola como si fuera un biberón, de arriba abajo, con pasión. Y yo de pie gozando de esa visión y de esa dulce mamada, dejé la botella y las copas en la mesita y la tomé por la cabeza para que me la chupara más y más profunda. Exhalé dulces y ahogados suspiros, ahhhhhhhhhh, ¡Grandiosa mamada! Tomé mi copa y la bebí de un trago, empapando mis labios con el sabor de aquel licor de avellana. Puse a Laura de pie y besándola empapé sus labios con el sabor de avellana de los míos. Le di su copa para que bebiera y aún me puse otro poco más que rocié sobre sus mórbidas y turgentes tetas, sujetándolas y chupándolas, sorbiendo en sus pezones la lujuria y el licor para que no se esparciera.

Cuando mi hermana acabó su copa, ya algo ebria, la tumbé en la cama y de rodillas en el suelo, abrí sus piernas y le comí el coño abiertamente. Los restos de licor de avellana que aún quedaban en la copa los puse en mi boca sin tragarlos y metí mi lengua empapada en su coño para mayor placer, lamiendo sus entrañas y su clítoris de manera alternada. MI hermana se desinhibió y empezó a gemir desaforadamente como una loba herida; esto me excitó sobremanera aumentado mi avidez y mis ansias en su coño.

Más que frío, ya sudábamos los dos en una orgía de calor y lujuria que nos desataba por momentos. Subí a la cama y mis labios fueron de nuevo en busca de los suyos que me encantaban, mientras dos de mis dedos se introducían salvajes en su vagina, consumiéndola en sus delirios...

Ya, ya Carlos... ya... ¡Fóllame ya!, ¿A qué esperas?

¡Fóllame Carlos! Estoy puta... fóllame.

Me cogí la polla, dura y enrojecida, la apuntalé en su coño y zas... de una embestida ese dedo pulgar gordo crecido entre mis piernas taladró las entrañas de esa puta que gritaba su placer, resbalando jugosa y salvaje dentro de él. Eché la manta sobre mi cuerpo para hacer esa cópula mas íntima, y así mientras la follaba, mi hermana enardecía diciéndome palabras al oído, en voz baja, insultándome y provocándome para excitarme más y no dejara de follarla.

Más, más... fóllame más cabrón. Quiero más... dame más de tu polla.

Sus piernas cruzadas y apretadas en mi espalda, corriéndose ininterrumpidamente. Y mi pasión tirando y embistiéndola sin pausa. La perra estaba muy salida tras varios meses sin follar, y ahora estaba recibiendo un nuevo bautismo de fuego y lujuria en sus sentidos. Cuando noté que me venía, saqué la polla y vertí mis noblezas calientes sobre su monte de Venus y su barriga. Ahhhhhhhhhhhhhh, exhalamos ella y yo juntos... ahhhhhhhhhhhhhh.

UN dulce polvo, un dulce encuentro. El vicio y la pasión de dos hermanos se hizo de nuevo realidad, como cuando éramos chicos.

Ahhhhh, Carlos, que bien. Que bien me has dejado.

Tú no sabes Carlos, tú no sabes...

Son varios meses los que llevaba... a veces me metía los dedos pero no es lo mismo Carlos, no es lo mismo. Necesito un hombre... un macho que me deje saciada, como tú lo has hecho.

Sí... y esta vez no ha venido el abuelo a interrumpir, jajaja.

Reímos los dos, estábamos felices. El fragor y el calor de esa batalla sexual fue menguando y con un beso tierno y amoroso de hermanos nos rendimos al sueño placentero que nos invadía.

A la mañana siguiente, cuando desperté Laura continuaba dormida, muy dormida, seguramente el efecto del licor bebido y la batalla sexual mantenida serían la causa de tan prolongado descanso, porque no era temprano precisamente, eran ya las nueve y media de la mañana. Tomé una toalla grande de mi maleta y me fui al baño. Me di un baño muy relajante acordándome de los gozos de la noche anterior. Me sequé, me perfumé, me vestí y salí al salón. Boby ya estaba levantada porque la oía trastear en la cocina. Salió a mi encuentro y me dijo:

Tío buenos días, ¿que te preparo de desayuno?

Buenos días Boby... pues un café con leche caliente.

¿Con croissants?

Sí, me vale... con croissants.

Subí las persianas de los ventanales y lucía un sol radiante, aquellas montañas próximas y toda la naturaleza que circundaba aquel paraje presentaba su mejor cara. Todo un exhorto amable para la vista y los sentidos, así recién levantado. Descorrí el cerrojo y salí al porche. El chucho "orejas" como lo apodaban porque tenía las orejas grandes y caídas, ya andaba de un lado para otro, cuando me vio vino a saludarme pidiendo mis caricias y halagos. En el porche había una mesa y cuatro sillas, allí depositó Boby nuestros desayunos. Nos sentamos, a Boby se la veía nerviosa e ilusionada, enseguida me dijo:

Tío, hoy me sacarás fotos como me prometiste ayer ¿verdad?

Sí claro Boby.

Hay unos parajes muy bonitos cerca de aquí tío... me hace mucha ilusión.

Había pensado, que bien podíamos ir a ese pequeño bosque de pinos y hacer un acarreo de leña para la chimenea.

