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Yolanda (02 fin)

en Dominación

Antes de terminar este capítulo supongo que debiera hacer un inciso y hablar de mi otra esclava, Nuria, y de mi prima y cómplice Alicia, pero es mejor que lo deje para el siguiente porque tengo tendencia a hacer cada entrega demasiado larga.

.. . . . . .

Os contaré primero de Alicia, mi prima. El primer coño donde se hundió mi infantil pilila. Tenía yo 12 años, adicto a las pajas, y ella 18. Una pervertida, como ya se decía no solo en el pueblo de los abuelos donde veraneábamos, sino en la práctica totalidad de la familia, por lo que yo alcancé a comprender vagamente mientras espiaba desde la puerta del comedor familiar oculto entre las sombras. Y eso que entonces en el seno de las familias se era discreto.

El desvirgue que me hizo Alicia fue con ocasión de que la sorprendiese en lo más profundo de un monte, donde no se esperaba que apareciese nadie a las tres de la tarde de un caluroso verano, cuando tenía atado a un árbol a uno de los jóvenes paletos de la zona, mayor que ella, desnudo y arreándole en el culo con una vara de fresno recién cortada.

En la ingenuidad de mi edad entré en el claro del bosque creyendo que jugaban. Mi prima me miró espantada y el paleto montó un follón para que lo desatara. El chico se fue corriendo tras recoger su ropa de un rincón y Alicia me contó que estaba grillado y que, si no decía nada a nadie, esa misma noche, si teníamos oportunidad me enseñaría una cosa muy importante para el resto de mi vida.

Vino a verme a mi habitación y bajándonos por medio de una cuerda desde la ventana me llevó al pajar, me enseñó pacientemente su cuerpo delicioso, me instruyó para follar todos los agujeros. Hasta el punto fue agradable que recuerdo esa noche como las más importante y felíz de mi vida. Solamente, cuando mis incipìentes bolillas no daban más de sí, me metió un dedo en el culo y me agarró todo el paquetillo con el resto de su suave mano. Apretó y dijo:

- Como le cuentes nada de lo del paleto o de esto contigo a nadie, lo que tengo en mi mano se espachurrará tarde o temprano. Y si no lo haces, lo que tengo en mi mano disfrutará mucho en el futuro. Tu eliges, nenito. - Me besó la encogida pilila y se fué sin más.

Y qué iba a elegir. Entre mi incipiente conocimiento del mundo del sexo y el evidentemente dominio del mismo de mi prima Alicia, concluí que era ella mi maestra.

Y Alicia quiso ser mi maestra, mi dueña. Durante un tiempo fui su discípulo, su devoto. Pero no tenía yo vocación de sumiso y a mis 17 años me escapé de ella. Aprovechando su viaje de luna de miel y tras obligarme la zorra de ella a follármela horas antes de su boda con Andrés, que hoy es su sumiso ayudante en el extraño negocio que tiene montado, pero que a mi me sale gratis, corté mis relaciones sexuales con ella.

Ya, ya sé que se preguntarán por qué no cuento cómo transcurrió la relación entre Alicia y yo durante esos cinco años. Eso es muy complicado y objeto de otro relato.

El caso es que mi prima Alicia, con sus 46 años en la actualidad, es mi mejor ayuda para controlar y perfeccionar a mis dos esclavas, Nuria y Yolanda.

. . . . . . .

Hablaré de Nuria ahora.

Nuria es lo contrario de Yolanda, según el parecer de Alicia. A Nuria no le gusta el dolor físico, pero disfruta de la humillación, a ser posible en público. Está divorciada y tiene un niño de 10 años. A ella no la capturé yo, me la vendió Alicia que fue quien se hizo con ella mediante el chantaje.

Nuria es directiva de una prestigiosa y sólida empresa. Durante una despedida de soltera en un conocido local de boys, la mujer se desmadró y terminó follándose a uno de los chicos en las dependencias traseras del lugar. No solo eso, el chico cedió a la desenfrenada e imprudente hembra a los conductores del camión de la basura quienes se la tiraron de pie y apoyada en los cubos. El muchacho filmó todo en vídeo con ánimo de chantajearla.

No se atrevió el boy a ejercer directamente el chantaje y la película acabó en manos de Alicia a cambio de 3000 euros. Alicia, vistas las cualidades folladoras de la mujer, decidió no pedir dinero sino su cuerpo. Si la película la veían su marido o en la empresa que dirigía se le hundía la vida. Nuria no tuvo más remedio que ceder pensando en que sería abusada algún tiempo y después se acabaría la cosa.

