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Diana y Elisa (1)

en Orgías

Elisa llegó del instituto toda nerviosa y abrió la puerta entrando como una exhalación.

- Mamá, mamá. Cuando volvíamos del colegio Nieves y yo, atravesando el parque, se nos ha aparecido un exhibicionista. Un señor mayor, que se ha abierto la gabardina y estaba desnudo. Tenía la cola levantada. ¡Qué asco!.

Diana se preocupó. No por el peligro que representaba un posible violador y por el escándalo que podría suponer para la niña. Lo que le preocupó fue el calificativo de "asco" para una polla erguida. Ella, que se comería una sin ningún miramiento, tenía una hija que no apreciaba ese regalo de la naturaleza.

Diana estaba bastante desasistida por su marido, por eso, a sus 40 años, no dudaba en disfrutar de cualquier pene que se pusiera a su alcance. Para ser sinceros, el despego de su marido no tenía mucho que ver con su ninfomanía, hubiera sido promiscua aunque su marido la follase todos los días tres veces.

Diana no era una belleza, pero su cara era muy graciosa y tenía un cuerpazo de muerte. Unos cuantos kilitos de más no solo no la deslucían, sino que su buena distribución hacían más apetitosas sus grandes tetas de oscuras e hinchadas aréolas, su macizo pandero y sus sólidos y prietos jamones. Unas hermosas y cuidadas manos, virtuosas en el tratamiento de una buena polla, completaban el tentador cuerpazo de aquella mujer.

Si su marido era un muermo en cuestión de sexo, no iba a consentir que sus dos hijos, Elisa, de 16 años y Eduardo, de 17, heredaran el mismo talante frente a uno de los mejores placeres de la vida.

- Elisa, cariño. Vamos a ver. ¿Es la primera vez que ves el pene de un hombre?

- No mami, hace años veía el de mi hermano, pero era pequeñito y no tenía pelos. Era muy lindo verle soltar su chorrito, pero ahora ya no se lo veo.

- Nena, creo que a tu edad ya es hora de que tengas alguna experiencia con los chicos. Ya deberías dejar de ser virgen.

- Ay mami, eso me asusta, dicen que duele. Además dicen que te puedes quedar embarazada.

- Chiquita mía. Vamos a hacer una cosa, pero debes guardar el secreto con papi y con Eduardo.

- Seguro mami, ya sabes que yo sé guardar secretos muy bien, como las visitas que te hace el guarda de seguridad de la urbanización, el jardinero, el ....

- Vale nena, no es necesario que sea tan detallista. Verás, vamos a hacer que dejes de ser virgen de una manera que te gustará mucho.

- Dime como mami. Me gustaría pasarlo tan bien como tu con los hombres.

- En principio vamos a ir a la farmacia para comprarte unas píldoras anticonceptivas y te las tomarás según indica el prospecto. Cuando lleves un tiempo tomándolas y hagan efecto, te llevaré a mi club privado donde mis amigos te van a enseñar a apreciar esos palos y bolsas peludas que tienen los hombres. Entretanto yo te romperé una membranita que tapa tu cuevecita que es la que duele, pero eso es solamente una vez y ya no se repite el dolor.

- Si mami, tu eres experta y sabes lo que me conviene. ¿Cuando me desvirgas?.

- Mañana tu padre está de viaje y Eduardo se marcha de excursión, así que tendremos todo el día. Anda vamos a la farmacia.

A la mañana siguiente, Diana se levantó con la firme decisión de desvirgar a su niña Elisa. Sacó de su escondite secreto en el sótano todos sus juguetes y eligió los más adecuados para los cerrados agujeritos de la niña.

A la hora de comer le mezcló un afrodisíaco en su Coca Cola y cuando consideró que ya hacía efecto se fueron juntas al dormitorio matrimonial. Con mucha dulzura fue desnudando a su nena y después se desnudó ella.

- Mami, qué pototo tan pelado tienes.

- Si nena, a la moda, y a papá le gusta que lo tenga así, todo depiladito para chuparlo bien.

- ¿Chuparlo?. Qué asco, por ahí sale el pipí.

