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La cabalgata de reyes

en Hetero: Infidelidad

LA  CABALGATA  DE  REYES

 

La excusa de las fiestas de Navidad, y el irremisible favor que nunca le negaba a mi compañera de trabajo Loli, sirvió para que nos descubriéramos el uno al otro.

Se acercaban las fiestas de Navidad, tan bonita con sus villancicos, tan estruendosa en su Nochevieja y tan agradecida en los Reyes Magos. En el trabajo teníamos que hacer turnos de vacaciones para disfrutarlas. O bien podíamos tomar la semana de Navidad, o la semana de Nochevieja, alcanzando la festividad de los Reyes.

La confianza que nos habíamos forjado Loli, una compañera de trabajo, y Yo, era tal que cualquier cosa que nos pidiéramos en uno al otro estaba más que asumida y aceptada. Y así fue que faltando dos semanas para las fiestas, Loli me llamó aparte para pedirme un favor...

¨       Mira Juan –me dijo- este año voy a salir en la Cabalgata de Reyes, vestida de paje de los Reyes Magos...

<> Ah, muy bien, iré a verte desfilar...

¨       No, no es eso Juan, escúchame... resulta que tenemos que salir acompañados, en pareja, y mi marido es tan soso que se lo he dicho y no le apetece vestirse de nada, ni desfilar...

¨       Sí claro, lo comprendo Loli, hay gente que no le gustan todas esas cosas...

¨       Sí, es cierto Juan, por eso te quería pedir que fueras tú quien me acompañaras...

 

¨       ¿Quéeeeeeeeeeeeeeee?... Loli, sabes que nunca te he negado nada de lo que me has pedido, pero... ¡Me dejas anonadado! Yo de todo eso no sé...

¨       No te preocupes Juan, yo si sé... ya me encargo yo de todo, no te preocupes.

 

Me dio un beso en la cara y se marchó alegre y jubilosa. Al día siguiente me dijo que su marido se había alegrado de la noticia y de que además fuera yo su acompañante, sabía el afecto que nos teníamos en el trabajo. A partir de ese día comenzaron los preparativos. Había que ir al sastre a que nos tomara medidas para los trajes.

Nos presentamos una tarde, Loli llevaba unos pantalones vaqueros cortitos y exhibía unos muslazos que nunca le había visto en el trabajo... ¡Qué buena estaba! Y ahora que le había visto los muslos, su culito no se quedaba atrás, se contoneaba juguetón con cada paso que daba. A pesar de la confianza que nos teníamos no le dije nada pero Loli notó como la miraba, se sonreía... cuando nos acabaron de tomar medidas fuimos a una cafetería a tomar algo y allí se sentaba su culito, y allí se apretaba sus pantaloncitos hinchando aún más morbosamente sus muslos. Le dije:

¨       Pero Loli, estos trajes nos costarán un dinero...

¨       Sí, claro, es lo suyo... pero mi marido me ha dicho que si quieres tu traje lo paga él.

 

¨       NO, no, para nada, lo pago yo, lo que pasa es que pensaba que estos trajes los cedía la Asociación de Fiestas para esa Cabalgata...

¨       No, eso lo hacían antes, pero ahora la Asociación elige el modelo y el color y cada cual se compra su propio traje.

Acabamos esa copa y la dejé en su casa. Otro día fuimos a la Asociación que nos citó para emplazarnos en un calendario de actos con tal de practicar el modo de desfilar. Acudimos, Loli en esta ocasión llevaba unos pantaloncitos, también cortos, así como de franelita, por los que se podía introducir la mano y alcanzar la tibieza de sus intimidades. Esta preciosa. Su cara juvenil, con aspecto de niña, la realzaban unos pendientes de aro que jugueteaban con los movimientos de su cabeza; sus ojos vivos y expresivos atraían la atención de todo el mundo cuando hablaba. De pecho estaba poco más o menos bien, puesto en su sitio, y el busto se modelaba sobrio hasta encontrarse con esas nalgas que debían de ser prodigiosas a juzgar por los muslos que se le veían. Sus andares eran resueltamente sexys, y lo hacía con tal espontaneidad que parecía no darle importancia de los efluvios que provocaban.

Su figura iba y venía de un lado para otro buscando y hablando con los encargados del acto a los que conocía, hasta que nos pidieron silencio a todos: nos leyeron el calendario de actos de ensayo, nos pasaron un folleto con las fechas, y nos dieron una serie de recomendaciones generales.

¨       Los que tengan que desfilar con los camellos no empezaran los ensayos hasta que no tengan el traje terminado –dijeron los encargados.

¨       Que bien Juan, nosotros empezamos a ensayar más adelante, hay menos gente.

¨       ¿Ah pero...? ¿Nosotros vamos a desfilar en camello?

¨       Claro, ¿es que no te lo he dicho...?

¨       Buffffffffffff –soplé poniendo cara de fastidio-. Nunca he montado en un animal de esos...

¨       Yo tampoco Juan, pero no te preocupes, todo saldrá bien. Los encargados ya saben como hacer...

---.---O_O---.---

 

Pasada una semana, el sastre llamó a Loli diciéndole que nuestros trajes de fiesta ya estaban terminados, que pasáramos a probárnoslos. Los trajes eran muy bonitos, en un color morado oscuro, ribeteado en oro en sus flecos y en sus botones, que resaltaban luciendo a su portador. Así los había elegido la Asociación. Loli pasó primero al probador, tiró de las cortinillas que no se llegaron a desplegar del todo, y pude ver como se cambiaba de ropa.

