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Con permiso de mamá: la niña Lucía (2)

en Amor filial

CON PERMISO DE MAMÁ: La Niña Lucía (2)

No pensaba que una consulta de Sexología diera para tantas cosas...Este relato está repleto de sexo desmedido, contínuo e ininterrumpido, que se hace entendible a partir de lo sucedido en el anterior capítulo.

Y fue tras lo ocurrido en el relato anterior, que a los pocos días suena mi teléfono, abro el contacto y me oigo:

n       Doctor, Doctor, soy la Niña Lucía que estuvo en su consulta...

n       Sí, te recuerdo... dime.

 

n       Mire los pocos días que han pasado, y aún me pica el coño del tratamiento que usted me dio.  No sabía ni usted me dijo que esto tuviera efectos secundarios.

 

n       Bueno pequeña, debes saber que en todo tratamiento siempre pueden aparecer efectos secundarios con posterioridad. Es normal.

 

n       Sí, pero es que me pica mucho, llevo toda la semana metiéndome los dedos en el coño y masturbándome cada dos por tres, ¿usted cree que eso es normal...? me estoy convirtiendo en una viciosa de mi sexo.

Por primera vez abandoné mi formalidad como doctor y se me escapó una risa por teléfono, jajaja. Y la niña Lucía insistía...

n       ¿Usted no cree que debería aplicarme un sobretratamiento al propio tratamiento?

 

n       Vamos a ver Lucía tranquilízate, veo que te pones muy nerviosa cuando empiezas a hablar, tranquilízate.

n       En primer lugar te digo que el problema que me comentas que padeces es más propio de un Psicólogo que de un Sexólogo...

 

n       ¿Ah, pero usted de eso no sabe?

 

n       Vamos a ver Lucía, no es que no sepa, los médicos sabemos un poco de todo, pero... bueno dejémoslo, ya te lo explico cuando vengas a consulta... por cierto ¿lo de tu mamá como va?

 

n       Sí, eso le quería decir doctor... a mamá también le pica el coño, pero por razones distintas a las mías. Mañana, no, pasado mañana tiene el día libre, sin servicio, como los taxis.  Si usted quisiera pasarse a media mañana... a eso de las once, ¿le viene bien?

 

n       Me viene perfecto, me pasaré.

 

n       Doctor, recuerde lo que le dije... en plan turista y con una copa en la mano. Usted ni es doctor ni nada parecido, usted es torero allá en su tierra natal, mas allá de los mares... y recuerde venir bien equipado económicamente, es importante, deje asomar los billetes para que mamá los vea. Resuélvase higienizado, bien aseado y cagado...

 

 

Corto la comunicación y bueno, qué decir que ocurrió mientras escuchaba a esa Niña Lucía. Después de haberla follado en la consulta y oyendo por teléfono su voz de niña angelical acordándome de aquello, pues que se me envara la polla me la saco y bueno... me lo repita: Me había grabado su conversación, la reproduzco de nuevo y así escuchándola y recordando, empiezo a masturbarme y me hago una soberana paja de las que no recuerdo. Sólo me cabía imaginar cómo estaría su mamá de buena. ¿Era rubia, morena, alta, baja, delgadita, o metidita en carnes?. No le pregunté a Lucía pero me la imaginaba con una puta de lujo perversa, bien pertrechada en sus partes blandas e indumentada para el frenesí y las locuras más inimaginables.

Todo eso hacía ese encuentro más excitante. Además el hecho de que la Niña Lucía estuviera observando, me ponía cachondo. Era un juego y una veleidad mental la que sentía, y ese encuentro no podía salir mal, era imposible fallar. Me apresuré a comprar lo necesario para el encuentro: unos bermudas por debajo de las rodillas, muy coloreados y que marcaran paquete, una camisa también estampada con colores de verano, una zapatillas Nike, que no se diga, unos calcetines blancos a juego, un sombrero de playa, de estos alicaídos y despistados, y la correspondiente parafernalia olfativa para la ocasión.  ¿Ahhhh? Y la copa, que no se me olvide la copa.

