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La sucia noche de la golfa Marcela

en Hetero: Infidelidad

Ya eran al menos seis días sin contacto con Marcela. Suponía que había encontrado a otro más pervertido que yo para sus pendoneos o que había regresado a su vocación de puta de burdel.

Pero por fin llamó.

- Dani: Mi marido se va el jueves a Berlín y regresa el domingo. Quiero que me sorprendas con algo grande. Tengo el coño ardiendo.

- ¿Y qué has hecho estos días zorrón?. ¿no te vale con ello?.

- Estuvieron unos pintores en casa pero ya se acabó.

- ¿Cuántos?

- ¡Bah! Solo dos.

- Te parecerán pocos con el barrigón que tienes, cerda.

- Hasta veinte me parecerían pocos. Dani, porfa, búscame algo sonado. Sueño con cientos de pollas llenándome de semen.

- Eres asquerosa, solo me tienes para que te busque más pollas aparte de la mía.

- Te juro Dani que te quiero, pero sabes que necesito más.

- Estás enferma, tía.

- Dani, porfa, cúrame. Consígueme sementales.

- Está bien. Te voy a conseguir una cosa seria. Hasta la gran ramera de Babilonia quedaría satisfecha. Pero yo no soy responsable si abortas.

- Ya sabes que me importa un bledo lo que le pase al hijo de puta que llevo en el vientre. Solo me lo dejé hacer por el puro morbo de pendonear y guarrear con esta gorda barriga. Sé que los hombres os perdéis por tiraros a la hembra preñada de otro.

- Bueno, te llamo el jueves por la tarde.

- Gracias amor. Un besazo en la polla.

Aquella guarrona se merecía que pusiera en práctica algo que se me había pasado por la cabeza y que había comentado con mi amigo Néstor, dueño de un club de alterne, el cual me había ofrecido su colaboración y la del personal de su establecimiento. Hasta ahora no me había atrevido a llevarla adelante por temor ante el embarazo de siete meses de Marce.

Conocí a Marce hace un año en un club de alterne. Creí que era una puta más del local, pero no. Simplemente estaba buscando un polvo en el lugar más fácil. Según su lógica, si allí acudían hombres con la idea de pagar por un caliqueño, nada más sencillo que capturar a uno si se lo facilitas gratis. Los dos primeros polvos que le solté, dentro de su coche, fueron en su boca y en su culo perfectamente limpio de cacas. El de la boca se lo tragó mirándome con cara de lujuria. Tras el segundo, de cuclillas hizo esfuerzos para que saliera el semen de su ano que recogió en la palma de su mano para tragárselo también. La propuse llevarla a mi casa para seguir con más guarradas, pero solo me pidió el teléfono. No tenía excusa ante su marido.

Dos días después me llamó y vino a mi casa. Fue una tarde en la que mis mayores anhelos fetichistas se cumplieron. Aquella señora se prestaba a todo. Desde entonces nuestras vidas fueron un cúmulo de orgías sexuales donde entraban todo tipo de drogas y perversiones.

Me contó que desde los 16 a los 28 años fue prostituta, a domicilio y hotel o callejera si le apetecía. No es que tuviera necesidad alguna. Su familia tenía pasta. Simplemente le gustaba ser prostituta. Su tarifa era baja para conseguir más clientela, de más baja estofa y sentirse más sucia. Se prestaba a toda práctica.

Un buen día, en que se dirigía a una cita con un cliente masoca, iba vestida con elegante ropa de ejecutiva como le había pedido el tipo. Una tormenta repentina la obligó a refugiarse en el primer lugar abierto. Era una galería de arte y allí conoció a su futuro marido, ingeniero, con dinero y algo inocente.

De inmediato la pervertida se imaginó estar casada y poner cuernos. Le pareció más morboso que ser prostituta y en menos de un mes llevó al ingeniero al altar con la resignada y tibia oposición de la familia de él. Ya en el viaje de novios le colocó la cornamenta tres veces en situaciones algo arriesgadas que la ponían incandescente.

Cuando la conocí llevaba casada tres meses y tardó solamente dos semanas tras nuestro encuentro en pedirme que la dejase preñada para incrementar la cornamenta del ingeniero. Me negué, claro. Pero a partir de ahí fue cuando tuve que comenzar a hacer de celestino para proporcionarle hombres que la preñaran. Tuve la delicia de contemplar cómo mis amigos y bastantes desconocidos depositaban su semen en la insaciable cavidad de mi amante desconociendo que los quería hacer padres sin su consentimiento.

Tres meses después de emprender la campaña pro embarazo me anunció con gran contento que su barriga empezaría a crecer. Desde entonces se aventuró más y más para hacer crecer la cornamenta de su esposo, aunque no quería que él conociese sus actividades para no perder la diversión que le proporcionaba hacer crecer las astas del ingeniero.

Conforme crecía su tripa se arriesgaba más. Le encantaba que yo entrase antes que ella en cualquier bar de carretera de mala muerte y contemplase cómo se levantaba a cualquier tipo, un camionero habitualmente, para llevárselo a que le diese por el culo en el camión de él o el coche de ella. Quiso hacerlo en el mío pero no se lo permití visto cómo tenía manchados los asientos del suyo y el olor a lefa que no podía quitar por más ambientador que pusiera.