Uffffffffffff, estaba inmensa, sus muslazos se seguían en su ascendencia en unas caderas anchas y portentosas que sostenían una braguitas diminutas y alzadas que se apretaban lujuriosamente sobre su coño. Debía llevarlo depilado, porque no se avistaban pelillos en su pubis. Me excité de verla. Por detrás, las braguitas desaparecían en medio de sus nalgas morbosas y ovaladas, provocando un síncope eléctrico en mi pene. Tuve que apartarme del probador y dejar de verla porque estaba empezando a sentir sudores. El sastre, un medio maricuelo, y Yo esperamos hasta que por fin salió Loli, toda esplendorosa y elegante.

El traje le quedaba perfecto, estaba preciosa. Su sonrisa y el efecto radiante de los ribetes dorados del traje podían iluminar la noche más oscura. El traje se decoraba con pulseras y collares a juego que Loli había comprado  por su cuenta, y unos botines jaspeados en oro con punta ascendente y en espiral.  La miré y la deseé... en ese momento hubiera querido hacerla mía. El sastre, maricueleando, le ajustó y asentó el turbante en su cabeza, después manipuló en los hombros y la cintura comprobando su holgura... con sus pantalones abombachados, hizo lo mismo. Después se autoproclamó diciendo:

¨       Te queda muy bien el traje, estás muy guapa Reina... el día del desfile os darán una sesión de masaje facial y os pintarán algún lunar ceniciento en la cara para daros más belleza y apariencia oriental. ¿Usted es su marido, verdad?

¨       Sí,... digamos que sí.

¨       ¿Qué te parece Juan? ¿Te gusto?

¨       Sí Loli, mucho... estás muy guapa.

Después me tocó a mi probarme el traje. Me metí en el probador, desplegué bien la cortinilla para proteger mi intimidad, me bajé los pantalones, me miré el gusano tocándolo y el pobre se excitó, redimido y padecido a las circunstancias. No era ocasión de salir del probador con la polla tiesa y envarada, ni tampoco machacármela allí dentro... me estaban esperando. Hice de tripas corazón, traté de pensar en las musarañas para que el gusano permaneciera flácido y aletargado. Me puse el traje, salí y todo fueron elogios a mi elegancia por parte de Loli y del sastre.

¨       Estás Guapísimo Juan... guapísimo.

¨       Sí señorita, a su marido le viene el traje que ni pintado...

¨       Palomito... Guapísimo pero que muy guapo...

El sastre empezó a mariconearme por delante y por detrás, tocando y ajustando. Ya no me cabía duda: el sastre debía ser homosexual de la clase “hembra”, jajaja.  Pliegue aquí, pliegue allá... sus manos iban y venían esmerándose en el pantalón...

¨       Este tipo ya me ha tocado el culo, al final acabará tocándome los huevos –pensaba.

¨       Perfecto, lujuriosamente perfecto... ¡Huy perdón! –dijo el sastre medio sofocado.

¨       Ahora os ponéis los dos juntitos que os voy a sacar una foto. Siempre guardo una foto de mis trabajos. Podéis cogeros si queréis, después de todo sois marido y mujer.

Loli no se lo pensó dos veces, me tomó por la cintura y yo hice lo mismo. Su cintura y  sus caderas en mis manos. No lo podía creer. Las nalgas de su culo a escasos centímetros de distancia. Loli me frotó el culo disimuladamente cuando nos cogimos, y yo me atreví a hacer lo mismo. Duro y morboso, con unas simples braguitas que llegaban hasta sus caderas y que yo no dejaba de notar cuando palpaba sobre el traje.  ¡Plaffff! ¡Plaffff! ¡Plaffff! El sastre muy contento y ufano nos sacó varias instantáneas, en primer plano, medio plano, plano tres cuartos y cuerpo entero, y acabó diciendo...

¨       Hala venga, a desnudarse...

Loli y yo lo miramos asombrados por sus palabras.

¨       Sí, a desnudarse y  a cambiarse de ropa... ya hemos terminado. Si queréis alguna foto me la pedís, no hay problema.

.

¨       Sí, queremos alguna foto ¿Verdad Juan?

¨       Sí si claro...

¨       Inclúyalas en el precio del traje –dijo Loli.

¨       De eso nada monadas –contestó el sastre excitado por la situación- esas fotos son regalo de la casa.  Bueno majetes, muchas gracias, me tenéis a vuestra disposición para cuando requiráis mis servicios.

Nos cambiamos de ropa, nos despedimos y lle a Loli a su casa. Durante el trayecto andaba pensando lo excitante y morbosa que había resultado aquella sesión de sastrería, había descubierto a Loli en su esplendor más íntimo, y me había divertido mucho con la mariconería jovial y simpática del sastrecillo valiente, jajaja. Cuando llegamos a casa de Loli, me dice:

¨       Juan, el traje te queda chulísimo... estás super guapo y super elegante. Solo le faltan algunos collares y pulseras que te voy a prestar para que desfiles lucido Juan. Si quieres una tarde quedamos en tu casa, te pones el traje y te añado las pulseras y los collares... espero que te gusten.

 

¨       Bien, Gracias Loli.

¨       Juan... ¿estas contento con todo esto? ¿Te gusta...?

¨       Sí, pero porque estás tú por en medio.

¨       Gracias Juan, sabía que podía contar contigo. Nunca me has negado nada de lo que te he pedido, pero este favor que me haces es muy especial. Esto me ilusiona y me pone contenta. Ante el soseras de mi marido estás tú, y eso lo tengo muy en cuenta... no sé como agradecértelo.

