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Mi venta (14: Concilar en mi casa mi esclava...)

en Dominación

Unos lectores se quejan de que mi relato es largo, otros que si soy lenta en publicar los capítulos, que si no describo sexo explícito, que si tengo baches sobre sexo en la narración, que si mi escritura es difícil de comprender, .. Otros además son crueles porque votan en contra para que Mi Amo me reprenda y castigue.

Rogaría a todos que entendiesen que mi ritmo de publicación no se acomoda más que a mi trabajo como prostituta al servicio del Amo y que, dado que mi vida entera sirve a Él, el trabajo como puta y actriz porno prima sobre mi deber de contar mi vida.

De hecho hace ya tiempo que cumplí el primer mes desde que fui afortunadamente comprada por mi actual Amo. Ya son seis meses desde entonces y Mi Amo me ha encargado contar anécdotas sobre lo que veo para agrandar su reputación y agilizar sus negocios. Pero no doy abasto para escribir además.

Ruego a los Caballeros y Señoras lectores que no voten mal los episodios, ya que conozco que existe tendencia a votar favorablemente para un relato en un solo capítulo y olvidar a quienes bajo látigo o sin él ofrecemos nuestra historia en varias sesiones.

………………………………

- Er … este … si, la llevo bien. Vamos, yo he pensado … que si una esclava como tú y yo no somos nadie y aún así tenemos nombre, aunque solo sea para diferenciarnos, pues que una esclava de esclavas es aún menos digna, y por eso la llamaba en mi interior Nada, pero le cambié el nombre a Novacorina. Pero, vamos, que si hace falta se lo cambio.

- ¡Ah! No, no, está muy bien. Me refiero a que si la usas como perra u objeto. Vamos, que no sea tu amiga con quien desahogues tus cuitas. No es esa la intención del Amo para el uso de esa basura gorda.

- ¡Ah, vaya! No te entendía. No, no, no, la uso como lo que es: una herramienta. Hasta la he castigado y meado.

- Bien, bien, esa conducta la aprueba el Amo. Es favorable porque así entenderás su conducta contigo y la escala de clases dominantes ¿entiendes?

- Sssí … barrunto.

- Hay un dicho: Si sabes obedecer, sabes ordenar. El Amo lo ha cambiado: si sabes ordenar, sabes obedecer. Si sabes como tratar a la gorda asquerosa, sabrás por qué el amo y otros seres superiores te tratan como te tratan y reaccionarás como has enseñado a tu sumisa gorda.

- Ya entiendo.

- Pero debo informarte de otra cosa: Antes que la obediencia a ti, debe obediencia al Amo, y a mi cuando transmito sus instrucciones. Por tanto la gorda no te obedecerá si hay conflicto de órdenes. Nos obedecerá a nosotros. ¿Entendido?

- Sssí … claro. Claro, como me va a obedecer a mí antes que al Amo. Sería una locura.

- Me alegro de que lo comprendas, porque habrá cosas que ella hará contigo que no te gustarán y espero que no la castigues por eso. Ella no tiene iniciativa alguna, si en algo se te impone es por orden nuestra. Sé justa con ella y no la castigues por esas cosas. Si quieres la castigas por placer, pero no por eso.

- Claro, claro. Lo tendré en cuenta. No tener en mi mente nada contra ella cuando la castigue.

- Buena alumna. Neus D’Albagés, eres muy inteligente.

- Gracias.

Tras terminar la conversación llamé a Novacorina, que se presentó ante mí de inmediato y se puso de rodillas.

- Oye gorda, tengo ganas de mear.

Ni qué decir tiene que la actitud de Novacorina fue ejemplar y yo pude practicar la meada en pie que me exigía El Amo. Advertí con gran satisfacción que ya manejaba muy bien el apartar mis labios del meato con una sola mano para que mi pis saliese compacto en un solo chorro, sin el lamentable espectáculo que dan otras soltando chorros fragmentados y dejando resbalar la orina por los muslos. Acerté a mearla en la boca sostenidamente durante treinta segundos desde metro y medio de distancia.

A continuación le ordené que me ayudase con el entrenamiento de los agujeros. Diligentemente fue a buscar algo al cajón de los juguetes eróticos regresando con un pene de látex bastante largo y gordo pero que yo ya había albergado en coño y ano sin ninguna molestia.

- Creí que se te ocurriría algo más grande, la dilatación que puede procurarme ese trasto la tengo más que superada tanto por el coño como por el culo.

- Para esos agujeros voy a emplear otra herramienta Ama. Esto es para la boca, también hay que entrenarla.

