miprimita.com

Desde la cabalgata de reyes... hasta california

en Hetero: Infidelidad

DESDE LA CABALGATA DE REYES... HASTA CALIFORNIA

Un capítulo lleno de matices y sentimientos, en el que recreo unas situaciones que en un momento dado pudieran ser tan ficticias como reales. Hay sexo, hay morbo, y sobre todo Amor, Aprecio y Cariño, tan necesarios en nuestra vida...

---.---O_O---.---

Acabadas las vacaciones de Navidad y ya de vuelta al trabajo, los días que siguieron fueron acaparados por la novedosa noticia de que el marido de Loli había conseguido con sus quinielas un pleno al 13, lo cual les reportaba un buen pellizco económico. Así me lo dijo Loli, cuya mirada parecía debatirse entre la alegría y la desesperanza.

Parecía estar esperando de mi una respuesta... yo no estaba seguro de mis pensamientos, la quería mucho, pero no alcanzaba a intuir hasta donde podrían llegar los acontecimientos. Loli, en el trabajo, buscaba con acechanza la oportunidad de poder hablar conmigo. Parecía buscar una excusa para poder quedar una tarde. Yo me sentía agobiado de alguna manera por todo esto; así que hube de tomar la iniciativa para tratar de sujetar  y ajustar algunos puntos de vista.

Loli era quien lo estaba pasando mal y eso tenía que tenerlo en cuenta. Si lo de su embarazo se confirmaba, entraba en juego un nuevo elemento con toda su trascendencia. ¿Que Loli me quería y yo la correspondía? eso estaba más que claro y nunca provocaría discusión. Pero ante esto estaba el Mundo. Un mundo complicado y retorcido que había que afrontar en todas sus situaciones. No se trataba de vernos a escondidas y gozar de esplendorosos polvos y melodiosas palabras. Había que chequear los estados de ánimo en su convencimiento, y las disposiciones fácticas en la manera de obrar.

Quedé con Loli una tarde, pero no la llevé a mi casa como ella pretendía... volvimos a la playa, y allí, con la soledad y el sosiego de nuestra parte y la inmensidad del mar y el cielo frente a nosotros, nos tomamos de la mano y esparcimos en ellos nuestros pensamientos.

n       Mira Juan, mira el sol... avanza fulgurante y luminoso en su trayectoria, pero antes de que llegue al firmamento, que parece inalcanzable, será puesto en declive por la oscuridad de la noche.

 

n       Así avanza mi vida actualmente... Ya te lo pregunté la vez anterior que estuvimos aquí... ¡Sí tú fueras capaz...! ¡Si te decidieras...!

Cuando hablaba apretaba mi mano mirando al mar, absorta en sus pensamientos, el contacto de su mano me trasmitía toda la trascendencia de sus palabras... Rompí mi silencio y le dije:

n       Si yo fuera capaz... ¿Hasta donde estarías dispuesta a llegar?

Como por un resorte premeditado y convenido, nuestras miradas se encontraron... sus ojos brillaban y parecían querer salirse de sus pupilas, en ellos se vislumbraba una esperanza y unos sueños por los que luchar...

n       Juan, no puedo seguir con mi marido... es mucho tiempo, son muchos años... cuando tuve el segundo aborto se derrumbó y se refugió en sus hobbies que lo tienen atenazado y egolatrado. Ese pleno al 13 de hace dos semanas ha servido para estimularlo en su actitud... una tea incendiaria que me va quemando poco a poco, achicando cada día que pasa mis esperanzas.

 

n       Juan, tú me has devuelto la alegría y la ilusión... y si lo de mi embarazo se confirmara, a ti te debo que algún día sea y me sienta madre de mis hijos... ¡Juaaaaaaan! ¡Juaaaaaaaan! Te mereces todo mi amor....

Las lágrimas afloraron en sus ojos, me abrazó y cobijada en mi hombro, lloró amargamente su desdicha. La tomé por la espalda y desde ella podía sentir sus convulsiones en el llanto y los latidos acelerados de su corazón. La separé, arreglé su pelo y limpié con mis manos las lágrimas que resbalaban en sus mejillas, diciéndole:

n       No te preocupes Loli, todo se arreglará si pones de tu parte... no te mereces vivir así. Siempre estaré a tu lado para ayudarte.

No me dejó seguir hablando, se abalanzó sobre mí y me amó con sus labios. Nos abrazamos... la pasión y el delirio se desataba en nosotros, en medio del sobrepeso de la situación. Esta parecía ser la única salida, el relajante válido que contrarrestara sus tensiones. Nos revolcamos en la arena dando rienda suelta a nuestras pasiones, no llegamos a hacer el amor, pero fue suficiente para retomar el pulso. Nos sacudimos la ropa, estábamos pringados de arena hasta la cabeza.

n       Juan, traje unos bocadillos y unos botes de cerveza para merendar...

n       Tú siempre estás en todo Princesa –le dije sonriendo-

Extendió una toalla sobre la arena y allí depositó todo lo que llevaba en su “zurrón”... los bocadillos, los botes de cerveza, los encurtidos, las patatitas fritas, todo... Loli parecía haber tomado nuestro encuentro como un picnic,  y se había preocupado de aderezarlo con todo lo conveniente. La encontraba adorable... hacía unos minutos perdida en llanto, y ahora, tan activa y resuelta como siempre. Esa mujer me perdía... cuando todo esto se resolviera, tenía que corresponderla en su justa medida en todo el amor y el cariño que me profesaba. Así lo sentía y así tenía que ser.