Loli se abalanzó sobre mí, me dio un beso fugaz en los labios y se marchó a casa contenta y agradecida.

---.---O_O---.---

 

 

¿Acaso pude dormir esa noche? NO, realmente no pude. Mis pensamientos eran todos para ella. Mis manos se debatían entre mis genitales. En aquellos días la estaba sintiendo como una amiga y no como una compañera de trabajo. Estaba descubriendo una diosa que acaloraba nuestra amistad y nuestra confianza hasta ámbitos insospechados antes. La estaba empezando a sentir como mujer... rindiéndome a su cuerpo y a sus sonrisas, dejándome manipular por su cálida confianza conmigo. Loli estaba acaparando mis esencias. Bien me hubiera gustado tenerla en la cama a mi lado, para acariciarla dulcemente y decirle el gozo que sentía de haberla conocido, y el regocijo que sentía cuando la hacía feliz con algo que me pidiera.

Bien me hubiera gustado tomarla entre mis brazos y fundir mis labios con los suyos hasta verla cerrar los ojos recatando en ellos su felicidad. Su marido un soseras, me había dicho. ¿Acaso estaría gozando esta noche con su marido o pensando en todo lo que nos había ocurrido hoy? Preguntas y más preguntas... pensamientos y más pensamientos... hasta alcanzar el alba. Me había corrido dos veces y no había pegado ojo en toda la noche. Y ahora me pedía venir a casa y que me probara el traje delante de ella. Todo eso se me antojaba una veleidad irresistible después de haber soñado despierto con ella durante toda la noche. Tenía que ser así, tenía que acceder a su deseo. Arbitraría una tarde y la agasajaría con todo mi cariño y amistad en ese encuentro. Tenía que ser así...

---.---O_O---.---

 

Y así vino a sucederse. Una tarde pasé a por ella con el coche. Subió cargada con su traje de fiesta y un camafeo repleto de sus joyas y adornos. Al llegar a casa la hice sentar en el sofá del salón. Preparé dos combinados de alcohol y mientras los bebíamos estuvimos charlando sobre lo divertida que iba a resultar esa cabalgata, y sobre los camellos, jajaja...

¨       ¿A los camellos supongo que los bañaran para el desfile? –dije.

¨       Sí, a manguerazo limpio, jajaja –contestó Loli. Pero si los van a cubrir con un manto de fiesta y todo, jajaja...

¨       ¡Habrá que verlos vestidos con su joroba apuntando! Jajaja. Por cierto ¿Son camellos o dromedarios? ¿Con una joroba o con dos?

¨       Pues no lo sé Juan, habrá que verlos cuando los traigan.

Y así discurría la tarde entre nosotros... con risas y chanzas de buena amistad y de mejor confianza. Loli lucía sus hermosos muslos picoteando como una abeja en mis puntos más débiles, con una espontaneidad que me volvía loco. Había llegado la hora de la verdad. Tocaba ponerse el traje y hacerle la pasarel. Me levanté del sofá, algo tocadito por el alcohol del combinado y la conversación, y me dirigí a mi habitación a cambiarme...

¨       Espera Juan te acompaño, ya te pongo yo el traje y te lo ajusto como si fuera el sastre...

 

¨       Por cierto vaya sastre, todo un maricuelo simpático, ¿verdad Juan? Nos tomó por marido y mujer, jajaja.

Sus palabras me dejaron perplejo pero no tuve tiempo de reaccionar. Lo dijo de manera tan espontánea, que lo único que hice fue sonreír cuando nombró al sastre, jajaja. Pasamos al dormitorio y me dijo:

¨       Venga Juan, quítate la ropa y deja que vea el traje... ¿No lo habrás arrugado?

 

¨       Está en el armario, no, no está arrugado, está tal cual lo recogimos.

Debería de estar nervioso por la situación pero la vivacidad y el aire distendido de Loli, me relajaba de alguna manera, así que me quité la ropa y me quedé solo con los bóxers delante de ella. Loli descolgó el traje del armario y me miró de arriba abajo por un momento. Después me puso la camisa y me la abrochó con mimo. Tenía su cara delante de la mía, veía como sus labios se movían lascivos cuando hablaba, respiraba su aliento y olía de cerca su perfume femenino. ¡Me estaba excitando...! ¡me estaba excitando! Luego tendría que ajustarme los pantalones... ¡Dios mío, cómo poder aguantar esto!

Me puse los pantalones y recé porque mi polla se rebajara... estaba envarado, la polla me dolía. Loli, como si nada, empezó a flequear los pantalones, en la cintura, en el trasero, por mis muslos, y  entonces... entonces fue cuando lo notó. Pasó una mano por mi bragueta, sobó mi bulto en toda su longitud, y mirándome a los ojos me dijo:

¨       Juan, ¡Qué dura y grande la tienes! No se te ocurra ponerte así el día del desfile, que lo mismo al camello no le gusta, jajaja.

Yo estaba tan excitado, que no estaba ya para bromas ni para nada. Tomé a Loli por los hombros y le dije:

¨       Loli, Loli... por favor, no puedo más... no me martirices... tú no sabes...

¨       Calla Juan –me cortó- no hables ni me digas nada... yo lo sé todo, ¿porqué te crees que estoy esta tarde aquí contigo?