Estupendo tío, estupendo... aquello es muy bonito y se respira naturaleza, mucha naturaleza.

Y aún te digo más tío... cerca de allí hay un lago en el que te puedes bañar.

¿Ah si? ¿Segura? ¿No hay cocodrilos? Jajaja.

NO que va, ni uno... jajaja.

El candor y la dulzura de mi sobrina era algo que saltaba a la vista nada más verla. Tenía el pelo castaño y en media melena que le llegaba a los pechos, los ojos grandes y negros, como su madre, unos mofletes hinchaditos muy bonitos, y unos labios que se sugerían lascivos e ingenuos cuando hablaba. Tenía una expresión dulce de bobita. Su cuerpo, pues el propio de su edad, delgado, algo ancha de caderas y su culito, pues no sé, había que verla en traje de baño. Lo que más llamaba la atención era la ingenuidad de su desparpajo. Y así tomamos el desayuno, de la manera más amable y placentera que uno pueda imaginar, con el chucho merodeando entre las piernas de Boby y las mías afanoso de participar con nosotros.

Venga Orejas, márchate que te estás poniendo pesado.

Déjalo Boby, el pobre está solo, no tiene otro perro de compañía

Sí... mamá quiere comprar otro perro pero no sabe por qué raza decidirse.

A veces me lo llevo al apartamento de una amiga, tienen una perra y parece que hace buenas migas con ella.

El pobre Orejas se marchó con el rabo entre las piernas a deambular por los huertos del apartamento. Bobita, muy presta, recogió las tazas y platos del desayuno y los llevó a la cocina y me dijo:

Venga tío, vámonos a hacer ese acarreo de leña. A mamá ya le dejo una nota para que sepa donde estamos.

Y así, sin más, ni cortos ni perezosos, tomé mi cámara y nos fuimos con mi coche a ese bosque de pinos. El camino era tortuoso, con algún que otro pedrusco que había que sortear. Cuando llegamos, efectivamente, ese paraje se vanagloriaba a sí mismo de los efluvios naturales que despedía. Todo un lujo para la vista y el olfato.

Mira tío, mira... ¡Qué bonito!... Mira cuanta leña podemos acarrear.

Pero primero tómame esas fotos, venga tío.

Bobita empezó a exhibirse delante de mi, haciendo gestos lascivos, inclinando la cabeza a ambos lados.

No Boby –le dije- aléjate un poco y muéstrate natural, no fuerces los gestos, y si lo haces que no parezca que son forzados. Haz como que recoges leña...

Bobita pareció entender lo que le decía. Vestía un pantalón vaquero y un suéter del mismo color que parecía también vaquero.

Ahora toca destaparse un poco ¿Verdad tío?

No me dio tiempo a contestar, se subió el suéter por encima de sus tetas, no llevaba sujetador, y aparecieron ante mi vista dos jugosos pechos, si bien no muy grandes, anchos en su espesura, con unos pezoncitos que incitaban a la mayor de las lujurias. Me apresuré a tomarle fotos con la misma velocidad que engordaba mi bragueta. ¡Qué niña! Toda una dulzura sexual ante mis ojos.

Y ahora toca los pantalones –dijo.

Sí, sí –le dije nervioso.

Bobita se bajó los pantalones y lo que vieron mis ojos me rompía la polla en mil pedazos. Unas braguitas en azul clarito, estampadas, que le delimitaban un culito precioso. ¡Vaya culo y vaya nalgas! ¡Cómo se apretaban sus braguitas en él! Pasé la mano por mi bragueta y ya hervía. Se puso de frente y se acercó. Podía ver a través de sus braguitas que eran trasparentes, la raja de su coñito afeitado.

Y si me meto la mano aquí... ¿Qué pasa? –me dijo metiendo su mano en el interior de sus braguitas frotándose el coño.

Pues que yo la mía la meto aquí. –le contesté desabrochándome el pantalón y metiendo mi mano en el interior de mis boxers.

Tío, eso que escondes parece grande y abultado... ¿Puedo verlo?

¿Qué si puedes verlo? Y tocarlo si quieres –le dije deshecho.

Me bajé los boxers y le enseñé la polla, frotándola lascivamente con mis manos.

Uhhhmmm, que rica ¿puedo tocarla tío... me dejas?

No le contesté, esa niña me cogió la polla y empezó a sobarla y a masturbarme. Cerré los ojos, la pasión que me invadía era indescriptible. Se arrodilló, puso la polla frente a su boca y con su lengua empezó a cosquillearme el glande. Después empezó a chuparla y a comérsela poco a poco sin prisas. Yo me deshacía de placer, hasta que abarcó más de media polla en su boca. Seguía haciéndolo despacio, sin prisas y eso me excitaba enormemente. Esa niña, mi sobrina, estaba castigándome en mi lujuria y en mis delirios. Veía mi polla entrar y salir de su boca en lujurioso vaivén... sus labios resbalaban sobre ella y la ingenuidad de su cara y de su vaivén me volvían loco. Cuando no pude más, la aparté, puse mis manos y deposité en ellas toda mi corrida. Bobita se rió satisfecha, jajaja.

Eso también le pasa a Orejas, cuando coge a la perra que tiene mi amiga.