Le di la razón y empezó el adiestramiento de mi boca sin ningún miramiento. Nada más abrirla me lo metió de sopetón hasta la base de tal manera que el gordo prepucio me llegó a mitad del esófago produciéndome un tremendo dolor en el cuello. Tras sacarlo repitió la misma maniobra pero lo sujetó un buen rato dentro hasta casi ahogarme.

Así estuvo adiestrando mi boca para ser follada sin ninguna compasión mientras yo ya lloraba, moqueaba y vomitaba sin pudor alguno pero resuelta a ser la mejor puta del Amo.

Tras asearme la cara se dedicó a la expansión de mi chocho. Primero metió una mano dentro y estuvo follándome con el puño cerrado al tiempo que yo me dirigía irremediablemente a un orgasmo. Pero la muy cerda lo abortó estirando violentamente de la cadena de mi clítoris hasta hacerme ver las estrellas.

- Te vas a arrepentir, me has abortado un orgasmo cuando estaba a punto de alcanzarlo.

- Lo siento Ama, pero no debo permitir que tenga orgasmo alguno hasta que se ponga a disposición del Gran Amo. Él quiere que el estreno del uso de su cuerpo se haga con éste lo mas excitado posible para ofrecer la mejor impresión.

Después comenzó a meterme la otra mano sin sacar la primera. Cuando ámbas estuvieron dentro las unió y empezó a follarme con las dos juntas. Casi las sacaba del todo y después las metía hasta lo más profundo que podía. Cuando las sacaba casi, yo notaba estirarse enormemente mis labios.

Por último atendió a mi ano introduciendo una mano entera bien lubricada. Profundizaba hasta su codo y me la sacaba totalmente con el puño cerrado. Vista la facilidad con que mi esfínter se dilataba sin dificultad, desenganchó una bola china de su pareja y la agarró en su mano para aumentar el grosor de su puño. Ahí si que noté una tremenda tensión en mi esfínter.

- Ama, ahora hay que entrenar en la retracción.

Me esperaba el siempre poco eficaz invento de mantener un lápiz engrasado en cada esfínter, pero se le ocurrió otra cosa.: me desenganchó la bola que colgaba del anillo de mi clítoris y me la metió en el ano con la cadenita afuera. De la cadenita colgó una pesa y me indicó que caminase y diese saltitos procurando con la compresión de mi esfínter que la bola no se saliese. Al principio fracasé numerosas veces ya que la dilatación con su puño había sido descomunal, pero poco a poco la presión de mi esfínter fue venciendo el peso que procuraba sacar mi bola de su oscuro alojamiento.

Más tarde fue el orificio de mi coño el que se adiestro en la compresión.

Quedé muy contenta con el invento de Novacorina ya que una de mis preocupaciones era la de hacer regresar mis esfínteres a l estado que procurasen una buena presión sobre el pene tras ser sometidos inserciones extraordinarias.

- Muy bien cerda, lávate para hacerme una comida de chocho. Después quiero salir con mi ropa nueva para ver qué efecto causo en los machos.

- No puedo comerte el chocho Ama. Recuerda que no debes tener orgasmos hasta que empiece la explotación de tu cuerpo.

- Está bien, no me comas el coño, pero ayúdame a vestirme para salir a provocar machos.

- Debo ponerla el cinturón de castidad y quedarme con la llave.

Eso ya era peor. Mi nueva ropa delataría el artefacto. Aquello no se podía llevar en público más que con ropa holgada. Me di por vencida.

- Está bien, gorda. Obedeceremos a nuestro Gran Amo.

Me resigné a no tener orgasmos hasta el estreno de mi cuerpo ¿Pero cuándo sería? Al día siguiente me había citado Gloria para que un extraño renovara las marcas de azotes que adornaban mis delicadas y blancas nalgas ¿Sería ese el punto de inicio del estreno? ¿Tendría esa noche un orgasmo? Si fuese así no era tan mala la expectativa.

Inquieta y ansiosa de la próxima azotaina que refrescaría el ornato de mi grupa para deleite de mis usuarios no paraba de dar vueltas en el salón ante la mirada bovina de la gorda arrodillada en la alfombra.

- Novacorina, no tengo más remedio que dar un paseo para tranquilizarme. Ponme el cinturón de castidad.

- Solo podrá salir vestida con una gabardina, para no ir muy lejos.

- Está bien ¡leche!

Novacorina me colocó el cinturón de castidad y unas bolas chinas en la vagina.

- Lo ordenó el Amo, es para que se vaya calentando.

- Pues ya puesta, colócame un tapón anal gordo para seguir entrenando el agujero mientras paseo y además los elongadores de pezones. Así aprovecho el tiempo.

