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La ceremonia de mi esclavización (II)

en Dominación

Cuando sentía próxima mi agónica muerte por explosión de mis intestinos, las dos mujeres de látex aparecieron y me quitaron la capucha y liberaron mi negro agujero de su tapón. Supongo que debí evacuar un violento y abundante contenido, porque las dos largaron una inenarrable retaila de maldiciones y condenas sobre mi persona y quejas sobre las tareas de limpieza que tenían que acometer.

Como venganza por mi sucia conducta me pellizcaron los pezones y el clítoris con sus largas, bien lacadas y cuidadas uñas como en mi vida había experimentado, claro que mi vida en ese aspecto era corta entonces.

Me condujeron hasta un aparato que, según dijeron, sería mi lecho en lo que restaba de semana.

El aparato era una especie de banqueta con dos grandes penes plásticos bien visibles, cuya función no se me escapaba. Pero la banqueta tenía incorporados un montón de palancas, engranajes y cables que parecían bastante preocupantes. Además era solidaria con un cepo que clarísimamente estaba destinado a acoger el cuello y manos del usuario.

Conforme con lo previsible, las dos damas de látex me sentaron sobre la banqueta con cada pene inserto en su respectivo agujero de destino y el cuello y muñecas en los apropiados lugares del cepo. Mis tobillos fueron ligados a mis muslos mediante correas de cuero. A partir de ese momento entendí la función de parte de los mecanismos. Manipularon palancas y engranajes para que mi postura fuera lo más incómoda posible. Se podía elevar tanto el cepo como la banqueta, separarlos, cambiar los ángulos de inclinación de todos los elementos, sobre todo de los dos penes artificiales que incluso podían rotar o curvarse.

Una vez como ya dije, colocada lo más incómoda posible, me percaté de otra posibilidad del artilugio: Los dos penes plásticos se estaban hinchando dentro de mi con tal desmesura que creí me romperían los esfínteres de ambos agujeros. Pero pararon de hincharse. Me colocaron otra vez la capucha y me abandonaron nuevamente durante un tiempo que se me hizo interminable fuera cual fuera.

Otra vez estaba a punto de que me reventasen los intestinos y la vejiga cuando me liberaron del artilugio. Antes de que pudiese mear o cagar me insertaron un tapón anal y un catéter cerrado por el meato urinario sujetando el conjunto con una braga de cuero. No pude desahogarme.

Me desprendieron de la capucha y antes de poder recuperar la vista oí:

- Marrana, durante los próximos cinco días deberás alimentarte de semen, orina y heces fecales. Se te otorga generosamente la oportunidad de ensayar la autoalimentación.

Me colocaron en la boca dos tubos e inmediatamente noté alivio tanto en mi vejiga como en mis intestinos, pero pasados unos segundos mi boca fue invadida por líquidos y sólidos repugnantes. Entonces entendí: Los dos tubos de mi boca estaban conectados a mi culo y mi meato. Pretendían que comiese mis propios detritus. Escupí de inmediato y entonces me colocaron otra vez la capucha con los tubos sujetos a ella que me impedían expulsarlos o escupir, así me abandonaron lo que creí una noche entera. Por más que me contuve no pude evitar orinar y, consiguientemente, beberme mi propio líquido dorado. Estaba más preocupada por el otro agujero que exigía insistentemente evacuar su contenido.

Cuando las dos mujeres de látex me liberaron para conducirme al aparato de los dos penes, me cagué por el camino. Se enfadaron mucho y la de negro fue a contárselo a mi amado Nory. Éste se enfadó aún más y ordenó a las mujeres algo que no entendí pero en un tono que no presagiaba nada bueno. Efectivamente: De un andamio cercano al aparato de los penes me colgaron de una manera que no sabría describir bien ya que volvieron a colocarme la capucha. El hecho es que mi postura era colgada boca arriba mediante un arnés, con las piernas abiertas y las tetas arrolladas por unas cuerdas que tiraban hacia arriba impidiendo la circulación de la sangre en ellas.

