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16 días cambiaron mi vida y Gaby, mi hija

en Hetero: General

            Pablo.

            En este capítulo describo la unión de dos series de relatos, a saber: Por un lado “16 días cambiaron mi vida”, que continuó con “La vida sigue” y “Mi nueva vida”, finalizando con los cuatro capítulos “Pablo, Ana, José, Mila y familia”. Todos estos relatos pertenecen a la misma historia. Que ha dado lugar a un libro que se puede descargar, gratuitamente de Free eBooks — http://espanol.free-ebooks.net/ebook/16-dias-Cambiaron-mi-vida

            Por otro lado, confluye en Sevilla, Feria de Abril de 2014, con la serie más corta, “Gaby, mi hija”. El nexo de unión es el propio autor, Pablo, que ha vivido con ambas familias y conocido, de primera mano, sus experiencias y recibido las notas y documentos gráficos descritos.

           

            Viajamos desde Alicante a Sevilla por la autovía A-92, por Granada y Antequera.

            Las niñas, Ana y Claudia, hija, admiran sorprendidas el espectáculo de Sierra Nevada desde la carretera, realmente es impresionante. Nos detenemos en un restaurante desde donde se puede ver en su gran inmensidad el macizo, coronado de nieve, del Parque Nacional. Claudia madre, como copiloto es un desastre, se pasa todo el trayecto apretando el suelo del vehículo con los pies… frenando. No soy un loco conduciendo pero a ella le da miedo.

            La insistencia de Eva  me impulsó a aceptar la invitación para conocer la Feria de Abril de Sevilla.

            Eva nos recibe con gran alegría junto a su hija Gaby y Silvia, su novia. Han llegado hace tan solo dos días de Barcelona, donde ahora viven.  A mí me acompañan en este viaje mi actual pareja, Claudia, su hija Claudia y la hija de Mila y José, Ana. Me siento extrañamente eufórico.

Tras las correspondientes presentaciones, pasamos a comentar las vicisitudes pasadas por las familias.

— (Ver mi perfil  — http://www.todorelatos.com/perfil/1427702/ — deTodorelatos.com) —.

Eva nos está preparando una suculenta comida, con la ayuda de Claudia, mientras las cuatro jovencitas se van a una habitación para hablar de sus cosas. Yo me quedo en el salón pero escucho lo que hablan las dos mujeres en la cocina.

— ¿Así que sois pareja Pablo y tú, Claudia?

            — Sí Eva…  y la verdad es que nos va muy bien. Es una buena persona y lo quiero mucho.

            — Me alegro por él. Me consta que es “buena gente”. A mi familia y a mí nos ayudó en momentos muy difíciles. De hecho, tras la ruptura con mi marido y con mi… — la voz de Eva se quiebra — querida Lara, estuve  muy cerca de ir en su busca y…

            — No sigas Eva, por lo que veo esto te duele…

            — Sí, Claudia, pero no creas que es por vuestra relación; es por los desengaños que he sufrido en poco tiempo…  Lo dejé todo por un amor de juventud que se esfumó como el agua entre mis dedos… Lara. Hubiera ido al fin del mundo por ella… Y ella se fue con una amiga común, Carmen, solo por estar embarazada, ahora tiene una niña… Y viven juntas con su retoño.

            — Lo siento, Eva…  De corazón. Cuando pienso en mi felicidad actual, después de años de desdicha, me siento un poco culpable cuando veo sufrir a una persona, como tú. Pero si no me equivoco… Tal vez entre todos podamos paliar un poco tu tristeza y alegrarte…  Eres muy bonita, me gustas…

            — Y tú también me gustas a mí Claudia, entiendo que hayas vuelto loco a Pablo… — Tras estas palabras; silencio…

            Me acerco despacio a la puerta de la cocina y la imagen que veo es impactante. Eva y Claudia se besan apasionadamente en la boca. Decididamente soy un cotillo. Discretamente me retiro y me voy a la habitación donde están las chicas, para que no se les ocurra estropear el momento de las dos madres.