Realmente yo tan solo era para ella su otro marido, cornudo consentidor y cómplice de sus depravaciones siendo el otro quien desempeñaba el papel de engañado tradicional. No quiero con eso decir que desempeñase mi papel a disgusto. Todo lo contrario. Me excitaba enormemente ver a mi amante siendo follada y sodomizada por cualquier extraño.

Bueno, pues la noche del jueves la gran zorra se encontraría satisfecha.

La recogí en mi coche en una calle llena de fulanas. Le gustaba rememorar sus tiempos y ponerme en el trance de que alguien me reconociese metiendo en mi coche a una mujer vestida de puta. Como siempre se subió la exigua falda para que cualquiera que condujese un cuatro por cuatro contemplase su pelado conejo exhibiendo los seis anillos, tres en cada labio exterior, que se hizo colocar antes de su matrimonio y que fue una de las cosas que convencieron al ingeniero para babear tras ella. Y … a muchos más, entre ellos yo, por qué negarlo. Además tenía perforados los pezones y la lengua. El tabique nasal también, pero solamente se colocaba el anillo en ocasiones muy escogidas aunque siempre lo llevaba en el bolso por si se terciaba.

Mientras conducía me di cuenta.

- Marce, tienes la blusa mojada a la altura de los pezones.

- Ah sí, ya estoy produciendo calostros.

- Que produces … ¿lo cualo?

- Leche, ¡coño!, leche. Estoy preñada ¿no?. Y espero que te guste mamarme la producción. Me da un morbo formidable que los tíos me maméis las tetas llenas de leche. ¿Lo harás, no?.

- Joder Marce, seguro. Yo sabes que no paso de nada fetichista.

A la doce de la noche estábamos ya en el club de alterne de mi amigo Néstor. Nos sentamos en una mesa contemplando el espectáculo de streep tease del reducido escenario con los espectadores casi encima ya que el lugar estaba abarrotado. Afortunadamente Marce no se percató de que las entradas eran anormalmente caras y de que nosotros entramos gratis.

Nos sirvieron lo que pedimos y Marce ya estaba ojeando qué carne había alrededor para rellenar sus insaciables agujeros. Terminó el espectáculo y sucedió lo previsto.

Tres focos nos iluminaron mientras una subyugante mujer negra de unos treinta años aparecía en el escenario provista de micrófono y bastante desprovista de ropa: Sujetador de media copa de látex mostrando ubres –esa es su calificación- con unas amplias y oscurísimas aréolas dominadas por unos gruesos pezones perforados por unos recios pasadores conectados a un mecanismo de muelle que, estribado en la aréola, los tensaba implacablemente hacia delante. Unas cuantas tiras y retales de látex resaltaban, más que disimular, su amplio pubis y su orondo pandero. Sus muslazos y piernas eran para adorar. Tersos, brillantes ….. ¿comestibles?

- Queridos amigos. Estoy con ustedes, su negra favorita Katanga. Hoy tenemos en este local a una señora, y digo bien señora, no señorita. Contemplen su espléndida barriga. Marcela, si haces el favor de ponerte en pie …..

Los focos se centraron repentinamente en nosotros. Marce dudó unos segundos y me miró. Le guiñé el ojo: - Tu sorpresa amor. Hoy serás muy bien follada.

Marce se puso en pie y orgullosamente se llevó a la barriga las lindas manos de largos dedos rematados en unas uñas perfectamente esmaltadas. Además levantó la mano para que se viese bien su alianza matrimonial reluciendo bajo la intensa luz. La negra prosiguió:

- Marcela es una señora casada y embarazada que desea poner los cuernos a su marido de forma incontrovertible. Por eso desea ser utilizada sexualmente ante ustedes, querido y respetable público. ¿No es así Marcela?

Marce me miró y volví a guiñarle: A por todo cariño.

- ¡Siii Katanga. Quiero follar ante todo el respetable público!

- Muy bien querida, voy por ti.

La negra se acercó sorteando las abarrotadas mesas y, bajo la violenta luz de los focos pidió a Marce que se pusiese en pié sobre nuestra mesa.

- Observe el respetable a nuestra desbocada y sucia ama de casa. La voy a desnudar para ustedes. ¡Oh querida! ¡Qué facil! Si ya vienes vestida como una puta. Seguro que sabías que ibas a follar esta noche.

- Sí Katanga, mi amante, aquí presente, me lo prometió. Pero se reservó hablarme de esta sorpresa tan grata.

- Bien querida, gírate para que todo el respetable aprecie tu fabuloso cuerpazo fecundado y generoso. Y ahora que tengo tu ropa en mi mano … poco pesa por cierto … exigua ¿eh? .. ¡Vaya! hay humedades en ella.

- Es que ya produzco leche Katanga y ademá mi coño siempre está rezumando. Quiero que quienes me follen también mamen de mis tetas ante el público.

Sonó un estruendoso aplauso que impidió durante medio minuto el discurso de la negra, pero permitió a todos contemplar el gracejo de mi amante, en pelotas sobre la mesa, destellando sus anillos bajo los focos, acentuada su barriga por la iluminación, agradeciendo con donairosos gestos y reverencias los aplausos.

- Y dime Marcela. ¿te da algún reparo subir a ese escenario y prestarte a ser usada sexualmente ante tanta gente?.

- No Katanga, no me da reparo alguno. Estoy deseando follar.