Comimos esos bocadillos y bebimos esas cervezas, compartiendo cada mordisco, cada sorbo, sin dejar de mirarnos. Una ligera brisa caída del cielo nos acariciaba reconfortante, y el rumor de las olas en nuestros oídos nos musitaba la paz, el sosiego y la calma de nuestros sentidos. El colofón de esa merienda fue un cálido beso que nos abrió el camino de nuestros deseos. Recogimos los bártulos y fuimos a mi casa, y allí abrimos las compuertas del fuego de nuestra pasión.

Cuando llegamos a casa, Loli se tumbó en el sofá del salón y me esperó. Me arrodillé ante ella, fui subiendo poco a poco su falda, y abriendo sus piernas... sus muslos, incomensurables, como dos torres gemelas, se erigían mórbidos y turgentes a ambos lados de mi cara... al fondo, el velo morado, fino y sedoso de sus braguitas, proclamaba el umbral de sus secretos más íntimos. Y cuando mi boca y mis labios escalaron con besitos la rotundidad de sus muslos y mi olfato moría aturdido por el jazmín perfumado de su cueva sagrada...

Tiré de sus braguitas hacia abajo descubriendo su concha depilada y semi abierta en sus labios...los lamí con la lengua de arriba abajo y un gemido unísono en ambos proclamó el comienzo de una jauría enloquecida de pasión. Metí mi lengua frenética en su vagina mientras mi dedo pulgar hurgaba en su clítoris. Podía oír los gemidos apagados de Loli en su pasión, que tenía sus dos manos puestas sobre mi cabeza para que no dejara de darle placer. Sus gemidos me excitaban y mi lujuria aumentaba morreando sus labios vaginales como en un beso de tornillo, ahogando mi lengua en sus entrañas que nadaba y buceaba en medio de sus orgasmos.

Fui subiendo y superando las estribaciones calientes de su cuerpo. Mis manos subieron por el interior de su suéter desabotonando su sujetador. Se lo quité y el suéter también dejándola completamente desnuda. Sus tetas, hermosas, se hinchaban en sus rosadas cumbres y sus pezones se erguían combatientes presentándome batalla. Mi boca voló hacia ellos y se debatió chupándolos y mordiéndolos hasta la extenuación. Montado en el sofá y enroscado como una serpiente en medio de las curvas de su cuerpo, abrí sus piernas, levantando en alto una de ellas y mi polla se hundió en su coño toda entera con una sola embestida, lubrificándolo y abriéndolo en toda su lujuria. Y así la estuve follando, durante un buen rato.

Después, cogiéndola de frente, la cabalgué duro... sus piernas y sus brazos se atenazaron a mi espalda, y sus labios suspiraban los míos mientras la follaba. Y así, fundidos los dos en uno, en el placer y en la lujuria de nuestros sentidos, mis efluvios calientes nadaron y se confundieron con los suyos, culminando en placer nuestros gozos y anhelos.

El relax y el sosiego volvió a nosotros. Loli, apoyando su cabeza en mi pecho y dibujando en él con su dedo índice el garabato de sus ilusiones me dijo:

n       Juan, cariño, voy a pedirle a mi marido la separación, estoy decidida. Y si tu lo quieres y te decides, también le pediría el divorcio...

n       Bien Loli –le contesté- trabaja en ello... lo quiero todo de ti, pero trabaja en ello... sabes que cuentas con mi ayuda...

---.---O_O---.---

Los días que siguieron transcurrieron siguiendo el curso de los acontecimientos. Habían pasado tres semanas. Tras haber cenado me encontraba estirado en el sofá viendo la televisión cuando sonó el timbre de casa. Me levanté, miré por la mirilla y ¡ohhhhhhhh! ¡Qué sorpresa! Abrí la puerta y Loli estaba allí, con gesto serio y arrastrando una maleta...

n       ¿Qué ocurre Loli?

n       ¿Puedo pasar? –preguntó-.

n       Sí, sí claro...

Avanzó hasta el salón comedor, dejó la maleta a un lado y me abrazó diciéndome:

n       No Juan, no voy a llorar... esto voy a afrontarlo seriamente, sin llantos y con mucha firmeza.

n       Ya, –le contesté- ... ya me imagino lo que ha ocurrido.

n       Sí Juan, no te equivocas... mi marido y yo hemos discutido... no admite la separación que le he pedido. Ha sido horrible... ¿me admites como vecina en tu casa, aunque sea de manera provisional?

n       Loli, por favor, que preguntas me haces... ¿Qué habitación prefieres, la del fondo del pasillo o la que hay contigua a la mía?

n       ¿Has cenado?

n       No, pero no tengo apetito. No te preocupes Juan.

Quedamos en el salón comedor... la noche transcurrió hablando sin cesar, llenando los ceniceros de colillas que se sucedían una tras otra, y bebiendo una y otra copa sin parar. Cuando nos retiramos a descansar acompañé a Loli a su habitación, no era el momento de abrir su maleta y colgar su ropa en los armarios... Loli me dijo:

n       Juan esta va a ser mi habitación, pero, eso de dormir sola... ¿Querrías a acompañarme? Especialmente esta noche no me gustaría dormir sola.

n       Claro Loli, no hace falta que deshagas la cama ven a mi habitación.