Llego a casa y tiro todo lo comprado encima de la cama. Me desnudo pensando en todo aquello, me acaricio mis morenos, me los miro en el espejo y me digo... ¡joder que pronto se pone esto en marcha! Me pongo una tras otra todas las prendas que había comprado, me miro al espejo y ahí estaba: el turista 1.999.999... parecía que me había tocado la lotería, jajaja. A ver una sonrisa... perfecto, a ver como queda la paquetería, y me toco los huevos y la polla sobre los bermudas, bien –me digo- esto pesa. ¿Y el sombrerito?... ¡mira que simpático queda lo ponga como lo ponga! Cojo la copa me miro en el espejo y... joderrrrrrrrrrrrrrrrrr, ¡qué ridículo! Qué pinta de gilipollas que me hacía la copita de los cojones. Lo de llevar la copa en la mano no lo acabo de entender, no sé.  Me podré unas gafitas de sol para disimular ante el vecindario. ¡Vaya leche lo de la copa! ¡Vaya leche!

Al día siguiente, así de paripintado, aprovechando una de esas coyunturas vecinales que se producen a ciertas horas del día, salí de casa de puntillas pero a paso rápido y me metí en el garaje que está justo al lado. No me vio ninguna vecina, menos mal, porque luego te cachean en los rellanos de escalera y te ponen perdido. Arranqué el coche y lo estacioné cerca del apartamento. Bajé, y me consoló observar que otros turistas que por allí deambulaban aparecían disfrazados como yo poco más o menos, con sombrerito y todo. Tomé la copa y sin saber muy bien lo que hacer con ella en las manos, me dirigí al apartamento.

Al llegar me recibió una puerta metálica enrejada de barrotes, pulsé un botón timbre que había a un lado y esperé...

n       Sí, ¿quién es? –preguntaron por el telefonillo.

n       Soy, soy... un turista, el de las once...

Como respuesta recibo ese sonido tan horroroso que te indica que empujes la puerta que te están abriendo. Atravieso ese umbral y volteando en el aire la ridícula copa que llevaba en las manos, me dirijo hacia la casa por un sendero de losetas, mirando de reojo la piscina que se encontraba a la izquierda. Me pareció ver una cabecita que asomaba, pero no pude distinguir si era Lucía.

En la piscina Lucía

ávida de mil orgías,

y en el porche su Mamá

disfrazada de hidalguías,

esperando perrerías.

Cuando llegué a la casa me estaba esperando en el umbral con dos copas y una sonrisa en los labios, una mujer morena, guapísima, de ojos azules como el cielo, peinada de peluquería, con un vestido negro y largo que tenía dos aperturas en sus laterales, y unos zapatos negros de tacón de aguja. Era la mamá de Lucía, nunca la hubiera imaginado tan guapa y tan sexy. Me puse cachondo rápido, muy rápido.  Cuando me vio llegar me dijo:

n       ¿Y esa copa? Yo ya presento dos...

n       Bueno, no sé, me han dicho...

n       Déjala ahí en esa mesita.

Ya imaginaba yo que eso de la copa era una gilipollez, joder...  ya lo imaginaba. Dejo la copa en la mesita, tomo la que la mamá de Lucía me ofrece y empieza el juego: La mamá mete dos dedos en su copa y empieza a empaparlos con su elixir, mientras me pregunta:

n       ¿De dónde eres, cómo te llamas y a qué te dedicas, guapo?

n       Me llamo Alfred, Soy de más allá de los mares, de América, y ...

No me dejó terminar la frase, restregó sus dedos empapados en mis labios frotándolos a ambos lados y me estampó un beso descomunal. Unos labios tiernos y fogosos que sabían besar. La lujuria de su lengua reptó en mi boca hasta encontrarse con la mía, que la recibió en ardiente lucha. No sé cómo me deshice de la copa. Me encontré acariciando su cuerpo por encima del vestido, ¡Insuperable! Unas caderas esbeltas, unas nalgas mórbidas y macizas, y unos muslos duros y sugerentes. ¡la mujer perfecta! –pensé. Mis manos rápidamente se deslizaron por las aperturas de su vestido para tocar jamón, pero esa mujer me frenó y me separó.

n       Espera Alfred, no seas tan impaciente... sigue contándome ¿A qué te dedicas?

Mientras me preguntaba esto, metió cuatro dedos de su mano en la copa.

n       Soy... matador...

n       ¿matador? ¿matador de qué?

n       Matador de toros... “Bull fighter” se dice en mi país, lo que aquí llamáis “torero”

n       Uhhhmmm, muy interesante... o sea que eres del país de los dólares, sí, sí, déjame que vea lo que guardas en tu aduana personal...