Boby, por favor, no me digas eso... ¿tú sabes como me has puesto?

Bobita seguía riendo satisfecha de verme así. Pasé la otra mano por sus braguitas y noté que estaban mojadas.

Sí tío... yo también estoy mojada. Lo mismo que Orejas cuanto coge a la perra que tiene mi amiga, jajaja.

Me sentí extasiado, muy sobrevenido de todo lo que había pasado. Bobita marchó a arrancar algunas flores de unos jazmines que crecían más allá y yo me quedé tumbado con la leche en mis manos, exhausto, vencido. NO me esperaba esto a tan tempranas horas del día.

Y así, relajado y tumbado en el suelo como estaba, apareció de repente mi hermana Laura, y al verme así me dijo:

¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué has hecho con mi hija?

Nada Laura, no ha pasado nada... le he tomado unas fotos, mírala esta allí recogiendo unas flores.

Me he puesto cachondo viendo como se movía y al final ha pasado lo que ha pasado. Mira, me he corrido en mis propias manos, no le he hecho nada.

Mi hermana, aunque muy seria en su gesto, pareció convencerse, y mirándome a los ojos me dijo:

Si no fuera porque eres mi hermano y por lo bien que me follas, ya te iba yo a dar a ti. Esta tarde noche vamos a mandar a mi hija a casa de sus amigas y me vas a follar como ayer o mejor...

Joder, me lo dijo de tal manera que parecía una orden. ¡Qué delirio! ¡Que desidia la de mi hermana!

Por cierto Carlos... cerca de aquí hay un lago que poca gente conoce. Otro día que vengas nos escapamos y nos bañamos en él si quieres.

Ya que estamos aquí, vamos a acarrear leña, que para después he traído unos bocadillos y bebida y ya almorzamos.

Y así transcurrió esa mañana, acarreando leña, gozando de esa naturaleza testigo silencioso del encuentro sexual con mi sobrina y las lujurias que mi hermana pretendía conmigo. Gozamos de ese almuerzo como si los tres fuéramos una familia bien avenida. Maravilloso... simplemente maravilloso. Las cigarras cantaban aserrando sus alas, y los pájaros revoloteaban y trinaban a nuestro alrededor esperando a que nos marcháramos para picotear las migajas del almuerzo.

Cuando regresamos al apartamento, el sol caía de pleno, tórrido y agobiante. Trasportamos la leña a un cobertizo que había junto a la caseta del chucho y acabamos sudando los tres. Decidimos darnos un baño en la piscina. Su agua, limpia, clara y trasparente, invitaba al relax y a su frescor. Nos pusimos el traje de baño y nos zambullimos en ella como peces. Bobita estaba imponente en traje de baño, y su mama, mi hermana, no lo estaba menos... inmensa, y lascivamente sexy. Tras una primera y refrescante zambullida, mi hermana Laura se acercó al apartamento a traer refrescos que depositó en la barra de bar de la piscina, luego se tumbó para secarse al sol, viendo como su hija jugueteaba conmigo dentro del agua. Montaba a mis espaldas y se zambullía ruidosamente levantando pequeñas olas. Jugábamos a bucear y a nadar bajo del agua a ver quien aguantaba más tiempo. Laura nos observaba... ¿Qué estaría pensando?

Al rato salimos de la piscina y nos tumbamos junto a Laura para secarnos al sol. Parecíamos una familia unida. Bobita fue al apartamento a buscar su aparato de música, y entonces mi hermana, frotándome el pelo mojado me dijo:

Carlos, si no fuera porque eres mi hermano, me casaba contigo.

Me encuentro muy a gusto a tu lado, y mi hija te aceptado como si fueras su padre.

Sí Carlos, un padre que nunca ha tenido, porque este hombre, uffffffffffffff.

Vale Laura, no te pongas triste... yo también estoy muy a gusto con vosotras. Soy tu hermano y sabes que me tienes para lo que te haga falta –le dije pasando mi mano por sus hombros.

Laura, medio emocionada y casi con lágrimas en los ojos, me besó en la boca y agradeció mis palabras.

Esta tarde noche quiero sentirte Carlos, quiero sentirte como te sentí ayer...

La vehemencia de mi hermana Laura me taladraba por dentro... ¿Acaso yo también la quería como algo más que una hermana? De pequeños, además de refugiarnos en el granero de papa para follar, siempre habíamos estado muy unidos en las demás cosas. Vivíamos como enamorados el uno del otro, dentro de una bonita conjunción familiar. En estos pensamientos y sentimientos, apareció Bobita con su radiocassette... la música sonaba y Bobita nos deleitó bailando ante nosotros.

Tío, he cogido tu cámara y la he traído... sácame unas fotos bailando.

Nada más bonito que eso... ¿Qué voy a decir? Le tomé unas fotos mientras bailaba y mi hermana y Yo estábamos felices y encantados ante todo lo que estaba sucediendo en esos momentos. Brindábamos con nuestros vasos y con nuestras miradas nos prometíamos de todo. Simplemente encantador. Y cuando ya, hartos de gozar de ese relax, de ver bailar a mi sobrina, que no se cansaba nunca, y de que el sol picoteara insidioso, como ave de rapiña, nuestra piel ya seca, marchamos al apartamento.