            Charlando de cosas intrascendentes pasan unos minutos, hasta que nos llaman para comer.

            Claudia me dirige miradas tiernas, cálidas; Eva también… ¿Qué tramarán las dos?

Terminada la comida nos preparamos, bajo la dirección de las sevillanas, para ir a la feria. Gaby ha facilitado unos trajes de gitana a Claudia hija y Ana. Realmente están preciosas. Pero la sorpresa es mayúscula cuando veo aparecer a Eva y a mi querida Claudia, aderezadas con sendos vestidos de flamenca.

— Pero… Estáis guapísimas las dos, bueno todas…  pero no esperaba verte así Claudia…

            — ¿Te gusta Pablo? — Dice Claudia girando sobre sí misma y moviendo los brazos con un salero y una gracia que yo desconocía.

            — ¿Qué si me gusta?…  No conocía esta faceta tuya… Y me encanta. ¡Qué hermosura!…  Miedo me da entrar en el recinto ferial con este ramillete de rosas… — Respondo admirado de la belleza de las mujeres que me acompañan.

            Y nos vamos a la feria… Cogemos dos taxis que nos llevan hasta el recinto ferial. Casetas, encuentros entre las chicas con conocidos, bailes en los que no participo claro está, no sé un pimiento de bailar sevillanas… Pero no puedo evitar que Claudia me saque a la pequeña pista y me veo obligado a realizar un simulacro de baile que hace reír, a carcajadas, a las chicas…  Manzanilla, rebujito, jamón, pescaito frito, más manzanilla, fino; el acabose.

Las dos de la madrugada y las bacantes no se cansaban. De tiempo en tiempo, alguna de las chicas desaparecía y reaparecía de nuevo; como el Guadiana. No sé donde iban ni lo que hacían, pero lo imaginaba…

            — Pablo, Eva y yo estamos algo cansadas ¿Nos vamos a casa? — Me dice Claudia acariciando mi cara y besándome los labios.

            — Cuando queráis. ¿Y las niñas?

            — No te preocupes por ellas, ya volverán cuando estén hartas… Son mayorcitas y saben lo que se hacen.

            ¿Hartas de qué? Pensé; y rápidamente caí. No puedo remediarlo, sigo siendo un ingenuo.

            Salir del recinto supuso un esfuerzo. Pero tuvimos suerte de parar un taxi que nos acercó a casa de Ana; subimos al piso y ya desde el zaguán empezaron a desprenderse de los zapatos, se ayudaron mutuamente a descorrer las cremalleras de los vestidos, los dejaron caer y quedaron como las trajeron al mundo… Desnuditas… no llevaban ropa interior… nada…

            — ¿Así habéis ido a la feria? ¿Sin nada debajo? — Pregunto ingenuamente.

            — Sí cariño. Así… y no te has enterado. Pero algunos de los moscones que teníamos alrededor sí se han dado cuenta… Y nos han dado un magreo…… Jajajaja…  Mira llevo el chocho empapado.

            Claudia se pasa los dedos por la vulva y aparecen brillantes por los jugos de su excitación.

            — ¡Pues anda que yo…! — Eva realiza la misma maniobra con los mismos resultados.

            — Ahora es tu turno Pablo… ¡Aquí nos tienes a las dos con más hambre que un perrillo chico! ¿A qué esperas? — Dice Eva insinuante.

            Ambas hembras se abalanzan sobre mí que, indefenso, no puedo resistir sus embates. Me desnudan en un santiamén y me tienden boca arriba en la moqueta del salón. Claudia se abre de piernas sobre mi cara, ofreciéndome su fruta, cálida, sabrosa… Mientras Eva se apodera de mi amiguito y se encarga, con unas pocas lamidas y chupetones, de ponerlo en forma; montándolo y empalándose, tragando glotonamente el trozo de carne en su ardiente gruta.