Fue al servicio, se aseó y me acompañó en el lecho. Nos dimos un beso de buenas noches y se puso de lado. Apreté mi cuerpo contra el suyo para hacerle notar mi calor y mi compañía, y así, arrullada, pronto cogió el sueño. La miré con ternura, acaricié sus brazos dándole besitos en sus hombros... una  niña, una veleidad, una princesa... no merecía padecer todo lo que estaba padeciendo. Y así, arrobado por estos pensamientos, yo también me dormí.

El día siguiente amaneció juguetón y pizpireto... los rayos de sol se filtraban por las rendijas de la ventana que daba a la calle proclamando su buenaventura, y nuestro despertar fue tan dulce y bonito como esos rayos de sol. Despertamos casi a la vez...

n       Buenos días Juan –me saludó- parece que hace un buen día hoy, jajaja.

 

A Loli se la veía jovial, distendida, alegre...

n       Sabes Juan, es la primera vez que despierto contigo a mi lado. Eso me encanta.

 

n       Sabes... esta noche he soñado contigo, y con nuestro retoño dando vueltas a nuestro alrededor, jajaja.

 

n       ¿Sííííííííííí? Jajaja –le contesté-.

n       Claro... el médico me lo ha confirmado... ESTOY EMBARAZADA.

No me dejaba hablar, me dijo:

n       Juan, cariño, vamos a desayunar y luego ¡Sorpréndeme! Mira a ver donde me llevas a comer y trata de seducirme como si fuera tu novia de pocos días, me gustaría ver como lo haces, jajaja.

 

n       Tengo mucha hambre Juan, anoche no cené... jajaja.

No, no le dije nada, no le contesté... me seducía su encanto y su espontaneidad hasta dejarme mudo... me dejé llevar. Nos bañamos juntos compartiendo la tibieza del agua con la calidez de nuestros deseos. Desayunamos, nos arreglamos y salimos con el coche a gozar de ese día soleado que parecía rendir culto a nuestra felicidad. Recorrimos las playas de nuestra ciudad que vertían sus olas, benevolentes, en sus orillas. Tarareábamos las canciones que sonaban en el cassette del coche y volábamos, acariciados por la brisa que entraba por las ventanas hacia el destino final consecuente con nuestros deseos.

Recalamos en un restaurante de un pueblo cercano a la ciudad, de ambiente pulcro y refinado, cuyos manjares culinarios eran conocidos. No era la primera vez que visitaba ese restaurante. La fuente de marisco que nos presentaron obnubilaba nuestra vista y se mecía en sus platos lujuriosa para nuestro olfato y nuestro paladar.

n       Juan... ¡vaya sorpresa más agradable!... este marisco tiene una pinta buenísima... me gusta.

Robándole su aliento y sus palabras, pedí un vino de marca para degustarlo... Loli, me miraba sonriente y satisfecha de mi agasajo. Con cada sorbo, con cada succión del marisco en su boca, raptaba y hacía suyos mis mejores deseos para ella. Los platos de arroz a banda que sucedieron al marisco, culminaron la lascivia culinaria de nuestros sentidos. Después, cuado los cafés y las copas corroboraron nuestra veleidad, a través de los cristales del restaurante, gozamos de la contemplación idílica de las olas que se empequeñecían al llegar a la orilla hasta desaparecer succionadas por la arena... brotaron en la mente de Loli y la mía, nuevos impulsos... nuevos deseos de confirmación de nuestras vivencias y pensamientos. Fue entonces cuando sonó el teléfono móvil de Loli...

n       Loli.. ¿Qué haces? ¿Dónde estás? ¿Porqué no vuelves a casa?

n       ¿Volver a casa para qué...? ¿para volver a tomar disgustos contigo?

 

n       Mira Loli, yo tengo derecho a hacer mi vida... con mis hobbies, o con lo que sea...

 

n       ¿Ah sí...? ¿Y Yo no tengo derecho a hacer la mía?

n       He llamado a casa de tus padres y no saben nada de ti.... ¿Dónde estás?

 

n       Mira Vicente, no te lo voy a decir si no estás dispuesto a cambiar tu actitud respecto a mi... asume la separación que te pedí ayer.

n       ¿La separación? Jajaja, Tu estás loca... no sabes de lo que estás hablando... ¡Tú nunca te separarás de mi! jajaja...

El gesto de Loli se tornó serio y compungido, cortó la comunicación y me miró:

n       ¿Qué ocurre Loli? –le pregunté-.

n       Mi marido, era mi marido, Juan...  no quiere asumir mi propuesta de separación.

En milésimas de segundos pasaron por mi mente multitud de pensamientos, y así le dije a Loli...

n       Pero ¿Tu marido sabe que has pasado la noche en mi casa?

n       Nooooooooo, le dije que me iba a casa de mis padres, pero les ha llamado por teléfono y es por eso que me busca y quiere saber donde estoy.

n       Bien Loli, mira lo que te digo: pienso que debes volver a casa con tu marido y arreglar el asunto, porque puede crearte problemas... si se enterara que has pasado la noche en mi casa podría denunciarte por abandono de hogar y adulterio, y tendrías problemas con tu petición de separación

Loli, se refugió en si misma durante unos instantes y después se resolvió diciéndome..

n       Tienes razón Juan, tienes razón... regresemos a tu casa que recojo mis cosas...

n       Bien pensado Loli... creo que es lo más correcto en este momento. Vuelve a casa con tu marido y trata de arreglarlo y hacerle entrar en razón.

n       No Juan, no puedo volver a casa con mi marido... me ha llamado loca y se ha reído de mi y de mi propuesta de separación... me voy a casa de mis padres, les diré que esta noche la he pasado en un hotel, y les contaré todo lo sucedido ayer con mi marido...