Me introdujeron un tubo por la garganta hasta que lo noté casi en mi estómago y no se cuantos en mi vagina y en mi ano. Poco tiempo después comencé a notar como mi estómago recibía algún líquido proveniente del tubo de mi boca y mi cavidad uterina y mi intestinos se veían invadidos alternativamente de un líquido muy caliente o muy frío, de tal manera que cuando mi útero ardía, mis intestinos se congelaban y viceversa. Preocupada como estaba por mis ardientes o congeladas partes bajas no atendí a mi estómago hasta que terminó el tratamiento y me descolgaron, me liberaron de todo y me pusieron en pie. Entonces, mientras mis agujeros inferiores derramaban los líquidos con que me habían bañado por dentro, noté mi barriga enormemente inflamada y mis tetas horriblemente doloridas al recuperar la circulación de la sangre. Sin duda para acelerar ésta recibí tres fustazos en cada pecho que casi me hacen desmayar. No caí al suelo por instinto, si hubiera caído mi tripa habría reventado como un globo lleno de agua al chocar contra él.

No me quitaron la capucha, pero me bastó el tacto para notar que tenía una barriga como una embarazada de seis meses. Me tumbaron en el suelo y noté como me inyectaban algún líquido en varios sitios de la vulva y alrededor del esfínter anal. Otro catéter en el meato y a disfrutar del aparato de los dos penes. Como la inflamación de mi barriga era enorme respiraba con dificultad en la forzada posición que requería el aparato para poder ser fastidioso con plena eficacia, así que me despojaron de la capucha, sin duda para que no falleciese ahogada. A cambio me colocaron un separador de mandíbulas.

En esta sesión los dos penes se inflaban en mi interior de forma desmesurada durante una hora –creo más o menos- y durante otra se reducían al mínimo. Como no tenía capucha pude observar a mi alrededor.

En un momento dado entró un hombre vestido con atuendos de cuero fetichistas arrastrando tras de si a la mujer madura que había visto todo el rato vestida de látex negro. La arrastraba mediante una gruesa cadena enganchada con un mosquetón al considerable anillo de oro que ya había percibido en su clítoris cuando se lo tuve que lamer. Esta vez ella iba completamente desnuda, salvo un collar de metal, pulseras del mismo material y anillos, también enormes, en los pezones. Tras ellos entraron mi amado Roby, el de la divina verga, y la otra mujer. Más joven, unos 30 años, y con su atuendo de látex rojo.

Todos se acercaron a mi y Nory dijo al otro hombre:

Esta es Marrana. Está en su semana de ceremonia inicial. Dentro de un mes podrás usarla.

Nory: ¿hasta qué punto has perfeccionado la fórmula del líquido dilatador de esfínteres que te legó tu padre japonés?

Marrana será la evidencia, ella está recibiendo la última variación en la fórmula. Te puedo adelantar que en la última hora de dilatación ha alcanzado 18 cm de dilatación en cada orificio sin desgarro ninguno. La siguiente será sometida a 20 cm y, si no ocurre nada, ahí se quedará. Será un fenómeno. ¿Te das cuenta de la cantidad de cosas que se pueden meter en un agujero de 20 cm de diámetro?. Tendrá una demanda nunca vista.

Desde luego. Tu madre está en 15 cm ¿no?.

Este animal -dijo tomando el cabo de cadena y tirando hacia arriba del clítoris de la mujer de látex negro, que tuvo que ponerse de puntillas para aliviar la tensión- se quedó en 15 en el ano pero tiene 18 en la vagina. Y te vuelvo a recordar que, aunque se trate de mi madre, debes referirte a ella como Retrete. Bueno, vamos a lo nuestro.

Mi divino Nory y la mujer de rojo tomaron unas cámaras de vídeo, encendieron unos reflectores y comenzaron a filmar lo que el otro hombre hacía con Retrete. Ella fue sujeta a diferentes aparatos y en variadas posturas utilizando sus anillos, collar y pulseras, flagelada por todo el cuerpo. Después le aplicó descargas eléctricas entre polos compuestos por pinzas metálicas sujetas a sus diversos anillos. La mujer sufría una barbaridad y, de ordinario, una de las cámaras grababa su cara mientras otra grababa la correspondiente tortura. Le pusieron en la boca un separador de mandíbulas para que no se mordiese la lengua sin duda.

Recibió en sus orificios líquidos que le hacían aullar de dolor mientras el hombre provocaba la extensión de sus efectos por sus interioridades introduciendo su enorme puño en los agujeros y agitando enérgicamente dentro.

Para incrementar el sufrimiento y la humillación de su madre, Nory cortaba la filmación repetidamente para que Retrete se colocase en posturas de ofrecimiento y sumisión a su torturador invitándole a ser más agresivo y agradeciendo el tratamiento.

Dos horas duró la sesión de tortura de retrete durante las cuales yo oriné como un grifo el agua almacenada en mis tripas y sufrí la, según había oído, última dilatación de los penes donde estaba insertada.

