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Hija, podrías prestarme uno de tus novietes

en Amor filial

-Hija, ¿tú no podrías prestarme un noviete de los tuyos?

-¿Pero qué dices mamá, te encuentras bien?, ¿Has tomado algo?

-Es que hace tanto tiempo que no estoy con un hombre.....

-Papá estuvo el fin de semana pasado con nosotros, ¿No te acuerdas?

-No hija, me refiero a un hombre de verdad, a tu padre hace mucho tiempo que no se le levanta, y antes de eso, ya no me hacía ni caso.

-¡mamá!, para, y no sigas, soy tu hija, no quiero escuchar esas cosas.

Miré a mi madre pensando que me estaba gastando una broma, pero su rostro triste y sus ojos húmedos me disiparon cualquier duda, me estaba hablando en serio.

-Mamá, ya tienes cincuenta años, estás casada, tienes una buena vida, ¿Por qué piensas en esas burradas ?

-¿Crees que no te escucho cuando haces el amor con alguno de tus amigotes? Pues sí, os escucho, y me entra mucha envidia, yo también fui joven hija, y aún no estoy para jugar al bingo, mira toca mis pechos, ya los quisieran muchas jovencitas tenerlos así.

Estaba impactada, mi madre se abrió la bata, y me llevó su mano hacia un pecho, la mantuvo ahí un buen rato, para después preguntarme.

-¿Esto no es aprovechable todavía? No estoy para que me entierren, te lo pido por favor.

-Mamá, por dios,-grité, que soy tu hija,

-Y te piensas que no te he escuchado también con tus amiguitas, se que entiendes de estas cosas, dame tu opinión sincera, ¿Tan mal estoy?, ¿Crees que no puedo ser apetecible para nadie?

Miré con objetividad a mi madre, creo que por primera vez, y vi una piel blanca, pelo liso rubio hasta el cuello, ojos verdes, nariz fina, rostro dulce, la verdad es que no parecía tener cincuenta años, apenas tenía algunas arrugas pequeñas de expresión, los pechos los tenía preciosos, tersos y turgentes, de tamaño mediano, las piernas eran simplemente perfectas, largas y estilizadas, caderas amplias, pero con cintura contenida, ya me gustaría a mí llegar a su edad así.

Era una mujer que irradiaba elegancia, estaba impresionante hasta con una camiseta del mercadillo, todo le quedaba bien. Gastaba una fortuna en las mejores cremas, las tenía todas, y sabía como usarlas.

Mamá, sigues siendo una mujer atractiva, pero soy tu hija, ¿Qué me estás pidiendo?, ¿Cómo podré mirar a papá?

Ay mi niña, si sería una cosa muy discreta, quedaría entre tú y yo. Si no me ayudas, lo haré yo sola, y no se moverme en esos ambientes,

-¿A mi edad voy a ir a una discoteca a buscar a un chico?

-Si no me ayudas, lo haré mal, me descubrirán, y  pasaremos todos un mal trago.

Escuchaba lo que me decía mi madre y no podía asimilarlo, pero por otra parte, era mi madre, y me estaba pidiendo ayuda, eso me gustaba, me hacía sentir muy bien, mi madre pidiéndome ayuda, a mí, ella que siempre lo había controlado todo, hasta los más mínimos detalles.

-A ver mamá, ¿Que quieres exactamente?

-Mira hija, tú conoces muchos chicos, os oigo cuando hacéis el amor, no puedo evitarlo, elige uno que creas que pueda ser adecuado para mí, que sea discreto, tráelo a casa una noche, y deja que tenga con él un ratito de diversión, sólo eso, no es muy complicado, alguien a quien no quieres, que no es tu novio formal ni nada parecido, ¿A quién hacemos daño? A mí me harías muy feliz hija.

No sé mamá, no lo veo, déjame que lo asimile tranquilamente, y lo hablamos más adelante.

-¿De acuerdo?

-Claro hija, llevo veinte años esperando, no pasa nada por un poco más.

Esta última frase, la soltó con una carga de amargura que me llegó al alma, con todo lo que había hecho mi madre por mí, ¿la iba a dejar sola en estos momentos?

Esa semana, estuve zombi, no me podía quitar de la cabeza las palabras de mi madre, estaba inquieta y preocupada, no me podía centrar en mi trabajo, soy vendedora en unos grandes almacenes, y bajaron mis ventas.

Quedé con Alberto para almorzar, un compañero de trabajo con quién ya había intimado otras veces, y le conté el problema que tenía con mi madre, tenía una necesidad imperiosa de compartirlo con alguien.

El me miró después de que yo sacara todo lo que llevaba dentro, y tranquilamente me dijo.

-¿Y dónde está el problema? Este  sábado me presentas a tu madre, y luego ya se verá. No le des mas vueltas.

-¿Y mi padre?- le contesté yo.

-Seguro que no sabes ni dónde está ahora mismo, pasa con vosotros dos o tres días al mes. No te preocupes, no habrá ningún problema, lo más seguro es que tu madre, cuando llegue el momento de la verdad se arrepienta, y no pase nada, a las ocho estaré en tu casa, ponte guapa.

