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Caro y su protector

en Hetero: General

            Oigo la música de mi móvil… Paso el dedo sobre la pantalla… ¿Quién será a esta hora de la mañana?…

— ¡Hola! ¡Quien es!

— ¿Caro? — Reconozco la voz meliflua…

— Sí, dime Gerardo ¿Qué te duele?…

— ¿Estás aquí en Madrid? — Este tío me saca de quicio…

— Sii… estoy en Madrid, en mi casa, dime que pasa… — Debo resultar agria pero es que no lo soporto. Es un baboso de mierda.

— Bueno… Tengo un asuntillo y he pensado en ti… ¿Quieres viajar?…

— Venga, suéltalo ya… ¿Qué asuntillo?

— Veras es un grupo de “turistas” rusos que vienen hacer negocios en España y quieren montar una fiesta en Marbella. He pensado en María y sus chicas, pero… Como no me fio mucho de ellas, quiero que vayas tú también y las controles un poco… ¿Te viene bien? — ¡Capullo! Claro que me viene bien, este mes no he hecho casi nada…

— Bueno, déjame pensar… A ver… ¿Cuándo tendría que salir y cuántos días serian?

— Salir hoy mismo, llegan a Málaga pasado mañana, tendrías que ir al aeropuerto a buscarlos y…

— ¿Vamos, que te ahorras el taxi no?

— No te enfades Caro, sabes que te aprecio y no te haría una trastada. Estarán tres días en Marbella. Con un día más de ida y vuelta, total cuatro días. Hablan ruso e inglés…

— O sea, te ahorras el taxi y el interprete, porque por eso me buscas, por mi inglés… Venga, iré… Pero ya sabes cuál es mi tarifa…  Dos mil quinientos euros día, más dos mil por el desplazamiento y  me llevo a Adri, con él estoy más segura, de los nuevos ricos rusos no me fio. ¡Y no me regatees! Sabes que no lo soporto… Envíame los datos por e-mail… ¡Ah y dile a María que yo llevo la batuta! ¿Está claro?… Chao… — Pulso fin de llamada sin esperar respuesta…

            Bueno, no está mal… Cuatro días a dos mil quinientos euros día, más dos mil de desplazamiento… doce mil… Dos mil para Adri, me quedan diez mil… No está mal. Tengo el mes cubierto… Y aun no sé lo que podemos sacar a los rusos.

            Con estos pensamientos me descalzo, dejo caer el ligero deshabillé rosa y totalmente desnuda entro en la bañera caliente y me dedico a retozar con mis juguetitos subacuáticos, dejando que las sales minerales hagan su trabajo.

            Llevo una semana fatal, no he sacado nada. En los ambientes en los que me muevo ya estoy muy vista… Tengo que alejarme un poco… esto de Marbella me vendrá bien… un cambio… me relajoooo…

— ¡Joder! ¿Cuánto tiempo llevo en remojo? — Me he quedado traspuesta… Estoy arrugada…

            Salgo me seco y dedico media hora en arreglarme… Soy así…

            Masajeo mi cuerpo con Rosa Real, Ro`s Argán…  Mmmmm. Me encanta el aroma que desprende mi piel después del masaje… Nunca olvidaré la primera vez que la utilice… A mis catorce años lucía un cuerpo, si bien no desarrollado aún, pero ya llamaba la atención… Un sábado por la mañana me levanté y me fui al baño grande en el dormitorio de mis padres, me duché y al salir encontré un envase negro de mi madre… Ro´s Argán… Me gustó el aroma y me embadurné con aquella crema. Al salir del baño, envuelta en una toalla por toda vestimenta, me encontré cara a cara con un amigo de papá… Me llevé un buen susto, yo creía que estaba sola en casa y… ¿Qué hacía allí?… Rafa era un cuarentón que, algunas veces, utilizaba en mis fantasías al hacerme deditos.

 — Hola Caro, vaya, estas hecha toda una mujer… Preciosa… — Yo, muy nerviosa, no sabía que decir…

— Hola… Rafa… ¿Y mi padre? — Sus ojos se dirigían a mi entrepierna, bajé mis ojos y vi, horrorizada, que se había abierto la toalla y le mostraba el triangulito con los vellos púbicos, una suave pelusilla oscura… Me cubrí inmediatamente.