- Si señora, ya veo que tu coño está francamente brillante de humedad.

- Estoy deseando subir al escenario y recibir pollas por todos mis agujeros. Ser inundada de semen. Si pudiera me calzaría a todos los presentes … y a mis colegas las putitas que por ahí merodean buscando negocio.

- Y dime, Marcela, ¿sabes cuantos tipos te van a usar y cómo?. Estás embarazada, ¿No te da aprensión poner en peligro a tu bebé?

- No Katanga. Me dejé preñar ex profeso por el morbo de pendonear y emputecerme mostrando una buena barriga. Desconozco quién es el padre del parásito hijo de puta que llevo dentro y me importa un bledo. A mi solo me importa la barriga para mostrarme más guarra y degenerada ante una buena polla. Y te agradezco a ti y a mi amante la oportunidad que me dais para mostrar en público mi depravación. Seguramente, cuando haya parido esta cosa –se frotaba la barriga – volveré a hacerme preñar.

- Pues bien, Marcela, vamos al escenario a mostrar tu lujuria. Antes debieras agradecer a tu amante el regalo del espectáculo que vas a dar.

Marce se arrodilló sobre la mesa mostrando al público su hermoso culo que Katanga se encargó de despejar separando las nalgas mientras yo ofrecía mi polla a la boca de la desenfrenada ramera que era mi amante. Me hizo una felación como no conocía de ella. Noté que mi bálano traspasaba su garganta sin que se atosigase. La aparté porque de correrme no hubiera disfrutado bien del espectáculo que le habíamos programado.

Mientras me la mamaba, Katanga le había colocado al cuello un ancho collar de cuero con anillas y, rebuscando en su bolso, según mis previas instrucciones, encontró el anillo de la nariz que le colocó tras retirar yo su boca de mi polla. Marce pareció un poco contrariada por tener colocada la anilla de la nariz, pero cuando Katanga le trabó en ella una cadena para tirar de su persona hacia el escenario me sonrió y se despidió con un saludo de su atractiva mano y un "gracias amor".

Ni qué decir tiene que en el trayecto desde nuestra mesa al escenario, con Katanga tirando de la cadena de la nariz, no hubo mano alguna que no palpase y evaluase las carnes de mi amante. Bueno, bastantes prefirieron catar los muslazos y nalgas de la sublime negraza, respecto de la cual debo confesar que mirar su cara provocó que mi polla, siempre dispuesta a erguirse, estuviese dura como nunca. Mentalmente tomé nota de la tal Katanga para visitar sus delicias en un futuro si es que era posible.

Quizá la negra apartase manos y bocas de tipos babosos durante el recorrido. Lo contrario que Marce, que no tenía inconveniente en contonear las nalgas, balancear las tetas y acariciar cabezas con sus deliciosas manos para provocar el manoseo de aquellos salidos. Menos mal que Katanga era la dueña de la cadena que mi amante llevaba trabada en el anillo de su nariz. Y menos mal que a tiempo discutimos y acordamos ese detalle. Si no Marce se hubiera quedado a mitad de camino empalada en cualquier cipote. Llegadas al escenario y mientras dos negrazos despelotados colocaban dos mesas, una de ellas con algunos artilugios, la negra le dijo a Marce:

- Marcela, primero algo de higiene, como debe hacer una buena zorra experimentada ¿no?.

- Eeer ... si ... claro ... A qué te refieres. Yo soy muy limpita.

- Bueno, primero afeitar esos cañones de tu pubis. Chica, por lo menos no te has afeitado el conejo en una semana.

- Pues si. Si llego a saber esto ...

- Un voluntario del respetable para afeitar el conejo de nuestra heroína.

Varios tipos se abalanzaron atropelladamente al escenario pero solamente el primero fue agraciado. Los demás hubieron de regresar a sus sillas pero pocos las encontraron vacías. Los de detrás las habían ocupado de inmmediato para acercarse más al espectáculo.

Katanga hizo tumbarse a Marce boca arriba sobre la mesa vacía y ésta lo hizo encantada abriendo bien las piernas para facilitar la labor del barbero espontáneo acariciándose con sus lindas manos el barrigón.

Mientras se efectuaba el afeitado, la negra iba preguntando a Marce:

- Bueno zorrona, ¿te gusta el tacto del barbero?

- Me encanta, me calienta mucho que me afeite ante tanto macho ávido.

- Dime Marcela, ¿qué te incita a poner cuernos a tu marido tan obscenamente?

- No sé. No sabría contestarte. Solo sé que la idea de poner la cornamenta a mi circunspecto esposo me hace soltar cataratas de flujo. ¿No lo nota buen hombre?

- Joder que si se nota –dijo el improvisado barbero. La resbala hasta el ojete en una catarata. Le podría endiñar la polla por el culo sin necesidad de lubricante ¿Puedo negrita?

- Ni hablar. Puede que tengas ocasión pero primero son estos escogidos ejemplares de mi raza los que van a satisfacer a la golfa. ¿Te gustan mis negros puta? ¿Quieres saber sus nombres?.

- Me importan un rábano sus nombres. Yo lo que quiero es que me las claven por todos los agujeros y sobar esos abultados y duros músculos.

