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Mis chicas (05)

en Dominación

Para que la marquesa y su hija Uge tuviesen experiencias similares que contarse y estrechar así las relaciones materno filiales comencé a buscar la ocasión de concertarlas servicios parecidos simultáneamente.

Mientras esperaba la ocasión oportuna, Lauri me contó que, a su vez, había contado al director de las películas porno de la productora para la que trabajaba que su madre era una buena mamadora y que podía ocupar la plaza de Fluffer (estimuladora) que ella había dejado vacante. Al director le encantó la idea porque inmediatamente apreció que para cualquier actor de películas porno sería tremendamente efectiva sobre su masculinidad la idea de que le mamase la polla la madre de la puta que se iba a follar minutos después ante una cámara.

El sueldo ofrecido era bueno así que accedí, ya que como Bea se encontraba en espera de que surtieran efecto los intentos de preñado por su marido, Julián, ese trabajo era muy adecuado y tan regular que me libraba de coordinar las citas. Así podía ya prescindir de ocuparme de las agendas de dos de mis trabajadoras.

Acompañé a Bea y Lauri a las pruebas de aquélla. Tras el maquillaje y la preparación de Lauri, que se colocó dispuesta a follar con dos tipos sobre una gran cama, tocó la prueba de Bea: Tenía que enardecer a los dos sementales, uno entraría en acción en cuanto la tuviese erguida y el otro debería demorarse unos tres minutos: Yo ignoraba que tres minutos de rodaje se convierten en veinte reales por las interrupciones o las tomas falsas.

El hecho es que mi Bea se comportó como una leona calentando a los tipos con el canal de sus macizas tetas y su boca, cuando ésta no estaba ocupada ensalzando las virtudes sexuales de su hija a la cual iban a joder de seguido.

Como tenía previsto el director, la idea de follar a una madre y a su hija consecutivamente llevó a uno de los actores, en el colmo de la calentura, a pedir a Bea la penetración. Mi puta, profesional como ella sola, inmediatamente pidió una prima económica que le fue concedida.

No obstante, Bea exigió penetración anal ya que, explicó, estaba a la espera de confirmar un embarazo por su marido. Esa declaración, añadida a la de ser la madre de la actriz, calentó a todo el personal auxiliar del rodaje de tal manera que tras terminar la escena, Bea consiguió seis clientes por libre.

Bea se comportó muy profesionalmente como Fluffer incluso con el culo, ya que no consintió que el actor se corriese dentro de ella, inmovilizándose o, incluso expulsando la polla de su interior cuan intuía que el tipo estaba a punto de correrse, así que se lo dejó a Lauri a punto de caramelo, de manera que se rodó esa escena en un pis-pas, con una magnífica toma de la expulsión de semen sobre la espalda de mi putita menor. Hubiera sido magnífico el derrame sobre su carita aniñada, pero como la tenía enmascarada por su minoría de edad, no resultaba atractiva la escena. Ya solo quedaban dos meses para su 18 cumpleaños y podría trabajar a cara descubierta.

La faceta negativa socialmente es que, aunque a Bea se le subió el salario un 50%, dos Fluffers fueron despedidas ya que la productividad de Bea compensaba su ausencia. Es decir, la empresa sacó un beneficio de mi puta de un 150%. Cosas del capitalismo insaciable.

Después acudí a algo mas complicado. Un cliente de Sunny, mi puta asiática la quería comprar como esclava. Yo ya le había dicho a Sunny que no era su amo, sino su proxeneta, conceptos muy diferentes. Que yo podía traspasarla de chulo como se traspasa un negocio, pero no venderla porque yo era legal y la Ley lo impedía.

Ella insistió en que fuera a negociar porque el trato propuesto beneficiaría a su familia en su país de origen. Acudí pues y este fue el trato alcanzado:

El tipo pagaba tres veces más de lo que me costó Lola, que fue la permuté con Sunny con un complemento de 6000 euros. Del total yo me quedaría con dos terceras partes y Sunny con una que transferiría a su familia de inmediato.

La fórmula legal fue la siguiente: Yo rescindía su contrato de puta por la cantidad estipulada para mi parte y en consecuencia ella podría ejercer en libertad, contratar con otro chulo o dedicarse a otro oficio. Ella por su parte se entregaba libremente en calidad de esclava incondicional al tipo aquél por el resto de la cifra abonada, así que de perilla para mi. Mi conciencia estaba salvada y el trato no infringía la ley desde mi persona, ya que el comprador si que entraba a delinquir.

Así pasó fugazmente por mi negocio Sunny, que se fue toda contenta con su amo habiendo dotado a su familia de dinero para varios años.

