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No sé bien cómo empezó todo 1

en Hetero: Infidelidad

            De paso por Albacete me pongo en contacto con Rafael, un buen amigo, del que no tenía noticias desde hacía al menos dos años. Pensaba desplazarme hasta su pueblo, pero me informó que ya no residía allí. Ahora vivía en la capital.

            Me indico una cafetería del centro donde nos podíamos ver y hablar y hacia allí me encaminé.

            Me pareció envejecido y sobre todo solo, cuando él no se movía del pueblo sin su Paula. Tras los abrazos y apretones de manos de rigor nos sentamos en una mesa apartada.

            --¿Bueno, qué es de tu vida? ¿Y Paula, cómo está?  – Pregunté. Y Él, con expresión triste, me entregó unos folios.

            --Aquí está casi todo. Sé que escribes, leo tus relatos y creo que este encaja en tu estilo. Confórmalos a tu gusto y súbelos.

            No sé bien cómo empezó todo. Solo sé que ahora estoy solo en mi casa, sin mi mujer, sin la finca, sin la casa donde nací, sin ilusión… 

Me llamo Rafael, tengo sesenta y tres años, no importa mi físico; dediqué toda mi vida a trabajar el campo. O sea, no puedo decir que mi formación y mi cultura sean muy… Bueno lo mismo da. Lo importante es lo que voy a intentar contar. Lo que me ha llevado a esta lamentable situación.

            Vivo en un pueblo de unos mil quinientos habitantes de la provincia de Albacete. Esto quiere decir que nos conocemos todos. Bueno, no hago más que darle la vuelta al asunto. En el pueblo hay un casino donde se juega al domino, las cartas… A mí no me ha gustado nunca el juego pero entro, me tomo un café, los veo jugar… En el casino los fijos… El manitas, el poeta, el tonto, el ligón… El ligón, Sergio, que se dedica a hablar de sus conquistas de los polvos que hecha… Yo prefiero quedarme en  casa y leer todo lo que cae en mis manos.

Mi vida se reduce a trabajar en mis tierras durante todo el día, excepto la hora de la comida en la que me acerco a casa donde mi mujer, Paula, me tiene el almuerzo listo, tras la comida descanso un rato, paso por el casino a tomar café y de nuevo al curro hasta que anochece y a casa a cenar, ver un rato la tele o leer y a dormir. Últimamente, al ir a tomar café, me extrañó que al entrar yo los de la partida, se callaran mirándome de forma rara.

            Mi vida con Paula era buena… Nos casamos muy jóvenes, ella tres años menor que yo. Durante muchos años hemos tenido relaciones sexuales casi a diario, hasta hace tres o cuatro años en que bajó el ritmo, generalmente era ella la que se excusaba… Dolor de cabeza, no tengo ganas… En fin todas las excusas que se suelen aportar cuando no se está por la labor. La verdad es que por mi parte tampoco insistía mucho… Los años pasan factura… O eso pensaba yo.

            Todo empezó, o mejor terminó, un día que fui a mi finca y al empezar a limpiar unos pies de árboles se me partió el mango de la azada. No tenía otra a mano así que me tuve que ir al pueblo para comprar un mango nuevo.

 Ya comprado y con la mañana perdida, fui a casa. Al entrar me sorprendió no ver a Paula en la cocina, ni en el salón… Escuché unos quejidos en el dormitorio y al acercarme escuché la voz inconfundible de mi mujer:

            --¡Así cabrón, así!

-- ¡¿Quieres que te folle perra? ¡¡Pídemelo!

-- ¡Fóllame hijo puta! ¡Fóllate a esta puta! ¡¡Rómpeme el culo!!

            Las voces  no se escuchaban en la calle porque los muros eran gruesos y la habitación estaba en el fondo de la casa Pero yo si las oía… Me retumbaban en los oídos…

            Entré… El cuadro era impactante. Mi mujer a cuatro patas sobre la cama y el “ligón del pueblo” arrodillado detrás, con su polla dentro de mi mujer, no sé por dónde pero por sus gritos en el culo…

            Me cegué, un velo rojo se me puso delante, ellos no se dieron cuenta de mi presencia y sin pensarlo descargue un estacazo con el mango de la azada, recién comprado, en la espalda de Sergio que se cayó sobre la espalda de Paula dando un alarido de dolor, volviéndose y mirándome con cara de terror… El ojete de Paula… No era un ojete. Era un ojazo, del que chorreaban hilillos de mierda.

            Golpeé de nuevo al ligón, no sé dónde le di pero se retorcía en la cama después de descabalgar. Me fijé en su polla que, a pesar del golpe se mantenía tiesa. Y aquí si busqué dar el golpe. Sus gritos fueron terribles. Se bajó de la cama y se agachó  a buscar su ropa, pero no lo dejé, le di otro estacazo.

Lo saqué a empellones y bastonazos a la calle, por la puerta principal, en cueros vivos, agarrándose los huevos que se le veían ennegrecerse y engordar por momentos, con las marcas de los porrazos en la espalda y cerrando la puerta a continuación.