             Lamiendo la vulva de Claudia… Sintiendo los golpes de amazona de Ana sobre mis caderas, intento aguantar pero me resulta imposible…

            — ¡Claud… me corroo! — Y descargo en el vientre de Eva que no se detiene, sigue moviéndose sin enterarse de mi  grito, amortiguado por los muslos de Claudia.

            De todos modos mi amigo, tras unos instantes de indecisión, se endereza de nuevo y mantiene su altivez.

            — ¡Aaaggg…! ¡Joder que gustooo!  — Grita Eva abrazando a Claudia por su espalda y amasándole los pechos.

            Claudia se mueve sobre mi cara adelante y atrás, rozando su clítoris con mi nariz y mi barbilla.

            — ¡Yo también meee…! ¡Corrooooo! ¡Aaaggg!

            Claudia se deja caer a mi lado derecho, Eva se acerca a mi izquierda. Las abrazo a las dos, se acurrucan a mis flancos, besándonos, acariciándonos…

El sueño nos vence, nos quedamos dormidos los tres.

            — ¡Eehhh! ¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado aquí? — Las cuatro chicas entran en tropel al salón donde estamos dormidos, desnudos.

            Nos incorporamos azorados, al menos yo, por estar en cueros ante las chicas. Intento vestirme pero Gaby y su amada Silvia me lo impiden. Me manosean entre risas y chanzas. Con el trasiego no puedo evitar que mi pito se enderece provocando una risa generalizada de todas las presentes. Ya es de día, deben ser por lo menos las ocho de la mañana… ¿Ahora llegan…?

            — ¡Venga! Dejar tranquilo a Pablo que ya ha tenido bastante esta noche. — Les recrimina cariñosamente Eva a las chicas.

            — Vamos a dormir un rato chicas, que a las seis de la tarde nos esperan en la caseta — Les grita Gaby.

            Haciendo pucheritos me dejan tranquilo y se marchan las cuatro a su habitación.

            — Vaya Pablo ¿No me digas que aún te pasarías por la piedra a alguna de ellas? — Dice Eva sonriendo y acariciando mi miembro.

            — Mujer… Uno no es de piedra y las muchachas están para comérselas — Respondo.

            — Pues a Gaby le encantaría echar un kiki contigo… Y a Silvia también — Afirma Eva.

            — ¿Pero Silvia es pareja de Gaby no?  Y que yo sepa, no le iban los varones — Pregunto extrañado.

            — Así era Pablo. Pero con el tiempo se dio cuenta que se perdía una buena parte de sus experiencias siendo tan rígida. Gaby logro que su padre, Carlos, follara con ella y le gustó. De hecho lo siguen haciendo los cuatro, o sea, Gaby, Silvia y Ainoa ya casada con mi ex, Carlos. (Leer “Gaby, mi hija. Epílogo” Autor: Solitario. En Todorelatos)

            — O sea… Que son bisex… Hay quien piensa que todos y todas somos bisexuales por naturaleza. Es la sociedad la que determina la heterosexualidad, de hecho trata de imponerla, incluso por la fuerza, a personas que nacieron con el cuerpo equivocado. Personalmente pienso que la identidad sexual debe ser privativa del individuo.

            — Si Pablo pero la presión de la sociedad es muy difícil de soslayar. Tú sabes muy bien, por los relatos que has escrito basándote en nuestras notas, que la incomprensión social ha llevado al suicidio a muchas buenas personas — Afirma Eva con tristeza.  (“Gaby, mi hija 5” Autor: Solitario. En Todorelatos)

            — ¡Venga, dejémonos de historias tristes y vamos a arreglarnos que nos quedan aún unas horas de feria! — Exclama Claudia con alegría, al tiempo que marca un paso de baile, aprendido la noche anterior y realizado con mucha gracia; mostrando su delicioso cuerpo desnudo que Eva se apresura a abrazar y acariciar.

            — Eva no me calientes que me lanzo… Evaaa… — Le dice Claudia besando sus labios y lanzándome una ardiente mirada.

