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Dobles parejas 1

en Bisexuales

            Era viernes y la primera vez que asistíamos a una fiesta gay…

            Francis y yo, Mauro, llevábamos juntos ya siete años. La tolerancia de la sociedad nos permitía vivir con relativa tranquilidad. Ya quedaban lejos las palizas a los “maricones”, por parte de los intolerantes de épocas pasadas; no digamos los atropellos sufridos en la época franquista.

Aun así, sufrimos el inevitable rechazo, el bullying escolar; los disgustos con nuestras respectivas familias debido a nuestra condición sexual, que, de alguna forma, nos habían marcado.

            Nos conocimos por casualidad, como casi todas estas cosas; en un viaje fin de curso coincidimos en Roma en habitaciones contiguas en el hotel.

Él venía de Valencia, yo de Albacete…  El cruce de miradas ya me hizo latir mi corazón como un potro desbocado. Francis era, y es, guapísimo. Fue un flechazo que nos llevó a una locura de sexo que culminó, dos años después, en la decisión de vivir juntos. A pesar de la oposición de las familias.

En Roma vivimos la primera etapa de este amor que aún perdura. Me confesó que había estado intimando con algunas chicas, pero que no se sentía realizado y no sabía por qué. Después de nuestro primer encuentro en mi habitación del hotel, lo comprendió.

Yo le dije que lo había tenido claro desde que tuve uso de razón, me gustaban los hombres y jamás había tenido contacto, sexual, con una mujer.

            Llevamos cinco años como si estuviéramos casados. ¡Dios, como pasa el tiempo! Y somos muy felices.

Durante un tiempo trabajamos en una agencia de viajes, hasta que nos independizamos y actualmente gestionamos nuestra propia empresa dedicada a la organización de eventos y viajes.

            Toda esta perorata me lleva al tema de la fiesta del Orgullo Gay, a finales de Junio en Madrid.   

Salimos a ver el ambiente y entramos en una sala en Chueca. Estaba muy animada. Parejas de toda índole abarrotaban el local. No nos gustaba tanto barullo, la música atronaba y no permitía hablar. Pillamos dos copas de gin-tonic y salimos a una terraza donde el ruido llegaba algo amortiguado.

            Y allí estaban dos preciosas mujeres abrazadas, fundiéndose en un tórrido beso. No es que me gusten las mujeres, pero admiro y valoro la belleza allí donde esté… Y estas chicas, de unos veinte años, eran muy bellas.

Al vernos se separaron, nos miraron y, ante nuestra sonrisa, siguieron a lo suyo. Nos sentamos en unos sillones que nos obligaban a estar frente a ellas. Nos miraron de nuevo y noté que se sentían molestas.

Cogí la mano de Fran y nos levantamos para marcharnos. Las chicas se miraron, nos miraron y negaron con la cabeza… Se acercaron.

            — ¡Por favor no os marchéis! — Dijeron las dos al mismo tiempo.

            Se empezaron a reír.

            —Vaya hemos sacado un santo del purgatorio — Dijo una de ellas — No nos molestáis. Podéis quedaros.

            —No… No. Vosotras estabais antes. No queremos molestaros. Perdonad. — Dije iniciando la marcha.

            — ¿Podemos sentarnos con vosotros? No conocemos a nadie aquí y nos aburríamos… Me llamo Olga y esta es Lula.

            —Yo me llamo Mauro y este es mi pareja Francis…

            — ¿Estáis casados? ¿Cómo os va? Nosotras lo estamos pensando pero tenemos que solucionar antes muchos problemas con nuestras familias.

            Nos sentamos todos alrededor de la mesita donde pusimos nuestras copas.

            —Bueno… Por ahora muy bien, ya llevamos cinco años viviendo juntos pero no… no nos hemos casado. De todos modos también tuvimos que enfrentarnos a muchos problemas pero con amor… Todo se soluciona.

            Lula, la que parecía más joven,  se abrazó a su pareja y la vimos estallar en llanto, lloraba desconsoladamente. Olga la acariciaba y trataba de calmarla. Me enterneció verlas. Sabíamos por experiencia propia lo que estaba pasando. Eran muy jóvenes, unos veinte años. A esa edad los problemas se magnifican.

