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Mama se volvió alcoholica

en Amor filial

MAMA SE VOLVIO ALCOHOLICA

Es triste y es duro al mismo tiempo. Mamá había roto con papá, y como suele pasar en estos casos, las primeras semanas o incluso meses, son muy duros de asimilar. No quería molestarla, prefería cobijarse en si misma, sin querer hablar con nadie. En nuestras comidas la televisión hablaba por nosotros, éramos dos vecinos que convivían en la misma casa pero que no se hablaban. Yo le guardaba un respetuoso silencio a su problema y a su tristeza y como poco procuraba distraerla con alguna noticia sensacionalista que aparecía por televisión, pero ya me daba cuenta que esto no lograba apartarla aunque fuera momentáneamente de su problema.

Antes de la ruptura con papá, a mamá ya se la veía tendencia y cierta adicción al alcohol, y esto se notaba ahora en las comidas que compartíamos, donde no paraba de beber un vaso de vino tras otro. No quería meterme en su problema, pero esto del alcohol ciertamente me preocupaba. ¿Cómo resolverlo? ¿Cómo adentrarme en su mundo? El maremágnum más absoluto revolvía mi cabeza buscando la manera de ayudarla sin que se sintiera herida ni presionada ante sus sentimientos y sus penas.

Eran muchos los días, cuando llegaba a casa después del trabajo, que la veía adosada a un taburete con un vaso en la mano, en ese pequeña barra de bar que teníamos. Me saludaba a mi llegada levantando el vaso y profiriendo un ¡Hola! en el que ya se notaba cierta ebriedad. ¿Cuánto tiempo llevaría bebiendo? Me metía en el baño ciertamente malhumorado y pensativo. El jabón y el agua fresca me relajaban bastante, pero no dejaba de pensar en mamá. Luego, nos encontrábamos en el salón comedor como dos extraños. La televisión asumía nuestra falta de comunicación y hablaba por nosotros. Mamá parecía absorta, debido a su embriaguez. A veces miraba la televisión, otras veces me miraba, y las más de la veces se concentraba en su plato de comida, sin más pretensiones. Era bastante duro, bastante triste y extraño todo esto.

Yo tenía escaso tiempo para relajarme y hablar con ella, porque tenía que volver al trabajo. Por la noche era inútil insistir, cuando llegaba a casa ya se encontraba dormida y yo mismo tenía que calentarme la cena que me había preparado. Una inútil sinrazón de un problema conyugal al que estaba venciendo el alcohol. Mamá era una mujer joven, 40 años, con unas formas físicas imponentes, que bien podía rehacer su vida... Tenía que hacer algo por mamá... no sabía el qué, pero tenía que hacer algo y pronto.

Una tarde noche, al regresar del trabajo, habiendo tomado unas copas con los compañeros, llegué bastante animado como para atreverme a asaltar la intimidad alcohólica de mamá. Se encontraba en el mueble bar acabando uno de sus múltiples vasos de alcohol, llevaba unas medias marrones y un pantalón excesivamente corto. Me vio llegar hasta el mueble bar, cosa que no solía hacer cuando volvía del trabajo y me ofreció una copa, mientras ella se servía otra. Se la admití, ya que venía animado con alguna copa de más y no me importaba añadir otra más a mi cuenta anímica.

Mamá me sirvió esa copa, me la ofreció con un brindis, y así, sin mediar más palabra, lo que era lo habitual entre nosotros, quedamos ambos pegados a la barra del mueble bar, sentados en los taburetes. En esos momentos de silencio pude observar las imponentes hechuras físicas que presentaba mamá. Tenía unos muslos que lascivamente se iban ensanchando y abultando a medida que se acercaban a su coño, hasta rozarse en su parte interior con lujuria. El alcohol ingerido y los muslos de mamá me estaban empezando a poner cachondo. Sus medias marrones realzaban si cabe y mucho los pecados sexuales a los que incitaba.

