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Hija adoptiva 2

en Hetero: Infidelidad

 

                               Segunda parte.

                Me desperté temblando de frio. Laura se había enrollado en las mantas y me había dejado con el culo al aire. De todos modos ya era hora de levantarse. Fui hasta el baño a lavarme la cara y comprobé que el termo estaba apagado, con lo que el agua estaba helada. Lo encendí y tras comprobar que la temperatura del agua era agradable, entré,  para darme una ducha, sin jabón. Pero algo es algo.

                —Buenos días Manu… ¿Hay agua caliente? — Me sorprendió Laura que entró bajo el agua y me abrazó. Su cuerpo helado me provocó un escalofrió al entrar en contacto con el mío.

                —Vaya Laura. Me has sorprendido. ¿Tienes algo de jabón para lavarnos?

                —Claro que sí, te lo presto con una condición… Tienes que lavarme tú.

                —Encantado. — Y me pasó una pastilla de jabón Lux.

                Lo que siguió fue una batalla entre los dos en la que ella llevaba las de ganar. Tras varios escarceos y ya más tranquilos.

                —Eres una mujer muy ardiente, Laura. No he conocido otra como tú.

                — ¿Cómo yo… de puta? — Lo dijo con una extraña sonrisa en los labios.

                —Lo digo porque te comportas como una mujer sin complejos, que llegado el momento eres capaz de desinhibirte y gozar. Lo que me extraña es que no lo hubieras hecho antes con tu marido…

                —Manu, lo de Lorenzo es otra cosa. Nos casaron muy jóvenes, sin ninguna experiencia. Lo que me ha ocurrido hoy contigo… — Para mi sorpresa rompió a llorar. Como pudela abracé e intenté consolarla, la saqué de la ducha llevándola al dormitorio donde utilicé una manta para secarla. Mientras no dejaba de llorar.

                — El placer que me has dado es la primera vez que lo siento. Yo intuía que algo más debía haber, pero desde luego con mi marido ha sido imposible. Es un capillita. Cualquier cosa que se salga de lo “normal” es cosa de desviados e inmorales. Las relaciones “maritales” eran sola y exclusivamente para tener hijos, lo demás es pecado y después de lo que tú sabes, que él no puede procrear, ya ni me tocaba. Yo he intentado varias veces hacérmelo sola pero no consigo llegar… Hasta hoy contigo. Por eso te he… obligado a… ¡Qué vergüenza!… ¡Qué pensarás de mí!

                —No debes avergonzarte Laura. Por desgracia nos ha tocado vivir en un país y en una época en la que el sexo… y muchas otras cosas, están prohibidos. No nos han dado la más mínima información sobre sexo… Y así nos va. Te comprendo y admiro tu decisión Laura…

                Cuando se tranquilizó nos vestimos y bajamos a la calle. Entramos en un bar cercano y desayunamos café con leche y porras, después pusimos rumbo a Albacete. Durante el viaje seguimos hablando sobre las dificultades para disfrutar de una sexualidad más o menos normal. Laura no dejaba de acariciarme el muslo acercándose peligrosamente a mi centro de placer…

                —Laura por favor… Déjame conducir. Esto es peligroso, el tráfico es muy intenso, cualquier camionero puede verte y tendríamos un problema…

                —Lo siento Manu, después de lo de anoche no puedo dejar de pensar en el placer tan intenso que me diste… ¿Cuándo podremos repetirlo?…

                —Ya veremos Laura… Ya veremos… En los próximos meses tendremos ocasión de vernos en mejores ocasiones. Una cosa te pido…

                — ¿Qué Manu?… Dime…

                —Que Lidia no sepa nada de esto… Le haría mucho daño…

                —Lo supongo… Estas muy enamorado de ella ¿Verdad?…

                —Sí… La quiero mucho… Desde hace muchos años pero como en tu caso los intereses priman en esta sociedad. Y las leyes no ayudan. En la mayoría de los países europeos el divorcio es legal… Aquí… Ya sabes…

                Con estas y otras disquisiciones seguimos viajando hasta llegar cerca del pueblo, me detuve y ella se cambió a los asientos de atrás. Debíamos guardar las apariencias. Llegamos a su casa, se apeó, abrió la puerta de su domicilio y tras mirarme de soslayo, guiñándome un ojo se adentró y cerró tras de sí.

