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Mi venta (13 percibo que Mi Amo me quiere indicar

en Dominación

La inteligencia de Mi Amo es inescrutable, pero exacerba mi cerebro. Su idea de asignarme a mí, su subyugada esclava, otra persona que a su vez fuera esclava mía me hizo pensar que quizá Él me estuviese educando para comprender sus grandes responsabilidades de propietario de cuerpos y almas y que si lo entendiese quizá obtuviera el ansiado premio de pertenecerle totalmente mediante la penetración de mi vagina y el depósito de su apreciado semen en ella.

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- ¿Por qué tienes el coño clausurado?

- Es que tengo una lesión y si me follan por ahí tengo hemorragias. Pero no se preocupe Señora, mi ano es muy acogedor. Seguro que a su esposo le encanta. Y mi boca y mi lengua han sido muy alabadas tanto por mujeres como por hombres. Mis tetazas son también muy apreciadas. Por favor, no me rechace.

- No te voy a rechazar, me gustas.

- Gracias Señora.

- No me llames Señora. Soy tan esclava como tú. Y además soy prostituída.

- Yo soy la esclava de una esclava. Ya me lo dijeron. Y por lo tanto, para mí es usted una Señora. Y debe saber que me puede prostituir para sodomización y es libre de usar el dinero que obtenga de mi cuerpo para lo que se le antoje. También puede utilizarme para todo aquello que le plazca, y por todo le informo mi Ama, que significa TODO. Incluso puede matarme ya que no soy comercialmente explotable por la SEC.

Aquella aberración era superior a todo lo que yo había imaginado sobre la SEC y me entró un escalofrío al imaginar que mi propia hija Corina fuese un fracaso como aquella chica.

- ¿Cómo te llamas?

- Póngame nombre.

- eer … Corina.

- Me llamaré Corina, Ama. Usted lo ha ordenado.

- Corina, hace días que no me follan y estoy necesitada. Quiero que me comas el coño con delicadeza. Mis perforaciones están aún frescas y les aplico un ungüento que quizá te sepa mal, pero mi clítoris está perfectamente y muy necesitado, céntrate en él. Usa su cadena y la bola que debes sacar de mi vagina para estirar delicadamente y dale mordisquitos. Después te dedicas a mi ano y por último nos iremos a mi cama porque quiero disfrutar de tus majestuosas carnes. Eres una hermosura. Te usaré muy a menudo.

- No sabe cuanto se lo agradezco Ama. No dude jamás en usarme para lo que le plazca que yo estaré halagada por hacerlo y no tendrá la menor queja de mi si se digna darme a conocer sus gustos. Pero aunque no tenga queja de mí puede castigarme tan duramente como quiera para su mero placer.

- Bien, vamos a mi habitación, no quiero que mi marido nos moleste.

- Una cosa Señora.

- Dime.

- Me ha asignado una habitación para alojarme. Le ruego que me disponga una jaula con un jergón ya que no soy digna de tanto gasto.

- No es gasto. La habitación ahí está la uses o no. Y si te prostituyo, los clientes deben tener algo digno donde utilizarte.

- Entiendo Señora.

El tratamiento que la esclava de esclavas dio a mi dolorida vagina indicó el excelente adiestramiento que la escuela de la SEC proporcionaba a sus internas. A pesar del lastimoso estado de mis labios vaginales por causa de las perforaciones no noté ningún dolor y sin embargo su saliva fue un buen cicatrizante. Tan bueno como el flujo que segregué en los tres orgasmos que la atractiva gordita me proporcionó.

Muerta de cansancio le rogué que me introdujese en el ano el tapón hinchable para seguir dilatándolo. Nada más hacerlo me dormí sobre sus acogedores y espléndidas tetas.

A la mañana siguiente me levanté como nueva. Mi cara tenía un aspecto bastante normal. Los labios vaginales solo me molestaban ligeramente. La nariz solo dolía si me la tocaba y lo de la lengua ya no me dolía. Pero seguía sin poder hablar decentemente y me atragantaba con mi propia saliva.

Al levantarnos de la cama e ir al baño, la nueva Corina me recostó contra la cisterna del retrete sentada sobre la cisterna tapada. Me abrió los muslos y extrajo el tapón anal hinchable y me dijo:

- Sería un honor para esta humilde y despreciable esclava que la Señora vaciase su vejiga en mi boca.