Loli metió la mano en el interior de mis pantalones, cuya cintura era de goma elástica... metió la mano en el interior de mis bóxer que estaban a punto de estallar, y sintió todo el calor de mi polla que la estaba esperando. Me dio un beso de tornillo avasallándome hasta la lengua. Me fue bajando los pantalones y los bóxers poco a poco, mientras me besaba, hasta que mi polla se disparó golpeando en su barriga. ¡Ufffffffff! Excitante... tremendamente excitante y maravilloso. Después sin pronunciar palabra se arrodilló, me tomó por los huevos y empezó a chuparme la polla en su glande, suave, despacio, como con amor. Mis pensamientos se mareaban y se rompían de verla. Todas mis noches de insomnio se hacían realidad. No podía pedirle más... que hiciera lo que quisiera, lo hacía muy bien, me encantaba.

Sus chupetones se convirtieron en mamadas profundas y veloces. Mi polla entraba y salía de su boca, desapareciendo toda por momentos. Mi gozo era infinito e indescriptible. Me atreví a tomarla por la cabeza y empujar pidiéndole más de ese jarabe tan dulce que me daba. Salivaba, jadeaba y tomaba aire para volver a chupar hasta su extenuación y la mía.

Se incorporó, la noté alterada, muy corrida de vicio. Se disculpó diciendo que tenía que ir al servicio. Debía haberse corrido varias veces. Entretanto miré en su camafeo y empecé a probarme las pulseras y collares que allí había. Me miré en el espejo del dormitorio gesticulando mis atuendos y me encontré guapo y elegante. Ese desfile en la cabalgata estaba empezando a gustarme y mucho. El hecho de compartir ese acto cerca de Loli estaba socavando mis sentimientos raptándome para ella y para mi felicidad. 

En estos pensamientos apareció Loli en el dormitorio, ataviada con su traje de fiesta, sus collares sus pulseras, con todo... se había marcado unos lunares de pálido incienso en la frente y en la barbilla, que le daban un aspecto exótico y sugerente. Avanzó contoneándose como si sonara una música y acaparó el espejo. Se miró, bailó ante él y me preguntó:

¨       ¿Qué te parece Juan?  ¿Te gusto?

¨       Estas preciosa... eres adorable –le dije tomándola por detrás-

Pegué mi cuerpo al suyo, tomándola por la cintura. Seguí su contoneo mientras arrullaba su cuello con besitos dulces...

¨       ¡Uuuhhhmmm! El veneno de tu piel me está quemando princesa... deseo hacerte mía.

¨       ¿Y a qué esperas?

Loli me miraba a través del espejo sin dejar de contonearse. Giró su cabeza reclamando mis labios. Le di todo mi fuego y ambos nos consumimos en la pasión que sentíamos el uno por el otro. Se giró hacia mí, y mientras el fuego de nuestros labios parecía no tener fin, tiré de sus pantalones y sus braguitas hacia abajo, y Loli hizo lo mismo con los míos. El placer de nuestros deseos se dibujó en nuestras nalgas que moldeamos con nuestras manos como artesanos expertos, prendidos en nuestra lujuria. Después, el aura incandescente que despedían nuestras manos, ascendió sinuosa por nuestras espaldas levantando llamaradas de pasión con cada roce. nuestras camisas y nuestras casacas desaparecieron.

Estábamos pegados el uno al otro totalmente desnudos. El espejo de la habitación fue testigo del devenir de nuestras vidas en esos momentos. Alcé a esa princesita en volandas. Sus brazos colgados en mi cuello, sus piernas atenazadas en mi espalda como ventosas, y mi mente y mi pasión colgadas de ella.  La lle hasta la cama y la tumbé. Esa princesa, con su solo turbante y sus botines, abierta de piernas esperaba mi bautismo de fuego en ella. Rendí culto a su esplendor socavándola en su vagina hasta sus entrañas. Entró fácil, estaba humedecida, empujé suave deleitándome con sus gemidos, y cuando mis ansias varoniles la habían penetrado toda, la gocé y me sentí parte de ella, dichoso de su cuerpo y de mis pensamientos. En esos momentos, el placer que sentía era tal, que me pareció que el tiempo no corría, parecía haberse detenido.

¨       Más, más Juan.. mi vida... ¡ahhhhhhhhh!

La princesa no dejaba de suspirar y gemir. Mi pene resbalaba entre los flujos que brotaban sin cesar de sus entrañas, y mi boca salivaba en los pezones de sus tetas, hinchadas ellas y acerados ellos, avivando aún más mis fuegos interiores. Y cuando me sobrevino ella se dio cuenta. Me besó, me abrazó y me apretó contra ella, gritando su pasión, desesperada, sintiendo como me derramaba espasmódico y bravío en sus esencias...

El tiempo retomó su andadura y nos contempló, tumbados en el lecho, exhaustos de placer, deshechos pero felices. Su respiración y la mía aún se manifestaban convulsas y jadeantes, pero nuestras miradas lo decían todo. Cualquier gesto en esos momentos, sería bien recibido y bien hallado, pero esto no se produjo, estábamos dulcemente agotados. Recuperamos el tiempo presente, nos vestimos y nos marchamos. En el coche, nuestras muestras de cariño parecían interminables. La dejé en casa, ella con su bagaje cargado de pensamientos y yo con el mío también repleto.

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Llegaron los camellos y toda la chanza y acechanza sobre ellos iba a hacerse realidad. Nos presentamos en la Asociación, que había habilitado unas cuadras en un edificio contiguo que contaba con una gran explanada al aire libre donde pasearlos y bañarlos. En esa explanada, uno de los miembros de la Asociación se presentó montado en un camello y se nos dieron las normas preventivas y pertinentes sobre el uso de aquel animal en el desfile. El camello venía orlado con un manto que caía desde su lomo hasta casi el suelo. Esta plegado en su parte inferior. Se nos aleccionó a los montadores sobre el uso de unas varillas que tiraban del manto del camello hasta hacerlo subir hasta nuestra cintura en ciertos momentos del desfile. El manto se desplegaba precioso, en un color más pálido que nuestros trajes pero a juego, ribeteado, como en nuestros trajes, en oro reluciente y radiante.