            No sé cómo se las apañan pero estas mujeres están siempre en celo. Verlas acariciarse a las dos es todo un espectáculo. Me siento en un sillón, precisamente el mismo en que tiempo atrás tuvimos el placer de compartir a Gaby, entre mi amigo Imanol y yo, dirigidos por su madre. (Leer “Gaby, mi hija 3” Autor: Solitario. En Todorelatos)

            Eva sentada en el sofá, con el cuerpo sobresaliendo del asiento, Claudia arrodillada en el suelo lengüetea su gruta y le pellizca los pezones.  Yo no puedo resistir la visión del trasero de Claudia, me arrodillo tras ella y beso el agujerito de su culo, acaricio con mi glande la rajita, apunto y empujo, despacio, entra deslizándose con suma suavidad. Las manos de Eva acarician la cabeza de Claudia que hunde su cara entre sus muslos. Mis movimientos, lentos al principio, incrementando la velocidad hasta oír el, ¡plaf… plaf…! De mis muslos chocando contra las nalgas de mi amada. Deseo detener el tiempo…  Eternizar este momento. Eva abre los ojos y clava en mí su mirada, los labios entreabiertos, el rubor en sus mejillas, abre la boca aspirando con fuerza, le falta el aire… Y grita… Grita tan alto que temo despierte a las chicas y alarme a los vecinos… Un temblor de sus rodillas, apretando con sus manos la cabeza de Claudia contra su sexo… Empujándola y apartándola para de nuevo atraerla y hundir su cara en el encharcado coño.

            Se calma un poco, yo no he dejado de bombear; Eva levanta la cara de Claudia para besarla en la boca, saborear sus jugos y lamer la cara de mi amor. Unidas en un ardiente abrazo sofoca en Claudia el grito que pugna por salir de su garganta. Un estremecimiento de mi partenaire me indica que está llegando su clímax… Me faltan palabras para describir mis sentimientos en aquellos momentos, me deje ir y llegamos los dos al mismo tiempo…  Sublime, apoteósico.  Claudia se gira hacia mí, nos abrazamos… Lloraba, reía… La emoción no dejaba que las palabras brotaran de su boca, y sellé sus labios con un beso, con miles de besos, con sabor a Eva, a Claudia, percibiendo el aroma a sexo, a hembra…

            Nos sentamos, los tres, yo en medio, con dos deliciosas mujeres a mi lado…

            Descansamos unos minutos, en silencio… Eva se levantó.

            — Voy a la ducha, ¿os apuntáis?

            — Claro que sí… Vamos — Dice Claudia tirando de mi.

            Arrastrado por las dos mamás me dejo llevar a la ducha donde siguen acariciándose manoseándome a placer, nunca mejor dicho.

            Eva es la primera en salir, secarse y marchar a la cocina para preparar algo para desayunar. Mientras Claudia sigue empeñada en violarme…

            — ¿Qué te ocurre Claudia? ¿Estás bien?

            — Si Pablo, estoy bien pero…

            — ¿Pero qué, mi vida? Dime que pasa por esa cabecita tuya…

            — Es por Eva. No la conocía, pero creo que está muy triste, aunque intente disimularlo. Tengo la impresión de que esperaba algo de ti… No se… Contigo…

            — Claudia, Eva sabía que estábamos juntos, se lo dije antes de venir. Por otra parte, su tristeza se debe a haberse alejado de Lara. Puso muchas ilusiones en el reencuentro y por circunstancias no salió como ella esperaba. Aunque no debe perder la esperanza; Lara, por lo poco que sé de ella, es una mujer muy sensible y sabe que Eva sufre por ella. Antes o después encontraran una solución. Ahora está encaprichada con Carmen, con la niña y…

            — ¿Y… qué? — pregunta Claudia

            — Con sus tetas… Jajaja — respondo.

            — ¡Eres malo Pablo! ¡No te lo tomes a cachondeo!

            — ¿De qué se cachondea Pablo? — Eva aparece en el baño con los brazos en jarras —. He oído lo que has dicho y estoy de acuerdo con Claudia. ¡Eres malo Pablo!