            —Tranquilízate Lula, ya verás como todo se soluciona — Le animaba Francis.

            —Esta noche, antes de venir, su padre nos sorprendió besándonos y le ha dicho que es una guarra tortillera, que no quiere volver a verla. Que se marche de casa y a mí me ha abofeteado. Pero no me importa. La quiero y no me separaré de ella — Olga la abrazó con fuerza y la besó de nuevo.

            — ¿Tenéis donde pasar la noche? — Pregunté.

            Me miraron con lágrimas en los ojos y negaron con la cabeza.

            —Pues no os preocupéis. Si os parece bien venís a nuestra casa. Tenemos sitio de sobra y por ahora podemos ayudaros. — Miré a Francis y asintió con la cabeza.

            —Por favor, no queremos molestaros ni ser una carga para vosotros. — Dijo Lula.

            —No sois ninguna carga. Tenemos una habitación para vosotras… No se hable más. Vámonos que aquí no nos entendemos con tanto ruido — Dije levantándome y ofreciendo mis manos a las chicas que se miraron, sonrieron y me las tomaron levantándose y siguiéndome hasta la salida.

            Al llegar a casa les mostramos la que sería su habitación y quedaron encantadas, Francis tiene un gusto exquisito para la decoración.

            —Mauro… ¿Nos podéis alquilar la habitación hasta que podamos encontrar un piso? No queremos abusar, Lula estudia pero yo trabajo y algo puedo pagar. Hasta ahora vivía con mis padres pero al estar con ella no puedo regresar; no quiero dejarla sola, ellos no saben nada y me matarían. Son muy cerrados…

            —Mira Olga, nosotros gestionamos una agencia de viajes. Nos movemos bastante y el piso se queda solo. Si estáis vosotras y lo cuidáis nos hacéis un favor. No te preocupes. Descansad que parecéis agotadas. Buenas noches.

            Olga se acercó y me besó la mejilla. Una lágrima se deslizaba por su rostro. Cogidas de la mano entraron en el dormitorio y cerraron la puerta. Francis me abrazó y nos besamos con pasión. También de la mano nos dirigimos a nuestra habitación donde poco después libramos una batalla donde no había vencedores ni vencidos. Solo el sueño logró derrotarnos después de hacerle sentir a Francis mi amor en su trasero y él en el mío.

            Me despertó un delicioso aroma de café recién hecho. Francis no estaba a mi lado. Me cubrí con una bata y me aseé en el baño de la habitación. Escuchaba risas femeninas en la cocina y entonces recordé a nuestras inquilinas de la noche pasada.

            Al acercarme vi a las dos chicas sentadas en los taburetes junto a Francis, que les estaría contando alguno de los muchos chistes que conocía.

            Me acerqué y lo besé en la boca. Las chicas se acercaron y nos besamos en las mejillas.

            — ¿Café, Mauro? — Dijo Olga con voz alegre.

            Entonces me fijé en ella. Era bellísima. Me hizo sentir celos, Francis la miraba de forma extraña.

            —Sí, por favor. Y una tostadita… — Lula también era hermosa, pero nada comparado con la belleza de Francis.

            Me senté con ellos a desayunar.

            —Mauro, voy a mi casa para traerme ropa para mí y para Lula. Ella no tiene nada que ponerse.

            —Como quieras Olga, pero por ropa y zapatos no te preocupes demasiado, porque tenemos un amigo con una tienda donde podéis equiparos. Si queréis nos vestimos y vamos, está aquí cerca y así también me compro algo.

           

            Este fue el comienzo de nuestra historia. Vivimos juntos los cuatro en buena armonía dos años. Olga se vino a trabajar con nosotros como comercial y Lula terminó sus estudios de gestión de empresas y también se dedicó a nuestra empresa. Nos llevábamos muy bien…

Un buen día…

            —Mauro, Lula me está pidiendo un hijo ¿Qué hago? — Olga hablaba en serio…

            —Pues no sé amor…  Eso tiene muchas posibles soluciones. Francis y yo también nos hemos planteado alguna que otra vez esa posibilidad pero… ¿Se te ocurre algo, Olga?