Al volver a la habitación, Paula estaba sentada en la cama enrollada en la sábana y bañada en un mar de lágrimas…

--¡¿Ahora lloras?! Eso no es nada para lo que te espera… -- Se cubrió la cabeza con los brazos esperando que la golpeara…

--No te preocupes mi vida, mi amor… Bueno, al menos lo eras hasta hoy… De aquí en adelante…  No te voy a pegar, ni te voy a gritar siquiera. Quiero que me cuentes, con pelos y señales, desde cuando estáis  liados, que te hace, como, con cuantos más te acuestas… Quiero saberlo todo… Pero espérate que ahora voy al váter a mear. No quiero que te muevas, sigue como estas que ahora vengo…  -- Al salir cerré la puerta

Claro que no fui al servicio. Cogí la cámara que nos compramos en un viaje a Canarias y la puse en una mesita a la entrada de la habitación, sin que ella se diera cuenta. Quería grabar su confesión. Entré y efectivamente no se había movido. Pero un extraño morbo se apoderó de mí.

            --Quítate la sábana de encima. Te quiero desnuda y abierta de piernas. Quiero ver lo que le has dado a ese cerdo y me has negado a mí durante años. Tu culo. ¿Cuántas veces te he pedido que me dejaras follártelo y me has dicho que no? ¿Por qué a él sí?

            --No lo sé Rafa, tú me lo pedías,  lo intentabas, me dolía y no seguías. Él no me lo pidió, simplemente me la metió, me dolió, me aguanté y después me gustó.

            --¡Pero que hijaputa estas hecha Paula. Yo no seguía porque no quería causarte dolor, porque te quería! ¡A ese cerdo le dabas igual! ¡Tú eras una puta más a la que se follaba para luego contar las cosas que te hacía en el casino. Lo imagino relatando a toda a parroquia como te partió el culo. Cómo gritabas cuando te la metía… ¡¡Hostias!! Ahora entiendo por qué se callaban todos cuando yo entraba… Rafael el cornudo… ¿Desde cuándo estáis liados?

            --Pues… Veras yo es que… Desde hace tres años… Antes nunca yo… Lo siento Rafa… Lo siento, no sé lo que me pasó…

            --Yo sí, Paula. En estos cuarenta y cinco años de casados ¿Me has querido alguna vez? Lo que te paso es que no me respetabas. Que no me querías, que no me has querido nunca. – Lloraba, sus lágrimas mojaban la sábana a sus pies.

            --Síi… Te he querido rafa, te quiero  y no quiero perderte…

            --Ya me has perdido Paula… Ya me has perdido. Dime ¿Cuántos más te han follado? – De nuevo llanto… Cuando se calmó…

            --Dos más… Pero yo no quería… Se enteraron de lo mío con Sergio y me amenazaron con contártelo… No tuve más remedio…

            --¿Quiénes fueron?

            --No puedo… Yo… ¿Por qué me haces esto Rafa?

            --¿Qué te hago? ¿Qué me has hecho tú? Habla Paula o será peor…

            --Roberto y Anselmo… Pero estos no era todos los días, solo una o dos veces por semana… Desde hace un año. -- Mi estómago era un horno. Sentía verdaderos deseos de apretar su cuello hasta que dejara de respirar… Pero no, no cometería ese error.

            --Sigue contándome qué te hacían…

            --Pues eso… Esperaban que te fueras a trabajar, entraban por la puerta de atrás y me follaban, a veces entre dos y una vez los tres a la vez…

            --¿Cómo? ¿Los tres? ¿Y qué te hacían?

            --Pues… Me da vergüenza Rafa… Pero si quieres saberlo todo… Un día entraron los tres, yo no los esperaba. Estaba en la cocina y… Es que yo dejaba la puerta del corral abierta. Se me acercaron y me dieron un buen susto pero al verlos me tranquilicé. Empezaron a magrearme por todos lados, uno me cogía las tetas, otro metía su mano por debajo para pellizcarme el culo y el coño… Es que yo no me ponía bragas ni sostén ¿sabes?, incluso a veces los esperaba desnuda. Pero en esta ocasión yo solo había estado con Sergio y me sorprendieron. Sergio me dijo que se lo dirían a mi marido si no tragaba. Me tumbaron de espalda sobre la mesa de la cocina y mientras se la meneaba a dos, uno con cada mano, el otro me la metía por donde quería, coño, culo y boca, para entonces ya tenía el culo muy abierto y no me dolía, me gustaba. Pasaron los tres por mis tres agujeros. Entonces me llevaron en volandas a la cama, a aquí… Se desnudaron en un santiamén. Bueno, uno se tumbó boca arriba, me colocaron encima boca abajo y Roberto me la metió por el coño, Sergio dirigía y se puso delante para que se la chupara y Anselmo, que la tenía más pequeña… Me la metió por detrás…