 

Loli parecía querer romper a llorar, pero la animé a que no lo hiciera y a que fuera fuerte en estos momentos. Fuimos a casa, recogió sus cosas y la llevé a casa de sus padres que vivían en un pueblo muy cercano a la capital.

---.---O_O---.---

Los días que siguieron fueron tensos y rígidos. Los padres de Loli se pusieron de parte de su hija, y ante su firme voluntad de separarse, convinieron una reunión en su casa con su marido. Loli me lo contaba todo en el trabajo. Esa reunión en casa de los padres de Loli, no fue menos tensa que la de los días anteriores. Al final el marido de Loli, acosado y convencido por sus padres, muy acuciado, cedió a sus pretensiones. Y fue entonces cuando Loli me pidió que le buscara un profesional, un abogado o abogada que tramitara su separación, digamos que de “mutuo acuerdo”.

n       Juan, cariño mío, ¿conoces algún abogado o abogada que pueda gestionar todo esto de manera rápida? Sabes que estoy embarazada y que el hijo que llevo en mis entrañas es tuyo... me gustaría que todo este asunto estuviera zanjado antes de que nuestro hijo vea la luz... te quiero a mi lado cuando esto ocurra.

Así lo hice, la abogada que le recomendé, a la que conocía por haber gestionado mi separación, se mostró hábil en su oficio, y en un corto espacio de tiempo desarrolló todos los trámites necesarios para consumar la separación. Loli y su marido firmaron de mutuo acuerdo el Convenio Regulador de separación de bienes y cuerpos, y sólo quedaba poner en venta el piso que poseían en régimen de bienes gananciales. Los padres de Loli, haciendo un esfuerzo económico, compraron la parte del piso que correspondía a su marido, y éste tuvo que desalojarlo quedando en su total disposición como propiedad de su hija.

n       Juan, por fin soy libre... mi marido se ha marchado del piso y todo ha quedado firmado y acordado en los papeles. No, no te voy a pedir que vengas a vivir conmigo a mi casa, prefiero compartirte aquí, en tu casa, en tu ambiente...

n       Perfecto Loli, esto es lo que esperaba de ti... convivamos una temporada y si todo trascurre como imagino, pídele el divorcio a tu marido porque estoy dispuesto a casarme contigo...

n       ¡Juannnnnnnnn! ¡Cariñoooooooooo! No dejas de sorprenderme.... me llenas de alegría. La abogada me ha dicho que para pedir el divorcio han de transcurrir al menos entre seis meses y un año en situación de separación.

 

n       Durante ese periodo nacerá nuestro hijo que nos colmará de bendiciones y alegrías... Juan, no pienso defraudarte, te lo aseguro.

 

n       Eso mismo pienso yo, cariño...

 

n       Claro que sí, Juan... Ven aquí conmigo, abrázame, hoy voy a ser yo quién abra las compuertas de nuestros más dulces y cálidos deseos...

 

n       ¿Quéeeeeeeee? ¿Cómo dicessssss?

No me dejó seguir hablando, me tumbó en la cama, y rápidamente me despojó de mis pantalones y de mis boxers. Ella también se desnudó y con su desnudez, se vistió de puta gloriosa para mí. Tomó los huevos con una mano, y con la otra la polla y empezó a chupar mi fornido mástil, como dulce miel de abeja fecundada. Sus ojos puestos en los míos, me desvariaban. Su boca me rompía de placer revolcándose en mi polla... a veces dejaba de chupar para decirme...

n       Soy tu puta Juan... a partir de hoy seré tu puta... ya soy libre... libre para ti, cariño...

No le respondí, ni podía hacerlo... su mamada me desbordaba, su mirada me hechizaba y sus palabras provocaban mi cariño y mi lujuria al mismo tiempo. Pasó entre sus pechos mi polla salivada y la hizo suya. Trepó sobre mi cuerpo como una serpiente y me puso sus tetas en la boca. Las chupé ansioso, sorbiendo sus pezones, libando su miel, transmitiendo en ellos mi lujuria. Después bajó hasta encontrar mi boca y me folló los labios insurgente. Su lengua pecaba con la mía envuelta en frenesí. Acopló con sus manos mi polla a su coño, y dejó caer todo el peso de su cuerpo hundiéndola en sus entrañas.

Castigado y perdido en sus efluvios, follamos hasta la extenuación. Sus gemidos y los míos se confundían y nuestras locuras de pasión se entremezclaban con pequeñas frases de cariño... Mi Loli, mi Princesa, mi Veleidad, sabia cómo hacer... en esos momentos la consideraba única... más princesa, más puta y más bella que todo lo conocido.

Ella empujaba y yo más... mis manos en sus caderas acompasaban su cabalgar de amazona, y sus ansias, superiores a las mías, me pedían más y más para ella...

n       Más cariño... quiero más... dame más... quiero sentir toda tu leche caliente dentro de mi.. ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh...

