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La suicida.

en Amor filial

                        La suicida.

            El sol está bajando en el horizonte, las escasas nubes brillan y se tiñen de color, desde el dorado al anaranjado y rojo, pero el reflejo en el mar es… Realmente bello.

            Una suave brisa enfría mis mejillas. Hace fresco. Con una mano en el bolsillo del chaquetón y la otra abrazando la cintura de Loli, viendo el atardecer, sintiendo las mil y una pequeñas emociones que me hacen vibrar en momentos como este.

            — Loli, mira esa chica que está en la orilla.

            — ¿Dónde?… Ah sí… Y qué… ¿Te gusta?

            — No joder… Es que le noto algo extraño…

            — Como qué… ¿Qué está mirando el mar?… Yo no veo nada extraño en eso…

            La muchacha, a unos cincuenta metros de donde estamos mi novia y yo, en la playa de La Antilla en Huelva, tiene un comportamiento raro. A veces parece que se lleva las manos a la cara, como para quitarse las lágrimas… Gesticula, habla sola… Se mesa los cabellos y mueve la cabeza en señal de negación…

            En la arena, sobre lo que parece un bolso, deposita los zapatos y la chaqueta de cuero, avanza hacia la mar, vestida con un pantalón bombacho de listas de varios colores verticales y una blusa oscura…

            Se adentra en las frías aguas, estamos en febrero… Esto no es normal…

            — ¡Loli, coño que se está metiendo en el agua!

            — ¡Hostia Paco, es verdad! ¿Qué hace?…

            — ¡Esta tía se quiere suicidar…! ¡Lleva el agua por la cintura! ¡Voy a por ella! ¡Loli, llama a gente!

            Corro en dirección a donde se encuentra la muchacha…

            — ¡¡Oiga, señorita!! ¿Qué hace?…

            La chica se vuelve, me mira y con una sonrisa, que me produce escalofríos, mueve la mano en señal de adiós…

            No me detengo, a pesar de la frialdad del agua, sigo avanzando hacia la chica. De pronto dejo de verla. Se ha dejado caer, porque la profundidad aquí no es mucha, si acaso… ¡La veo! Una ola la ha levantado y estoy cerca de ella… Por fin logro cogerla, parece como desmayada. Primero de un brazo, después me abrazo a ella, una ola me empuja y caigo… Pero no la suelto…

            — ¡Joder tía, no me hagas esto! ¿No te habrás muerto?

            Pero no, al sacarla del agua y mientras la arrastro hacia la orilla, tose y vomita agua…

            Loli ha atraído la atención de unas personas que paseaban por la playa y nos rodean expectantes.

            Con la chica tendida en la arena intento un boca a boca, pero Loli me da un pellizco en un brazo y desisto… Parece que respira y se recupera… Abre los ojos, me mira y llora…

            — ¿Qué ibas a hacer chiquilla?

            No responde, solo me mira y llora. Es muy joven de diecisiete o dieciocho años, de cabello cobrizo y unos ojos verdes preciosos. El rostro plagado de minúsculas pecas que se arremolinan en torno a una agraciada naricilla.

            — Vamos, tenemos que secarnos o vamos a coger una pulmonía. Loli, ayúdame, vamos a llevarla a casa…

            No muy convencida, mi novia, sujeta a la chica por un brazo, yo por otro y la llevamos, no sin dificultad, hasta el coche que hemos dejado aparcado en el paseo. La muchacha se deja llevar como un zombi. Loli conduce hasta el apartamento donde nos alojamos este fin de semana. Dejamos el vehículo en la plaza de aparcamiento y subimos al piso, un segundo con salón, baño, cocina y un solo dormitorio.

            — Loli ayúdala y que se dé una ducha caliente. Luego voy yo…

            La muchacha no me suelta. Se agarra a mi brazo como si fuera un salvavidas… Curioso. Hace unos minutos quería suicidarse y ahora… No entenderé nunca a las mujeres.

            — ¿Cómo te llamas? — Pregunto desasiéndome de ella y mirándola a los ojos.

            —  Marta… — Responde con un hilo de voz, tosiendo.

            — Bien Marta, me llamo Paco y esta es Loli. Ella te ayudará a darte una ducha y te dejara algo de ropa seca. Estamos hechos un asco…

            — Lo siento… — Estalla en sollozos… Me abraza…

            Intento consolarla. Loli me riñe con la mirada… Un poco más calmada, la empujo hacia el cuarto de baño, Loli entra con ella y cierran la puerta.