— Tu papá ha tenido que ir al despacho por unos papeles que necesitábamos. No tardará mucho… Mientras podríamos charlar tú y yo… ¿Te parece? — Me ardía la cara de la vergüenza. Pero mi habitación estaba al otro lado del pasillo y él me cortaba el paso…

— Voy a vestirme ¿Me dejas pasar por favor? — Su mirada no me gustaba nada.

— Con una condición… Que me des un beso…

            Se lo di, me besó, nos besamos y… Me llevó, me dejé llevar,  en volandas a mi habitación… Con Rafa tuve mi primer orgasmo sin dedos. Pocas semanas después perdí con él mi virginidad. Han pasado diez años y lo sigo recordando con emoción. Algunos meses después se marchó, por cuestiones de trabajo a Sevilla y se alejó de mi vida por un tiempo. Aún hoy nos vemos de cuando en cuando, sabe a lo que me dedico… A él no le cobro, claro…

            Lo cierto es que aquella experiencia temprana me abrió los ojos a un mundo desconocido para mí. Ya no miraba a los chicos de la misma forma. El sexo formaba parte de mi vida, de mis intereses.

            Y de pronto el accidente… ¡Como puede cambiar tu vida en cuestión de segundos! Llegó un coche de la policía a casa,  para decirme que mis padres habían sufrido un accidente en un choque múltiple en la M-30. Querían que les acompañara al depósito para reconocer los cadáveres.

            A mis dieciocho años, sin familia, mis abuelos fallecidos años atrás, tanto mi padre como mi madre eran hijos únicos… No tenía a nadie…  Y Rafa me acogió en su casa, se portaba muy bien conmigo, pero le supuso la ruptura de su matrimonio. Su mujer nos pillo in-follanti en el lecho conyugal… Rafa perdió su casa en el divorcio y se marchó a Andalucía.

            Mis padres estaban bien económicamente. Me dejaron una cuenta en el banco con fondos suficientes para vivir unos años sin trabajar. Vendí la parte del negocio de mi padre a Rafa y con eso y la casa en propiedad, me dediqué seriamente, a estudiar… Me licencié y doctoré en Psicología. Pero no llegué a ejercer nunca.

            En la universidad conocí a una amiga que me mostró otro camino. Elena hacía sus pinitos como escort y la acompañé con algunos clientes… Después me las apañé sola. No tarde mucho en darme cuenta que los hombres me deseaban y estaban dispuestos a pagar por estar conmigo, por charlar, por acostarse conmigo, por las cosas que les hacía y que me dejaba hacer… Además seguí un curso de

            Celular en mano… Pulso llamada…

— ¿Adri? — Es un buen amigo, me ha sacado de situaciones muy… Complicadas.

— Dime Caro. Ya creía que te habías olvidado de mí.

— Jajaja. Tu sabes que te tengo siempre en mi pensamiento, corazón. Anda, prepárate que salimos esta tarde para Marbella… Iremos en mi BMW… Cuando lleguemos a Málaga te encargaras de alquilar una limusina — Si tengo que ir al aeropuerto de Málaga a recibir a los tres rusos, necesito un medio de transporte.

— ¿Para mucho tiempo?

— En principio cuatro o cinco días, luego ya veremos… Por qué, ¿tienes algún problema?

— No, que va. Es solo para saber que tengo que llevarme. Estoy en tu casa en una hora.

— OK. Te espero — ¿Una hora? Tengo que darme prisa en preparar la maleta…

            Aunque… No me llevaré mucha ropa. Si necesito algo lo compro en Málaga… El buenazo de Adri, siempre está dispuesto para mí, creo que está enamoradillo y me aprovecho de eso. Me saca de atolladeros. Hace un mes me vi envuelta en un asunto muy feo, con políticos por medio. Me llamaron para una fiesta en un hotel de Gran Vía… Eran cuatro altos cargos de la administración. Cuando llegué a la suite me encuentro a dos hombres de unos cincuenta años y otros dos más jóvenes desnudos. Los jóvenes arrodillados ante los maduros mamándoles… Me hizo mucha gracia, resultaba grotesco. Entré, me quité la capa embozada que llevaba y les mostré mi cuerpo cubierto con un conjunto de látex rojo, botas, mini faldita de pliegues, con aro metálico en el centro y top estilo bikini atado al cuello y espalda, decorado en el centro con aro metálico., que dejaba mis pechos a la vista. Y es que me encanta el látex…

            Sigo con mis pensamientos mientras preparo una Trolley con algunas prendas y termino de arreglarme.