- Bueno, veo que tu chumino está decente. Después lo dejaremos aún más atractivo. Gracias caballero. Puede sentarse y, como le dije, quizá más tarde tenga ocasión de disfrutar de esta ramera depravada. Ahora sigamos con tu aseo Marcela. Ponte a cuatro patas y enseña tu ojete apartando esas golosas nalgas con tus bonitas manos.

Katanga tomó de las manos de uno de los negros una jeringa para enemas y se lo administró a mi amante con habilidad y sin dilación alguna, previniendo a continuación la fuga mediante un grueso tapón anal que entró sin problema en el elástico y lubricado ano de la adúltera. Marce pareció incomodarse.

- Joder Katanga, eso no hacía falta. Me he limpiado yo las tripas antes de salir de casa.

- ¿Cuánto tiempo hace de eso?

- Dos horas.

- Demasiado tiempo. No quiero que mis sementales se ensucien sus hermosas herramientas. Ahora vamos a sazonar tu coño. Date la vuelta.

Un negro descorchó una botella de cava, se la pasó a Katanga y ésta enchufó el gollete sin demora en la vagina de mi amante quien volvió a protestar con escaso éxito, porque de seguido, y con maestría, la negra le colocó otro tapón y un cinturón de castidad que le impedía desahogar los dos inundados conductos.

Noté que Marce se inquietaba y su rostro adquirió un gesto muy alejado de la impúdica sonrisa que había exhibido hasta entonces. Por un momento yo también me preocupé, pero recordé que Néstor me había asegurado que todo estaría bajo control.

- Veamos, golfa pendona, mientras las lavativas surten efecto conviene que vayas poniendo en forma las vergas que te vas a alojar en tus indecentes agujeros. Así que a mamar. De rodillas ante tus amos.

Los dos negros se pusieron ante la arrodillada barrigona mostrando unas estacas colosales tanto por longitud como por grosor. Katanga desenganchó la cadena de la anilla de la nariz de mi chica.

Marce se lanzó con avidez a tomar en sus manos la primera polla. Sus blancas y delicadas manos contrastaban acusadamente con la negrura de aquella manguera. Tras permitirla acariciar, besar y lamer cuan larga era la longaniza, el negro la agarró de la nuca y le enfundó la estaca hasta los cojones. Muchos pudimos contemplar cómo la garganta de la cerda se dilataba monstruosamente por la invasión del agresivo cipote.

Tras retroceder en el ataque, Marce comenzó a toser y buscar aire, pero poco tiempo le dio el animal porque segundos después su cuello volvía a estar deformado por el bulto del bálano. Tras varias acometidas la guarra comenzó con las arcadas y terminó soltando la pota en los pies del descomunal negro.

- Marcela –le dijo Katanga- si manchas de vómito los pies de un posible follador no tendrás mucha posibilidad de que ponga empeño en regalarte orgasmos. Debes comportarte debidamente y para ello nada mejor que imponerte alguna disciplina.

Colocó a mi hembra preñada unas muñequeras de cuero y ligó sus manos a la espalda en el cinturón de castidad. La pobre quedó totalmente a merced. Por si fuera poco le arreó al menos diez veces en las nalgas con una pala de ping pong mientras su boca era invadida por el siguiente negro.

- ¡Bah! Marcela, no eres tan golfa como te crees. Yo me como la polla de mis sementales todos los días hasta los testículos y tu no eres capaz siquiera de contener las arcadas. Si, realmente lo que eres es un ama de casa vulgar y corriente y te crees una sucia puta porque te tiras a ancianos, niños y pijos de polla enana.

Marce no era capaz de hablar. Bastante tenía con conseguir que su mandíbula se ajustase a su posición ordinaria y que su garganta recuperase la capacidad de modular la voz. El público callaba expectante ante el cruel cariz que tomaba la cosa.

- Veamos, inútil. Voy a intentar que tu patético coño sea un poco más lucido. Mientras intenta animar con tus manos, a mis chicos ya que no eres capaz con la boca. Si no fuera porque soy negra se notaría el rojo de la vergüenza que estoy pasando contigo. No mereces formar parte de nuestro espectáculo. Eres una vulgar furcia callejera que se cree buena porque baja el precio y se levanta más clientes. ¡Inmunda cerda!.

Marce, en un susurro de voz ronca , suplicó:

- Katanga, mis tripas, voy a reventar …. por caridad … no puedo más.

- ¡Ah! ¿Es eso? No sabes ni puedes soportar unas mínimas reglas de higiene. Prefieres contagiar de sífilis, gonorrea o sida a cualquiera porque no eres capaz de limpiar debidamente tus agujeros. Está bien, está bien. Te voy a dejar vaciar, pero eso impedirá que tus folladores inyecten su valioso semen en tus agujeros. Tendrán que usar condones y eso es poco agradable para ellos. ¿No prefieres seguir purgándote antes de defraudar a tan notables sementales?

- Lo int … inten … taré.

- Eso está mejor, gorrina. Voy a ver si tiene algún arreglo tu mísera almeja y esas ubres colgantes como calcetines llenos de arena. Lo que no tiene remedio son esas espantosas nalgas grasientas de furcia preñada. Mira las mías, duras, redondas, erguidas, y bésalas porque en tu miserable vida tendrás ocasión de hacerlo otra vez. ¡trabaja las pollas que no mereces, puerca!