Y así, sin pensárselo dos veces, introdujo su mano empapada en el interior de mis bermudas y empezó a frotarme la polla que ya tenía bien envarada, y los huevos, untándolos con ese elixir que aún no había probado. Sus tocamientos eran tan comedidos como depravados, propios de una puta experta que sabía exprimir y hacer sentir a los clientes el máximo placer. De buena gana me hubiera bajado los bermudas y le hubiera dicho: cállate puta perversa y chúpame la polla que me tienes salido como un choto... pero ella llevaba la batuta y su forma de calentarme me parecía deliciosa.

n       Para ser torero, noto que tienes una buena empuñadura... ¡Vaya lingote!

La mamá puta Lucía, huy no, vaya matete que me estoy armando, no dejaba de sobarme la polla de arriba abajo, argollándola con su mano, subiendo y bajando el prepucio, mientras su boca mórbida y bien arqueada en sus labios volvía a devorar los míos con pasión. Después su mano baja hasta los huevos, abarcando los dos con su mano y me los sopesa y aprieta provocando mi delirio de sus cosquillas. Luego con ambas manos, recorre el interior de los bermudas y me soba las nalgas, me las aprieta macizas pegándome a su cuerpo con lujuria. Y ahí es donde la mamá nota una dureza y me pregunta:

n       ¿Que es esto que noto tan duro y poco maleable?

n       Ahhhh, es la cartera señora puta, mire...

La saco del bolsillo trasero de los bermudas, la abro y queda ante su vista un fajito de billetes... la mamá puta me sonríe y me dice:

n       Bien, guárdala de momento, y mira... mi copa está casi vacía, la tuya está llena... mete tus dedos en ella y mira a ver qué sabes hacer con esto.

La mamá descuelga los tirantes de su vestido por sus brazos y el vestido cae hasta su cintura, poniendo ante mis ojos unas hermosas tetas, no muy grandes pero muy turgentes y  puntiagudas. Sus pezones parecían mirarme desafiantes... me abalanzo sobre ellas como un bebé en busca de teta, pero  la señoria puta me frena:

n       Espera impaciente... primero pásame el elixir de tus manos.

n       Sí, sí, claro...

Y yo, loco, más caliente que un pollo asado, meto las dos manos en la copa enjuagando mis dedos en ella, y me vuelve a decir la puta...

n       Alfred, no gastes todo el elixir que aún tienes que perfumarme la flor –me dice pasando su mano por el coño por encima del vestido.

n       ¡La Flor! ¡La flor! –me digo- seguro que no lleva bragas... ¡Qué puta! ¡Me está volviendo loco!

Dejo la copa en la mesita, y me tiro en plancha, como quien se tira a la piscina, y empiezo a sobarle las tetas de un lado a otro, empapándolas por todo. Sus pitones, digo sus pezones, cada vez más puntiagudos mirándome. La señora puta me coge por la cabeza y estampa mi cara en sus tetas, apretando.  Mi boca y mi lengua gozaban de esa puta, mamando, chupando, mordiendo, jalando todo lo que podían, mientras la grandísima señora puta, apoyando una de sus piernas en un taburete bajo, metió la mano por un lateral de su falda y empezó a florearse con las manos. Gemía, jadeaba convulsa... Yo estaba loco de verla en esa postura tan puta y lujuriosa masturbándose. NO me lo pensé dos veces. Tome la copa y bebí todo su líquido. La mamá ded Lucía gritó:

n       ¿Qué haces? ¿Porqué te bebes la copa?

Yo no podía contestar porque tenía la boca llena, le enseñe la lengua y bajé hasta sus humedades. NO llevaba bragas... no llevaba bragas,,, Uhhhhmmm, que gusto. Con la lengua empapada de su elixir empecé a darle lametones a la flor metiendo la lengua entre sus pétalos, lamiendo sus labios vaginales, sonrosados y abiertos, y empapando su clítoris hinchado, lengüeteándolo con fruición. Mis manos se apoyaron en sus muslos, esbeltos e irreverentes en su dureza, y mórbidos en la lujuria de su carne. Mis manos siguieron hacia arriba recorriendo sus muslos, hasta llegar a las estribaciones de sus nalgas, macizas, duras y ovaladas en su plenitud. Las cacheé y apreté contra mí para que mi lengua le follara mejor y más profundo el coño. Esa diva se aflojaba y se redimía viciosa al placer que le estaba dando.

n       ¡Vamos...! ¡vamos dentro! ¡No puedo más! –me dijo tirándome del pelo.

n       Desnúdate y muéstrame todo lo que tienes de torero.