            --Y disfrutaste…

            --Pues… Sí, para que nos vamos a engañar. Me corrí no sé cuántas veces, me mataban de gusto y casi me desmayé. Estuvieron follándome durante no sé cuánto tiempo. Cuando me quise dar cuenta estabas casi por llegar… Se vistieron a la carrera y salieron corriendo. Tú estabas abriendo la puerta cuando salían por el postigo. Me encontraste en la cama y te grité que no entraras, que me encontraba con una jaqueca muy grande y no quería que abrieras la puerta del cuarto, olía a sexo, a semen, a mierda…  Porqué la verdad, cuando me la meten por el culo suelo soltar algo, aunque me pongo lavativas todos los días, siempre queda algo, pero a ellos les daba igual. Como hoy, que ya has visto como tengo el culo… ¿Me dejas que vaya a lavármelo? Me escuece. Cuando has llegado, al darle el bastonazo, me la ha metido de golpe y aún estaba frio. Me ha dolido y…

            --No Paula. Recuerdo aquel día. Yo venía deslomado porqué había tenido un día durísimo en el campo.  Ahora te vas a quedar así hasta que yo te diga. Además… Vamos a hacer una cosa… He estado grabando en video tu confesión y ahora quiero grabar tu culo enmierdado, como está. No te muevas…

            Fui por la cámara que estaba conectada con el cargador porque me di cuenta que estaba baja de batería. La conecté y la dirigí a su coño y culo. Ella hizo un gesto como de tratar de evitarlo pero le levanté la mano, sin bajarla, asustada se dejó grabar. Me daba autentico asco. Había estado durmiendo durante años con una cerda. Yo que en las ferias de productos del campo nunca me acerqué a las prostitutas porque me asqueaban y ahora tenía a la más `puta de todas en mi casa, en mi cama, frente a mí. Me revolvía las tripas y estuve a punto de vomitar.

            Grabé todo lo que quise, tendida, desnuda abierta de piernas con su coño, abierto… Chorreando, un líquido pegajoso se deslizaba por el interior de sus muslos. ¿Se habría corrido el cerdo en su coño antes de follarle el culo?… ¡No! Estaba chorreando ¡¡La muy puta estaba excitándose contándome sus hazañas!!

            --¿Estas caliente No?

            --Sí Rafa… Estoy muy caliente, necesito que me folles ahora… No sé lo que me pasa. ¿Y tú? ¿No te gustaría metérmela? – Alargó la mano para tantear mi paquete pero se llevó una desilusión. Yo estaba frio. Verla en esas condiciones y saber lo que había estado ocurriendo a mis espaldas me tenía muy… muy cabreado.

            --No Paula. Ahora mismo me das asco. Cuenta que jamás te volveré a follar ni a besar ni a… Bueno… Sigue. ¿Cómo empezó todo?

            --En la iglesia.

            --¡¡¿Cómo?!! ¿En la iglesia? ¿Qué pasó?

            --Ya hace tres años de esto. Yo nunca te había faltado pero… Sabes que voy todos los domingos a la iglesia. Ese día estaba especialmente caliente y me había insinuado contigo. Tú te lo tomaste a broma y me diste una palmada en el culo y dijiste: “Anda ve a que te quite la calentura el cura”. Y no fue el cura. Te quedaste en casa, fui a misa, me senté, Sergio se sentó a mi lado. Fue arrimándose hasta que quedamos detrás de una columna y empezó a tocarme una rodilla. Me dio mucha vergüenza, alguien podía vernos. Pero también me puso muy caliente, que te voy a decir; llegó un momento que me dejé acariciar. Hacía mucho tiempo que no notaba tanta humedad en mi chumino. Se acercó a mi cuello, sentí su aliento en mi oreja y… me corrí. Sí, ya lo sé, soy una guarra, pero no lo pude evitar. Me dijo al oído que me esperaba en casa de sus padres. Ya sabes que habían muerto y estaba vacía. Pues después de un mal rato en el que me debatía entre mi deber y mi placer, opté por el placer. O por la posibilidad del placer. Fui. Vi que no había nadie en la calle y al acercarme a la puerta se abrió de pronto, una mano me cogió del brazo y me metió dentro. La casa estaba sin muebles. Un jergón en el suelo de una habitación y mi calentura fueron suficiente. Se desnudó, me desnudé y me empujó en el colchón que cualquiera sabe la de revolcones que habría soportado. Me abrió de piernas y me folló sin hablar. Aguantaba mucho, su polla… No te enfades… Ya la has visto, me llenaba toda y nos corrimos muy rápido. La sacó, me obligó a chupársela, ya sabes que no me gustaba, y se volvió a correr en mi boca. En cuanto se repuso me la metió otra vez y me procuro otro orgasmo, esta mayor que el primero.  Él me dijo que el lunes iría por mi casa. Que dejara el postigo de atrás abierto.  Descansamos unos minutos y me levanté corriendo, me vestí y me di cuenta que al desnudarnos se había manchado el vestido de polvo, de suciedad. Intente quitarlo pero no pude del todo Me dio un beso de lengua que casi me asfixia, casi me corro otra vez. Y cuando no pasaba nadie por la calle salí y vine rápido a casa. Al llegar me viste con el vestido sucio, me preguntaste y te dije que me había caído, que no me había hecho daño y que no me había visto nadie. Me llevaste a la habitación para desnudarme y te dije que no, que yo lo haría, no podía permitírtelo por qué no llevaba las bragas… Se las había quedado Sergio…