Había que saber manipular aquellas varillas. Aparecieron más camellos y tuvimos que montar en ellos para ensayar. En realidad no eran camellos sino dromedarios con dos jorobas. Teníamos que montarlos en medio de ambas. El espacio que dejaban las jorobas era algo apretado para dos persona, pero no importaba porque los montadores éramos todos parejas matrimoniales. Subimos y estuvimos jugando con las varillas, comprobando la precisión y el efecto que producían al subir o al bajar. Era todo un aliciente añadido al acto del desfile.

Acabado el ensayo marchamos a casa versioneando sobre las posibles consecuencias caso de que las varillas no funcionaran correctamente el día del desfile, jajaja. Hablamos también sobre la pulcritud de los camellos, debían haberlos bañado y perfumado, jajaja. Y así, con ese tono tan jocoso y amistoso discurría nuestra conversación camino de casa. A Loli se la veía muy contenta, y yo no lo estaba menos. Mi relación con ella y los preparativos para el desfile me parecían un mundo de ensueño del que no me apetecía despertar nunca.

Y llegaron las fiestas. La Navidad la pasó cada cual con su familia. En la Nochevieja nos llamamos por teléfono para felicitarnos el Año Nuevo. Y en la semana que seguía, que habíamos tomado vacaciones en el trabajo, no dejamos de vernos para ensayar particularmente entre nosotros y con la Asociación todo lo que se prevenía  en el desfile, para limar detalles y advertir otros.

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Y por fin llegó el día del desfile, las principales avenidas de la ciudad por las que iba a pasar la cabalgata, se iban llenando de gente a medida que avanzaba la tarde. El trasiego del gentío iba en aumento en sus idas y venidas, ocupando los asientos... los balcones se vestían con banderolas y capas de barroca y luciente pedrería. Se notaba que era fiesta... el regocijo ilusionante de la Cabalgata de Reyes flotaba en el ambiente. Y allí, entre el público, como espectadores de lujo estaban el marido de Loli y su hermana con su marido y sus dos hijas... los padres de Loli y unos amigos. Todo el mundo se congregaba para presenciar ese evento.

Entre bambalinas, en una avenida grande junto a la playa, los participantes nos íbamos alineando, siguiendo las indicaciones de los encargados. Montamos en nuestro dromedario, Loli delante y yo detrás de ella. Ciertamente, el espacio entre las dos jorobas no era muy holgado; tenía el culo de Loli pegado a mi bragueta. Ella tenía que manejar las riendas del dromedario y yo me encargaba de manejar la varilla que hacía subir y bajar el manto. Probé la varilla y, aunque con cierta presión, parecía funcionar: el manto subía y bajaba a voluntad. Seguí probando hasta que vino a encasquillarse sin bajar ni subir. Se lo dije a un encargado que lo probó por sí mismo, y sí, el metraje de la cremallera que lo hacia subir y bajar debía tener algún problema, para subirlo, porque bajar bajaba fácilmente. Así las cosas, los encargados decidieron que nuestro dromedario desfilara en la parte central de la comparsa, como caudillo. Pasamos a esa posición, se le acopló al dromedario la bandera beduina que nos representaba, y al son de la música morisca que sonaba, los de a pie marcaban el paso ensayado.

Y comenzó el desfile. Partimos con parsimonia y beatitud, los dromedarios con el manto plegado, el nuestro también. A una orden sonora de chasquidos, tiramos de la varilla hacia arriba y los dromedarios se vistieron de gala desplegando su manto, irradiando luz y color y asombraba al público, que no dejaba de aplaudir. Todo parecía funcionar a la perfección. Una salva de aplausos nos recibió... Loli, más guapa y más princesa que nunca, sonreía y saludaba al público con la mano. Yo me apoyaba en sus caderas, sin soltar la varilla, saludando también.

Superado el palco de personalidades, tiramos de la varilla hacia abajo y los mantos de los dromedarios se plegaron como una persiana. Entonces obser que los pantalones de Loli, debido a los movimientos del dromedario, se cedían y resbalaban dejando ante mi vista la parte superior de sus nalgas y la rabadilla. Esto se repetía con cada movimiento del dromedario. Cada vez era mayor la porción del culo que iba quedando al descubierto. Tenia que apretarme a Loli para que desde el público no se advirtiera esto, pero esto hacia que me pusiera cachondo y muy excitado. Loli se dio cuenta y me cuchicheó:

¨       Juan, cuando subas el manto súbeme los pantalones y las bragas que me resbalan.

Y Juan, que soy yo, estaba más pendiente de lo que ocurría con su culo y sus bragas que con el público, que no dejaba de aplaudir. Los contoneos de su culo me excitaban, toda su rabadilla al descubierto, y mi bragueta pegada a su culo para ocultarlo al público. Estaba excitadísimo. Mi polla, morcillona, se restregaba lasciva con cada movimiento del dromedario. Sonaron los chasquidos, tiré de la varilla subiendo el manto del dromedario hasta nuestra cintura...

¨       Ahora Juan, ahora... súbeme los pantalones.

¨       Sí, pero incorpórate un poco hacia delante para que pueda tirar mejor de ellos, esto está muy estrecho.

