miprimita.com

Demasiado atractiva para una vida normal

en Grandes Series

 

Soy una mujer de 40 años, muy bien llevados, melena pelirroja, alta, 1,80, unos pechos grandes, con pezones definidos, curvas rotundas, pero con la cintura estilizada, un culo amplio y bien formado, vamos que los hombres vuelven la vista, para mirarme, por donde quiera que vaya.

Unes ojos verdes, que hipnotizan, o eso me dicen. Y hasta un nombre para soñar, Sherezade.

En mi juventud, tuve pretendientes a montones, lo mejor de lo mejor, los más ricos, los más guapos, los más educados, probé muchos, pero me quedé con mi Arturo, un hombre normal, sin dinero, sin estudios superiores, sin una inteligencia excesiva y sin un atractivo espectacular, pero que me entendió, y me entiende como nadie, y con el que soy muy, muy feliz.

A los 22 años tuve mi primera hija, a la que educamos con todo el esmero que pudimos, y que nos ha dado muchas satisfacciones, buena estudiente, buena hija.... nada que reprocharle.

Mi hija era como yo, pero sin excesos, más normalita, no hacía volver la cabeza a los hombres, como yo, de lo cual nos alegramos mucho, su padre y yo.

Desde que tengo memoria, todos los días, todos, tenía alguna insinuación, alguna proposición, llegaba a ser agotador, y siempre rechazaba las ofertas con una semisonrisa estudiada, que me funcionaba muy bien, pero al día siguiente, otra, y otra y otra, era un poco desesperante.  Ya no sabía como vestirme, si me ponía ropa seria, a los hombres les daba morbo, si me ponía ropa normal, querían llevarme un paso más allá, si me ponía sexy, aquello era ya de repartir tickets, para escuchar frases ingeniosas, explicando porqué tendría que ir a tomar algo con ellos.

Agotador.

Mi marido, consciente de todo esto, inclinaba los hombros y me miraba con un gesto de resignación, es que eres cautivadora, me decía, es normal, si no fueras mi mujer, yo también lo intentaría.

 

Nuestra hija, que ahora tenía 18 años, y era muy mona, nos había traido varios novietes a casa, pero en cuanto los chavales me veían, caían hechizados ante lo que sea que yo tuviera, se les hinchaba la entrepierna y ni miraban a mi hija, mientras yo estuviera delante, algunos hasta tartamudeaban.

Mi hija, que lo notaba, disminuía su interes por el muchacho en cuestíon, y la cosa se diluía por si sóla.

Hasta que pasó, lo que yo más temía.

Un día se presentó, con uno de su novietes, y este chaval sólo me miró fugazmente, se comportó más que educadamente, habló con soltura sobre temas varios, y miraba a mi hija a los ojos, mientras hacían manitas, delante nuestro.

Nos tenía extasiados. Era algo que no habíamos visto nunca.

Mi instinto de madre, pitaba en alerta máxima, el corazón se aceleraba, aquí había peligro por primera vez. Y no estaba preparada para ésto, mi niña, solo tenía 18 años.

 

Tuvimos varias cenas familiares más, y todas eran iguales, máxima corrección, educación, saber estar.... ya no estaba preocupada, esto ya era el apocalipsis.

Intenté ver si la entrepierna lo delataba, pero llevaba siempre pantalones amplios, y no pude ver nada sospechoso.

Mi mejor solución fue pensar,  que a lo mejor era gay, y que su amor era platónico.

Pero cuando me vino mi niña, y me dijo, que habían hablado mucho, y que quería perder su virginidad con ese chico, supe que se me escapaba algo.

Y ya tenían fecha, el cumpleaños de mi hija. Una habitación en un hotel estupendo, comida en la habitación, champán, uffff, me entraban escalofríos, sólo de pensarlo.

Hablé con mi marido sobre el tema, y decidimos hacer lo que hiciera falta para impedirlo,

mi marido insistió mucho en lo de  "lo que hiciera falta".

Quedamos en que mi marido fingiría una avería en el coche cuando fuera a llevar a la niña, que no tenía carnet aún, al hotel, y yo iría a hablar con él y averiguar sus intenciones.

Ese día me vestí para matar, un vestido de seda verde, a juego con mis ojos, con un escote de vértigo, que insinuaba todas las maravillas ocultas, sin ropa interior, para no estropear la caida del vestido, mis esmeraldas buenas.