No dije nada. Tal tratamiento me tenía encandilada. Abrí mis labios como había ensayado para mear de pie y mi esclava de esclavas se bebió mi dorado licor sin dejar caer una gota al suelo.

Me sentí muy satisfecha por haber sabido mear con chorro compacto y sostenido. Se lo comunicaría a Alba en cuanto la viese. Y le diría: ¿Ves? soy mayor pero no inútil.

Al ir a defecar volvió a ofrecerse la nueva Corina:

- Sería un honor para esta humilde y despreciable esclava que la Señora vaciase sus intestinos en …

- Por esta mañana está bien mi nena. Esto otro prefiero hacerlo en su sitio. Pero no te vayas. Quiero que nos duchemos juntas.

Aún así, Corina se empeñó en limpiarme el ano con su lengua. Tras ducharme junto con mi rolliza y tierna esclava, sin que se pudiese discernir si ella me enjabonaba a mí o yo a ella, nos secamos mutuamente y fuimos a desayunar, ella desnuda y yo en bata.

En la cocina se encontraba mi marido.

- ¿Y esta gorda despelotada? Lo que faltaba, mi esposa una ramera y montando un burdel en mi casa.

No hice caso a su comentario.

- Esta chica se llama Corina, como mi hija. Es la nueva criada y … algo más. Espero que agradezcas el favor que te hago: Si alguna noche o cuando sea tienes apremio, la puedes sodomizar para aliviarte.

- Pero zorra inmunda: ¿crees tú que voy a disfrutar con un bicho tan gordinflón?

- Bueno, ya veremos. La chica es muy atractiva. Y eso que no la has palpado y no conoces la calidez, consistencia y aroma de sus carnes. Eres un desagradecido.

- ¡Puagh! Puta pervertida y lesbiana.

- ¡Puagh! Cornudo.

- Adiós. Ahí te pudras.

- Adiós. Cuidado con tu pitilín que se va a pudrir antes que yo.

- Señora Ama, veo que se lleva mal con su esposo ¿realmente desea que me encuentre a su disposición si desea desahogarse?

- Si, Corina, si. Si mi esposo te reclama, dale las maravillosas nalgas que rodean tu agujero oscuro. Pero cuéntame si te usa. Ahora prepárame el desayuno y mientras lo como me comes tú a mi el coño. Después me voy, desayuna tú y limpia los cacharros y la casa. Cambia las sábanas de mi habitación porque anoche mi hiciste sudar mucho.

- Cuánto lo siento Ama.

- Cuánto te lo agradezco esclava.

Tras vestirme con mi sobrio pero elegante traje chaqueta salí dispuesta a poner a nombre de mi Amo todas mis posesiones aunque tuviese que comerme a algún notario, registrador de la propiedad o funcionario cualquiera.

Pero ustedes quizá no sepan lo que es eso. Hay una legislación catalana y otra estatal española. Hay notarios que no creen en tu sano juicio, hay mil problemas. El caso es que tras una semana de combate solo pude poner a nombre de mi Amo la tercera parte de mis posesiones. Otra tercera parte, que llaman de mejora sobre herencia o donación, la puse a nombre de Corina, mi hija, la hija de puta, de la puta que yo soy, ya les conté. El fregado más arduo fue el que tuve que afrontar para vender los bienes de la otra tercera parte, que sería para mis tres hijos, la hijaputa de mi niña Corina incluida, de tal forma que, siendo en metálico me fuera más fácil distraerlo hacia las cuentas del Amo.

Pero lo conseguí, una vez se ejecutasen las órdenes de venta, las dos terceras partes de mi patrimonio serían de mi Amo, más un 33,33% de la parte legítima de Corina que, habiendo ingresado ella en el internado de la Societat Esclavista de Catalunya, servirían al Amo para sufragar sus cuotas de socio casi indefinidamente.

He de reconocer que no hubiese conseguido tal proeza sin el concurso de mi esclava, la nueva Corina. Cada noche encontraba alivio, descanso, orgasmos y comprensión hundiéndome en sus generosas carnes, hasta tal punto que me enamoré de mi propia esclava. Eso tuvo las graves consecuencias que más tarde contaré.

