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El comienzo de un negocio (02)

en Dominación

Durante una semana me despreocupé de los progresos como puta de mi vecina porque confié en la labor de Dorinda y además estaba ocupada en la captación de otra puta para mi incipiente negocio de burdel de calidad.

Había localizado una puta callejera en La Rambla que era muy atractiva. Asiática, de unos 20 años, y no parecía tener chulo porque, pese a su seductora figura, no conseguía mucha clientela ya que sus competidoras la marginaban a lugares poco estratégicos en la calle.

Era la segunda entrevista que tenía con ella y se mostraba reacia a trabajar en mi proyecto de burdel. Entrevisté a otra, también asiática, que me ofrecía una banda de tráfico de inmigrantes, pero no me parecía apropiada para la profesión. Yo quería regentar un burdel multirracial. Ya tenía una negra, Dorinda, y esperaba incorporar a otra, su sobrina Belha, que pronto llegaría a Barcelona procedente de Brasil. Así que necesitaba una asiática, pero la quería de calidad.

Eso me tenía ocupada en el tiempo libre de mis servicios y no me ocupé en un par de semanas de mi puta caucásica, rolliza, desposada y con prole que vivía frente a mi puerta y a la que había puesto el nombre de guerra de Tocino de Cielo, que acabaría reducido a Tocino para la clientela frecuente y a "Chanchi" para mi, mi plantilla y su clientela fija.

Al cabo de dos semanas de tener trabajando a Chanchi en mi casa bajo la custodia de Dorinda, una mañana, a eso de la doce, conecté el ordenador que concentraba las imágenes de todas las cámaras de la casa y apareció el desierto salón por donde yo había pasado minutos antes, seleccioné la habitación de trabajo de Tocino y lo que presencié me dejó pasmada.

Tocino estaba sobre la cama erguida y empalada por el culo por un cliente tendido bajo ella. Otro cliente le sobaba las tetas mientras Dorinda mamaba la polla a éste.

Dorinda no me había informado de que ya hacían servicios a dúo y quedé desconcertada mirando la escena. Yo le había instruido a Dorinda para hacer números lésbicos que animasen a algún cliente si se prestaba la ocasión. Pero no me imaginé tan pronto a las dos trabajando conjuntamente en la misma cama. Y menos con dos clientes a la vez.

Mi pasmo llegó al colmo cuando observé cómo el cliente al que la negra Dorinda mamaba la polla sacó ésta de su boca y en breves segundos la introdujo en el coño de Tocino sin que el otro cliente sacase su herramienta del ano. Tocino no solo no rechazó la invasión, sino que, una vez acomodadas y sincronizado el movimiento de las dos vergas, ella misma avanzaba su pelvis hacia ellas para proporcionarles una penetración más profunda. No me hubiera imaginado jamás que, tras solamente dos semanas, la mujercita que hasta entonces solo había conocido un hombre en su vida, se mostrase tan dispuesta a un sándwich.

No quedó ahí la cosa, en un momento dado el cliente sodomizador sacóa su polla del albergue anal para meterla en la vagina junto a la de su compañero. Allí se corrieron los dos al mismo tiempo que le puta novel. ¿Dónde se ha visto que una puta se corra trabajando?. Pues la mía si.

Y para mayor estupefacción mía, contemplé como los dos se quitaban el preservativo y lo vaciaban sobre la cara y los pechos de la zorra mientras ella se extendía el esperma como si fuese una crema cosmética.

Cuando se fueron los clientes y Tocino fue a sus abluciones en el baño y Dorinda a la ducha, fui a por ésta y la conduje a mi habitación para que me informase.

El día era de sorpresas:

- Tu puta ama de casa ha recaudado en una semana unos 2900 euros más 600 de propina.

- No jodas. ¿y tú?. ¿Ha habido muchos servicios especiales?

- Pues yo algo más de la media habitual, unos 1800 de tarifas y 100 de propinas. Tocino me ha pasado algunos clientes que no podía atender. De servicios especiales no hubo gran cosa, pero hay cola para follarla. Me extraña que no haya nadie esperando en el salón, por eso estaba trabajando con ella. Lo que si es cierto es que, para no provocar esperas se los lleva de dos en dos o de tres en tres. Una mañana se llevó a su habitación a cinco estudiantes y al día siguiente había otros seis que querían la misma asistencia.

- ¿Pero como caben siete personas en su cama?

- Se deja follar en cualquier postura y en cualquier sitio. De todas formas, para esos dos servicios usó el salón y mis clientes tuvieron que esperar en el vestíbulo. Este piso no da de si. Si se incorpora mi sobrina Belha, habría que buscar otro más grande. Y con mayor razón si quieres hacerte además con una asiática. Nos vendría bien un chalet.