            --¡Joder! Lo recuerdo. Yo estaba preocupado por si te habías hecho daño y me extrañó que no quisieras que te ayudara… Ahora lo comprendo… Cuanto tiempo engañado y yo imbécil de mi confiando ciegamente en ti… Has destrozado nuestras vidas Paula y todo por cuatro polvos asquerosos con los más asquerosos del pueblo.

            --¿Qué vamos a hacer Rafa?

            --¿Qué, qué vamos a hacer? Yo no sé lo que voy a hacer aún pero tú ahora mismo recoges tus cosas y te vas a casa de tu madre. Ya te enviaré los papeles para el divorcio. Después de lo que has hecho, supongo que no iras a pleitear conmigo. Ya sabe todo el pueblo lo que ha pasado, el cerdo de Sergio lleva tiempo hablando de lo vuestro. Estúpida, ¿Cómo te lías con ese malnacido, que cuenta sus hazañas en el bar a todos los que se acercan a escucharlo?…  Eres libre de follar con quien quieras, cuando y cuanto quieras. Pero no en mi cama, no en mi casa. Por cierto voy a quemar esta cama, así que lárgate cuanto antes.

            Llorando se arrodillo en el suelo ante mí suplicando perdón. Pero fui inflexible. Estuve enamorado de esta mujer, la quise y la respeté. Ahora solo sentía asco, odio, una mezcla de sentimientos que esperaba y deseaba, no se convirtieran en violencia, dada la agresividad que me invadía. Quería alejarla de mí.

            Por fin se levantó y, entre sollozos, recogió algunas prendas las metió en un bolso y se fue hacia la puerta. Se giró mirándome, llorosa, pero ante mi actitud abrió la puerta.

            --¿Estás seguro? – Me dijo

            --¡Lárgate puta! No quiero verte nunca más en esta casa. – Y se marchó.

            Me asomé a la ventana que daba a la calle para verla alejarse. Algunos vecinos, que habían presenciado la salida de Sergio, miraban como se alejaba con la cabeza gacha.

Un profundo dolor me oprimía el pecho y… lloré… durante horas…

Debí quedarme dormido en el sofá. Desperté cuando era noche cerrada. Miré el reloj… Las diez de la noche. Bebí un vaso de agua, tenía la boca seca. Sentado me puse a pensar en el camino a tomar ante esta nueva situación. Recogí la cámara y guardé la tarjeta de memoria. Cogí algo de comer, una manta y una botella de vino. Cerré todas las puertas y ventanas y me marché a la casita que tenía en mi finca. Cuando llegué era tarde, me acosté y aunque al principio no podía, me dormí casi al amanecer.

Pocas horas después me desperté y al abrir la puerta me encontré con un vecino que se acercaba a mi casita.

--Eulogio ¿Qué te trae por aquí?

--Hombre, Rafael. Menos mal que estas bien. ¿Necesitas algo? Sabes que me tienes para lo que necesites.

--Vaya, ya te has enterado ¿no?

--Ya sabes que en el pueblo las noticias corren y yo venía porqué…

--Ya, por si me hubiera dado por colgarme de un árbol ¿No?

--Hombre no… Pero… ¿Joder sí? En estos casos se suele hacer tonterías y yo… lo hubiera sentido mucho… Lo sabes

--Lo sé… No te preocupes… No voy a hacer tonterías. Pero me vienes bien… ¿Tú te puedes encargar de la venta de la finca? Te daría la comisión… Bueno… Y también la casa. Véndelo todo. Puede entrar en un paquete. ¿Cómo lo ves?

--Joer Rafael, ¿Me vas a dejar solo? Sabes que te aprecio y me duele que te vayas por culpa de una…

--Una puta, Eulogio. Puedes decirlo. Una puta que me ha tenido engañado tres años, y yo… el mayor cornudo del pueblo… Sin enterarme. – Mi vecino estaba realmente apenado. Nos conocíamos desde siempre. Era buena gente. – Te voy a preguntar algo que… ¿Tu sabías lo de Paula y Sergio?

--No quiero que te molestes Rafael. Pero sí. No sabía exactamente qué pero me llegaron rumores. Sabes que yo no voy mucho al casino y es allí donde se cuecen estas cosas. No tenía la seguridad y en estos casos lo mejor era no prestar atención.

