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Cariño, quiero que me violes

en No Consentido

Todos los personajes de este relato son ficticios, los hechos no son reales.

Paula admiraba la decoración de su casa, y sí, era suya, porque aunque la había comprado junto con su marido, había sido ella quién había elegido con mimo los colores, las texturas, los espacios... hasta conseguir que pareciera una casa de princesitas, con abundancia de tonos color pastel y un aire romántico de otra época. Él simplemente la había dejado hacer, aportando el dinero necesario para pagar sus caprichos. Ahora que ella no trabajaba, y pasaba muchas más horas en casa, tanto rosa la tenía saturada, y ya no le gustaba como antaño.

-Cariño, quiero que me violes –dijo Paula a su marido mientras veían un film de terror sentados cómodamente en su salón.

-¿Ahora? –contestó sorprendido Marcos, mientras miraba esos hermosos ojos verdes.

-No, tonto, tienes que pillarme desprevenida, cuando no me lo espere, como en las películas de serie B con la música chillona de terror. –dijo mientras se arrimaba a él y le hacía carantoñas.

-¿Es broma no? –dijo muy serio.

-No Marcos, no es broma, me gustaría sentirme dominada, sometida, sucia, perder el control por una vez. Tenemos una vida tan previsible, tan programada, tan de casa de muñecas.

-Me alegra que reconozcas por fin lo de la casa, pero ha sido cosa tuya que esté así, y perdona, pero tengo que tomarme la pastilla del colesterol, ahora vuelvo.

Buff, Paula llevaba semanas dándole vueltas al tema, pensando en como decirlo, y cuando por fin tenía el coraje y las palabras adecuadas para empezar a hacerlo, él se va a tomar una pastilla, que frustrante.

-Dime Paula, ¿Qué decías? –preguntó Marcos mientras se sentaba a su lado en el sofá, y apartándole un mechón de pelo dorado le acariciaba la mejilla.

-Pues eso cielo, que me gustaría que un enmascarado misterioso me atara, me forzara y me hiciera el amor brutalmente, sin piedad, sin preocuparse por mí.

-A nadie en su sano juicio le gusta que le hagan daño, ni que le peguen. Esta piel tan fina está pensada para que la acaricien. –afirmó Marcos serio.

-¡No quiero que me peguen, ni que me hagan daño!, quiero que me follen salvajemente. –dijo Paula mientras le apartaba la mano.

-Pues no acabo de entenderlo, ¿Eso no es peor aún?

-No, es sólo una fantasía, un juego, no sería real, quedaría entre nosotros.

-Bueno, si quieres te follo esta noche un poco más fuerte.

-No, no eso.

-¿Y si te araño un poquito?

-¡Agghhh!

Paula buscaba como explicarle lo que quería, y no encontraba la forma, pero de pronto le vino la inspiración.

- ¡A ver! Tú no eres un pederasta, ni harías nada indigno con una menor, ¿No?

-¡Por Dios! Me conoces de sobra, y sabes que sería incapaz de algo parecido.

-Pero te gusta que me ponga la faldita de colegiala, y te monte el numerito de la piruleta. ¿Verdad?

-Claro, lo haces genial, ¡Ahhh!, ya entiendo, quieres que sea yo el que...

-Si, que me sorprendas, que  me asustes, que me trates como a una esclava, como a una puta, que seas el que manda, el que ordena, quiero que me sometas a todos tus caprichos, quiero sentirme utilizada y sin voluntad propia, ¿Lo entiendes?  Sería un juego íntimo y privado.

-No se, deja que lo piense, pero sabes que la imaginación no es lo mío.

-Haz lo que puedas cariño, me basta con que lo intentes. –dijo Paula mientras le plantaba un beso en la frente.

Paula pensaba en Marcos, era tan bueno, tan considerado, que a veces la empalagaba, y el sexo con él era tan predecible, tan rutinario, siempre pendiente de ella, de sus deseos, tanto, que ha veces se asfixiaba de cariño y no podía ni respirar. Que mal repartido estaba el mundo, unas mujeres sin ninguna atención, tristes y solas, y otras necesitando oxígeno, y un poco de sexo puro y duro para escapar de la monótona rutina de los mimos excesivos.