Pero ella no conocía la capacidad de Alicia para percibir psicologías y modelar voluntades. En poco tiempo era una esclava adicta a la humillación. El tiempo que tenía que dedicar a su vicio y a su ama, y su cambio de conducta la condujeron al divorcio.

Un día, Alicia me la cedió y me gustó aquella ama de casa anodina. Nuria tiene un bonito cuerpo con todo muy regular. Regulares tetas, regular culo levantado, torneadas piernas, una cara bonita sin ser llamativa y, sobre todo, atractivas manos. Alicia me la vendió a plazos ya que mi economía nunca ha sido muy boyante. Pero pronto el suculento sueldo de Nuria que yo controlaba pudo cancelar la deuda. Además obtenía de ella ingresos extra en verano, cuando aprovechando las vacaciones de su hijo en el campo con sus abuelos, la obligaba a tomarse las suyas y la colocaba en un acreditado burdel de la costa del sol especializado en las más refinadas perversiones.

Me dolió como si fuera mío el que gastase dinero en una criada interna, pero debía estar libre del chico para servirme a mi y para que la prostituyese los viernes y sábados con cuyos ingresos pagaba a la criada.

No le sentó nada bien a Nuria la aparición de Yolanda, pero jamás mostró su disconformidad y se prestó de buen talante a introducir a la gordi en las delicias lésbicas y a colaborar en su entrenamiento físico y en las humillaciones que a ella tanto le gustaban.

Podía haber presentado a Nuria en la SEC mucho antes que a Yolanda, pero soy celoso y Nuria me gustaba para mi solo.

. . . . . . .

Pero volvamos a Yolanda, que es de quien cuento.

Cuando llegué a casa Alicia ya había preparado a la gorda para la presentación y Nuria nos iba a acompañar. Me había decidido por fin a presentar a las dos simultáneamente, aunque a Nuria no la dejaría a libre disposición, si no esporádica. Para ser socio me bastaba con presentar a una de libre disposición. Realmente solo quería que Nuria conociese lo que la esperaba si seguía siendo tan sediciosa.

Alicia estaba segura de que no me admitirían como socio de número con las condiciones que llevaba. La SEC exige que al menos una esclava de cada socio sea de libre disposición durante un mínimo de tres días al mes: Uno para explotarlas en el burdel anexo y financiar la sociedad, otro para uso interno de los socios y el tercero para entrenamiento, sanidad y disciplina. Los dueños pueden ofrecerlas más tiempo para cesiones, permutas o prostitución que la SEC administra y en contrapartida se tienen más prerrogativas. Como Yolanda debe trabajar en el banco, desde el viernes tarde hasta el domingo noche solo dispone de 52 horas y no las 72 exigidas. Pero yo ofrecería a cambio que dispusieran de ella dos fines de semana, que son más horas de las necesarias. Alicia decía que eso rompería la burocracia rutinaria de la SEC y no me admitirían la propuesta.

Nuria estaba imponente, totalmente desnuda salvo por su ancho collar postural de cuero tachonado y con argollas que fuerza su cabeza a mirar hacia arriba, sus anillos y unos zapatos blancos de alto tacón. Supuse que dentro del coño llevaría la bola de billar que tiene obligación de meterse antes de llegar a mi presencia. En el ano insertado un grueso plug anal con cola de caballo.

Yolanda portaba un collar de acero forrado por dentro y un cinturón, también de acero, ceñido a su estrecho y breve talle con las muñecas esposadas a él por detrás. Alicia me informó que en su vagina portaba tres pelotas de golf. Del ano sobresalía el tubo del globo inflado que tenía dentro y terminaba en la pera de inflar colgando entre sus soberbios jamones.

Alicia les había administrado dos lavativas a cada una para asegurarse de la limpieza de sus tripas. Supervisé su perfecta depilación, su manicura y su maquillaje.

- Perfecto, nos vamos.

- Ah, ah, dijo Alicia. Falta un detalle.

Me entregó una fina vara. Sujetó a Yolanda mediante una correa al cuello a la pata de una mesa de forma que me ofreciese sus amplias nalgas y le asesté a mi esclava tres golpes en cada cacha que le dejaron unas bonitas marcas rojas. No era que se hubiera portado mal, era por estética.

Alicia les colocó sus gabardinas y salimos al sótano del garage donde estaba la furgoneta de cristales tintados. Les quitó las gabardinas antes de hacerlas entrar en sus estrechas jaulas y les colocó la mordaza de bola.

Al llegar al patio de la mansión de la SEC, después de habernos acreditado en el puesto de control de seguridad, las hicimos salir de la furgoneta, les colocamos la cadena enganchada del anillo del clítoris y pasando por la argolla del collar y tirando de ellas entré en la casa.

