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Cambio mujer tetas grandes por otra culo follable

en Intercambios

La idea me vino un día que hablando con un compañero de trabajo, él se lamentaba de que su mujer no tenía tetas, no es que fueran pequeñas, es que no tenía nada de nada, la quería mucho, pero se le iban los ojos detrás de cualquier mujer con pechos bonitos,

20 años sin tocar unas tetas, son muchos años.

Pero reconozco que dije lo que se esperaba, que eso no era importante, que habiendo cariño, que bla, bla, bla......

 

Pero cuando llegué a casa, me puse a pensar en cuanta gente habría en su situación, gente feliz, y con buenas relaciones, pero que echaban de menos algo, mujeres añorando pollas grandes, o pequeñas, o medianas, mujeres que recordaban las comidas de coño que les hicieron en su juventud sus novios, etc.

 

Yo por ejemplo, echaba de menos el sexo anal. Hace 20 años que sueño con abrirme camino en un culito estrecho, sintiendo como se van abriendo, los anillos del esfínter, esa calidez, esa sensación de control.... Uffff. Paro que se me está poniendo dura.

Pero esos recuerdos no son con mi mujer, son con las historias anteriores a mi matrimonio, y de eso hace mucho tiempo ya.

Así que pensé, que habría hombres que echaran de menos unas buenas peras, y si nos juntábamos, todos saldrían ganando.

¿Y lo que pensarán nuestras mujeres?

Humm, eso podría suponer un problemilla, pero ya lo solucionaríamos más tarde.

Habría que ir paso por paso.

Aunque suene raro, contestó bastante gente a mi anuncio, unos en broma, otros en serio, y otros ilusionados.

 

En menos de un mes, tenía tres candidatos a finalistas en mi provincia.

La primera elección fue Laura, ¡sí una mujer!

Con una conversación exquisita, una dulzura, y un buen carácter increíble, llegué a cogerle mucho cariño.

No tenía ningún tipo de complejo, se aceptaba como era, pero veía las miradas de su marido.

Hablamos mucho por msn, intercambiamos fotos, y me dijo que le gustaría que su marido, pudiera tocar y disfrutar unas tetas como las de mi mujer. Lo quería mucho.

Nosotros ya estábamos convencidos de llevarlo para adelante, ahora la dificultad era como implicar a nuestras parejas.

Ideamos mil planes complicadísimos, unos descabellados, otros absurdos, otros surrealistas, descartamos las drogas, y cuando estábamos sin ideas, a mí se me encendió la luz.

Yo me sacrificaría, Laura se lo merecía.

Si le explicaba a mi mujer la verdad, no podría decir que no, era buena persona, y lo haría, seguro que sí.

 

Por lo tanto, decidimos quedar un día, con nuestras parejas, como si Laura y yo fuéramos amigos del instituto.

 

Fue un día estupendo, fuimos a cenar, luego a bailar, tomamos copas, nos reímos, nos contamos nuestra vida, parecíamos amigos de toda la vida.

Eran una pareja fantástica.

 

Luis, el marido de Laura, no dejaba de echar miradas fugaces al espectacular escote de mi mujer, pero con mucha educación, y sin fijar la mirada.

Ese primer día, la cosa se quedó ahí.

Cuando llegamos a casa, y mientras mi mujer me hacía una paja con sus tetas, como sólo ella sabía hacer, le expliqué el problema de Laura, la frustración que acarreaba, el no poder darle eso a su marido, etc. , etc.

Luego ataqué, por otro lado, le dije que no se acababa el mundo porque otro hombre le acariciara las tetas, que ya se las habían tocado otras personas, que no por eso la iba a querer menos, etc., etc. No le dije ni una palabra de que esto había empezado, porque yo quería follarme a Laura por el culo, eso lo omití.

Debo ser bueno, porque la convencí, esa semana quedó un día con Laura, las dos solas, se fueron de compras y estuvieron toda la tarde hablando entre ellas.

Cuando volvió, me dijo que ese fin de semana, quedaríamos en casa con nuestros nuevos amigos a cenar. Lo cual me pareció estupendo. Por más que la interrogué, no saqué ni media palabra, de lo que había hablado con laura.