Alberto, me tranquilizó, esa era la mejor salida, que fuera ella la que viera que no tenía edad para estas cosas, que listo era este chico, con su barbita recortada, y siempre con su traje impecable, a sus 35 años, estaba en plena forma, mucho deporte, y una mujer vegetariana que le imponía una dieta estricta, cuando quedaba conmigo se hartaba de hamburguesas, pero bueno, después follábamos como animales y quemábamos las calorías de más.

 

Llegó el sábado, Alberto vino a la hora convenida, mi madre se había puesto muy guapa y elegante como siempre, hubo buena química, y estuvimos un buen rato charlando de literatura, política, etc. fue una velada muy agradable.

De pronto mi madre me dijo.

-Hija, ¿Te importa si le enseño a Alberto tu colección de mariposas?

¿Qué estaba diciendo?, yo no tenía mariposas ni nada parecido, pero le seguí la corriente.

-No, mamá no me importa, yo mientras iré preparando otra sangría.

Mi madre y Alberto se fueron hacia mi habitación, yo me quedé angustiada, como acabaría aquello.

Durante unos diez minutos, no escuché nada, luego empecé a sentir a mi madre gritando como una actriz porno.

Massss, Massssss, No paresssss Sigueeee...... Así,  así, mas fuerrrte,  masssssss, ohhhhh, ahhhhh

Me empecé a reír, estos dos me estaban gastando una broma, y la verdad es que mi madre lo hacía bastante bien.

Me fui a mi habitación a reírme con ellos, y cuando abrí la puerta me quedé helada, mi madre estaba desnuda a cuatro patas encima de la cama, y Alberto de pié, la estaba follando bestialmente, mientras le agarraba las caderas. Mi madre no estaba fingiendo, realmente estaba a punto de tener un orgasmo.

Me quedé allí en la puerta, como hipnotizada, viendo como se movían los pechos de mi madre mientras todo su cuerpo vibraba, como la polla de Alberto entraba y salía rítmicamente de su coño.

Eso no era lo que yo tenía previsto.

Mi madre empezó a gritar como una posesa, y tuvo un orgasmo intenso y prolongado, los gritos se debían de escuchar en diez kilómetros a la redonda.

Se tumbó en la cama boca arriba, y cerró los ojos. No se por qué, pero yo estaba húmeda también, los gritos de mi madre, me habían puesto a mil, me acerqué a la cama, Alberto se tumbó al lado de mi madre a descansar. El coño de mi madre me atraía como un imán, estaba rezumando semen de Alberto, que se había corrido dentro.

Acerqué la punta de mi lengua y lamí unas gotitas de esperma de la rajita, tenían el característico sabor afrutado de siempre, la leche de Alberto tenía muy buen sabor, no todas son tan ricas, algunas son rancias, otras dulces.

Pero esta vez me sabía más rico, era más sabroso, estaba especiado con los flujos de mi madre.

Que bueno que estaba este cóctel. Sin darme cuenta, estaba con mi lengua en el clítoris de mi madre, lamiendo, chupando, rozando, mientras le agarraba con las manos la cintura.

Mi madre abrió los ojos y al verme, me miro sorprendida, me quedé parada, igual había ido demasiado lejos, ella estiro los brazos, y empujó mi cabeza hacia su coño, mientras gemía como una puta.

A Alberto se le empezaba a poner dura otra vez por el espectáculo, empezó a meterme deditos por el culo, los humedecía en mi conejo chorreante, y me dilataba el ano con una maestría sublime.

Cuando estaba dilatadita y lubricada, se puso detrás de mí, y me penetró suavemente, me follaba el culo mientras me masajeaba el clítoris, y yo se lo chupaba a mi madre, mi madre intensificó sus alaridos, y como si fuera una señal divina, nos fundimos los tres en un orgasmo simultáneo sublime.

Esto no es lo que tenía pensado, no.

Nos quedamos tendidos, recuperando el aliento, yo creo que me quedé dormida, me despertó un suave roce en mi clítoris, abrí los ojos y vi a mi madre que me sonreía, le correspondí con otra sonrisa de oreja a oreja, le faltaba un poquito de práctica, la verdad es que no lo hacía muy bien, pero yo la enseñaría.

Mi madre se dirigió a Alberto y le dijo con una educación exquisita.

-¿Serías tan amable de darme por el culo, como a mi hija?

El le siguió el juego

-Faltaría más, señora. Será todo un placer.

Yo salí corriendo a buscar el lubricante que tenía escondido, no quería que le desgarraran el culo a mi madre, se lo apliqué con mucho cariño, y durante mucho rato.

Cuando Alberto la metió, entró como un chuchillo en mantequilla caliente. Fue tierno y suave, se movía dulcemente mientras le acariciaba los pechos, este chaval sabía comportarse siempre de la forma adecuada.

Yo me movía ayudando, le rozaba el clítoris a mi madre, le metía la lengua a Alberto por el culo, le rozaba con mis tetas en su espalda, le metía la lengua por la boca, y así hasta que se corrieron los dos.

A partir de ese día, le presté a mi madre muchos novietes y novietas, y cuando no teníamos a nadie a mano, nos apañábamos las dos solas.