Durante el trance de la última dilatación de los penes, que ya no debían parecer sino árboles, disfruté de una cadena de orgasmos imaginando que yo tendría pronto la gratificación de ser tratada como Retrete y que las imágenes del cuerpo de Marrana sirviendo al placer de quienfuera serían vistas por personas anónimas que agradecerían mi sacrificio a su placer. Pero me producía resquemor el que mi amo no fuese hijo mío como era el de Retrete.

De no ser por mi estricta sujeción al aparato se habrían notado los espasmos que me sacudieron por causa de la cadena de orgasmos sobrevenidos cuando presencié las últimas escenas filmadas a Retrete:

Le fue colocada una especie de todo lo contrario a un cinturón de castidad. El artilugio poseía unos embudos de gran diámetro insertados en las cavidades de la madre de mi Amo. De esa forma aparejada, el hombre protagonista de la película folló su forzada boca entre el separador de mandíbulas hasta introducir la polla, dada su longitud y teniendo en cuenta que no quedaba nada fuera en cada arremetida, hasta sobrepasar su garganta, vertiendo al final su esperma por toda su cara. Trabó después sus muñecas a los tobillos y fácilmente orinó en el embudo inserto en su vagina. Por último defecó sobre embudo que ocupaba el agujero anal.

Cuando yo llegaba al paroxismo de orgasmos ilusionada en que eso sería lo más bestial que me sucediese y ansiando su recreación en mi, la mujer de rojo cedió su cámara al actor y procedió a mearse en el embudo del ano de Retrete y cagarse en el embudo de la vagina. Otro relevo de cámara y esta vez fue Noryy quien utilizó su madre para cagar sobre su boca, mear sobre su ano y, por último, derramar su esperma en el interior de su coño.

Con todos esos caldos en su interior la mujer fue sellada en sus dos agujeros con sendos globos inflables mientras la cámara se recreaba detallistamente en la acción. La película terminó cuando el protagonista inicial y principal enganchó otra vez la cadena al anillo del clítoris y la condujo a una jaula donde se despidió de ella meando nuevamente sobre su cuerpo.

Cuando el hombre desconocido se marchó, Retrete fue sacada de la jaula por la otra mujer y traída ante mi mirada condicionada por el cepo de mi cuello. Entonces la mujer de látex rojo colocó un plato entre las piernas de Retrete y desinfló y extrajo los globos que taponaban sus orificios. Retrete se vació de inmediato sobre el plato que se desbordó de la mezcla inmunda que arrojó violentamente. La mujer que tenía el plato vertió su contenido en mi forzada boca abierta y lo tuve que tragar para no ahogarme. El caldo de inmediato le sentó bien a mi vacío estómago así que seguí tragando todo lo que me fue sirviendo. La necesidad hace milagros.

Esa fue mi alimentación para toda la mañana. A mediodía, por la idea que me proporcionaba la luz de los ventanucos de aquella sala de tortura, la mujer de látex rojo me liberó completamente de mis restricciones y me condujo a un lugar donde yacía desmayadamente Retrete sobre un jergón ya limpia de los detritus recibidos. La mujer de látex rojo me tiró sobre otro jergón adyacente y me colocó un collar de cuero que unió al de Retrete y ámbos a una argolla en la pared.

Dormí profundamente soñando con que mi persona recibía el mismo tratamiento que Retrete. Desperté soñando un orgasmo y semiahogada: Retrete me comía el coño mientras intentaba que yo hiciese lo mismo con ella presionando su pubis contra mi boca. Hacerme idea de que la madre de mi Nory pedía que le diese placer y entregarme a la empresa fue cuestión de segundos. Nada para mi como tener a disposición el sitio por donde mi Amo se presentó en el mundo. Mi lengua trató aquel agujero reverencialmente hasta que mi cabeza quedo aprisionada convulsivamente por los hermosos muslos y mi boca recibió el delicioso néctar de su agradecido agujero.

Retrete me agradeció mi atención de igual forma empleando a fondo su lengua y su mano en mi agujero delantero. Lo de su mano lo digo porque solamente me enteré que tenía el puño dentro de mi intimidad cuando comenzó a acariciar mi útero. Yo, que hasta hace poco era estrecha de todo, de moral, de líbido, de hedonismo, de agujeros ... me encontraba con una mano dentro de mi cavidad vaginal. La toma de conciencia de que la singular hembra que trajo al mundo a mi Amo tenía su puño en mi más íntimo rincón me produjo el mayor orgasmo de mi vida y la total convicción de que mi entrega sumisa y absoluta a mi Amo era irrevocable, hiciese lo que hiciese de mi. Tras el transitorio desmayo provocado por aquel orgasmo mi mente fue invadida por la idea de dar al Amo una esclava fabricada en mi propio vientre: "la posibilidad de ser preñada cuantas veces quisiera, incluso fuera de la edad fértil mediante medios artificiales". Esa cláusula del contrato de esclavitud que había firmado vino de inmediato a mi recuerdo y me sumí nuevamente en una hechicera ensoñación.

