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El gran sábado de Maite (2)

en Orgías

FINAL DEL ANTERIOR CAPÍTULO.

De un solo vistazo percibió que la tal fiesta tenía poco de eso. En realidad era una orgía y estaba pensada así desde antes de empezar. En ese momento todo el mundo se encontraba despelotado y en una u otra posición y de una u otra manera, entregado al sexo. Sin embargo si percibió que, mientras dos chicas tenían a un solo varón dándoles caña y otra a dos, el resto se amontonaban alrededor de ella y de la negrita ...., bueno negrita por la edad y negraza por el cuerpo. El reparto era equitativo: Cuatro se encargaban de la negra y otros cuatro estaban expectantes alrededor de ella, sentada en un sofá y bebiendo una copa mientras tomaba fuerzas. Laura, como los dos hermanos vaciados, había quedado inactiva temporalmente y se quejó de que Maite estuviera manchando el sofá con el esperma de Julio que salía de su ano. La chica tomó la resolución de pedir a Maite que se levantase, inclinarla sobre el respaldo del sofá y sorberle el culo para evitar el derrame de semen. Inmediatamente dos manos de chicos diferentes se hicieron cargo de sus pendulones pechos y otra intentó –y consiguió meter dos dedos en su vagina -, pero Maite estaba más pendiente de la actividad de la negra.

- - - - -

 

Una vez la limpió bien el culo Laura, que se dedico a lamer a continuación lo caído en el asiento del sofá, Maite se acercó a examinar con curiosidad la actividad de la negrita seguida de su corte de cuatro varones que no dejaban de sobar lo que se pusiese a mano. Desde luego al negra era fantástica. Tenía unos pechos más grandes que los de Maite y no hablemos de unas enormes nalgas y vastos muslos enfundados en una piel brillante y sedosa. Mostraba los pezones perforados por dos anillos de oro y un pecho tatuado en su nacimiento. También ostentaba tatuajes en un brazo, en las dos nalgas y sobre el monte de Venus, rematando el ornato con otro grueso anillo en pleno clítoris.

En ese momento aquel monumento de ébano estaba sometida a cuatro patas a un enérgico tratamiento de sándwich. Un bien dotado chico perforaba su ano perfectamente sincronizado con otro no menos dotado que ocupaba la vagina. Un tercero la follaba literalmente la boca hasta la garganta y otro se refocilada bajo ella con sus enormes y colgantes senos de extensas aréolas y jugando con los anillos que coronaban los gruesos y duros pezones.

Cuando la oscura putilla percibió a Maite observándola, paró, de deshizo de sus folladores provocando una avalancha de protestas y se dirigió a la madura señora en actitud provocadora que delató que la percepción instintiva y animal de competencia había sido recíproca en las dos reales hembras. Para añadir pimienta al pique, una era la más vieja y la otra la más joven del evento, y ambas deseaban ser la más codiciada.

- ¿Te crees mas puta y guarra que yo?. Dijo la niña negra.

- Yo no he dicho nada.

- Me estabas mirando follar.

- Me gustas y me gusta ver tu cuerpazo usado.

- ¿Te gusto?

- Si. No me atraen mucho las mujeres pero tu sí. Es la primera vez que me pasa. Quizá porque he encontrado una tan guarra como yo.

- ¿Haces de todo?

- No se que es todo, pero estoy dispuesta a hacerlo.

- Empecemos por nosotras.

La negra, Yolanda, se apoderó con sus gruesos y carnosos labios de la boca de Maite y le metió la lengua hasta la campanilla friccionando todo el paladar. Maite no se arredró y su lengua inició un bronco y silencioso combate por invadir la cavidad contraria al tiempo que una de sus manos se apoderaba de la parte que podía de uno de aquellos inmensos pechos y otra amasaba el vasto culo negro. No se hizo esperar el contraataque y dos de los largos dedos de la niña negra se apoderaron de su vagina tirando de ella hasta que los dos vientres se encontraron. El poderoso muslo de Maite se endosó entre los no menos poderoso de la chica y pronto se dejaron caer en el sofá ante los aplausos de los varones concentrados a su alrededor. El objetivo de cada una era el coño de la otra y no tardaron en llegar a un espléndido 69 en que no solamente intervenían las bocas, sino también los dedos insertándose con rudeza en cualquiera de los dos agujeros de la contraria.