De cada actuación económica a favor del Amo daba parte inmediata y puntualmente a Gloria, que era la esclava encargada de sus finanzas. Un día me llamó ella al móvil reservado a comunicación con el entorno de Amo:

- Oye, Neus D’Albagés, Nuestro Amo advierte que has puesto en venta un hotel en Cala MMM ¿es así?

- Sí. He puesto en venta varias propiedades para ingresar los beneficios en metálico en las cuentas del Amo.

- Bueno, cancela la venta de ese hotel. No sé si sabes que hay una suite de lujo reservada para tu familia. El Amo ha averiguado que allí se alojan frecuentemente tu marido y tus hijos con mujeres de, digamos … alta alcurnia. Por tanto no le interesa la venta ¿entendido?

- Sí, como el Amo disponga ¿y qué hago?

- Conserva el hotel a tu nombre. El Amo aprecia que es un buen lugar para establecer un burdel de lujo. En cualquier caso, cree que la suite reservada a tu familia es un buen lugar para que recibas clientes refinados cuando comience a explotarte como ramera de lujo y además grabar escenas de tus infectos familiares que pueden dar mucho juego en el futuro.

- De acuerdo, como ordene El Amo. Cancelaré la venta.

- Bien. Mañana puede que me acerque a tu casa para examinar si estás disponible para comenzar tu explotación comercial y/o sin ánimo de lucro. Ésta es la más penosa, ya te advertimos en su momento.

- Yo creo que estoy disponible. Y estoy deseando incrementar los beneficios del Amo. Lo único malo es que no pronuncio bien debido al piercing de la lengua.

- Eso no es inconveniente para follar. Me alegro de que sigas conservando tu buena actitud. Informaré de ello al Amo. Besos. Adiós.

Mi dependencia de mi esclava de esclavas, la nueva Corina, había ido incrementándose a tal extremo de que ella ya no utilizaba su habitación. Sus noches las pasaba en mi cama proporcionándome orgasmo tras orgasmo. Cuidaba de mi higiene y de la disposición de mis orificios. Noche tras noche metía su mano en mi vagina o mi ano para mantenerlos hábiles para mis próximas labores de ramera disponible para toda clase de prácticas sexuales.

Incluso le solicité que me azotase para no perder el hábito de yuxtaponer el placer y el dolor. Ella me rogó lo propio y en dos días disponíamos en el sótano de los elementos necesarios para mortificarnos mutuamente.

Ella cuidaba con su lengua y la pomada las perforaciones de mis labios vaginales y mi tabique nasal. Amorosamente me quitaba la argolla de la nariz cuando debía salir a la calle y me la volvía a colocar con infinito cuidado al regresar. Se acordaba de meter en su refugio la pesada bola que colgaba del anillo de mi clítoris. No dejaba una noche de sustituir las gruesas argollas de mis pezones por los artilugios de estiramiento. No había noche que no me durmiese con menos de dos orgasmos. Mi vida era lo más parecido estar en el paraíso.

Pero yo sentía que estaba traicionando al Amo. Me sentía atraída por aquella regordeta apenas salida de la adolescencia más que por la servidumbre al Amo.

Por si fuera poco, un buen día, cansada de mis esfuerzos con las leyes sobre donaciones, al llegar a casa, pensando en solazarme con las carnes de mi esclava, encontré a mi marido sodomizándola en la cocina mientras aferraba sus magníficas tetas, apoyada ella sobre la encimera.

No es que me irritase que mi marido estuviese invadiendo el ano de mi sierva, ya que yo le había dado permiso expreso para usarla. Lo que me sacó de mis casillas es que mi gorda novia estuviese disfrutando con unos gemidos totalmente animales.

Nunca me importó que mi marido me pusiese los cuernos. Es más, lo prefería porque me dejaba más libertad para acudir a servir a mi antiguo Amo. Pero ver a mi novia usada por aquel libertino me crispó.

Esa noche, Novacorina, como decidí llamarla definitivamente para evitarme el dolor que me producía llamarle solamente Corina, durmió en el frío sótano, con mi cinturón de castidad albergando un enorme tapón anal y un consolador demencial, y toda su piel enrojecida por la flagelación que me costó una tendinitis en el hombro derecho. Ella no dijo ni mu. Esa noche vislumbré el placer que sienten los Amos torturando y profundicé en el entendimiento de mi deber para con el mío.