-El miércoles tengo gimnasio, y el jueves juego a futbito con los amigotes, ¿Te va bien que te viole el viernes?

-¡Pero no me lo digas! Tiene que ser algo inesperado, ¿Qué parte de inesperado no has entendido?

-Perdona Paula, no te diré nada más sobre el tema, será una sorpresa, te lo prometo.

Pasaron dos semanas desde que tuvieron la conversación, y fueron las semanas más excitantes de la vida de Paula, todo el día alerta, esperando al enmascarado misterioso, sobresaltándose ante el más mínimo ruido, mirando si alguien la seguía cuando iba a recoger el coche, buscando reflejos en los escaparates mientras paseaba, se sentía parte de una película de intriga, pero no pasaba nada, Marcos debía de estar preparándolo.

Ese jueves por la noche, como todos desde hacía años, Marcos jugaba a futbito con sus amigos.

-Cariño, no me esperes despierta, hazme caso esta vez, sabes que siempre llego muy tarde, hay una hora de coche hasta el polideportivo, y hoy nos quedaremos a tomar algo. es el cumpleaños de nuestro portero.

-Bueno, ten cuidado y no corras mucho. –se despidió Paula mientras le daba un ligero beso en los labios.

Paula se puso cómoda en su butaca, estiró lo pies, navegó por su disco duro y eligió una buena película para ver mientras esperaba a Marcos, “Psicosis” de Hitchcock fue la elegida. Justo en la escena de la ducha, la imagen desapareció, todo quedó negro, durante unos milisegundos no supo que pasaba, luego sintió que algo le tapaba la cabeza, debía de ser una capucha, dejó escapar un grito, una mano le presionó la boca amortiguándolo, alguien le susurró al oído,-no grites y todo irá bien-, estaba asustada, temía no poder respirar bien con eso encima, el pulso se le aceleró, su organismo descargaba adrenalina a raudales. La presión de la mano fue disminuyendo, y aliviada comprobó que podía respirar con normalidad, y ya algo menos nerviosa pensó que era el día elegido, que Marcos se había decidido por fin.

Le ató las muñecas, no podía ver con qué, y tiró de ella hacia arriba levantándola bruscamente, Paula estaba nerviosa y excitadísima, sabía que todo estaba controlado, pero no podía dejar de sentir una mezcla de temor y de ansiedad al no saber que iba a pasar a continuación.

Una mano en el cuello la empujaba para que caminara, ella lo hacía como una autómata, sintió un fuerte empujón e intentó poner las manos atadas para no chocar con el suelo, pero cayó en la cama, su cama suponía. Unas manos empezaron a rasgarle el fino camisón que llevaba, rass, rass, rass, luego rompieron los hilos de sus braguitas. Una mano le palmeó el coño. Estaba desnuda, se sintió empujada, le ató las muñecas al cabezal de la cama, supuso, y le colocó una almohada bajo la cabeza. Debía de estar en diagonal pues su cuerpo totalmente horizontal y con los brazos y piernas estirados, no perdió el contacto con el colchón. Dos manos estrujaron sus pechos brutal y toscamente, sintió el peso de Marcos sentándose encima de sus costillas, y sufrió como le golpeaba en las tetas con algo que solo podía ser un pene en erección. El miembro iba de un seno al otro como en partido de ping-pong, flagelando, rozando, deslizándose, a veces impactaba directamente con un pezón excitado, como si fuera una diana, y Paula sentía un leve dolor que se fundía con la excitación que sentía. Cada vez que intentaba hablar, le tapaba la boca, dificultándole la respiración, si al levantar la mano lo intentaba otra vez, la volvía a apretar más fuerte, hasta que Paula entendió, que no podía hablar, o se quedaría sin aire.

Su marido, pues Paula a estas alturas ya no tenía ninguna duda de que era él quien la estaba forzando, se levantó y le encintó la capucha a la altura de los ojos, subiendo la parte que le tapaba la boca y nariz, dejándolas al descubierto, Paula se alegró de tener aire fresco, tenía que agradecerle a Marcos lo bien que lo estaba haciendo, era como si ella misma hubiera escrito el guión.