Y yo, pecador de ella y por culpa de ella, accedía entre jadeos a sus pretensiones. Me vino, me sobrevino, no lo pude evitar ni así lo quise... los efluvios calientes de mi corrida se mezclaban lujuriosos y cariñosos con sus orgasmos continuos e ininterrumpidos. Estallamos los dos a la vez, forcejeando abrazados a nuestras pasiones, hasta acabar rendidos, agotados, sudando nuestro frenesí... ese día y en esos momentos, inventamos el mundo que regiría nuestro futuro.

---.---O_O---.---

El tiempo avanzó inexorable y llegado el momento, y ya Loli con su barriguita hinchada, me sugirió ir a comprarnos ropa. Visitamos varias tiendas de ropa de “marca” de caballero, las que yo no acostumbraba a visitar, y me quiso enmaquetar de manera convincente, con unos pantalones de tergal, con camisas sobrias y elegantes, y con alguna chaqueta de bien vestir. Me extrañó su actitud, yo solía vestir de manera informal y deportiva.  Al final todo se hizo conforme a su disposición, pero exacerbado por la curiosidad le pregunté:

n       Loli, cariño... ¿A qué santo viene toda esta ropa? ¿Tenemos algún acto formal al que asistir? ¿Se casa alguien...?

n       No... bueno sí, lo tenemos. Mira como estoy de avanzada en mi embarazo, creo que ha llegado el momento de que te presente ante mis padres como mi pareja oficial. Tienes que ir lucido y bien arreglado.

Lo primero fue una sonrisa, y después una mirada inquisitiva para que se siguiera explicando...

n       Juan, mis padres te conocen de oídas, saben que eres mi mejor compañero de trabajo, pero no saben que estamos conviviendo juntos.

n       ¿Y cómo harás?

n       Primero me presentaré ante ellos yo sola, y les confesaré cual es mi situación actual. Ellos, quiero pensar que se mostrarán complacidos, porque son los primeros que desean que mi situación sentimental se restablezca. Les diré que el hijo que llevo en mis entrañas es tuyo y que estás dispuesto a casarte conmigo, aunque esto también lo tendrás que decir tú el día de nuestra visita... ¿entiendes? ¿Qué te parece?

n       ¿Qué qué me parece?, jajaja... perfecto, como todo lo que haces...

Loli, se contagió de mis risas, alegre y complacida, y me abrazó. La compenetración reinaba en nosotros en todos los aspectos. Y así fue como sucedió. Cuando me presenté en casa de sus padres, todo fueron halagos y agasajos... presagiamos amistosamente el próspero futuro que nos sobrevenía, y así levantamos las copas para brindar una y otra vez ante tales perspectivas.

---.---

El tiempo avanzó irreversible, y cuando la barriga de Loli parecía que iba a estallar, procedió a trámite que la ingresara en el hospital para que los profesionales de la salud se ocuparan de ella. Por la mañana, muy temprano, la llevé con el coche, y después llamé a sus padres comunicándoles tal acontecimiento. Los recogí y nos presentamos en el hospital. Los médicos diagnosticaron un parto inminente, y quedamos a la espera de ver lo que ocurría. Pasado el mediodía la bajaron a la Sala de Partos, y allí, se procedió a su parto, o a provocarlo si fuera necesario...

Y así sucedió. Y mientras Loli se desgarraba en gritos de dolor, de una parte su madre, tomando una de sus manos así lo compartía y la acompañaba, y de otro, mi dulce pasión por ella también se hacía partícipe al otro lado. Al final ese vástago vio la luz, y las albricias de su madre y de mí se hicieron patentes en nuestras caras. Fue un niño precioso, diminuto, como un conejito...

Las muestras de afecto de las visitas de los amigos de Loli y de sus padres y asimismo de los míos eran contínuas... los médicos examinaron al recién nacido y diagnosticaron que se encontraba en perfectas condiciones para afrontar la vida que le esperaba. La madre de Loli, ¡Cómo todas las madres! Vino a preguntar:

n       ¿Qué nombre vais a poner a vuestro hijo? ¿ Como el abuelo: Tomás, o lo vais a llamar Juan...?

Loli y yo nos miramos y asentimos, Loli contestó:

n       California, mama... se va a llamar California.

n       ¿California? ¡Qué nombre más raro! Ese nombre no está en el santoral...

Y así sucedió. Ese vástago tuvo por nombre California y anduvo y creció para mayor alegría y bendición de nuestros deseos. Al poco de nacer, y transcurridos más de seis meses desde la separación de Loli, le reiteré mi deseo de casarme con ella. Y así fue que le pidió el divorcio a su ex marido, quien felizmente había podido rehacer su vida en pareja y no puso obstáculo alguno a su petición. Cuando consumamos nuestro matrimonio, en el acto de celebración del mismo se almibaraban alegrías y presagios futuros benevolentes, que California, que empezaba a andar, corroboraba con su gracejo infantil y su inocencia

Y así fue que transcurrieron los años, con dulce armonía matrimonial, y California crecía, se hacía mayor y aprendía. Llegado su momento, California ingresó en la Universidad para adquirir la cultura que deseábamos en él. No nos defraudó: tenía el aire distendido y jovial de su madre, y la templaza y asimilación consciente de las cosas que se sucedían en su vida, como su padre. Era bien parecido y las féminas lo tenían en su entrecejo. No tardó en hacerse una novieta, compañera de Universidad, y además por internet veleidaba con otra que vivía en un pueblo cercano. California se lo contaba todo a su madre, que me ponía corriente de todos sus acontecimientos, hasta que un día Loli me vino a decir:

n       Juan, Cali está chateando por internet con una niña, Alicia, a la que quiere conocer en persona. Le ha pedido que venga a casa pero no tiene decidido cuándo hacerlo... ¿Qué te parece?

n       Bien –le respondí- que venga cuando tenga que venir y así la conoceremos... ningún problema.