            — ¡Paco trae toallas del armario! — Grita Loli.

            Voy al dormitorio, cojo dos toallas del armario y se las llevo al baño, abro la puerta y sin mirar se las entrego. Cerrando a continuación. Pasados unos minutos salen las dos, Marta envuelta con una de las toallas, van al dormitorio y yo que he cogido un pantalón, una camiseta y una sudadera, entro a ducharme.

            Están las dos en el salón, sentadas en el sofá. Loli le ha facilitado un chándal. Está sentada apoyando la cabeza sobre las rodillas que mantiene entre los brazos. Al oírme levanta la cara y me mira, mueve la cabeza negando…

            Loli también me mira, está enfadada…

            — Loli… ¿Preparamos algo para cenar? — Se levanta airada y vamos a la cocina.

            Marta me sigue con la mirada. No quiero dejarla sola, podría aprovechar cualquier oportunidad para hacer lo que pretendía. No vaya a tirarse por el balcón.

            — No podemos dejarla sola… me sentaré con ella. — Le susurro a Loli para que la chica no se entere.

            Me siento a su lado. No se mueve. Paso una mano por su cabello, aun húmedo…

            — Marta ¿Porqué no nos hablas?… Quizás podamos ayudarte. O tal vez hablar de tu problema te haga verlo de otra forma y… Pierda importancia…

            Baja los pies al suelo, se acerca, coge mi brazo y recuesta la cabeza sobre mi hombro. Llora. Carraspea, habla débilmente, con un hilo de voz.

            — No debiste impedirme hacer lo que quería… Ahora ya estaría en paz. De esta forma seguiré sufriendo aún más …

            — Marta… No sé lo qué puede haberte llevado a tomar esa decisión… Pero lo que sí sé es que no hay un problema, por gordo que sea, que merezca acabar con una vida, mucho menos con la de una persona con tu edad… Aún en las peores circunstancias hay que luchar por la vida… Y hablando de luchar… Tengo hambre. — La chica me mira desconcertada.

            Loli ha puesto un mantel en la mesa que tenemos frente a la tele. Me levanto para ayudarla a poner cubiertos, platos, vasos…

            Cenamos. Marta casi no prueba bocado. Intento que coma algo. Al final logro que lleve un poco de queso y jamón a su estómago, bebe un vaso de cola. Terminamos y recogemos la mesa Loli y yo. Me siento al lado de Marta que vuelve a acurrucarse a mi costado, agarrada a mi brazo. A Loli no le gusta la situación.

            — Marta, si no quieres decir nada nos acostamos a dormir y mañana por la mañana hablamos ¿Vale?

            — No Paco, ahora no podría dormir… Loli, lo siento… Siento haberos causado tantas molestias…

            — No mujer… No te preocupes. Paco y yo llevamos un mes preparando esta escapada, pero no pasa nada… — La respuesta sarcástica de Loli me molesta. La miro seriamente.

            — Loli, esto es más importante que un fin de semana en la playa… ¿No crees?…

            Mi chica se levanta airada y se marcha al dormitorio.

            — ¿Lo ves Paco?… Solo provoco desastres… Por mi culpa Loli se ha enfadado contigo… Esto me ocurre desde que tengo uso de razón… Siempre es lo mismo. — Esconde la cara entre las manos para llorar amargamente.

            — No debes preocuparte por eso Marta, a Loli se le pasará… ¿Y a ti? ¿Cuándo se te pasará? Porque no creas que te vas a librar de mí, hasta que me digas porqué te has lanzado al agua…

            — Paco, pareces una buena persona… Yo no lo soy. He causado la desgracia de personas que como tú, trataban de ayudarme.

            — No sé a qué te refieres. Si no me dices más… Cuéntamelo todo, empieza por el principio. De donde eres, no tienes acento andaluz… ¿Y tu familia? ¿Dónde vives?… Perdona, son demasiadas preguntas…

            — No te preocupes. Te entiendo y a lo mejor me entiendes cuando sepas lo que me ha empujado a hacer…

            — ¿Qué debo saber? ¿Qué ha ocurrido en tu vida para que tomes esa drástica decisión?

