miprimita.com

Medalla de oro

en Amor filial

MEDALLA DE ORO

Willy no podía sentir envidia de las mamás de todo aquel público que lo aclamaba, porque la suya lo era todo para él.

Willy era un personaje famoso, aclamado, ídolo de multitudes, un poderoso atleta que asaltaba los podiums en las competiciones en las que participaba, y todas las medallas que conseguía se las dedicaba a su mamá. Cuando conseguía la medalla de oro, el show business establecido lo obligaba a pronunciar unas palabras, y además de agradecer la ayuda a su entrenador y otros colaboradores, mordía el preciado metal entre sus dientes y se lo dedicaba a su mamá.

En ocasiones, su mamá viajaba con él, para verlo competir y cuando conseguía el liderato, Willy corría en busca de ella en los palcos del estadio, y ella lo obsequiaba, orgullosa, con un espléndido ramo de flores, que paseaba por todo el estadio junto a la bandera de su país. Todas las fans femeninas que aclamaban y jaleaban sus éxitos, cuando Willy hacía referencia a su mamá, estas fans envidiaban no ser su madre, porque de serlo, lo tratarían preciadamente más allá del vínculo familiar. Pero en realidad estas fans desconocían cual era el vínculo familiar que mantenía Willy con su mamá.

Cuando Willy regresaba a su país, exhausto de tanta gloria y aclamación, y conseguía atrapar su intimidad, se comportaba en ella de una manera que nadie conocía. Mamá lo recibía orgullosa del hijo que había parido en su vientre, del hijo al que había sabido darle cariño y crianza en su infancia, y que ahora, más mayor, agasajaba con el cariño y las necesidades que su pubertad demandaba. Willy le ofrecía a mamá la medalla conseguida, y mamá la mordía con los dientes, mientras Willy mordía su coño con las uñas de sus manos.

Mamá se veleidaba rápido, y orgullosa de su hijo se desnudaba y dejaba que su hijo la tocara y la follara en sus esencias. Y Willy se bajaba los pantalones y encaramaba a su madre sobre la mesa del comedor, y abriendo sus piernas le follaba el coño con el mismo ímpetu y empuje que ponía en sus pruebas de atletismo. Su mamá extasiaba y se regocijaba sintiendo la bravía de la polla de su hijo en sus entrañas. El macho surgido de su vientre le revertía en placer todo el cariño que ella había puesto en él. Y le decía...

Así, así hijo... fóllame así, y consigue otra medalla de oro conmigo.

Y el ilustre y afamado atleta se deshacía y se descarnaba con el cuerpo de mamá. La besaba con pasión y le comía las tetas como si fueran la fuente nutridora que necesitaba para obtener el éxito en sus pruebas, y convencido de esto, comía y chupaba sus pezones con placer y lascivia haciendo a mamá suspirar de gozo. Arremetía viril en sus embestidas y mamá, enloquecida por la pasión de su hijo en sus entrañas, le repetía:

Más hijo, dame más... es lo que necesitas para conseguir tus triunfos... fóllate a mama y bríndale tus medallas.

Si mamá, me vuelves loco.

Y no dejaba de follarla una y otra vez, derrochando su ímpetu sobre ella. Luego la ponía de espaldas y la empalaba por el precioso culo que le ofrecía, follándola hasta los huevos, mientras mama gemía de placer ante la excelsitud de su poderío. Sus huevos chocaban en sus preciosas nalgas que rezumaban orgasmos continuos. Willy acababa exhalando de manera espasmódica sus esencias en el culo de mama, diciéndole.

Mamá, tu si que eres mi medalla de oro preferida. No dejaré de follarte nunca.

Y mamá recibía complacida su leche caliente en el culo, y le chupaba la polla para redimir sus último efluvios. Luego desnudos, caían rendidos en un sofá y el vínculo maternal que los unía se hacía palpable a través de sus manos. Mamá acariciaba con cariño ese pedazo voraz que tan bien la había follado, y que parecía aletargarse en busca del sueño, y willy acariciaba el interior de los muslos de mamá empapándose de sus esencias, viciando sus dedos en su coño. Mamá, toda cachonda, se resentía ante estos tocamientos y su cuerpo se contorsionaba ante los impulsos de placer que recibía en su coño. Willy se arrodilló delante de ella y sin dejar de follarla con sus dedos, le comió y mordisqueó el clítoris, y así continuó hasta que mama se derramó una vez más. Fue entonces cuando Willy consideró que se había ganado una medalla de oro con mamá.