En este entretanto, me surgió la posibilidad de hacer un cursillo en los servicios centrales de la empresa para Cargos Directivos, para los que estaba propuesto.  Presenté mi solicitud y me la admitieron concediéndome ese cursillo. Llegada la fecha tomé el tren y marché a los servicios centrales quedando a merced de los acontecimientos.

---.---O_O---.---

El cursillo vino a durar aproximadamente una semana y desde el primer día hasta el último, Loli y Yo siempre estuvimos en contacto... nos llamábamos por teléfono y nos contábamos los hechos y sucesos de nuestras vidas.

n       Entonces, si no pasa nada Juan, el viernes a mediodía acabas el cursillo y a eso de la tarde noche ya estarás aquí...

n       Sí, poco más o menos así será cariño.

n       Juan, para cuando llegues, Cali y Yo te tenemos reservada una sorpresa... esperamos que llegues a tiempo...

n       ¿Que llegue a tiempo para qué? No entiendo, explícate...

n       No puedo cielo, sino ya no sería una sorpresa, jajaja... ya la descubrirás cuando llegues.

Así, al primer golpe, no imaginaba qué pudiera ser... algún regalo, alguna buena noticia... no sé, cosas de Loli, siempre procuraba sorprenderme gratamente. El cursillo prosiguió y vino a darse por terminado un día antes de lo previsto. Pensé llamar a Loli y preavisarla de mi vuelta, pero me contuve... yo también le iba a dar esa grata sorpresa. Hice la maleta rápido y marché disparado a la estación de ferrocarril. Pude conseguir un billete para un tren que salía a las tres de la tarde rumbo a mi ciudad. El viaje duraba cinco horas... a las ocho de la tarde estaría en mi ciudad y a las 8:30, poco más o menos, en casa... ¡Menuda sorpresa!

Comí en el propio bar de la estación y esperé a que se hiciera la hora de partir. Una vez en el tren, la pesadez de la comida y el traqueteo de los vagones me sumieron en una agradable y profunda siesta, al igual que al resto de acompañantes del compartimento. Así transcurría la tarde, y así también las horas y los kilómetros. A eso de las seis y media, siete menos cuarto de la tarde desperté... el número de acompañantes del compartimento había menguado, solo quedaban dos, que vinieron a apearse al poco de despertar. Me quedé solo en el compartimento, dando rienda suelta a mi imaginación, pensando en la sorpresa que esperaba a Loli y a Cali cuando me vieran aparecer por casa.

Y así, absorto en el paisaje que discurría veloz por la ventanilla, y en mis pensamientos, cuando las manecillas del reloj alcanzaban las siete y cuarto de la tarde, vino a ocupar el compatimento una niña rubia, vestida con minifalda vaquera y coletas, con una maletita de fin de semana. Se acomodó frente a mí y sacó un libro para entretener el tiempo. Yo tomé el periódico que había comprado y hojeé las últimas noticias. Por encima del periódico mis ojos trataban de perderse más allá de su faldita. Los suyos vigilaban los míos por encima del libro que leía.

Llevaba una semana sin compartir a mi Loli, y la situación de verme a solas con esa niña rubia tan cerca, me excitaba. Al cabo, nerviosa de mis miradas, esa niña se levantó y se acercó a la ventanilla para mirar el paisaje, dándome la espalda. Entonces pude disfrutar de la visión de sus piernas que ascendían sinuosas, mórbidas y apretadas en sus muslos, acariciados por la ternura de su juventud. Y allá donde su faldita no dejaba ver, se iniciaba provocativo y respingón, su culito ovalado y no menos lujurioso. Me llevé las manos a mi bragueta y la noté dura y maciza en su interior.

n       Caballos andan sueltos por el campo –exclamó-

Me asomé a la ventanilla para verlos y mi bragueta rozó su culo. Un suspiro apagado de placer escapó de sus labios... esto fue lo que rompió el hielo. Mis manos ascendieron sinuosas y veloces por sus caderas hasta alcanzar sus tetas. Los suspiros de la nena continuaron, mientras mis manos bregaban palpándola, buscando detectar los pezones sobre su suéter, y rasgarlos con mis uñas y con mis delirios. La niña jadeaba apoyada en la ventanilla, soportando el escozor de mi bragueta que se apretaba más y más a su culo. Hubo que clausurar el compartimento y así pasé el cerrojo de protección. Cuando volví a la ventanilla, la niña se había levantado el suéter. No llevaba sujetador. Sus tetas, no muy grandes se suspendían morbosas en su inercia, y sus pezones se restregaban con el cristal de la ventanilla con cada traqueteo del tren.