            — Mi madre es alemana y mi padre español, fue a Alemania en un intercambio de  estudios, tenía 20 años y se albergó en casa de mis abuelos. Allí conoció a mi madre de que entonces tenía 16 años. La estancia de mi padre fue de dos semanas, mamá me contó que vivió una experiencia maravillosa, se enamoraron… Y nueve meses después nací yo.

            — O sea, eres alemana… Pero hablas muy bien español, no tienes acento.

            — Tiene su explicación. Mis abuelos eran muy religiosos, protestantes, cuando se enteraron del embarazo de mi madre la echaron de casa. Dijeron que ya no tenían hija, que había muerto. Mamá se vino a España haciendo autostop, en busca de mi padre que vivía en Madrid y allí fue ella, lo encontró, pero él no quiso saber nada y sus padres echaron a mi madre a la calle. La situación era parecida a la mía actual y según ella me confesó una vez, también estuvo a punto de hacerlo…

            — O sea… Me estás diciendo que tu problema es estar embarazada ¿No? — Le dije.

            — No, si solo fuera eso… — Respondió.

            — Sigo. Con diecisiete años, a punto de parir y sin ningún sitio donde vivir, mamá dormía en la estación de Atocha, donde en ocasiones tenía que soportar el acoso de la gente que quería aprovecharse de ella. Y en ocasiones lo lograban, llegó a dejarse hacer de todo por una comida. Un día unos policías municipales la llevaron a un centro de acogida, donde la trataron bastante bien, hasta que me tuvo a mí. Por eso no soy alemana, soy española de nacimiento. Le propusieron que me diera en adopción, pero ella no quería y me tuvo a su lado hasta hace unas horas…

            — ¿Le ha pasado algo a tu madre? — Pregunté angustiado.

            —A ella no… A mí sí.

            — Sigue contándome Marta.

            — En el centro aprendió algo de contabilidad y con sus conocimientos de alemán consiguió trabajo en una empresa de importación exportación. Allí conoció a Alberto, el gerente,  que ha sido el único padre que he conocido. Se portó muy bien con ella y conmigo. Tenía cincuenta y dos años y mi madre veinte cuando se fueron a vivir juntos. Mamá dejó de trabajar, él lo ganaba bien y no tenían problemas económicos. Hace dos años murió de un infarto. Mamá lo pasó muy mal. Lo quería de verdad y él a ella. Le dejó una buena herencia, ya que Alberto no tenía más familia que nosotras.  Aunque su relación era un tanto peculiar.

            — ¿Peculiar en qué sentido? — Pregunté.

            — Mamá es una persona muy alegre y viva, todo el tiempo que estuvo viviendo con Alberto salía con otros hombres y él lo aceptaba. Un día me confesó mamá que Alberto era impotente. Al parecer como consecuencia de una enfermedad en su infancia. Mi madre lo satisfacía de otra forma… Tras la muerte de Alberto, mamá empezó a salir con más frecuencia. Con treinta y pocos años, muy guapa  también pelirroja como yo, llamaba la atención por donde pasaba. Y pasó. Un día, hace unos meses, se presentó en casa con un muchacho muy joven, casi de mi edad. Me lo presentó y se fueron a la habitación… No salieron en dos días. Yo les levaba comida, bebida… Solo salían para hacer sus necesidades y de nuevo a la cama. Yo estaba acostumbrada a estas cosas, no las veía mal, era normal que estuviera con un hombre o con otro mientras vivía Alberto… Pero no la había visto nunca tan encaprichada con alguien… Hasta que ocurrió algo que lo cambió todo. Mamá sufrió un cólico nefrítico y tuvieron que hospitalizarla unos días. Mientras estaba en observación no podía estar con ella y me fui a casa. Allí estaba Carlos, el joven amante de mamá — Se detuvo para beber cola.

            Loli no podía dormir, había escuchado la historia y no pudiendo aguantar más se sentó a mi lado. Quedé entre las dos mujeres.

            — ¿Estás bien Loli? — Pregunté abrazándola.

            — Si cariño, estoy bien… No puedo dormir y me ha intrigado la historia de Marta.

            — Pues como decía, al volver a casa del hospital donde dejé a mi madre, me encontré con Carlos en casa. Me sorprendió. No sabía que tuviera llave, me dijo que mamá le había dado una. Preguntó por ella, le dije lo que había ocurrido y nos sentamos. Dijo que me haría compañía para que no estuviera sola. Le pregunté si quería beber algo.