-Si gritas te tendré que amordazar otra vez. –le susurró al oído mientras le tiraba del pelo. Paula se estremeció, sonaba tan real. Marcos se sentó encima de su cuello, y se deslizó hacia abajo, hasta que el pene encajó en el hueco de sus pechos, que aplastó con las dos manos contra el miembro caliente, le amasaba las tetas a la vez que se las follaba, tirando de vez en cuando de un pezón, como si fuera un cambio de marcha. Para Paula esto era nuevo, nunca la habían tratado como a un objeto, le estaban follando las tetas y no sabía si le gustaba o no, la presión era excesiva y le dolían, pero el dolor no era un dolor nítido, estaba mezclado con otras sensaciones que no era capaz de analizar en tiempo real. La presión aún aumentó más, como si quisiera reventarlas, y el ritmo se aceleró, sintió en su vientre los goterones de esperma, que vinieron en ráfagas, mientras notaba en las terminaciones nerviosas de sus sensibles pechos, como el fluido circulaba intermitentemente por el interior de ese miembro que tenían aprisionado.

Le liberó los pechos, los golpeó ligeramente para sacudir los restos, y se quitó de encima. El colchón ondulaba bajo los movimientos de Marcos, como si saliera a buscar algo y volviera.

Laura iba a intentar hablar, cuando sin esperarlo una mano le abrió la boca y le introdujo la polla hasta el fondo de su garganta, los testículos golpeaban sobre su nariz, y pensaba que iba a vomitar. Quería sacarse eso que casi no la dejaba respirar, pero no podía, Marcos se tumbó encima de ella aplastándola, y mientras le separaba los muslos una lengua le pegó un lametazo en el coño, que estaba húmedo y rezumante, el miembro que tenía clavado en su boca bajaba y subía con rabia y frenesí. ¿Cómo se había recuperado tan rápido?, siempre tardaba muchísimo más en volver a estar listo. Entonces lo supo, el pobre había tenido que tomar viagra o cialis para poder estar a la altura de lo que se esperaba de un enmascarado misterioso. Le chupaba el clítoris como nunca lo había hecho, con rudeza, sin cuidado alguno, como si fuera un fruto comestible al que quieres extraerle el jugo. Por segunda vez eyaculó encima de ella, bueno no exactamente, porque esta vez fue en su interior, porque la leche fue directamente a su laringe. Cuando dejó caer todo el peso relajado por el orgasmo notó que una barriga le presionaba las tetas, y Marcos tenía un estómago liso, Paula se rió de la ocurrencia, había debido de ponerse algún postizo para dar más autenticidad a la actuación. Marcos realmente se lo había currado de lo lindo, y eso que decía que no tenía imaginación. Tenía que buscar la manera de recompensarle la noche que le estaba haciendo pasar.

Le puso una botella de agua rozándole los labios y bebió con ansia de ella, si es que estaba en todo, era tan cuidadoso con los detalles. Iba a darle las gracias por el agua, pero una mano le volvió a tapar la boca.

-Aún no he acabado contigo zorra –le susurró al oído, mientras la estiraba del pelo otra vez.

Paula volvió a estremecerse, no podía evitarlo, estaba siendo usada, humillada, y le estaba gustando. Marcos salió de la cama otra vez, supuso que a tomarse más viagra para seguir.

Al momento le separaró los muslos con violencia, y una polla enorme la penetró de una sola estocada bestial, Paula lanzó un grito de dolor, no se lo esperaba, aunque estaba chorreando y lubricada, pero es que ese aparato gigante le separaba los labios vaginales como nunca antes habían hecho, notaba como el glande le rozaba el cuello del útero en cada embestida salvaje que la hundía en el colchón, el poderoso falo bombeaba dentro de ella una y otra vez, sin descanso, sin perder el ritmo, y ella gritaba, gemía, se retorcía serpeteando, mientras una mano en su boca amortiguaba sus alaridos. Fueron los diez minutos más intensos de su vida, en los que tuvo varios orgasmos. La sacó rápidamente y sintió el peso de la polla cuando la apoyó en su vientre, y el esperma tibio que impactó en sus pechos. Estaba en el séptimo cielo. Pensaba que el viagra sólo era para que se pusiera dura, no sabía que también aumentaba el tamaño de esa manera, se tenía que haber tomado tres cajas por lo menos. Marcos le aflojó las ataduras y se fue, sin decir nada, en silencio.