--Vale, no te preocupes. Ahora ya lo sé todo… Bueno, o casi todo. Supongo que habrá más cosas que no sabré nunca.

--Espera… ¿Te urge la venta?  Si lo necesitas te puedo prestar… O mejor. No quiero tener un mal vecino. Te puedo comprar la finca y te busco alguien para la casa… Buscamos a alguien que valore las dos cosas y… ¿Te parece?

--De acuerdo… Pero no quisiera que te embarcaras en una compra solo por hacerme el favor.

--No Rafael… Si te compro la finca revalorizo la mía y tengo un dinerillo guardado que… Así que ¿De acuerdo?

Así fue como me desprendí de la finca que había sido de mi familia varias generaciones. La casa tardé un poco más en venderla pero sin problemas. Como la escritura de venta debíamos firmarla Paula y yo, lo hicimos de forma que no tuviéramos que vernos. De acuerdo con mi abogado informamos a Paula de que si trataba de ejercer sus derechos gananciales se estrellaría contra una pared. La memoria con su confesión podría afectar a los tres que habían participado en las orgias. Sus esposas lo sabrían y tendrían problemas. Así pues ellos mismos la presionaron para que firmara. Paralelamente se tramitaron los documentos de separación y divorcio, de… común acuerdo.

A algunos vecinos los sorprendía disimulando risitas y gestos despectivos. Yo los miraba fijamente y acababan bajando la cabeza.

Me fui del pueblo. Traté de alejarme de toda aquella hipocresía.

Compré un apartamento en el centro de Albacete. Disponía de medios económicos para vivir sin problemas cómodamente el resto de mi vida.

Acostumbraba a desayunar todos los días en una cafetería cerca de mi casa.

Y un día… Estaba sentado en mi mesita tomando un café cuando al girarme creí reconocer a una vecina del pueblo. Ella, al verme, reaccionó y se acercó a mi lado. Me levanté, la saludé y la invité a sentarse. Llamé al camarero y ella pidió un café con leche.  Laura era amiga de Paula y la mujer de Sergio. Tenía cinco años menos que yo.

--Vaya, Rafael… Te veo bien… ¿Vives por aquí?

--Si Laura… Vivo aquí cerca y tú ¿Qué te trae por aquí?

--He venido de compras. Veras… Te marchaste tan rápido del pueblo, dejaste a Paula. Que desde entonces no levanta cabeza. No sale ni para ir a misa. Encerrada con su madre, no ve a nadie… La verdad, me da mucha pena. Éramos amigas y me duele verla así. ¿Puedo preguntarte qué os pasó?

--Ha pasado un año desde que me fui. No he vuelto a verla y no tengo ningún interés en ello. Pero… ¿Tu marido Sergio no te ha dicho nada?

--¿Mi marido? ¿No me digas que ha tenido algo que ver en vuestra separación?

--No te he dicho nada, pero ¿Qué te dijo que le había pasado el día que llegó a casa con la espalda marcada y los huevos hinchados?

--¿Cómo sabes eso? Él me dijo que lo habían apaleado y robado un par de rumanos en el campo… No quería que nadie se enterara porque le daba vergüenza.

--Pues te engañó…  Los palos se los di yo.

--¿Cómo? ¿Y por qué? ¿Qué te… ¡Dios mío! Rafa. ¿Qué pasó?

--Veras, tengo un video en casa que te puede aclarar lo que pasó. Ah, aún guardo su cartera y su ropa. Estoy esperando que venga a pedírmela.

--¡Rafa por favor!… No me asustes… ¡Vamos, quiero verla!

No me sorprendió su reacción. La conocía. Hubo una época en la que tonteamos. Fue antes de comprometerme con Paula. Pague la consumición y subimos a mi piso.

Al entrar me miró de frente…

--¿No habrás montado esto para quitarme las bragas Rafa?

--No Laura. Te respeto, te aprecio y nada más lejos de mi pensamiento que hacerte algo. Mira la pantalla. Tú juzgaras si tenía motivos para el divorcio y alejarme del pueblo.

Se sentó en el sofá, frente a la pantalla. Di a play y me senté frente a ella para observar sus reacciones.

Puso los ojos como platos ya desde el inicio. Vi cómo su rostro cambiaba de color, del blanco marmóreo al rojo subido a punto de reventar. En silencio a lo largo de toda la exposición. No pude detectar ningún otro cambio en sus emociones.

Cuando terminó, se levantó, se acercó a la mampara que daba paso a la terraza. Abrió, salió y se quedó unos interminables minutos mirando sin mirar al infinito. Me acerqué a ella sin tocarla.

--¿Te encuentras bien Laura? Háblame… no me asustes. – Se giró y fijó en mi sus, ahora me daba cuenta, bellos ojos.

--Sí Rafi. Ahora lo entiendo, entiendo tantas cosas que… -- Y rompió a llorar, se volcó en mis brazos y yo solo intenté calmarla.