            — Solo si me acompañas — Me dijo.

            — Yo no bebo alcohol, me sienta mal, pero te acompañaré.

            — Anda Marta, toma de mi vaso…

            Y tomé de su vaso, era whisky con hielo, y sabía a chinches, pero después de unos tragos ya me daba igual. Me levantó, me cogió en brazos y me llevó a la cama. Se acostó a mi lado y comenzó a besarme… Al principio me opuse, pero después, con el alcohol, las caricias… No me resistí… Era mi primera vez y me gustó. Hasta entonces solo me masturbaba, me hacía deditos, incluso compartía dedos con una amiga. Cuando lo hice con Carlos comprendí a mi madre. Porqué le gustaba tanto el sexo. Los días que mamá estuvo en el hospital, los pasé yo con Carlos en la cama, excepto las horas de visita. Carlos era alto, moreno, fuerte. Me hacía sentir muy bien en sus brazos.

            — ¿Y qué pasó con tu madre Marta? — Preguntó Loli.

            — Cuando le dieron el alta en el hospital, aún no estaba bien. Debía seguir un tratamiento porqué no había expulsado el cálculo. Carlos no estaba en casa cuando regresamos. Mamá lo llamaba por teléfono y no le respondía o contestaba su padre o su madre diciendo que no estaba. Pasaron varios días, en los cuales mamá eliminó la piedra que le causó el trastorno. Yo no me atrevía a decirle lo que había pasado con Carlos. El tiempo pasó. Unas semanas después al no bajarme la regla, compré en la farmacia un predictor  y descubrí que estaba embarazada… — Al llegar a este punto Marta rompió a llorar. Algo más calmada prosiguió.

            — No me atrevía a decirle lo que me había pasado, intenté buscar a Carlos, para ver si podía ayudarme, aunque solo fuera para decírselo a mamá. Y lo encontré, vaya si lo encontré. Ni mi madre ni yo sabíamos los apellidos de Carlos. Mamá guardaba en un sobre algunas cartas y fotos de mi padre. Ella me los había enseñado cuando yo le preguntaba quién era. Incluso una vez rondamos cerca de su casa y lo vimos desde lejos,  mi madre me dijo, ese es tu padre… Pues mi padre… — Un nuevo sollozo rompió el hilo de la historia.

            — Mi padre acompañaba a Carlos en un bar… Cuando se marcharon  entré en el establecimiento a tomar un refresco, le pregunte al camarero si conocía a aquellos dos hombres y me dijo que sí, eran padre e hijo… ¡También era padre de Carlos!… ¡Carlos y yo éramos hermanos de padre! ¡Y yo estaba embarazada de él!… — Se detuvo para beber de nuevo.

            — Me desmayé. Caí al suelo,  me recogieron el camarero y unos parroquianos, me sentaron y me dieron a oler algo muy fuerte, amoniaco creo…  Cuando me repuse me marché, saqué algo de dinero de la cartilla de mi madre y me fui a la estación de autobuses, saque un billete para el primero que saliera y me trajo hasta aquí. Paseé, vi la puesta de sol y me dije que sería la última que vería… Lo demás ya lo sabéis.

            Tras el relato dejó caer la cabeza hacia adelante, abatida, cruzando las manos sobre el pecho.

            — Marta, realmente lo que nos has contado es traumático… Pero no lo considero motivo suficiente como para acabar con tu vida. Creo que tienes alternativas más positivas y me veo en la obligación de ayudarte a salir de este trance.

            — ¡No Paco! Por favor, no quiero causaros problemas…

            — Marta. Lo que nos has contado es ciertamente dramático, pero no más que lo que te vamos a contar nosotros. ¿No es así Loli?

            — Me temo que sí, Marta. Verás, Paco y yo somos hermanos de padre y madre… Y vivimos juntos desde hace tres años… Y… Somos felices…

            — Es cierto, Marta. Y también tuvimos que decirle a nuestros padres lo que ocurría y… También lo pasamos mal en su momento. Pero lo superamos. Ahora tenemos nuestras amistades, con las que mantenemos nuestros contactos… Loli con las suyas y yo con las mías. Mantenemos una relación abierta, pero nada comparable a lo que existe entre nosotros dos. A veces Loli se encela, por ejemplo contigo, porque piensa que otra puede acabar con nuestra forma de vida. No cae en la cuenta que a ella la quiero como hermana y como amante, lo que no ocurre con nadie más… — Dije sonriéndole.