            Llaman a la puerta, será Adri… abro como estoy, casi desnuda. Me ha visto tantas veces… Pero no termina de acostumbrarse… Lo veo agachar la cabeza, como avergonzado…

— ¡No me digas que te da vergüenza verme desnuda Adri! Dame un beso anda…

            No puede evitarlo, se sonroja, y me da morbo ver a un hombre de su edad, treinta y cinco años, con su tamaño, 1,85,  de espaldas anchas, musculoso de gimnasio, fuerte, con cara de duro y lo es, me consta… Algunas veces he estado tentada de meterlo en mi cama en momentos de debilidad, pero… No me lo puedo permitir, es mi guardaespaldas y cuida de mí. Si estableciera una relación sentimental… La cosa no funcionaría. Cómo se sentiría después al verme follando con cualquier tipo y… Mejor no pensar en eso. Pero no puedo evitar sentir pequeñas contracciones alrededor de mi clítoris y noto la humedad invadiendo mi intimidad.

            No quiero segur pensando en ello o será peor.

— ¡Tomate algo Adri, ya sabes donde están las copas!

            Me estoy vistiendo en mi habitación y percibo un movimiento a mi espalda. Me giro, Adri está apoyado en el quicio de la puerta… Me mira… Veo deseo en sus ojos.

— ¡Me has asustado! — Le digo mirándole fijamente.

— Perdona… Caro… No pretendía… Perdona — Baja la cabeza, da la vuelta y regresa al salón.

— ¡Adri! ¡Ven, por favor! — Sigo casi desnuda, solo me he puesto el tanga y el top.

— Dime Caro — Su mirada es cálida, acariciadora.

— Ven… Bésame… — Me divierte ver su cara de sorpresa. Percibo el bulto de su bragueta. No he visto su polla nunca…

— Caro, por favor… No me gastes bromas. Mira que no soy de piedra…

— No serás de piedra, pero tienes un paquete que se adivina duro… duro… — Doy dos pasos y me acerco lo suficiente como para llegar a su lado y acariciar su bulto. Me sorprende el tamaño.

— ¡Caro!… ¡Caro! — No puedo más. Llevo dos días sin sexo y las caricias en el baño me han dejado muy… Muy excitada.

            De puntillas, acerco mi boca a la suya y rozo con delicadeza sus labios con los míos… Siento sus manos en mi cintura, me levanta como si fuera una muñeca y el beso se convierte en locura, pasión, fuego… Me lleva hasta la cama en brazos… Me hace recordar mi primera vez con Rafa. También me llevó en brazos hasta la cama… Me dejo con suavidad… Me miraba con pasión, pero también con dulzura… Con una ternura desconocida para mí en un hombre tan rudo. Su indecisión me obligó a tirar de su chaqueta y dejarlo caer sobre mi cuerpo. Continuó besándome, pero sin penetrar mi boca, tuve que meter mi lengua, entre sus labios, para desatar un autentico volcán… Se desprendió de su ropa en un santiamén… Mientras yo me quitaba las prendas que me había puesto.

            Pero… ¡Qué coño estoy haciendo! Hace tan solo unos minutos me estaba diciendo a mí misma que no debía follar con Adri, que me podría ocasionar problemas y ¡Mírate, Caro! Estas a punto de caer en la tentación. ¡Qué poca vergüenza tienes! Sigo recriminando mentalmente mi actuación… Pero no puedo evitarlo… Las ganas de follar me pueden. Me suele ocurrir antes de iniciar una aventura, porque cada cita, cada cliente es una aventura… Normalmente uso mis juguetes, pero hoy no sé lo que me pasa. No ha sido suficiente. Me siento anormalmente excitada…

            Adri se dejó caer a mi lado. Pasó su brazo derecho bajo mi espalda y me colocó sobre su cuerpo, con suavidad, como con miedo a hacerme daño. Su delicadeza me atrapaba y me excitaba. Acaricié su miembro y me llevé una sorpresa. Era grande, sí, muy grande. Una de las pollas más grandes que había tenido en mis manos. Y he cogido muchas… Pero no era solo su longitud, el grueso era admirable… Además el color, oscuro contrastando con el rojo del glande formaba un conjunto digno de admiración.