En el gran vestíbulo se encontraba la recepcionista y, en las paredes de alrededor se estaban expuestas las esclavas que en ese momento no son usadas. Los esclavos se encuentran en una sala contigua.

Informamos a la recepcionista de que Yolanda sería usada de inmediato y le dijimos la sala donde nos esperaban. Nuria sería dejada con las demás por si alguien quería usarla entretanto.

Antes de que a Nuria se le sortease la forma de restricción que le sería impuesta durante su estancia, hice que las dos vieran a las demás esclavas allí expuestas recorriendo toda la sala.

La primera esclava estaba con los pechos amarrados y colgando de ellos, tan solo apoyada en las puntas de los pies.

La segunda tenía el cuello y las muñecas atrapados en un cepo de madera de manera que tenía que estar inclinada mientras una máquina de follar le taladraba el culo con un grueso pene artificial.

La tercera estaba a horcajadas sobre un larguero de madera de sección triangular que le martirizaba la vulva ya que apenas podía apoyar a ambos lados los dedos de los pies.

Otra tenía los pechos comprimidos por una prensa, la lengua atrapada entre dos palillos unidos entre si y los brazos enfundados a la espalda en una manga de látex única. La sujeción al puesto de exposición se establecía por medio de un grueso gancho romo introducido en su ano y atado al techo por una tensa cadena.

Todas ellas sin excepción disfrutaban adicionalmente de pesas colgadas de sus pezones, bien mediante los anillos si los tenían implantados, bien mediante pinzas metálicas. Igualmente sucedía con sus labios exteriores, cruelmente estirados. Otra constante era la imposición de mordazas para ahogar los gemidos. Muchas mostraban en sus nalgas, pechos o muslos, incluso en el pubis, rastros de reciente flagelación.

Los gestos de Nuria y de Yolanda denotaban el terror. Sabía que si no llevasen la mordaza de bola me preguntarían si les iba a pasar algo similar. Así que satisfice su curiosidad:

- Si, vosotras también disfrutaréis de estos placeres. Pero esto no es nada. Aquí están en reposo.

Les obligué a ver a todas y cada una. Había esclavas de todas las edades, desde los 14 a los sesenta o más. Las había delgadas y gordas, bellezas y vulgaridades, de todas las razas, solteras, casadas y viudas o divorciadas. Incluso había dos preñadas en avanzado estado para las que no había habido muchas contemplaciones:

La una estaba esposada doblemente a la espalda por sendos grilletes en muñecas y por encima del codo. Un pié en el suelo y el otro sobre un pedestal de 30 cm de alto encadenado a una argolla. Estar en esa posición durante tiempo era ya incómodo para una embarazada de siete meses, pero es que además las plomadas que colgaban de los labios vaginales eran mucho más pesadas que las de las demás y además colgaban de un pasador metálico entre los dos labios perforados con ojales metálicos como los de mi Yolanda. Las pesas de los pezones estaban juntas al igual que éstos, ya que habían sido unidos mediante un solo anillo que perforaba ambos juntando los repletos senos que debía empujar hacia delante forzada por los grilletes que ligaban sus codos a la espalda. Desde luego su prominente vientre delataba que recientemente no se había portado debidamente, pues estaba cruzado por varios verdugones.

La otra tenía el cuello fijado a la pared por dos barras metálicas y los pechos amarrados con cuerdas de las que tiraba otra que tras pasar por una polea terminaba en una gran bolsa de arena. La bolsa de arena estiraba los pechos hacia delante pero las barras rígidas que atenazaban su cuello no la permitían la menos maniobra para atenuar su sufrimiento. Por si fuera poco tenía puesto un cinturón de castidad que supongo retenía algún instrumento metido en cada agujero.

Varias estaban metidas en mínimas jaulas en las que era imposible cambiar de postura. Pero aunque hubiesen podido, sus pezones y su clítoris atados a los barrotes por tirantes de nylon se lo hubiera impedido. Por supuesto sus agujeros disfrutaban de tapones para impedir la posibilidad de indeseadas evacuaciones de fluidos corporales.

Escuché un ahogado gemido emitido por Nuria, más bien por la nariz y soltando mocos, porque la boca estaba bien taponada. Miré hacia donde ella miraba y comprendí su congoja.

Una de las esclavas estaba expuesta sometida a aislamiento sensorial. Una prenda de latex de una sola pieza rodeaba toda su cabeza salvo para sacar un tubo por donde respiraba. La prenda la cubría hasta la cintura, salvo unos agujeros en los pezones para colgar las plomadas. Los brazos enfundados a la espalda en una sola manga y atados tensamente al techo para obligarla a estar inclinada. Un separador de piernas estirado al máximo y los labios vaginales estirados por las consabidas plomadas. Sus piernas de ébano eran perfectas y su culo relleno en su justa medida, respingón y atractivamente brillante hablaban de una hembra 10.