-- Sabes, cuando Sergio me follaba… Yo pensaba en ti… Y alguna que otra vez se me ha escapado tu nombre y Sergio lo ha oído. Y me ha preguntado y he disimulado como he podido. El muy cabrón sabía que me gustabas y fue a por tu mujer para joderte la vida. – La confesión de Laura me dejó perplejo, pero me hizo comprender lo que ocurrió con Paula. Sergio la utilizó para hacerme daño… Y lo logró. -- ¡Vamos a la cama Rafa!

--¿Cómo? … Perdóname Laura pero creo que no es el momento. Lo que has visto te ha impactado mucho. Ahora no razonas con claridad. Cuando te calmes y estés segura de no arrepentirte después de lo que hagas en estas condiciones…  Me encantará hacer el amor contigo. No quiero follar, eso a mí no me satisface… Sabes que me has gustado siempre. Si no nos casamos es porque te liaste con tu marido y yo me dediqué en cuerpo y alma a Paula y ya ves cómo me ha ido.

Laura me miraba incrédula…

--¿Quieres decir que no te aprovecharas de mí para vengarte de quien te ha causado tanto dolor?

--No Laura. No puedo poner en palabras lo que siento por tu marido, destrozó mi vida, claro que no tuvo toda la culpa; Paula participó, no supo decir no, en su momento. Pero jamás me tomaría una revancha que te hiciera daño a ti. Te aprecio demasiado. Y si te he mostrado esto ha sido solo porque debes saber la clase de marido que tienes. Un marido que… No te merece.

--Vaya, Rafi. Durante años he estado lamentando el error que cometí casándome con Sergio y no contigo. Ahora se confirma mi error. Eres el mejor hombre que he conocido. Sergio es una  mala persona, no me ha maltratado físicamente, pero llevo muchos años de desprecios de…

--No sigas Laura. No te martirices más. Por experiencia sé que no sirve de nada. Ahora trata de asimilar lo que ya sabes y piensa, con la cabeza lo que vas a hacer.

--No Rafi, ya hace tiempo que entre Sergio y yo no hay nada. Somos dos extraños y yo… Yo ahora te deseo Rafi. No es una decisión fruto de un impulso pasajero. Desde que te marchaste del pueblo he pensado mucho en ti, sabes que hace años estuvimos a punto de…  Bueno, resumiendo. Yo sospechaba que algo así te había ocurrido, que Paula te la había liado, lo que no pude imaginar es que era mi marido el causante… Ahora, si me aceptas, quiero hacer el amor contigo…

Su mirada era de auténtico deseo…  Y despertó el mío. Su distancia disminuyó, se acercó hasta que pude percibir el aroma de su perfume íntimo, de su excitación… Y sentí mi hombría despertar, pujar por escapar de su encierro. Pasó su mano por el bulto que sobresalía de mi pantalón. Nos abrazamos con pasión y unimos nuestros labios en un beso que incendió nuestros corazones.

Nos separamos para fijar nuestros ojos en una mirada cargada de amor. Unimos las manos y no dirigimos al dormitorio, nos sentamos en la cama y retozamos como dos adolescentes en su primer encuentro amoroso. Acariciándonos sentados en la cama, frente a frente, sin dejar de mirarnos… Sus pómulos encendidos, los ojos acuosos.

--¿Te encuentras bien Laura? ¿Lloras?

--Me siento bien por primera vez en años. Y si lloro es de felicidad, por tenerte junto a mí, por poder besarte y acariciarte. No quiero que me dejes Rafi… Aunque no puedas creerlo… Te quiero, ahora sé que te he querido siempre, que he intentado borrarte de mi pensamiento pero no he podido. Déjame realizar mi sueño… Aunque me apartes de tu lado después…

--Sabes que no te apartaré, es más, voy a retenerte a mi lado todo el tiempo que pueda. Te amaré como te mereces mi vida.

Realmente jamás con Paula me había sentido tan excitado. Nos desnudamos parsimoniosamente y pude admirar un cuerpo precioso en el que apenas se veían exceso de grasas, de arrugas, del deterioro que se puede esperar en una mujer de cincuenta y siete años.

--Eres bellísima, Laura. Estás preciosa déjame admirarte, eres una mujer hecha para acariciar, para besar, para amar y eso quiero hacer el resto de mi vida.

Ya desnudos, nuestros cuerpos se fundieron en un sensual, en un lúbrico abrazo, acariciando nuestros atributos. Sus pezones eran pequeños rosados, su piel blanca casi transparente, alabastrina. Besé y chupé aquellos pequeños botoncitos del placer que arrancaban gemidos de su deliciosa boca, de labios rojos, algo carnosos, sensuales.

El ombligo era un pequeño redondelito en un vientre casi plano, a pesar de haber parido dos veces. Y su sexo… Un santuario. Una ligera raya bajo una pelusilla suave de un color rubio dorado, con algunas canas que lo hacían más bello, más atractivo.