- Ya, y se paga el alquiler con letras de cambio a cuenta de los futuros beneficios.

- Pues aquí vas a tener overbooking con solo tres habitaciones. La Tocino tiene cada vez más clientela, y eso que me pasa algunos que tienen prisa. Llaman a la puerta. Voy a abrir.

Tras unos minutos regresó Dorinda informándome de que Tocino tenía otros dos trabajitos. Uno esperaba en el salón. No había querido que lo atendiese la negra. Me presenté yo por si podía ayudar.

- Buenos días. Me dicen que viene por Tocino.

- Si, me gusta mucho la gordita esa. Yo la llamo mi Chanchi. Me la recomendó un colega y es efectivamente una magnífica ramera. Muy profesional pero con un talante maternal que me arrebata.

- Como sabe, ella está ocupada. ¿Podría servirle yo misma?

- No quiero hacerte un feo. Estás buenísima y, en ausencia de La Chanchi me encantaría echarte un buen polvo pero, si no te ofende, prefiero esperar a que esté desocupada. Otro día ¿vale?.

Regresé a mi habitación un tanto defraudada, no era normal que una vulgar y regordeta ama de casa ya algo madurita y parida dos veces fuese preferida a mi tantas veces alabado cuerpazo de lujo veinteañero. ¡Qué raros son los hombres!

Me entretuve viendo con Dorinda la maestría de La Chanchi mamando la polla de su cliente y el ardor que puso durante el convencional polvo misionero que le soltó su también convencional cliente. No se donde habría aprendido a colocar el condón con la boca, ya que Dorinda le dijo que eso gustaba mucho pero no se lo había enseñado a hacer. Una vez terminado el servicio se tomó la molestia de sentar al cliente sobre el bidet y lavarle la polla delicadamente con sus regordetos, blancos y suaves dedos.

Atendió después al cliente que me había rechazado, al que ofreció maternalmente sus pechos simulando amamantarle mientras le hablaba como si fuese uno de sus niños. El individuo se vació sobre ellos mediante una soberbia cubana en la que La Chanchi no escatimó ningún esfuerzo.

Otra vez llamaron a la puerta. Esta vez preguntaban por mi negra y Dorinda se hizo cargo del cliente. Nada más cerrar llamó otro requiriendo a La Chanchi, pero ella no podía ya atenderle.

- Amor, tengo que ir a buscar a mis niños al colegio. Esta señora te dará mucho más placer que yo. Es divina. Su culo es como te gusta a ti, más recogido y prieto que el mío.

Este cliente me aceptó y esa fue la primera vez que presté un servicio en mi propia casa en lugar de hacerlo a domicilio, hotel o en el burdel del fin de semana. Pensé que ya era hora de trabajar personalmente en mi propio negocio. Parecía ir viento en popa.

Mientras meditaba el futuro contemplé por la ventana a La Chanchi regresando del colegio con sus niños. Percibí que su caminar no era el habitual, parecía más erguida y satisfecha de si misma. También, pese a su apariencia de mamá, su ropa era menos recatada que antes y su maquillaje algo más atrevido.

Esa noche solo hice dos servicios en un hotel y regresé pronto a casa con la intención de trabajar en mi propio negocio a la mañana siguiente.

Lo primero que hice en la mañana fue castigar a La Chanchi. Debo reconocer que estaba resentida por haber sido rechazada por un cliente en beneficio suyo, pero había hecho algo que estaba prohibido. Delante de Dorinda la ordené desnudarse y tomando la pala de ping pong le arreé bien en las cachas hasta ponérselas totalmente rojas.

- Te he dicho, y supongo que Dorinda te la habrá repetido, que no puedes meterte la polla de un cliente en el culo y después dejar que te la meta en el coño. Al revés si. ¿No comprendes lerda que puedes tener una infección por culpa de las heces?

- Lo siento madame, no volverá a suceder. Agradezco su disciplina en bien de mi salud. Castígueme más para que no vuelva a olvidarlo.

En ese momento se presentó el primer cliente al que no dudé en introducir en el salón pese a la escena de La Chanchi apoyada en la mesa ofreciendo sus apetitosas nalgas totalmente enrojecidas.

- Lo siento, estoy disciplinando a esta puta por guarra.

- Siga, siga. Por mi no se moleste. Estoy dispuesto a pagar un plus si me deja presenciarlo.

- Con su permiso.

Y seguí azotando a mi puta.