Llegó el día de la boda de Nwin que se celebró conforme a los ritos de su tribu. Acudí con todas mis putas y sus familias y lo pasamos en grande. Tras el banquete nos fuimos a un reservado su flamante marido, ella y yo y allí la follé por todos sus agujeros en presencia del esposo, que aún no la había catado, para que se fuese acostumbrando a que la utilización del cuerpo de aquella mujer no era exclusiva suya. Eyaculé en su boca, bebiendo ella mi semen sin reparo alguno y se la entregué para la luna de miel, a cuyo efecto le había concedido tres días de vacaciones. Le recordé que si quería tener hijos debía avisarme antes para tomar las medidas pertinentes.

Días después de la boda logré para la agenda de trabajo de Uge un servicio que sería similar al que ya tenía apalabrado para su madre la marquesa de Medina Mediana, María Victoria.

Fui a buscarla a su mansión donde ya la encontré arreglada y vestida de puta, pues la había avisado y dado instrucciones el día anterior. Quedaba muy bien con aquel corto vestido rojo tan ceñido que casi no podía respirar, generoso escote por delante y detrás, medias de rejilla, zapatos rojos de alto tacón y un sujetador sin copas para elevar sus caídos pechos, por lo que se marcaban perfectamente sus pezones y hasta las aréolas en la fina tela del vestido. Delante del marqués la hice inclinarse para comprobar que no llevaba bragas y, al observar que tenía la entrepierna húmeda metí un par de dedos en lo profundo de su coño comprobando que no hacía falta ningún precalentamiento para meter una polla allí dentro. Me la llevé rodeándola de la cintura con el brazo mientras nos despedíamos de Alfredo, su marido. Por el camino le dije que ese día de puta se llamaría Vicki.

Llegamos al club privado de swingers conocido por "La Infiel Insaciable" donde iba a trabajar esa noche por primera y única vez en su vida, a sus sesenta años, como ramera.

La recepcionista se hizo cargo de ella y yo me mezclé entre los parroquianos para observar la conducta de una aristócrata puta por un día. Nabía gente vestida, gente medio desnuda, unos buscando pareja y otros metiéndose mano o follando ya. Había hetero, la mayoría y casi todos casados con su pareja presente, pero no faltaban gays y lesbianas.

Pronto se anunció un espectáculo de animación y al poco se presentó en mi puta acompañada de dos fornidos negrazos. Dudé mucho de que la fina marquesa aguantase los embates de aquellos dos y menos el final, pero no me preocupó, a fin de cuentas era un día y yo ya había advertido al administrador del club de su edad. El administrador me dijo que allí no importaba nada eso, no era un club de profesionales. Por lo general los espectáculos de calentamiento no existían, se los daban unas parejas a otras. O unos grupos a otros. Algunas veces una exhibicionista aficionada se prestaba a cosas como la de hoy. Vicki actuaba porque era gratis. Yo la pagaría una cantidad de mi bolsillo para que la vieja se hiciera la ilusión de haber sido puta por un día.

Después de saludar el trío, lo negros comenzaron a desnudar aVicki mostrando todos su atributos descaradamente. Ella se prestó sin reparo a inclinarse y que le abrieran bien el coño y el culo entre un corro de espectadores y espectadoras algunos de los cuales no dudaron en meter un dedo en los agujeros. Ella ni siquiera se turbó cuando los negros anunciaron que era una recatada mujer casada con tres hijos y ocho nietos, religiosa practicante y que asistía a misa a diario, que era la primera vez que iba a ser usada sexualmente ante tanto público y que se sentía satisfecha de ser un objeto de placer a su avanzada edad.

La marquesa no solo no se conmovió por que los negros dijesen de ella esas cosas sino que mostraba una placentera sonrisa mientras era paseada entre los asistentes para que éstos estrujasen sus mórbidos pechos, tirasen de sus pezonazos, amasasen sus nalgas o introdujesen sus dedos en los agujeros.

Una vez bien exhibida y habiendo sido palpada por todos los asistentes se dispusieron a follarla. No fue empalada de ninguna manera tradicional. Aquello era un espectáculo, no una batallita privada entre amantes, y había que ofrecer las mejores vistas de sus penetraciones. Para ello la vieja fue forzada a adoptar unas posturas que, si no fuera por el gimnasio en que se cuidaba habitualmente, hubiera quedado hospitalizada sin lugar a dudas. Pero la puta aguantó ser follada por coño y culo haciendo casi el pino, con el cuello en tierra y sus muslotes bien alzados para que todo el mundo observase el mete saca. Fue muy aplaudida una doble penetración colgada del cuello de uno de los negros. En fin, aquello casi fue un espectáculo de gimnasia en que la vieja apenas tocó suelo ni tuvo un momento sin que alguno de sus agujeros estuviese ocupado. La lasciva vieja no tuvo vergüenza alguna en manifestar los sucesivos orgasmos de una manera bastante ruidosa para la educación que se espera de una marquesa.

Los dos sementales se derramaron sobre su boca bebiendo ella sin dudar todo el ingente semen que fabricaron sus testículos. Sin darle lugar a descanso fue follada con el puño por coño y ano, finalizando con un doblete. Ni en ese momento, con sus dos cavidades invadidas por sendas manazas, perdió su plácida sonrisa, que se acentuó hasta casi caérsele la baba cuando alcanzó su enésimo orgasmo que, por los berridos que pegó, debió ser descomunal.