Me ayudó a quitarme la ropa, estaba nerviosa, como loca, y cuando me quedé en pelotas, se sentó en ese sofá blanco como la nieve, y asombrada me dijo:

n       ¡Pero qué banderillazo tienes! ¡Increíble... ven aquí!

Tiró de mí y cuando vine a darme cuenta ya tenía mi polla dentro de su boca. Me la chupó entera de arriba abajo, suspirando su vicio nasalmente. Sus manos no dejaban de sobar y apretarme los huevos, como una loba hambrienta.  ¡Cómo chupaba la puta! ¡Con qué ganas! Y yo allí de pie, deshecho, extasiado, suspirando de placer con cada mamada. Miro a la ventana y veo tras los visillos a la Niña Lucía desnuda, tocándose las tetas con una mano, y la otra en el chocho, imagino... esto me excitó más todavía de lo que ya estaba. Le voy a dedicar este polvo a la Niña y cuando vega a la consulta me la voy a follar como un cerdo –pensé-.

Y ese torero de pacotilla,

buen sexólogo en la villa,

montó a la jaca en su silla

y a su coño le hizo agüillas

y a su culo maravillas.

Tumbo a la mamá en el sofá y caigo con ella y sobre ella porque me tenía sujeto por la polla. Y así tumbada, empiezo a follarla por la boca como un potro salvaje, metiendo, metiendo, mientras le saco la lengua a la Niña prometiéndole mil diabluras, que observa corriéndose de gusto. Me señala tres dedos desde la ventana, no, no me estaba diciendo que eran las tres de la tarde, Uffffffff, ¡Qué gloria! La Niña Lucía ya se ha corrido tres veces, ¡que gusto me da todo esto!

Me giro en el sofá y le practico a su Mamá Puta un 69, deshojando su flor pliegue a pliegue, pétalo a pétalo, parrillándole el coño con mi lengua hirviente y filetera, papeándola toda. Parrilla ardiente para mi boca y rabo de toro para la suya. Y cuando ya la tenía pasadita y muy hecha, me levanto del sofá la tomo por sus muslos deliciosos, y la rejoneo cabalgándola hasta la médula. La Puta gime, la puta grita... la puta goza. Encabritado como esta con esa yegua, miro a la ventana y la Niña Lucias me muestra cinco dedos, la mano entera.... ¡Increible! Y la corrida aún no ha terminado. Y mientras me la rejoneo duro y profundo, no dejo de quemarme con sus dos asaduras y mi lengua en sus piñones duritos y  pecadores. Y la puta pedía mas, engarza sus piernas en mi espalda y aprieta pidiéndome mas fuego para sus entrañas, más embestidas, más placer...

Después me la giro, me la pongo de espaldas, y mientras mis manos no se cansaban de magrear los macizos montes de sus nalgas, mi lengua exploradora se perdía en su gruta más secreta, cosquilleándole el culo, preparándolo para el estoque final. La yegua tora se me puso a cuatro patas, como una perra y movía el culo con cada lametón de mi lengua. Una postura tan sumisa como ecuestre, que me excitaba y me incitaba a romperle el culo a pollazos.

La tomo por sus mulos, moldeándolos, tratando de abarcarlos con mis manos, me encantaba su morbidez, y asciendo sinuoso hasta sus caderas que se conformaban con su culo en una parábola perfecta y lujuriosa. Le restriego mi gusano, irreverente y pervertido, en sus nalgas, golpeándolas con él repetidas veces. La perra se excita, la yegua se va abriendo más y más. Gime apagada, se sabe esclava y sumisa y solo desea que mi estoconazo la redima y la convierta en pasto de mis más bajos instintos. Solo espera el estoque final.