Sabía que a Nuria le aterraba esa visión. Una vez estuvo sometida varias horas al aislamiento sensorial por Alicia y terminó histérica. Tuvo pesadillas durante dos meses.

Yo sabía lo que pensaba: Que esa restricción la podría tocar en el sorteo.

Fuimos donde la recepcionista para proceder al sorteo. Le ofreció una bolsa negra a Nuria y ésta sacó un papelito. Lo leyó la recepcionista y dio un par de palmadas. Aparecieron una mujer negra y madura y un atlético tipo también negro. Los dos vestidos en plan fetichista. Se hicieron cargo de Nuria.

A Nuria le enfundaron los brazos juntos en una única manga ciega de látex negro a la espalda. A continuación se le insertó un abrebocas metálico sustituyendo la mordaza de bola y, posteriormente, una barra separadora de piernas sujeta a los tobillos extendida al máximo. Del centro de esta barra, y articulada en ella, partía otra barra vertical terminada en un respetable pene de látex que se insertó profundamente en la vagina, ajustando la medida mediante un tensor de forma que ningún movimiento podía expulsarla. Con otra barra metálica fijada a su collar fue sujeta a una argolla de la pared de la sala de exposición junto a las otras esclavas en espera de ser usada. En lugar de mordaza, ya que tenía el abrebocas, le sujetaron una pinza metálica a la lengua y con una cadena la engancharon tensamente al collar quedando con la lengua fuera.

Pasé a otras dependencias tirando de la cadena de Yolanda, que por tener las manos esposadas a la espalda y a su cinturón metálico no podía hacer nada por aliviar la tensión de la cadena sobre la argolla de su clítoris.

Llegué a la sala acordada y entré con mi esclava. Allí había cuatro personas. Tres hombres y una mujer. Eran Lluis y Pere, a una de cuyas esclavas quería usar esa noche como me correspondía por aportar a Yolanda. Bueno, a dos, porque también aporté a Nuri, perdiendo los ingresos del viernes noche en el burdel donde trabajaba los fines de semana. El otro era Enric, cuya esclava no me atraía. Pero el asunto estaba en la vieja lesbianorra de Tessa. No había contado con ella ni con Enric. Me dijeron que serían cuatro pero los que me interesaban eran Lluis y Pere por sus posesiones. Ahora la cosa cambiaba. La lesbiana tenía una esclava, Loba, que era una verdadera diosa de ébano. Dejaría a la esposa de Lluis y me quedaría con Loba y Deleite, la esclava de Pere.

- Vaya, vaya, Rober. Qué lechona nos traes. Desde luego tiene carne para trabajar.

- Ya os dije que era buena materia prima. Además es masoca. Por tanto fácil de usar.

Los cuatro rodeaban a Yolanda examinándola y palpando sus abundantes gracias. Mi lechona se comportaba como se le había instruido y no rechazaba el manoseo ni las inspecciones táctiles en sus agujeros para probar sus jugos. Es más, parece que le gustó.

- Si, la gorda es proclive. Ya está rezumando. ¿Cómo se llama?

- No la he puesto nombre aún. Uso el verdadero: Yolanda.

- Mal, mal. Eso es una de las técnicas iniciales que no debe dejarse pasar. La imposición de un nombre humillante, despectivo o acorde a sus cualidades físicas es necesario en el comienzo del adiestramiento.

- Ya pero .... No sé. No se me ocurre.

- Bauticémosla ahora.

- Buena idea. Te sugiero Gorrina.

- Yo te sugiero Opulencia.

- Pues yo la llamaría Tocino.

- No, Tocino no. Es de carnes abundantes pero sin grasa.

- Quizá Lechona.

- Vaya, yo la llamo Lechona en mi interior a veces.

- Pues Lechona, ¿Vale?

- Si, está bien.

- Vamos a bautizarla.

Le quitaron la mordaza y la sustituyeron por un abrebocas bien tensado cuya utilidad inauguró Lluis escupiéndola en la boca. Después nos trasladamos al gran baño con un inmenso plato de ducha de 3x3 metros del que estaban dotadas todas las salas en previsión de ciertas guarrerías.

Allí, uno por uno fueron meando a mi gordi en la boca, la cara y por todo el cuerpo diciendo:

- Yo te bautizo Lechona, esclava de Rober y a ese nombre responderás de por vida.