- Ya verás como no da asco nena. Ven dame un besito.

El besito derivó en besazo cuando Diana metió su lengua en la boca de su niña explorando todo su interior mientras sus hermosas manos acariciaban las tetitas, ya bastante generosas, de Elisa. Poco a poco fue extendiendo las caricias por todo el cuerpo sintiendo la acogedora reacción de la virgencita.

- Ven cielo, chupa las tetas de mamá.

La tierna boca se instaló en ellos con gran anhelo y poca maestría mientras mano materna se hacía cargo del montecito de Venus acariciando suavemente el botoncito del placer.

Para alivio de Diana, la nena no era como su padre y al poco tiempo de jugueteo las muestras de ardor eran evidentes. Se retorcía y jadeaba disfrutando de las caricias de su madre, quien preparó disimuladamente un delgado consolador mientras aceleraba las caricias sobre el clítoris.

- Ay mamá, me muero pero qué bien, sigue, .... sigue, ....más, más, méteme los dedos, mami me quiero morir así.

Pronto alcanzó el clímax que Diana procuró alargar con sus besos y, cuando ya remitía, suave, pero firmemente hundió el consolador en el chochito de su hija arrebatándole el mal llamado tesoro. La niña lanzó un gemido y se aferró al acogedor y macizo cuerpo de su madre relajándose al poco rato.

- Ya está, mi nena. ¿Ves cómo no ha sido para tanto?. Ya no te dolerá nunca más.

- Gracias mami. Me has llevado al cielo, quiero tener orgasmos todo el rato.

- Bien cariño, es bueno disfrutar. Ahora lávate el chicha de la sangrecita que te sale y merendamos un rato. Después te voy a follar y verá que bueno es.

- ¿Como me vas a follar mami?, tu no eres hombre.

- Ya lo verás, tienes mucho que aprender.

Después de merendar alegremente mientras Diana le daba sabios consejos sobre los hombres y la actividad sexual, volvieron entre caricias a la cama. Tras un rato de jugueteo, Diana pasó a lamer el sexo de su hija, chupando y mordisqueando dulcemente su clítoris e introduciendo un dedo o dos en su cueva hasta que proporcionó otro orgasmo a la muchachita que evacuó un buen caudal de flujo siendo sorbido por su madre ante el asombro de la pequeña.

Después Diana enseñó a Elisa como se metía el extremo de un doble consolador en su vagina y pidió a la mocita que chupase el otro extremo que iba a alojarse en su inestrenada cavidad.

- ¿Para qué Chuparlo mami?.

- Para lubricarlo y que entre suave en tu agujerito. Anda ponte a cuatro patas y de espaldas a mi.

Diana empujo lentamente el consolador en la casi virginal cueva entre algún gemido de molestia de la niña, que solamente había albergado dos dedos de la mamá como máximo. El consolador tenía el grueso medio standard, pero el esfínter todavía era estrecho.

Poco a poco la niña se fue acostumbrando al vaivén y al rato estaba gimiendo de placer y pidiendo a la mamá más caña. Diana arreció el ritmo y alcanzaron un profundo orgasmo las dos al mismo tiempo. Cuando se esfumó, la jovencita se volteo diciendo:

- Mami, yo también quiero beber tu caldito.

Slurp, slurp chuups

- Qué bueno mami.

- Que gusto me da tu boquita cariño, Sigue chupando el potorro de mamá. Después tenemos que quitar esos pelitos molestos del tuyo.

- Si mami quiero tenerlo brillante y suave como el tuyo.

Sobre la mesa de la cocina afeitó los escasos pelitos de la chica con mucho cuidado. Cuando metió dos dedos en la recién abierta cuevecita para levantar los labios y poder afeitar las zonas menos accesibles, la nena se corrió otra vez . También le afeitó el culito aunque no era muy necesario y le aplicó crema, con lo que el lindo monte de Venus quedó primorosamente suave y brillante.

- Te llevaré a que te hagan la depilación láser para que no tengas que afeitarte cariño.

- Qué bien mami. Voy a mirarme en el espejo.

- Mami qué bonito me ha quedado el conejito. Quiero estar siempre as´.