MI gusano sigue pecando y explorando en medio de sus nalgas, cobijado por el calor lujurioso de ellas, se gusta en frotarse en ellas. Le aprieto las nalgas, le restriego la polla una y otra vez, y la insinúo en la entrada de su culo. La puta se deshace de pasión esperando, y cada vez que mi polla roza su culo se excita más, gime más... espera más. Me incorporo, apunto, como un torero, y entro a matar. Golpe certero. Toda mi polla se hunde en culo en la primera embestida. La puta grita de dolor y de placer, y la Niña Lucía aplaude con sus manos mi puntería desde la ventana. A partir de ese momento todo fue jalarla y embestirla tirando fuerte de sus caderas. Me acababa de volver loco y la follaba con la bravura de un caballo a una yegua.

Los gritos de dolor de aquella perra acabaron convirtiéndose en suspiros de placer continuos e ininterrumpidos. Paso mi mano por su coño y rápidamente se empapa de los ríos de  lujuria y vicio que destilaba... hasta sus muslos estaban mojados... Metí mis dedos en la boca de esa Puta y me los chupó golosa uno tras otro.

La Niña Lucía disfrutaba como otra puta más de lo que estaba viendo. Le hice gestos con mis manos indicándole que me iba a correr dentro del culo de su Mamá.... tres... dos... uno... y, zasssss... toda mi leche caliente hizo eclosión en el culo de esa Puta, que gritaba enloquecida de placer; la Niña Lucía viendo en mi cara el vicio y el placer que sintiendo, volvió a aplaudir desde la ventana. Mi leche se desparramaba a chorros en el culo y esa Puta gritaba exhausta y satisfecha de mi corrida.

Orejas y rabo para ese torero,

de duras esencias y en su polla fiero

Denominación de origen en su varonía.

Semental ilustre ante hembra de fuste.

La batalla había terminado, la corrida de toros también, la señora Puta y Yo, caímos satisfechos y exhaustos en el sofá, que se había manchado con los efluvios de mi bravura y sus flojedades orgásmicas. La sepora Puta aún tuvo arrestos para chupar mi polla higienizándola de mis corridas, mientras mis manos se deleitaban recorriendo con dulzura sus bien arqueadas caderas hasta llegar a sus tetas y bendecirlas con suavidad respingando sus pezones. Una batalla glorisa en la que ambos habíamos ganado. Miro a la venta y la Niña Lucía ya no estaba.

n       Alfred... eres un grandísimo “Bull fighter”(matador de toros)... ¿nos volveremos a ver, no?

n       Sí... yo también he quedado muy satisfecho –iba a nombrarle a su hija Lucía, pero me abstuve.

n       La próxima vez no hace falta que traigas ninguna copa... ya las pongo yo.

n       La copa, la copa –pensaba- ¡Vaya gilipollez lo de la copa!

n       Por cierto, ¿Usted cómo se llama señora Puta?

n       ¿Qué cómo me llamo? Mírame a los ojos...

La miré: unos ojos azules que parecían brillar perennes e imperecederos en el tiempo.

n       Llámame “Cielo encendido”... “Bright sky” en tu país.

n       Y tú por cierto, ¿Qué apodo tienes como torero?

n       ¿Cómo torero-balbuceé-?

Me había pillado... ¿y ahora que le contesto? Le dije lo primero que se me vino a la mente.

n       “El semental de Kansas” –le mentí.

n       Jajaja... sí, te hace honor, te hace honor, jajaja.

Me vestí, nos despedimos con besos, me dio su número de teléfono para que la llamara cuando quisiera y me marché. Desandé el camino andado a mi llegada, por aquel sendero de losetas y miré a todos lados para ver si veía a la Niña Lucía, pero no, no la vi. Su mamá, Cielo encendido, me acompañó hasta la puerta enrejada de la entrada y allí nos despedimos con más besos.

Me dirigí hacia el coche titubeando, no recordaba muy bien dónde lo había estacionado. Sí, al final alcancé a verlo en la lejanía. Cuando estuve junto a él y me disponía a entrar, apareció la Niña Lucía.

n       Lucía ¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?

n       Entremos al coche y se lo explico.

n       Lucía, me asustas... ¿pasa algo?

n       Sí, si que pasa... entremos.