La última fue Tessa, que pegó su pelado y abultado coño a la boca de Lechona sin apenas fisuras y la obligó a tragar casi toda la orina so pena de ahogarse. A continuación la limpiaron con una manguera de agua helada por fuera. Después acoplaron una cánula a la boca de la manguera y añadieron agua caliente hasta templar el chorro, desinflaron el globo que llevaba dentro del culo, se lo sacaron y metieron la cánula por el ano donde estuvo manando buen rato hasta que se la retiraron y la taponaron otra vez con el mismo globo. Igual hicieron con la boca metiéndole la cánula hasta el esófago.

Mi gorda tenía la barriga dos veces su tamaño habitual y los efectos del agua se notaban en su frio sudor y la palidez. Lluis la sujetaba de los esposados brazos y Tessa le golpeaba con los puños la barriga para acentuar el efecto del líquido. Por fin la destaponaron y soltó un tremendo geiser de agua limpia.

- Vaya, Rober, por lo menos con la higiene de tus bestias eres más esmerado que con su entrenamiento.

Cuando hubo desalojado sus tripas, Tessa le golpeó el plexo y la hizo soltar la pota. Tras otro baño de agua fría y un secado regresamos a la sala. Lechona miraba a su alrededor con cara de pavor al ver el instrumental que colgaba de las paredes o se encontraba en las vitrinas. El mobiliario no la resultaba menos estremecedor.

Le soltaron las muñecas de su traba al cinturón metálico y se las llevaron a la argolla de la nuca del collar. Después la tumbaron boca arriba en una camilla y en la misma argolla del collar trabaron los tobillos. Colocaron una barra separadora en las rodillas y un cojín duro en forma de cuña bajo sus riñones. Así mi gordi dejaba expuesta su intimidad a lo que aquellos bestias quisieran hacer en ella con toda comodidad.

Lo que me estaba temiendo se anunció. Tessa y Lluis se encargarían de la sesión ginecológica, precisamente los dos más crueles. Les advertí:

- Recordad que Lechona trabaja en un banco y el lunes tiene que estar en condiciones de acudir y por lo menos con sus partes visibles indemnes.

- No te preocupes. Veamos este chocho gordo. Está muy bien. Vamos a ver dentro.

Y le insertó un separador para examinar la vagina. Mientras examinaban comentaban.

- ¿La vas a modificar?

- Si, quiero transformar sus tetas haciéndolas más largas. Y que su base sea muy delgada y su extremo mucho más grueso, me gusta que sean como bolsas repletas y muy caídas.

- Pide en secretaría un manual, que lo tienen. La técnica se fundamenta en colocar aros en la base de los pechos, como hacen ciertas tribus africanas o en vendarle firmemente la base y al mismo tiempo colocarle un corsé plano para aplastarlas y encauzarlas hacia abajo. Un poco lento pero eficaz. Mejor que la cirugía.

- También quiero elongarle los pezones hasta cuatro centímetros y el clítoris hasta tres.

- Fácil, unas cuantas horas diarias de cápsula de vacío.

- Y los labios vaginales quiero abultárselos.

- La misma técnica.

Lechona escuchaba todo y sus siempre atemorizados ojos reflejaban el terror ante el futuro que se le estaba planificando.

- ¿Y de más adornos?

- Cuando tenga los pezones suficientemente largos quiero colocarle otras argollas mucho más gruesas perforando en el borde de las aréolas. También quiero perforarle el tabique nasal para colocarle otro aro que llevará cuando no tenga que ir al trabajo. Eso se lo haré pronto, en cuanto tenga vacaciones. Por cierto que también pienso empezar a prostituirla entonces.

- Joder, Rober, eres imposible. Una de las primeras cosas para romper su voluntad, humillarlas y conseguir su sumisión es hacerlas sentirse sucias rameras, despojos humanos sin valor.

- Es que no he tenido ocasión (mentira)

- ¿La vas a marcar a hierro candente?

- Si, y pronto, al mismo tiempo que el piercing en la nariz. Puesto que ya tiene nombre, se lo quiero poner junto a mis iniciales.

- Recuerda que si después la vendes o permutas, el nuevo propietario también tendrá que usar el hierro, es la costumbre.

- Si claro, ya lo sabía. (No quise mirar a los ojos de Lechona)

Tessa y Lluis estaban para entonces empeñados en insertar una especie de cono lo más dentro posible del coño de Lechona, después le tocaría turno al ano. El aparato medía la holgura del agujero y la presión del esfínter en la máxima abertura conseguida. Después con un cronómetro y otro aparato similar pero menos monstruoso se medía el tiempo de recuperación del esfínter a su normalidad y la presión entonces.