Los espectadores pudieron apreciar cómo por el ano de la negra asomaba la membrana que separaba el intestino de la cavidad vaginal empujado por uno de los dedos de Maite, y como la adversaria estiraba la separación entre los dos agujeros de la señora hasta extremos inconcebibles con un dedo engarfiado dentro del ano y otro dentro de la vagina.

Tácitamente, viendo que se iban a dañar, hicieron una tregua en la violenta competición y se dedicaron pacíficamente a regalarse placer. Maite estaba debajo y la negra encima cuando ésta pidió un polla en su ojete del culo y automáticamente lo hizo la zorra blanca. No se iba a quedar atrás de ninguna manera.

Maite tenía ante su vista la polla que bombeaba el culo de la negra y pronto sus labios se apoderaron de ella en un momento en que se quedó fuera del agujero. Al propietario del apéndice le hizo gracia la cosa y se dedicó a follar alternativamente el culo de la negra y la boca de la blanca sin que esta se preocupase mucho por las caquitas de aquella que salían pegadas en el instrumento.

Laura apareció con un enorme consolador doble, tan enorme que era de los que se vendían para broma, no con la intención de ser usado, pero la chica si tenía esa perversa idea aprovechando la competencia establecida entre las dos mujeres. Ató un trozo de cinta en el medio exacto del tremendo aparato y retó a las dos putonas a ver cual de ellas conseguía llegar antes a la cinta metiéndose la cosa por el ano. Todos aplaudieron la idea de Laura.

Colocaron a las dos desenfrenadas hembras culo contra culo a cuatro patas. Introdujeron cada punta del bárbaro juguete en sus respectivos agujeros y las dos se pusieron a empujar con ansia. Pronto notaron que el consolador era demasiado para sus entrenados esfínteres y se tomaron la empresa con calma, pero no desistieron. Poco a poco, entre dolores y sudores iban avanzando sobre la longitud del enorme pene artificial. Cuando una no empujaba, el esfuerzo de la otra repercutía de manera que los descansos no las aliviaban gran cosa.

Los espectadores estaban enardecidos y las otras chicas aprovecharon el caldeado ambiente para agarrar polla y disfrutarla. Pronto estaban a cuatro patas perforadas por el ano pero sin que sus folladores perdieran de vista el concurso entablado por las dos hembras protagonistas del espectáculo.

Tras cuarto de hora de debatirse intentando alojar el monstruoso instrumento en los intestinos, la partida quedó en tablas. Las dos llegaron a la cinta al mismo tiempo y cayeron rendidas al suelo con los dos panderos pegados por el aparato mientras los muchachos a su alrededor aplaudían o las acariciaban.

En esa estaba el ambiente cuando hizo presencia un personaje absolutamente inesperado. La abuela de Laura había entrado en la casa para comprobar si su abandonada nieta necesitaba algo sin que nadie lo advirtiese, atentos como estaban a la pugna femenina por taponarse los agujeros.

- ¡Dios mío!. Laura. Qué es esto. Por Dios, pero como es posible.

Sobre el absoluto silencio que dominó la sala se escucharon consecutivamente los sonoros ¡PLOP! que anunciaron la salida del gran falo doble de los culos de las dos reinas de la orgía.

Una pálida Laura consiguió balbucear un par de palabras para romper aquella incómoda situación.

- Verás eer abuela, yo .... es que .... la fiesta .... los chicos se han pasado .... un poco. Pero no te preocupes, ahora recogen todo y se van.

La abuela seguía si dar crédito a sus ojos viendo tal cantidad de gente en pelotas y con los rabos empinados. Aún tenía en la retina la imagen de las dos magníficas mujeres enlazadas salvajemente por el enorme engendro cilíndrico.

Maite no estaba dispuesta a renunciar a la diversión y echándole al asunto una cara dura y un aplomo increíbles se acercó a la vieja mientras de su dilatado culo expulsaba restos de su digerida comida que le resbalaba por los muslos.