Salí a la calle en pelotas bajo la gabardina sin más ropa que el cinturón de castidad y los muelles de los pezones. Pero ¡Ay! Las restricciones de los muslos se revelaron francamente molestas para andar por la calle (Debo recordarles quizá, que de la cintura de mi aparato de castidad colgaban unas cadenitas por las caderas y por el interior de los muslos que sostenían unas trabas metálicas en los muslos sobre las rodillas, ligadas a su vez entre si por otra corta cadena entre muslos que impedía hacer pasos largos). Solo subir un bordillo un poco alto era ya difícil, no digamos cualesquiera otros obstáculos urbanos. Comprendí entonces los problemas de los discapacitados. Hay que añadir que las bolas chinas y el tapón anal no ayudaban en nada a mi torpeza caminando.

Por eso me acerqué a una zona donde había algunos solares sin construir -cosa bastante rara en la costa mediterránea - recordando que eran unos terrenos muy llanos. Había una pandilla de chiquilicuatres de entre 12 y 15 años allí que no me produjeron ningún miedo hasta que alguno lanzó un petardo cerca, me asusté y la ligazón entre muslos de mi cinturón de castidad me hizo caer al suelo. Mi forma de levantar por causa de las trabas debió se cómica porque se acercaron partidos de risa.

- Y qué nenes ¿es esta la educación que os dan vuestros padres?

- Calla puta.

- Puta lo será tu madre, chaval.

- Mi madre no viene por aquí. Aquí solo vienen las putas callejeras a mamarle la polla a los mayores o dejarse follar, y las viejas a pasear un perro. Tú no tienes perro y vistes como las putas, con gabardina, para que sea más fácil follarte. Seguro que estás en pelotas debajo.

- Cállate insolente. Solo estaba dando un paseo porque me duele una pierna y no puedo caminar por las aceras con todos los obstáculos.

En ese momento estalló otro petardo tras de mi y del susto pegué tal bote que se me abrió la gabardina y dejé mis tetas al aire con los elongadores de pezones brillando al sol del atardecer.

- Jodeer, esta si que es una puta de las guarras, muy, pero que muy guarras, lleva los pezones anillados con una cosa rara.

- Calla cabronzuelo ¿Tú que sabes? Dejadme en paz.

- Mi primo me ha dicho que las putas guarronas se anillan los pezones y los labios vaginales ¿Qué creéis chicos?

- Pues que es una puta guarrona –al unísono

Y empezaron a cantar: puta, puta, guarra, guarra, yo te quiero follar. –Al ritmo de una antigua canción rusa de moda por un anuncio de coches.

Decidí salir huyendo pero me seguían con el mismo cántico. Bueno, no me seguían, me rodeaban porque la restricciones de los muslos no me permitían, no ya correr, sino siquiera dar pasos largos y mucho menos salvar un obstáculo alto. Así que empezaron a meterme mano pese a mis amenazas y manotazos.

- ¡Joooder, tíos! La puta tiene algo raro en el culo. En el canalillo. Una cosa dura.

- Seguro que es tan calentorra que se ha metido algo en el culo o en el chocho.

- Anda furcia, dinos lo que te has metido, te lo sacamos y te consolamos con picha.

- Dejadme, cabrones, esto es un error. Yo solo paseaba. Si me dejáis en paz os lo explico.

- Déjate de explicaciones y chúpanos la polla, cerda.

Eran una docena y no me veía en condiciones de escapar, así que accedí.

- Vale, os la chupo y me dejáis en paz para irme a mi casa y os aseguro que no soy una buscona.

- ¿Y por qué convienes en chupárnosla sino eres una puta callejera?

- Es difícil de explicar. No estaba donde debiera estar, como debiera estar, y con quien debiera estar.

- Olé chicos, tenemos una furcia muy bien hablada. Pero, al grano –se la sacó- chúpame la polla.

Me comí el juvenil semen de una docena de adolescentes dos veces seguidas para todos y una tercera vez para algunos. Es increíble la capacidad de reposición que tienen los adolescentes. Me entró la duda de si debía tragarme ese semen o no, ya que no eran ni mi Amo, ni Señores, ni caballeros, pero ante la instrucción que Gloria me había dado "el semen de un hombre no debe estar en el suelo en tu presencia" pues me tragué lo de todos. Bueno, todo no, algunos impacientes se pajeaban viendo mi arte con su compañeros y se derramaron en mi cabeza, cara y tetas, ya que la gabardina estaba completamente abierta para manosearme y examinar mi cinturón mientras esperaban turno.