"Carnestolendas habere, Julius Cesar fucking in". Mis deseos de mamá estaban empezando a superar mis ansias por ayudarla, pero en el último momento, antes de lanzarme al gozo de mis veleidades, pensé que esta podía ser una forma de ayudarla a vencer ese alcohol que la consumía. Mamá se sentó en el canto del taburete que ocupaba y sus muslos se ensancharon de manera libidinosa ante la presión y esta visión me deshizo. Me miró a los ojos. Yo no pronuncié palabra, ella tampoco, mis manos se deslizaron espontáneamente sobre sus tetas, y se las acaricié por encima del brassier que llevaba. Mamá no dijo nada, siguió bebiendo de su copa, sintiendo en su interior mis friegues sobre sus tetas. Retiré el brassier y las dejé al descubierto sintiendo su intimidad y su calor sobre mis manos, sus pezones erguían y mi polla se endurecía por momentos. Rápidamente mis manos fueron en busca de su coño, por encima del pantalón corto que llevaba, y mamá dejó su vaso, echó su cabeza y su melena hacia atrás y entorno sus ojos degustando el placer de mis dedos en su coño, jadeando.

No sé si fue producto del alcohol, o de otra cosa, pero mamá, sin mediar palabra se arrodilló, bajó mis pantalones y mis boxers, me tomó la polla y me la chupó con una avidez y un hambre de puta que me llevó al éxtasis. Sentía sus labios como subían y bajaban, sus chupetones con esos sonidos que me pervertían ¡Chuf, chuf. chuf! La hubiera cogido de la cabeza para que me la chupara más, pero no hacía falta, me la chupaba de maravilla. Y yo allí, apoyando el culo en un taburete, con los pantalones y los boxers entre mis piernas a medio bajar, mis huevos en sus manos y su boca en mi polla, era increíblemente maravilloso.

Lo que ocurrió después no fue menos lascivo ni lujurioso. Mamá se tumbó de espaldas sobre uno de los taburetes y me ofreció su esplendoroso culo para que hiciera con él lo que quisiera. Unas nalgas enormes, grandes, hinchadas, duras y macizas que presioné con mis manos hasta hartarme de placer. Y en medio de tales maravillas, aparecía su conchita esponjosa y humedecida que pedían a mi boca y a mi lengua los más obtusos deseos y lujurias. Así, de espaldas, presionando en sus nalgas, mitigué con mi lengua mis deseos mas ocultos., acariciando con ella su conchita jugosa y ya humedecida. Lamidas y chupetones que hicieron a mamá jadear, colmándola con un beso en sus labios vaginales que me regalaron líquidamente el más gozoso de sus orgasmos. Me satisfacía sentir babear por las comisuras de mis labios sus más íntimos efluvios, pero nunca harto de placer... la giré, me la puse de frente y abriéndole las piernas le comí el clítoris mordiéndolo y cosquilleándolo con mi lengua esperando oír sus jadeos y sentir sus efluvios en mis labios de nuevo. Un elixir que me deleitaba y que quería volver a sentir en mi boca y en mis labios.

Tras un rato de ensueño, envuelto en lujuria y vicio, comiendo y chupando el coño y el clítoris de mamá. La giré y la volví a poner de espaldas tumbada en los taburetes, me acaricié la polla, sin dejar de mirar su coño. Mamá se dio cuenta y se tumbó abriendo sus piernas como una perra salida para que mi polla la follara consumando sus deseos. Aunque de espaldas, tomó mi polla con sus manos para encajarla lo antes posible en su coño, y cuando por fin la taladré, el cuerpo de mamá se encorvó soltando un grito de placer. Y así la estuve follando una y otra vez, tirando duro de sus caderas y de su culo... mamá ponía las manos sobre sus nalgas para que se abrieran más y así mi polla la follara más y más profunda. No dejaba de gritar, parecía una puta a la que hacía tiempo que no follaba nadie.

Se resolvió ella misma. Se levantó, se tumbó de nuevo en los taburetes de frente, y se abrió de piernas como una rana. El espectáculo de su coño herido y mojado, era algo ante lo que mi polla no podía reprimirse. ¡Por dios! ¡Qué coño! Todo abierto y mojado, luciendo en lascivia su esponjosidad. Sus muslos, dos torres gemelas que se abrían mórbidas y lujuriosas para frenesí de mi polla y mis instintos. Me la tuve que follar... me la follé toda. No podía aguantar. Mi polla se hundió en su coño con tal facilidad que sus efluvios líquidos untaban mis huevos mientras la perforaba. ¡Toda! Toda mi polla en su coño, rallándola por dentro. Mamá me gemía pidiéndome más, pero no había más, tenía toda mi polla dentro de ella. Se sujetaba con una mano en la barra del mueble bar para no caerse y con la otra abría una de sus nalgas para sentir más profunda mi polla en su coño. ¡Era impresionante! Mis manos cubrían sus tetas y mis dedos jugueteaban con sus pezones, encendiendo en su cara sus vicios más lujuriosos. Mamá cerraba sus ojos y abría su boca entre gemidos gozándome.