- Señora, por qué no se toma la cosa por su lado bueno. Lo estamos pasando de miedo, debería incorporarse a nuestra fiesta.

La mujer quedó estupefacta y Maite siguió el ataque. Tomó la polla más cercana y arrastró a su propietario ante la abuela.

- Mire señora, qué bonita tranca, estoy segura de que su dueño no tendría ningún inconveniente en prestársela para su placer. Está usted de muy bien ver . ¿Qué edad tiene?

- 56. Balbuceó la abuela.

- Qué joven. Aún puede disfrutar mucho de los placeres de la vida.

Le tomó la mano y la colocó decididamente sobre la polla que había capturado, mientras avanzaba su propia mano a la cadera de la vieja alabando la rotundidad de sus nalgas, su juvenil figura y la tersura de su piel. No paraba de hablar confundiendo a la señora, consciente de que era su única baza si quería seguir la juerga.

La abuela quedó pasmada con la polla en la mano e instintivamente comenzó a friccionarla arriba y abajo.

- Oh, señora, se ve que tiene instinto. Seguro que a usted le gusta mucho follar.

- Bueno, ejem, cuando era soltera .... pero ya hace años que ...

- Pues hay que resarcirse. Y tiene hoy una buena oportunidad. Fíjese qué cantidad de vergas dispuestas y qué poca competencia femenina.

- Yo ... eee nnno ... es.... que....

- Pero mujer, con lo buena que estás y lo experimentada, harías un favor a estos chicos. Mira, yo también soy madurita, ya tengo mis 42 y aún hago felices a estos chicos. Y ellos a mi. Anímate mujer. Echa una canita al aire.

La abuela escuchaba la interminable verborrea de Maite, que también la acariciaba e iba desnudando, pero no dejaba de pajear inconscientemente la polla que tenía en la mano hasta que su propietario eyaculó. Entonces otra vez guiada exclusivamente por su instinto se agachó a lamer el líquido que expulsaba aquella verga por su punta y después se la metió en la boca para dejarla bien limpia y sacar los restos.

Maite vio ganada la batalla y se apresuró a capturar a otro mozo para la vieja y proceder a desnudarla. El alivio de Laura era patente y se prestó inmediatamente a colaborar en el goce de su abuelita ayudando a Maite en la faena.

Sorprendentes resultaron las carnes que la dama escondía bajo su austera y pudorosa ropa. Bien conservada, entradita en carnes, tetas de regular tamaño caídas elegantemente y coronadas por extensas aréolas y suculentos pezones, una curvada barriguilla pero sin estrías, nalgas aún bien surtidas y unas hermosas y elegantes piernas sin rastro de celulitas. Lo mejor era su sedosa piel, sin mácula alguna.

Mientras la vieja se daba a mamar la nueva tranca facilitada por Maite, su nieta colaboraba introduciendo los testículos del afortunado en su dulce boquita. Cuando el mozo decidió meter su herramienta en el coño de la vieja, Laura sugirió a su abuela afeitarse el peludo conejo y dejarlo como las demás asistentes a la fiesta. La señora accedió, ya vencida por el morbo y la incontinencia, y las chicas se aprestaron a afeitarle el monte de Venus, tarea en la que no intervinieron Yolanda y Maite ya que fueron capturadas por Tomás y su hermano Julio ya repuestos del anterior polvo, antes de que los otros, distraídos por la evolución de la irrupción de la abuela y enfrascados en la escena del afeitado de su coño, se recuperaran y las tapasen los agujeros.

Aprovechando la enorme dilatación de los culos de las dos soberbias golfas, las pusieron a cuatro patas, les metieron un dedo de cada mano en el orificio para conservarlo bien abierto y las mearon dentro de los intestinos ante la sorpresa de Maite y las risas de Yolanda por la cara de la primera. Una vez pasada la sorpresa, la rencorosa Maite tumbó a la negra boca arriba apresándola con sus recios y fuertes muslos, le metió dos dedos en la boca para forzarla a abrirla, cosa innecesaria porque Yolanda la hubiera abierto de habérselo pedido y, proyectando el culo hacia delante le vació en la boca la orina de Tomás contenida en su intestino.