            —Sí, Mauro, algo me ronda la cabeza…

            —¿Por qué no llamas a los demás y lo hablamos? — Los llamó y nos sentamos… Francis y Lula nos miraban sin comprender nada.

            Les expliqué lo que Olga había planteado y quedaron a la espera de lo que Olga pudiera decir.

            —Bien, a grandes rasgos, voy a exponeros mi plan, que no es rígido y estará sujeto a las modificaciones que consideréis pertinentes… — Quedamos todos en silencio a la espera de su propuesta.

—Continúo: Primero: Nos casamos entre nosotros en plan hetero. O sea Lula con Francis y yo con Mauro o… al revés…  O sea, desde el punto de vista social y familiar todo resuelto. Todo legal. Aunque de puertas adentro, Francis y Mauro son pareja y Lula seguirá conmigo… — Nos miramos embobados.

—Sigo: Segundo: Durante un tiempo tendremos relaciones sexuales con nuestros “maridos”, hasta quedar embarazadas…  Después seguiremos como hasta ahora, solo que tendremos dos bebes, que cuidaremos y educaremos los cuatro con todo el amor del mundo.

            Tras su discurso nos quedamos mudos, en silencio. Lula miró a Francis y puso una cara rara. No le convencía mucho lo de follar con él, que también arrugo el entrecejo. No lo tenía tan claro.

            —Si he planteado esta solución es por algo muy simple. Es la más barata, cubre todas las expectativas y solo tendremos que hacer un pequeño sacrificio.

—Y tercero: Para que sea lo menos desagradable posible, he pensado que las sesiones de sexo las realicemos los cuatro juntos. Algo así como una orgia… Así nos excitamos; por ejemplo, Lula y yo nos besamos, Francis y Mauro también, mientras follamos. Así no será tan… duro. ¿Qué decís?

            —Al parecer has pensado en todo, Olga… Por mi parte estoy de acuerdo. Solo falta que Lula y Fran acepten.

            —La verdad es que me hace mucha ilusión tener un bebé entre mis brazos y si además es mío… — Francis asentía con la cabeza. — Creo que el plan de Olga es… bueno…

            —Y yo también acepto. Yo fui la que le planteé a Olga la necesidad que tenía de ser madre. Estoy dispuesta a hacer el sacrificio.

            —Bien, si estamos de acuerdo vamos a fijar fechas para llevar a cabo los planes. Mauro, ¿puedes encargarte de la documentación para las dos bodas? Ya sabes, Lula con Francis y yo contigo, ¿de acuerdo? ¿O preferís que lo hagamos de otra forma?

            —Por mi parte de acuerdo — dijo Francis — ¿Y tú Lula?

            —Por la mía también… Preferiría casarme con Olga, pero entiendo que de esta forma podemos resolver muchos problemas que nos acucian…

            —Por mi parte mañana mismo empiezo a recabar la documentación. Creo conveniente no decirles nada a nuestras familias. Aun…  En todo caso, cuando ya esté todo “consumado” podemos llevarles a sus nietos si quieren conocerlos.

           

            Durante algunas semanas me dediqué a buscar los permisos pertinentes para celebrar dos bodas civiles… Fotocopias de D.N.I. Certificado literal de las inscripciones de nacimiento, en los distintos registros civiles. Certificados de empadronamiento. Y la declaración jurada de nuestro estado civil.

            Una tarde coincidimos en casa Olga y yo. Francis y Lula aun tardarían unos días en volver… Se habían desplazado juntos a una ciudad próxima para un asunto del negocio…

            —Mauro… Me da vergüenza decírtelo, pero… Estos días estoy en la fase más alta de mi periodo fértil… No sé si… ¿Lo podemos hacer?… ¿Aunque no estemos todos?        

            —Olga… Por favor… no me pongas en este compromiso. No quisiera que Francis o Lula se enfadaran por haber empezado sin ellos…

            —Tienes razón. ¿Les llamamos y se lo decimos? Quiero aprovechar estos días; de lo contrario tengo que esperar todo un mes…

            —Eso me parece mejor. Voy a llamar a Francis… Tú habla con Lula.