Cuando mamá viajaba con Willy y se alojaban en el mismo hotel, le era casi imposible retenerlo para satisfacer la intimidad de sus placeres. Era asediado continuamente por fotógrafos y periodistas, y los guardias que cuidaban de su seguridad hacían esfuerzos infinitos por contener a esas masas que lo deseaban importunando su intimidad privada. Sus fans femeninas se agolpaban en la puerta del hotel esperando de él, un autógrafo, una sonrisa, un beso... y mamá, que siempre lo acompañaba se sentía orgullosa del éxito de su hijo. La intimidad de la que podían disfrutar Willy y mamá era vana y de corta duración y en muchas ocasiones se limitaba a una mamada muy rápida, funesta e inoportuna, escuchando el griterío de sus fans más allá de la puerta de la habitación del hotel que guardaba su intimidad. Y sus guardias de seguridad les gritaban a sus fans.

Willy está descansando, mañana tiene que correr... dejen de molestarlo y permitan su debido descanso, por favor.

Efectivamente Willy estaba descansando pero su manera de descansar era follarse a mamá por la boca. Desnudarla, meterla en el yacuzzi y hacer una carrera con ella hasta correrse. Mamá, toda jugosa, envuelta en espuma de agradables perfumes, se relajaba en el yacuzzi, dejando flotar sus enormes tetas, dos globos lascivos que se balanceaban al compás del agua a la vista de Willy. El poderoso atleta desaparecía en medio de la espuma para comerle las tetas a mamá. Ella no se olvidaba del proyectil glorioso que se erigía entre sus piernas y se lo masajeaba repetidas veces mientras recibía en su boca la pasión desbordada de su hijo. Willy, como buen atleta y haciendo acopio de una entereza vigorosa acorde a su edad, se sumergió, buceó hasta encontrar debajo de toda aquella espuma el coño insigne y dilatado de mamá, comiéndoselo, achicando el agua del yacuzzi y perforándolo con su lengua. Luego sacaba a mamá de entre la espuma como una esbelta diosa y sentándola en uno de los extremos del yacuzzi, la follaba de manera viril y prodigiosa haciéndola gemir de placer en cada embestida.

La magnificencia de la virilidad de Willy se compaginaba con la lujuria con que mamá se mostraba en su cariño hacia él. Y cuando mamá veía a su atleta a punto de correrse, le tomaba la polla y la metía entre sus tetas para hacerle una cubana sutil y lujuriosa hasta que derramara su leche en ellas. Willy se deshacía corriéndose en medio de sus tetas y mamá esparcía en ellas su leche derramaba, y luego, puta y lasciva le ofrecía sus turgentes pechos y erizados pezones para que acabara mamando sus esencias maternales. Y Willy se rendía ante mamá y su lujuria. Y durante un tiempo asimilable al de un bebé recién nacido, se adormecía chupando sus pezones dulce y cariñosamente. Todo ello para desdén de sus innumerables fans que no conocían su intimidad privada.

---.---0---.---

La progresión de sus éxitos lo encumbró hasta el punto que tuvo que disputar una carrera de mil metros lisos, en la que figuraba el record mundial en esta modalidad, que ostentaba un tal Ferguson. Esta carrera le suponía mucho en su carrera profesional. Poder batir al campeón, o al menos quedar segundo a pocos de segundos de él, era su objetivo. Tenía que tomarse esta carrera muy en serio y contar con todos los apoyos posibles. Y mamá era la primera que le daba ánimos para que lo consiguiera. Willy se sentía un poco acuciado ante tal acontecimiento y en su intimidad le repetía a mamá:

Mamá, mamá... es todo un record mundial,,, ¿Te haces una idea?

Sí hijo, claro que sí... y además pienso que podrás conseguirlo.

¡Mamá! Eres tan buena conmigo y me infundes tanto valor que pienso que mis éxitos no se los debo a nadie sino solo a ti. Pero en esta ocasión tan trascendente, no acabo de asimilarlo.

No te preocupes hijo, ponte a las órdenes de tu entrenador, entrénate, y en última instancia ven a verme y te infundiré todo mi cariño para que consigas tus objetivos.

Mamá parecía muy consciente de lo que Willy se jugaba y sus palabras y su cariño parecían proyectarle una fuerza superior que desataba en cada carrera. El mismo día de la carrera, en los vestuarios y camerinos del estadio, en donde la mamá de Willy se hallaba instalada de manera especial. Willy fue a visitarla poco antes de ser llamado para que hiciera su aparición en el estadio, para que le infundiera su aliento y ánimo. La mamá de Willy se encontraba en batín acabando de arreglarse y ponerse guapa para presenciar desde las primeras gradas de la línea de meta tan trascendental carrera. Willy se acercó a ella y le dijo:

Mamá, ya está aquí... ha llegado el momento.

Mamá lo abrazó y le rindió un tórrido beso en sus labios, que Willy compartió con avidez. Después separándose de su cara, le dijo:

Vé tranquilo hijo, y que no te superen los nervios... mamá estará contigo en toda la carrera.