            Salgo de la ducha y abrazo a Eva.

            — Eva, sabes que te aprecio y no me cachondearía nunca de ti. Pero me hace gracia esta situación. Aunque sé que a ti te hace sufrir.  Y lo siento, pero sé que la risa es una de las mejores terapias y me gustaría verte reír y pasar un poco de eso que te agobia. Piensa en la posibilidad de que Lara esté probándote; tú la abandonaste en un momento crítico para ella. Ahora vuelves pero ya no es la misma, ha cambiado, quizás para mejor. La vida la ha fortalecido y es muy probable que no quiera sufrir otra desilusión. Pienso que si te mantienes firme, si tu amor hacia ella es sólido… Volveréis a estar juntas.

            Eva llora abrazándome.

            —  Vamos Eva… Deja de llorar… Yo también creo, como Pablo, que Lara te quiere, pero te está sometiendo a una prueba… Quizá muy dura, pero eres fuerte y la superarás. Tal vez te lleves una sorpresa al volver a Barcelona. O antes. — Claudia le hablaba y la besaba.

            — ¡Venga, vamos a tomar café coño! ¡Ya no lloro más! — Eva con una sonrisa triste en los labios nos lleva a la cocina.

            Mientras desayunamos Eva recibe una llamada por el móvil. Se levanta y sale a la terraza para hablar. Pasados unos minutos vuelve… Radiante.

            La respiración entrecortada, las lágrimas deslizándose por las mejillas, apretando el teléfono entre las manos… Besándolo… Me abraza y me llena de besos, lágrimas y mocos…

            — ¡Era Lara…! ¡Llega esta tarde en avión…! Me ha dicho que no puede más. ¡Me quiere!

            Sus gritos despiertan a las niñas que vienen corriendo a ver qué pasa. Se lo explico y las acompaño al dormitorio para que sigan acostadas. Dejamos a Gaby y Silvia en la cama, pero Ana y Claudia no tienen sueño y vuelven conmigo al salón, donde Eva, eufórica, nerviosa, repite una y otra vez:

            — ¡Me quiere!… ¡Me quiere! Tenías razón Pablo, me lo ha dicho ella, quería saber si yo la amaba de verdad o era solo un capricho mío. Carlos habló con ella y le dijo que yo estaba muy mal… También Ainoa se lo confirmó y… ¡Me quiereee! Tengo que arreglarme para ir al aeropuerto a esperarla… Me voy a la peluquería…

            Entró en su dormitorio, se vistió y salió de estampida para ir… A la peluquería. Realmente no entenderé nunca a las mujeres… Su máxima prioridad ahora es su pelo…

            — Mamá, Eva no está muy bien de la cabeza ¿No? — Le dice Claudia a su madre arrugando la naricilla.

            — Hija, el amor es así, como dice la vieja canción, es tanta cosa a la vez… Pero contarme. ¿Cómo lo pasasteis anoche en la feria?

            —Bieenn…

            — Uyuyuiii ¿Estuvo bien o no? — Insiste la madre.

            — No te lo quiere contar, Claudia, pero lo pasamos muyyy bien. Con decirte que yo traigo el chocho escocío, como dicen por aquí — La salida de Ana me hace reír, pero a Claudia no le hace mucha gracia.

            Ella piensa aún en su niña, pero yo sé lo que las niñas han hecho a lo largo de su corta vida.

            — Cuenta Ana, que pasó — Insiste Claudia.