            — Entonces, sois hermanos y os acostáis juntos… Y mantenéis relaciones sex…

            — Si Marta. Mantenemos relaciones sexuales y no pasa nada, bueno, que lo disfrutamos. Hace mucho superamos el tabú del incesto y nos va muy bien, claro está, esto no se puede ir proclamándolo a los cuatro vientos. Somos mayores de edad, nos queremos… De una forma distinta a la que se quieren la mayoría de los hermanos. Nuestras amistades no saben qué tipo de relación mantenemos. Por eso… No es tan grave lo que te ocurre.

            — Pero… Es que yo estoy embarazada… De él, de mi hermano.

            —  ¿Y qué? … Nosotros nos hemos propuesto tener hijos, haciéndole creer a los que nos conocen que Loli se ha embarazado de un muchacho que conoció en un viaje a Ibiza… Y no recuerda el nombre…

            — No sé Paco… Estoy muy confusa, son muchas emociones en dos días. Y…

            — Marta, por experiencia sé que lo mejor es hablarlo con tu madre… No le digas lo que has intentado hacer, lo de la playa, eso la haría sufrir… Tal vez tengas una bronca con ella, pero creo que no me equivoco al pensar que si tu madre ha sufrido lo que nos has contado, sabe el dolor que supone verse abandonada a su suerte y no permitirá que eso te ocurra a ti. Ahora mismo estará loca buscándote sin saber tu paradero. ¿Por qué no la llamas?… Habla con ella.

            Con las lágrimas resbalando por sus pecosas mejillas asiente.

            — Lo dejé en la playa. He perdido mi teléfono y la documentación. Mi bolso, todo…

            — No cielo. Está aquí — Loli se levanta y del recibidor trae el bolso de Marta. Se lo entrega.

            — ¡Dios mío, gracias! No sabéis cuanto os lo agradezco.

            — Anda, llama ya que es tarde.

            — Mi móvil está descargado…

            — Toma, conéctalo aquí y ya puedes encenderlo.

            Tras unos minutos en los que reina un silencio ensordecedor…

            — ¿Mamá? —……— sí, estoy bien —……— en casa de unos amigos en Huelva —……— No te preocupes. Mañana salgo para Madrid y hablamos —……— ¿En Sevilla? —……— De acuerdo, entonces nos vemos en la estación del AVE. Llámame cuando estés cerca. —……— Un beso… Te quiero…

            — Ya está hecho… Mañana vendrá a Sevilla en el primer AVE que salga de Madrid. ¿Cómo podría ir a Sevilla?

            — Lo tienes muy fácil. Mañana nos levantamos tempranito. Desayunamos recogemos esto un poco y te llevamos a Sevilla. Conocemos a tu madre, tú le explicas lo que pasa y nosotros te apoyamos… — Le digo sonriendo.

            — Sois muy buenos conmigo… ¿Cómo podré pagaros lo que hacéis por mi?

            — De una forma muy sencilla… No intentando suicidarte nunca más… Porque si lo haces y me entero te mato… — Por fin logro arrancar una sonrisa franca de su rostro. Es realmente bonita la chica.

            — Bueno, vámonos a dormir que se hace tarde y mañana hay que madrugar. — Dice la mandona de mi novia-hermana.

            No me fio ni un pelo de Marta. Así que optamos por sacar el sofá cama, para dormir yo en él. Marta dormirá con Loli en el dormitorio y yo solo en el salón. Si Marta pretende hacer algo…

            — Por cierto Marta ¿Sabes que te ocurriría si te lanzases por el balcón de la tarraza? — Digo.

            — No ¿Por qué?

            — Pues, como la altura no es suficiente, seguramente te partirías la espina dorsal, quedarías paralítica y perderías a tu bebé. Al que, seguro, empiezas a querer… Te digo esto para evitar tentaciones…

            — ¡Qué cojones tienes hermanito! ¿A qué viene eso?

            — Marta lo sabe ¿Verdad?

            — Sí Paco… Puedes estar tranquilo… Eso ya pasó y no volveré a intentarlo nunca más.