En la cocina mi hermana tenía un asador de pollos y de otras cosas, y así lo pasamos hasta dejarlo rosado, como a mi me gusta, muy moreno y gustoso. Y así los tres preparamos la comida, las ensaladas y los cubiertos, para acabar degustándolos deliciosamente en la mesa del salón comedor. Y en los postres repasamos animadamente las fotos que había tomado ese día. Mamá hizo caso omiso a las fotos que le tomé a Bobita, aunque me dirigió una mirada entre lasciva y comprensiva al mismo tiempo. Tras esto nos fuimos a descansar y gozamos de una merecida siesta, cada cual en su habitación.

Cuando ya caía la tarde fuimos despertando e incorporándonos a la actividad humana consecuente. Antes de que Laura le dijera nada a su hija, como era su pretensión, ésta anunció que se marchaba porque había quedado con unas amigas del complejo de apartamentos y que se llevaba a Orejas para que veleidara con una perra de una de sus amigas. Laura enarcó las cejas y me miró con cara de malevolencia lujuriosa, jajaja. Cuando Bobita se marchó, Laura y Yo nos sentamos en el porche y contemplamos como las sombras de la noche caían sobre los parajes que habían lucido su plenitud por la mañana. Un espectáculo tan prodigioso como las miradas que nos dirigíamos mi hermana y yo. No sé si era cariño o amor lo que sentía, pero me encontraba tremendamente feliz y nervioso al mismo tiempo de lo que estaba gozando en mi interior.

Laura –le dije- siento que yo también te quiero... os quiero a las dos

Laura emocionada se abalanzó sobre mi y me beso largamente en los labios.

Gracias Carlos... lo sabía, lo intuía... eres maravilloso.

Ese beso prosiguió y prosiguió uniéndonos el uno al otro.

Vamos dentro –dijo Laura- el sol ha caído y pronto comenzara a refrescar.

Fuimos al cobertizo, recogimos algo de leña acarreada en la mañana y entramos. Bobita llamó por teléfono diciendo que se quedaba a dormir en casa de una de sus amigas. Teníamos toda la noche para nosotros. Añadimos la leña y atizamos las brasas... pronto el salón adquirió esa calidez campestre que huele a leña quemada, esa que aunque te seque la boca la admites y agradeces.

¿Preparo algo de cenar?

Si no quieres no hace falta Laura... nuestros sentimientos nos darán por cenados.

Mi hermana se rindió ante mis palabras... nos despojamos de nuestras ropas y allí desnudos, tumbados en la alfombra, cerca de las brasas tomamos un refresco que aliviara nuestras bocas resecas. Volvimos a comentar nuestra infancia y nuestras correrías. Y allí envueltos en esa calidez y esa armonía familiar, nos discurrimos discursivos yo con ella y ella conmigo. El alcohol hizo su aparición y con él, los efluvios pasionales que nos despertaban. No hizo falta más... La tumbé en la alfombra... mis labios en su boca y mi cuerpo resbalando lascivo sobre el suyo. Nos besamos largamente, y el ardor de nuestros cuerpos, juntos y prietos, reclamaban la lujuria que despedían. Mi boca bajó lentamente acariciando su cuello con suaves besitos, hasta llegar a las postrimerías de sus pechos, hinchados y con sus pezones ya puntiagudos. Y así mi lengua fue lamiendo sus contornos circundando su aureola más preciada. Mis labios hambrientos se fundieron en sus pezones y así los chupetearon y mordieron hasta exhalar de la boca de Laura gemidos desesperados de pasión.

Avancé con mi verga dura a través de su cuerpo y la monté en sus tetas. Restregué lascivamente mis huevos en ellas, haciendo delirar a mi hermanita del alma. Apuntalé mi polla ante su boca... y ella la abría esperándola y ansiándola. Se la di a comer y me la comió toda de un solo golpe. Y así, mientras la follaba toda en su boca y ella se la tragaba hasta su garganta, la tomaba del pelo y lo apartaba de su cara suavemente viendo como gozaba y me hacía gozar, sintiendo un frenesí infinito de ver su cara chupándomela. Casquivano en mi placer y en mi lujuria, bajé hasta su tesoro y mi boca y mi lengua se empaparon de los orgasmos que estaba emitiendo en esos momentos. Un dulce elixir que chupé y perforé con mi lengua mientras nuestros gemidos se compartían unísonos.

La giré y mis manos se deshacían sobando ese culo precioso que me presentaba. Hermoso, macizo y mórbidamente lujurioso. Abrí sus nalgas y mi lengua cosquilleó su culo con avidez. Las cacheteaba una y otra vez sin dejar de chupar y lamer ese orificio que se insinuaba a mi deseo. Tomé la polla en mis manos y la apuntalé en su culo. Embistiéndolo una y otra vez. Laura gemía, cuando no gritaba de placer. Empujé y empujé hasta que mi polla se hundió poco a poco en su culo, follándola de lo más dulce y profunda.

Así cabrón, así.... ahhhhhhhhhhhhhhh, dame más – me decía.