- Disculpe, estoy dispuesto a pagar 300 euros si me deja azotarla a mi.

- Por supuesto caballero. Faltaría más.

- ¿Puedo hacerlo con la correa de mi pantalón?

- Mientras no la deje marcada. La puta está casada y no quiero líos con su marido.

- Descuide.

Y el tipo la zurró un tanto para llevársela después a la habitación. No pude mirar qué servicios le prestó porque llegó otro cliente que me tuvo ocupada, pero el cliente de La Chanchi dejó sus 300 euros de la zurra y 400 más. Debió hacerle algo bastante especial.

Un tanto contrita por mi rencorosa venganza, le suministré a mi zorra un ungüento en las mantecosas nalgas y la mandé pasar a su casa por ese día. La vi por la ventana como acudía a por sus hijos vistiendo una holgada falda. Sin duda me había excedido. Solo esperaba que su marido no la requiriese esa noche.

Pude simultanear, aunque seleccionado los clientes entre los más generosos y agradables, mis atenciones a domicilio y hotel -solo tardes antes de las 22h- con mi trabajo matinal. También me llevé a mi negocio la clientela habitual del burdel donde trabajaba los fines de semana.

Me encargué de poner la publicidad en los periódicos y en Internet:

Joven de lujuria desenfrenada, casadita maternal y negraza exuberante te proporcionarán placeres desconocidos hasta ahora. Se atiende a hombres o mujeres indistintamente. Francés, griego profundo, tríos, lésbicos, sadomaso y todo lo que tu calenturienta mente imagine lo encontrarás en IZA’s. Discreción y perversión, somos las tres muy cochinotas, pruébanos ... Tel 93...

Por fin recibimos a Belha, la sobrina de Dorinda. No tengo palabras para expresar lo que era. Como una diosa materializada. Su cara hubiera sido elegida por cualquier director de cine para expresar la virginidad. De cabello negro alazán, ojos verdiazules sorprendentes en una mulata y cuerpo que debiera ser utilizado como modelo universal para el canon de belleza.

Belha tenía un desparpajo increíble para los 18 años que decía tener. Evidentemente su desconocido padre fue blanco y transmisor del raro color de sus ojos en una mestiza. Su forma de desnudarse y mostrarme detalladamente su cuerpo mientras contaba su experiencia en el oficio y sus especialidades me subyugaron.

Ejercía la prostitución, actuaciones en espectáculos de sexo en vivo e intervenciones en cine porno desde los 13 años. Nos quiso mostrar su "book" que llevaba en un cd rom y se componía de escenas de sus películas que utilizaba para animar a los clientes.

No podía dar crédito a mis ojos al ver a aquel ángel emblemático de la virginidad practicando las más duras habilidades genitales, incluyendo el mamado de una polla de caballo hasta ducharse de semen o su introducción en el recto. Y muchas escenas de orgías con gran cantidad de hombres, mujeres y perros.

Como era de esperar ante la falta de habitaciones, decidí que esa noche Belha durmiera en mi cama. Más que nada para irla conociendo. Y bien que la conocí -carnalmente, claro-.

La necesidad de buscar un piso o chalet con más habitaciones se hizo imperiosa. Me lancé a la búsqueda con poca fortuna. Una tarde, al regresar a casa e ir a abrir la puerta me chistaron del piso de enfrente. Me giré creyendo que era La Chanchi, pero ante mi sorpresa era su marido.

- Disculpe señorita. Soy Manolón, su vecino.

- ¿Manolón?

- Bueno, así me conocen. Ya sabe como es la gente. De pequeño era mu grande y así me colgaron con el mote. Quería preguntarle algo mu privado si no es indiscreción.

Angustiada por lo que esperaba le dije que preguntase, que ya diferenciaría yo si era una pregunta indiscreta.

- Verá usté, la cosa es delicá. El caso es que mi señora hace unas semanas que parece cambiá. ¿No ha notado usté visitas raras en mi casa?. Pa ser sinsero anque me duela. Se m’a metío en la cabesa, o mehó, me está saliendo, que mi muhé me pone la cornamenta.

Aliviada momentáneamente le dije:

- Pues no hombre. No he notado nada. Pero es que yo llevo viviendo aquí poco tiempo y no conozco los hábitos de su esposa.

- ¿Hábitos?. Eso es lo que le boy a poné como m’entere de que tengo cuennos.

- Hombre, si quiere que le diga, yo la he visto muy formal y circunspecta llevando los niños al colegio solamente. Claro que como soy enfermera y he tenido últimamente turno de noche en el hospital, no sé nada de lo que hace por las mañanas. Y por las tardes ya está usted ¿no?.