            — Mejor, preciosa. ¡Si vas a tener una niña lindísima que te va a sorber los sentios a ti y a tu madre…!  Loli, estamos tardando. Deja ya de tomar las pastillas que a partir de mañana le hacemos el encargo a la cigüeña — Loli se ríe a carcajadas, Marta entra en el dormitorio sonriendo y moviendo la cabeza…

            — Sois tremendos… — Oigo que dice desde el cuarto.

            Llevamos a cabo el plan tal y como teníamos previsto. Llegamos temprano a Sevilla, Santa Justa. Mientras tomamos un café en el bar de la estación llaman al móvil de Marta. Responde… Su madre le comunica que acaban de salir de Córdoba… Mientras charlamos animadamente llega el convoy.

            La madre de Marta es realmente espectacular. Pelirroja, de un metro setenta y cinco, una figura de modelo de pasarela… Realmente bella. Al encontrarse se abrazan madre e hija llorando. Tras unos minutos en los que hablan las dos, se acercan. Marta nos presenta.

            — Son Paco y Loli… mi mamá… Kristina.

            Intercambiamos besos. El aroma que desprende Kristina es embriagador…

            — Kristina, vamos a casa. Os quedaréis unos días, ya nos ha dicho Marta que no conoce Sevilla y eso es imperdonable.

            — No querremos abusar de vuestra hospitalidad. — A la madre si se le nota el fuerte acento alemán.

            — No abusáis en absoluto. Somos nosotros quienes disfrutamos de vuestra compañía…

            Un tanto confusa, acepta venir con nosotros a nuestra casa. Vivimos en el campo, a unos kilómetros de la ciudad. Mientras conduzco observo a la madre mirando a su hija. No hablan, Marta mira muy seria la carretera. No dirige la mirada a su madre.

            Al llegar a casa, descargamos las maletas que traemos de la playa. Nos sentamos en el porche y servimos unas cervezas, refrescos y algo para picar…

            — Bueno Kristina. Marta tiene algo que decirte y no se atreve a hacerlo sola. Por eso nos ha pedido que la acompañemos… Vamos Marta… adelante. — Fuerzo un poco a Marta, que no se decide.

            — Mamá, lo siento… Yo no… — Marta se deshace en llanto… Su madre la abraza.

            — Dime lo que sea, hija… Pero dímelo ya… ¿Qué es lo que te pasa?

            — Mamá, estoy embarazada… — Dice Marta entre suspiros.

            — ¿Y eso es un drama para ti? Martita, cariño… Aquí estoy yo para apoyarte y ayudarte y…

            La madre se sienta junto a Marta. Con un pañuelo le seca las lágrimas. Le da besos en la cara, en la frente…

            — Es que hay más mamá…

            — Qué… ¿Qué traes gemelos?… Tampoco es un problema. ¿Qué más hay en tu cabecita?

            — El niño es de Carlos y…

            — ¿De Carlos?…  Es un buen mozo, me gusta como yerno… — Dice Kristina con una pícara sonrisa en los labios… — ¿Qué pensabas que me pondría celosa?

            — No es todo mamá… Carlos es hijo de Felipe… Mi padre…

            El rostro de la madre se ensombrece. Se aparta de Marta y lleva sus manos a las sienes…

            — No puede ser… Nicht wieder. ¿Cómo lo has sabido hija? ¿No hay posible error?

            — No mamá. Cuando tuviste el cólico tuvimos varios encuentros. Entonces ocurrió. Desde que saliste del hospital lo llamé muchas veces y no me contestaba, envié mensajes… hasta que un día el móvil decía número desconocido. Había dado de baja el número para no hablar conmigo. Quería hablar con él para decírselo. Fui a su barrio, no tenía la dirección exacta pero si la zona del barrio. Los vi juntos tomando una cerveza en un bar. Reconocí a mi padre y Carlos estaba con él. Cuando se fueron entre en el bar y le pregunté al camarero si los conocía… Y me dijo que sí, eran clientes habituales desde hacía muchos años. Eran padre e hijo… — El llanto la ahogaba — ¡Me quise morir mamá! Por eso cogí un autobús y me fui lejos… Y gracias a Paco y Loli… Estoy aquí.

            La última afirmación impactó a la madre que nos miró frunciendo el ceño.

            — ¿Qué pasó?… ¿Qué hiciste hija?

            — Mamá… Estaba desesperada, como loca, no sabía lo que hacía… ¡Mama perdóname!