Y yo me deshacía embistiendo y rompiéndole el culo. Laura gritaba y gritaba de placer, y yo no dejaba de follarla, cada vez más salvaje, cada vez con más fuerza. Y cuando los efluvios emanaban de su coño donde tenía una mano puesta y dos dedos metidos, mis pasiones exhalaron en la punta de mi polla y me corrí en su hermoso culo, rindiéndole las más cálidas esencias de mi leche. Laura, gemía, rugía... bramaba sus placeres y sus pasiones, sintiendo mi leche caliente y lujuriosa dentro de ella.

Ahhhhhhhhhhhh, Una vez más te lo digo Carlos... ha sido maravilloso.

Quedamos rendidos... tumbados en la alfombra. El calor que revertían las brasas de la chimenea, unido al de nuestros cuerpos nos sofocaba. Me levanté y fui a la cocina. Cogí dos manzanas fresquitas del frigorífico y una botella de agua. Volví al salón y le dije a Laura:

Toma ¿Quieres una? Están frescas.

Sí claro.

No espera... muerde.

Y así nos comimos la manzana, un mordisco ella y otro yo hasta que la acabamos. La otra manzana la hice rodar sobre su cuerpo desnudo, jugueteando, y como estaba fría pues Laura ya se quejaba:

¡Oye que esta helada... ¡ ¿Y si te la pongo en los huevos? Jajaja.

Ahhhhhhhhhhhhh –exclamé- sí que está fría, jajaja.

Y así jugando, nos tumbamos en la alfombra y pusimos la manzana entre nuestras bocas y la fuimos comiendo a la vez sin dejar de abrazarnos. Cuando la acabamos de comer le dije a mi hermana:

Laura, aquí hace mucho calor... ¿Sabes que podíamos hacer? Darnos una duchita e irnos a dormir.

Pero... pero si no hemos cenado,

Ah, pero... ¿tu tienes ganas de cenar?

Laura me miró con cara rendida de enamorada y al final me dijo:

No, creo que no... y tu tampoco. Vamos a darnos esa ducha ¡pero juntos!

Sí claro, juntos. Y dormir también lo haremos juntos.

Fuimos al baño y nos empapamos de jabón y del agua templada, y ni qué decir tiene que viendo a Laura toda mojada y empapada, daban ganas de resbalarse con ella y empezar de nuevo. Mis manos empaparon sus tetas y su coño, y ella hizo lo propio con mi polla y mis huevos. Nuestros dedos resbalaban ágilmente, y cuando ya estábamos enjabonados hasta la cabeza, Abrimos el grifo, nos pusimos debajo y así abrazados el uno al otro en un beso sin fin, dejamos que el agua cosquilleara nuestros cuerpos y se filtrara por donde pudiera para llevarse el jabón. Una sensación muy placentera y sublime: sentir a Laura y el agua templada al mismo tiempo.

Cuando nos separamos ya casi no teníamos jabón. El agua sabia y lujuriosa, se había infiltrado y cosquilleado todos nuestros rincones más íntimos. Yo tenía la polla tiesa, muy tiesa, y Laura no dejaba de observarla y frotarla. Con su mirada me pedía más gozo y más placer para su cuerpo. Me senté en el banco del baño y tomándola de espaldas, acoplé mi polla en la entrada de su coño y empecé a follarla. Laura encorvada hacia delante, sujetándose en los cantos del baño, gozaba como una perra y se columpiaba de arriba abajo, de atrás adelante, rompiéndome de placer. Su hermoso culo oscilaba lujurioso en sus vaivenes, y su postura de perra me excitaba. Me levanté y así de pie la tomé de sus caderas y empecé a follar salvajemente a esa perra, mientras ella no dejaba de jadear y gritar como una puta poseída. Mis huevos golpeaban en sus nalgas y la polla entraba y salía de su vagina a velocidad de vértigo. Esa perra me estaba sacando la hiel de nuevo. ¡Qué perra! ¡Qué puta! ¡Cómo me hacía gozar! Gritando, estremecido de placer, exhalé toda mi bravura y poderío sobre su culo y su espalda, tirando de mi polla que no dejaba de salir leche, una y otra vez, castigándome a mi mismo herido de placer... ahhhhhhh... ahhhhhhhh... ahhhhhhhh.

Laura, aún se dio la vuelta y me chupó la polla higienizándola en sus últimos efluvios lechosos. El agua de la ducha hizo el resto. Nos limpiamos, nos secamos y así, entrelazados como dos enamorados fuimos al dormitorio. Nos echamos la manta encima, y debajo de ella nos dimos un beso cariñoso de buenas noches. Apagué la lamparita y el sosiego y la oscuridad nos invadió. Había sido un día ciertamente ajetreado y bien nos merecíamos un descanso.

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A la mañana siguiente, cuando desperté me encontraba muy regenerado de todos los avatares del día anterior. No miré el reloj, pero tenía la impresión de haber dormido mucho tiempo y muchas horas. El sol ya entraba por las rendijas de la ventana que daba al exterior, se oían los trinos de los pájaros, todo. Y Laura y yo allí en la cama, como ausentes del mundo. La miré, continuaba durmiendo. Estaba de espaldas. Mis ojos repasaron palmo a palmo, centímetro a centímetro todo su cuerpo desnudo y la admiré y me dije:

Ahí está... mi hermana, mi hembra, mi ilusión...