Y así, ocultos hasta la cintura por el manto de dromedario, Loli se incorporó. Le bajé sus pantalones y sus bragas hasta medio muslo, no podía abarcar más, bajé los míos también, y la metí mi polla envarada en medio de sus nalgas hasta encontrar su coño. Tomándola de las caderas la restablecí en su posición, y mi polla se metió toda en su coño, aplastada por el peso...

¨       Juan, ¿Pero que haces...?

¨       Calla Loli, nadie puede vernos... saluda, saluda, nos están aplaudiendo.

Y así, saludando y sonriendo, gozábamos al mismo tiempo con cada paso del dromedario. Mi polla la profundizaba una y otra vez, doblemente excitada por la situación. Loli, entre sonrisa y sonrisa, emitía gemidos apagados de placer, y yo la correspondía en su oído. Y así follaba a la grandiosa princesa de los beduinos... ¿Quién dijo que no se podía follar sobre un dromedario? A veces la tomaba de las caderas y la incorporaba con disimulo para luego dejarla caer pesadamente sobre mi polla. Mis manos irrumpían viciosas en su mausoleo más sagrado, frotando su clítoris mientras mi polla entraba y salía de su coño, empapada con los flujos de la princesa.

¨       Eres un bestia Juan...  un salvaje... Si no fuera porque te quiero...

Loli, tenía un coño venerable, y merecía que mi polla desfilara dentro de él en día tan señalado. Sonaron de nuevo los chasquidos, pero no tiré de la varilla, estaba a punto de correrme y no me apetecía dejar eso a medias. Loli se dio cuenta de mi travesura, y mientras chorreaba un nuevo orgasmo, la rocié con mi mejor regalo de reyes para ella. Duro y calliente, arranqué nuevos gemidos disimulados en su garganta. La incorporé y con la punta de mi camisa de fiesta limpié su coño de mis efluvios y los suyos, y me limpié asimismo la polla. Subí sus pantalones y sus bragas y metí su camisa dentro de ellos, y así también hice lo mimo con la mía en mis pantalones. Todo trascurrió conforme a lo previsto, mi varilla volvió a funcionar y acabamos esa Cabalgata con honores y aplausos...

Al terminar el desfile, Loli, aunque con cara de haber gozado, pretendía recriminar mi actitud, pero no pudo hacerlo porque allí nos estaban esperando nuestros familiares. Besos, abrazos y felicitaciones para todos. El marido de Loli, me saludó muy efusivamente, contento y satisfecho de cómo había transcurrido la cabalgata, y me invitó a que el domingo próximo pasara el día con Él y con Loli en su casa.

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A Loli ya no la vi hasta el domingo. Anticipé mi llegada con una llamada telefónica y me presenté en su casa a eso del mediodía. Parecía que Loli y su marido se acababan de duchar no hacía mucho porque olían muy bien. Yo también me había duchado pero no me parecía oler tan bien como ellos. Me recibieron efusivamente, sobre todo el marido de Loli; ella con una falda por encima de la rodilla, de esas de andar por casa, insinuando sus muslos blancos con granitos colorados; su marido, con el pelo aún mojado, medio desordenado a grapas en su cabeza. De piel blanco como Loli y nariz aguileña y picuda, con un bigotazo que le caía por las comisuras de los labios, más grande que el mío, más modesto y sibilino, acoplado a las circunstancias de mi sonrisa.

Pasamos al salón... Loli me enseñó las habitaciones de la casa y después preparó un aperitivo que tomamos en la terraza-balcón. Una terraza que, orientada al lado opuesto donde el trasiego del tráfico y del ruido perpetran dolorosamente en los oídos, gozaba del sosiego que proporcionaba la visión de una montaña cercana y las aguas apacibles del mar Mediterráneo. Un silencio y un contraste de colores que relajaban la vista y el espíritu.

El marido de Loli se apresuró a rememorar de manera efusiva, los avatares y sucesos que habían configurado el desfile y su preparación, seguramente informado  por su esposa, aunque imagino que no en su totalidad. Loli, allí con nosotros, no decía nada, escuchaba, y solo se limitaba a sonreír aseverando con su cabeza y con su sonrisa lo que decía su marido. De la cuestión de la varilla del manto del dromedario nada comentó su marido... Loli se lo habría ocultado, logicamente. Después pasó a excusarse sobre su no participación en ese desfile con su esposa, y bueno... allí andaba comentado paripés de unos, de otros, de la Asociación, etc...  Yo únicamente le dije, que aunque tampoco me gustaban estas historias de tanto preparativo y demás, el desfile me había parecido ameno y nada incómodo, porque todo el peso de la fiesta lo había llevado su esposa. Cuando pronuncié estas palabras Loli me dedicó una mirada y una media sonrisa furtiva, muy lasciva y muy de segundas intenciones. En esos momentos pasaron por mi mente, en milésimas de segundos, todo lo sucedido con Loli que no tenía que ver con los preparativos. Lo sucedido en casa del sastre y en mi casa y lo del dromedario... todo. Todo muy rápido. Por su mirada y su sonrisa, quise pensar que a Loli todo esto no le había pasado desapercibido y lo tenía muy en cuenta.

Cuando se acabó esta conversación, y asimismo el aperitivo: quisquillas frescas, con olivas y patatitas, regadas con vermouth, pasamos al salón comedor y ya se podía olfatear los olores de las viandas que se curtían en la cocina. Nos sentamos a la mesa, mientras Loli iba  y venía  a la cocina, e iba sirviendo los platos. El marido de Loli puso la televisión en la que estaban dando las noticias. La comida fue mas distendida en la conversación, aludiendo a temas de interés que daban en la televisión en aquellos días. Cuando dieron los deportes, el marido de Loli, se frotaba las manos y se le veía ávido en asumir la información de fútbol que daban. Al cabo de 30 minutos aproximadamente, saciados y bien comidos, el café y la copa final nos relegó somnolientos a los sofás del salón, donde acabamos retozando, amodorrados, cada uno en un sofá hasta quedar pesadamente dormidos.