Nos metemos en el coche y Lucía sentada a mi lado, me dice:

n       Pasa que usted es un gran semental y gran follador, y conmigo no se ha empleado a fondo, como con mi mamá, cuando estuve en su consulta. Por eso me pica tanto el coño.

n       ¡Lucía...! ¡me sorprendes... ¡

n       No, doctor, usted no debe sorprenderse de nada, usted debe entender que soy joven y mis efluvios y deseos sexuales están a flor de piel, y usted no me folló como debía cuando estuve en su consulta, por eso le dije por teléfono lo del sobretratamiento al tratamiento. Usted es un madurazo y un semental de los que hay pocos, y usted no puede dejarme con este picor contínuo.

n       Lucía, por favor... me estás agobiando.

n       Déjese de remilgos y tonterías doctor, después de lo que he visto hoy, quiero que me permita una sentadita sobre su polla, porque ahora mismo lo necesito y mucho.

Y conforme lo estaba diciendo me baja los boxers y empieza a hacerme una mamadita para ponerme la polla a punto. Mi polla no tardó en responder a sus mamadas, porque si he de decir verdad, mientras follaba a su mamá, en algunas fases estuve pensado que la follaba a ella, a Lucía, tan dulce, tan joven, tan tierna... como si fuera mi hija adoptada. Así que cuando se levantó la falda y se me sentó encima, no le puse impedimento alguno. La tomé de sus caderitas finitas y esbeltas y empecé a columpiarla de arriba abajo, mientras su coñito se tragaba mi polla toda entera. Lucía, más putita y más fogosa que su mamá, debido a su edad, pronto manifestó su juventud y sus ferocidad multiorgásmica. Mi polla se empapó rápidamente de sus orgasmos resbalando hasta cosquillear en mis huevos. La Niña Lucía gemía y botaba encima de mí como poseída,  gozando en su lujuria cada subida y bajada de mi polla en su interior. Me desvencijé... me volví loco con ella.

n       Tóma putita, toma... te voy a dar lo que deseas.

n       Sí doctor, sí... insúlteme... fólleme bravo, como ha hecho con mi mamá.

Sus palabras me excitaban y mis impulsos y embestidas iban en aumento cada vez que la oía.

n       Tóma zorrita, toma... háblame que eso me excita... háblame.

n       Cabrón, hijo de puta... folla a esta perra... fóllala más, todo cuanto puedas, cabrón.

Esto me parecía una locura y una desidia. Este polvo no se parecía en nada al de su mamá. La veleidad filial que me provocaba su juventud y su descaro, me volvía loco. La profundicé toda, salvaje, hasta oírla gritar de placer... no pude aguantar mucho más... y abalanzándola sobre el volante del coche me corrí en sus nalgas pletórico de gozo y satisfacción. La nena jadeaba satisfecha y el claxon no dejaba de sonar.

n       Así doctor, así... ¡Qué gozo! Estoy sudando.

 

n       Cuánto placer me ha dado usted doctor. Este sobretratamiento creo que me vendrá de maravilla.

 

n       De todas formas en breve pasaré por su consulta para repetirlo en un lugar menos estrecho e incómodo que este. Ya lo llamaré por teléfono para que me dé cita.

 

n       Por cierto... ¿ha comprado usted los sofás para sus terapias?

Los sofás, los sofás... no había reparado en esto, ni me acordaba. Sí, efectivamente la Niña Lucía tenía razón, tenia que amueblar la consulta con estos sofás para las terapias. Busco la cartera para agradecer el interés de Lucía en todo esto y... Ohhhhhhhhhhhh!

n       Lucía, me he debido dejar la cartera en tu casa... pensaba obsequiarte...

n       No se preocupe doctor, mamá o yo ya se la devolvemos... aunque posiblemente la encuentre muy limpia en su interior... Mamá es muy higiénica con los interiores, ya lo ha comprobado usted hoy, jajaja...

n       Adiós doctor.. cuando pase por su consulta prepárese para alguna que otra sorpresa que le tengo reservada, jajaja...

Bajó del coche muy gozosa y se marchó, yo arranqué con mi mente toda acaparada por los acontecimientos vividos ese día, pensando en los que se sobrevenían para el futuro.

Y si el sexo llamó a mi consulta,

y me vestí de luces como un torero...

Lucía me ofreció su tierna celestía

y su mamá su hidalguía, puta y bravía.

Todo está presto y predispuesto para un tercer capítulo, no menos emocionante, no menos morboso y no exento de sorpresas...

FIN