Me sentí tremendamente enamorado de ella, como un chiquillo. Me acerqué a ella y así, muy suavemente para no despertarla, acaricié sus brazos y sus hombros, como si fuera mía de toda la vida. Le di dulces besitos en su espalda y en sus hombros. Bajé mis manos paladeando la curva perfectamente diseñada de sus caderas, dignas del mejor orfebre de la antigua Roma. Y tras ellas su culo, dos prominencias ovaladas y sugerentes que parecían querer sobresalir del retablo arquitectónico de su cuerpo. Una hembra deliciosa, a prueba de diosas. Una escultura que se mantenía firme a sus cuarenta años. Ante esa visión mi polla, en justa correspondencia, se enaltecía esbelta y dura como una torre de marfil, digna de convivir con esas preciosidades.

Rozándose entre sus morbosas nalgas, parecía pedir permiso para convivir entre ellas. Su hocico-glande olfateaba y exhalaba los dulces perfumes que despedía la diosa en esas zonas. Se introdujo sinuosa entre ellas llegando a los umbrales de su tesoro. Sus efluvios lo estremecieron. Quería gozar de ellos en su interior, pero temía despertar a la diosa. Laura, aunque dormida parecía resentirse dulcemente de esos roces. Hacía gestos y muecas con la cara, hasta que la diosa accedió a los deseos del obelisco, y bajando una de sus manos lo acopló a la entrada de su tesoro. El obelisco entró y Laura empujaba en sus huevos para que entrara más.

Empecé a follar a Laura de nuevo, suave, muy suavemente. Ella empujaba en mis huevos y mi polla iba entrando más y más en su coño. Y así, en silencio, ella dormida y yo despierto gozamos de un ritual tan lascivo como desafiante. Sus nalgas golpeaban en mi cuerpo morbosas, y mi Laura se estremecía dormida. Pero esa diosa quería más. Se giró y así de frente, separé sus piernas y las colgué sobre mis hombros y mi polla lo agradeció porque entraba y salía de su coño mucho más fácil, sin necesidad de embestir. Al rato de gozar de esos dulces tormentos, las piernas de Laura se descolgaron de mis hombros y se entrecruzaron en mi espalda, sus brazos se engarzaron en mi cuello y abrió los ojos.

Ahhhhhhhhhhhh, Carlos, ¡Que placer! Eres tú.... pensé que estaba soñando...

Esa diosa divina me subyugó con sus palabras y mis ardores se desataron follándola toda y con más pasión. Mi cuerpo estaba tumbado sobre el de ella y mi cabeza al lado de la suya, sudando en el almohadón. Su coño chorreaba multiorgásmico empapándome la polla. Faltaba poco para que el don de la lujuria de esa diosa rompiera la polla y todo mi ser en mil pedazos. Tiré, tiré y tiré, hasta que mi polla exhaló profanando su beatitud. Tras esto Laura me dijo:

Carlos ¿Quieres saber una cosa?... estaba soñando que me follabas y me hacías tuya para siempre... y cuando he abierto los ojos, por un casual, he descubierto que ese sueño era realidad, que realmente me estabas gozando.

Carlos, otra vez tú, y siempre tú... Carlos ¿Tú sientes algo por mi además del amor de hermanos?

Laura Laura, cómo eres... no me preguntes eso.

Sí Carlos, ¡necesito saberlo! ¿Acaso no...?

Laura bonita, ven... dame un besito. Mira lo que te voy a decir...

o Nosotros somos hermanos, de chicos siempre nos hemos llevado muy bien... y no lo digo por lo del granero, sino en muchas más cosas. Y siempre te he considerado como mi hermana favorita ¿sabes? Y sin embargo...

Ya Carlos, no sigas –me cortó Laura- tú no sientes por mi lo mismo que yo por ti.

No, no es eso Laura... es que no me has dejado terminar.

o Y sin embargo, después de todo lo que te he dicho y lo que hemos vivido, este fin de semana creo que he descubierto que sí... yo también estoy enamorado de ti.

Ante mis palabras los ojos de Laura se encendieron de felicidad, me tomó, me dio un beso y me dijo:

¿Sí Carlos... es cierto lo que me dices... no me engañas?

Bueno, es lo que pienso ahora mismo... habrá que dejar pasar algo de tiempo para que todo esto cueza y vea si persiste.

Laura ilusionada como una niña, me siguió diciendo:

Carlos,

puedes venirte a vivir aquí con nosotras, creo recordar que vives en un piso de alquiler. No te preocupes, me voy a poner a trabajar, el caudal del magnate se acaba como todas las cosas.

te preocupes me voy a poner a trabajao

la verdad es que todo esto me encanta y Boby y tú también, tu lo sabes, pero quiero tomarme mi tiempo ¿sabes?

Bueno, pero no dejaremos de estar en contacto ¿verdad?

No Laura, claro que no.

¿Cuándo te marchas?

Después de comer... tengo algo que hacer esta tarde. Además tengo que revelar las fotos que os he sacado a Boby y a ti. Tengo un pequeño laboratorio fotográfico en casa que solo uso para cosas muy particulares.