                Fui al bar del paseo a ver si había algún recado para mí. Allí me comunicaron el fallecimiento de la madre de Lidia. Al parecer un fallo del corazón… Tuve que disimular la impresión que me produjo la noticia. ¿Cómo estaría Lidia? Sola, sin un hombro donde llorar su pena…

                Las noticias luctuosas, en los pueblos pequeños, corren como la pólvora.  Me acerqué a la iglesia para asistir a la misa de difuntos, obligatoria en estos casos y acompañar a mi amada. Junto a Lidia estaba Laura… Me situé un par de filas atrás y pude escuchar algunos comentarios de dos cotillas que me dejaron perplejo.

                — ¡Míralaaas…! De jóvenes no se podían ver, en cuanto se juntaban estaban peleándose. Se decía que las dos estaban coladitas por Manolo… Siii… El taxista… Pero cuando él se fue a la mili a ellas las casaron y ahora míralas… ¡Qué raro!

                Fue toda una revelación para mí. O sea, el enfrentamiento entre Lidia y Laura era por mí. Y las circunstancias, ahora, las obliga a estar unidas… Lidia lleva un hijo mío en su vientre y Laura será su madre… Y yo he estado con las dos…

                Yo tendría unos veinte años, mi futuro era el de ser albañil, siguiendo la tradición familiar, mi padre y mis tíos lo eran. Recuerdo que los domingos por la tarde en el cine Laura me guardaba el asiento a su lado. Yo me sentaba con ella porque notaba como enrabietaba a Lidia. Se enfadaba pero al terminar la película dejaba a Laura y buscaba a Lidia, enfurruñada, sí, pero le gastaba una broma, le decía que quien me gustaba era ella y su cara se iluminaba, me sonreía… Laura a lo lejos me miraba con tristeza pero yo no podía hacer nada. No podía ir en contra de mis sentimientos. Cuando me sortearon para el servicio militar y me tocó Canarias, casi me vuelvo loco, eran quince meses fuera de casa, fuera del pueblo, sin ver a Lidia.

                En ese intervalo, fallecieron mi padre y mi madre… Mis tíos se marcharon a Barcelona, Lidia y Laura se casaron… Al volver me encontré con un panorama devastador. Lo único bueno fue que en la mili conseguí los carnets de conducir que me facilitaron acceder al taxi. El vehículo lo compré con un dinero que me dejaron mis padres y disponía de la casa donde nací para vivir.  

                La misa finalizó… Le di el pésame con un apretón de mano y no pude evitar que las lágrimas asomaran a mis ojos, mirando los suyos, sus bellos ojos anegados en lágrimas… Laura, a su lado, me miraba también con cariño.

                En el momento de separarnos flaquearon las piernas de Lidia y Laura sujetó a su, ya amiga, para que no cayera.

                El entierro fue muy emotivo… Tuve que alejarme porque no podía evitar llorar y resultaría  sospechoso. Mi pena era por saber el sufrimiento de la persona a la que amaba más que nada en el mundo y no poder estar a su lado para consolarla.

                El cementerio estaba algo alejado del pueblo. Esperé dentro del taxi en la puerta para llevar a Lidia a su casa cuando todo hubiera terminado. Vi salir a los vecinos que acompañaron el sepelio y por último aparecieron las dos mujeres que me importaban. Laura, al verme, arrastró a Lidia hasta el taxi, les abrí la puerta de los asientos traseros y entraron las dos. Conduje en silencio hasta casi llegar a la casa de Lidia.

                —Laura, ¿acompañarás a Lidia esta noche?… No quiero que esté sola…

                —Sí, Manu… Ya lo habíamos hablado. Me quedaré con ella esta noche y las que haga falta…

                —Me quedo más tranquilo… Esta noche no lo creo conveniente pero mañana noche, si puedo, me acercaré a haceros compañía… ¿Vale?

                —Sí Manu… Te necesito, te necesitamos, más que nunca… Laura se está portando muy bien conmigo, nunca habíamos tenido ocasión de hablar y… Tenemos muchas cosas en común… Más de las que te imaginas…

                Habíamos llegado a su casa, bajé les abrí la puerta y las acompañé hasta la entrada de la casa. Acaricié sus manos, Laura tiró de ella hacia dentro y las deslicé con dolor al separarme.

                El día siguiente Lorenzo vino a buscarme al bar de la parada. Nos sentamos en una mesa apartada.