- Bien, bien, la gorda tiene buenas posibilidades, pero debes entrenarla más en el dominio de sus esfínteres, se la nota muy cruda.

- Bueno voy a buscar a una de las vuestras. ¿Tessa, tu beldad está en el vestíbulo? No me he fijado.

- Allí está, es la 22. Últimamente la noto algo ensoberbecida por la demanda que tiene. No te la folles y tortúrala sin compasión. Que note que su hermosura te importa un bledo. Yo no la quietaría lo que tiene puesto y le castigaría a fondo los agujeros. Una buena tanda de fustazos en la vulva le sentará bien.

- Desde luego. Eso haré. (Y una mierda, yo quería follarme aquella diosa).

Encontré a Loba, era la que estaba aislada sensorialmente, por eso no la había visto. También advertí que mi Nuri no estaba. Pregunté a la recepcionista.

- Se la han llevado varios vecinos del pueblo. Ya sabe que tienen concedidos ciertos derechos. La devolverán a las 23h.

- Vale, vale. ¿Me entregan a la número 22?

La recepcionista dió las palmadas y la pareja ayudante me desempaquetó a la esclava. Me la llevé a una de las salas vacía.

Usar a Loba me agotó y prescindí de Deleite. Eran ya las 23.30, así que pasé a buscar a Nuri para marcharnos. A Lechona la recogería el domingo noche. No quise pasar a ver como la estaban usando.

Nuri estaba enjaulada solamente porque vista la hora no valía la pena perder el tiempo aplicando otras restricciones. Mientras la sacaban fui al aseo y oriné en uno de los únicos urinarios disponibles. Había tres esclavas con abrebocas y totalmente inmovilizadas mediante ingeniosos mecanismos. Me gustó la cara de una asiática, metí mi polla en su boca y allí meé. En el momento de terminar entró la pareja ayudante para colocar a una señora sesentona y relevar a la asiática.

Cuando me entregaron a Nuria quedé disgustado por los verdugones que tenía en espalda, nalgas y muslos. Además tenía los labios vaginales y el anillo anal completamente rojos de irritación. La llevé al gabinete sanitario donde me atendió una doctora que examinó a mi esclava. Le expliqué:

- Mañana sábado debería trabajar en un burdel, pero temo que, tal como está, si trabaja se estropee irreversiblemente.

- Mire, a pesar de la apariencia, la puta no está tan mal. Le resultaría incómodo realizar los servicios, sobre todo los anales que serían dolorosos. Pero eso no importa, para eso es una esclava. Lo peor es que si usted presenta una puta disminuida de calidad y entrega a su labor, aunque sea por muy poco tiempo, el prestigio decae y a corto plazo empieza a perder dinero en cantidades infinitamente superiores a lo que gane mañana noche. Le aconsejo que deje a su zorra descansar este finde.

La doctora tenía razón, así que Nuria tendría tiempo el fin de semana para llevar a su chaval al zoo, cosa que le venía reclamando desde hace tiempo.

En la furgoneta la hice sentar en el asiento del copiloto para que me contase su experiencia durante el trayecto.

Los vecinos de pueblo se la habían llevado andando sin quitarle el aparejo, tan solo habían acortado la barra separadora de sus tobillos. La llevaron andando los escasos 200 m. hasta la entrada del pueblo y después por las calles hasta la taberna.

Andar con sus restricciones era difícil y sobre todo hacía sus movimientos cómicos. No tenía miedo a caerse y sufrir una perforación del útero con el enorme dildo que tenía insertado desde la barra vertical porque dos de los gañanes sujetaban sendas cadenas a su collar desde sus costados. Todo el mundo la miraba a su paso por el pueblo con interés, risas mofas y escarnio pero nadie se escandalizó.

- Muchas gracias señor por prestarme a los pueblerinos. Me produjo sumo placer ser humillada así por las calles, con tanto público.

- Me alegro de que hayas tenido una agradable tarde Nuri.

No era de extrañar que en el pueblucho no se escandalizara nadie. Toda su escasa población activa estaba ocupada directa o indirectamente en la SEC. A nadie le interesaba denunciar al establecimiento. Además la población era solamente una pedanía, no tenía cura, lo cual hubiera sido un problema grave -¿o no?-, ni maestros, ni niños hasta cierta hora porque el colegio estaba en la cabeza del municipio a unos 15 Km. Al alcalde pedáneo le habían regalado dos esclavas y a su mujer un esclavo. El resto de habitantes tenía derecho a explayarse con algún esclavo o esclava residente en la SEC en ese momento dos veces por semana. Cobraban un magnífico salario. ¿Por qué se iba a denunciar aquello?. Nuri siguió contándome.