Salimos al salón, subimos las persianas de los ventanales y el sol lucía radiante como el día anterior, la mañana ya estaba bien entrada. Fuera Boby y Orejas correteaban y deambulaban de un lado para otro esperando que alguien despertara y descorriera el cerrojo del apartamento. Laura fue a la cocina a preparar los desayunos y Boby corrió a mi encuentro en cuanto abrí. Me saludó con un beso y se sentó sobre mis rodillas.

Que Boby, cuéntale al tío que tal lo pasaste ayer.

Muy bien, estuvimos yendo y viniendo, de piscina en piscina... y Orejas está la mar de contento, volvió a coger a la perra que tiene una de mis amigas... míralo por ahí viene.

Orejas entró en el salón y se encaramó sobre mi otra rodilla, y así con Bobita a un lado y Orejas al otro fue como nos vio Laura que salía en ese momento de la cocina con los desayunos. Todo un padrazo. Bobita había desayunado hacía tiempo, y mientras lo hacíamos Laura y Yo, no dejaba de hablar y de contarnos lo bien que lo había pasado el día anterior. De repente Laura interrumpió su conversación y dijo:

El tío Carlos se marcha después de comer.

¿Ya te marchas tío? –dijo Boby- pero vendrás a vernos...

Sí, más a menudo –atajó Laura mirándome.

Venga tío vente... vamos a darnos un baño en la piscina antes de que te marches. Voy yo delante... vamos Orejas vente...

Cuando Boby y Orejas salieron del apartamento me levanté para ponerme el traje de baño y Laura se interpuso en mi camino. Me miró fijamente a los ojos. La besé, nos besamos. Frotando uno de sus brazos le dije:

Venga Laura, ponte tú también el traje de baño y acompáñanos.

Cuando llegué a la piscina, allí estaba Bobita disfrutando del agua, Orejas desde fuera la perseguía ladrando alborozado con sus juegos.

Entra tío... el agua está calentita.

Bajé las escalerillas de la piscina con precaución comprobando la temperatura de agua, pero Boby se acercó y tirando de uno de mis brazos me hizo caer de lleno en ella, zambulléndome. Jajaja, reía Bobita. Me sumergía para montarse sobre mis hombros y luego hacía que la expulsara y la zambullera. Luego tomó un balón de playa, de esos grandes de plástico, y el balón volaba de sus manos a las mías, mientras Orejas ladraba y porfiaba de un lado para otro fuera de la piscina siguiendo nuestros juegos. Laura ya había llegado. Se sentó sobre una toalla en el pedazo de sombra que daba ese árbol tan frondoso que se encaramaba detrás de la barra de bar de la piscina,. Tras sus gafas de sol observaba nuestros juegos en silencio.

Mami, ¿No te bañas? –le dijo Boby echándole agua.

Laura no contestó, solo sonrió.

Salimos de la piscina y Orejas se mostraba muy excitado queriendo participar activamente de nuestros juegos. Bobita tomó el balón de playa y lo lanzó a uno y otro lado haciendo corretear a Orejas tras él. Yo me sequé y me senté al lado de Laura, y tomando una de sus manos le dije:

Laura... todo esto es muy bonito... lo he pasado muy bien. Una vida sencilla, pero atrayente, muy atrayente.

Vamos a estar en contacto, esta semana en cuanto tenga tiempo te llamo y hablamos.

Laura no dijo nada, apretó mi mano y prosiguió en su mutismo. Cuando Bobita se cansó de hacer corretear a Orejas detrás del balón, de un puntapié lo lanzó a la piscina y vino a sentarse con nosotros. Entonces aproveché para decir:

Podíamos comer aquí fuera, disfrutando de la brisa y de este clima tan agradable.

Sí, -exclamó Bobita con ilusión- buena idea. Nunca lo hemos hecho mami, siempre hemos comido dentro del apartamento.

Son muchas las cosas que no hemos hecho y que podíamos hacer los tres juntos –dijo Laura sonriendo- ¿Verdad que sí Boby?

Claro que sí, porque el tío va a venir mucho por aquí... ¿verdad que sí tío? –dijo Boby montándose traviesa sobre mi.

Dime que sí tío, dime que sí, o te tiro del pelo ahora mismo, jajaja.

Boby montada sobre mi cuerpo, forcejeaba con mis manos... parecíamos dos niños. Laura sonreía abiertamente de vernos. Yo no paraba de reír y de defenderme de sus forcejeos. La giré y sujetándola por los brazos le dije:

¿Y si fuera yo quien te tirara del pelo ahora? jajaja.

Boby, indefensa, me miró a los ojos y me dijo: Tío... te quiero, y me dio un beso en la mejilla. Aprovechando ese momento se escabulló de entre mis brazos y salió corriendo y riendo, perseguida por Orejas. Laura, gozosa y satisfecha de vernos, dijo:

Se hace la hora de comer... voy a preparar la comida para traerla hasta aquí.

Espera Laura, te acompaño y ya te ayudo.

Entramos en el apartamento y en la cocina Laura puso a hervir un caldo con fideos mezclado con trocitos de jamón, y en el asador giraban hasta dorarse unas ricas chuletas de cordero que agasajarían nuestro paladar. La cocina olía a buen yantar, y nuestro sentimientos aún olían mejor. Entre plato y plato, canapés incluidos, nuestros labios se rozaban rápidos, llenos de ternura. Y cuando mi debilidad me hacía probar lo que estábamos cocinando, Laura me regañaba jocosa y volvíamos a fundirnos en un nuevo beso. En esto apareció Bobita diciendo:

Hey... ¿Qué hacéis? Yo también quiero participar.