No sé cuanto tiempo estuve durmiendo la siesta en el sofá... ... ... solo sé que me despertó la voz chirriosa y molesta, que emitía un transistor, de los locutores deportivos, que alborotaban cada vez que algún equipo de fútbol metía un gol. Abrí los ojos: Loli se estaba desperezando en el sofá... yo hacía lo mismo... su marido en cambio, ya se había incorporado y, además del transistor que martilleaba nuestros oídos continuamente, tenía expuestos en la mesita del salón, varios boletos de quinielas de fútbol que no dejaba de observar y repasar cada vez que algún equipo marcaba un gol. Estaba como absorto en esto.

Loli me miró y me dedicó una sonrisa muy reveladora, le correspondí de manera disimulada asumiendo las circunstancias. Se atusó el pelo, metiendo sus dedos entre ellos por encima de las orejas para alisarlo, algo que me excitaba de las mujeres. En ese momento admiré su beatitud. Me parecía toda una tigresa dispuesta para el coito. Después se incorporó y no perdí detalle de los movimientos de su cintura y de sus piernas... en ese momento la deseaba más que nunca. Ella sabía que la estaba observando y su coquetería de saber que lo hacía me excitaba aún más... Se acercó a mi sofá poniendo toda la lascivia de su cuerpo delante y me dijo:

¨       Juan, ¿Quieres que te ponga algo de beber

¨       Pues mira sí –le dije- un vaso de agua fresca...

¨       ¿No prefieres mejor, uno de esos combinados que te gustan?

Su mirada pérfida, solo buscaba mi aquiescencia, y el deseo que se estaba desatando en mis pensamientos con ella, solo supo decir que SÍ...

¨       Sí... ponme un combinado Loli.

¨       Y tú .. ¿Quieres otro combinado? –le preguntó a su marido.

 

¨       NO, no, no quiero nada –dijo su marido enfrascado en la radio y en sus quinielas-... luego rectificó diciendo: Ponme lo mismo que a Juan...

Mientras Loli marchó a la cocina a preparar esos combinados, su marido me explicó brevemente en qué consistía todo ese trabalenguas de quinielas que tenía expuesto en la mesa del salón. Me decía:

¨       Resulta Juan, que a partir de una quiniela base, esta que tengo aquí, en ocho boletos desarrollo una combinación de doce dobles ficticios, con solo dos resultados fijos.

¨       ¿Cómo ficticios? No entiendo nada...

¨       Sí Juan... fíjate en la quiniela base, fíjate.

o        Si acertara los dos fijos y los otros doce dobles ficticios se compusieran también acertados, ocurriría lo siguiente...

o        Resulta que los dobles los tengo agrupados por tríos, cuatro tríos (4x3=12)... ¿Entiendes?

o        Sí creo que sí –dije inseguro.

o        Pues cada uno de los tríos es susceptible de un fallo, lo cual serían cuatro fallos, que supondría acertar como máximo 10 pronósticos, con lo cual no cobraría nada, porque los  aciertos se pagan a partir de 11. Pero es muy difícil que eso ocurra, que los cuatro fallen, siempre hay alguno que otro que se acopla los resultados, y bueno tienes hasta posibilidad de acertar el pleno, o en todo caso, cobras algo...

 

o        Sí, sí, muy astuta esa combinación.. ¿De donde la has sacado?

 

o        No, de ningún sitio, se me ocurrió un día y la desarrollé...

La verdad es que le seguí la corriente, no había entendido nada... todo lo que me contaba me parecía un puzzle complicado que sólo entendía él. Loli, regresó de la cocina con los combinados, lo había escuchado todo, y me miró con cara de desangelada... Sí, tal como me dijo Loli, su marido me pareció un soseras con ella, que solo se dedicaba a estas historias suyas, que bueno, le darían mas o menos dinero, no lo dudo, pero que dejaban a Loli a muchos años luz de lo que una mujer espera de su marido. Esto me entristeció.

Y mientras el marido de Loli intensificaba su interés en los resultados de fútbol que daban por la radio, Loli y Yo, nos bebíamos el combinado mirándonos, deseando no estar allí, sino solos en otro lugar, sintiendo cada sorbo del combinado, convirtiéndolos en moneda de curso legal que diera rienda suelta a nuestros instintos y sentimientos. En un momento dado, y cuando el combinado se había reducido en el vaso hasta desaparecer, y cuando nuestras miradas, la de Loli y la mía, se rebelaban contra el transcurso del tiempo, deseando que algo ocurriera... entonces fue cuando dije:

¨       En agradecimiento a vuestro gesto, quiero que sepáis que he encargado comida para cenar... ¿Me acompañáis a recogerla?

¨       No, no, yo no puedo –dijo el marido de Loli sin mirarme, enemistado con las circunstancias- tengo una de doce y una posible de trece... tengo que ver como queda esto... Loli, tu con él...

Esa última frase nos deparó a Loli y a mi una sonrisa de satisfacción, que parecía abrir nuestras puertas del cielo. Marchamos presurosos... cuando bajábamos en el ascensor, Loli se deshizo en besos, sorbiendo hasta mis pensamientos. Yo también estaba nervioso, tatué su cuerpo con mis manos, hasta gozarla de cerca abriendo mis poros más íntimos. Una vez en el coche, me dijo nerviosa...