- Si, pero me preocupan las mañanas. Tengo enfilao al portero de dos manzanas más allá que un día la echó un piropo. Claro que ese pelanas no tiene ande caerse muerto y menos comprarle cosas a mi mujer y a mis hijos.

- ¿Comprarle cosas?

- Si. Mi mujer cree que yo no me fijo en ná. Pero me dao cuenta de que tiene ropa nueva y los niños también. Y hasta tiene una sortija nueva y perjúmenes y maquillajes y cosas de mujeres y no m’a pedío dineros.

- Puede que haya buscado un trabajo o que le haya tocado un pellizco de la lotería.

- Buá. No sabe hacer ná más que follar, como va a encontrar curro. Si l’a tocao la lotería y no m’a dicho ná, la deslomo. Ademá se pinta las uñas como una furcia, que no l’había hecho nunca. Y usa guantes pa fregá, como una señoritinga. Y lo peó, hace tres semanas me dijo que tenía q’afeitarse el coño por una infección que yo l´había contagiao por ir de putas. Y eso del coño pelao me tiene mosca.

- Bueno hombre, no se ponga así. No se preocupe, seguro que son regalos de alguna amiga que ha decidido cambiar su vestuario. Todo tendrá su explicación. Ahora tengo turno de tarde y las mañanas libres y si veo algún hombre visitarla le informo. Me repugnan las esposas adúlteras.

- Muchas gracias, señorita. Y si se le ofrece algo, na más que pedí, pa eso estamos los vecinos. M’han dicho los vecinos que usté y su amiga negra deben ser mu simpáticas porque reciben mucha visita. Claro que hay otras malas lenguas que n’hay q’hacer caso.

- ¿Malas lenguas?

- Ná, señorita, ni caso. Hay mucha vieja cotilla y venenosa. Hasta otro día. Y no se olvide de decirme si ve algo raro de mi gordi.

Entré en casa maldiciendo. La muy estúpida había caído en el error del ladrón. Mostrar su dinero antes de tiempo o de ocasión.

A la mañana siguiente La Chanchi apareció con un moratón en la cara, resultado sin duda de la disciplina marital, que la impediría trabajar al menos por una semana. La solté una bronca monumental porque su imprudente y necia conducta estaba poniendo en peligro el negocio y su integridad física. Prometió no volver a dar muestras de tener pasta, pero me fui con ella para abrirle una cuenta corriente condicionada donde ingresarle su parte de los beneficios pero de la que solo podría sacar dinero con mi autorización.

Además, en castigo, y antes de devolverla a su hogar, la tuve media hora con las tetas atadas fuertemente y plomadas colgadas de pinzas metálicas aprisionando los pezones y el clítoris.

Entre los juguetes que la había mandado comprar en el sex shop había unas gruesas bolas chinas que albergaban en su interior unos dispositivos electrónicos alimentados con unas baterías de 9 voltios. Cuando se metían en la vagina dejaban asomando al exterior una antena por medio de la cual se controlaba por radio con un mando a distancia la actividad de las bolas. Según el ajuste del mando, la actividad de las bolas podía ser muy placentera o, por el contrario, francamente desagradable. Yo iba a elegir esta última opción para mi indiscreta puta bajo la amenaza de enseñar a su marido los videos de sus servicios si se las sacaba de su coño.

Seguramente esa tarde saldría de visita por largo tiempo para escapar del radio de acción del mando, lo que precisaba para solucionar de una sola tacada el problema de la falta de espacio en mi casa y la disponibilidad completa de La Chanchi.

Efectivamente, poco después de la hora de comer contemplé como mi puta se iba a la calle acompañada de los niños. Pasé a su casa y llamé al timbre.

- Buenas tardes, Manolón.

- Buenas. No me diga que a pillao a mi mujé con algún pringao.

- No, no es eso. Mejor pasamos dentro y le explico. Quiero proponerle un negocio muy beneficioso para ambos.

No es menester contar como me le comí el coco y la polla al Manolón desarrollando todas mis artes de seducción que, aunque esté mal que yo lo diga, deben ser históricamente de la categoría de las de Cleopatra. Delicado en extremo fue comunicarle que su esposa se prostituía en sus propias narices.

El caso fue que llegamos al siguiente acuerdo:

Manolón aceptaba ser marido de una puta y no poner objeción a su trabajo. A cambio se quedaría con la mitad de los ingresos de ella, es decir, el 20% de la tarificación. Las propinas serían para ella íntegramente. Además él recibiría de la empresa IZA’s 1000 euros mensuales en concepto de encargado de la seguridad de las putas y 850 por el alquiler de su piso, que abandonaría para ocuparlo yo con mi negocio. Asimismo Manolón tendría derecho a usar gratis a una de las putas, incluida yo, todos los lunes, que era el día de descanso.