                —Manuel, que Laura me dice que lo tiene todo preparado para ir a Albacete… Después, pasados un par de semanas las llevaras a Madrid. Que si puedes llevarlas a las dos mañana ya que aprovechando que Lidia está de luto, les han dicho a las vecinas que se la lleva a Albacete para distraerla y que se le pase cuanto antes…

                —De acuerdo Lorenzo… Mañana las recojo y las llevo. Diles que estén preparadas…

                —En eso quedamos…

                Se levantó y se marchó. Vi por la ventana del bar como se alejaba, con su andar de pato… Tenía los pies planos y por eso no lo habían aceptado para la mili.

                Esa misma noche dejé el taxi en mi casa y entré subrepticiamente en la casa de Lidia. Como tantas otras noches la puerta estaba cerrada solo con la cerradura que abría con la llave. Al acercarme a la salita escuché a las dos mujeres hablar…

                —… ¿Estuvisteis toda la noche en la cama y…?

                —Sí Lidia… Prácticamente lo violé… Él no quería, está muy enamorado de ti… Sigue enamorado de ti, como hace años, estuvo conmigo pero fue solo sexo. Pero que sexo… Yo no sabía lo que era un orgasmo, Lidia, y con él he vivido los mejores momentos de mi… — Un sollozo rompió en su pecho.

                Vi como Lidia la abrazaba y la consolaba. Acariciaba su cara, el pelo… La besaba. En ese momento Lidia me vio. Sonrió…

                —Hola Manu… Entra, mira como nos has pillado, haciéndonos confidencias… — Laura se separó de Lidia y se giró, al verme se tapó la cara con ambas manos…

                Me acerqué y arrodillado en medio de las dos, sentadas en el sofá, nos abrazamos los tres… Besé a Lidia en los labios con todo el amor de mi corazón. Ella me empujó hacia Laura, que, llorosa, me recibió en sus brazos y me besó como, seguro, nunca a nadie había besado. La mirada de Lidia me desconcertaba… No parecía enfadada, más bien le gustaba vernos a los dos abrazados.

                —¿Cómo estas Lidia?

                —Lo puedes suponer, Manu. Era mi madre y… se ha ido… No volveré a… — No pudo seguir, un desgarrador sollozo se lo impedía. 

                Buscó cobijo en mi pecho y se lo ofrecí… Laura acariciaba su espalda y me miraba con dulzura. Lidia se puso en pie, tiró de nosotros y nos condujo por la escalera hasta el dormitorio. Ante nuestra sorpresa, se desnudó y nos invitó a hacer lo mismo… Laura me miró y sonrió, también ella se quitó la ropa y se acostó junto a Lidia, se besaron en los labios y se giraron sonriendo al ver mi cara de sorpresa…

                —¡¿Vamos, a qué esperas?! — Dijeron casi al unísono.

                Me despoje de mi ropa y entré en la cama, ellas me empujaron para quedar en medio de las dos. Lidia a mi derecha, Laura a la izquierda. No sabía que hacer. Me quedé quieto, boca arriba.

                —¿No vas a hacer nada? — Dijo Laura…

                —Me tenéis que perdonar pero… No entiendo nada… ¿Si vosotras de jovencitas estabais siempre de riña?

                —Pero antes, de niñas, siempre estábamos juntas. Entre nosotras practicamos los primeros besos en la boca, tal y como veíamos en el cine. Y nos tocábamos una a la otra, aunque nunca llegamos a provocarnos un orgasmo. Sentíamos algo… Un gustito… Y eso creíamos que era. Y eso he creído que era hasta la otra noche en Madrid, Manu…  Lo que sentí contigo… No lo había sentido nunca. Por eso tenía que decírselo a Lidia — Dijo Laura al tiempo que acariciaba mi vientre y deslizaba su mano hasta llegar a mi pubis.

                —Y nuestros juegos y nuestra amistad terminaron cuando le confesé que estaba enamorada de ti… Y me dijo que ella también… – Lidia había llegado antes a mis genitales y me acariciaba con dulzura los testículos — A partir de ese momento nos convertimos en rivales y también en enemigas. Hasta antes de ayer. Cuando Laura vino a ofrecerse como lo que siempre había sido… Una amiga, que apreciaba a mi madre, me quería como una hermana… Y que nuestra rivalidad ya carecía de sentido… Las circunstancias habían hecho que nos reencontráramos…

                Yo enmudecí. Sus manos, sus besos por ambos lados. Sus muslos sobre los míos, cada una abriendo una de mis piernas. Mis brazos bajo los hombros de las dos mujeres…  Abrazándolas y atrayéndolas hacia mí… Me hacían sentir en la gloria. Atacaban mis pezones, enredaban sus dedos en los vellos de mi pecho. Era como un muñeco en sus manos y ellas dos adolescentes jugando a mamá y papá.