Cada cosa que yo hacía me convencía más de la utilidad de mi ser actual. De mi condición de esclava cada vez más envilecida. Y la idea de aventurarme en los límites del envilecimiento provocaba flujos en mi vagina. Quería seguir enviciándome para alcanzar la depravación absoluta y contarla.

A la mañana siguiente desperté sin molestias por los piercings. Contenta por ello llamé a Gloria para comunicarle que ya estaba dispuesta para producir beneficios al Amo. Me dio la enhorabuena y me prometió adjudicarme un servicio al menos de prostituta para dentro de pocos días.

Radiante de alegría, pero con ligera desazón por mi injusto castigo, bajé al sótano para reincorporar a Novacorina a sus tareas. El aspecto de su nívea piel de apetitosa rolliza cruzado por mis latigazos me desconsoló y a punto estuve de abrazarme a ella e implorarle perdón.

Pero me acordé de que el castigo a ella había servido para darme a conocer el comportamiento de los Amos y por tanto hacerme el bien de saber conscientemente cual era mi condición. Por tanto, si yo deseaba ser una esclava perfecta, debía saber como tratar a mi esclava.

Impasiblemente la liberé y le dicté las instrucciones para el día sin el menor gesto de arrepentimiento por haberla azotado tan cruelmente. Y, sorprendentemente, aprecié que mi conducta era la correcta. Nada de caridad, nada de compasión, nada de comprensión. Un objeto es un objeto. Yo era para mi Amo un objeto con un código de barras tatuado a perpetuidad. Ella debía ser otro objeto para mí. O sea: Nada, porque un objeto no puede ser propietario de otro objeto según el Código Civil, puede serlo una persona física o una jurídica.

Tan nada era mi gorda que no encontraba eficiente tatuarla con un código de barras porque yo no sabía qué utilidad tenía eso. Solo que yo era un objeto de mi Amo y Él controlaría mi utilidad mediante ese código ¿pero para la utilidad de mi gordi?

Me asaltaron dudas sobre derechos humanos que decidí no atender. Porque, ¿si yo no me considero a mi misma como humana ya que no pienso –no debo-, por qué considerar pensantes a otros salvo a quien me gobierna, administra y vela por mi productividad económica?

Esas cuestiones eran muy fuertes para mí y me producían dolor de cabeza, así que en la cocina hice arrodillar a mi gordita para lamerme el coño mientras desayunaba imaginando que mi primer servicio de prostitución para beneficio de mi nuevo Amo sería tan notable que quizá consiguiese que me considerase digna de ser penetrada en algún orificio por su preciado pene. O al menos que me diera nuevamente a beber su semen.

Despejado mi cerebro de dudas existenciales, me retiré la argolla de la nariz y el pasador con las bolitas de la lengua, me introduje en la vagina la pesada bola colgante del anillo del clítoris y salí a comprarme ropa adecuada a mi trabajo de escort de lujo. Regresé con varios trajes chaqueta muy formales aunque con el bajo de la falda recortado, ligueros, medias y varias monturas de gafas con cristal sin graduación para parecer más intelectual.

Me habría apetecido comprar más cosas, sobre todo en un sex shop que encontré de camino y visité, pero no me atreví porque no tenía autorización.

Al probarme la lencería advertí que las marcas de los azotes sobre mis nalgas estaban muy desvaídas y no resaltaban casi nada. Me entró tal tremenda desazón por la falta de ornamento que yo consideraba imprescindible para mi condición de esclava que llamé nuevamente a Gloria para pedirle una cita para ser azotada y renovar las marcas de mis nalgas antes de comenzar a prestar servicios de puta de forma tan precaria.

- Oye, Neus D’Albagés, para mañana he conseguido que un Señor amigo del Amo se preste a renovar las marcas de tus nalgas. Te esperamos en la Casa a las 21.30. Cuando llegues pregunta por mí y yo me encargo de introducirte ya que El Amo está ausente. Además debo preguntarte, por indicación del Amo, cómo son tus relaciones con la esclava de esclavas que te ha asignado. La gordita que llamas Novacorina.

¿Cómo sabía Gloria que a mi gordi la llamaba Novacorina?

 

 

 

CONTINUARÁ.

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