Pues anda toma... llévate estos platos fuera –le dije dándole una palmadita en el culito.

Y allí, al borde de la piscina, comimos, bebimos y gozamos de ese buen yantar, de esa suave brisa que nos acariciaba y de ese paisaje que parecía loar nuestros sentimientos y nuestra unión. Allí, a la sombra de aquel árbol frondoso que estaba a punto de ser testigo de una nueva historia en la vida de mi hermana y de su hija.... ¿y de la mía? El tiempo, juez irascible y sentencioso tenía la última palabra.

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Después de todo lo vivido y gozado ese fin de semana, la despedida no podía ser más que triste y de añoranza. Laura con lágrimas en los ojos, Bobita inquieta y muy nerviosa y Orejas, no dejaba de asirse a una de mis piernas y no había quien lo separara de ella.

Tío... ¿Cuándo volverás a venir a vernos? A finales del mes que viene es mi cumpleaños, espero que no faltes.

Eso -dijo Laura-, que te sirva de referente.

Claro que sí Boby, no faltaré... ya os llamo en estos próximos días.

Arranqué el coche, no quería estar allí, me encontraba muy compungido. A la salida del apartamento, dibujé con mis manos en mis labios un beso que les dirigí a ambas en la distancia, mientras ellas no dejaban de despedirse agitando sus manos. Atravesé la vaguada y enfilé la carretera que conducía a ese pueblo cercano a la ciudad. El paisaje corría vertiginoso a ambos lados de la carretera y mi mente soñaba abstraída, pensando en todo lo que había sucedido ese fin de semana. Cuando me vine a dar cuenta ya estaba en casa... el trayecto se me había hecho corto, sumido en mis pensamientos.

Subí la maleta y el neceser y cuando ya me reinstalé de nuevo en casa, mis pensamientos no cesaban. Laura, mi hermana, mi mejor amiga de la infancia y menos infancia... había tenido muy mala suerte en la vida. Vino a dar con este magnate y seguramente ofuscada por su juventud y las riquezas de aquel, se dejó llevar. Ahora tras su mala experiencia se había recluido en ese apartamento y parecía no atreverse a rehacer su vida con nadie. No se fiaba, no quería sufrir otra experiencia parecida... solo confiaba en quien había confiado toda su vida, en su hermano Carlos. Era muy duro de roer y digerir todo esto.

Y yo, su hermano, ¿Qué pensaba yo de todo esto? Con 42 años, viviendo solo, de alquiler en un piso. ¿Mi hermana me necesitaba y tal vez yo también la necesitaba a ella? ¿Mi hermana estaba realmente enamorada de mi y yo de ella? No sé, eran muchas preguntas las que me hacía. Las lágrimas brotaron en mis ojos. Había que dejar correr el tiempo... ... ... De súbito, y así sin pensarlo, cogí el teléfono y la llamé.

Laura soy Carlos.

¿Qué pasa? ¿Te ha ocurrido algo?

No mujer, te llamo para decirte que ya estoy en casa... he llegado bien, ningún problema.

Ahhhhh –suspiró- gracias a Dios... ya me pensaba que te había ocurrido algún percance.

¿Sabes que voy a hacer ahora mismo Laura? Me voy a meter en el laboratorio y voy a revelar todas las fotos de este fin de semana.

Ahhhhhh, estupendo Carlos... ya me llamarás y me dirás como han salido.

Claro que sí Laura bonita... ya te llamo cuando las tenga reveladas.

Me encerré en el laboratorio y puse el carrete de fotos a revelar. En las semanas que siguieron llamaba a Laura una o dos veces por semana. Hubo una semana en que no la llamé por la sobrecarga de trabajo y otros asuntos que tenía que resolver, y fue la siguiente semana que Laura me llamó.

Carlos, soy Laura, tu hermana...

Sí ya lo sé Laura, se acerca el cumpleaños de Boby. No te preocupes que no faltaré, ya estoy mirando hacerle un bonito regalo.

No, no te llamaba por eso...

o ¿Carlos, te acuerdas que te dije que pensaba ponerme a trabajar? Es que me han concedido un cursillo de lo mío, Secretariado, y tengo que desplazarme unos días fuera de la ciudad.

o He pensado que quién mejor que tú podía hacerse cargo de Boby para que no se quede sola esos días. ¿Estarías dispuesto a venirte a vivir aquí al apartamento durante ese tiempo?

Por favor Laura, cariño, no sé como se te ocurre hacerme esa pregunta... sabes que sí. Para cuando es ese cursillo.

Para la próxima semana, empiezo el lunes y quiero acabar el viernes o antes. El cumpleaños de Boby es ese viernes.

Colgué el teléfono y quedé pensativo. La suerte estaba echada. Acababa de decidir mi destino y mi futuro. Si todo salía bien esa semana, me quedaría a vivir con mi hermana Laura y con Boby por el resto de mi vida.

FIN... del primer capítulo.