Lo peor llegó cuando apareció la guardia urbana en una ronda: Los chicos escaparon como alma que lleva el diablo y los dos fondones guardias renunciaron a perseguirlos, máxime cuando no estaban seguros de que allí sucediese ningún delito. Así que se acercaron a mi.

- Señora ¿Ha pasado algo? ¿Está usted bien?

Levantándome a duras penas por la restricción de los muslos les contesté:

- Sí, perfectamente. No pasa nada, gracias.

- Qué le hacían los chavalitos

- Nada, nada, les había preguntado por una calle.

Ya más cerca de mi observaron mi gesto para taparme con la gabardina y el semen esparcido por su pechera, mi cara y mi pelo.

- Uyuyuy, me da que usted no es señora precisamente.

- Oiga no insulte.

- No he insultado. He expresado una sospecha que tenemos que aclarar en comisaría.

- De qué se me acusa.

- De perversión de menores. Pederastia. De una docena, más o menos.

Antes de entrar en el coche me dieron una caja de pañuelos de papel para limpiarme y se quedaron con los pañuelos sucios en una bolsa de plástico.

- Hay que analizar esa sustancia para corroborar la sospecha.

En la comisaría pude llamar para informar a Gloria de mi situación.

A la mañana siguiente salí de allí entre las risas de los guardias tras saberse lo de mi cinturón de castidad y los elongadores de pezones después de que una matrona me hubiera registrado antes de meterme en una celda. En la celda había alguna ratera y varias fulanas que estuvieron muy interesadas por mi cinturón de castidad, una pesadilla. Me condujeron al juzgado donde estaban Gloria y un abogado. No me enteré de nada porque comencé a notar ganas de hacer caca.

El caso es que salí del juzgado bajo fianza que pagó Gloria con tres cargos, el peor el de perversión de menores. De los otros no me acuerdo porque mi único interés era entrar en un bar a hacer mis necesidades. Sabía que Gloria llevaría otra llave de mi cinturón y se lo susurré al oído. Nos despedimos del abogado mientras Gloria y yo entrábamos en una cafetería para desayunar y atender las exigencias de mis tripas.

Después la chica me llevó a casa no sin informarme de que El Amo había entrado en cólera al saber de mi desdichado percance y que sería despiadadamente castigada por imprudente. Lo que más le molestaba es que hubiera sido fichada por la policía y que tuviese que comparecer en un juicio por un delito tan mal visto. Temo mucho que mi valor como esclava haya mermado considerablemente.

Me dejó en manos de Novacorina recordándome que a las 21.30 debía comparecer en la Casa para refrescar los verdugones de mis nalgas. Me reconfortó recordar esa cita y tras asearme con la dulce ayuda de la gorda me fui a la cama ya que en la celda había sido imposible dormir, pero nuevamente con el cinturón de castidad que implacablemente me volvió a colocar para que no tuviese la tentación de masturbarme y aminorar mis ansias de sexo.

Durante la larga siesta tuve unos sueños la mar de eróticos imaginándome a mi misma contemplando mi propia flagelación e indicando la potencia de los golpes y la longitud e inclinación de las marcas. Menos mal que Novacorina me colocó el cinturón, porque aquellos sueños llevaron inconscientemente mis manos a la ingle. Desperté con la sábana muy mojada bajo mis genitales.

Pese a que desperté a las cuatro de la tarde, mi ansia por acudir a la cita con el mejor aspecto posible me hizo apurar a la muchacha para que me ayudase a acicalarme. Tres enemas le pedí que me administrase, con lupa le hice examinar todo mi cuerpo y singularmente mi pubis por si había algún pelillo levantisco con el tratamiento de depilación láser, ninguna ropa me parecía adecuada y menos el maquillaje. Ella, razonablemente, sugirió el mínimo posible ya que las lágrimas, el sudor y los mocos me lo descompondrían dejándome peor.

Salí de casa pues con un vestido holgado para disimular mi cinturón de castidad y puntual estaba yo a la hora citada. Faltaría más. Lástima que no estuviera presente El Amo para ser testigo de mi voluntaria entrega al ornato de su más sumisa esclava.

Yo me consideraba su más sumisa esclava por una sencilla razón lógica: era la mayor de todas y con experiencia anterior. Se me dio la oportunidad de ser liberada teniendo más que sobrados medios económicos para mantenerme holgadamente hasta el fin de mis días. Me he sometido al repudio familiar y del círculo de amistades. Y además seré una cara más de furcia guarra en Internet solo por Él.

¿Quiénes más de su esclavas han renunciado a tanto?

CONTINUARÁ. (Si mi Amo quiere)

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