            Efectivamente llamamos a nuestras respectivas parejas para ponerlos en antecedentes de lo que, si ellos estaban de acuerdo, íbamos a hacer.

            Noté a Francis extraño. Le planteé lo que Olga me proponía y aunque parecía preocupado no se opuso a la propuesta.

            —Fran, amor, dime, sinceramente, que te parece. No quiero que por precipitarnos tengamos problemas entre nosotros… Pero Olga está dispuesta a quedar embarazada cuanto antes…

            —Como tú quieras, mi vida; si estás dispuesto… hazlo. Pero piensa en mí…

            —¡Claro que pensaré en ti! ¡Como si no me voy a excitar para que se me ponga tiesa… amor…! Te quiero Fran… Te amo con locura…

            Olga hablaba con Lula. Al parecer tampoco puso muchas pegas para lo que le pedía su amada.

            —Mauro, Lula está de acuerdo… Solo me pide que piense en ella mientras lo hacemos… Es un amor…

            —Francis tampoco me ha puesto pegas… Y me ha dicho lo mismo que a ti Lula… Que piense en él… Así que… ¿Cómo lo hacemos? Porque yo experiencia hetero tengo, poca… Más bien… ninguna. Tú has tenido algunos encuentros hetero ¿no, Olga?

            —Sí Mauro, intentaré que te sea lo más leve posible. Vamos a tu habitación.

            Nos desnudamos y tumbados en la cama Olga empezó a acariciarme…

            —Relájate, cierra los ojos y piensa en Fran… Será más fácil…

            Yo estaba francamente nervioso, Olga me acariciaba y me provocaba repulsa, me erizaba el vello pero me resultaba desagradable… intenté superarlo y me concentré en los roces y toque que me daba Fran en nuestros encuentros… Poco a poco Olga logro que mi verga se enderezara, estaba morcillona, pero suficiente como para que pudiera penetrarla en la posición del misionero.

            Una vez dentro imaginé que era el culito de Francis… El calor, la suavidad de las paredes vaginales de Olga, facilitaron la erección total…

            —¡Joder, Mauro… Vaya pollón te gastas! No tengo mucha experiencia pero las que he visto en las porno te envidiarían… Debes tener muy contento a Francis…

            —¡Por favor Olga, no me desconcentres! ¡Mira lo que has hecho! Se ha arrugado…

            Olga se reía con ganas por mi comentario…

            —De verdad, Mauro, ¿no te excito ni un poquitito?

            —Mira Olga, te quiero mucho… eres una persona muy importante para mí, vas a ser mi esposa, pero yo no mando en mi cuerpo. Para vosotras, las mujeres, resulta más fácil un coito hetero. No tenéis que mantener la erección hasta el orgasmo…

            —Bueno, empezaremos de nuevo… Déjame que te la chupe un poquito a ver si así te pones en forma. Después me pondré de perrito, así tendrás a tu disposición mi culito, la metes por detrás y cuando vaya a correrte cambias a mi coñito… ¿Qué te parece?

            —Bien, vale, pero me la coges y te la metes tú. A mí me da repelús tocarte el chumino… Lo siento Olga… Es superior a mis fuerzas. Cuando lo veo, en las pocas porno que he visto, me produce…

            —No me lo digas… Vamos. Haz lo que yo te diga… Ponte en cuatro, que yo ahora vuelvo…

            Me extrañó su petición pero le hice caso. Al poco entró y se colocó detrás. Algo golpeó mi nalga, me dio una palmada y me giré. Ella estaba agachada lamiéndome el ano, metía un dedo, luego dos…

            —Por ahí no te preocupes. Puedes meter cuatro dedos de una vez. Y la verdad, esto sí me gusta.

            De pronto me penetró con algo por el culo, era un arnés con dildo incorporado, que se había amarrado a las caderas. Además con la mano me masturbaba. No tardé en alcanzar un buen nivel de dureza. Sus palmadas en mis nalgas eran muy excitantes y poco después estaba cerca del orgasmo.

            —¡Ya Olga… Ya, me viene!

            Olga se quitó el arnés y se colocó delante mía, mientras yo me arrodillaba en la cama. Cerré los ojos y me cogió el rabo para colocárselo en la entrada de su chocho.