Yolanda no solo no se enfadó, además riéndose la retó a realizar un numerito que ella misma presentó. Tal como estaba, boca arriba, se abrió los labios vaginales y comenzó a mear dirigiendo el chorro a su propia boca y bebiéndose sin empacho la propia orina. Maite la emuló, pero con poca destreza, bañándose copiosamente las tetas y la cara antes de acertar a su boca.

El espectáculo ofrecido provocó un varonil ataque pero ellas lo cortaron alegando que tenían que ducharse y que querían beber unas copas antes de seguir follando, cosa que prometieron hacer con todos los muchachos cuantas veces quisieran.

Los chicos retornaron a atender a las otras chicas que ya habían dejado el conejo de la abuela impecablemente limpio del más mínimo rastro de pelos y que rápidamente fue ocupado por la boca de uno de ellos mientras otro urgaba el agujero del culo con dos dedos explorando las posibilidades: Muy altas según comprobó.

Maite y Yolanda entraron en el baño abrazadas y manoseándose, se enjabonaron mutuamente y no tardaron en calentarse hasta que, aprovechando la lubricación de sus manos con el jabón, acabaron follándose la una a la otra con el puño salvajemente.

Maite estaba descontrolada. Ese día estaba realizando cosas que hace un año ni se le hubieran ocurrido, pero su incontinencia era tal que no paraba ya en ningún remordimiento, vergüenza o riesgo. No deseaba más que seguir sumergida en la lujuria hasta reventar de placer.

Las dos hembras bajaron nuevamente al salón donde la vieja estaba dando una lección de poderío sexual a las chavalas dejándose follar por dos pollas el ano mientras otra ocupaba la vagina y una tercera era atendida por su boca. Se sirvieron unas copas y se dispusieron a admirar el arte sexual de la, hasta hacía unos minutos, púdica matrona.

Cuando vació a los cuatro varones casi simultáneamente, se puso en pie y, sin empacho ni pudor alguno se dirigió a las dos corpulentas hembras, tomó la copa de Yolanda y vació en ella el esperma del que la había follado la boca, devolviendo la copa a la negra e invitándola a seguir bebiendo. Después tomo la copa de Maite y vació en ella el contenido de su vagina mientras se separaba los labios con la otra mano. Por último tomó una copa vacía, evacuó en ella el esperma de sus intestinos, lo mezcló con vodka y se lo bebió sin dudar. Maite y Yolanda la imitaron con sus respectivas copas ante el aplauso de los presentes.

Maite ya se encontraba un tanto bebida, al igual que el resto de la pandilla, cuando Laura propuso una competición entre las dos corpulentas antagonistas al que se apuntó su abuela.

Fueron todos al jardín. La primera en competir sería la vieja. Puesta a cuatro patas y con el culo en pompa se le inyectó un enema con una pera de cuando Laura era niña. Después se le introdujo en el ano una pelota de tamaño de tenis pero de plástico y se la retó a ver a cuanta distancia la expulsaba. Diez segundos después la pelota saltó disparada seguida del reguero del líquido del enema alcanzando una distancia de cinco metros.

Maite obtuvo una distancia de 5,50 y ganó el juvenil esfínter de Yolanda que llegó a los 5,80 metros.

Retornaron a la casa y las mujeres exigieron más sexo, pero los chicos ya estaban para el arrastre y finalmente hubo que follar con el puño, tanto por la vagina como por el culo a las dos viejas y a la negrita, ya que las otras chicas no eran tan aventuradas o tan guarras. La vieja llegó a pedir dos manos juntas en el ano y las otras dos no se quedaron atrás ante el reto.

Con aquel espectáculo, alguno de los chicos se animó y volvieron a disponer de una escasa ración de semen que apuraron demasiado pronto.

La fiesta declinaba y las tres lúbricas mujeres se quejaban de falta de varones mientras repetían copas. El resto de la gente comenzó a abandonar la casa agotada tras aquella noche orgiástica, excepto Tomás y su hermano que permanecieron fieles y con la esperanza de que sus testículos trabajasen a buena velocidad para recuperar semen.