Ella estuvo un buen rato inmóvil, descansando y asimilando todo lo que había pasado, no se le ocurría ninguna manera lo suficientemente buena de agradecerle a Marcos lo mucho que había trabajado su fantasía. Se desató sin problemas, y siguió relajada otro buen rato, mientras su cuerpo se recuperaba de la intensa sesión, aquello parecía el escenario de una película porno, todo lleno de semen con un olor intenso a sexo, que hacía que reviviera otra vez lo sucedido.

Abrió las ventanas para ventilar, y recogió toda la ropa de cama para ponerla a lavar, al entrar a la cocina, vio un montón de latas de cervezas vacías, y pensó en que Marcos había necesitado emborracharse para poder actuar con la violencia con que lo había hecho, seguramente sin eso no hubiera sido capaz. Metió la ropa en la lavadora, y cuando iba a ducharse se dio cuenta de que el jamón pata negra que tenían, estaba en las últimas, cuando hace unas horas quedaba más de la mitad. Pobrecito, había tenido que reponer fuerzas, jamón, viagra, alcohol, postizos… realmente se había esforzado al máximo, estaba impresionada.

Se dio un relajante baño de espuma, se puso ropa cómoda e hizo la cama con ropa limpia, mientras se disponía a esperar a Marcos, tardase lo que tardase, quería agradecerle todo lo que había hecho. Sintió la puerta de la casa y Marcos entró al salón con cara de enfadado.

-¡Serán cabrones!, No se ha presentado ninguno, y todos con los móviles fuera de cobertura o sin batería.

Paula miraba a su marido aterrorizada, él no era tan buen actor, si él estaba en el polideportivo, ¿Quién había…? Sonó el móvil de Marcos. Paula estaba conmocionada, le llegaban las palabras como amortiguadas por un muro de hormigón, accidente, atasco, sin batería. El tono agresivo de la conversación acabó en un tono comprensivo.

-Bueno, tampoco se acaba el mundo, ¡Qué se le va ha hacer! –dijo Marcos resignado.

-¿Tu le habías contado a alguien lo de la fantasía mía? –preguntó Paula sabiendo la respuesta, pero sin poder esperar ni un segundo más.

-Si, salió el tema con los chicos la semana pasada, pero no pasa nada, son de confianza, y a fin de cuentas, ni te conocen.

Paula quería morirse, ¿Se lo contaba?, jamás, no lo haría nunca, viviría con ello, una cosa así lo destrozaría, y era tan bueno. Se colgó de su cuello abrazándolo con fuerza mientras sus ojos se humedecían.

-Que no pasa nada, que era un partidillo sin importancia, no te pongas triste, espérame despierta en la cama, que me ducho y te hago cositas dulces.

Paula se fue a la habitación esquivando su mirada, para que no viera sus ojos.

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Al día siguiente Marcos se encontraba sentado frente a un hombre canoso en una gris oficina, a cuya entrada en una pequeña y discreta placa se podía leer “Servicios Especiales”.

Marcos puso un sobre con dinero encima de la mesa.

-Espero que todo fuera de su agrado –dijo el hombre de pelo blanco.

-No se corrieron dentro, ¿No? –preguntó Marcos.

-Por supuesto que no, mandamos a nuestros mejores profesionales, siguieron sus instrucciones al pie de la letra.

-Pues entonces todo fue de mi agrado.

El hombre recogió el sobre y se lo guardó sin contar el dinero mientras decía:

-A sido un placer hacer negocios con usted, cuando quiera ya sabe donde estamos.