Tras ser desatadas sus muñecas de su cinturón de castidad, mi amante trabajó nuevamente con sus manos las dos vergas. Era tal su empeño en reparar su imagen ante el respetable público que, pese a sus distendidas mandíbulas y su desgarrada garganta, volvió a lamerla, besarlas e incluso chuparlas.

Pero su palidez y sus sudores mostraban los estragos que el enema hacía en su vientre. Por fin Katanga se apiadó y colocó bajo ella una palangana, quitándole a continuación el cinturón de castidad y los tapones de los agujeros. Las salidas de líquido fueron turbulentas y ruidosas y el público aplaudió el espectáculo en tanto que Marce se ruborizaba de hacer sus necesidades ante tanto tipo enardecido.

- ¿Por qué te avergüenzas de hacer tus necesidades en público? ¿No te consideras una cerda?. Pues demuéstralo a tus seguidores. Estos santos varones no están aquí para ver una nena vender su virginidad –esos son otros- están aquí para contemplar a una genuina cerda. Así que siéntete orgullosa de lo que eres y por lo que se te valora y suelta tu miseria sin reparo.

- ¡Mira gorrina!, mira la palangana, tus tripas no estaban tan limpias como decías. Ahí hay restos de heces. Si no te obligo a limpiar las tripas se los hubieran llevado mis sementales. Bueno, te expulsaría de aquí por inútil, pero por respeto a tu amante que ha expuesto su prestigio por una patética hembra como tu, te voy a dar la oportunidad de que te follen. Anda, imbécil, clavate por el ano en la polla de Max. Ahí está el pobre, dispuesto a sacrificar su ínclita verga en tu patético agujero. Empálate de espaldas a su cara.

El negrazo de polla más gorda se tumbó en el suelo y Marce, obediente, se empaló en la tiesa verga por el ano un tanto tambaleante por el desequilibrio que le provocaba su abundante panza y con gestos de dolor ante la intrusión de tamaña estaca en su agujero menos ensayado.

No bien se acomodó, tras mostrar inevitablemente al respetable sus rictus de padecimiento, al ritmo que de inmediato emprendió el tal Max, el otro negro, de polla más larga aunque también de buen calibre le empujó por el pecho hacia atrás y, tras unos intentos fallidos, consiguió alojar su pene en el coño de mi chica adúltera.

A partir de ahí todo fue una vorágine. Los movimientos de los dos tipos eran demenciales. La cambiaban de posición y se intercambiaban los agujeros sin ningún miramiento por su embarazoso estado. Tan pronto se encontraba empalada por el coño y aferrada al cuello del follador por sus brazos mientras era sodomizada por otro, como era volteada para que los tipos cambiasen de orificio.

Saqué el teléfono móvil y dejé mi dedo en la marcación del 112 porque estaba convencido de que de un momento a otro mi amante iba a abortar. Cuando comenzó a mugir como una vaca y a chillar como una gorrina apreté el dedo. A los pocos segundos tuve que decir a la operadora que había sido un error. Marce simplemente tenía un monumental orgasmo. Intervino nuevamente Katanga:

- Bueno, respetable público, ya ven que mis chicos han conseguido arrancar un orgasmo a esta inmunda puerca de coño inútil sin que ellos hayan derramado una gota de esperma. ¡Vamos chicos, meneaos la verga para soltar vuestro semen en este cuenco ya que la cerda deplorable ha sido incapaz de conseguir que rellenaseis su agujeros!

Los tres negrazos se dedicaron masturbarse ante el vaso que Katanga les ofrecía vaciando sus testículos en él mientras que mi Marce lloraba de vergüenza y humillación.

- Katanga, por favor, que me follen otra vez y me dejen el semen, me haces trampa, puedo seguir follando y sacarles yo el esperma, por favor … por favor .. no me hagas eso …

- Calla inútil. Coño de mierda. No están mis chicos para perder su tiempo y su cuerpo con una mierda de zorra como tu. Lo siento por tu amante, que es un buen chico y lo has dejado en evidencia y avergonzado. Él te ha favorecido concertando este espectáculo en la idea de que eras una gran ramera y ahora se ve defraudado. Anda, vete con tu marido, convéncele de que lo que llevas en la panza es producto suyo y dedícate a las compras y el AMPA del colegio que será lo único que hagas bien.

- Katanga, por favor, no me lo hagas, soy una puta de veras y muy buena, es que me ha cogido de sorpresa. Repitamos y te lo demostraré. Por favor … por favor … ¡Daaani … por dios … ayúdame … dile lo zorra que soy … dile a esta negra cómo follo … cuéntale nuestras aventuras!.

- Anda, Katanga, deja a mi amante demostrar lo que es. Estoy seguro de que sabes que es buena follando. Dale la segunda oportunidad.

- Está bien Dani. –micrófono en mano- Le daré a esta mierda fulana de palo otra ocasión para demostrar que sabe algo de sexo duro. Bueno, no hace falta tanto. Simplemente que demuestre lo que se jacta.

- Gracias Katanga. ¿La aleccionas tu o lo hago yo?

- Que decida el respetable público.

¡Katanga! ¡Katanga! ¡Katanga! ¡Katanga! ….

- Decidido, anda, ama de casa preñada, bébete este vaso de semen de mis machos y vamos a que te duchen. ¡Querido público, en un cuarto de hora estamos con ustedes nuevamente, entretanto disfruten del número lésbico de las lindas gemelitas KR que cumplieron anteayer sus 18 añitos!