            —¡Empuja maricón! ¡Empuja!

            Empujé y me corrí dentro de inmediato.

            Me dejé caer rendido a su lado. Me miró con cariño y me besó en los labios… Era la primera vez que unos labios de mujer se rozaban con los míos… Y no era tan asqueroso…

            —Mauro… Tú te has corrido, pero yo ahora estoy más caliente que una burra… ¿Qué hago?

            —No sé Olga. ¿Puedo hacer algo? ¿Te ayudo?

            —Si quieres… Me voy a poner de lado y me la intentas meter por el culo… ¿Vale?

            —Si es por el culo… Creo que podré… Ahí, en la mesilla hay lubricante. Ponte un poco… No quiero hacerte daño…

            Me masturbé hasta que conseguí una rigidez suficiente para penetrar su culito. Estaba muy estrechito. Notaba como ella se dedeaba para reducir la tensión del esfínter. Entró el prepucio, no sin exhalar un grito de dolor…

            —¿Paro?

            —¡Noo! ¡Sigue empujando coño! ¡Fóllame el culo hasta el fondo! ¡Rómpemelo!

            Empujé, con todas mis fuerzas y entró. Olga gritó como una posesa. De dolor, no de placer. Algo en mi mente cambió. Ser consciente de que estaba forzando un culo me excitó sobre manera. Seguí, bombeando, sin tener en cuenta sus gritos y lamentos. La cogí por los cabellos y la follaba como a una yegua…

            —¡¡Me corrooo! ¡Olga ya… ya…!

            Solté las riendas y una mano separó mi verga de su culo para, de golpe, metérselo en el coño. Estaba chorreando. Sus jugos se deslizaban por los muslos y yo agarrando sus caderas con ambas manos empujé… Empujé hasta el fondo y descargué. Mi eyaculación estuvo acompañada de su orgasmo. Ella empujaba hacia atrás, gritaba y se retorcía como una lombriz al sol…

            Caímos los dos desmadejados en el colchón. Poco después ella se colocó sobre mí y, como la vez anterior, me besó. Solo que ahora yo acompañé su beso con el mío. Nuestros labios dieron paso a las lenguas que se enzarzaron en una pequeña batalla…

            Poco después nos quedábamos dormidos los dos, abrazados…

            Me desperté y vi a Olga acostada a mi lado, apoyando su cabeza en su brazo derecho… Mirándome y sonriendo… Le devolví la sonrisa…

            —¿Qué miras?

            —Miro a un hombre que me ha hecho el amor y ha logrado que llegue a uno de los mejores orgasmos de mi vida.

            —¿Estás segura? ¿Un hombre? Soy gay, maricón, cualquier cosa menos un hombre. Si tuviera valor me habría deshecho de este trasto que solo me ha traído complicaciones. Sería la persona más feliz de la tierra si tuviera tu cuerpo, tus pechos y tu sexo. Y poder quedarme embarazada, como tú… Pero la naturaleza es como es y yo me siento una mujer prisionera en el cuerpo de un hombre. Supongo que tú te sentirás igual ¿no?

            —Algo parecido, pero no igual… Me siento agusto con mi cuerpo. Me quiero como soy y disfruto con lo que tengo. Más ahora que voy a cumplir mi sueño… Ser madre… Gracias a ti… Vas a ser un papá maravilloso. Y si bien no tendremos sexo, a partir del momento en que me quede preñada, seguiremos queriéndonos, como se pueden querer dos hermanos. Más aun, te querré como el padre de mi hijo, de nuestro hijo…

            Y me besó de nuevo… Nos besamos. Ya no me daba “repelús”, me gustaban sus besos. Hasta ahora la quería como a una buena amiga, pero pronto sería la madre de mi hijo…

            Durante los siguientes días, hasta la llegada de Lula y Fran, fueron muy sexis. Follábamos ya sin las trabas que antes nos coartaban. Una vez llegaron nos preguntaban expectantes, cómo nos había ido en nuestra aventura extra pareja. La verdad es que nos sentíamos algo avergonzados y con la sensación de haberlos traicionado. Al menos esa era mi impresión. Para Olga no fue tan difícil. Lula se la llevó a su habitación y poco después escuchábamos sus gritos de placer haciendo el amor.