            No lo dudé, pasé mi lengua por el orificio del glande en el momento en que aparecía, como una perlita una gota de líquido preseminal. Me enloqueció… Y tragué, hasta donde pude, el glande y poco más y eso desencajando, hasta el dolor, la mandíbula. No podía imaginar que teniendo una maravilla, como aquella, tan cerca no la hubiera catado antes.

            Adri mantenía los ojos cerrados, estaba sometido a mis deseos… Lo cabalgué. A pesar del encharcamiento de mi vagina, sentía como me partía al penetrar aquel monstruo en mi intimidad. Me relaje todo lo que pude, deje caer mi cuerpo poco a poco y solo logré que entrara hasta la mitad. Adri me miraba con dulzura, agradecimiento…

— Con cuidado Caro puedo hacerte daño y no me lo perdonaría — Lo dijo con tal ternura que me emocionó, se me saltaron las lágrimas.

            Me dejé caer sobre su pecho, ancho, fuerte  y lo besé, una y otra y otra vez, hasta sentir dolor en mis labios. La excitación, la lubricación debida a mis jugos y la secreción suya facilitaron que su polla entrara poco a poco hasta unir nuestros pubis. Me quedé quieta, sintiéndola dentro, adaptándome a su tamaño, ajustando mis esfínteres vaginales.

            Un sinfín de emociones bombardeaban mi mente. Las sensaciones, escalofríos que me ponían la carne chinita. Las delicadas caricias que me prodigaba sobre toda mi piel, las caderas, las axilas… Los roces de sus dedos en los pechos me enloquecían.

            Comencé a moverme despacio, dentro fuera… Dentro fuera… Toques en mis pezones, duros como piedras, unos segundos más moviéndome sobre él y estallé en uno de los orgasmos más gratificantes que he experimentado en mi vida.

            ¿Uno?…  No qué va, uno tras otro se sucedieron varios, no sé cuantos, orgasmos encadenados. Quedé desmadejada sobre su cuerpo. Él seguía acariciando mi pelo, mis mejillas mis labios… Dejo pasar unos minutos y empezó a moverse, entrando y saliendo de mi cuerpo… Me abrazó como jamás nadie lo había hecho… Y descargó dentro de mi vientre. Al sentirlo, mi cuerpo reaccionó con un nuevo orgasmo, me levanté y lo cabalgué tres o cuatro veces y de nuevo caí sobre su pecho sin fuerzas, rota, pero feliz. Sí, me sentía inmensamente feliz… Lo bese una vez más y al separar mi cara vi sus ojos anegados de lágrimas.

— ¿Qué te pasa Adri? ¿Por qué…?

— Caro… Perdóname. No debía… ¡Dios!… Llevo soñando con esto desde que te conocí… Y ahora me da miedo…

—  ¿Miedo? ¿De qué?

— De que, después de esto, me alejes de tu lado. De no poder estar cerca de ti para traerte a tu casa cuando pierdes el control y bebes hasta perder el sentido… De protegerte de cualquier estúpido que pueda hacerte daño. De no poder cuidarte… Traerte a casa… Desnudarte, bañarte y arroparte en tu cama… Besar tu frente cuando te quedas dormida… Velar tu sueño mientras te vigilo sentado en ese sillón, para evitar que un vómito te asfixie… De amarte en silencio, sin pedirte nada a cambio.

             Me separé de él y me dejé caer a su lado. Pasé su brazo bajo mi cuello y ma refugié en su cuerpo, acaricié su pecho… Intuía que estaba enamoradillo… Lo que no podía sospechar es que lo estuviera tanto. Fue una declaración de amor en toda regla. Me sentía muy agusto con él. Mordisqueé su oreja.

— ¿Por qué voy a alejarte de mí? ¿Piensas que me eres indiferente? ¿Qué solo tú sientes algo por mí? ¿No te has preguntado que siento yo? — Bajo mi mano y acaricio su verga, no del todo fláccida.

— Lo siento Caro. No quiero incomodarte… Te conozco desde hace ¿Cuánto? ¿Dos años? En todo este tiempo te he visto alternar con muchos hombres. A la mayoría les he visto convencidos de que te habían enamorado. Pero tú y yo sabemos que no era cierto. No te he visto nunca enamorada de nadie. Era solo parte de tu trabajo… No puedo creer que lo estés de mí — Sus palabras reflejaban una profunda amargura.