            — Bueno… Mientras estábamos todos en la caseta salíamos de cuando en cuando, con algún chico y nos enrollábamos en los huecos entre casetas, en los servicios, donde no nos veían… Nos cogían las tetas, el culo y a mi uno de ellos casi me la mete, aunque el traje que llevaba no me lo permitía. Pero después de marcharos…

            — ¿Qué? ¿Qué pasó?…

            — Un grupo de chicos, conocidos de Gaby, tenían un piso muy cerca de la feria, recuerdo que nos dijeron que en la calle Padre Damián… Nos invitaron a ir a las cuatro, ellos eran cinco… Llegamos, nos dijeron que no hiciéramos ruido, por los vecinos. Pusieron música suave, bailamos, bebimos… Y cuando quise darme cuenta tenía el vestido desabrochado  y uno de los chicos metía las manos por la espalda cogiéndome las tetas. Yo andaba un poco mareada, pero no tanto como para no darme cuenta que a Claudia la tenían entre dos, desnuda u atravesada por delante y por detrás… Después aquello fue un desmadre. Nos follaron a las cuatro entre los cinco, se cambiaban, vi a Gaby y Silvia haciendo un sesenta y nueve entre ellas, mientras dos chicos las follaban. Perdí la cuenta de las veces que me corrí… Acabe dormida y me siguieron follando, o lo soñé… No lo sé. Me desperté casi amaneciendo, en el WC me encontré a Claudia que había vomitado y estaba desnuda, sentada en el suelo y con la cabeza dentro del inodoro… La saqué, la duché, espabilé a Gaby y Silvia, nos vestimos y nos fuimos corriendo antes que se despertaran los faunos… Qué manera de follar… Claro que antes de salir vi, en el mueble del salón, una caja con pastillas azules… Así aguantaron tanto los cabrones. A base de viagra…

            — O sea, que lo pasasteis bien ¿No? — Pregunté.

            Claudia miraba a su hija que, sentada en el sofá, hundía la cabeza entre las manos.

            — ¡Sois unas inconscientes! ¿Estáis locas? ¡Cualquiera sabe lo que podían haber hecho con vosotras! — recriminó Claudia

            — Mamá, por favor, no me grites. Me duele la cabeza… Y el coño… Y el culo…

            — ¡Pablo diles algo! ¡De mí se pitorrean! Míralas, hechas un asco, antes no me había fijado, pero mira que ojeras — Dice la madre.

            — ¿Y qué les voy a decir, cielo? Están en edad de experimentar, de conocer… De vivir… ¿A que lo volveríais a hacer? — contesto

            — Sí, Pablo, la verdad es que los chicos se portaron bien, creo que hablo por todas, lo pasamos de escándalo. Pero hoy no podrían meterme ni el bigote de una gamba. ¿Tú qué dices Clau?… — Dijo Ana

            — Qué voy a decir… Que me dieron mucho gusto… La pena es que me pasé con la priva y después del tercer o cuarto polvo, ya no recuerdo nada. Desde luego hoy no estoy para ir a la feria. Gaby quiere llevarnos porque quedó con unos amigos suyos… Yo lo siento pero no puedo… ¿Y tú, Ana, irás con ellas? — Dijo la hija de Claudia

            — Creo que sí. Ya veremos. Desde luego la parejita tiene una marcha… Tú sabes Pablo que no soy una mojigata, pues cuando voy… Ellas vuelven. ¿Me entiendes?

            — Te entiendo Ana. Y te comprendo. Pero debes tener cuidado, sobre todo con las enfermedades.

            — Por eso no os preocupéis, les obligamos a ponerse globitos… Y nosotras tomamos precauciones…

            — Sí, claro, mientras estabais despiertas, pero… Y luego. Claudia no recuerda casi nada. Tú medio dormida… Habéis estado muy expuestas, sobre todo teniendo en cuenta que no conocíais, de nada, a esos muchachos. Pero bueno. Lo hecho, hecho está. Estaréis tomando la píldora ¿No?

            — Sí Pablo. Yo misma las llevé al ginecólogo para que se las recetara — Aclara Claudia.

            — Pues entonces olvidémonos de este asunto y vamos a ver qué hacemos hoy. Yo propongo un paseo para enseñaros el centro de la ciudad… ¿Qué os parece?

            No muy convencidas las chicas aceptan la propuesta. Claudia encantada. Me comentó, antes de venir, que había estado hace años en Sevilla con su difunto marido y lo pasó muy mal. La dejó en el hotel y él se marchó, con la excusa de asistir a un congreso de abogados. Los dos días que estuvo aquí se los pasó sola, paseando por el centro, sin conocer nada.