¨       Vamonos a tu casa Juan... vámonos, por favor...

¨       Sí, cariño –le dije- allí vamos.

El coche parecía también excitado, impelido por un magnetismo inusual en mi, volaba raudo y veloz por las avenidas y sorteaba escollos y obstáculos hasta dar con mi domicilio... me pareció cuestión de pocos minutos.

En el ascensor de mi casa, Loli, volvió a deshacerse en besos colgada de mi cuello, y parecía querer quitarse la ropa allí mismo.. la atajé, diciéndole:

¨       Loli, mi vida... lo de la cena encargada es cierto, no es ninguna broma, ni ninguna excusa para desaparecer contigo...

¨       Bien, no importa Juan –dijo nerviosa- luego la recogemos...

NO hace falta decir cómo ni de que manera, al poco de llegar a casa nos encontrábamos los dos el uno junto al otro completamente desnudos, abrazándonos, gozándonos del amor y el deseo que sentíamos el uno por el otro. No hicieron falta más combinados, nuestros sentimientos superaban todas esas fruslerías...

Nuestras bocas se estremecían en su contacto... nuestras lenguas se entrelazaban y bailaban un ditirambo esquizofrénico que aullaba incandescente en la pasión. De nuestras manos destilaba un fuego que estallaba con el roce de cada centímetro de nuestro cuerpo. Y para más aureos sentidos de nuestro gozo,  en su mano mi pene y la mía en su vagina. Nunca los dragones se proclamaron en fuego como nuestras manos en aquellos momentos. 

Y fue en el mismo salón comedor de mi casa, donde nuestros cuerpos temblaron al mismo compás. A cuatro patas, cuando mis manos ya habían gozado del mórbido deleite de sus nalgas y mi lengua había surcado los senderos ocultos entre ellas, mi pene se adentró explorador en su vagina, trasmitiéndole el placer del amor y el deseo contenido. Empujé y embestí una y otra vez, enloquecido, haciendo brotar de sus entrañas riachuelos que se adherían sumisos a mi geneidad, y que en su boca gemían el culto ecuestre de mi osadía varonil.

Después fui yo quien me senté en el sofá, y esa compañera de trabajo, después Princesa de fiestas, y hoy diosa de mi mente y mis pasiones, se sentó sobre mi polla hundiéndola en sus entrañas, salvaje, revolviéndose, acusándome del amor y el delirio que había suscitado en ella. Retorciéndose como una serpiente herida, pidiéndome todo...

¨       Juan cariño.. cómo me hieres.. me estás uniendo a ti.

¨       Fóllame toda... dámelo todo de ti, que lo acepto complacida.

Sus palabras mareaban mis instintos y mis pensamientos... me sentí morir. La apreté, la balanceé y la follé mas y mejor que nunca. Y la diosa gemía y gritaba sintiéndose también morir. Agonizaba dulcemente con cada empuje. Volaba, alcanzando el espíritu de los dioses. Y así, yo también extasiado y sumiso a sus deseos, me derramé volando en su pasión apresando sus labios para caer junto a ella en el abismo vertiginoso que nos unía...

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Nos vestimos y fuimos en busca de esa cena que había encargado. La tarde perdía su aliento, palidecía acaparada por las sombras y penumbras que la inminente noche imponía severamente. Aún había tiempo, la playa estaba a nuestro lado, y ese atardecer era digno de contemplar. Fuimos hasta ella, no había nadie, nos tumbamos en la arena contemplando como el tiempo se confundía en sus colores. Grato resumen de lo vivido ese día. Nuestras mentes osaban en recordar nuestra felicidad compartida.

¨       Juan, lo de hoy me ha parecido tan bonito, que me parece irrepetible. ¿Tú serías capaz...?

¨       Calla Loli , se lo que me vas a decir...Tú marido es un soseras y...

¨       Sí Juan sí... mi marido para mi no existe desde hace mucho tiempo... ahora mismo sólo existes tú Juan...

¨       Lo sé Loli, lo sé.... yo también te he descubierto en estas fiestas...

¨       ¿Verdad que sí Juan?

¨       Lo que ocurre es que...

¨       No Juan, no me digas nada.. no ocurre nada... solo ocurre que yo te quiero y tu también me quieres Juan... no pretendas evadirte y  confundirme...

Me sentía atorado por sus respuestas... si muy atorado y agobiado...

¨       Juan, no pretendas negar lo que tu y yo sabemos que existe entre nosotros...

La verdad es que tenía razón, a Loli la quería mucho, con toda mi alma, no sabía porqué me comportaba así con ella, ¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?...  Al final, Loli, perdida en su amor por mí, estalló...

¨       JUAN, ESTE MES NO ME HA VENIDO LA MENSTRUACIÓN.. ESTOS DÍAS PASADOS HE VISITADO AL MÉDICO, ME HA HECHO UNA PRUEBA, Y CREO QUE ESTOY EMBARAZADA...

 

¨       ¿Loli?... ¿Qué me dices?

¨       SÍ JUAN, SÍ... EL HIJO QUE PUDIERA LLEVAR EN MIS ENTRAÑAS ES TUYO Y SOLO TUYO... HACE MESES QUE NO HAGO EL AMOR CON MI MARIDO...

Me quedé helado, estupefacto, no sabía qué decirle... la abracé, la comí a besos y asentí a todo lo que me decía entre llantos... era algo que tenía que asumir con el tiempo...

FIN.