            Se abrazan llorando las dos…

            — Por desgracia sé la amargura que supone el abandono, pero tú me tenías a mi Marta. Debiste confiar en mí, en tu madre, que te seguiría al fondo del mar, si estuvieras allí.

            Un escalofrió me recorrió la espalda y erizó mi nuca.

            — ¡Vamos a tranquilizarnos Kristina, Marta…! Por favor. Ya pasó todo. Bueno, casi todo… Ahora viene el bebé y cambiará vuestras vidas. Biberones, pañales, noches sin dormir… Loli, aplaza lo de la cigüeña…

            Mi comentario rompe la dramática escena. Me miran, sonríen y entre lágrimas surgen las carcajadas. Loli me abraza efusivamente. Kristina se acerca, me abraza y me besa en ambas mejillas, al cambiar roza mis labios con los suyos y se detiene una milésima de segundo, miro a Loli que asiente con una sonrisa. Sujeto suavemente la cara de la mujer con ambas manos y deposito un suave beso en su boca. La libero, se separa y me mira fijamente a los ojos, mira a su hija y a Loli, que también la mira sonriente, se aproxima lentamente para dejar un dulcísimo beso en mis labios que hace que despierte mi hermanito pequeño. Se separa cogiendo y apretando mis manos con las suyas.

             Se dirige a Loli, pero esta no le da tiempo. La abraza y la besa en la boca directamente, sin disimulos, acariciándose el rostro mutuamente, bajando las manos pasándolas a lo largo del cuerpo de la otra. Marta se acerca a mi lado y pasa su brazo por mi cintura, la abrazo y es ella la que me besa en la boca, al tiempo que susurra.

            — Deseaba hacerlo desde que abrí los ojos en la playa y te vi. Para mi fuiste como un ángel, eres mi ángel…

            — Tu sí eres un querubín… Yo no puedo ser ángel… Me llamo Paco…

            De nuevo veo la deliciosa sonrisa en los labios… Es preciosa, algo más baja que su madre, pero con una figura para pecar… Y la promesa de llevarme a los infiernos…

            — Entremos y nos ponemos cómodos ¿No? — Propone Loli con picardía.

            — Kristina… ¿Qué piensas del incesto entre hermanos? — Le pregunto intencionadamente mientras entramos.

            — No tengo problema. Era hija única, pero si hubiera tenido un hermano y se hubiera dado la situación… No problema, Paco.

            — Es que Loli y yo somos hermanos y pareja. A Marta le preocupaba mucho haber copulado con su medio hermano  e intentamos hacerle ver que no era tan malo. Creo que eso ayudó a su recuperación…

            — Es muy probable Paco, pero ahora yo quierre saber que se siente practicando inzest… Con mi hija. Tu no decir nada ok. Luego más tarde te contaré algo que nadie sabe.

            — Ok Kristina. Me tienes a tu entera disposición.

            — Gracias Paco. Te usare… — Entró en la habitación riendo a carcajadas.

            Loli y Marta ya estaban dentro, reían. Al llegar Kristina le dijeron algo que las hizo reír aún más. Estaban fraguando algo las muy tunantas.

           

           

           

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Las cosas de mi madre 1

Pablo, Ana. José, Mila y familia

Ya somos dos, para el profe y el portero

La necesidad de pija a los 40

Pablo, Ana. José, Mila y familia.

Gaby, mi hija. 10 Final.

Gaby, mi hija. Epílogo.

Gaby, mi hija. 9

Gaby, mi hija. 8

Gaby, mi hija. 7

El sueño de Irene

Gaby, mi hija. 6

Gaby, mi hija 5. Fin de la primera parte.

Gaby, mi hija 4

Gaby, mi hija 3

Gaby, mi hija 2

Gaby, mi hija 1

16 dias. La vida sigue 7

16 dias. La vida sigue 6

16 dias. La vida sigue 5

16 dias. La vida sigue 4

16 dias. La vida sigue 3

16 dias. La vida sigue 2

16 dias, la vida sigue

Mi nueva vida 7

Mi nueva vida 6

Mi nueva vida 5

Mi nueva vida 4 original

Mi nueva vida 3

Mi nueva vida 2

Mi nueva vida

16 dias cambiaron mi vida 6

16 dias cambiaron mi vida 7

16 dias cambiaron mi vida 5

16 dias cambiaron mi vida 4

16 dias cambiaron mi vida 3

16 dias cambiaron mi vida 2

16 dias cambiaron mi vida