            Pero Mila, la madre de Ana, que estaba presente cuando Claudia me dijo esto, le comentó que ella también había estado en el dichoso congreso y estuvo “trabajando” como acompañante del marido, o sea, en otro hotel donde el difunto se la beneficiaba, por un puñado de euros claro. Además le pagó el viaje y la estancia.

            Mila, entre polvo y polvo, se daba un paseo y se apañaba clientes extra.

            En una ocasión, Isidro, marido fallecido de Claudia,  llegó de improviso a la habitación del hotel y ella no estaba. Se enfadó mucho, pero Mila se lo trajinó diciéndole que, al bajar al bar a tomar una copa, había visto a un conocido de su marido en recepción y tuvo que marcharse a la calle para que no la descubriera. La verdad era que había estado follando con un cliente en otra habitación del mismo hotel. Ella no perdía oportunidad de sacar unos euros.

            Por curiosidad, consulté en los Cuadernos de Mila, cuando fue el evento y comprobé que sacó, limpios, dos mil seiscientos euros, en menos de cuarenta y ocho horas. Claro que esto no se lo dije a Claudia. No quise hacerle más daño.

            Ya estábamos preparados para salir cuando entró Eva, peinada, maquillada…

            — Me he hecho la manicura, las ingles y las axilas. Quiero estar muy guapa para mi mujercita… ¿Adonde vais? — Preguntó Eva.

            — Pensábamos ir a dar una vuelta por el centro y comer algo por ahí… — Dije.

            — Voy con vosotros. Lara no llega a San Pablo (Aeropuerto) hasta las cinco y no quiero quedarme sola. Necesito distraerme o me volveré loca… ¡Qué nervios tengo! Es como si fuera una colegiala en mi primera cita… — Realmente se la veía muy excitada.

            Salimos y en mi coche nos dirigimos al centro… Error… ¿Dónde podemos aparcar?… Al final, guiado por Eva llegamos a un aparcamiento en la Plaza Ponce de León. Hacía calor, por la calle Imagen accedimos a la Plaza de la Encarnación, donde pudimos admirar una verdadera atrocidad arquitectónica. Al menos a mí me lo parece. Las Setas lo llaman…

            Las chicas se entretenían en los escaparates, Eva no soltaba mi brazo. Claudia acompañaba a las niñas y de cuando en cuando me miraba. Por señas yo intentaba decirle que no podía hacer nada. Eva no dejaba de hablar y hablar de Lara, me contaba las cosas que hacían cuando eran jovencitas, cosas en ocasiones muy, muy, calientes. Y yo no podía evitar las molestias que me provocaba en la entrepierna.

            Cuando Claudia se percato… Se echo a reír, nadie, excepto yo, sabía por qué. Las llamé y entramos en un bar para tomar unas cervezas… Tónica las niñas…

            Pude separarme de Eva, que no se había dado cuenta de nada y me encaminé al servicio. Po raro que pueda parecer, los servicios eran amplios y bien cuidados. Oriné, me empaqueté y al salir me encuentro de frente a Claudia, que me empuja al aseo de señoras y cierra por dentro.

            — ¿Qué haces Claudia? Se van a dar cuenta…

            — Qué va, tonto… Anda déjame que recuerde viejos tiempos…

            Me desabrochó el pantalón, saco mi pene y arrodillada en el suelo, procedió a regalarme una soberbia mamada. Fue visto y no visto. Mi descarga en su boca se la tragó sin aspavientos, enjuagó la boca en el lavabo mientras yo me recomponía y salimos los dos de allí sin que nadie se diera cuenta.

            Eva al vernos llegar a la mesa que ocupábamos, me miró, miró a Claudia…

            — ¡Pero qué cabrones sois! ¡Ya habéis echado un kiki!

            No pudimos por menos que reírnos. Las niñas nos miraban sin comprender nada…

           

           

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