- En la taberna me subieron a una mesa para exponerme –qué delicia- y me sobaban y me metían los dedazos en los agujeros. Me subastaron y el primer postor que me ganó me quitó los arreos y me sentí muy aliviada. Ya sabe el señor que no aguanto bien el dolor físico.

- El gañán ganador de la subasta me colocó unos aparejos de caballo y me condujo por las calles, seguidos de medio pueblo, hasta su finca, donde me enganchó a un arado para que labrase la finca. Comprenderá el señor que me era difícil y recibí muchos latigazos para incentivarme en la labor. Todos los presentes jaleaban y me insultaban. Era muy humillante. Si no hubiera sido por los latigazos me hubiera considerado en el paraíso.

- Después me ataron con cuerdas de esparto los pechos y la cintura, pasando un ramal por entre mis labios vaginales y me arrastraron de regreso a la taberna. El paseo me irritó mucho la vulva. Me subastaron nuevamente y me compraron seis mozos que me follaron por los tres agujeros sobre una mesa delante de todos los parroquianos soltando su esperma sobre mi cara y mi boca. Fue muy bonito. En la tercera subasta estaba tan sucia y lastimosa que no pujó nadie, así que me sacaron a la calle y me meó todo aquel que quiso. Muchos me hicieron beber buchadas. Eso si que fue el colmo. Yo era el centro de la atención de todos. Allí, en la calle, arrodillada sobre un charco como una sucia perra, mi cuerpo brillando empapado a la luz de las farolas tuve un orgasmo de tal alcance que no pude reprimir los gemidos y las convulsiones y todo el mundo fue testigo de mi lascivia. Pido perdón a mi señor por tener un orgasmo sin consentimiento. Mi carne es débil.

Comuniqué a Nuri mi decisión de que no fuese al burdel el sábado a condición de que llevase a su hijo al zoo. No se lo tomó como una generosa concesión mía. Más bien le pareció un castigo. Y es que Nuri disfruta humillándose como puta sumisa y trayéndome sus ganancias.

A cualquier lector le parecerá exagerada la importancia que doy al trabajo de Nuri como ramera, pero es que quizá no sepa que los servicios especiales SM se pagan muy, pero que muy bien. Mi Nuri no es una puta corriente, al igual que tiene sobrado prestigio como directiva de su empresa, su estilo, elegancia y altivez a la vez que se fuerza a si misma a la sumisión son muy alabados por sus clientes. En el burdel me han informado que lo que más agrada a sus clientes son los relámpagos de rebeldía que pasan por su mirada y como combate contra si misma para humillarse. Las posturas que adopta para captar clientela estando entre las demás zorras a la caza del macho son legendarias en el burdel. Y sus técnicas en el de Estepona, cuando tiene vacaciones, cazando millonarios pervertidos tiene fama en todo el Mediterráneo.

En el trayecto comenté a mi esclava que debía ponerle un nombre y que debía emprender con ella alguna cosa que estaba demorando. Le hablé de marcarla con hierro candente y me respondió que se le estaba escapando mucho flujo por el maltratado coño. Le conté que los dos burdeles me habían sugerido filmar con ella vídeos porno de extrema salacidad pero que no la había entregado porque con total seguridad, tarde o temprano, significaría perder su trabajo "legal" y que la corta vida de las actrices porno no compensaría su sueldo regular ni su pensión el día de mañana.

- Me gustaría mucho mostrar a millones de hombres mi extrema lascivia, pero si mi señor ha calculado que le soy más provechosa trabajando en la empresa, así sea.

Animado ante su sumisa actitud del día le espeté:

- Cuando tu hijo tenga los catorce años quiero que te folle en mi presencia hasta que te deje preñada.

- A .. a… así sea, señor.

Satisfecho la dejé en su casa con la criada gruñendo por la hora. El sábado por la mañana fui a buscar el Porsche que tenía ya comprado a plazos y por la noche se lo enseñé a los amigotes y nos fuimos de juerga y de putas. Yo hubiera preferido ir a otro sitio de caza, a ver si caía en mis redes otra pringada que pagase mis gastos. Y lo intenté con una puta negra que estaba imponente, pero su chulo intervino y no quise problemas. Por lo menos me la follé satisfactoriamente.

El domingo fui a la SEC a recoger a Lechona que me la entregaron en un estado bastante más lastimoso que el de Nuri. Me pasé la tarde aplicándole cremas y mejunjes en los dos agujeros ya que no podía caminar sino con sus patorras abiertas. Tenía el resto del cuerpo cruzado de verdugones de fusta y las tetazas totalmente amoratadas. Pero gracias a Dios no había secuelas en su cara y manos y el lunes podría acudir a trabajar al banco aunque le fuese bastante doloroso. Sorprendentemente, la muy masoca me agradeció el haberla llevado a la SEC.