. . . . . . .

Cuando las hermosas gemelas terminaron su calentísimo lésbico volvió a aparecer Katanga tirando de la cadena nuevamente enganchada a la argolla de la nariz de Marce. Tras ellas apareció en escena otra negra de abundantes pero atractivas carnes. Ámbas estaban dotadas de un pene artificial sin arnés. Ya conocía ese tipo de prótesis. El pene iba sujeto a una bolsa hinchable. El globo se introducía en la vagina de la portadora, se hinchaba con un pequeño compresor hasta ocupar toda la cavidad vaginal y así se sujetaba tras cerrar la pequeña válvula. El caso era que los dos penes eran mayores que las pollas de los negros que anteriormente se habían trajinado a Marce. Cuando los aplausos del público se detuvieron habló Katanga por el micrófono:

- Querida y cachonda clientela. He preguntado a nuestra lamentable putorra si estaría dispuesta a rehabilitarse de su patética actuación anterior y ha accedido. En este caso comprobaremos su capacidad para las delicias sáficas aparte de darle otra oportunidad a sus agujeros. ¿Verdad Marcela?.

- Por supuesto Katanga. Estaré encantada de que tú y tu amiga Serena hagáis lo que os plazca con mi deforme y licencioso cuerpo de zorra preñada. Solo quiero daros placer y sentirme sucia, golfa y adúltera … y tener orgasmos … claro … jeje.

- Bueno putorra, túmbate sobre la mesa para limpiarte otra vez las tripas y el coño. ¿no querrás que estos hermosos penes de Serena y mío se ensucien no?

Marce no se opuso esta vez y recibió su enema y su irrigación siendo taponada por ambos agujeros al igual que hacía menos de una hora. En tanto el enema surtía sus efectos, Katanga untó de aceite corporal todo el cuerpo de Marce haciendo así resaltar su graciosa barriga y sus colgantes tetas. A continuación le enganchó en los anillos de los labios vaginales otra cadena recogiendo los seis metales. Serena, la negra inmensa no andaba ociosa, estaba ocupada en extraer leche de los pechos de mi amante con una bomba. O Marce era muy productiva o la negrona muy hábil, porque la cosecha del ordeño fue bastante abundante.

- Atienda el respetable público. Hete aquí el resultado del ordeño de la ramera. Parece mentira pero es cierto de que de tan tristes tetas ha salido una buena cantidad de leche. Y eso en su … ¿Dani? … ¡se .. séptimo! … en su séptimo mes de estado de buena esperanza, … o mala … según se mire. No está mal. Después de parida será una buena vaca lechera. Nadie lo diría con esas costillas marcadas que a duras penas sostienen esas colgantes cosas. ¡Camarero, sirve la leche de la zorra!

Un camarero de blanca chaqueta se hizo cargo de la leche que pronto fue solicitada por el público de una mesa. No sé cuanto les cobrarían por la jarrita, pero por el deleite con el que se la bebieron los dos tipos no debió estar mal pagada.

Cuando mi Marce empezó a mostrar la agonía del enema, Serena le dio una palangana para expulsarlo dentro. Esta vez la propia Marce se colocó en la mejor postura para que el público presenciase la evacuación y fue ella misma la que, con meditada lentitud se destaponó, primero uno y después el otro, los agujeros para vaciarse en el recipiente. Entre los aplausos volvió a hablar Katanga por la megafonía:

- Y ahora, muchachos, Serena, la puta y yo vamos a dejar que apreciéis de cerca nuestras carnes. Podéis tocar a la puta pero a Serena y a mí ni por asomo o interrumpo el paseo.

Se pasearon las tres entre el público. Katanga delante conduciendo a mi Marce por la cadena de la anilla de su tabique nasal, Marce en medio recibiendo las caricias de cien manos ansiosas y Serena al final sujetando la cadena enganchada a los anillos de los labios mayores de mi amante. El hecho de que Marce tuviese los seis anillos recogidos por la cadena impidió que muchos dedos entraran en su vagina, pero con el ano no sucedió igual. De todas formas la gran zorra sacaba su barrigón por un lado y su pandero por otro para provocar y, si no fuera por los tirones que Katanga propinaba a su nariz con la cadena, se hubiera quedado en muchas mesas para ser sodomizada con viva disposición por su parte.

Regresaron al estrado tras casi diez minutos de paseo entre el enardecido público. Tan acalorado estaba el ambiente que las putas del local ya no se llevaban los clientes a ninguna habitación. Se la mamaban bajo la mesa o se sentaban sobre su regazo subiendo la falda y apartando la exigua braga para que las penetrasen. Más de la mitad de ellas estaban prácticamente en pelota viva ya que no daban abasto. El dinero circulaba sobre las mesas con mayor rapidez que en el mostrador de un banco.

Katanga hizo colocar a mi Marce otra vez boca arriba en la mesa principal y Serena se subió en ella colocando su imponente pandero sobre la boca de mi amante para que ésta lo chupase. Katanga desencadenó los labios, tomó una bomba de succión vaginal de la mesa auxiliar y emprendió la tarea de incrementar el volumen de la vulva de Marce, quien no solamente no se opuso, sino que abrió las piernas hasta extremos incompatibles con su bombo para que el público tuviese mejor visibilidad.