— Adri… Yo… Lo siento, no quiero hacerte daño. La verdad es que no me esperaba este aluvión de sentimientos que ahora me abruman… Algunas veces pensé en hacer el… En follar contigo. Me gustas, me siento bien contigo, segura… Pero lo que siento ahora contigo no… No… No me había pasado nunca. Con nadie. Yo también estoy sorprendida, son sentimientos desconocidos para mí… ¡Bésame, no quiero pensar!

            Mis caricias en su carne producían sus efectos. Su miembro se erguía poderoso, hermoso desde su bajo vientre. Y mi chuchita volvía a segregar juguitos, muchos juguitos…

            Se incorpora, me mira, se unen nuestros labios y se desliza acariciando y besándome los pechos, el ombligo, las caderas, hasta llegar a mi cuevita… ¡Dios! ¡Qué gusto! Su lengua se hundía en las interioridades de mis aletas, golpeteaban desde el pubis, saltando, sin tocar el botoncito, por toda la rajita hasta el perineo, y ya, en el no va más, lengüeteando el ano. ¡Joder! Otra vez. ¡Me corro otra vez!

            Fue como una descarga eléctrica que recorrió todo mi cuerpo. Con mis manos sujeté su cabeza apretándola contra mi sexo, su lengua inquieta recorría arriba y abajo desde el monte de Venus hasta la base de mi espalda, ya que con sus manos empujó mis piernas abiertas hasta casi tocar las rodillas en mis hombros. Me sentía totalmente abierta… Totalmente sometida a un poderoso macho, capaz de darme un placer inmenso…

—  ¿Qué me haces Adri? ¿Cómo me puedes dar tanto gusto? ¿Cómo sabes tanto de mí?

            Le hablaba entrecortadamente porque mi cuerpo, desbocado, se movía espasmódicamente, saltando sobre la cama. Él me sujetaba y seguía castigando dulcemente mis puntos placenteros.

— Para Adri, por favor… No puedo más… Ven acuéstate a mi lado, déjame acurrucarme junto a ti, abrázame… — Mi voz casi no salía de mis labios, mis manos en sus sienes, tiraba de él y lo colocaba a mi lado. Me abraza, me besa la frente, mi cabeza sobre su hombro.

            ¡Me siento inmensamente feliz! Cansada, agotada, me duermo en sus brazos…

            Me despierto, casi encima de Adri que me acoge amorosamente. Mi mano derecha agarrada a su pene que no estando erecto, tiene un buen tamaño. Lo siento cálido, suave… El recuerdo de los momentos pasados, de los orgasmos… ¡Joder, que bueno es follando! ¡Quién lo diría!

— Caro…Caro… Tenemos que marcharnos… Vamos, levántate y vístete. Aun tenemos casi seiscientos kilómetros por delante… — Una idea cruzó mi mente… ¿Y si no vamos? ¿Y si nos quedamos follando? Inmediatamente la rechacé. Ya empezaban los problemas. Justo lo que no deseaba que ocurriera.

— Tienes razón Adri. Vámonos que tenemos que localizar el chalet en Marbella y tu alquilar la limusina para pasado mañana… Ya vamos tarde.

            Suspiró profundamente y se levantó. Entró en el aseo y se dio una ducha rápida. Pensé en entrar y seguir follando, me apetecía, pero lo pensé mejor. Aquello se nos iba de las manos. Al salir, me miró, se vistió y se fue al salón. Yo me di una ducha rápida. Al pasar mi mano enjabonada por la chuchita cerré los ojos y recordé la presión de su verga en mi interior, llenándome toda… En cuestión de segundos me corrí otra vez… Las piernas no me respondían, caí de rodillas en el suelo de la ducha. Adri entró y cortó el agua, me sujetó y en brazos me llevó a la cama. Volvió al aseo por una toalla y me secó.

            ¡Aquello no era normal! No me había pasado nunca. ¿Por qué ahora con Adri? … Me sentía confusa. 

— ¿Qué te ha pasado Caro? ¿Te encuentras mal? Si quieres llamo a un médico… — Adri estaba angustiado. Le sonreí y le besé.

— No me pasa nada. No te preocupes. Acércame la ropa y tomate la copa. Tranquilízate.

            Se fue al salón y me vestí. Al salir de la habitación…

— ¿Cómo estoy? — La pregunta era capciosa. Me miró con un brillo especial en los ojos.