Alguien trajo un gran barreño de plástico y los negros introdujeron allí a la aristócrata, que no tardó en ser debidamente meada por ellos mismos y varios voluntarios y voluntarias. Asombroso ver como la sucia aquella buscaba ansiosa con su boca los chorrillos que le llegaban de todas partes.

Los negros la llevaron a asearse y regresaron un cuarto de hora después con el anuncio de que la vieja se encontraba a disposición de aquel o aquella que quisiese usarla y que al final de la fiesta habría otra parte del espectáculo. No tardó en tomarla de la mano una hermosa mujer de unos treinta años que se la llevó a un sofá donde tomó posesión de las maduras carnes. A lo largo de la tarde creo que fue usada por la casi toda la treintena de festivos viciosos y viciosas asistentes al local.

Para cerrar su actuación, los negros trajeron a un bien adiestrado perro que puso colofón a la fiesta ante el alborozo de todos y la fruición de la vieja, que no se perturbó lo más mínimo por ser apareada públicamente por el ano con un animal. Cuando el chucho le soltó la carga ella quedó desmadejada y durante el tiempo que duró la abotonadura se convulsionó esporádicamente por sucesivos orgasmos. Uno de los negros, para entretenerla durante el trance, le ofreció la enorme polla que ella no dudó en sorber hasta donde le daba su garganta. De no ser marquesa, qué gran ramera hubiese sido.

Durante el trayecto a casa le conté que su hija Uge había acudido a un servicio con un matrimonio, bisexuales ámbos, que después de follarla querían que se la cepillase su pastor alemán. Uge había protestado por lo del perro diciendo que eso era una afrenta y que seguramente sería la ruptura de su matrimonio, ya que su marido no consentiría meter su rabo donde se había vaciado un animal, pero un buen guantazo la convenció de reconsiderar el asunto, máxime porque si no contaba a su marido todos los detalles de su trabajo, tampoco tenía por qué contarle sus próximas relaciones con animales. El que eso fuera a ser cosa habitual la puso otra vez nerviosa, pero cuando atenacé la cadena de su clítoris por debajo de la falda y tiré hacia arriba mientras le ponía al corriente de que todas mis fulanas habían sido folladas por animales sin que mostrasen graves síntomas de alteraciones psicológicas, se calmó nuevamente y prometió hacer su trabajo con la debida diligencia y profesionalidad.

Tres semanas después Uge había acudido ya a dos servicios con zoófilos sin discusión alguna y supe por ella que sus padres los marqueses habían comprado dos perros para su finca.

Por fin Bea anunció su primera falta y a los dos días se confirmó su embarazo, ya podía atender a los clientes que no querían condón. Fui a su casa a darle la enhorabuena y acabamos en la cama con su esposo, Julián, trabajándole el coño con su evidentemente, fértil instrumento mientras yo le taponaba el agujero que tenía entre sus suculentas y grandes nalgas oscuras.

Pasó el tiempo apaciblemente, con todas mis putas rindiendo a tope y llegó el término del contrato de Uge, que se reintegró a su vida familiar. No por eso perdimos el contacto. Con frecuencia requerían a mis putas para participar en sus orgías, a las que ya incorporaban a los marqueses, sus perros y hasta al confesor de la marquesa. En ocasiones me incorporaba yo, sin cobrar nada. Esas veces me monopolizaban Vicki, la sesentona marquesa y la hermosa amiga que conoció en su día de ejercicio como puta. Esa amiga se llamaba Teresa y puede que un día os cuente mis relaciones con ella.

Creció la barriga de Bea y eso transformó su vida. Por un lado un cliente fetichista la contrató para todos los fines de semana tratándola como si fuese su esposa. Como el tipo era millonario, los fines de semana de Bea eran muy agradables y los emolumentos considerables. Por otro lado, la productora de porno la ofreció un contrato para trabajar en las películas, en general junto a Lauri, cuando su barriga llegase a los siete meses y, tras el parto, hasta que se le retirase la leche. Julián se puso un poco celoso del éxito de su esposa, pero poco tenía que objetar al dinero que entraba en su hogar.

La venta de Sunny, el fin del contrato de Uge y la entrada plena de Bea y Lauri en el cine porno hizo que la atención a mis fieles clientes habituales dejase mucho que desear. Solamente Nwin trabajaba a domicilio y hotel con dedicación exclusiva. Pero ella era negra negrísima y Bea y Lauri eran mulatas. Hay tipos a los que, incomprensiblemente, no les gusta ese color y empezaron a acudir a la competencia.

No tuve más remedio que abordar la adquisición de un par de ejemplares blancos y, al menos, un asiático para renovar la plantilla.

En otra ocasión os contaré esas andanzas y de cómo Uge se reincorporó al oficio de forma definitiva.

Comentarios a jorpujolaa@hotmail.com

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