- Muy bien nena. Ahora te voy a dar este consolador delgadito que conviene que te metas en el agujero del culito estos días para ir dilatándolo y enseñarte a follar por él.

- ¿Por el culito mami?. Qué asco.

- También lo dijiste de chupar el potorro y después te ha gustado.

- Bueno mami, confío en ti. Abriré mi agujerito trasero lo que pueda.

A los pocos días se presentó la ocasión de desvirgar el ano de la chica y Diana se puso a la tarea. Después de los consabidos juegos preliminares, en que Elisa demostró haber aprendido muy bien de su madre el manejo de la lengua y la succión de pezones y clítoris y durante los cuales detectó más zonas erógenas no descubiertas en la primera sesión, Diana se colocó un arnés con un pequeño pene que lubricó esmeradamente así como el ano de Elisa que esperaba ansiosamente la iniciación al sexo anal.

Tras colocar a la chica en posición, lo insertó delicada pero firmemente, resultando para su sorpresa singularmente fácil y nada doloroso para la chiquilla.

- Pero nena, ¿Qué le has hecho a tu agujerito?.

- Verás mami, como el consoladorcito entraba ya muy holgado después de los primeros sondeos, usé una zanahoria gorda y después un pepino. También me he entrenado metiendo dos dedos de cada mano y estirando de los bordes del agujero.

- Bueno nena, pero no conviene abusar. Una cosa es prepararte para que no te duela y otra dejarlo tan ancho que los hombres no sientan nada. Si quieres tenerlo muy ancho, como a algunas mujeres les gusta, deberás hacer unos ejercicios que ya te diré para conservar la elasticidad del esfínter. Ahora voy a usar un pene más gordo para sodomizarte.

Elisa aceptó en sus intestinos el nuevo falo sin ninguna dificultad aunque con un poco de dolor al principio. Pero pronto los sabios dedos de su madre manejando su clítoris mientras efectuaba el mete saca, la condujeron al orgasmo al tiempo que se apretujaba violentamente sus propias tetas.

- Nena, ya está lista para empezar con los hombres sin ningún trauma. Te llevaré a mi club de sexo.

- ¿Qué sitio es ese?

- Ya lo verás, iremos el viernes, que es cuando tu padre cree que voy a jugar a la canasta con mis amigas.

Llegado el viernes, Diana le dijo a su marido que iba a su partida de canasta y que, como faltaba una de sus amigas, se llevaba a Elisa que estaba interesada en participar en el juego. Su marido no tuvo reparo alguno y partieron las dos en el coche, sin ropa interior como Diana le había indicado a su niña.

Tuvieron suerte de aparcar casi en la entrada del local del club, que no tenía ningún luminoso. El acceso era un simple portón en una casa baja con un solo timbre que pulsó Diana.

Tras notar un roce de inspección por la mirilla, abrió la puerta un fornido joven que las invitó a pasar. El vestíbulo apenas estaba iluminado con unas luces rojas, siendo del mismo color el entelado de las paredes. Había unas sillas y un gran armario abierto. Diana le dijo a Elisa que se desnudase y dejase su ropa en el armario. Fue una maniobra rápida ya que solo llevaban el vestido por ser verano. El joven portero las observaba, cosa que a Elisa le dió apuro, pero entendía que no iba a follar vestida.

Pasaron a otra estancia muy amplia, enorme, toda rodeada de sofás y camas, algunas de éstas por el centro de la estancia junto con mesas bajas. Estaba bien iluminada y las paredes también eran rojas. No tenía ventanas. Y dos puertas en un mismo lado señalaban: ASEOS y DUCHAS. Extraña separación para Elisa, que después descubrió la causa.

Había una buena cantidad de personas allí, todas desnudas y dedicadas al sexo. Serían siete mujeres, con Diana y Elisa nueve, y unos veinte hombres, todos de buen ver. Variaban las edades en un sexo y otro. Entre los hombres había de diversas razas, predominando los negros. Entre las mujeres solamente había una soberbia mulata y la más joven era Elisa, aunque había otra que debía estar por los 18 años. La más vieja sería una señora de unos 55 años que se estaba masturbando desesperadamente cerca de la entrada.