— Preciosa Caro… Preciosa… ¿Podemos irnos? — Su mirada se ensombreció.

— Sí, vámonos. Coge mi Trolley por favor… Vámonos — En ese momento fui consciente de la sintonía que existía entre nosotros.

            De forma extraña, inconscientemente, habíamos desarrollado un sistema de señales que facilitaba nuestra comunicación sin palabras. Nos entendíamos solo con la mirada. De esa forma me había librado en muchas ocasiones de problemas que podrían haber sido graves para mí. Clientes cabreados que se pasaban de rosca y que Adri amedrentaba con solo acercarse a mí y mirarlos.

            Adri conduce. Enfilamos la A IV hacia el sur. A las tres de la tarde estaremos por Valdepeñas y pararemos en un restaurante que conozco a comer.

            Ya en el restaurante pedimos la comida. Él tiene la mirada perdida, no me mira a los ojos, como avergonzado.

— Adri ¿Te pasa algo?

— Yo… No… Bueno sí… Creo que he cometido un error Caro. Tengo por norma no involucrarme emocionalmente, lo he hecho y… — Balbuceante, como un niño pillado en un renuncio…

— No Adri, no has cometido ningún error. Ni yo tampoco… Ahora estoy convencida de que hemos hecho lo que debíamos haber hecho hace mucho tiempo. Me has llevado a una tierra desconocida para mí. Me has hecho vivir unos momentos deliciosos, que no cambiaría por nada del mundo. He sido… Soy feliz contigo. Te deseo, te necesito a mi lado y si estás dispuesto puedes venirte a vivir a mi casa, conmigo… Estoy deseando sentirte de nuevo dentro de mí. Tus besos, tus caricias… — Me miraba emocionado, casi a punto de llorar. Me enterneció. Avancé sobre la mesa y besé su boca… Creo que te quiero cabrón… Pensé para mí.

            Reanudamos el viaje. Sorprendo a Adri mirándome de reojo mientras conduce.

— Adri… Me he dado cuenta de que no sé nada de ti, de tu vida, tus gustos… Y otra cosa que me intriga… No te he visto reír nunca. Cuéntame tu vida porfi… —Puse cara de niña traviesa, sonreí.

— ¿De mí? ¿Qué quieres saber?

— No se… Que has hecho en tu vida pasada, si estás casado…

— Ah… Vaya… Sí… Estuve casado… Pero ya no.

— ¿Qué ocurrió?

— Éramos muy jóvenes, nos conocimos en unos salones donde se celebraban dos despedidas, una de soltera y otra de soltero. Ella era la estríper de los chicos y yo el boy de las chicas… Cuando terminó el espectáculo nos encontramos en el cuartucho que nos habían asignado para cambiarnos y allí empezó todo… Se llamaba Silvia.

— O sea… Follasteis…

— Sí… Y quedamos, nos vimos dos días después. La invité a cenar y acabamos en mi apartamento… Ya no nos separamos… Yo estaba realmente enamorado y creí que ella también. Trabajamos juntos, formamos pareja y a los seis meses de estar juntos nos casamos. Luego nos dedicamos al show porno en directo… Nos iba bien. Así durante tres años. Un día llegue a casa antes de lo previsto y la encontré en la cama con uno de los tíos que habíamos conocido el día anterior, al menos eso creía yo. Luego supe que llevaban liados desde hacía años, al parecer fue el que la introdujo en ese mundo… A partir de ese momento nos fuimos alejando hasta que decidimos separarnos. Unos meses después apareció muerta en casa del prenda… Una sobredosis… Según pude saber, llevaba algún tiempo pinchándose y le vendieron un material con excesiva pureza, estaban los dos solos y a los dos les pasó lo mismo…

— ¡Dios mío! ¿Cómo te afectó a ti?

— La verdad es que me hizo sentir muy mal. Me sentía culpable por no haber intentado recuperarla… Sigo pensando que la abandoné…

— No debes pensar eso… Ella tomó su decisión, creo que no podías hacer nada… Pero sigue ¿Qué hiciste luego?