Desde los pies de la cama acaricié sus pequeños pies, saboreé sus deditos, pasé mi lengua entre ellos, sin dejar de admirar su vulva que se abría ligeramente para mostrar un interior sonrosado…

No pude evitarlo. Fue tanta la atracción que ejercía que me deslice por sus bien formadas piernas hasta besar sus belfos que se abrieron mostrándose en todo su esplendor.

Ya no eran gemidos, eran auténticos alaridos los que profería y apenas rozar su clítoris con la punta de mi lengua, explotó en un orgasmo brutal que la obligó a contorsionarse y retorcerse de forma casi imposible.

Tras un pequeño descanso fue ella la que se apropió de mi verga para tragársela en su totalidad y llevarme a la gloria intentando tragárselo todo, aunque la cantidad era excesiva, teniendo en cuenta mi año de abstinencia.

Ya más calmados los dos retomamos con más tranquilidad nuestros juegos penetrándola por su coño en la posición del misionero.  Llegado un momento me apartó para colocarse en cuatro y pedirme a gritos que le follara el culo. Yo no lo había hecho nunca pero suponía le dolería, así que apliqué sus propios jugos en el ano para introducir un dedo.

--¡Así no! ¡Fóllamelo ya!

Sin pensarlo más y recordando lo que me dijo Paula en su confesión, puse mi polla en su ojete y empujé con todas las fuerzas. Su grito fue atronador y me asusté. Intenté sacar el miembro.

--¡Sigue! ¡Sigue y no te parres!

Me confirmó lo que sospechaba. Sergio las había abierto a todas y pedían a gritos que las follaran el culo con dureza. Y así lo hice. Laura lloraba y gemía. Yo no sabía si de placer o dolor o de las dos cosas. Pero con todas estas elucubraciones logré aguantar un tiempo mayor de lo normal en mí.  Laura se deshacía entre orgasmos, era increíble cómo podía tener tantos en tan poco tiempo. Me quedaba mucho por aprender. Descargué en el fondo de sus intestinos y me dejé caer derrengado a su lado.

--Ahora lo entiendo Rafa.

--¿Qué?

--Lo que te pasaba. Por tu dedicación al trabajo, sabias poco de sexo. Y por tu amor a tu esposa, por el temor a hacerle daño no la sometiste como se merecía. Si me lo permites te enseñaré a hacer gritar de placer a una mujer. Y se me está ocurriendo una idea… Descabellada pero muy sugestiva.

--Miedo me das, Laura. ¿Qué se te ha ocurrido?

--¿Qué te parecería vengarte de todos los que se follaron a tu mujer?

--Vivo muy tranquilo, pero… Qué coño, llevo un año solo y me aburro. Dime qué se te ha ocurrido.

--Pues… voy a ser tu amante. Cada vez que pueda vendré a follar contigo sin que mi marido se entere.

--Bien, si tú quieres yo encantado. Pero antes o después sentiré celos de tu marido y te acabaré pidiendo que vengas a vivir conmigo. No me atrae la idea de compartirte con ese imbécil.

Me miró con una sonrisa traviesa.

--Eso no es todo… Yo voy más allá. Haré que me acompañen, para traerlas una a una, las esposas de los que se follaban a tu mujer. Les enseñaremos el video y trataremos de follárnoslas a ellas. ¿Qué te parece?

--Eres maquiavélica y la verdad es que me gustaría, pero no creo que sea tan fácil. Yo no pienso violar a una mujer que no quiera follar conmigo Laura.

--Y no tienes por qué hacerlo. De eso me encargo yo, las convenceré. Pero tú aún tienes mucho que aprender…  No te enfades conmigo Rafa… Yo te enseñaré. ¡Uff! Qué tarde es,  me tengo que ir. No quiero que se me haga de noche por la carretera.

--¿Has venido conduciendo?

--Claro. ¿Cómo si no?  No te preocupes iré despacito.

--No Laura. Voy contigo y me vuelvo en el taxi. Sin discusión.

Laura rezongó pero en el fondo se alegró.  Conduje hasta cerca de su casa; en una calle oscura nos besamos con pasión. Derramó unas lágrimas, pero yo no estaba seguro de que fueran sinceras. Ya estaba muy quemado. Busqué el taxi en el bar de la carretera y regresé a mi casa.

Esperemos a ver qué es capaz de hacer Laura y en que líos me mete.

Ya en camino, el taxista que me conocía y sabía todo sobre mis cuernos, me preguntó por mi vida. Le dije que estaba muy bien. Solo pero mejor que mal acompañado.

Sin preguntarle me informó del estado de mi exmujer. Que no se le conocían amigos ni novios y que al parecer estaba enferma, ya que viajaba con frecuencia al hospital de la capital. Como utilizaban en el mismo taxi sabía que sufría de depresión. Que alguien le comentó que había tratado de suicidarse. Varios meses de tratamiento no la mejoraba. Estaba muy delgada, demacrada. En los viajes, acompañada de su madre, solo lloraba.