Anda vé hijo, y consíguele a mamá ese record mundial.

Cuando lo consigas, mamá te estará esperando orgullosa y complacida, y te obsequiará con esto...

Mamá abrió su batín y le exhibió a su hijo el lascivo liguero que ese día estrenaba para él. Willy quedó prendido de la lujuria que despedía aquella prenda en el cuerpo de mamá. Quiso tocarlo pero mamá no le dejó. Le dijo:

No hijo... gánatelo.

Consígueme ese record mundial y te daré lo que desees de mi.

Un nuevo beso tórrido fundió ese encuentro, y Willy partió hacia el estadio con la ilusión en su mente, muy esperanzado en sus posibilidades.

La carrera era de mil metros lisos, y su recorrido consistía en una recta de salida, una amplia curva, y una última recta de calle libre. El sorteo le había deparado a Willy la tercera calle, y a Ferguson, el plusmarquista mundial, la cuarta. Tenía que atajarlo en la curva, que para él era más cerrada y más corta. Además se encontraba más cerca de la calle libre para afrontar la recta final. La suerte no había sido esquiva con Willy.

Los siete atletas se colocaron en sus respectivas calles, y una vez que se dio el pistoletazo de salida empezó el frenesí. El publico rugía y los músculos de los corredores se ponían en máxima tensión imprimiendo la mayor velocidad de que eran capaces. En la recta de salida, Willy pronto aventajó al corredor de la calle dos, contigua a la suya, pero no así al de la calle uno, con quien se mantenía igualado. La carrera era ciertamente frenética. Willy se pegó a la calle dos para poder sobrepasar al corredor de la calle uno. Al llegar a la amplia curva ya lo había sobrepasado, mientras el plusmarquista Ferguson continuaba en primera posición. En esa curva y sabiendo que para él era más cerrada que para Ferguson, Willy aceleró su carrera al máximo para poder alcanzarlo.

Cuando Willy había llegado al diámetro central de la curva, tenía a Ferguson casi a su alcance, con lo que quedaba de curva, Willy se pegó a la calle cuatro para impedir que Ferguson tuviera vía libre para tomar la calle uno en la recta final. El forcejeo de ambos, ya casi igualados, era continuo, volaban frenéticos pegados codo con codo. Cuando estaban a punto de superar la curva, sus brazos chocaron violentamente, con tal suerte para Willy que se vio desplazado hasta la calle uno, debido al choque. Afrontó la recta final en primera posición, divisó a lo lejos la meta, escuchaba a sus espaldas las zancadas de sus perseguidores... no quería volver la cabeza, tenía sus ojos puestos en esa línea de meta que parecía que se acercaba a él, y trataba de volar para conseguir alcanzarla. Pensó en mamá, la imaginó en esa línea de meta esperándolo con el liguero mágico que había estrenado para él. Fueron unas décimas de segundo en las cuales Willy parecía extasiado en sus pensamientos, fuera del mundo y de la carrera. Su mamá aparecía ante su vista cada vez más cerca, y su ansia por alcanzarla parecía llevarlo en volandas hacia el éxito. A su derecha escuchó las zancadas y los jadeos de Ferguson que le estaba dando alcance. Mamá abrió sus brazos para recibirlo y Willy superándose a sí mismo y deseoso de abrazar a mamá y encerrarse en sus brazos, realizó un último esfuerzo y alcanzó la meta en primera posición.

Willy abrió sus brazos para abrazarse a mamá, pero mamá no estaba allí sino en su mente. Cayó de bruces en el suelo, jadeando sudoroso. Y en esos momentos, con lágrimas en los ojos, se dijo mentalmente:

Mamá... cuanto te quiero... cuanto te quiero.

Este triunfo lo has conseguido tú... cuanto te quiero mamá.

Los atletas acudieron en su auxilio pensando que se había hecho daño en su caída, pero Willy con unos ojos encendidos de vitalidad, se levantó se abrazó a los atletas que lo felicitaban por su triunfo, y rápidamente acudió a esos primeros palcos de la línea de meta buscando a mamá. El ramo de flores con que mamá lo obsequió y la bandera de su país recorrieron una vez más juntos el estadio, mientras el público aclamaba alborozado su magnífico triunfo.

Después, Willy, encumbrado en lo alto del podium, recibía la MEDALLA DE ORO. Y cuando tuvo que pronunciar unas palabras por megafonía, mordiendo ese preciado metal con sus dientes, se lo dedicó a su mamá. Willy no podía sentir envidia de las mamás de todo aquel público que lo aclamaba, porque la suya lo era todo para él.

FIN DEL RELATO.