De ella me despegó Retrete con su lengua en mi boca y sus manos en mis senos y pubis. Mi boca se entregó a la suya sin reparo. Era mi heroína, la mujer que trajo al mundo a mi Amo Nory y me había ofrecido la sagrada gruta por donde éste se materializó. Yo quería que ella me contase los futuros placeres y comencé ansiosamente a interrogarla entre beso y beso.

Retrete: Me usará mucho?. Estará orgulloso de mi? Me castigará debidamente?. Me expondrá públicamente?. Me prestará con plena confianza en mi fidelidad?. Me dejará tener relaciones contigo?. Me preñará?. Retrete, por dios, respóndeme.

Retrete: Quiero engendrar en mi vientre sus futuras esclavas. ¿Derramará generosamente su esperma sobre mi para fecundarme?. ¿ Me entregará a sus herederos?. ¿Cuándo te hizo suya? ¿Qué es de su padre?. Retrete respóndeme, eres su madre, eres la causa inicial de mi destino.

Retrete calló un tiempo mientras me hacía sentir la dulzura de su boca y manos y por fin habló, poco y en un susurro:

Nory es un gran hombre. Nory quiere renovar la humanidad siguiendo la doctrina de su padre, que le dejó legada en un escrito con fórmulas para aplicarla. Las mujeres somos el instrumento para conseguir una raza única y perfecta.

Nory te hará preñar, dado que eres de raza aria, por un negro, un asiático o un australiano. Tu le darás hijas esclavas e hijos dominantes que seguirán mezclando los genes.

Nory me dominó hace tres años, cuando leyó el legado de su padre, tenía 15 años y yo 42. Tiene dos esclavas de 16 años preñadas para su proyecto, tu y yo solamente somos instrumentos para que consiga dinero. Te preñará para vender películas igual que lo hizo conmigo.

Retrete, Tu hijo te preñó?

No. Me mandó preñar por un desconocido, como hará contigo.

Y tu hijo o hija donde está?

No lo sé. Según parí me la quitó. Las únicas criaturas que le interesan son las de su proyecto. A mi, igual que a ti, nos manda preñar para hacer películas reales que se pagan bien y le financian. Realmente me usó y te usará como una actriz de porno duro.

Retrete: Pero no puedo abandonarlo y huir.

Yo tampoco. Él no te ha obligado. Yo le amo y me presto voluntariamente a lo que desee de mi cuerpo.

Yo también

Pues no tengo más que hablar. Compórtate como la esclava que eres.

Mientras permanecía arrimada al agradable cuerpo de Retrete medité sobre mi situación y mi futuro, y recordando el reciente uso de ella y palpando con mis manos los recuerdos dejados por el látigo, decidí que si su propia madre no tenía duda, ¿por qué tenerla yo?.

Yo sería esclava. Y mi Amo sería Nory o quien él quisiera. Y no tenía duda.

Continuará con el marcado de mi cuerpo con los atributos de mi Amo y mi presentación en sociedad para conocimiento del producto y su comercialización.

 

PS:

Actualmente soy la feliz esclava de Amo Nory, quien me presta o prostituye con quien quiere los fines de semana. Los días laborables trabajo y soy la esposa y madre que se espera de mi. Pero soy esposa cedida por mi Amo Nory, ya que mi marido le paga la mitad de mi sueldo que no cobra Nory para poder hacer conmigo lo que quiera. He redescubierto a mi marido en su lado sádico y me siento feliz con él como nunca lo había sido. Ya contaré la situación en los siguientes capítulos.

Por expresa imposición de me amo Nory, el mejor amante del mundo, pese a sus 18 años, os comunico que cualquier hombre, mujer o pareja que desee disfrutar de mi cuerpo como esclava un fin de semana solamente tendrá que pedírselo a su dirección de correo que seguidamente transcribo, contándole que harán conmigo. La más imaginativa propuesta mensual será la que disponga de mi gratuitamente.

Peticiones de mi cuerpo a:

nori1303@hotmail.com

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