La verdad es que me dio pena.  Con el tiempo el odio se fue transformando en indiferencia. Aunque al principio estaba muy mal, poco a poco mi dolor se diluía y afloraba un sentimiento de culpa por no haber detectado las necesidades de Paula. Quizá se hubiera podido evitar todo lo que ocurrió.

No pude evitarlo. Le dije al taxista que diera la vuelta y me acercara a casa de la madre de Paula. Aún estábamos cerca del pueblo y no tardamos en llegar.

Llamé a su puerta y me abrió la madre. Su sorpresa fue tal que dio un traspié y casi se cae.

--¡¿Quién es madre?! – La mujer no podía contestar.

--¡Soy yo Paula, Rafael! – Silencio…

Verla salir, como una aparición, me llenó de angustia. Se le marcaban los huesos de los pómulos en la cara, demacrada, con una palidez cetrina, el pelo encanecido… No pude evitar que mis ojos se anegaran en lágrimas. Durante muchos años fue lo que más quería…

--¿Puedo pasar? – Estábamos hablando de pie, con la puerta abierta y ya se asomaban algunas alcahuetas.

--Perdón Rafa. Pasa. Siéntate. – Entré y me senté en un sillón del saloncito. Ella se acomodó enfrente, en el sofá. La madre se sentó a su lado.

--¿Qué quieres  de mí Rafael? ¿Traerme más dolor, añadir más sufrimiento al que ya tengo? ¿Solazarte en tu venganza?

--No Paula, solo quería verte, me habían dicho que estabas muy mal y…

--Y vienes a recrearte en mi dolor ¿No?

--¡No! Sabes que yo no soy así. Solo quiero ayudarte en lo que pueda. Te he querido mucho… No es fácil olvidar los buenos momentos que vivimos juntos. –Intenté animarla.

--Cierto… pero tampoco los malos… Los muy malos ¿Verdad?

--Cierto, pero prefiero los buenos. Y pensar que te encuentras mal no me hace ser más feliz, al contrario. Me duele, verte así. No puedo evitarlo.

--Sé que te hice mucho daño… mucho… Pero también lo he pagado muy caro… ¿Crees que podrás perdonarme algún día?

--Ya no es cuestión de perdonar o no. Me hiciste mucho daño, pero ha pasado más de un año y no puedo, ni quiero verte así. Dime si necesitas algo, si está en mi mano…

--Sí, Rafa. Lo que necesito está en tu mano, pero dudo que me lo puedas dar… Te necesito… a ti. – Suponía lo que me pediría.

--Paula, sabes que lo que pides es imposible. No podría volver a vivir contigo. Pero si puedo, podemos, ser amigos, vernos, charlar. Me duele verte en este estado. Además podría estipular una paga para que vivieras dignamente, sin recurrir a tu madre… Ver algún médico… Yo…

--No, Rafa. Mi dolencia no se cura con dinero. Ya te he dicho que solo… contigo, con tu presencia… Si pudieras quererme…

--Todo está muy reciente Paula. Con el tiempo… Quizá… -- Vi un ligero rubor volver a sus mejillas. Pero no podía decirle que ya no sentía nada por ella.

--Sabes que estoy dispuesta a hacer lo que me pidas. Si no he acabado con mi vida es solo porque siempre he albergado la esperanza de que algún día volvería a tenerte entre mis brazos. ¿Puedo abrazarte? – Me levanté y me dirigí hacia ella.

No pudo levantarse, sus piernas le fallaron y tuve que sujetarla para que no se cayera. Ya entre mis brazos sentí pena por ella. Ahora que sabía los motivos que llevaron a Sergio a asediarla me sentía mal. Había sido un peón sacrificado en una maldita partida de ajedrez, de la que yo también había sido partícipe sin saberlo.

Sus lágrimas bañaban la pechera de mi camisa, acaricié el pelo, besé su frente.

--Ahora tengo que irme, Paula, pero volveré. Seguiré en contacto contigo.

Elevó los ojos y de nuevo vi en ellos la mirada amorosa de antaño. La estreché entre mis brazos y me separé de ella.

Al salir a la calle inspiré profundamente. El aire frio en mis pulmones me hizo bien. Me alejé para subir al taxi y me marché del pueblo sin mirar atrás.

Este fue el texto que Rafael me dio. Aquel día comimos juntos y quedamos en que me facilitaría la continuación de la historia según se fueran produciendo los hechos. Nos despedimos y seguí mi camino a Alicante, donde actualmente residía.

Claudia, mi pareja, tras leer lo que Rafael me entregó, me hizo caer en la cuenta de que esta historia era, en principio, similar a la de nuestro amigo José. Ver “16 días cambiaron mi vida”. Un buen hombre, marido engañado, reacciona ante el fracaso de su matrimonio.

 Ella, tras sufrir el desprecio del que fuera su esposo, cae en una profunda depresión de la que solo el amor puede hacerla salir…

 Lo que no sabemos aún es cómo continuará esta historia.

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