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La aciaga noche de Laura

en Hetero: General

Laura se puso de pié en la bañera, alargando la mano en busca de una toalla, al secarse notaba la suavidad de la tela rizada, se detuvo un momento a la altura de su pubis húmedo, pero no, no era el momento, hoy habría sexo de verdad, con un hombre, con un pene de verdad, ya estaba harta de sucedáneos de plástico, más valía que su marido no la rechazara otra vez, porque hoy quería, no, hoy necesitaba algo auténtico, y estaba dispuesta a conseguirlo como fuera,  siguió secándose todo el cuerpo hasta quedar seca e impregnada del aroma del suavizante de la toalla que se mezclaba con el olor del agua de rosas que había vertido en el agua.

Al salir se miró al espejo que ocupaba toda una pared del baño y le gustó lo que veía, a sus treinta y pocos años el tiempo había sido condescendiente con ella, la había tratado bien, apenas unas ligeras arrugas de expresión en un rostro ovalado y hermoso, sus pechos seguían en su sitio, turgentes y firmes, sus ojos marrones brillaban jovialmente, la cadera se había ensanchado ligeramente, pero eso aún le daba más rotundidad a su figura, mejorando el resultado final.

Tras secarse rápidamente el cabello de un  rubio natural oscuro, pues era corto, se maquilló muy ligeramente, unos toquecitos discretos aquí y allá, se puso unas gotitas de perfume en el cuello, en el escote y acabó rozando el pelo del pubis para que cogieran algo de ese perfume embriagador que tan caro le había costado. Iba a estrenar un conjunto de ropa interior nuevo. Encaje negro finísimo, casi transparente,  acarició las braguitas y sintió su suavidad, examinó el sujetador y se lo puso ajustando los tirantes  hasta que se sintió cómoda. Se volvió a mirar al espejo, y se gustó, se acabó de colocar los pechos, subiéndolos y juntándolos, en un gesto mecánico. Se puso las medias y un liguero de fantasía que también estrenaba hoy, a juego con las otras prendas de lencería, nunca antes había usado liguero, era un prenda que no entendía muy bien, lo veía incómodo y sin utilidad desde que se inventaron los pantis pero le habían dicho que a los hombres les excitaba muchísimo, y hoy necesitaba estar irresistible.

Se sentía poderosa, eufórica, estaba lista para poder con todo. Se subió a unos zapatos negros de piel brillante con unos tacones de vértigo. Desde allí dominaba el mundo. Echó un último vistazo al espejo antes de salir, y se dijo a sí misma que estaba divina, elegante y sensual.

Así vestida llegó al salón de su casa, su marido vestido con una vieja bata de franela roja y negra de cuadros, estaba tumbado en el sofá absorto con un programa de deportes, y el mando a distancia de la televisión en la mano.

-¿Has visto Pepe lo que tengo aquí?- dijo Laura mientras se levantaba las tetas con las dos manos, con la intención de captar su interés.

Pepe se puso en pie rápidamente soltando el mando y se dirigió hacia ella, y mientras ponía sus manos sobre esas espléndidas tetas, Laura pensaba que había funcionado, que demostraba interés, al fin.

-No sé, parece un lunar normal, pero mejor ves al médico y que te lo mire, que esas cosas a veces se complican. –y dicho esto, soltó los pechos y se volvió a tumbar en el sofá buscando su mando a distancia.

Laura no podía creerse la imbecilidad de su marido, estaba indignada y enfadada.

-Estoy excitadísima, ¿No ves como voy?

-Venga al ataque, al ataque cruza la banda, si, así, normal que tengas frío, con esa ropa tan fina, anda, tápate no vayas a resfriarte. No así no, presionad, ¡coño!

-Que no, que no tengo frío, que tengo ganas de ti.

-Si eso mismo, un té caliente te sentará bien es lo mejor para el frío.

En ese momento Pepe dio un bote y gritó:

¡Gooooooooooooooool  goooollll!  ¡que golazo, toma, toma!

Laura estaba llegando al limite, y gritó a pleno pulmón

-¡Pepe! Quiero que me hagas el amor.

El la miró confundido, Laura no solía gritar, y aprovechando que los jugadores iban al centro del campo andando a reanudar el juego le prestó un poco más de atención.

-Cariño pero si esta semana ya lo hemos hecho.

O me follas ahora mismo, o voy a tirarme al primero que me encuentre por la calle.

-Bueno, pero cuando vuelvas compra unas cervezas en la tienda esa nueva que abren las  24 horas, que quedan pocas.

Laura estaba helada, o su marido era idiota, o pasaba de ella, o estaba tomándole el pelo. Pero hoy estaba decidida, con paso firme se dirigió a la entrada y se puso la gabardina de su marido por encima, buscó su bolso y se dirigió hacia la puerta.

-Laura –grito Pepe cuando ya tenía la mano en el picaporte de la puerta.

-¿Qué? ¿Te lo has pensado mejor? –gritó ella también.

-Por lo menos tráete dos o tres cervezas frescas, si no tienen en la tienda, el bar estará abierto, aunque sean más caras.

Eso era más de lo que podía soportar, abrió la puerta y la cerró con un portazo que retumbó por todo el edificio. Se iba a enterar ese inútil de mierda de lo que era una mujer cabreada.