El espectáculo apartaba a mi Marce de la atención ya que su pálido cuerpo se ocultaba entre las exuberancias oscuras de las otras dos hembras. Ahora eran las dos regias negras las que centraban todas las miradas. Se habían pringado con el aceite que le untaron a mi amante y su piel de ébano relucía seductoramente, singularmente en las abundantes y celestialmente formadas nalgas. Si antes había decidido que esa noche pagaría a Katanga para follar si estaba disponible, ahora, a la vista de la generosa anatomía de Serena me entraban las dudas. Decidí que alquilaría a la más barata de las dos.

- Y ahora, sucia ama de casa preñada: enseña al respetable público el bonito coño que Katanga te ha hecho. ¡Lástima que sea tan efímero!

Marce, sin la más insignificante muestra de pudor se bajó de la mesa –patosamente por la barriga- y se paseó lentamente por el perímetro del pequeño escenario. La boca pringada de espuma blanquecina por las lamidas al ano de Serena y el maquillaje totalmente descompuesto por el roce con las formidables nalgas de la negraza. Una de sus lindísimas manos sujetando la panza, la otra apretando entre dos dedos la deforme vulva de forma que hacía impulsar al exterior sus seis grandes argollas resplandecientes. Todo ello sometido al fulgor de los focos que hacían destacar singularmente su alianza de matrimonio, los anillos de los oscuros e inflamados pezones, la humillante argolla de la nariz -aún trabada a la cadena que ella misma sostenía en sus manos sin escrúpulo- y su enorme panza gestante brillando de aceite.

El público quedó silencioso y extasiado –como yo- por el obsceno descaro de mi embarazada amante, por su extrema procacidad y, todo hay que decirlo, por la magnificencia bestial que los focos proclamaban.

Las prostitutas del local que estaban mamando pollas se encontraron la boca entibiada por la lefa de los condones. Las que andaban empaladas por uno u otro agujero experimentaron unos tremendos botes hasta que los preservativos cumplieron su función.

Los aplausos comenzaron tímidamente, pero fueron creciendo hasta atronar el local. Un foco me iluminó mientras Katanga comentaba algo sobre la florida variedad de las puntas de la cornamenta de dos supuestos machos.

No tuve tiempo de analizar la cuestión porque de inmediato advertí que Serena se tumbaba boca arriba sobre la mesa del reducido escenario, Marce se extendía el aceite de su barriga hasta su ano y se empalaba ella solita por él en el enorme pene artificial de la negrona. De inmediato recibía en la vagina el pene de Katanga.

La escena de poco más de una hora antes se reproducía. Mi Marce era objeto de una doble penetración, pero esta vez lo hacían mujeres y con unos falos mucho más grandes que los de los negrazos anteriores. Mi mano sacó otra vez el teléfono móvil dispuesto a marcar nuevamente el 112, y a punto estuve de hacerlo cuando mi gran cerda ramera se corrió tan escandalosamente que la grabación de su orgasmo se utiliza actualmente en numerosas películas porno.

Los dos falos se alojaron conjuntamente en su ano, cosa que la marrana admitió sin queja ni lesión alguna. Posteriormente mi amante fue follada por los puños de las dos negras. Serena le metió la mano en las tripas y Katanga en el coño. La muy gorrina se corrió de nuevo con idéntico alarde que en el anterior orgasmo. Katanga retomó el micrófono:

- Respetable público: Debo reconocer que nuestra cerda de hoy, tras tener una penosa intervención inicial, se ha comportado bastante decentemente en la segunda sesión. Es más, diría que puede ser aceptada como buena ramera. ¿Tienes algo que decir Marcela?

- Gracias Katanga por darme la segunda oportunidad. Yo soy una muy gran puta, quiero ser muy guarra, quiero hacer lo más sucio. Pero me pillaste de sorpresa junto con mi amante, al que quiero agradecer el día de hoy –focos sobre mi- y en una situación obviamente embarazosa – se cogió la panza con las manos y la agitó- que una mujer, por más puerca que sea como yo, no está preparada para asumir en cualquier momento. Te agradecería, Katanga, que me permitas repetir lo de hoy para desagraviar a tus sementales que tan frustrados se han debido sentir antes al ver que mi torpe persona no sabía disfrutar sus dones.

El público volvió a aplaudir a mi Marce hasta tal extremo que temí que la sala se viniera abajo. Mi amante susurró algo al oído de Katanga que volvió a intervenir por el micro:

- Respetable público, la inmunda Marcela quiere agradecer a ustedes su estimulante acogida a la exposición de su escabroso deseo de ser la más pervertida esposa habida en el mundo indicándoles que estará a su disposición en la habitación 116 de este prestigioso establecimiento por el precio especial de 9,99 euros los 15 minutos. Por otra parte les informo que Serena estará disponible en la habitación 213 por 80 euros los 30 minutos y, por el mismo tiempo, yo estaré disponible en la habitación 219 por 120 euros. Muchas gracias por sus aplausos caballeros. Besos. Les espero. Recuerden, habitación 219.

El público comenzó a abandonar la sala atropelladamente no haciéndome falta sus comentarios para deducir que iban a hacer cola ante la habitación asignada a Marce. Yo me dirigía a la habitación 213 cuando Katanga volvió a hablar por la megafonía y nos detuvo a todos.