Mis manos acudieron rápidamente a vencer la inercia de sus tetas y así las amasaron en todas direcciones, mientras mis dedos hacían juegos malabares en ellas respingando y jugueteando con sus pezones. La niña, apoyada en la ventanilla, seguía suspirando y gimiendo mi veleidad. Mi bragueta se apretaba a su culo... al cabo, mis pantalones y mis boxers acabaron en los tobillos. Levanté su falda y mi polla pudo gozar y rozar más de cerca sus braguitas, restregándose entre sus nalgas tiernas y lujuriosas. Mis manos delimitaron sus braguitas recorriéndolas hasta introducirse en su interior acariciando su pubis, alcanzando su clítoris y mojándose al llegar a su coñito. No había tiempo, el tren estaba llegando a destino. Hice a un lado sus braguitas y metiendo mi polla entre sus piernas alcancé mi destino deseado. Tiré de sus caderas y empujé follándola salvaje y con prisas. La niña gemía, extasiada en placer, y se dejaba violar como una putita inocente, superada por una polla grande y de hombre mayor...

Me senté y esa putita se arrodilló y me comió la polla con tal pasión que me pareció toda una puta vestal del deseo. Su cabeza se perdía moviéndose en cabriolas, como una yegua en celo; su melena se insinuaba pérfida en sus movimientos, para mayor placer de mi polla y de mis ojos. ¡Cómo la chupaba esa nena! ¡Qué pasión, por dios!

Después se sentó sobre mis muslos, acopló la polla a su coño y me cabalgó, inmensa. ¡Ahhhhhhhhhhhh...! Apoyada en el respaldo del sofá del compartimento, podía oír y sentir muy de cerca sus jadeos, sus gemidos... todo. Por momentos parecía faltarme la respiración, pero no podía dejar de tirar de sus caderas, no podía dejar de gozarme a esa nena, no podía dejar de sentir cómo mi polla entraba y salía de su coño una y otra vez. Al final, cuando ya me venía, la tomé en volandas la tumbé en el sofá de enfrente, rociándole la cara y las tetas con mi semen caliente...

La calma y el sosiego precedió esos momentos de pasión. Hasta que el pitido del tren anunció el final de trayecto. Nerviosos nos acomodamos la ropa como si nada hubiera pasado. La niña tomó su maleta y se apresuró a salir del compartimento. Por toda conversación le dije:

n       ¿Cómo te llamas?

n       Alicia –me contestó-.

n       Yo me llamo Juan...

No hubo más, salió del compartimento y desapareció. Yo, menos nervioso y más tranquilo me rezagué recogiendo mis cosas, en la estación no me esperaba nadie. Anduve por los pasillos del vagón entre los pasajeros, hasta alcanzar la salida. Fuera, la gente se apelmazaba y se deshacía en saludos y besos. Un espectáculo bullicioso que no dejaba de zigzaguear de forma intermitente. Entre el gentío divisé a esa niña, Alicia, seguí sus pasos y vino a encontrarse con una señorita y un chico más joven, debía ser su novio, agucé la vista y ... ¡Nooooooooooo! ¡Aquello no podía ser posible! ¡No, por favor! No podía creer lo que estaba viendo.

Giré sobre mis talones, desandé el camino andado y sorteando a los pasajeros que quedaban por salir, me apresuré a recorrer los vagones hasta poder alcanzar el último y más alejado de la locomotora delantera. En mi camino me interceptó un revisor del tren que me preguntó:

n       ¿Dónde va usted? Esto es final de trayecto...

n       Si, pero... es que había quedado con una señorita de uno de estos vagones.

n       Ya habrá bajado –me contesto riguroso-... de aquí hacia atrás ya no queda nadie. Por favor, abandone el tren y búsquela fuera...

n       Bueno... si usted lo dice.

Bajé... por suerte estaba lo suficientemente alejado para que no pudieran verme. Los seguí hasta la salida de la estación hasta ver como se marchaban con un taxi. Fui al bar de la estación y me tomé una cerveza desolado. Entonces lo comprendí todo. Esta era la sorpresa que Loli me tenía reservada. Esta niña, Alicia, era la niña con la que California estaba chateando por internet. Una niña que se había atrevido a follar con un desconocido en el compartimento de un vagón del tren. La había traído a casa para que la conociéramos... para presentarla como su novia. Pasaría todo el día de mañana en ella y se marcharía a su pueblo por la tarde. De ahí la insistencia de Loli de que no me demorara en mi llegada para poder conocerla. Esa era la sorpresa. Me sentí sucio y guarro de mi actuación, pero aún más lo sentí de esa niña... no podía ir a casa. Me tomé la cerveza y me fui a toda prisa a buscar un hotel donde pasar la noche y todo el día de mañana.

Al día siguiente, permanecí agazapado y oculto sin salir del hotel por temor a que algún conocido pudiera verme. Loli, a partir del mediodía me llamó en varias ocasiones por teléfono para interesarse por mi hora de llegada.

n       Entonces cariño, ¿a qué hora podrías estar aquí en la estación?

n       Pues no sé, si no pasa nada y no hay contratiempo, posiblemente sobre las siete y media de la tarde...

n       ¿Siete y media? Viene un poco justo pero aún estás a tiempo de recibir la sorpresa que Cali y yo te tenemos reservada. ¡Lástima la coincidencia de tu cursillo con esto!

Posiblemente esa niña tomara el tren para marchar a su pueblo a las ocho de la tarde. El encuentro más bien sería una despedida, tan breve como significativa. A las siete de la tarde me presenté en la estación con mi maleta y me castigué como un delincuente ocultándome en un lugar desde el que pareciera que bajaba del tren que venía desde esos servicios centrales de mi empresa. Allí esperé fumando, sin pasar desapercibido a los empleados de los ferrocarriles que me miraban con cierto recelo. Desde mi escondrijo pude observar de manera furtiva como la gente se agolpaba en los andenes esperando la llegada del tren. Allí apareció Loli y nuestro hijo Cali, cogido de la cintura de esa putita Alicia, que tan bien la sabía chupar y que gozaba perdidamente de las pollas de los maduros como yo. ¡Deplorable! El encuentro sería breve, y la mirada inquisitiva que le iba a dedicar a esa putita iba a ser más que suficiente para hacer temblar y palidecer la relación que pretendía mantener con California.