 Francis me cogió la mano y tiró de mí hasta nuestro dormitorio. Pronto estábamos desnudos los dos acariciándonos, besándonos con pasión…

            Sentir su pene latiendo en mi interior fue como renovar la experiencia que vivimos en Roma. Era una pasión avasalladora. Nos bebíamos cuando nos besábamos. Tragar su daga hasta sentirla en el fondo de mi garganta era toda una delicia. Y penetrar su blanco y delicado ano un auténtico placer.

            Un sesenta y nueve nos mantenía con un altísimo nivel de excitación. Tras corrernos los dos quedamos tendidos, abrazados, con nuestros labios juntos, sintiendo en mi boca el aliento de mi amor.

            —¡Hola chicos! — La voz de Olga nos sorprendió.

            Nunca habían entrado en nuestro aposento teniendo relaciones. Y menos como venían. Totalmente desnudas…  Me extrañó mucho.

            —¡Qué hacéis! ¡¿Pasa algo?! — Pregunté sorprendido, incorporándome en la cama.

            —¡No te asustes! No pasa nada. Es solo que hemos pensado que deberíamos reunirnos para “jugar” un poco e ir tomando confianza ¿no te parece? Además, Mauro, tengo curiosidad… Nunca he visto a dos… hombres…  haciendo el amor… ¿Podemos quedarnos?

            —Bueno… Si queréis, pero ya habíamos terminado… ¿o no, Fran?

            —Por mí, si seguimos… me da mucho morbo tener espectadoras… Jajaja

            —¿Y qué queréis ver? ¿Cómo follamos? ¿Algo en especial? — Dijo Francis con una sonrisa y la mayor naturalidad. — Venga, sentaros aquí con nosotros…

            Se acercaron y se sentaron, Lula junto a Fran y Olga a mi lado. La situación me parecía tensa. Me ponía nervioso tenerlas a mi lado. Olga me miró, sonrió y me acarició la verga con una mano, comenzó a masturbarme… Francis me besaba… Por el rabillo del ojo vi como Lula se agachaba y se tragaba la carne de Fran hasta la garganta, provocándole arcadas que controlaba, se la sacaba y volvía a metérsela hasta el fondo.

            Olga imitó a Lula y comenzó a mamar mi polla. No tardé en excitarme. Los besos de Fran en mi boca eran suficientes para ponerme a cien…

            Lula se colocó sobre Fran, guiando el pene a la entrada de su vagina, sentándose despacio y poniendo una cara de vicio total. Olga también se colocó sobre mi espada cuando considero que ya estaba suficientemente rígida y apuntó a su agujerito, dejándose caer despacio y con gesto de placer, mirando fijamente a Lula, que se acercó entrelazando sus manos cariñosamente para acabar besándose con auténtica lujuria.

            Sus movimientos, lentos, pausados, arriba y abajo. Fran y yo fundidos en un amoroso abrazo mientras ellas, a su vez también se abrazaban. Era un auténtico lio de brazos y cuerpos entrelazados, los sonidos típicos de sus nalgas sobre nuestros muslos, un intenso olor a sexo. Sin darme cuenta estaba acariciando los pequeños pechos de Lula… Cambié y alargué mi mano para posarla sobre la nalga de Olga y deslizar mi dedo medio entre sus montículos para introducirlo en su agujerito trasero. Ella me miró, sorprendida, sonreí, sonrió y me permití meter dos dedos… Tres…

            Seguimos excitándonos hasta llegar al punto de no retorno… Comenzaron a explotar nuestros cuerpos en deliciosos y potentes orgasmos, descargando nuestras simientes en los úteros de las que serían, dentro de poco, nuestras esposas…

            Deshicimos los líos de miembros y descansamos jadeantes juntos en el lecho…

            —Mauro… Hay algo de lo que tenemos que hablar… — La voz de Olga me sorprendió. Pero aún más su mirada huidiza…

            —¿Qué? ¿Hay algo de lo que me tengo que preocupar?…

            Los tres me miraban a intervalos, estaba claro que había algo que yo no sabía, algo que ellos me ocultaban…

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