Yolanda pidió permiso a Laura para invitar a la pandilla de su hermano y continuar la juerga. Ésta no opuso inconveniente y media hora más tarde llegaban ocho musculosos muchachos negros y una menudita niña rubia que exhibía un descomunal bombo para su aparente fragilidad. La chiquita era conducida por una cadena atada a un collar de cuero.

Yolanda presentó a su hermano y sus amigos, y de la niña, de alrededor de 15 años, dijo que era la mascota de la pandilla, sin más explicación sobre su embarazoso estado y sin mencionar el nombre.

Sin preámbulo alguno, Yolanda tomó a uno de los negros al azar y sacándole la polla comenzó a mamársela con gran avidez, otro se puso al lado para participar de sus carnosos labios y hábil lengua.

- Ven jamona, a ver qué sabes hacer tu con semejantes hechuras

Le dijo otro de los negros a Maite mientras la metía su enorme manaza por el monte de Venus estrujando todo su esquilado conejo. Otro más, el hermano de Yolanda, la emprendió sin contemplaciones con sus orondas tetazas como si esperase sacar leche de ellas.

Dos más se dedicaron a la abuela, a quien colgaron boca abajo para comerle el coño mientras ella mamaba la polla del comedor y otro se ensañaba metiendo dedos en el veterano agujero posterior. Laura fue atendida por otros dos, que la tumbaron en el suelo, uno taladrando su vagina y el otro intentando introducir una fenomenal tranca en la boquita de la adolescente mientras su novio Tomás y su hermano Julio se acercaban a la niña encinta con curiosidad por su estado.

Maite, curiosa ella, preguntó al hermano de Yolanda por la chiquilla.

- ¿A esa nenita te la follas?.

- Nos la follamos todos.

- ¿Y quien la ha preñado?

- Ni idea, cualquiera de nosotros o de nuestros amigos. Su madre está igual. Cuando venga el padre, que está en el extranjero por una año se va a poner bueno.

- ¿Dónde anda la madre?

- La madre está haciendo la calle para nosotros.

- Me gustaría conocerla. ¿Que edad tiene?

- Por los cuarenta, como tu. Me gustaría preñarte a ti tan solo por sacar leche de estas ubres que tienes, maciza.

- Qué caliente me pones, cabronazo. Me encantaría que esos apetitosos morros de negro me sacasen leche. Anda métemela por el culo bien adentro.

- Te voy a llenar los intestinos de tanta lefa que te va a salir por la boca.

- Si cabrón, méteme tu tranca hasta el estómago.

Sentándose en el sofá, el hermano de Yolanda ofreció su verga a Maite, quien la mamó un poquito para ensalivarla y lubricarla mientras el otro negro la preparaba el ojete con sus dedos ensalivados. Maite se sentó sobre el enorme pene y se inclinó hacia atrás para facilitar la ocupación de su vagina por el otro semental.

- Diosss que llena estoy, qué gustazo, qué vergazos tenéis los negros. Rompedme entera. Hacedme lo que queráis.

- Te vamos a dejar sin poder follar durante un mes.

- Seguro que podéis, con semejantes herramientas cualquiera. No me creo que la nena preñada pueda meterse vuestras trancas. ¿Qué edad tiene.

- Creo que quince. Verás.

Y echando a Maite a un lado llamó a la nenita. Ella acudió enseguida y se desnudó dejando al aire su desproporcionada panza y unas pequeñas tetitas como perojillos en las que destacaba la oscura aréola inflamada por las hormonas que estaban fabricando ya los calostros. Su pubis, tan pelado como el de las otras hembras, apenas mostraba un prieto agujerin que reforzaba la opinión de Maite de que la nena era incapaz de albergar las monumentales morcillas de los chicos negros, tan solo salía de entre los herméticamente cerrados labios su clítoris anillado como el de Yolanda.

A un gesto del hermano de aquella, la niña se lamió la mano, se la pasó por el tierno ojete del culo y se sentó sobre la ciclópea verga del muchacho iniciando la imposible tarea de metérsela dentro. Los dos chicos blancos se acercaron a ver el espectáculo al igual que Laura y su abuela, que incrédulas ante semejante empresa, abandonaron por un rato el sano ejercicio de follar.