Al salir a la calle, el viento frío le dio una bofetada, se ajustó lo mejor que pudo la gabardina gris, que le venía grande, y anduvo sin rumbo echando chispas, sin saber cual sería el siguiente paso. Solo quería ponerle los cuernos al imbécil de su marido. A las dos manzanas vio un chico de unos treinta años sentado en un banco, según se iba acercando fue viendo que era muy guapo, alto, bien pinado, ese serviría como cualquier otro.

Se acercó a él y abriéndose la gabardina  y dejando al descubierto su ropa interior le preguntó:

-¿Te gusta esto?

El chico le miraba las tetas como hipnotizado, y no le salían las palabras, al fin dijo.

-¡Qué preciosidad!,  pero si es la última colección de Tom titis, es mi diseñador favorito, te ha debido de costar carísimo, pero que bien acabado que está, y como luce, estás monísima, a ver si viene mi novio que está al llegar y lo ve, le va a encantar.

Laura se volvió a cerrar la gabardina y continuó andando, el enfado ya había pasado a un grado superior, sentía ganas de romper cosas, de destruir, de… ¡Que probabilidades había de encontrarse con un gay!, el destino se estaba riendo de ella.

 La noche era cerrada, sin estrellas ni luna y según se iba alejando del centro donde vivía, la iluminación iba disminuyendo, cada vez las mortecinas farolas amarillas estaban más distanciadas unas de otras. Vio un parque donde no había entrado nunca porque era territorio de pandillas y gente peligrosa, pero hoy quería peligro, quería riesgo, quería sentir cosas. Entró decidida en el parque, dentro no había ninguna luz, sólo llegaban unos hilillos de luz de la farola de la entrada, que ni tenían fuerza para proyectar sombras. Unos siete u ocho chicos ocupaban un banco, sentados en el respaldo la mayoría, apoyados otros, Laura se fue sin dudarlo hacia ellos, estaban fumando porros y tenían una pinta patibularia, esos le darían polla a base de bien.

Al llegar a unos tres metros de donde estaban se volvió a abrir la gabardina diciendo:

-Chicos ¿Os gusta esto?

Ellos la miraban con deseo, las pollas se iban abultando, pero eran una banda organizada y tenían un jefe, lo miraron pidiendo su permiso para follársela por todos sus agujeros, iban a montar una buena con esa buenorra tan tonta para venir aquí. Pero el jefe movió la cabeza negativamente y susurró a sus esbirros tan flojo que Laura no lo pudo oír

-Es una trampa, nos deben de estar filmando, o es una policía o nos la manda la banda del machete, para implicarnos en un delito, no podemos correr riesgos, al que la toque lo rajo.

Laura dejó caer la gabardina al suelo y se acercó andando hacia ellos con la ropa interior sólo, esperando a que saltaran sobre ella como animales que eran y la violaran salvajemente. Estaban cachondísimos, notó unos bultos enormes en todos los pantalones a pesar de la poca luz, pero algo no iba bien, no se movían, estaban babeando rozándose sus penes pero nadie se movía. El jefe habló.

-No esta mal, pero es que nosotros usamos una calidad más alta.

-¿Otra calidad? Laura no entendía nada, si estaba de infarto, ¿Qué quería decir ese gamberro?

-Estás un poquito mayor, y esas tetas, no se, no parecen buenas, parecen de esas falsas baratas.

Laura se miró sus pechos que rozaban la perfección, realzados por uno de los sujetadores más caros del mercado y quedó conmocionada, quería morirse, ni unos degenerados la querían violar, recogió su gabardina del suelo y se la puso derrotada,  unas lágrimas saladas recorrían sus mejillas, se sentía un trapo sucio, ¿Y si su marido tenía razón y no era apetecible?

Cuando se dirigía a la puerta del parque el líder dio un silbido y le dijo:

-Un par de manzanas más para allá hay otro parque donde están los de la banda del machete, ellos no son tan sibaritas como nosotros, prueba a ver si tienes más suerte.

Mientras se dirigía hacia casa, ya no andaba con seguridad, ahora no era nadie, era una sombra que vagaba, toda su autoestima se había quedado en el parque donde se había quitado la gabardina. ¿Qué mundo de mierda era este? Estaba todo al revés, eran los hombres los que tenían que sufrir para conseguir una hembra cachonda, no al revés.

Vislumbró la marquesina luminosa de un bar y se dirigió hacia ella, entró en el bar y se hizo un silencio momentáneo, todo el mundo la miró unos segundos para continuar sus conversaciones como si nada.

Ya no era la diosa que había salido de casa, el maquillaje se había corrido por las lágrimas, la gabardina estaba manchada de barro, tenía un tacón roto.

El dueño del bar la tomó por una puta barata y se acercó a ella para decirle en voz baja y sin que nadie más lo oyera.

-Mira guapa, si quieres algo para llevar te lo doy, pero aquí no queremos a gente como tú, esto es un sitio con clase.

Era la puntilla, ni en un bar normal la aceptaban, sentía que había llegado al fondo del abismo, algo la desgarraba por dentro dolorosamente, antes había perdido la autoestima y mientras caminaba se le había caído la confianza y el amor propio.

Quizás su Pepe fuera lo máximo a lo que pudiera aspirar. Sacó un billete de su monedero de diseño y poniéndolo encima de la barra le dijo al barman.

-¿Me puedes dar seis cervezas frescas para llevar?

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