Los niños se irían a vivir con sus abuelos maternos a Albacete con la disculpa de que él había quedado en paro y su mujer tenía un trabajo que la obligaba a viajar frecuentemente y la impedía ocuparse debidamente de ellos.

Dos días más tarde partían La Chanchi y los niños para Albacete, ella estaría allí una semana para dar tiempo al desalojo de los muebles de su piso, hacer algunas reformas para adecuarlo a su función de casa de lenocinio, comunicarlo con mi piso, pintarlo y redecorarlo.

La Chanchi regresó hecha un mar de lágrimas por el abandono de los niños. Para no producirle más dolor, la alojé en la parte de mi piso junto con Belha. Dorinda se alojó en el piso de enfrente junto con Thais, la asiática que yo quería lograr y que aceptó trabajar para mi cuando los chulos de sus competidoras intentaron desplazarla de La Rambla al Raval.

Aún tenía espacio para dos fulanas más, ya que el antiguo piso de La Chanchi tenía cuatro habitaciones en lugar de tres como el mío. No obstante les dejé bien claro que no tenían derecho absoluto sobre las habitaciones asignadas y que su uso podría ser modificado en función de las necesidades de los servicios.

Al final decidí instalar en una de las habitaciones libres un gabinete SM para explotar las dotes de Chanchi en tal sentido. Los servicios SM se pagaban muy caros pero aún así eran muy demandados. La productividad de mi puta casada aumentó casi en un 100%.

Para equilibrar la tendencia maso de Chanchi, convencí a Dorinda de emplearse más en el sado y contraté otra fulana más, una polaca preciosa y escultural muy dotada para el sexo en grupo.

Una tarde, acompañadas por Manolón llevé a mis nuevas rameras al ginecólogo para un examen rutinario. Chanchi, dejándose llevar por la costumbre, se agarró del brazo de su marido y así paseó por la calle sin que a éste le importara ir del brazo de una puta.

Después del examen médico las llevé a un gabinete de tatuaje y piercing con objeto de tatuarles el anagrama de IZA’s en lo alto del pecho izquierdo y sobre el pubis. Las otras dos putas ya tenían perforaciones en los pezones y los labios vaginales para decorarlas con diversos herrajes, pero Chanchi no tenía, así que mientras tatuaban a las otras dos, Manolón, Chanchi y yo fuimos a un sex shop a comprarle a la puta los anillos para las perforaciones que le iban a practicar. Mandé perforarle los pezones y el capuchón del clítoris y los anillos dorados quedaban preciosos destacando entre sus blancas y suaves carnes.

Mi negocio iba viento en popa. En mi 24 cumpleaños pude decir que mi vida ya estaba encauzada y asentada y mi futuro bien atado. Era una empresaria de éxito sin sometimiento a las veleidades de los mercados financieros. En la negociación anual de condiciones con mi personal accedí a que IZA’s corriese con los gastos de preservativos y de lavado de sábanas y toallas. También les prometí, si la productividad se mantenía, estudiar la posibilidad de afiliarlas a la Seguridad Social como azafatas de congreso.

Un buen día, Belha sugirió la posibilidad de adquirir un perro y lucirse ante los clientes en coyunda con él. Eso lo hacía en Brasil y daba buenos ingresos. Inmediatamente, puestos a sugerir, Manolón indicó que un amigo suyo, que era experto en audiovisuales e informática y nos había confeccionado una página web para nuestra empresa, podía filmar videos porno y colgarlos de pago en la red.

Manolón era un buen hombre, no desaprovechaba ocasión de hacernos publicidad y enviarnos clientes, sobre todo para su esposa. Pero no era nada agarrado. Cada dos semanas él y su mujer viajaban a Albacete a ver a los niños, por supuesto en lunes –día de descanso de todas- y martes –día flojo en clientela-, y aportaban a los abuelos buen dinero para la manutención y educación de los chicos.

Hubo una época mala de Manolón cuando un pijo se encoñó con su mujer y pretendía que se divorciase y se casase con él. Advertí que Manolón tuvo celos. Qué tierno. Pese a que podía elegir cada lunes la puta que quisiera, normalmente elegía a su mujer. Qué tendría La Chanchi que atraía a todos. No era la puta más guapa, pero debo reconocer que cuando yo estaba necesitada de cariño o de ser reconfortada la llamaba a ella para que viniera a mi cama.

FIN

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