- Respetable público. La inmunda Marcela me informa que la semana que viene desearía repetir el espectáculo introduciendo la variante de ser meada y cagada por mis sementales o por Serena y yo y, además, ser follada por un perro en la parte final. Espero su asistencia porque no dudo de que esta sucia ama de casa será capaz de superarse.

. . . . . .

La cola en el vestíbulo para solicitar los favores de Serena era disuasoria, la de Katanga aún más pese al precio y la de Marce era infinita, así que me largué para casa dejando a mi amante en el burdel.

Tras aquella noche no me atreví a llamar a Marcela porque me sentía inseguro sobre cómo me recibiría. La verdad es que también estuve ocupado entrenando y alentando a una colegiala de 16 años que tenía complejo de Edipo y quería tirarse a su padre. Un mes más tarde mi colegiala me anunció que ya había seducido a su papá a base de sexo anal y me atreví a llamar a Marce. Me atendió contenta, me dijo que tenía muchas cosas que contarme y quedamos en una cafetería.

Para mi espanto se presentó vestida cabalmente de furcia pero con su marido.

- Hola, Dani. Este es Ginés, mi marido.

- Ho …….. la, Ginés.

- ¡Ah, Dani, cariño!. Te tenía que haber advertido pero me pareció mejor darte la sorpresa. Mi Ginés sabe lo que ha habido contigo y todo lo demás. ¿Verdad Ginés?.

- Verdad amor.

- Te cuento Dani. Tras la noche del local de Néstor que tanto me gustó –y no te la agradeceré lo bastante- acordé con Katanga formar parte de su espectáculo y negociamos el asunto, así que decidí romper con Ginés y para ello le envié un DVD de mi actuación que fue grabada como todas. Pero que crees que pasó ¿eh?.

- Yo … nnn … no sé. …. Dime.

- Que a mi Ginés le encantó. A mi Ginés le encanta ser cornudo. De hecho ahora está en el local de Néstor haciendo tu papel, pero como mi marido. Le gusta que el público le llame cornudo, le insulte y le grite. Se lo pasa en grande. ¿Verdad Ginés?.

- Claro que si amor. Gracias por hacerme cornudo de una manera tan palpable. Gracias Dani por llevar a mi esposa a ese sitio y salvar nuestro matrimonio. No tienes idea de lo que representa para mí ver a mi mujer siendo follada, sodomizada, meada, cagada y follada por perros y sometida a toda clase de sevicias. Y yo allí, disfrutando. Mi vida es otra. Te reitero las gracias Dani.

- N … nnno … hay … de qué. Me alegro de que seáis felices.

- ¿Felices?. No te haces idea, cariño. Mira lo que llevo.

La muy impúdica se puso en pié en medio de la cafetería, se levantó la exigua falda hasta la cintura y me enseñó el coño – sin bragas y depilado como siempre- con otro anillo más de los seis que yo conocía. El nuevo perforaba su clítoris y de él colgaba una redonda chapita. A voces me dijo:

- Anda, Dani, lee lo que dice la chapa.

Acojonado porque todo el mundo nos miraba, leí:

- "SOY DE MI CORNUDO GINÉS, CON TODO MI AMOR"

- Lee el dorso.

- "PROMETO A MI GINÉS CONSEGUIRLE TODOS LOS CUERNOS QUE PUEDA"

- ¿eehhh? Qué te parece Dani.

- Fen ….. nomenal.

- Y si quieres te enseño otras cosas, me he mandado hacer tatuajes por todas partes, con los nombres de Max, el semental de Katanga, de ella, de Serena, ¡uy!, no sabes qué cosas me he tatuado. Bestiales. ¿Verdad Ginés?

- Bestiales amor. Sobre todo ese de la riñonada que dice: "ESTE AGUJERO ES DE GINÉS QUE LO OFRECE A QUIEN QUIERA USARLO" y tiene una flecha apuntando a la raja del culo.

- Y qqq …. qué vais a hacer con el bebé?

- Pues ya sabemos que es niño. Mi Ginés tenía la ilusión de que fuese niña para que fuese puta como yo. Pensaba iniciarla desde muy pronto. Pero es niño. No importa. Mi Ginés ha pensado que le gustaría mucho incrementar sus cuernos induciendo a mi hijo a follarme y a hacerse mi chulo ahora que soy otra vez prostituta. ¡Ah no te lo he dicho!

- ¿Lo cualo?

- Pues que vuelvo a la prostitución. A mi Ginés le priva, ¿Verdad amor?.

- Si cielo. Eso hace mis cuernos de mejor calidad.

- Pues verás Dani. Aparte de trabajar en el local de Néstor con mi número semanal –por cierto muy apreciado- hago vídeos porno con Katanga y su gente y, además, trabajo también de prostituta. No veas qué éxito tengo con mi barriga. Mi habitación es la más visitada. Katanga ha pensado, y mi Ginés está de acuerdo, que después de rodar los vídeos como puta lactante, me vuelva a hacer preñar. ¿Qué te parece?. Guay ¿no?.

- Sssi … claro.

- Oye, te veo algo apagado. ¿quieres que vayamos a echar un polvo?. Anda Ginés, anímalo.

- Venga tío. Tiene razón Marcela. Estás algo sinsorgo. Un polvo con ella te reanimará.

- Bueno, no puedo, es … que … es que he quedado con mi novia.

 

FIN.

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