— En el gimnasio donde entrenaba vi un cartel en el que pedían gente para servicios de seguridad. Me presenté, me aceptaron, hice los cursos de formación y me convertí en segurata en unos grandes almacenes… Yo no aguantaba aquello. Conocía a Gerardo por mi antigua ocupación. Fue él quien me puso en contacto contigo cuando supo que buscabas a alguien para que te acompañara… Y aquí estamos…

— Cierto. Aquí estamos, pero… ¿Cómo estamos? Porque lo que ha ocurrido esta mañana lo cambia todo Adri… Nuestra relación ha cambiado… Como tú decías, yo no te veo igual… Mis sentimientos hacia ti no son los mismos…

            Pongo mi mano sobre su muslo… Mirándolo fijamente. Él coloca su mano sobre la mía, acariciándola. La vista al frente mirando la carretera…

— Ya te lo dije Caro… No debíamos…

— ¡No Adri! ¡Sí debíamos! ¡Antes teníamos que haberlo hecho! ¡No quiero separarme de ti! Ha sido algo tan extraño para mí, tan bello… Jamás me he sentido así con ningún hombre…

            Por primera vez, desde que lo conozco, vi una sonrisa en sus labios. Sin girarse, con la vista puesta en la carretera, alzó su mano y acarició mi barbilla, pasó la mano por mi cuello hasta la nuca, en una larga y cálida caricia. Recorrió mi cuerpo un escalofrío y se me puso la carne de gallina. Cerré los ojos para dejarme llevar por la embriagadora sensación.

            Bajó su mano y acarició mi muslo, subiendo, adentrándose, bajo el borde del vestido hasta la ingle. Me mataba de gusto. El calor, la suavidad de su mano acariciándome sobre la braguita, la contracción de mis músculos vaginales, la humedad de mi sexo… No sé que tenía este hombre que casi sin tocarme…

— ¡¡AAAHHHH!! ¡Joder Adri, me he corrido casi sin tocarme! ¿Cómo lo haces mi amor?

— Con mucha práctica y buenas maestras, Caro… Y amor… Sabes, me enamoré de ti desde la primera vez que te vi. Recuerdo el vestido que llevabas y… Te confesaré algo que…

— ¿Qué…? Dímelo ya tonto…

— Me quedé con tus braguitas y tu sostén… Aún los conservo, junto con otros conjuntitos tuyos que he ido coleccionando a lo largo de estos dos años… Lo raro es que no te hayas dado cuenta.

— ¿Por mi ropa interior? No, nunca he relacionado la falta contigo. Con mi trabajo lo normal es perder las bragas… Jajaja.

— Si ya lo sé… En ocasiones he tenido que buscar tus bragas en las casas donde has estado…

— Follando, Adri… Dilo. Es la realidad y no creo que cambie… ¿Cómo te va a afectar a ti?

— Caro… Me han salido los dientes en este mundo, en esta profesión. Sé cuando se folla, por trabajo, y cuando se hace el amor… Eso es lo que diferencia una relación de otra. Incluso con la pareja, como Silvia y yo, follábamos en público, era por trabajo, luego hacíamos el amor en privado. Por eso me quedé tan mal cuando la vi con aquel cerdo que se la llevó. Los vi hacer el amor. No era lo mismo que hacía ella conmigo o con otros en el escenario…

            Con los datos en el GPS del Cabrio no tuvimos problema para encontrar el inmueble. Una preciosa casa en la sierra cercana a Marbella. Un precioso chalet, cercado con una valla alta, al abrigo de mirones y una piscina rectangular rodeada de césped y arboles.

            En la puerta de la parcela nos esperaba el agente de la inmobiliaria para entregarnos las llaves y darnos las instrucciones precisas. Dejamos el BMW en una de las plazas de garaje, en el edificio y nos preparamos para pasar la noche. Las chicas llegarían mañana. Entré en el baño de la habitación, era enorme, tan grande como una habitación y me encontré un jacuzzi de seis plazas. Abrí los grifos para llenarlo y me desnudé. La temperatura era buena, más bien alta, para esta época del año. Fui en busca de mi acompañante.

— Adri, voy a bañarme… ¿Te apetece? — Vi el desconcierto en sus ojos. Me hizo mucha gracia. Sus ojos no dejaban de mirar mi desnudez. Sonreí, me acerqué a su lado, le di un beso y me lo llevé de la mano al baño… Lo desnudé y entramos los dos en el agua. Los chorros a presión masajeaban nuestros riñones. Del fondo salían chorros de aire cálido que acariciaban mi sexo, me excitaban sobremanera.

             

           

           

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