Ni un euro hubieran apostado los blancos por la chiquita, pero ni un gesto delató que sufriera cuando su esfínter dilató monstruosamente y engulló con facilidad la gran tranca. Pero no solo eso, lubricando también con saliva su otro agujero, se desplomó hacia atrás para permitirle al otro negro la invasión de su vagina, hazaña que se produjo sin el menor problema mientras los blancos se temían el inmediato aborto.

Podría parecer brutal el que tan delicada y menuda criatura albergase en su interior los inhumanos penes, pero más prodigioso fue el feroz ritmo con que emprendieron el metesaca. El negro de la vagina sacaba su interminable verga casi completa para volver a introducirla impetuosamente hasta los testículos sin el menor reparo en la gran barriga que apuntaba al techo.

- Ya lo has comprobado, incrédula –Dijo el hermano de Yolanda mientras se deshacía de la niña sin miramientos hacia ella y volvía a colocar a Maite en su posición de ensartada.

Ni que decir tiene que solamente un segundo transcurrió desde que Maite se enfundó la polla en el ano hasta que le taponaron el otro orificio y le propinaran tan sádico tratamiento de vaivén como a la chiquita.

Tomás y su hermano Julio habían recuperado la consistencia de sus herramientas animados por la reciente escena y pidieron permiso a los negros para jugar con la tierna preñadita, permiso que por supuesto les dieron sin ninguna traba ni límite.

Entretanto, Yolanda, que por ya conocido, no había prestado atención a la gesta de la embarazada, obtenía su primer orgasmo mostrándolo de ruidosa manera mientras sus negros eyaculaban en su cara unas cantidades de esperma realmente impresionantes que la abuela de Laura, próxima a ella, se apresuró a engullir sin dejar salir las pollas que la taponaban a ella.

Maite, con sus enormes aldabas meneándose briosamente y sin orden por efecto del vigoroso tratamiento de sus dos negros se vio repentinamente y sin aviso desempalada y destaponada, y antes de que pudiera manifestar su despecho fue colocada a cuatro patas, abierto su culo sin contemplaciones por dos dedos de cada mano del negro que la follaba por delante anteriormente y vuelto a taponar por su polla, pero esta vez metiendo los testículos en los intestinos de la lechona.

El hermano de Yolanda se puso ante Maite para que le comiese la polla y Yolanda se deslizó bajo las piernas de su hermano para comerle los cojones sin el menor reparo por el parentesco. Parecía haber follado ya anteriormente con su hermano, porque la muy sucia se colocó después ofreciendo lúbricamente el monumental pandero negro bien abierto con sus propios dedos para que su hermano lo taponase, cosa que hizo resueltamente con buenas sacudidas. Al poco rato de sodomizarla, sacó la larga morcilla y abriéndole el esfínter metió sus huevos en el agujero como el otro los tenía en el de Maite.

Las dos corpulentas lechonas se meneaban lentamente para evitar la salida de las bolas que tanto placer les proporcionaban mientras se frotaban rabiosamente el clítoris. Maite se regaló con tres orgasmos profundísimos y Yolanda obtuvo dos. El placer de Maite le llegó por el morbo de su ignominioso tratamiento público más que por los actos sexuales. El descubrir la profunda lascivia que podía alcanzar y lo que estaba dispuesta a permitir hacer a los hombres con su rotunda humanidad la sumía en las más placenteras sensaciones íntimas.

Cuando los negros estaban por correrse sacaron todo el paquete genital de los culazos y metieron la polla en la boca de la mujer contraria a la que habían sodomizado para verter dentro toda su carga. A ninguna le importó saborear los restos fecales de la otra con tal de beberse golosamente el copioso semen.

A la chita callando, Laura y su nana habían dado buena cuenta de sus respectivos dos negros de cuota. La chica por sus dos agujeros inferiores en un gran sándwich y la abuelita consiguiendo que las dos pollas se vaciasen juntas en su recto. Realmente la abuela estaba pletórica en su empeño de resarcirse de las carencias sexuales de sus últimos años.

Cada una satisfizo su ansia de semen bebiéndose los manantiales que segregaban las cavidades de la otra. Pero no hartas siguieron comiéndose los coños incestuosamente hasta regalarse cada una con un orgasmo adicional.

 

CONTINUARÁ.

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