                Laura tomó la iniciativa, me cabalgó, se introdujo mi herramienta en su gruta y comenzó a moverse con parsimonia. Despacio, mis manos alcanzaron sus pechos, pellizcando con delicadeza los pezones. Lidia se arrodilló junto a ella y se besaban con pasión, como si les fuera la vida en ello… Acariciaban sus pechos, las caderas, los muslos…

                —Manu me voy a correr, pero tú no ¡Eh! Hoy no puedes correrte dentro… Avisa para que te monte Lidia y te corras dentro de ella… ¡¡Aaaaahhhhh!!

                Un rugido, un estertor agónico. Se irguió, abrazó con fuerza a su amiga y una serie de convulsiones recorrieron su cuerpo. Deshizo el abrazo se apartó y empujó a su amiga para que ocupara su lugar sobre mi espada. Entré con suavidad en el vientre de Lidia, Laura se repuso y se dedico a acariciar a su amiga. No dejó rincón sin tocar. Pechos vientre, muslos… Vi con curiosidad que se dedicó a acariciar los pies de Lidia, a besarlos, lamer los dedos y mordisquear los talones… Lidia no aguantó mucho, apenas unos movimientos de cadera y su rostro reflejó el arrollador orgasmo que recorrió su cuerpo y que… provocó el mío… Descargué dentro de su vientre, donde crecía nuestro bebé.

                Se dejó caer sobre mi pecho y la abrace con lágrimas de felicidad en mis ojos. Nuestros labios se unieron en un cálido beso… Con mi mano alcancé el brazo de Laura que nos miraba triste a un lado y la atraje sobre nosotros…  Nos fundimos en un beso a tres, abrazados, las dos sobre mí… Jamás he sentido tanta felicidad…

                —Manu… Puedes pensar que somos muy guarras pero… — Dijo Laura sentándose sobre sus talones.

                —Pero qué… — Dije sorprendido

                —Cuando éramos chicas nos contábamos nuestras fantasías… Y una de ellas era… Qué se sentiría al chupar una polla. Lidia decía que no lo haría si había estado dentro de mí, y yo tampoco si había estado dentro de ella… Pero… habiendo estado dentro de las dos… Queremos chupártela, entre las dos… — Solo oír la propuesta y ya mi amiguita se puso en forma.

                —Bueno… pues… adelante.

                Las dos se inclinaron, pasaron sus dedos por el prepucio, los olieron con caras raras… sonrieron y rozaron con sus lenguas, las dos a la vez el balano. Al percibir los roces dio un respingo involuntario que las sorprendió y se echaron a reír… Laura, más decidida, abrió la boca y se tragó casi hasta la mitad… De golpe, lo que le produjo la reacción normal, no llegó a vomitar pero casi… Lidia, más tranquila, se dedico a chupar el glande como si fuera una piruleta, poco a poco aceptando más y más cantidad hasta llegar a tenerla casi toda dentro.

                —Me gusta… — Dijo con los ojos llorosos por el esfuerzo.

                A continuación probó Laura a hacerlo como su amiga, con la particularidad de que Lidia pasó su mano por debajo de Laura y se dedicó a acariciar con sus dedos la vulva de su amiga, pasar el dedo corazón una y otra vez por la ranura, desde el empeine hasta el perineo y… un poco más allá. Laura cerró los ojos, mi ariete en su boca y el dedo invasor de su amiga acariciando su clítoris. Una combinación que acabo provocando un explosivo orgasmo que la hizo revolcarse en la cama, seguida de Lidia que no soltaba su presa, la sujetó y besando sus labios…

                —¡Cuánto tiempo llevo deseando hacerte esto putita!… Debíamos haberlo sabido hacer hace años. Nos habríamos ahorrado tantos disgustos…

                Las palabras de Lidia me sorprendieron. Me miró a los ojos…

                —Sí, Manu. Hace tiempo descubrí que también me gustaban las mujeres. Estaba, estoy muy enamorada de ti, pero también me gustaba y me gusta Laura. Hoy, esta noche se ha hecho realidad una fantasía que llevo en mi corazón desde hace años. Que jamás, hasta hoy, le he confesado a nadie… Os quiero a los dos… ¡Dios mío qué vergüenza!

                Tras su confesión, Lidia bajó la cabeza y se cubrió la cara con las manos. Laura me miró como esperando mi reacción.