. . . . . . .

Tras unos meses de reflexión decidí administrar a mis esclavas por libre. En todo caso con los consejos o la intervención de Alicia, pero decididamente la SEC no me resultó solvente a la hora de garantizar la integridad de mis propiedades.

Todos mis proyectos se han llevado adelante satisfactoriamente. Marqué al hierro candente a mis perras y le puse nombre a Nuri: Mamita Incestuosa, que le sentó muy mal. Lechona se incorporó a los burdeles y trabajan las dos en armonía. Vendimos el piso de Lechona, que era el menos amplio y nos juntamos todos en el de Mamita Incestuosa. La venta del piso me facilitó la compra del velero que tengo en el puerto deportivo de Estepona y que disfruto mientras ellas trabajan en el burdel de allí. Una vez las llevé de crucero por el Mediterráneo. Los tres miembros de la tripulación quedaron encantados de tenerlas a bordo y con mi permiso para su uso y disfrute sin restricciones.

Tuve problemas con Mamita Incestuosa para que accediera a enviar su crío con los abuelos y lo matriculara en un colegio de la zona. Me costó tres días de elaborada tortura que accediese a llamar a sus padres y les explicase que su trabajo en la empresa le llevaba mucho tiempo ya que estaba en expansión.

Ahora ya estamos muy bien. Lechona ascendió en el banco pasando al departamento de bolsa en la central. Vendimos también el piso de Mamita Incestuosa e invertí el dinero en bolsa con la información privilegiada que Lechona me transmitía. En poco tiempo conseguí una fortunita. Seguí jugando en bolsa siguiendo la información de Lechona pero también invertí en otras cosas para diversificar el riesgo: Me hice con el 12% del burdel de Estepona y resulta una verdadera mina de oro. Por otro lado estoy metido en el sector de la construcción a través de un político de Madrid, un tal Tomillo de Tejado que sabe todo lo que hay que saber de esos negocios. Efectúo alguna incursión en negocios de trata de blancas y tráfico de droga, el dinero de cuyos beneficios se encarga de blanquear Lechona.

Me he comprado una antigua casona muy bien conservada y rodeada de un extenso parque y fincas donde entrenan mis dos caballos de carreras. Tiene además un gran sótano donde he acondicionado unas jaulas y un gabinete para que mis propiedades reciban el tratamiento que merecen.

Para entrenar a las esclavas en nuevas habilidades y a otras dos nuevas y jovencitas que he comprado, aunque aún no me han entregado, contraté a mi prima Alicia, quien reside ya en la casa con su marido esclavo. Es bonito verla por el parque, someramente vestida de látex con su fusta en la mano, entrenando, al suave calor del sol de primavera, los hermosos cuerpos desnudos de mis sumisas. Lechona ya tiene las tetas con la forma que me gusta y los pezones y el clítoris están a punto de alcanzar la longitud deseada. Apasiona ver surgir orgulloso el clítoris de entre sus ya súper rollizos, mullidos y acogedores labios exteriores. Tan apetitosos que todo varón siente ganas de morderlos y comérselos.

También, sin duda por el frecuente contacto actual, mi pene se ha reconciliado con los agujeros de mi prima Alicia. De cuando en cuando tenemos conatos de apoderarnos el uno del otro, pero cada cual resiste bien. Su cornudo marido sumiso se ha revelado como un gran administrador y es mi hombre de confianza en la gestión de la finca y otros bienes muebles.

En pocos meses Alberto, el hijo de Mamita Incestuosa cumplirá los catorce años y habrá que hacer cierto el nombre que le puse a su madre, que por cierto, causa mucha curiosidad y es una buena propaganda en los burdeles por el morbo. Toda la clientela quiere conocer a quien lleva tal nombre.

A Lechona la hice preñar por un negro inmigrante muy necesitado de afecto y ya exhibe una bonita panza de cuatro meses. Está orgullosa de ella, y su sonrisa de satisfacción bajo la gruesa argolla de su tabique nasal cuando rodea la tripa con sus hermosas manos es esplendorosa. Costó una barbaridad echar al negro de casa una vez se confirmó el embarazo. El tío se aficionó a la buena vida y no quería regresar a los pasillos del metro a vender CD piratas.

Todos somos muy felices. Bueno, yo estoy un poco abatido porque mis intentos para ligarme a la hija del potentado banquero Zapatín no alcanzan de momento los resultados apetecidos.

 

FIN

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