Cosas de mi adolescencia
—Pablo, ¿sabes que Marina ha roto con su novio, Alfonso? — Dijo mi madre amagando una sonrisa socarrona.
Ella sabía que Marina había sido el amor de mi niñez, de mi mocedad… Mi corazón, demasiado joven, se partió cuando supe de su noviazgo con el crápula de Alfonso. Un tipo despreciable, cuatro o cinco años mayor que yo y que me dijo una vez: “Qué buena está tu madre, a esa sí me la follaría”.
Cuando me dijo esto yo tenía diez años, pero jamás lo olvidé. Fue el imbécil que me hizo ver a mi madre con otros ojos, sucios, obscenos… Como objeto sexual… En aquella época, yo tendría diez y mi madre 33 años.
Siete años después, yo acababa de recibir la notificación de mi traslado a Sevilla, donde debería presentarme en un plazo de cinco días. Aún me quedaban tres y quise pasarlos con mi familia. Pronto nos separarían setecientos kilómetros y tardaríamos en vernos de nuevo.
Sin embargo, la noticia de la ruptura entre Marina y el imbécil de Alfonso, podría influir en mis planes. Sin reflexionar demasiado, cosa frecuente en mí con diecisiete años, llamé por teléfono a casa de Marina, esperando hablar con ella y… Sin tener muy claro que decirle…
—¡Digaaa! — Respondió una voz que reconocí de inmediato… Era su abuela Menchu, a la que yo quería casi como si fuera de mi familia, ya que me conocía desde que nací y… le caía bien.
—Hola señora Menchu, soy Pablo… Quería preguntarle si es verdad lo que me han dicho… Que Marina ha roto con… — No me dejó terminar…
—¡Síii, ya no son novios… ahora mi nieta no está aquí, pero en cuanto venga le digo que te llame, ¡porque tú quieres hablar con ella… ¿Verdad?! — La abuela me quería, el conocerme desde siempre, haber crecido juntos…
Creí percibir alegría por parte de esta mujer a la que el ex novio de su nieta le caía fatal.
—Bueno, sí, pero… Mejor no le diga nada… Adiós. — En un instante me vino a la mente la situación en que me encontraba.
Hable con ella, con la abuela, meses después. Me echo en cara haber perdido la ocasión. El nuevo novio de Marina no le gustaba… En ese momento estaba saliendo con otro al que detestaba. Su familia era muy… de derechas. Pero volvamos atrás…
En el plazo de dos días me marcharía y no podía saber cuándo podría regresar. Además, en Sevilla ya me esperaba otra chica, aunque en los últimos meses no respondía a mis cartas…
En la mitad de la década de los sesenta no existía internet, ni whatsap… Solo las llamadas telefónicas y el correo postal.
Lo cierto es que no intenté encontrarme con Marina, ni ponerme en contacto con ella. Pasarían años hasta saber que se había casado, precisamente con un amigo común de nuestra adolescencia.
Algo curioso… Siendo niños nos prometimos amor eterno; que nos casaríamos y llegamos al acuerdo de tener cuatro hijos.
Lo cierto fue que cuando pregunté por ella en el pueblo, unos veinte años después, me dijeron que estaba casada y que tenía cuatro hijos… Los mismos que yo con mi esposa Julia.
De todos modos, lo que quería resaltar es que algo casual, como el hecho de que en un momento dado Marina no estuviera en su casa, provocó una serie de acontecimientos que nos llevó a no relacionarnos nunca más.
¿Qué hubiera cambiado si hubiese hablado con ella? Jamás lo sabré.