                —Lidia, amor mío, no debes avergonzarte de nada, mucho menos de amar, de amarnos. Al contrario, pobre de aquella persona que no haya sentido el amor por nadie, nunca.  Te quiero con locura, Lidia. Y esta confesión me dice que eres una persona que me ama, que nos ama… A Laura… A mí… ¿Y eso te avergüenza? Ven… Ven, abrázame, tu también Laura… Que acabas de sentir tu primer orgasmo en manos de otra mujer… Que te quiere, que te desea.

                Nos abrazamos los tres.

                — ¡Pero es que esto que siento no es normal ¿No?! ¿Soy una lesbiana? ¿Una tortillera? — Fue como un lamento de Lidia.

                —No mi vida. No te pongas etiquetas… Te contaré algo. En Tenerife, durante el campamento, teníamos las hormonas disparadas, corrían bulos de que echaban bromuro en la comida para reducir el deseo sexual… pero a mí96 no me afectaba, porque no lo notaba. Una de las salidas a la capital, Santa Cruz, me dejé llevar, por alguien que conocía la ciudad, al barrio de Miraflores. A una casa de citas. Sí… Había putas. Allí conocí una mujer, de unos cuarenta años, que le gustaba hablar conmigo, mientras estábamos en la cama. Y charlábamos de todo. Aún recuerdo las canciones que se escuchaban en aquellos antros. “… con un sorbito de champan - brindando por el nuevo amor… “. Ella me enseñó a dar placer a una mujer, como tratarla, a respetarla… También hablamos de homosexualidad, tanto masculina como femenina, tan injustamente denostada por los poderes fácticos actuales. Fue ella la primera que me habló de la bisexualidad. Porque  ella disfrutaba tanto con un hombre como con una mujer. Me decía que no había que rasgarse las vestiduras por ello. Era más normal de lo que parecía. La mayoría no sabe que lo es, hasta que se dan una serie de circunstancias para que se manifieste. La sociedad no permite estas cosas, la religión las prohíbe y esto es lo que crea el dolor que tú sientes ahora. Pero no es nada malo… Esta mujer me decía que los bisexuales, dispone de más posibilidades para alcanzar el placer que los heterosexuales. Y yo también pienso así. Yo no me siento bisexual, pero si lo fuera… No pasaría nada.

                Acariciaba los cabellos de mis chicas, que, se acariciaban entre sí. Las besé, me aparté, apoyando la espalda en la cabecera de la cama y me dediqué a admirar a dos preciosas hembras… Amándose…

                Abrazadas, acariciándose, explorándose, como si fuera la primera vez que sus cuerpos estaban en íntimo contacto… Sí, era su primera vez, el cuerpo, la piel de la otra, era desconocido para cada una… La mirada de Lidia reflejaba la tristeza por la pérdida de su madre, pero a la vez también el deseo tanto tiempo reprimido por el objeto de sus sueños sáficos…

                Laura parecía encantada con las caricias recibidas, pero sus miradas en mi dirección me indicaban que, si bien le encantaba lo que en ese momento sucedía, me enviaba señales para que yo participara en los juegos. Hasta que ya, sin poder contenerse, tiró de mi mano para incluirme en la placentera lucha que se libraba en el tálamo.

                Me acerqué, los intentos de Lidia por provocar el placer en Laura eran torpes, tímidos… Besé a Lidia en los labios y acariciando su nuca acerqué su boca al sexo de Laura que, tendida boca arriba, esperaba algo más de ella. Pero Lidia retrocedió asustada por lo que yo le proponía. Comprendí su reticencia, su miedo. Era algo nuevo para ella. Solo yo había penetrado con mi lengua su hoyito, y con Laura repetí lo que le hice en Madrid… Hundí mis fauces en su peluda raja, lamí y lengüeteé los labios, desde el ano hasta el pubis… Después levanté el rostro, miré a Lidia y acerqué mi boca a la suya…

                —Respira hondo amor, este es el aroma de Laura, absorbe sus fluidos y saboréalos, porque son deliciosos. — Invité a Lidia.

                —Es qué…  no sé, no lo he hecho nunca, ni siquiera los míos, solo cuando te beso a ti, después de… ya sabes… — Balbuceaba mi amada.

                —Pues ahora tienes la oportunidad de conocer más íntimamente a tu amiga del alma… y a mí… Bésame… — Y me besó.

                Un beso al principio tímido… poco a poco ganando en intensidad hasta convertirse en devorador, salvaje… Su mirada reflejaba la lujuria, la pasión desenfrenada.