Mientras esperaba un taxi, envuelta en perfúmenes exóticos, hubo dos accidentes de coche, de gente que se distrajo mirándome, así iba de espectacular.

Cuando llegúe al hotel, subí hasta la habitación que me había dicho mi hija, y llamé a la puerta.

Tras un minuto eterno, Luis el novio de mi hija, abrió la puerta, y sin sorprenderse, me saludó y me dijo que pasara.

Intenté explicarle que mi hija no podía venir, pero el parecía atravesarme con la mirada, y estar en otro sitio, mucho más allá.

Nunca había visto a nadie con esa facilidad para ignorarme, nunca.

Opté por sacar la artillería pesada, y deslicé los tirantes del vestido hacia los hombros, dejando mis senos, con sus pezones erectos, apuntando hacía el techo. me levanté y dejé deslizar el vestido de seda hacía abajo, mientras mi coño depilado y perfumado gritaba cómeme.

 

Sin esperar respuesta, le quité a Luis los pantalones y los calzoncillos, el no ponía resistencia ninguna, pero tampoco colaboraba.

Allí me encontré con otra sorpresa, una polla de más de 25 cm, pero que no estaba erecta, era como un badajo de campana, que oscilaba lentamente.

Estaba maleable y dúctil, empecé a acariciarla, a doblarla, a estirarla, a chuparla, a frotarla, y poco a poco fué cogiendo algo de dureza, pero muy lentamente.

Tumbé al chaval en la cama, y le hice la mamada ganadora de todos los guinnes. Aquello ya tenía proporciones épicas, había doblado su grosor, cuando estaba en su punto máximo de dureza, me quedé un rato admirando aquella obra de arte, brillante, desafiante, apuntando al cielo.

Eso no podía desvirgar a mi niña, de ninguna de las maneras.

Me senté encima de él, yo tenía el chocho rezumando hacía rato, apoyé mis hinchados labios en el glande, y realicé una ligera presíon, al penetrar en mi vagina, los labios se abrieron como un flor en primavera, me quede ahí un buen rato, saboreando el calorcito,

salí, y me lleve la punta hacia mi clítoris erecto, empecé a mover ese pedazo de polla, para que me hiciera un masaje en mi guisantito, ahora ya chorreaba de verdad, No quería, pero no pude evitarlo, me corrí, de una forma excesiva, con unos gemidos, de película porno.

Cuando acabé el orgasmo, intenso y maravilloso, me introduje el pene lentamente en la vagina, entraba suavemente, sin esfuerzo ninguno, llegó hasta el fondo, y me quedé quieta sintiendo como palpitaba, empecé a subir y a bajar rítmicamente, lentamente al principio, incrementando el ritmo poco a poco, hasta moverme con un frenesí de locura y entonces tuve otro orgasmo majestuoso, aún más intenso que el anterior.

Me tumbé encima de él, y dejé que mis pezones, se clavaran en su pecho, mientras su polla, seguía erecta dentro de mí.

El chaval me puso las manos en mis nalgas, y mientras me magreaba el culo, empezó a sacar la polla  y a meterla hasta el fondo, lentamente, una y otra vez, cuando salía, la subía y me rozaba el clítoris, para meterla después, muy despacito hasta el fondo.

No tenía ningún patrón, a veces estaba un ratito fuera, rozando el clítoris, a veces no, a veces, se quedaba inmobil dentro, a veces no.

Con este jueguecito, al rato tuve otro orgasmo, ya llebaba tres.

Y el chaval aún no se había corrido, no era normal ese control, en alguien tan joven, no, no lo era.

Lo miré, y como no sabía por donde cogerlo, le dije sin tapujos.

-¿ No desvirgarás a mi niña, verdad ?

El mi miró, y me dijo,

-Eres una mujer hermosa, posiblemente, la más seductora que haya conocido nunca, incluso me ha gustdo como me follabas, pero a mí me gustan los hombres, empecé a salir con tu hija, porque  era la única manera de llegar a tu marido.

Si él está aquí en 30 minutos, el virgo de tu hija estará a salvo, te lo prometo.

Si no viene, me follaré a tu niña por todos sus agujeritos, la llenaré de esperma, y con suerte, igual hasta la dejo embarazada, y tienes una nietecita de regalo.

La pelota está en vuestro tejado,

¿ Qué vas a hacer ?