Al fin llegó el tren en el que se suponía que yo viajaba, con diez minutos de retraso, a las ocho menos veinte de la tarde, relinchando enfurecido y estridente, y fuelleando vapor por todos lados. La gente se agolpaba en los andenes, los pasajeros descendían y pronto se formó un tumulto que favoreció mi presencia. Salí de mi escondrijo arrastrando la maleta y avancé a través de los andenes hasta que Loli y Cali me localizaron. Nuestro encuentro fue emotivo. Loli se fundió en mis labios con un beso de tornillo, lleno de pasión y alegría. California me abrazó efusivo y tierno, y por encima de su hombro pude observar como Alicia, su novia, se iba descomponiendo por momentos.

n       Mira cariño, esta es la sorpresa que te teníamos reservada... esta es Alicia, la novia de California. Vino ayer a pasar el día con nosotros...

Me volví hacia ella y la saludé besándola y dedicándole la mirada mas profunda y despreciable que nadie pueda imaginar...

n       Encantado, Alicia, es un placer... –le contesté de manera cumplida sin cambiar mi mirada hacia ella.

Alicia me correspondió, temerosa y confusa, con una sonrisa desvaída. No dio para más... Loli dijo:

n       Pero vamos, vamos... Alicia se marcha y su tren está a punto de partir.

En aquel otro andén, en el del tren de Alicia, Loli se despidió de ella con besos efusivos, California la tomó por la cintura y se dieron un beso apasionante y retorcido. Yo me limité a despedirme con la mano, manteniendo esa mirada que ya le dediqué antes.

n       Pero Juan –inquirió Loli-, despídete de Alicia, bésala que ya se marcha...

n       Sí, sí, claro...

Alicia y su maleta desaparecieron en el tren, y al poco un pitido anunciaba su partida. Alicia apareció en uno de sus ventanales. Loli se despedía agitando sus manos en señal de saludo de despedida... California dibujaba besos en el aire con sus manos y sus labios, y yo, simplemente le dediqué esa mirada profunda y recriminatoria que ya le había exhibido. ¿Con quien follaría esa niña en su viaje de vuelta? ¿Con algún maduro depravado? ¿Con algún maduro salido, como yo estaba ayer? ¡Deplorable y patética!

---.---O_O---.---

Mi vuelta a casa fue de lo más glorioso y gratificante. Después de una semana, Loli y yo esa noche volvimos a reencontrarnos en nuestro amor, en nuestro cariño y en nuestra pasión... y respecto a California y Alicia, no pasó mucho tiempo que Loli me comentó:

n       Juan, que triste es lo que te voy a decir... me comenta Cali que se ha peleado con Alicia, que han roto.. ¡Qué lástima! Con lo buena chica que me pareció... pero mira, las cosas son así... ¡Qué le vamos a hacer!

n       Sí, claro, lo entiendo...

En la pandilla de amigos y  amigas de California había una niña, una tal Adelaida, que parecía ser de su predilección. Estudiaba también en la universidad. Y así se dio el caso que una tarde noche, ya avanzada, California nos llamó por teléfono pidiendo que me acercara a recogerlo, que había acabado perdiendo el último autobús de vuelta. Tomé el coche y cuando llegué a las puertas de la universidad allí estaban California y Adelaida, dos siluetas perdidas en la noche. Subieron y California me dijo:

n       Papa, esta es Adelaida, una amiga... ¿la dejamos en su casa? Es un poco tarde...

n       Claro que sí, ¿dónde vives?

Adelaida me dio su dirección. Una niña morena, de ojos negros como el azabache, con un aire recatado y respetuoso, que parecía incapaz de veleidar con ningún maduro como Alicia. Cuando la dejamos en casa, se despidió educadamente dándome las buenas noches y dibujó un beso en la distancia con sus manos dedicado a California. Cuando partimos le dije a California:

n       Cali, te gusta esa niña ¿Ehhhhhh?

n       Papá, papá... cómo eres – me contestó con una sonrisa-.

n       Cuando quieras la invitas a casa Cali, que será bien recibida...

Y así transcurrió el tiempo y llegó el día en que California decidió traer a Adelaida a casa para que la conociéramos, presentándola como su novia. Y así fue de bien recibida y agasajada. Y así, gozando de la alegría y fraternidad familiar, anduvo el tiempo y California se registró en una página de relatos eróticos de internet (“Todorelatos”) y vino a contar de manera amable y dichosa, en dos capítulos, las vicisitudes acaecidas a sus padres antes de traerlo al mundo, así como las suyas propias hasta encontrar a la mujer de sus sueños.

FIN.

* Con esta historia en dos capítulos he pretendido dejar una muestra de lo que para mí significa el Amor, el Cariño y el Aprecio, con la mejor de mis intenciones, valores éstos que considero necesarios para poder afrontar la vida en sus adversidades. Vaya por delante mi agradecimiento a todos aquellos lectores y lectoras de este relato, así como también a aquellos y aquellas que deseen dejar un comentario manifestando su opinión.