                Se alejó de mis brazos para hundir su rostro entre los muslos de su amiga. A partir de ese momento solo se escuchaba el chapoteo de la boca de Lidia en su nuevo lugar de placer y los lamentos quejumbrosos de Laura sometida al segundo cunnilingus de su vida…

                La postura de Lidia, apoyada en sus codos y rodillas, dejaba a mi merced sus agujeros… Entretenida como estaba no prestó mucha atención a mis dedos que recogían crema de su vagina y la restregaban por el orificio anal para penetrarlo con un dedo que poco a poco se fue abriendo paso hasta entrar entero. Ella se detuvo, se giró para mirarme con cara traviesa… Un tirón de pelo de Laura la puso otra vez sobre su objeto de pasión… Mientras yo seguía con mi juego, notando como se relajaba el esfínter y poco a poco mi dedo entraba y salía con facilidad. Engrasé de nuevo el orificio y mientras perforaba acaricié su clítoris, que respondió endureciéndose. Poco a poco ya entraban dos dedos y ella no se quejaba, los deslizaba con facilidad por su conducto… Extraje de su sexo el mío para apuntar a su delicado ano, empujando suavemente y poco a poco sintiendo como entraba… Un quejido de mi amada me indicó que debía ir más despacio para seguir penetrando aquel santuario virgen, hasta que mis testículos rozaron sus muslos. Pero mi fricción en su clítoris provoco un orgasmo prematuro no esperado. Lidia se apartó de Laura retorciéndose y gritando como una posesa. Revolcándose en la cama para acabar en posición fetal temblando y gimiendo como un animalillo herido.

                Laura se asustó, se incorporó y se acercó a su amiga, acariciándola…

                — ¡Lidia, amor ¿Qué te pasa?! ¡Dime algo mi vida! — Estaba preocupada.

                —No es nada Laura, Lidia ha sufrido un orgasmo tan intenso que la ha desbordado. Está bien — Le dije acariciándola y besando a Lidia que ya me miraba con ojos de agradecimiento.

                —Ha sido bestial Manu… ¿Qué me has hecho? — Preguntó Lidia cuando se repuso.

                —Pues algo muy sencillo, has experimentado un orgasmo combinado por la excitación del clítoris y el ano… La verdad es que es la primera vez que lo veo, pero ya había oído hablar de ello… Dicen que son muy intensos, y por lo que hemos visto… debe ser verdad.

                Nuevas caricias y besos entre los tres…

                —La que se ha quedado a medias eres tú, Laura… Ven, tiéndete, voy a seguir donde lo ha dejado Lidia. — Obediente, Laura se tendió y abrió sus muslos para permitirme tomar posesión de su enmadejada abertura.

                Lidia se acurrucó al lado de Laura para besarla, acariciarla, chupar sus pezones… Mi lengua provocaba movimientos involuntarios de sus músculos, contracciones de sus nalgas, pero lo que no esperaba fue que mi dedo medio, el mismo que había penetrado a Lidia, hurgaba en su pequeño ano. Sorpresa al principio pero seguida de una visible excitación manifestada mediante fuertes contracciones musculares, grititos, movimientos de las piernas.

                Los gritos y los movimientos convulsos no se hicieron esperar… Mi vida estuvo en peligro, la presión de sus muslos en ambos lados de mi cabeza era tan intensa que me impedía respirar, sobre todo porque ella había atrapado mi pelo y me empujaba hacia dentro de su cavidad, que a su vez segregaba una catarata de fluidos. Creo que se orinó… Y yo recibí todo… De un empellón logré separarme lo suficiente como para respirar y gritar…

                — ¡Me ahogo coño!… — Exclamé, provocando las risas de las dos malvadas amigas…

                Nos reímos los tres, y abrazados quedamos dormidos…

                ¡Dormidos!

                — ¡Nos hemos quedado dormidos! ¡Son las ocho… es muy tarde! — Grité tras comprobar la hora en mi reloj…

                Corrí al baño. No tenía tiempo para una ducha, me lavé la cara, enjabonándola, me sequé y me vestí.

                Suena el timbre de la puerta…

                —Están llamando a la puerta Manu… Debe ser Lorenzo, dijo que vendría temprano… Yo entretengo a mi marido. Corre vete al patio y en cuanto veas que no hay nadie en la calle sal por detrás y te traes el taxi… — Laura impartía las órdenes como un sargento…

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