Llegó el fin de semana, mi mujer se puso un vestido de gasa semitransparente, sin sujetador.

Cuando llegaron los invitados, y mi mujer abrió la puerta, Luis no fue capaz, ni de decir buenas noches, quedó noqueado.

Nos sentamos a la mesa a comer, y mi mujer que estaba al lado de Luis cada vez que se levantaba para ir a por algo, le restregaba el pezón en el hombro, Cuando volvía, le apoyaba los senos en la espalda para poner la bandeja en la mesa.

Mi mujer y Laura se lo estaban pasando bomba.

Pero Luis estaba, a punto de sufrir un ataque, hasta yo, estaba con una erección sublime.

No sabía hasta donde llegaría el juego, pero a este hombre, le daba algo.

Mi mujer se manchó adrede, con salsa a la altura del pezón, y le pidió, que pusiera una servilleta encima para absorber la mancha.

 

Luis temblaba como si tuviera parkinson. Y cuando consiguió poner la servilleta, el vestido de mi mujer anudado al cuello, se desanudó misteriosamente, y dejó el otro seno al descubierto, con un pezón erecto y duro, que apuntaba al techo.

Como ella tenía las manos manchadas de salsa le pidió por favor, que se lo volviera a anudar.

Cuando se levantó, para hacerlo, todos vimos como en su pantalón beige, aparecía una mancha que se iba extendiendo. Había tenido un orgasmo, se había corrido, solo viendo unos pechos bonitos.

Realmente se merecía el regalo.

Y mi mujer estaba radiante, nunca se había sentido tan admirada, como si fuera una diosa.

Mi mujer agarró una servilleta y la mojó con agua, empezando a frotarle la punta del pene a través del pantalón, Luis miró a su mujer, que solo asintió con la cabeza, con una sonrisa de oreja a oreja, luego me miro a mí, que también asentí, y puso una cara de felicidad, que sólo había visto en niños, con regalos fantásticos.

Laura y yo disfrutábamos del espectáculo, mi mujer se puso de rodillas, le desabrochó los pantalones, se los bajó, le quitó los calzoncillos, y empezó a rozarle suavemente  la punta de los pezones en los muslos.

Mi mujer estaba haciendo el papel de su vida.

El pene estaba creciendo otra vez, le agarró las manos y las puso sobre sus senos, mientras dejaba que la polla chocara con las tetas, mientras se movía rítmicamente arriba y abajo.

Le estuvo guiando un rato, y luego dejó que el marcara el ritmo, que estrujara, acariciara, empujara, estirara.

Cuando iba a correrse otra vez, mi mujer lo paró, cogió su bolsito de diseño. Lo abrió, y saco un preservativo rojo, con una sonrisa pícara.

Hicimos una ronda de miradas, que valían por mil conversaciones.

Luis alucinando, yo encantado y Laura extasiada.

Le colocó el preservativo en la punta del glande brillante, y muy suavemente, lo fue desenrollando hasta los huevecillos, luego se levantó, se quito las bragas, moviendo las caderas hacía un lado y hacia otro, se las dio a Laura con un gesto de complicidad, después apoyó los codos en la mesa enfrente de mí, y puso su culo en pompa. Ofreciendo a Luis su conejito jugoso, que no tardó nada en meter su polla dentro.

Entró sin encontrar ninguna resistencia, y se quedó ahí en el fondo, mientras acariciaba y estrujaba las tetas de mi mujer, pellizcando los pezones, y dando alaridos de placer.

Tuvo un orgasmo apoteósico, nunca había visto a nadie disfrutar tanto.

Cuando acabó, se fue hacia su mujer, y la abrazó con todas sus fuerzas, al principio le caían lagrimitas de emoción, pero al rato estaba llorando lagrimones como un niño.

Me entró envidia, y le di un abrazo sentido a mi mujer, mientras le daba un beso en los labios, se lo había ganado.

La cosa no acabó como me imaginaba, pero me sentía mejor persona.