Entre las señoras estaban las amigas de Diana que teóricamente estaban jugando con ella y Elisa a la canasta. Celia, la mayor de todas, de 50 años, estaba siendo follada sobre una de las camas laterales por dos jovencitos, uno con su polla en la boca y otro con la suya en el ano.

Alejandra, la más joven, de 35 años y embarazada de siete meses, estaba sentada y enculada sobre la polla de un fornido negro mientras otro hombre, ya maduro, la ensartaba por el coño. Un tercero la follaba la boca con un enorme rabo que apenas cabía dentro pero ella se afanaba en engullir.

Beatriz, de 42 años, se sentía muy feliz con otra señora, de unos 50, que la estaba sacando y metiendo frenéticamente el puño en el culo. La otra señora, tenía a su vez el propio culo atendido por un apuesto negrazo.

Un hombre mayor, desnudo como todos y dotado de un gran rabo en inactividad se acercó a dar la bienvenida a las dos nuevas hembras.

- Diana, ya creí que no venías hoy. ¿Quien es este pimpollito que te acompaña?

- Hola Luis, es mi hija, y quiero que la trates debidamente. Es su primera vez con hombres. Yo ya la he desvirgado por todas partes y no tendrá problemas de admisión, pero quiero dulzura con ella. Dijo Diana mientras con una mano levantaba un pecho para dárselo a besar al galán y con la otra le cogía su rumbosa polla.

- Me encargaré en persona del guayabo, salvo que quiera alguien más cercano a su edad.

- No, jovencitos para mi. Quiero al negro Elías hoy .... de momento, ya sabes que no me conformo con uno. Pero quiero ver como tratas a mi nena.

- Luis llamó al negro Elías para atender a Diana mientras él tomaba a la apocada Elisa por la cintura para conducirla a una de las camas mientras con la otra mano sopesaba aquellos ya desarrollados pechos. La tumbó boca arriba para ponerse de inmediato a acariciarla suavemente por todas partes, insistiendo en las tiernas tetas y bajando poco a poco al pubis, donde al tiempo que metía dos dedos en el agujerito, aplicaba los labios al botoncito.

Entretanto Elías se había hecho cargo de Diana y se habían tumbado en la misma cama para que ésta inspeccionase el estreno de su hija por varón. Conociendo a Luis no le importaba que éste tuviese 55 años, poco acorde con lo que se espera la primera vez para una chica de 16. Luis era el más adecuado.

Elías aplicó crema al ano de Diana y la penetró con la habitual facilidad, dispuesta ella a cuatro patas con la cabeza sobre las ingles de la chica. Esta disposición la indujo a utilizar sus manos en las tetitas de la chica y colaborar con su boca sobre el clítoris ya que Luis estaba entretenido intentando meter su lengua en el otro agujero de la chica.

Luis decidió que ya era hora de penetrar a Elisa y comenzó por el agujero trasero que, lubricado por su saliva y bien elástico por la gimnasia a que le había sometido la niña los últimos días, no tuvo problema para entrar. A Diana, viendo a su niña sodomizada por aquel viejo, le entró una tremenda calentura y quiso ayudarse con la boca de la criatura, así que le colocó el chumino en la boca para que lo lamiese mientras ella seguía trabajando el clítoris contrario. A Elías se le salió el instrumento del culo de Diana y, visto que por su postura era difícil volver a enfundarlo de momento, se dedicó a rellenar el orificio de la señora con una larga ristra de bolas chinas de considerable tamaño.

Luis cambió de táctica y, teniendo tres agujeros ante su rabo, optó por aprovecharlos todos. Sacó su polla de los intestinos de la adolescente y la metió en la boca de la madre, quien no tuvo inconveniente en limpiarla de los restos del culo de su hija engulléndola hasta su garganta. Una vez limpia la polla, Luis atacó la vagina de Elisa y, tras un rato de mete saca en ella, volvió a alojarla en el ano para retornar otra vez a la boca materna. Así estuvo alternando hasta que se corrió en la boca de Diana tras proporcionarle a la adolescente tres orgasmos.

CONTINUARÁ.

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