Al final, el vicio de mamá se desató. Echó su cabeza hacia atrás, su melena morena se descolgó en los taburetes y tuve que sujetarla para que no se cayera. Reptaba de placer como una serpiente, estaba gozando toda la leche caliente que derramaba en su coño en ese momento. Sus jadeos, sus gritos apagados, y su cara de puta rompieron en mil pedazos. Saqué la polla de su coño y rocié sus hermosas nalgas, restregando mi polla en ellas.

Uhhhhhhhhhh, exclamó mamá satisfecha. ¡Como me gusta hijo! ¡Como me gusta!

Retiré mi polla y estuve observando a mamá, que seguía encima de los taburetes, con las piernas abiertas, como una coneja herida, y me di cuenta de lo buena... de lo buenísima que estaba. Volví a deleitarme con la rotundidad y morbosidad de sus muslos, y de su impresionante coño afeitado que babeaba mi leche a los lados. Y a mi mismo me dije ¿Realmente quería salvar a mamá del alcohol, o quería follarme a esa puta todos los días? Mi cabeza y mi mente hervían en mis pensamientos. Estaba desorbitado. Mamá se levantó de los taburetes y se acercó a la barra, moviendo sus nalgas y sus caderas con una lujuria que pudo conmigo. Se preparó una copa y me preparó otra a mi. Estaba de espaldas, ella no me veía, pero estaba empezando a masturbarme viendo sus esplendorosas nalgas en movimiento.

Se acercó ofreciéndome la copa que me había preparado. Brindamos, mi cuerpo se pegó al de ella y mi polla empalmada de nuevo, se apretó en su barriga.

Una última copa y nos vamos mamá... hoy voy a dormir contigo.

Mamá me dedicó una sonrisa lujuriosa y bebió de su vaso. Yo también bebí del mío, me sentía poseído por ella, por su cuerpo, por la lujuria que despedía al andar. Mientras bebíamos no abrazábamos. Los vasos agotaban su licor, pero nuestro fuego iba en aumento. Repasé sus nalgas, le comí las tetas como quien no quiere, y no dejábamos de rozarnos desnudos. Sentíamos nuestros calores corporales y no queríamos dejar de abrazarnos. Cuando los vasos se agotaron, empujándola en sus nalgas la llevé hasta su alcoba, en un mar de besos y achuchones que parecían no tener fin. Allí, con una luz muy difusa, la tumbé en la cama y me tumbé a su lado. Mis manos recorrieron suavemente todas las veleidades íntimas que habían colmado mis deseos. Sus dulces tetas, sus aún erguidos pezones, mis manos recorrieron el desierto dorado de tez de arena que partía de sus tetas y que conducía hasta su gruta afeitada, que permanecía semiabierta por los empujes de mi polla momentos antes. Así cosquilleé sus morbosas planicies, cálidas y receptivas a mis caricias. Cuando mis manos llegaron hasta su pubis, merodearon en círculos en torno a su coño, haciendo rebrotar la fertilidad iracunda de sus deseos. Y entonces le dije:

¡Mamá! ¡mamá!

Calla hijo, no me digas nada...me gusta tu rabo... lo quiero para mi todos los días.

A mi también me gusta tu coño... creo que mi polla y tu coño se han enamorado en cuanto se han conocido.

¿Si verdad? Sigue frotándome el coño hijo... me gusta.

Y así de dulce le frotaba el coño a mamá, mientras ella también lo hacía con mi pene. Una dulzura que me la ponía dura por momentos, hasta que mamá hizo ademán de levantarse para servirse una copa y entonces la atajé diciendo:

No mamá... olvídate del alcohol...

Mamá me miró con gesto extraño, como no entendiendo mis palabras.

Sí mamá, deja el alcohol a un lado y piensa más en otras cosas..

¿En otras cosas...? ¿En cuales...?

La tomé, abrí sus piernas y le metí toda mi polla hasta el fondo de su coño.

En éstas mamá... en éstas.

La empecé a follar duro y con ansia. Mamá se rebeló lujuriosa, y tomándome por las caderas y el culo compartió mis placeres al instante como una perra salida. Y así estuvimos toda la noche, follando poseídos del vicio y la lujuria.

FIN.